En
mayo de 1967 fue publicada la novela más famosa de Gabriel García Márquez por
la editorial Losada de Buenos Aires, Argentina. El autor revela que trabajó en
su redacción durante año y medio en ciudad de México, y que tenía cinco largos
años de infertilidad entonces. Pero esa novela no nace allí, pues es un
proyecto de vida que lo acompaña desde su adolescencia, como bien señala Mario
Vargas Llosa. En un pueblo de la costa Caribe llamado Aracataca nace la idea de
la novela, a la que en un primer momento llamó La Casa. Esta aldea tropical es una prefiguración de Macondo, el
pueblo de ficción que creara con ánimo totalizador el Gabo años después.
En
esa casa vivió el niño con sus abuelos durante ocho años, a los que considera
como los más importantes de su vida. Los recuerdos infantiles le permiten crear
a dos personajes centrales: José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán. Un niño es
conducido por la mano de su abuelo a conocer el hielo es la génesis de este
relato mitológico latinoamericano. Es una imagen visual que está en todos sus
relatos.
Seis
generaciones de esta familia son el tiempo narrativo de la novela, atravesada
por unas constantes, una de ellas central: el pecado del incesto. Esta
prohibición, que es general es todas las culturas, sin embargo es violada en la
novela, pues José Arcadio y Úrsula son primos y huyen por esa causa a fundar a
Macondo, poblado donde el último de los Buendía nacerá con cola de cerdo por
vía de una relación incestuosa.
La
fundación de Macondo nos acerca a los relatos bíblicos del Éxodo hebreo y a la
tragedia griega de Edipo, todo lo cual rodea al relato de una gigantesca
universalidad y a unos arquetipos que se revelan en un mundo cíclico completo y
a una cultura. La Biblia está allí presente para indicarnos que este libro es el origen de nuestra cultura y de la
civilización occidental, como afirma Georges Steiner tan brillantemente en Prefacio a la Biblia hebrea.
No
se sabe dónde fue fundado este poblado, podría ser en cualquier lugar de
Latinoamérica, y es el escenario único y cerrado donde se desarrolla toda la
historia de los seres humanos, un lugar poblado de gran cantidad de personajes
como salidos de una pintura de El Bosco, como señala Anna Houskova. Esta autora
llega a decir que el hecho que en Macondo ocurra todo, nos acerca al Aleph de
Jorge Luis Borges, pero en la novela del colombiano aquello ocurre en toda la
novela. Macondo contiene a todos los lugares y es el centro del mundo
ficcional.
La
novela tiene una dualidad estructural, pues es por momentos una épica con su
narrador omnisciente, y también novela. La soledad es un elemento en que se
crea y se destruye todo. En la casa de los Buendía no hay tiempo para pensar en
la felicidad ajena. La soledad, corroe a la comunidad y la problematiza, le da
el nombre a la novela.
El
narrador borra el límite de lo real y lo sobrenatural. La muerte le pide a
Amaranta le ensarte un hilo en una aguja. Los hechos cotidianos se vuelven
fantásticos, como cuando Remedios La Bella asciende a los cielos rodeada de
sábanas que ha sacado asolear. Todo es hiperbólico y exagerado: la lluvia se
convierte en diluvio bíblico, la belleza de Remedios, el sexo de José Arcadio,
las parrandas se Aureliano Segundo. Lo mágico tiene el mismo valor que lo
racional para nosotros los modernos. La razón, la causa de nuestra tristeza
fundamental, como sostenía Schelling.
La
atmósfera del relato es candorosa e
ingenua, como si fueran dibujos infantiles. Y todo es rodeado de una atmósfera
cargada de humor, a excepción de los sucesos de violencia, en los que aparece
un enfoque testimonial periodístico. El tiempo tiene un tratamiento mítico y también
histórico. Varios momentos se perciben:
el primer Macondo como aldea feliz: José Arcadio en sus proyectos utópicos
inspirados en el mago Melquiades. Una nueva etapa será la de las interminables
guerras civiles protagonizadas por el coronel Aureliano Buendía, el primer tren
lleva las maravillosas invenciones y también a los gringos de la compañía bananera,
sucede la matanza de sus obreros, un hecho real que aconteció en 1928.
Con
este acontecimiento se inicia la decadencia de Macondo, un mundo carcomido por
la voracidad del olvido. Un mundo sin memoria va a ser borrado de la historia.
El pasado épico se convierte en un mito atemporal. El primer Macondo vive un
eterno presente como el mito de la creación. Esta Edad de Oro se rompe al perder Macondo su
aislamiento. Macondo es un pueblo arquetípico en el que todo debe ser inventado
de nuevo. Todo tiene relación con el Génesis, el diluvio, el Éxodo, las plagas,
el Apocalipsis.
Esta
dimensión mítica culmina cuando Aureliano Babilonia logra descifrar los
manuscritos en sánscrito de Melquiades. La historia de Macondo implica la
revisión de la utopía del Nuevo Mundo, como señala Carlos Fuentes. La
racionalidad malogra la utopía y lo que ha de salvar a Latinoamérica será la
alternativa poética: la imaginación poética de los personajes y del autor.