lunes, 30 de enero de 2023

El espía del Inca


Es el inquietante y llamativo título de una monumental novela histórica de unas 940 páginas escrita por el lingüista y dramaturgo peruano Rafael Dumett (Lima,1963) y que ha cosechado resonantes y emotivos reconocimientos en Perú, Latinoamérica y España. Desde su publicación en 2018 y luego de ser rechazada por varias editoriales en su país, se ha convertido en una novela de culto. Los críticos se atreven a decir, a contrapelo de Mario Vargas Llosa, que es la mejor novela peruana del siglo presente.

Tras once años de investigación rigurosa en archivos y bibliotecas, así como su experiencia vivencial, Dumett nos narra el traumático acontecimiento, que aun gravita en el presente en la psiquis de los peruanos como una obsesión histórica, el secuestro del Inca Atahualpa por los barbudos y malolientes conquistadores españoles comandados por Francisco Pizarro a comienzos del siglo XVI, y el plan para liberarlo por parte de sus fieles y que le da nombre a la novela, ahora publicada por la prestigiosa Alfaguara.

El rechazo inicial de la novela por las editoras se debe, dice su autor, a que Lima no mira hacia el “Perú profundo” del cual nos habló el historiador Jorge Basadre en 1947, dramática realidad que se mantiene en la actualidad en este país suramericano conmovido por la turbulencia y el caos desde hace varios años. Es el “Perú oficial” que desprecia e ignora a los indígenas descendientes de los incas, y que Dumett se atreve colocar allí al Nobel de Literatura peruano, ahora residente en España.

 El genial y muy original dispositivo narrativo de Dumett, quien vive en California, Estados Unidos, es el de los quipus, un sistema de escritura precolombino que tiene una base decimal. Por esta razón se le ha considerado una “novela quipu”. Afirma Carvalho Oliva que Dumett arma una novela cuyos capítulos semejan un gigantesco quipu, porque los quipus no solamente servían para comunicar cifras, también contaban historias y Dumett, como si fuera un quipucamayoc lo sabe, los escribe/anuda, los lee/desata y trasmite sus significados descifrando sus códigos secretos. 

En la novela se cuenta la historia de Yunpacha, Oscollo, Canchis o Salango, el espía que tuvo un nombre diferente para cada época de su vida y de sus planes para rescatar al Inca Atahualpa prisionero de los españoles, estamos hablando de noviembre de 1532.

La novela de Dumett es una respuesta a la pregunta de Mario Vargas Llosa: ¿Cuándo se jodió el Perú?, pregunta que se hace un personaje de su novela Conversación en la catedral, publicada en 1969. El Perú “jodido”, dice Homero Carvalho Olivo, ese país marcado por el atraso, la dependencia, el racismo, la injusticia, la pobreza, los abismos sociales y un largo etcétera, tiene su origen en el trauma fundacional de la conquista española, que ha quedado fijado en el imaginario nacional en el drama de Cajamarca. Dumett se acerca a esa “escena primaria” desde una perspectiva andina, y por eso cabe hablar de una respuesta arguediana a la pregunta vargasllosiana”.

Según Vergara Paniagua: “Esta novela es también una reflexión sobre cómo se cuenta la historia, quién la escribe y quién la borra. Junto al espía el otro gran personaje es el quipu y el poder de sus nudos”. Esta reflexión sobre la novela histórica de Dumett, nos recuerda la extraordinaria obra Los vencidos, editada en 1971, del antropólogo e historiador francés Nathan Wachtel para el caso de Perú, así como la notable obra de Miguel León-Portilla para la conquista de México: Visión de los vencidos (1959). Una historia contada por los que pierden en esa hecatombe histórica que comenzó en 1492. La victoria de los cristianos sobre los aborígenes americano solo fue posible, en ambos casos, a la colaboración activa y decisiva de etnias y elites indígenas. Resulta entonces claro, dice Carlos García-Bedoya Maguiña, que el discurso de los vencidos es plural y heterogéneo, y que construye memorias divergentes, cuando no francamente contradictorias.

El espía del Inca es una obra, ya emblemática, que destruye varios mitos acerca de la conquista, tanto de la leyenda negra como de la leyenda blanca de este proceso que aún despierta enconados debates. La lectura de esta genial y primera novela de Dumett cobra relevancia y actualidad en estos momentos cuando el Perú vive momentos muy angustiosos desde el pasado mes de diciembre de 2023, cuando ese Otro Perú salió a la calle a reclamar lo que considera una justa reivindicación histórica: ser tomados en cuenta.

Carlomagno Peralté: Jesucristo negro latinoamericano


Los policías montados estadounidenses que la cargaron de manera inhumana y horrorosa contra los inmigrantes negros haitianos y de otras nacionalidades en la frontera acuática con México, no creen en la existencia del alma, una noción religiosa que ha sido sustituida por la impersonal y aséptica noción de conducta, según establece la arrogante ciencia de la psicología anglosajona. Han instrumentalizado al ser humano y se ha mandado al basurero la noble idea de alma que tuvo en el siglo XVI fray Bartolomé de Las Casas de nuestros indígenas americanos: “Ellos sí tienen alma racional como nosotros.”

La presumida y soberbia ciencia europea del siglo XVIII creó también otra aberrante idea colonialista y eminentemente racista: establece la existencia de una raza llamada caucásica, un lugar geográfico asiático en donde no se mesclaron las razas y ella conservó allí toda su belleza helénica en estado puro. Lo caucásico se asoció con blancura de la piel, nariz dórica y cultura racional europea. Los demás pasaron a constituir El Otro.

 El padre del racismo moderno, Sir Arthur Gobineau, se nutre de estas ideas para escribir su libro Ensayo sobre la desigualdad de las razas. Según tal criterio, la decadencia y el deterioro de una raza vendrá en la medida que se mescle con otras. En los Estados Unidos existió la prohibición de los matrimonios mixtos según una ley de 1924, la que fue felizmente derogada en 1967. Hogaño los matrimonios interétnicos en EEUU están en el orden del 17%, cifra que no dejará de aumentar, según el prestigioso Informe Pew.

Raza es un concepto desfasado y muy controvertido que ha sido sustituido por el de etnia, mucho más humano, pero que en Estados Unidos se sigue usando con mucha fuerza e intensidad. En este país norteño, enloquecido por la religión, según dice el escritor Harold Bloom, se continúa empleando la mítica tradición bíblica que da explicación al nacimiento de las tres razas en tiempos del Arca de Noé y sus tres hijos: Jafet, Sem y Cam. Los hijos del tercero se les llama camitas y fueron condenados a sufrir esclavitud por haberse burlado Cam de su padre Noé en estado de ebriedad. Es este desgraciado tercer lugar se hallan negros africanos e indios americanos. El orgulloso aparato de la ciencia experimental no ha podido contra la ideología y el prejuicio religioso del racismo que en el siglo XXI campea.

Haití, primera nación del orbe construida por esclavos negros.

Haití fue la colonia azucarera más próspera de la orgullosa e imperial Francia hasta 1804. Este año y para sorpresa universal, los valerosos negros esclavos de esa isla, después de derrotar a las curtidas tropas enviadas por Napoleón Bonaparte para aplastarlos, declaran la creación de la primera nación negra del mundo, siguiendo el modelo francés del Siglo de las Luces: son los “Jacobinos Negros” que deslumbran al inmenso escritor cubano Alejo Carpentier. Las consignas revolucionarias de Libertad, igualdad y fraternidad comenzaron a resonar desde el Caribe para terror de los colonialistas blancos del continente americano y del orbe. La guerra de independencia en esta isla, afirma Juan Uslar Pietri, fue una cruenta y terrible guerra de castas y colores como lo fue la guerra de independencia de Venezuela: crueles en extremo por el odio acumulado en trescientos años de negros, pardos y mulatos contra el blanco esclavista. Ningunas otras naciones de Hispanoamérica tendrán semejante experiencia de odio y sangre tan gigantesca como estas dos naciones caribeñas, una guerra de colores que tanto preocupó al genio del Libertador Simón Bolívar.

Pero el occidente blanco no le perdona semejante ofensa de los esclavos negros al declararse libres. Le imponen el pago exorbitantemente alto por su libertad, lo que termina arruinando a la Nación negra del Mar Caribe hasta el presente, una reparación de guerra tan alta que nos recuerda la que impusieron los vencedores a Alemania tras la derrota de 1918.

Charlomagno Peralté y los Cacos.

A comienzos del siglo pasado, en 1915, las tropas de los Estados Unidos se instalan en Haití para dar protección a sus intereses en un momento de gran revuelta en la isla, el presidente Vilbrum Guillaume Sam había sido asesinado por una turba de linchadores. Los marines declaran la ley marcial, se adueñan de bancos y aduanas e instalan un presidente títere, favorable a sus propósitos: Philippe Sudré Dartiguenave. Se redactó una nueva constitución que era favorable a los intereses de los gringos, quienes además declaran la ley marcial. El racismo de los marines campeó entonces en la isla. Los Estados Unidos no habían entrado aun en la Primera Guerra Mundial en ese entonces.

 En el norte haitiano se alzarán contra la ocupación gringa una legión de arrojados y decididos hombres, a quienes se les daba el calificativo de “Cacos”. Eric Hobsbawm nos habla de los rebeldes primitivos de 1804, que son, a nuestro parecer, un antecedente de la rebeldía de los haitianos en los albores del siglo XX. Le hacen la vida imposible los “cacos” a los arrogantes y caucásicos marines durante un tiempo. Al mando de estos “bandidos” preindustriales se haya el joven Charlemagno Peralté (1886-1919), quien había nacido en la vecina República Dominicana y allí se le conoce como Carlomagno Peralta, un apellido de abolengo hispano. El linaje personal de este rebelde primitivo resume a la isla de La Española en su doble composición étnico-cultural hispánica y francesa.

 

Se inicia al norte de Haití una fuerte resistencia contra los marines estadounidenses por parte de los “cacos”, unos 15.000 hombres, dirigidos por Peralté, quienes asaltaron a Puerto Príncipe e intentan conformar una república independiente en el norte de la isla. Los marines capturan a Peralté, pero se les escapa. Finalmente lo asesinan gracias a la traición de uno de sus lugartenientes, Jean Batiste Conzé, quien de manera encubierta y cobarde condujo al militar gringo Hermann H. Hanneken al campamento rebelde y asesina arteramente al líder de los “cacos” de un balazo al corazón.

 

Con el cruel y pensado objetivo de amedrentar a los haitianos, los marines toman fotografías de Peralté amarrado y muerto a una puerta y las distribuyen ampliamente. Surtió el efecto contrario, pues una ola de protestas sacudió al país, y desde entonces este “bandido”, que muere como Cristo a la edad de 33 años, se ha convertido en una figura mitológica y legendaria en Haití. Un bandido que se ha convertido en patriota en esta martirizada nación del Caribe francófono.

Haití es una terrible realidad que reclama a las llamadas naciones civilizadas del norte, sea tomada en cuenta como una herida por ellos ocasionada desde que comete la imprudencia de erigirse en República independiente. Una herida que ellos deberán reparar prontamente, que puede cangrenarse y cangrenar a sus vecinos. Haití es un espejo que nos puede estallar en la cara si no actuamos con premura y diligencia.

 

Carora,

República Bolivariana de Venezuela.

14 de diciembre de 2022.


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