lunes, 30 de mayo de 2022

La edad de oro de los cómics o historietas impresas


No imaginaba mi padre, el educador normalista Expedito Cortés, que las historietas y cuentos a los que con tanta diligencia perseguía allá en Carora de los años 1960, acusándolas de ser las responsables de nuestro bajo rendimiento escolar, que estas revistas muy populares y baratas procedentes de México, han sido las autoras de un hábito que me persigue y persigue a muchos desde entonces: la fecunda y avasallante costumbre de la lectura.

No puedo menos que expresar, muchos años después, el profundo agradecimiento por aquellas pulps aztecas que me abrieron el camino a la universalidad del conocimiento. Ellas enseñaban a leer y a escribir en un buen y aceptable idioma castellano. Sus viñetas nos enseñaron el valor de las letras bien trazadas y rotuladas, el equilibrado diseño, la importancia de los signos de interrogación y afirmación, de los puntos suspensivos, así como el inmenso precio y valía de la concisión textual bien expresada. Los pulps tuvieron una cierta función didáctica, no ya solo a la hora de aprender a leer, sino también a escribir con cierta habilidad. 

A través de estos cuentos e historietas aprendimos geografía e historia, comprendimos que el mundo era una realidad inmensa más allá de la remota ciudad del semiárido de Carora, que el mundo anglo sajón y protestante debía ser objeto de nuestras meditaciones, conocimos a los grandes acontecimientos históricos, la Segunda Guerra Mundial, la caída de Constantinopla, la Guerra de Troya, la posibilidad de un viaje a la Luna, a grandes personajes de la historia, tales como Napoleón, Cleopatra, Einstein o Juan XXIII. Cultura general, se le dice a este extraordinario fenómeno pedagógico.

La imaginación, loca de la casa, recibe un tremendo empuje gracias a la lectura de las historietas de ciencia ficción: Superman, Batman o Tawa, el hombre gacela. Fue gracias al joven superhéroe de Villachica cuando leí por vez primera la fórmula einsteniana, la ecuación más famosa del mundo: E= m x v2.

       Recuerdo con nitidez cuando cursaba sexto grado de primaria con el maestro Hernán Prieto Castillo, quien nos animaba realizar composiciones y dibujos, allá en el lejano año 1964.  Un compañero de estudios deja sus dibujos en el pupitre, a los que consideré desabridos y secos. Tuve entonces el atrevimiento de mejorarlos, haciéndoles unos agregados brotados de mi imaginación infantil: volcanes erupcionando, gigantescos dinosaurios verdes, reptiles voladores, una atmósfera antidiluviana, prehistórica. Cuando el dueño de los dibujos regresa del receso y observa mis modificaciones, monta en cólera y se los lleva al maestro, algo así como para que me reprendiera por mi osadía. Sucedió todo lo contrario, puesto que aquel sensible pedagogo normalista felicita a mi enojado compañero de estudios por aquella acabada, bien pensada e imaginativa realización. Desde entonces aquel muchacho y quien escribe se hicieron amigos en el diseño y el dibujo. Debo confesar que el verdadero responsable de aquel luminoso e inolvidable episodio escolar fue una historieta que por entonces yo adoraba: Turok, el guerrero de piedra.

Estas historietas, llamadas pulps en el mundo anglosajón, eran responsables de mi ensimismamiento y de mis largas cavilaciones y ensoñaciones que llamaron la atención preocupada de mis padres. Fascinaba al muchacho caroreño la posibilidad de viajar en el tiempo, como lo hacía Neutrón, el enmascarado negro. Hogaño y gracias a estas lecturas infantiles me he convertido en apasionado de las más audaces teorías de la física: la teoría de la relatividad de Einstein, la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre de Heisenberg, los agujeros negros de Hawking, el Teorema de Bell, la teoría de las cuerdas.

       Estas revistillas baratas han tenido una influencia fundamental en la cultura popular de Occidente. La mitología moderna se afinca en los llamados cómics, relatos que han sido desarrollados posteriormente por la literatura y el cine de Hollywood.  Ninguna cultura, por más tecnificada y racional que se crea, puede vivir sin mitologías, una subversión epistemológica en un mundo imaginal, dice Gilbert Durand (Estructuras antropológicas de lo imaginario, 1960). La sociedad de la información ha catapultado aún más esta propensión humana a crear mitos. Héroes, dioses y semidioses habitan ahora nuestros teléfonos inteligentes, computadoras y tablets. Dejaron tinta y papel para colocarse en el ciberespacio de manera permanente. Es un mundo angélico tecnificado y algorítmico que asombraría al mismo Max Weber: el mundo se ha reencantado.

Es que los pulps no han fallecido, como podrá erróneamente creerse. Entre los años 2006 y 2007 comienza a surgir en Estados Unidos un movimiento literario que se ha denominado neo pulp. El máximo exponente es el autor Barry Reese que ha escrito dos series de novelas que han alcanzado un notable éxito. The Rook, con seis novelas publicadas hasta la fecha y The adventures of Lazarus Gray, con tres novelas publicadas.

Este resurgimiento del pulp ha llevado a numerosos escritores a publicar nuevas aventuras de personajes como Doc Savage o The Shadow. En el cine este resurgimiento se ha visto representado con las superproducciones “John Carter de Marte” y “El llanero solitario”. Y qué decir del film Pulp fiction, de Quentin Tarantino, protagonizado por John Travolta, que ha tenido un éxito de taquilla descomunal.

 

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

 

 

    

 

 

Vade retro, psicoanálisis

 


Introducción

El psicoanálisis, como creación del médico judío Dr. Sigmund Freud (1856-1939) y sus numerosos discípulos, tuvo una enorme aceptación en el siglo XX, pues pasó por ser ciencia establecida y seria. Se le tenía enorme confianza y permeó a ciencias naturales, así como a la historia, literatura y arte. “Freud ha llegado -decía Stefan Zweig - al centro mismo de la vida, a lo humano.”. En las primeras décadas del siglo emergió el psicoanálisis como repentina y fascinante luz que inundaba la mente de una generación de estudiosos y literatos. Hoy ya no es así, como veremos a continuación.

Crítica acerva al psicoanálisis.

Uno de los más acervos y demoledores críticos de la “ciencia del diván” ha sido el filósofo de la ciencia argentino que nos acaba de abandonar físicamente: Mario Bunge (1919-2019). Es este caballero de las ciencias, quien con sus radicales y extraordinarias ideas, me anima escribir el presente ensayo.

 El doctor en física Mario Bunge, quien vivió sus últimos años en el Canadá francófono se preguntaba: “¿Qué queda de todo un siglo de psicoanálisis? Nada más que fantasía incontrolada. Los psicoanalistas no hacen experimentos, y ni siquiera llevan estadísticas de sus tratamientos”. Se atreve Bunge llamar a Freud el “mayor de los macanudos”, dura expresión que también emplea contra el francés Jacques Lacan: otro macanudo. El psicoanálisis es para el argentino psudociencia dañina a la que debemos denunciar y combatir.

Freud, lector temprano de obras filosóficas germanas

Tengo entre mis manos la excelente biografía en dos volúmenes de Freud, escrita por uno de sus más consecuentes discípulos, el Dr. Ernest Jones, quien allí nos dice que ya en sus tempranos años había entrado en contacto con la filosofía de Franz Brentano, pensador que influye decisivamente en la fenomenología de Husserl, Steiner y el propio Freud. Ya en 1874, recién inscrito para estudiar medicina en la Universidad de Viena, comienza su relación con estas vaporosas y especulativas filosofías germánicas que lo apartarán de la ciencia natural empírica del siglo XIX, positivista y fuertemente antimetafisica.

Pasantía experimental de Freud

Ese apartamiento de lo objetivo de la ciencia médica que experimenta Freud será gradual, zigzagueante. Veamos: En 1876 trabaja en un laboratorio las glándulas sexuales de las temibles anguilas eléctricas, así como también el sistema nervioso de la lamprea. Jones nos dice algo asombroso: que el joven Freud estuvo a punto de descubrir la neurona en 1878. Ese mismo año comienza su relación con el médico (otro judío) Joseph Breuer, quien había inventado un tratamiento para la histeria cuando trataba a la famosa paciente Bertha Pappenheim (Ana O.): el método catártico o cura parlante. Comienza a otear desde estos momentos la sexualidad como poderoso motivante de la humana conducta, lo que provocará gran escándalo.

         Se siente escasamente interesado en la práctica médica, agrega Jones, y se dedica a la docencia y la investigación. Finalmente, y de manera tardía, obtiene en 1881 el título de médico.

Posteriormente, en 1884, será criticado duramente por haber empleado la cocaína en uno de sus pacientes, un tal Fleischl.  Emplea la electroterapia en el tratamiento de enfermedades nerviosas y publica una monografía sobre la hoja de coca (Erythroxylum coca). Al año siguiente emplea el hipnotismo, viaja becado a París para conocer de cerca el trabajo a base de hipnotismo y sugestión de Jean Martin Charcot con histéricas en el hospital Salpetriere, maestro de cuyas obras traducirá al alemán.

En Berlín se interesa por la neuropatología infantil, quizás un antecedente remoto de su polémica teoría del traumatismo infantil, piedra angular del psicoanálisis. Comienza en 1887 su larga relación epistolar con el otorrinolaringólogo Fliess, un médico que creía que la neurosis podía curarse ¡cauterizando la nariz de los pacientes!

Con el psicólogo e historiador Barheim y el médico Liebault, se interesa por el fenómeno de la sugestión hipnótica. En 1888 aplica por primera vez el método inspirado en Breuer. Le resta importancia a la identidad anatómica de las afasias descubiertas por Broca y les da un sentido psíquico, lo cual sucedió en 1891. Se va alejando progresivamente del sistema nervioso, lo que no le perdonará hogaño Mario Bunge.

Nace la libre asociación

En esos mismos momentos, entre 1892 y 1898, crea Freud el método de las libres asociaciones, regla fundamental de sus teorías, cuando una paciente (Emmy von N.) le pide que no la interrumpa en su fluir de ideas con preguntas. Es el antecedente remoto del automatismo psíquico, tan caro a los surrealistas de Breton y sus secuaces.

En 1893 formula la teoría de la seducción traumatizante, que se verá obligado a abandonar.  La neurosis, sostenía Freud, son producto de recuerdos reprimidos de abuso infantil. Descubrió que tales recuerdos eran fantasías de sus pacientes.

Junto con Breuer publica en 1895 Estudios sobre la histeria, obra que significará que el psicoanálisis está en ciernes, son sus albores. Pero Breuer no se hallaba a gusto con las teorías sexuales de Freud y se aleja de él. Lo sexual es uno de los muchos factores que inician la neurosis, no el único como aducía Freud. En la actualidad las teorías de Breuer han sido reivindicadas.

En un viaje a la Europa mediterránea en 1897 Freud “descubre” la literatura greco romana, entre ellos el complejo de Edipo, un deseo incestuoso del hijo de mantener relaciones sexuales con su madre y asesinar a su padre. Mario Bunge dirá que esta teoría es completamente falsa: no existe la sexualidad infantil, como gran descubrimiento de Freud. El centro de la sexualidad es el hipotálamo, órgano que no está desarrollado en los niños, espeta malhumorado don Mario Bunge.

Durante los primeros años de la centuria pasada el norteamericano John Watson creará el conductismo, una psicología casi o completamente experimental. Son los mismos años de la reflexología del ruso Iván Pavlov. Mario Bunge no entiende cómo pudo el psicoanálisis colarse con tanto éxito entre estos dos gigantes del pensamiento psicológico experimental y, por consiguiente, científico. A pesar de ser contemporáneo del auge y desarrollo de la gramática comparada del suizo Ferdinand de Saussure, Freud la ignora casi sistemáticamente. Igual cosa podríamos decir de la física einsteniana: apenas la conoció. Pero se jactaba que Einstein tuvo precursores en Newton, en tanto que, decía, “yo no los tuve”.

Tendencia especulativa de Freud.

Freud mostró siempre, como todo hebreo, una fuerte tendencia a la especulación. Su pensamiento fluctuaba- afirma Ludwing Marcuse- entre dos polos: el objeto experimental (el paciente) y la fantasía conceptual, que fue perdiendo fuerza con el correr de los años. Fue el médico vienés, en palabras de Tomas Mann, un metafísico nacido demasiado tarde.  El mundo que crea Freud es un mundo que se puede considerar una obra de arte regida por leyes insondables. Estas leyes que gobiernan la personalidad no pueden, sin embargo, ser analizadas -éste es el giro radical de la teoría freudiana- de modo esquemático y abstracto, sino sólo a través de la vivencia, de la convivencia; deben ser revividas y reconocidas por la experiencia, asienta el Nobel de Literatura alemán. Se aferraba al caso único para defenderse de la especulación, tal como hizo con Anna O., Irma, Dora, el pequeño Hans, hombre de las ratas.

Otro de los rasgos marcados de Freud fue su tendencia a malquistarse con sus discípulos y colegas. Fliess, Breuer, el freudomarxista Wilhelm Reich, Carl Gustav Jung, creador de los arquetipos, Henry Baruk, el marxista Adler, son algunos de ellos, a quienes amó y odió con igual fuerza. Baruk nunca comparte las ideas de Freud, a quien ataca desde la tora hebraica. Sin embargo, serán sus desacuerdos con Jung los que más han sido publicitados. Siete años bastaron para separar a estos hombres.

A Freud se le ataca contemporáneamente porque crea teorías no falsables, según el criterio de Karl Popper, sus terapias son inefectivas contra la esquizofrenia y el autismo, manipula la memoria creando falsos recuerdos. Paul Ricoeur dice que el psicoanálisis es una hermenéutica de la sospecha: busca el engaño en el lenguaje.

Mario Bunge contra el psicoanálisis

         Y así llegamos de nuevo al demoledor más reciente y destacado de las teorías freudianas, el argentino Mario Bunge, quien centra la ciencia social en hechos medibles, cuantificables, verificables… y queda de manifiesto que fenómenos e instancias como el inconsciente o el Complejo de Edipo del psicoanálisis escapan a dicha caracterización.

     El estudio del psicoanálisis, agrega el filósofo de la ciencia  argentino, no requiere ninguna preparación previa: un chico de 16 años puede convertirse en un erudito psicoanalista simplemente leyendo, porque se trata de leer textos. No hace falta estudiar psicología experimental, neurología, ni saber matemática o biología, no hace falta saber nada. Es el facilismo. Entonces, algo que es fácil y se ocupa de asuntos realmente importantes como son la emoción y el sexo, ¿cómo no va a atraer a la gente, en particular a los jóvenes incautos?

        Para poder aplicar una terapéutica cualquiera, agrega Bunge, hace falta estar entrenado, por ejemplo, como médico, psiquiatra o psicólogo clínico. Hay que estudiar seriamente si uno quiere ser eficaz y honesto. Para ser psicoanalista no hace falta nada. Un psicoanalista puede practicar, puede ganarse la vida y ganársela bastante bien –por lo menos en EE.UU. y el resto de Norteamérica donde cobra 100 dólares la hora-. Puede hacerlo sin ninguna preparación previa. Esos son los motivos: que el psicoanálisis se ocupa de problemas auténticos –aunque se ocupa mal-, que es fácil y que es rentable. Estos tres aspectos hicieron que el psicoanálisis se expandiera como reguero de pólvora. Pero ya terminó su ciclo. Queda solamente en los países del Tercer Mundo. Y Argentina es uno de ellos.

  Luis Eduardo Cortés Riera. 

 cronistadecarora@gmail.com

 

Santa Rita, Carora,

República Bolivariana de Venezuela,

 28 de mayo de 2022.

 

 

jueves, 12 de mayo de 2022

A 40 años del libro Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe.


En 1982 estaba leyendo el prestigioso diario El Impulso de Barquisimeto, Venezuela, en donde se anunciaba que el reconocido escritor mexicano Octavio Paz había publicado una extraordinaria investigación histórico literaria sobre la monja y poetisa novohispana del siglo XVII sor Juana Inés de la Cruz. Le di algún dinero a mi madre Claver Riera de Cortés para que, en viaje a Caracas, me comprara en la librería del Fondo de Cultura Económica aquel libro que intuí excepcional e inmenso. No me equivoqué en absoluto, juicio que sigo repitiendo hoy, mayo de 2022, con igual vehemencia. Lo edita la prestigiosa editorial Seix Barral, Biblioteca Breve, Barcelona, España, en 658 medulosas páginas. Hay reconocidos críticos literarios que sostienen que el galardón del Nobel literario en 1990 le fue otorgado fundamentalmente al mexicano por esta obra señera y eminente. Han pasado cuatro largas décadas y este libro monumental no termina de producirme gozos y sorpresas. Es para mi libro de culto, al que he dado en préstamo a varias personas para no sentirme solo en su muy agradable degustación. Fue un dinero muy bien invertido.

 

En el Liceo Egidio Montesinos:  Octavio Paz e Ignacio Burk.

En esos años ya lejanos enseñábamos en el Liceo Egidio Montesinos de Carora las asignaturas Filosofía y Psicología de la mano del sabio germano venezolano profesor Ignacio Burk, cuando se produce la llegada de este libro de Paz. Juntos, el alemán y el mexicano, obraron en mi mente un verdadero parto intelectual que pocas veces repite. Ellos me enseñaron a pensar y a reflexionar con sentido crítico, con el filoso instrumento de la crítica como rasgo céntrico del pensamiento de la modernidad, y a escribir de buena y ajustada manera, todo lo cual coadyuvó de manera demasiado decisiva a coronar con éxito mis estudios de maestría y doctorado, de la mano inteligente y orientadora de los doctores Federico Brito Figueroa (1921-2000) y Reinaldo Rojas, mis maestros y amigos sinceros.

 

El olmo que sí da peras.

 

Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe es epitome consagrado de la biografía bien lograda y juiciosa, en la mejor tradición de Emil Ludwig o Stephan Zweig. Uno no puede menos que sentir asombro ante la enorme erudición de su autor y la manera sencilla y agradable con la que escribe, una sencillez que tanta falta hace a tantos escritores de mi patria. Con mucha humildad confiesa que en más de una oportunidad estuvo a punto de abandonar su escritura, hasta que finalmente la termina en 1981.

Se trata de un libro que aborda, simultáneamente, de un estudio del tiempo en que sor Juana vivió y una reflexión sobre su vida y obra: historia, biografía y crítica literaria. Un portento de escritura, sin duda. Como historiador de formación que soy, he aprendido de Paz lo que significa hacer bien nuestra labor en la “ciencia de los hombres en el tiempo”, tal como la entiende mi maestro Marc Bloch, fundador de la escuela francesa de Anales en 1929.

El prólogo.

 

El prólogo es una verdadera delicia. Allí dice Paz cosas excepcionales y muy interesantes sobre los enigmas de la vida de la monja y poetisa novohispana, un jeroglífico. Afirma que hay una relación entre la vida y la obra de un escritor, pero esa relación nunca es simple. La vida no explica enteramente la obra y la obra tampoco explica a la vida. Entre una y otra hay una zona vacía, una hendedura. Hay algo que está en la obra y que no está en la vida del autor; ese algo es lo que se llama creación o invención artística y literaria. El poeta, el escritor, es el olmo que sí da peras. Estas afirmaciones de Paz me hicieron recordar al Nobel de literatura peruano Mario Vargas Llosa, quien realiza furiosas y acertadas críticas a la insípida vida moderna cuando en tiempo real disfruta y saca provecho de ella.

 

Como sabemos, la religiosa mexicana sufrió una persecución obstinada de sacerdotes de la jerarquía eclesiástica de ciudad de México que finalmente la hundieron, haciéndola abjurar de las letras profanas.

 

       Utilizando magistralmente el método comparativo de historiadores, Paz nos habla de las horrorosas persecuciones que la ortodoxia comunista de la difunta Unión Soviética emplea ferozmente contra la disidencia.  Dos ortodoxias entonces, la católica y la comunista, las que nos parecen igualmente execrables, que abatieron a Bujarin y sor Juana. Una comparación que no agradó a los intelectuales comunistas venezolanos, el caroreño Federico Álvarez entre ellos.

Penetración psicológica.

La prodigiosa penetración y sensibilidad psicológica es otro inmenso rasgo inigualable de Paz. Siempre releo lo del asesinato simbólico que sor Juana realiza sobre su ausente padre, un tal Asbaje.  Y lo mismo diré de las relaciones amorosas y de amistad de la monja con las virreinas de México, pues era ella favorita dama de la corte. ¿Una relación homosexual? Sí y no. Debemos recordar que esos ya remotos tiempos eran corrientes las ideas del neoplatonismo renacentista de Marsilio Ficino, el amor platónico, que nos hacen pensar en otra cosa. Carlos Fuentes, otro escritor mexicano, se atreve a decir que, en efecto, sí eran relaciones lésbicas.

Una mirada múltiple.

 

Creo que sor Juana ha sido víctima de variadas interpretaciones y miradas, algunas que han llegado a lo caricaturesco. La del alemán Ludwig Pfandl es una de ellas. Se obsesiona el germano por los aspectos neuróticos de la personalidad de sor Juana, pero ignora casi del todo las circunstancias histórico sociales que la rodean: el virreinato de Nueva España del siglo XVII. Empleando las ideas del médico vienés Sigmund Freud, Paz dice que el mal de la monja poetiza no era la pobreza sino la riqueza: una libido poderosa sin empleo. Para Freud el sueño pone en libertad al deseo sexual.  Confieso que la creatura de Freud, el psicoanálisis, no es santo de mi devoción tras mis lecturas del demoledor de las dañinas pseudociencias modernas: el filósofo argentino Mario Bunge, declarado enemigo de las perjudiciales imposturas de diván.

Atanasio Kircher: el último hombre que quiso saberlo todo.

Sor Juana vivió en un mundo aislado, que no conocía sino con evidente retraso de los portentos científicos y filosóficos que preparaban la modernidad en Europa. La ortodoxia católica y su temible brazo inquisitorial se encargaban de impedir, sin éxito, que se leyera a Copérnico o Descartes, demoledores de las certezas escolásticas.

De esa manera sucedió que nuestra hermosa monja, ávida de conocimientos y de saber, se comunica con los portentos del conocimiento allende al océano a través del espejo deformante del sacerdote jesuita alemán Atanasio Kircher, un hombre dotado de una “temible erudición” con la que quería abarcar todo el conocimiento humano.  Tenía un gran prestigio, a tal punto que la misión jesuita enviada a China en 1656 llevaba dos docenas de ejemplares de sus libros Musurgia Universalis y otras dos del Oedipus Aegiptiacus. En sus escritos musicales nos habla de la Gran Armonía Divina, donde la creación puede verse como una invención musical.  

Era una suerte de ciencia barroca la que construye el sacerdote germano, lo que me hizo recordar la ciencia romántica de Goethe, que hizo inventar a Kircher una serie de curiosísimos aparatos: estatuas hablantes, megáfonos, órganos mecánicos, linternas mágicas, una suerte de computadora para componer música, muchos de ellos con forma de caracol, algunos de los cuales habitaban la sorprendente celda de sor Juana en el lejanísimo México colonial.  

Estaba atacado el padre Kircher, nos dice Paz, por la enfermedad intelectual del siglo XVII: la egiptomanía: una interpretación egipcia de las civilizaciones desde China a México, ideas mezcla de erudición y fantasía que fueron leídas con fascinación por sor Juana y su amigo “estrellero” Carlos de Sigüenza y Góngora, todo lo cual impidió que estos mexicanos dieran el salto definitivo a la modernidad. México e Hispanoamérica eran en ese entonces mundos congelados. ¿Lo seguiremos siendo?

Primero sueño (1685):

Poesía del intelecto ante el cosmos.

Se trata de un poema tan impersonal como la filosofía del alemán Enmanuel Kant, pues sor Juana apenas aparece al final de este largo poema de 975 versos, composición poética que es, dice Paz, una totalidad autosuficiente, como lo es de parecida manera la novela Cien años de soledad.

Con apenas 40 años crea la religiosa un poema muy original a pesar de ser una imitación muy ingeniosa de Góngora. No hay nada semejante al Sueño en la literatura española de los siglos XVI y XVII, y habrá que esperar, agrega Paz, al poeta francés Sthéfane Mallarmé para conseguir algo equivalente. Una extraña profecía.

 

Arranca el sueño de una idea: el alma es prisionera del cuerpo, un legado escita o tracio, una gota de sangre extranjera en el cuerpo de la cultura griega. La Iglesia Católica siempre la vio con desconfianza y nunca aprobó. Pero no logra eliminarla por completo. Acá debemos hablar del viaje espiritual, viaje donde el alma se libera del cuerpo, tradición que viene de Pitágoras y Empédocles, llega a Platón y de Platón, en un largo y sinuoso trayecto que se confunde con la historia espiritual de Occidente, (Dante, Kepler, Kircher), llega hasta nosotros.  Quien escribe encuentra este viaje espiritual en Ramón Pompilio Oropeza, cuando de joven estudiaba el caroreño su “trienio filosófico” en el Colegio de la Concordia tocuyano en 1889.

El poema es expresión de un género nuevo, una significación universal increíblemente ignorada, se lamenta Paz.  Es la antigua tradición del viaje espiritual durante el sueño que sor Juana quebranta. Se produce algo nuevo de extrema gravedad pues implica un cambio absoluto de las relaciones de la criatura humana con el más allá. La ruptura es una verdadera escisión y todavía padecemos sus consecuencias históricas y psíquicas. Será desde el romanticismo el eje espiritual de la poesía de Occidente. Es la revelación de que estamos solos y de que el mundo sobrenatural se ha desvanecido. De una manera u otra, todos los poetas modernos han vivido, han recreado la doble negación de Primero sueño: el silencio de los espacios y la visión de la no-visión. En esto reside la gran originalidad del poema de sor Juana, no reconocida hasta ahora, y su sitio único en la poesía moderna, asienta Paz. Como todas las obras únicas y singulares Primero sueño, es irreductible a la estética de su tiempo. Poema barroco que niega al barroco y que prefigura a la modernidad más moderna.  Es el polo opuesto de la Divina comedia.

Primero sueño no hace alusión a Cristo, una única alusión hace a la Biblia, no aspira unirse a Dios como persona, sino que quiere, a la manera platónica, conocerlo y contemplarlo como Alto Ser y Primera Causa. Es que en esos años el neoplatonismo produjo un cambio notable en la imagen del universo, tanto o más importante que las ideas de Copérnico, Kepler, Galileo.

Sor Juana repetía constantemente que no quería ruidos con la Inquisición, enorme poder en Nueva España entonces. Es cristiana pero insumisa. Este sentimiento, afirma Paz, es el eje secreto de su vida psíquica.

Inaugura sor Juana una pasión nueva en la historia de la poesía, lo convirtió en tema poético|: el amor al saber. Un héroe mitológico griego será su modelo, el desgraciado faetón. Quien representa la libertad en su forma más extrema: la transgresión. Es la libertad que se arriesga y que no teme romper los limites.

Aunque parezca increíble, no son estas ideas la que hundieron a la monja al final de su vida.  Ella no hacia comentarios de las Sagradas Escrituras, y cuando hizo alusión crítica a un sermón del padre jesuita portugués Antonio de Vieyra, dio pábulo a sus persecutores para hacerla abjurar con saña y sin miramientos a las letras profanas. Ella responde con el admirable Respuesta a sor Filotea de la Cruz, que es el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz, texto al que nos referiremos en otra ocasión.

 

Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué es la cultura hispanoamericana?

 

La obra es también, y como si fuera poco, una inmensa y aguda reflexión acerca de nuestra cultura de habla castellana, una cultura cuya hora no coincide casi nunca con la europea o norteamericana. Siempre estamos atrás o delante de ellos. Esta idea me hizo reflexionar sobre las posiciones economicistas del marxismo vulgar que pocas veces pensó en ello, excepción sea dicha del peruano José Carlos Mariátegui. Es que en el siglo XX, como dijo mi paisano merideño Mariano Picón Salas, seguimos bajo los efectos del Concilio de Trento.  A pesar de dos siglos de enciclopedismo y crítica moderna, los hispanoamericanos no nos hemos evadido del laberinto barroco: el nepotismo, la figura familiar del patriarca parrandero, la madre sumergida en los oficios del hogar, nuestro amor por las generalizaciones y el desprecio de los hechos concretos y particulares, nuestra antipatía por las explicaciones pluralistas, nuestro nihilismo cínico, el fanatismo de nuestros intelectuales, que abrazan con igual fervor el positivismo de Comte o el marxismo-leninismo. Sin embargo, hemos creado una extraordinaria cultura popular afincada en la más hermosa tradición, gracias a la cual no somos simples caricaturas de las naciones avanzadas, una idea que intuyó genialmente hace casi un siglo mi paisano caroreño y venezolano Cecilio “Chío” Zubillaga.

 

Ensayo de restitución.   

De tal manera llama Octavio Paz la parte final de su libro, pues se trata de “una tentativa de restitución, restituir a sor Juana a su mundo, la Nueva España del siglo XVII, la vida y la obra de sor Juana. A su vez, la vida y la obra nos restituye a nosotros, sus lectores del siglo XX, la sociedad de la Nueva España en el siglo XVII.  Restitución: sor Juana en su mundo y nosotros en su mundo.”  Y lo llama ensayo, pues es una restitución histórica, y por lo tanto relativa y parcial.

 

Tentativa de restitución que termina con una palabra sorprendente: jeroglífico. La vida breve de sor Juana es verdadero jeroglífico, y como tal acertijo, proclive a diversas, variadas interpretaciones, las que serán siempre parciales y tentativas.

 

 

 

 

 

 

Postescritum.

 

Tal ha sido mi inmenso fervor y admiración por la monja novohispana, que me atreví en tiempos de pandemia universal, escribir un ensayo titulado Sor Juana y Goethe: del barroco al romanticismo (2021), en donde afirmo que: “me atrevo decir que la obra de sor Juana se asemeja en originalidad, hondura y densidad a la de Goethe, y que si ella hubiese tenido las condiciones más favorables de la que disfrutó el poeta y científico tudesco, quizá habría llegado a igualar y hasta superarlo en más de un aspecto. La posteridad tiene la palabra”. Ensayo que envié a la Academia de Ciencias de Rusia, prestigiosa institución académica del país eslavo que, para mi enorme sorpresa y emoción, ha resuelto publicarlo a la brevedad.

 

Santa Rita, Carora,

República Bolivariana de Venezuela,

mayo 10 de 2022.

 

 

 

 

 

 

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...