martes, 23 de febrero de 2021

Cómo construí mi Tesis Doctoral: Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX


 Introducción

A los 18 años de haber redactado mi Tesis Doctoral sobre la religiosidad católica caroreña, y, consecuencialmente, la venezolana e hispanoamericana en 2003, hago un sereno balance de aquel largo y emocionante proceso de investigación y que acá expongo y describo para que sirva de estímulo y experiencia a los noveles investigadores en la ciencia de Clío. Análogamente he expuesto el proceso de investigativo y redacción de mi Trabajo de Grado de Maestría en Historia referido al Colegio La Esperanza y Federal Carora, 1890-1937, que presenté y defendí en 1995, ambos esfuerzos intelectuales conducidos con el estímulo y pasión del Dr. Reinaldo Rojas, hogaño rutilante Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia venezolana.

I.                Mi situación personal.

Después de laborar por 27 años en educación media desde 1976, año cuando egresé de la Universidad de Los Andes, Mérida, con el título de Licenciado en Historia Universal, había recibido mi merecida jubilación por parte del Ministerio del Poder Popular para la Educación en el año 2003 de manos del ministro del ramo profesor Aristóbulo Istúriz Almeida, tras haber laborado con la increíble cantidad de 54 horas de clases semanales y 14 secciones de 36 alumnos cada una en el Liceo Egidio Montesinos de Carora.  En 1995 había culminado mis estudios de Maestría en la Universidad José María Vargas de Caracas con un trabajo de grado titulado Historia social e institucional de la educación en la Región Centroccidental de Venezuela, Los Colegios La Esperanza y Federal Carora, 1890-1937, con la cual abrí una fértil y exitosa línea de investigación que tuvo unos 70 seguidores, y fui elevado a la categoría máxima de Docente VI en educación media venezolana.

Desde 1996 comienzo a laborar en la Dirección de Educación del Estado Lara elaborando textos escolares y dirigiendo el Centro Regional de Apoyo al Maestro Francisco Tamayo, al tiempo que inicio mis estudios de Doctorado en Historia con el Dr. Reinaldo Rojas, quien logra que la Universidad Santa María de Caracas le autorizara para realizarlo con unos 15 colegas en la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara. Fueron seis semestres de intenso y apasionado aprendizaje con tan destacado investigador y docente, contemporáneo en edad con mi persona y a quien había conocido en 1978 cuando él estaba recién graduado con honores en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto. Allí me propuso mi mentor estudiase de nuevo a Carora como una ciudad fuertemente anclada en su secular catolicismo. Terminé la escolaridad del Doctorado casi simultáneamente cuando me jubilo como docente de educación media. Cuando ello sucede arranco con la redacción de la Tesis, pues la larga y fatigosa investigación en el Archivo de la Diócesis de Carora y que comencé en 1996 había casi que concluido. De modo pues que como docente jubilado tenía todo el tiempo del mundo para redactar lo que intuía iba a ser tan ambiciosa y compleja Tesis Doctoral.

Recuerdo que escribí a mano, cual Camilo José Cela, las primeras páginas de mi Tesis Doctoral en papel ministro, cuando recién había sido abortado el golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez Frías, y que debí darme prisa en la redacción porque la Universidad Santa María se iba a plegar al paro petrolero que comenzó en noviembre de 2003. Entregué los dos volúmenes de la Tesis justito un día antes del cierre de la Santa María. Esperé la increíble cantidad de largos 18 meses para que la Universidad finalmente me llamara a presentar y defender mi Tesis Doctoral en marzo de 2004. Cuál no sería mi sorpresa cuando en noviembre de ese mismo año retiré mi título de Doctor en Historia y descubro para sorpresa mayúscula que el titulo tenía la fecha de 12 de diciembre de 2003, lo que quiere decir que me gradué cuatro meses antes de defender y presentar mi trabajo de investigación doctoral sobre la Iglesia Católica, las cofradías y la mentalidad religiosa en Carora desde el siglo XVI hasta el siglo XIX.

El jurado calificador estaba compuesto por los doctores Elis Fréitez, José Marcial Ramos Guédez, Felipe Hernández, Miriam Meza y Reinaldo Rojas como magnífico tutor. Apruebo por unanimidad y con “mención Honor al Mérito y Publicación, en razón a los aportes teóricos y metodológicos desarrollados en la investigación, la cual contribuye al fortalecimiento de los estudios de la Historia Local y Regional en Venezuela”. Lamenté en esa ocasión la ausencia física del eminente investigador Dr. Federico Brito Figueroa, quien había fallecido cuatro años antes y quien de seguro nos habría acompañado.

II.            Presupuestos teóricos.

III.        

La Escuela de Anales.

No son otros nuestros presupuestos teóricos que los de la afamada Escuela de Anales, fundada por los grandes historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Fevbre en 1929, e introducida a Venezuela desde México por el Dr. Federico Brito Figueroa y seguidos por el Dr. Reinaldo Rojas, los que guiaron mi investigación. La llamada “historia global o de síntesis”, “historia de las mentalidades” y las “mentalidades colectivas” por ellos postulada, fue una herramienta de primer orden en mis trabajos de investigación histórica referidas a la Historia Social de la Educación en Centroccidente de Venezuela y los Colegios La Esperanza y Federal Carora entre 1890 y 1937, e igualmente empleada para comprender a la manera blocheana la avasallante mentalidad religiosa católica vivida y sentida en una remota y antigua ciudad del siglo XVI asentada en el semiárido del occidente venezolano, Carora.

La historia global o de síntesis no es una idea original de la Escuela de Anales, pues debe rastrearse hasta el siglo XIX al ser postulada entonces por Karl Marx: Apropiarse de la materia histórica en todos sus detalles, analizar sus distintas formas de desarrollo y descubrir sus vínculos íntimos. De tal modo me afinqué en la categoría de análisis de Reinaldo Rojas Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial. Analicé, como recomienda el hispanista francés Pierre Vilar, la geografía, clima, demografía, economía, estructura social, cultura y creencias religiosas de la Subregión Carora en un largo periodo temporal, la larga duración braudeliana, de cuatro siglos.

La medición del tiempo

El tiempo de la religión y de la Iglesia Católica no coincide o se ajusta al tiempo laico. Se trata de otras mediciones temporales que vienen desde muy antiguo: Miércoles de Ceniza, Semana de la Pasión, Viernes de Dolores, Año Litúrgico, La Pascua Cristiana, Tiempo de Cuaresma, y no olvidemos que eran los sumos pontífices romanos quienes organizaban el tiempo: Calendario Juliano y Calendario Gregoriano, etc., etc.

En mi investigación doctoral debí de enfrentar un problema de clasificación de las temporalidades. Hubiera sido fácil pero poco exacto dividir el tiempo en dos grandes mitades: tiempo colonial y tiempo republicano. Craso error. Evitando esa palmaria equivocación dividí las temporalidades religiosas así:

Tiempo de la Evangelización y del Concilio de Trento (1549). Tiempo Barroco (1630-1870). Tiempo del Concilio Vaticano I (1869) y de la Encíclica Rerum Novarum (1892). Tiempo del Concilio Vaticano II (1962).

Esta clasificación de las temporalidades facilitó de manera impresionante mi trabajo de investigación y me permite evitar los extravíos que son muy frecuentes cuando la documentación y los actores históricos son muy abundantes, masivos. He hecho un estimado de que son alrededor de 10.000 los seres humanos que se encuentran asentados en los libros de cofradías caroreñas durante más de cuatro centurias.

 

 

Historia de las mentalidades.

Mentalidad es un término tomado de la antropología cultivada por Marcel Mauss, discípulo de Durkheim, y que Marc Bloch emplea de manera magistral en Los reyes taumaturgos, 1924, en tanto que Lucien Fevbre lo hace en El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais, 1942. De este modo la ciencia de la historia se nutre de los aportes de las diversas “ciencias del hombre”, la antropología, la sociología, la lingüística, pero conservando ella su lugar preminente y central.

Quien escribe se sintió muy motivado por tan estimulantes ideas, pues era yo por aquel entonces docente de las asignaturas Psicología y Filosofía en un antiguo instituto de educación media, el Liceo Egidio Montesinos de Carora, institución fundada en 1890, llevado de la mano del eminente profesor germano-venezolano Ignacio Burk.  Los conceptos que aprendí del Maestro Burk se dieron la mano con los que recibí de los maestros franceses Marc Bloch y Lucien Fevbre, y en Venezuela con los de los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas. Una feliz conjunción. Las enseñanzas de Burk me salvaron de ser un simple docente de historia de Venezuela en educación media. Su texto Psicología. Un enfoque actual fue mi guía permanente y me permitió comprender la fenomenología alemana del siglo pasado.

La fenomenología.

Gracias al sabio germano-venezolano profesor Ignacio Burk y mientras laboraba en el Liceo Egidio Montesinos, de Carora, Venezuela, conocí con entusiasmo y asombro la fenomenología de los filósofos alemanes Wilhelm Dilthey (1833-1911) y su seguidor Edmund Husserl (1859-1938), una filosofía poco conocida en Venezuela y que yo había advertido en el médico psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque en su obra de juventud Los viajeros de Indias, y que establece una diferencia sustantiva entre el explicar y de las ciencias naturales y el comprender de las ciencias del espíritu. Husserl recomienda poner entre paréntesis nuestro espíritu y evitar todo juicio preconcebido de lo religioso, dejando que él se exprese: “hagamos epojé, pongamos el mundo entre paréntesis.” Acercarnos al mundo como si fuera por primera vez, verlo de manera ingenua. El maestro Federico Brito Figueroa me felicita públicamente en 1992 por mi ensayo sobre la fenomenología en Venezuela y que es una orientación presente en 2002-2003 cuando redacté mi Tesis Doctoral sobre el catolicismo en Carora desde el siglo XVI al XIX. Este es un enfoque que va mucho más allá del positivismo y del marxismo y que por ello ha sido muy poco comprendido y empleado en nuestro país y que además ha tenido furibundos detractores y críticos despiadados.

Historia marxista de las mentalidades.

 Las conductas altruistas y gregarias de los miembros de las hermandades y cofradías caroreñas las examiné valiéndome de los conceptos teóricos del historiador marxista de las mentalidades, el francés Michel Vovelle (1933-2018), quien llama a estas magnificas instituciones creadas por el catolicismo “estructuras de solidaridad de base religiosa.” Su libro Ideologías y mentalidades (1985), que adquirí en Bogotá en 2000, me resultó sumamente útil. Conocida es su frase “del sótano al granero”, es decir pasar del análisis de lo económico-social a las estructuras mentales, de la superestructura. Vovelle afirma que “Entre los gestos de la práctica (asistir a misa, bautizar a los neonatos, inscribirse en una cofradía, adquirir velones y cirios, por ejemplo) y la fidelidad religiosa existe una correlación tosca, por cierto, pero positiva e indiscutible”. Este autor, junto a su hijo Gaby, investiga y analiza miles de testamentos, cuantificando las palabras religiosas empleadas y la manera como el lenguaje de tales documentos se va paulatinamente laicizando, es decir desprendiéndose poco a poco de lo religioso en una Francia que se descristianiza en el siglo XVIII en su segunda mitad. El empleo de la herramienta de la estadística es acá insustituible y que empleo, siguiendo a Vovelle, en mi investigación doctoral sobre el sentimiento religioso en Carora y que mido por las “entradas” a las cofradías año por año, durante cuatro siglos. Apasionante ¿verdad?

Sus obras más conocidas son Piedad barroca y descristianización en Provenza en el siglo XVIII, Morir ayer, La metamorfosis de la fiesta en Provenza de 1750 a 1820, La muerte en Occidente de 1300 hasta nuestros días, entre otras.

Estuve a punto de conocer al maestro Michel Vovelle en Bogotá en 1999, pero la esposa de este investigador temió asistir al Congreso de Historia, puesto que el enfrentamiento armado en Colombia estaba entonces en su apogeo. Un collar explosivo en el cuello de una mujer espantaron a la consorte de consagrado historiador francés.

La etología.

La ciencia de la etología del zoólogo y filósofo austriaco y Premio Nobel de Medicina (1973) Konrad Lorenz (1903-1989) me ayuda a comprender las conductas gregarias y mutualistas de los católicos asentados en los viejos libros de cofradías caroreñas, quienes al entrar en ella se obligaban atender a los hermanos enfermos, asistir a su velatorio y entierro, auxiliar a viudas y huérfanos. Un antecedente del seguro social del presente. La ciencia natural acude en auxilio de la ciencia de la historia, tal como lo postula Lucien Febvre en Combates por la historia y que contribuye a cerrar la brecha entre las “dos culturas”, de las cuales advirtió el estadounidense C. P. Snow en su célebre conferencia de 1959.

Otro etólogo, seguidor de Lorenz, el alemán Irenaus Eibl-Esbesfeldt (1928-2018), acudió a mi memoria con su libro Amor y odio, historia natural del comportamiento humano, con el que pude entender el comportamiento biológico altruista de animales y humanos. Es el fundador de la etología humana. El hombre y sus principios morales pueden ser interpretados desde la biología y la psicología animal. Fascinante. Tales ideas son motivo de intenso debate.

El estructuralismo.

El imaginario caroreño tiene sus mitos y leyendas muy particulares: El Diablo de Carora, La maldición del fraile y la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue, a quienes apliqué las excelentes ideas del antropólogo estructuralista francés Claude Lévi-Strauss contenidas en su obra Antropología estructural, libro que leí sin comprender mucho cuando hice mis estudios de pregrado en Historia en la Universidad de Los Andes, 1972-1976. Situación semejante vivió Octavio Paz con las complejas teorías de tal antropólogo francés. Este enfoque me permite evitar caer en la anodina y simple descripción de tan potentes imaginarios del semiárido larense venezolano, empleando la disección de los mitos que hace el antropólogo francés en el capítulo La estructura de los mitos, de su referida obra. Fue una experiencia fascinante. El estructuralismo parece hogaño cosa del pasado, pero a mí me produjo profundas resonancias.

El purgatorio.

Jaques Le Goff (1924-2014), historiador de la Edad Media, perteneciente a la tercera generación de la Escuela Analista francesa, fue una referencia fundamental para entender el complejísimo sentido de una noción religiosa tan importante como el purgatorio, un tercer lugar distinto al cielo y al infierno que no tiene base bíblica, pues es una creación del catolicismo del siglo XIII en Francia. Esta obra titulada El nacimiento del purgatorio (1981), no se consigue en Venezuela y me fue enviada fotocopiada, un delito en España, por mi amigo Luis Eduardo Mora Santana. Los creyentes caroreños estaban seguros que su salida de ese tenebroso lugar de la geografía del más allá se apuraba por la cantidad de misas, cantadas o no, centenares de oficios religiosos, que se le hiciesen en obsequio del cófrade difunto.

 Al exponer estas polémicas y poco conocidas ideas sobre la falta de referencia bíblica de la creencia en el purgatorio, en un acto en la Catedral de San Juan motivado por la asunción del nuevo obispo de la Diócesis de Carora en 2013, sociólogo Luis Armando Tineo Rivera, al terminar mi exposición tomó la palabra este príncipe de la Iglesia Católica para rebatir la posición de Le Goff y que yo asumí como mía. Jamás pensé que aquello podría ser en la actualidad un punto sensible en la teología del tercer milenio. Fue una verdadera sorpresa tal incidente.

El barroco.

El barroco, un verdadero complejo cultural hispanoamericano que aún nos alcanza hasta los días que corren, lo estudié con los mexicanos Carlos Fuentes (El espejo enterrado): arte de la abundancia, basado sobre la necesidad y el deseo; un arte de proliferaciones fundado en la inseguridad, llenando rápidamente todos los vacíos de nuestra historia personal y social después de la Conquista con cualquier cosa que encontrase a la mano, y Octavio Paz (Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe: Y es que sufrimos aún los efectos del Concilio de Trento, escribe Paz. El barroco se pone al servicio de las dos ortodoxias, la del Estado y la Iglesia Católica. La teología es la máscara de la política en los años de la Contrarreforma y su brazo militar, los sacerdotes jesuitas, a quienes Octavio Paz llama “bolcheviques de la Iglesia.”

El tema de la muerte se halla obsesivamente presente en la mentalidad barroca. “Recuerda que vas a morir”. Una negación del mundo en el retiro religioso, tensión entre cuerpo y alma, la fe y la duda, la sensualidad y la conciencia de la muerte, el instante y la eternidad, una mentalidad que observé como se manifiesta de manera obsesiva entre los cófrades caroreños.

El anacronismo.

El anacronismo, como uno de los más graves, o el más grave de todos los pecados que pueda cometer el historiador al modernizar el pasado, me fue advertido por el historiador francés fundador de la Escuela de los Anales Lucien Febvre, quien sostiene con verdadera pasión que el ateísmo no era posible a los seres humanos del siglo XVI, puesto que ellos no tenían el “utillaje mental” necesario para llegar a la incredulidad, proceso que debió esperar a la Ilustración y al positivismo. Su libro, escrito bajo la ocupación alemana de Francia: El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais (1942), estuvo de forma permanente en mi pensamiento al investigar y redactar mi Tesis Doctoral. Su sentencia: “el siglo XVI es un siglo que quiere creer”, palpitaba de continuo en mi cerebro. Sobre el anacronismo consúltese mi ensayo dedicado a Eric Hobsbawn en sus 90 años Ocho pecados capitales del historiador (2007) en Google, y que el Dr, Reinaldo Rojas tuvo la gentileza de publicar en la Revista de Ciencias Sociales de la Región Centroccidental de Venezuela.  

El hombre ante la muerte.

Hubo escritores y obras que conociendo su gran utilidad para escribir mi Tesis Doctoral no tuve a mi alcance en 2002-2003 (los días del golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez y el subsiguiente paro petrolero) cuando redacté mi Tesis Doctoral. Uno de ellos es el portentoso libro El hombre ante la muerte, de Philippe Ariés. Le pedí al doctor Reinaldo Rojas, mi excelente tutor, que me trajera un ejemplar de Europa, pero en vista de que mi trabajo estaba ya adelantado me aconseja dejarlo para otra oportunidad. A pesar de ello pude por mis propios medios adelantar lo que llamé la “muerte barroca”, horror y fascinación ante el fin de la vida entre los fieles y numerosísimos católicos de una ciudad venezolana que como Carora, ha sido llamada con propiedad “Ciudad levítica de Venezuela”.

La endogamia caroreña.

Es un rasgo muy particular entre los patricios o godos de Carora las uniones matrimoniales entre miembros de este reducido estrato social dominante de arraigo peninsular y canario, una doce de familias que han ejercido una verdadera hegemonía ideológica y cultural en términos gramscianos. Es una clase social que se asemeja a una casta y que aún pervive en el tercer milenio, compuesta por los apellidos Álvarez, Riera, Oropeza, Gutiérrez, Zubillaga, González, Perera, Herrera, Melendez, Montes de Oca, Silva, Yépez, Aguinagalde. En nuestra investigación hemos descubierto que es un fenómeno tardío, pues da comienzo a fines del siglo XVIII, pero que se consolida en el turbulento siglo XIX. Lo otro es que tal endogamia no es un fenómeno exclusivamente económico social, sino que tiene un componente religioso al cual poco se la ha dado atención, las dispensas matrimoniales.

Y fue la Iglesia Católica caroreña pródiga y generosa en el otorgamiento de estas licencias matrimoniales que ayudaron a conformar este estrato social cerrado y excluyente, “una aristocracia, dice Mariano Picón Salas, celosa de su comarca y de su cultivo espiritual”. Los Libros de Dispensas desaparecieron del Archivo de la Diócesis de Carora, pero logramos reconstruir el proceso endogámico valiéndonos de los libros de las cofradías, sobre todo la del Santísimo Sacramento, fundada en 1585. Tenemos ante nosotros una ciudad “cerrada, huraña y esquiva”, tal como la llamó Juan Carmona a principios del siglo XX.

III. La investigación empírica.

Mi investigación se centra fundamentalmente en dos repositorios de la ciudad de Carora: El Archivo de la Diócesis de Carora, y el Archivo de la Parroquia de la Iglesia de San Juan Bautista de Carora.  Son los lugares de la memoria de esta antigua ciudad del semiárido del occidente larense venezolano. Allí observé la impronta del historiador caroreño Ambrosio Perera, quien desde allí construye su monumental Historial genealógico de familias caroreñas (1933). Fui recibido de manera muy cordial por el Obispo Eduardo Herrera Riera, amigo de mi padre Expedito Cortés. El presbítero Alberto Álvarez, Canciller de la Diócesis, me dio muy buena información sobre su abuelo, rector fundador del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1890, y ahora me ayuda una vez más al abrirme las puertas de tan extraordinario archivo eclesiástico. Le quedo eternamente agradecido.

El Archivo de la Diócesis de Carora.

Lo primero que recordé al entrar al Archivo de la Diócesis de Carora, de la mano de la ingeniera Emma Rosa Oropeza de Herrera y el Presbítero y abogado Alberto Álvarez Gutiérrez, fue aquella magnifica advertencia de Marc Bloch: “El que no sabe lo que busca, no sabe lo que encuentra.” Ello se me ocurre porque el tamaño grande del repositorio religioso y su cantidad de libros nada despreciable me hubiesen conducido al extravío metodológico por el vértigo que producen. Al saber qué era lo que andaba buscando me centré en mis búsquedas en los Libros de Cofradías, instituciones que hicieron posible y que fueran las responsables de que en esta ciudad del semiárido del occidente venezolano se formara una sólida y arraigada mentalidad religiosa que nos llega al tercer milenio.

Creo que mi Tesis Doctoral es una de las primeras que en Venezuela se introduce, y hablo literalmente, en el complejo mundo de las cofradías o hermandades coloniales y republicanas, su eficiente modo de funcionar y la procedencia geográfica, étnica, económica y social de los hermanos allí asentados. Descubro que eran cofradías verdaderamente internacionales (la expresión es de Reinaldo Rojas), multiétnicas y sumamente eficientes, pues hasta tenían unas haciendas al oeste de Carora: las Haciendas de las Cofradías del Montón situadas en el pueblo de Burere (Parroquia Las Mercedes) y que prestaban dinero a interés: eran una suerte de primitivas instituciones bancarias.

La herramienta estadística.

Ante tan descomunal cantidad de información contenida en estos viejos infolios, unos 94 libros de cofradías de 100 folios cada uno por promedio, me vi en la necesidad de emplear una herramienta básica y fundamental para tal propósito, como aconseja Mario Bunge, la estadística. Ello por la gran cantidad de actores que allí conseguí: mujeres, hombres, españoles, criollos, religiosos y religiosas, militares, licenciados y bachilleres, mulatos, negros, indios, vivos y muertos, extranjeros, doctores, músicos y pare de contar... Había que organizar tan ingente cúmulo de información, unos 10.000 creyentes, y la estadística descriptiva me hizo facilitar la tarea. No quise emplear ninguna fórmula de la estadística inferencial, como aconseja Stephen Hawking, porque ello complicaría mucho el proceso y desanimaría a muchos de mis potenciales lectores.

La construcción de mi Tesis Doctoral tiene una característica que es bueno destacar. Ella fue redactada sin el auxilio de internet y de esa herramienta tan importante que es el buscador Google, con lo cual se queda en lo que Mc Luhan llama la Galaxia Gutenberg y no entra en la Galaxia internet que a todos nos arropa hogaño. Proporciona Google grandes facilidades, pero es bien sabido también que representa muchas y variadas asechanzas, una de las cuales será la más notoria: el plagio.

Mi trabajo empírico en el Archivo de la Diócesis de Carora lo realicé casi completamente a mano, sin el auxilio de teléfonos inteligentes porque ellos no existían entonces. Hice anotaciones manuales que ocuparon cinco gruesos cuadernos de notas y redactar 600 páginas de mi Tesis Doctoral. Tal fue el esfuerzo de mi mano derecha que ella hubo de paralizarse y producirme intenso dolor, por lo cual debí ir donde un traumatólogo especialista en la Clínica Acosta Ortiz de Barquisimeto en donde me inyectan la muñeca para mitigar el dolor. Hogaño no ha quedado rastro de este malestar.

IV.        Repercusiones.

Con esta Tesis Doctoral sobre la mentalidad religiosa en Carora colonial y republicana, he contribuido con la apertura de una Línea de Investigación que sobre la Mentalidad Religiosa en Centroccidente de Venezuela hemos echado adelante en la Maestría en Historia de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. El Dr. Reinaldo Rojas me propuso para conducir el seminario Manifestaciones Religiosas en el Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto, Venezuela.

Hermosas investigaciones salieron de este escenario académico referidas al culto mariano en los pueblos de indios de Quíbor, Aregue y Santa Rosa, cerca de Barquisimeto: La virgen de Altagracia, la virgen del Rosario de la Chiquinquirá y la virgen Divina Pastora, respectivamente.

En la ciudad de Carora, donde desde 2008 soy Cronista Oficial del Municipio G. D. Pedro León Torres, he sido invitado a dar conferencias a los sacerdotes y seminaristas de la Diócesis de Carora, quienes muestran un vivo interés por el presbítero doctor Carlos Zubillaga, quien junto al reverendo Lisímaco Gutiérrez, quienes a principios del siglo XX adelantan una interesante experiencia de una iglesia social estimulados por la Encíclica Rerum Novarum, 1892, del papa León XIII. El doctor Luis Beltrán Guerrero, “el humanista de Venezuela” escribió en una ocasión que esta obra de estos magníficos levitas caroreños ha podido significar un antecedente de la Teología de la Liberación en Venezuela. Quien escribe afirma que el verdadero precursor de la Teología de la Liberación en nuestro país ha sido Cecilio Zubillaga Perera (1887-1948), hermano menor del Pbro. Doctor Carlos Zubillaga, quien incorpora ideas de Lenin y del marxismo soviético a su credo “jesuscristista”, curiosa palabra creada por Chío Zubillaga, defensor de los humildes y quien enfrenta a los “godos de Carora”, clase social a la cual él mismo pertenecía.

Pero quizás el más importante correlato de esta investigación ha sido que comprendí el inmenso fervor marianista en estas tierras venezolanas y en toda Hispanoamérica. El filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría se atreve a afirmar que el marianismo está en trance de convertirse en una religión separada de Roma acá en América Latina: “Es una religión que no se atreve a decir su nombre”, y ahí están sus más icónicas representantes: La virgen de Guadalupe mexicana, la virgen del Panecillo en Quito, Nuestra Señora de Luján en Argentina, la Chiquinquirá colombo-venezolana, la boliviana virgen de Copacabana,  Nuestra Señora de Aparecida en el inmenso país carioca, la virgen de Coromoto en nuestro país, Venezuela, la cubana virgen de la Caridad del Cobre. Es una cálida y hermosa devoción que no conoce el frío, ausente e individualista mundo blanco, anglosajón y protestante.

Referencias.

Eibl-Esbesfeldt, Irenaus. Amor y odio. Historia natural del comportamiento humano. Salvat Editores. Barcelona, 1987.

Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo editorial Lola de Fuenmayor, Fondo Editorial Buría. Caracas, Barquisimeto, 1985.

Bloch, Marc. Los reyes taumaturgos. Fondo de Cultura Económica. México, 1998.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX. Universidad Santa María. Caracas, Barquisimeto, 2003.

Febvre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Ariel. Barcelona, 1998.

Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. Akal Editores. Madrid, España, 1993.

Fuentes, Carlos. El espejo enterrado. Fondo de Cultura Económica, México, 1994.

Lévi-Strauss, Claude. Antropología estructural. Editorial Universitaria Buenos Aires, Argentina, 1972.

Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Editorial Seix Barral. Barcelona, 1986.

 

Paz, Octavio. In/mediaciones. Seix Barral. Barcelona. 1998.

Perera, Ambrosio. Historial genealógico de familias caroreñas. Gráficas Americanas. Caracas, 1967. 2 vols.

Rojas, Reinaldo. Historia social de la Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial, 1530-1810. Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1995.

Vovelle, Michel. Ideologías y mentalidades. Editorial Ariel. Barcelona, 1985.

Dr. Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Fundación Buría, Barquisimeto.

cronistadecarora@gmail.com

 

 

 

 

viernes, 19 de febrero de 2021

Expedito Cortés, director emérito del G.E.R.P.O. de Carora


El 15 de septiembre de 1981, un día antes de entregar con pesar a su sucesor la dirección del flamante Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza de Carora, después de 21 años de excelente conducción de ese magnífico instituto, me dice apesadumbrado mi padre, el maestro normalista Expedito Cortés, debajo del tupido y verde bosque que sembraron durante cuatro lustros sus nerviosas manos en esa escuela de primaria: “Mire, Luis, todo esto se va a acabar.”

Ni un ápice se equivoca mi progenitor. Desde ese año comienza un veloz e intenso proceso de deterioro físico e institucional de esa escuela que fue centro piloto de la educación en el Distrito Torres en las décadas de 1960 y 1970. Lo primero que pierde el augusto centro educacionista es unos vigilantes permanentes, que vivían con sus esposas e hijos dentro del recinto de aquella noble arquitectura que diseñara Carlos Raúl Villanueva en estilo neocolonial para el gobierno civilista del presidente general Isaías Medina Angarita. Y es que los planificadores de la educación pensaron entonces en unas residencias para el director y el subdirector de la institución. La escuela quedó de tal manera solitaria aquel fatídico 16 de septiembre del año 1981 y a merced de la “malechuría”, empleando una palabra salida del genio de Chío Zubillaga.

El frondoso y bucólico bosque fue otra de las víctimas, pues lo primero que  hicieron las nuevas autoridades del plantel fue cerrarle los numerosos grifos que  alimentaban su hermoso verdor. Poco a poco fue desapareciendo el microclima que hacía a las aulas de clases del Grupo Escolar agradables y frescas en aquella ciudad sembrada en el ancho semiárido larense venezolano. Hogaño ha retrocedido la vegetación en un 80 por ciento y ella se retrotrae a las especies adaptadas al semiárido, ceibas, nims, cujíes y olivos, pues las especies vegetales que mi padre adaptó a fuerza de tesón durante dos décadas a este clima duro y seco fueron progresivamente desapareciendo: limoneros, toronjas, cayenas, flamboyanes, uvedas. Eran tiempos cuando el sindicalismo no había pervertido el trabajo escolar y los bedeles y obreros sin rechistar cargaban a pulso baldes de agua para regar las plantas. El subdirector del plantel, tan andino como Expedito Cortés, tuvo la ocurrencia de darle un nombre polémico a tan tupida floresta. Propuso el profesor Gerónimo Becerra se llamara Bosque Israel aquel hermoso vergel escolar.  Pero sucede algo que no estaba en los planes de estos educadores: la nutrida colonia árabe asentada en Carora protesta enérgicamente aquella denominación y le piden una entrevista a mi padre, quien de forma muy gentil les escucha. Dejaron en manos de Expedito algunos libros y panfletos panárabes, entre los cuales figuraba el nombre de Nasser. Los conservo en mi biblioteca.

El director de la institución, mi padre Expedito, se gana hace cosa de media centuria la enemistad de los docentes a su cargo, pues desde un principio fue en decidido y tenaz enemigo de la eliminación del doble turno escolar. Una sirena sonaba a un cuarto para las ocho, y otra vez ululaba a un cuarto para las dos para anunciar el inicio de ambos turnos escolares. Las clases sabatinas corrieron el mismo destino al ser eliminadas. Este día se destinaba a exaltar el sentido de lo patrio, entonábamos el Gloria al bravo pueblo y recitábamos el Himno al Árbol de Manuel Felipe Rugeles Cacique.

Para anunciar el inicio de los turnos, el comienzo de los recesos, así como el fin de la jornada, mi padre colocaba música clásica del excelso Maestro guitarrista caroreño Alirio Díaz Leal, y también valses vieneses. Los altoparlantes fueron sustraídos y el plantel escolar enmudeció desde entonces. Hogaño hay exalumnos del Grupo Escolar Ramón Pompilio que me dicen que aquella música oída en sus infancias afinó sus gustos musicales.

El auditorio escolar era una maravilla y tenía un mural hermosísimo en su escenario, que fue torpemente borrado por una espátula asesina y anónima. Las sillas plegables que eran de madera y metal se ausentaron como por arte de magia tras mi padre entregar el instituto. En esas sillas se acomodan los espectadores que iban a deleitarse con conciertos y obras teatrales que organizaban Juan Martínez Herrera y mi progenitor, cofundadores de la Casa de la Cultura de Carora en 1965. Con ello quiero decir que la primera sede de la Casa de la Cultura de Carora fue el auditorio del Ramón Pompilio Oropeza.

El provecto aparato cinematográfico marca RCA Víctor y con el cual proyectábamos películas para recabar fondos para la escuela, lo observé hace años arrumados en un polvoriento depósito de cosas olvidadas en el Grupo Escolar, una especie de basurero de la historia de donde pude recatar a hurtadillas una hermosa fotografía artística del Doctor Ramón Pompilio Oropeza Álvarez (1860-1937), epónimo del plantel. Cada vez que se cumplía un año del natalicio de este extraordinario educador caroreño, godo, pero pobre, estábamos como obligados a visitar su tumba en el Cementerio Municipal de la Avenida 14 de Febrero acompañados de los docentes y algunos padres y representantes.

Expedito Cortés tuvo una ventaja sobre los directivos de la institución que le sucedieron, es preciso destacar. Fue a no dudar la larga permanencia suya dirigiendo el plantel: 21 largos y provechosos años desde 1960 hasta 1981. Los nuevos conductores de la institución apenas cumplen tres o cuatro años en la dirección del plantel y llegan al cargo cuando ya están cansados y en trance de jubilación. Mi padre, por el contrario, asume la dirección del centro educativo muy joven y con bastantes bríos, lo que iba en concordancia con su nombre: Expedito, palabra que significa ágil, rápido.

Durante estos 21 años ese incansable hombre fue cofundador de la Casa de la Cultura de Carora, el Rotary Club, presidente del Centro Lara, fundador del Movimiento Electoral de Pueblo, el partido del Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, cofundador de los Bomberos de Carora, fundador del Frente Ecológico Regional, fundador de la Escuela de Especialidades Femeninas Petra C. de Aldazoro, animador de la construcción de la sede de la Casa del Educador, dirigió la representación del Distrito Torres al Festival Folklórico de Lara, fue secretario ejecutivo del Retorno a Carora en 1967, editó el libro que sobre el Cuatricentenario de Carora le dedicaron los educadores a la ciudad, se desempeñó como docente de la Escuela Normal Cecilio Zubillaga Perera, profesor de biología en Ciclo Básico Juan Oropesa de Río Tocuyo, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, dirige la primera huelga magisterial del año 1969, gestiona la creación del IPASME en Carora, plantó varios bosques en distintos barrios de Carora…

 Luego de su merecida jubilación en 1981, se traslada a Barquisimeto, donde funda el Frente Ecológico Regional y asume el cargo de Comisionado de Asuntos Ambientales de la Gobernación del Estado Lara, está entre los fundadores del Parque Nacional Dinira y el Parque Nacional Cerro Saroche en el semiárido, asesor del Congreso de la República en asuntos ambientales.

Como se habrá visto, fue mi padre un hombre verdaderamente incansable, y que tuvo sin embargo lugar para levantar y darle educación a una numerosa familia de ocho hijos. El día anterior a su fallecimiento, que ocurre el 28 de mayo de 2001, día del árbol, salió caminando de nuestra casa en Pueblo Nuevo y por sus propios medios sube a una ambulancia que lo traslada a la Policlínica Barquisimeto, lugar donde termina la aventura humana de este excepcional educador que fue ecologista cuando ni siquiera existía la palabra ecología. Hogaño tres institutos de educación llevan el nombre de este ser humano excepcional que fue vencido finalmente por la bacteria helicobpácter pylori que horada su resistente estómago. Hace 20 años que se hizo tributario de la tierra este hombre que prefería lo llamasen Maestro de Monte, y que nutrió su visión del mundo a través de los dos libros cimeros de la cultura occidental: La Biblia y el Quijote de la Mancha.

Paz a su alma.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

 

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