domingo, 23 de febrero de 2020

Mondongo los domingos en Carora

En la antigua ciudad del semiárido larense llamada Carora, sucede indefectiblemente desde hace ya siglos un insólito y maravilloso rito gastronómico que se conoce popularmente como Mondongo los domingos. Quien vaya a esta localidad del occidente venezolano en uno de esos días de asueto semanales, podrá observar para su asombro y admiración, como los caroreños degustan y saborean los ricos caldos y sopas de chivo, marrano y res que se conocen con un nombre de prosapia y linaje africano: Mondongos.

A mi modo de ver, este culto dominical al paladar es un rasgo específico y típico de eso que de forma vaga e imprecisa llamamos caroreñidad. Idiosincrático y casi único en nuestro país, el otro es el Estado Táchira, es la celebración de esta fiesta del paladar que se cumple con  increíble precisión los 54 fines de semana vacacionales que tiene un año. En este sentido, este rito caroreño aventaja a nuestro plato emblemático de la navidad que es la barroca hallaca. Y digo esto porque este condumio se elabora en los meses finales de cada año, sobre todo en diciembre, no así el Mondongo caroreño que se prepara durante todas las semanas en las que está constituido un año, esto es, 54 veces, con pasmosa precisión y puntualidad. Ni las crisis económicas o las tragedias naturales han logrado interrumpirlo alguna vez. Una persistencia que es como el anverso de nuestra tenacidad y empeño para vivir en una geografía no complaciente. 


Esta ceremonia dominical le da a nuestra urbe un ritmo que le da sentido a su existencia. Es una suerte de alto, un hiato, en el movimiento cósmico de todas las cosas, en donde el caroreño reposa su siesta acostado en su infaltable hamaca esa pesada vianda en su estómago que le provoca una especie de lúcida y fina somnolencia, en la cual hace un balance o recuento de lo acontecido en la semana ida, y hace proyectos para la semana que vendrá. Quitemos por algún tiempo este rito dominical  a los caroreños y observaremos un momentáneo descarrilamiento de su secular y arcaica tradición. Sería algo así como suprimirles a los ingleses el té de las tres de la tarde o la apericena a los italianos. Es que ese heteróclito y singular rito gastronómico del semiárido es nuestro lugar común. “El mondongo dispone de aureola social sólida; por eso es una de las manifestaciones más auténticas del democratismo vernáculo. (…) Frente a una excitante sopera de mondongo los hombres de Venezuela se sienten dominados por idéntica convicción igualitaria”, expresa Ramón David León en su Geografía Gastronómica Venezolana, sobre este platillo criollo que se sirve con igual dignidad, desde los mercados populares y puestos de carretera, hasta en la elegante mesa del gastrónomo Armando Scanonne, nos dice Rafael Cartay, quien señala que la alimentación consiste no sólo en la elección y consumo de alimentos, sino que también está relacionada con la concepción del cuerpo , las relaciones sociales, el sistema de valores y las creencias de la sociedad.


Mientras escribo estas ideas no puedo menos que pensar que algo de gargantuesco y de País de Cucaña existe en el rito gastronómico del semiárido venezolano, que se inicia antes de los domingos con la adquisición de las carnes y  los condimentos para montar la olla que da inicio al yantar de los domingos. No se crea que cada casa de familia monte su puchero. No, pues existen algunas residencias familiares emblemáticas que se han especializado en la preparación del mondongo. Suculento platillo que es de raigambre popular, pues se elabora con los llamados subproductos de los animales: panza, barriga, intestinos, tripas, cabeza y espinazo de chivo, vísceras, que son las partes más baratas y por ello accesibles a las clases populares de los barrios y sectores caroreños. No es alta cocina ni hay chefs. Es el pueblo llano e igualitario quien lo protagoniza. Sinfonía de vísceras y vitualla expresándose en armonía perfecta y seductora, en una sustanciosa sopa. El mondongo es sinónimo de paradoja culinaria, al transformar “el desecho” en exquisitez, dice la revista Historias de Sobre Mesa.
Rafael Cartay Angulo
En el frente de casas y residencias se pueden ver pequeños cartelitos que rezan: Mondongo los domingos, sitios en donde se socializa y hay elementos de hospitalidad y cordialidad, comensalidad y conviabilidad. Ese día se pueden ver centenares o hasta miles de personas, hombres o mujeres, niños o adultos con una marmita o cazuela bajo el brazo caminando a comprar raciones de nuestro potaje, la sopa del semiárido larense, pero que también es una sopa universal, nos dice nuestro profesor en la Escuela de Historia emeritense Rafael Cartay.
Es de una preparación relativamente sencilla. Solo lleva la carne y vísceras, aliños verdes, ajo, sal. Las verduras nada tienen que hacer allí, como en otros lugares de Venezuela. Pero mucho hace acá el maíz blanco, que en la jerga caroreña recibe el sonoro y africano nombre de “jorojoro”, una palabra quizás de origen yoruba que entre nosotros cambió de significado. La degustación se realiza acompañándola de las recién hechas y aún humeantes arepas, tortas precolombinas que si son cocidas en leña, mejor.  De este modo el mondongo agrupa en su hechura elementos de  cuatro continentes, tal como la hallaca: las especias de Asia, las carnes de Europa, el maíz americano, y su sin igual nombre africano. El mondongo es uno de nuestros platos emblemáticos. Los otros serán la ya mitológica tostada caroreña, el pata de grillo, el legendario lomo prensado, las caraotas negras refritas, nuestro caviar criollo, los chicharrones de marrano o carraos, las conservas de buche.
Es por todo ello que propongo como Cronista Oficial del Municipio Torres que este hermoso rito gastronómico dominical caroreño sea declarado Patrimonio Cultural del Municipio General de División Pedro León Torres, del Estado Lara y de la República Bolivariana de Venezuela. Que correspondería a la Alcaldía del Municipio  y al Alcalde, Ing. Edgar Carrasco hacer tal distinción a este rasgo importante de nuestro ethos cultural, una de las bases de nuestra personalidad como pueblo, verdadero capital simbólico torrense. Además propongo que se le otorgue  en sesión especial de la Cámara Municipal a este reconocimiento el nombre de nuestros más distinguidos cocineros de ayer y de hoy: Ayoleida de Mora, El Negro Urriola, Chayo Barrios, Adelis Sisirucá y su esposa doña Mercedes Barrios, entre otros.
Ese reconocimiento habrá de realizarse durante la XIII Feria Nacional Bolivariana Caprina, Ovina y Artesanal, el próximo 30 de abril de 2020 en las instalaciones del Parque Ferial Hermes Chávez Crespo de Carora, Estado Lara, Venezuela. Allí podría realizarse una suerte de Festival  del mondongo, invitando a una degustación colectiva de este manjar  e invitar a que varios hacedores de esta vianda para que  un acreditado jurado escoja los más suculentos y apetitosos mondongos allí presentados. Se otorgarán varios premios y reconocimientos como una manera de exaltar y enaltecer tan singular rasgo de nuestra cultura, una expresión genuina y auténtica de lo que he llamado Genio de los pueblos del semiárido larense venezolano.  Gracias. 

Luis Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com


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