martes, 12 de diciembre de 2017

Cien años de soledad, cincuenta años

En mayo de 1967 fue publicada la novela más famosa de Gabriel García Márquez por la editorial Losada de Buenos Aires, Argentina. El autor revela que trabajó en su redacción durante año y medio en ciudad de México, y que tenía cinco largos años de infertilidad entonces. Pero esa novela no nace allí, pues es un proyecto de vida que lo acompaña desde su adolescencia, como bien señala Mario Vargas Llosa. En un pueblo de la costa Caribe llamado Aracataca nace la idea de la novela, a la que en un primer momento llamó La Casa. Esta aldea tropical es una prefiguración de Macondo, el pueblo de ficción que creara con ánimo totalizador el Gabo años después.
En esa casa vivió el niño con sus abuelos durante ocho años, a los que considera como los más importantes de su vida. Los recuerdos infantiles le permiten crear a dos personajes centrales: José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán. Un niño es conducido por la mano de su abuelo a conocer el hielo es la génesis de este relato mitológico latinoamericano. Es una imagen visual que está en todos sus relatos.
Seis generaciones de esta familia son el tiempo narrativo de la novela, atravesada por unas constantes, una de ellas central: el pecado del incesto. Esta prohibición, que es general es todas las culturas, sin embargo es violada en la novela, pues José Arcadio y Úrsula son primos y huyen por esa causa a fundar a Macondo, poblado donde el último de los Buendía nacerá con cola de cerdo por vía de una relación incestuosa.
La fundación de Macondo nos acerca a los relatos bíblicos del Éxodo hebreo y a la tragedia griega de Edipo, todo lo cual rodea al relato de una gigantesca universalidad y a unos arquetipos que se revelan en un mundo cíclico completo y a una cultura. La Biblia está allí presente para indicarnos que este  libro es el origen de nuestra cultura y de la civilización occidental, como afirma Georges Steiner tan brillantemente en Prefacio a la Biblia hebrea.
No se sabe dónde fue fundado este poblado, podría ser en cualquier lugar de Latinoamérica, y es el escenario único y cerrado donde se desarrolla toda la historia de los seres humanos, un lugar poblado de gran cantidad de personajes como salidos de una pintura de El Bosco, como señala Anna Houskova. Esta autora llega a decir que el hecho que en Macondo ocurra todo, nos acerca al Aleph de Jorge Luis Borges, pero en la novela del colombiano aquello ocurre en toda la novela. Macondo contiene a todos los lugares y es el centro del mundo ficcional.
La novela tiene una dualidad estructural, pues es por momentos una épica con su narrador omnisciente, y también novela. La soledad es un elemento en que se crea y se destruye todo. En la casa de los Buendía no hay tiempo para pensar en la felicidad ajena. La soledad, corroe a la comunidad y la problematiza, le da el nombre a la novela.
El narrador borra el límite de lo real y lo sobrenatural. La muerte le pide a Amaranta le ensarte un hilo en una aguja. Los hechos cotidianos se vuelven fantásticos, como cuando Remedios La Bella asciende a los cielos rodeada de sábanas que ha sacado asolear. Todo es hiperbólico y exagerado: la lluvia se convierte en diluvio bíblico, la belleza de Remedios, el sexo de José Arcadio, las parrandas se Aureliano Segundo. Lo mágico tiene el mismo valor que lo racional para nosotros los modernos. La razón, la causa de nuestra tristeza fundamental, como sostenía Schelling.
La atmósfera del relato es  candorosa e ingenua, como si fueran dibujos infantiles. Y todo es rodeado de una atmósfera cargada de humor, a excepción de los sucesos de violencia, en los que aparece un enfoque testimonial periodístico. El tiempo tiene un tratamiento mítico y también histórico.  Varios momentos se perciben: el primer Macondo como aldea feliz: José Arcadio en sus proyectos utópicos inspirados en el mago Melquiades. Una nueva etapa será la de las interminables guerras civiles protagonizadas por el coronel Aureliano Buendía, el primer tren lleva las maravillosas invenciones y también a los gringos de la compañía bananera, sucede la matanza de sus obreros, un hecho real que aconteció en 1928.
Con este acontecimiento se inicia la decadencia de Macondo, un mundo carcomido por la voracidad del olvido. Un mundo sin memoria va a ser borrado de la historia. El pasado épico se convierte en un mito atemporal. El primer Macondo vive un eterno presente como el mito de la creación. Esta  Edad de Oro se rompe al perder Macondo su aislamiento. Macondo es un pueblo arquetípico en el que todo debe ser inventado de nuevo. Todo tiene relación con el Génesis, el diluvio, el Éxodo, las plagas, el Apocalipsis.

Esta dimensión mítica culmina cuando Aureliano Babilonia logra descifrar los manuscritos en sánscrito de Melquiades. La historia de Macondo implica la revisión de la utopía del Nuevo Mundo, como señala Carlos Fuentes. La racionalidad malogra la utopía y lo que ha de salvar a Latinoamérica será la alternativa poética: la imaginación poética de los personajes y del autor.

Georges Steiner, imprescindible

Este genial pensador nacido en París en 1929 en el seno de un hogar judío donde se hablaban tres lenguas, se ha convertido en un pensador insustituible en la actualidad, sin lugar a dudas. Le conocí gracias a unas referencias suyas hechas por el Nobel de literatura peruano Mario Vargas Llosa.  Su poderosa mente analítica le viene por su condición hebraica que le ha dotado de un cosmopolitismo de amplias dimensiones. Lo otro tiene que ver con su condición políglota, pues fue educado en tres lenguas maternas: alemán, francés e inglés, además domina el italiano, el griego y el latín. Ha ganado el Premio Príncipe de Asturias en 2001.
 Su especialidad es la de las literaturas comparadas, las cuales enseña en las universidades de Oxford, Ginebra y Harvard. Afirma que el lenguaje humano es imposible de definir y que la lingüística no es una ciencia como tampoco lo es el psicoanálisis. Tampoco existe un modelo único para la traducción de las lenguas, una idea en la cual choca con otro judío y lingüista genial como él: Noam Chomsky.
En 1974 publica un libro que recomiendo en mis clases de doctorado: Nostalgia del absoluto. Acá examina el declive que ha sufrido la religión en el mundo moderno, lo que llamó Weber “desencantamiento del mundo”, y el intento de reemplazarla por tres pensamientos sustitutivos: el marxismo, el psicoanálisis de Freud, la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss.
El serio problema de las traducciones, que son siempre incompletas y parciales, la aborda en otro libro genial: Después de Babel. (1975). “En todo movimiento intelectual -afirma- va implícita la traducción, toda traducción es intralingual, interlingual e intersemiótica.” En La muerte de la tragedia (2005) examina las razones del por qué tal género literario nacido en Grecia de la Antigüedad es solo patrimonio occidental, pues en China e India no se le conoce. Perder la tragedia-advierte Steiner- es una enorme pérdida cultural que es producto del proceso de secularización que sufre el mundo moderno. “Es que no toleramos la presencia de Dios” se lamenta.
En Prefacio a la Biblia hebrea (2004) afirma con rotundidad: tal  libro Es el libro de los libros y es el fundamento central y básico de la cultura en Occidente. El Antiguo Testamento es el texto fundador de nuestra cultura, en el que el semiólogo argentino Walter Mignolo ha realizado interesantes interpretaciones sobre los descendientes de los hijos de Noé: Jafet, Sem y Cam, estos últimos condenados por Dios a la esclavitud, y por ello se fueron a vivir a África luego del diluvio universal.En 2001 se adentra nuestro autor en el serio problema de la creatividad en el pensamiento, el arte, la religión, la literatura, la historia, en Gramáticas de la creación. Allí nos dice este sabio: “La persistencia en resistirse a la nada que implica inventar lo que no es.” Y también: “Hacer surgir lo que no es, ya sea una idea, una obra de arte, una sinfonía o una pintura, es entregar una criatura en el mundo, modificarlo.”  En este extraordinario libro se hace Steiner una pregunta esencial: “¿Hay ideas originales o todo es interpretación y mimesis (remedos)  de lo ya hablado?” Este es un libro que recomiendo a mis amigos poetas, a los docentes de arte, de letras y música que acuden a nuestro Pedagógico barquisimetano a doctorarse en Cultura Latinoamericana y Caribeña.
 En un mundo cada vez más gobernado por la ciencia y por la técnica, es Steiner el representante excelente de un humanismo cada vez más raro. Y es que en las venas de la ciencia no corre verdadera sangre, nos recuerda Heidegger. Por ello Steiner es firme partidario de la unificación de las dos culturas de las que habló Snow: las ciencias y las humanidades. “Hay una profunda congruencia entre lo estético y lo matemático”, lo cual acerca su pensamiento al Nobel de química Prigogine, y en la escritura de habla castellana al físico teórico y literato argentino Ernesto Sábato, el autor de Sobre héroes y tumbas y El túnel.
Se le ha acusado de omitir la cultura en la lengua de Cervantes, lo cual no es cierto, pues le he oído decir que “La fiesta del chivo de Vargas Llosa es una de las mejores novelas que he conocido”, al tiempo que no oculta su admiración por Jorge Luis Borges.
Dejo en manos de mis lectores estas reflexiones de este gigantesco pensador vivo que sostiene con Spinoza que la creación artística y literaria necesita de la soledad, pues solo ella propicia nuestro encuentro con lo trascendente. Lo otro será la singularidad de la creación artística, reflexión en la que coincide con otro judío y critico de literatura, el estadounidense Harold Bloom, quien nos habla de “extrañeza”  de las verdaderas obras literarias

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...