lunes, 2 de diciembre de 2013

Ortega y Gasset y la Revista de Occidente

“Yo soy yo y mi circunstancia”

Ortega y Gasset

Nadie podrá obviar “la peculiar dramaticidad y el tono de heroísmo intelectual en la cual la filosofía, y solo la filosofía, vive”, escribía Ortega y Gasset (1883-1955) en su libro La idea de principio en Leibniz. Debemos a este filósofo extraordinario y español la fundación en 1923 la muy famosa Revista de Occidente. Señalaba este sabio que la filosofía estaba experimentando un renacimiento luego de estar sometida por el “imperialismo de la ciencia”. La ciencia da prioridad a la actitud calculadora, instrumental, clasificatoria, tiende a imponer el dominio del sujeto sobre las cosas, es una amenaza para la filosofía y para la libertad de pensamiento crítico, de la racionalidad no instrumental, pero sí estética, ética, religiosa, existencial, que se encuentra en la base de las manifestaciones no científicas de la cultura humana.

La expresión “la ciencia no piensa”, manifiesta el punto de vista común que se difunde en el pensamiento continental europeo, dirigido a defender la filosofía de lo que nuestro pensador español llamó “imperialismo de la ciencia”. La razón vital debe sustituir a la razón cartesiana, pues debe existir una compatibilidad entre la racionalidad y la vida. Ha nacido una filosofía: el raciovitalismo orteguiano. La segunda mitad del siglo XIX fue una época profundamente antifilosófica. Vivía una profunda crisis. La filosofía tendía a superar sus propios límites en un intento de superarse a sí misma, ha corrido el riesgo de la disolución, decía Ortega.

Estas ideas de Ortega comenzaron a difundirse en América Latina a partir de 1925, sobre todo en México, donde se formó todo un movimiento orteguiano con José Romano Muñoz y Samuel Ramos, autor de El perfil del hombre y de la cultura en México. Se introducía el pensamiento alemán más reciente, que sustituía al pensamiento francés. Otro fervoroso orteguista ha sido Leopoldo Zea, quien expuso que la filosofía debe emanar de la “circunstancia”, es decir, en este caso, de México. La América ibérica se encuentra a conducida a inventar su propia filosofía, en lugar de recibirla ya hecha de Europa.

Otros seguidores del orteguismo en Latinoamérica son Luis Abad Carretero, Francisco Ayala, Benjamín Carrión, Abelardo Villegas, Francisco Miró Quesada, José Luis Romero, el uruguayo-venezolano Arturo Ardao, Joäo Cruz Costa, los Nobel de literatura Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, nuestros Mariano Picón Salas y Juan David García Bacca, entre otros.

En 1923, es decir hace 90 años, funda Ortega la Revista de Occidente, con una difusión enorme en Europa y en América Latina. Allí escribieron el filósofo y matemático británico Bertrand Russell, Edmund Husserl, creador de la fenomenología, el filósofo neokantiano George Simmel, el neurólogo y psiquiatra alemán Ernest Kretschmer, los escritores Diez-Canedo, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Espina, el novelista Pío Baroja, el narrador Francisco Ayala, la escritora Rosa Chacel, el filósofo intenso y riguroso Ramiro Ledesma Ramos. Es una publicación atenta a lo más actualizado del pensamiento, no solo en humanidades, sino también en las ciencias naturales, vertidos en forma de ensayos.

Podría decirse que esta revista actualizó el pensamiento iberoamericano, que había dado muestras a menudo de un sorprendente complejo de inferioridad, incapaz de creer en la existencia de una especulación metafísica, ética, epistemológica o lógica sui generis. La América Latina no es en absoluto el pariente pobre de la cultura mundial. Muy felizmente todo ha cambiado, nos dice el francés Alan Guy, pues contamos con las notables prospecciones de Leopoldo Zea, Edmundo O`Gorman, autor de La invención de América, José Gaos, Salazar Bondy y de tantos otros, que establecieron la idiosincrasia brillante de una potente reflexión filosófica, desde la frontera mexicano-yanqui hasta la Tierra del Fuego.

En este sentido, podemos afirmar que el pensamiento de Ortega y Gasset ha sido en gran medida responsable de este que tengamos hogaño una selva rica y frondosa de pensamiento filosófico, pues hasta no hace mucho nuestros filósofos eran juzgados a priori como demasiado exóticos por una orgullosa mentalidad europeísta, que se hacía eco del filósofo alemán Jorge Guillermo Federico Hegel (1770-1831), quien afirmaba que América no tiene historia, es naturaleza. Es solo geografía, paisaje. ¡Qué equivocado estaba el tudesco!

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