
El positivismo, eclecticismo y otras ideas de Brasil.
Luis
Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com
Brasil se ha montado en el selecto club espacial y nuclear, una como
premonición de su enseña como nación: Orden y Progreso. La América practica lo
que piensa Europa, decía Alberdi. Y si en algún país tuvo enorme impacto la
filosofía positiva de Auguste Comte fue precisamente en Brasil, donde se vivió
como una religión, cosa parecida a lo que sucedió en Chile, países que
siguieron la “Religión de la Humanidad” basada en la ciencia, idea de Augusto
Comte. Consideraban los positivistas que la Iglesia Católica moriría en el
estadio positivo y que el tiempo trabajaba a su favor. En la Venezuela de 1890
el general y novelista Manuel Vicente Romero García (1861-1917) expresaba en su
novela Peonía que la Iglesia
Católica es nido de fanatismo, que la civilización española arrancó de los
fúnebres cerebros inquisitoriales, y que tenemos dentro del hogar una dictadura
odiosa, escuela donde se forman siervos para las dictaduras políticas. Orden y
progreso es la tesis de la dictadura virtuosa comteana. Consideraban las clases acomodadas
brasileñas, dicen los húngaros Gyula Horbáth y Sára Szabo, (El positivismo en Brasil y México,
Revista de Estudios Históricos, México, 2005.) que el estadio metafísico
comteano se había extendido demasiado, agravándose durante este periodo los
problemas del país, posición que contribuyó a la caída de la monarquía en 1889,
se opusieron a la esclavitud. En 1890 fue presentado un proyecto de
constitución titulado Orden y progreso
en nombre de la Humanidad, la
Patria, la Familia, que en su título IV se refiere a la personalidad y los derechos del dictador. Brasil fue fiel a la
ortodoxia comteana de los tres estados a través de Pierre Laffitte.
Estos
autores magiares consideran que el Estado
Novo de Getulio Vargas en 1930 era considerado como un populismo
positivista, que implementa la educación positivista y el desarrollo del
capitalismo tardío, anuló el Parlamento y prohibió los partidos políticos,
pretendiendo con ello asegurar el orden para el progreso. Por esos mismos años en nuestro país,
Venezuela, se publica en 1919 El libro Cesarismo
democrático, una de las obras cumbres del positivismo latinoamericano,
según valora Elías Pino Iturrieta. Es una necesidad fatal, dice su polémico
autor, el gendarme electivo o hereditario de ojo avizor y mano dura… que
mantiene la paz. El caudillo, única fuerza de conservación social, decía
enfático su autor, Laureano Vallenilla Lanz. La influencia del positivismo se
mantuvo hasta los años 1950 en Venezuela, bajo el gobierno militarista de
Marcos Pérez Jiménez. En Brasil el positivismo sigue teniendo resonancias en su
enfoque de la razón, la ciencia y el progreso.
El eclecticismo en Brasil.
Nacido en Francia con Víctor Cousin (1792-1867), el eclecticismo como
doctrina de conciliación, dice Leopoldo Zea (Romanticismo y positivismo en Brasil, Dianoia, 1964), se afinca de
manera maravillosa al espíritu también conciliatorio de los brasileños. No
negaba el pasado colonial, sino que se emplea para adaptarlo a las nuevas
realidades políticas, sociales y económicas que el desarrollo del Brasil
reclamaba. La
esencia de la filosofía ecléctica: "coleccionar y reunir las verdades
dispersas en los diversos sistemas, cartesianismo, empirismo, filosofía del
sentido común y el idealismo especulativo, separándolas de los errores con que
se hallaban mezcladas".
En Brasil fue el monje
franciscano Francisco de Monte Alverne (1784- 1859) el paladín carioca de la
filosofía ecléctica y precursor del romanticismo en Brasil. Se enfrenta desde
su cátedra en Río de Janeiro a la filosofía escolástica y al tomismo y se
adhiere a las ideas de John Locke y Condillac. Se opuso al exceso de reformismo
que provoca el caos y anarquía en Hispanoamérica. El conservadurismo sostenido por los
eclécticos brasileños alcanzará un éxito que en vano buscaron sus equivalentes
en Hispanoamérica, como sucedió en Argentina, cuyos sostenedores tendrán que
enfrentarse a guerra sin cuartel con los partidarios del orden colonial puro,
valora Leopoldo Zea. Los gobiernos pacifistas de Pedro I, su hijo Pedro II y su
Imperio Constitucional, son como una expresión del eclecticismo en ese país que
sigue una como evolución natural, una marcha sin equívocos o tropiezos,
concluye Leopoldo Zea.
Brasil, la gran
civilización del trópico, es nuestro vecino desconocido y mal entendido. Es
momento de volcar nuestra mirada al gigante del sur en momentos en que se
reconfigura dramáticamente y a paso aligerado la geopolítica del planeta, sobre
todo desde enero cuando vuelve al poder el inefable Donald Trump. Recordemos que Brasil lidera ese contrapeso al
occidente industrializado que son los Brics, un actor de primer orden del que
ni siquiera soñábamos hace medio siglo. Miremos a Brasil más allá de su
magnífico carnaval carioca o de sus deslumbrantes jugadores del balompié. Miremos
a su gigantesca literatura encarnada en Clarice Lispector, Jorge Amado,
Gilberto Freyre, Mario de Andrade, entre otros. Miremos al barroco brasileño y
su inmensa originalidad arquitectónica y escultórica. Leamos el Manifiesto
Antropófago o Manifiesto Caníbal de 1928, y las maravillosas ideas pedagógicas del
filósofo Paulo Freire. Su “Pedagogía Crítica” es uno de los monumentos del
pensamiento del siglo XX.
Brasil y su magnífica idea del
“Hombre Cordial” espera por nosotros.
Carora,
Estado Lara,
República Bolivariana de Venezuela.
Viernes 25 de abril de 2025.