lunes, 3 de abril de 2023

El logo de UNESCO

     Después que examiné con mucho interés la portentosa y original obra del antropólogo inglés Jack Goody (1919-2015), sobre todo su maravilloso libro El robo de la historia (Akal,2006), largo trabajo polémico sobre cómo Europa impuso el relato del pasado al resto del mundo, no volví a pensar de la misma manera sobre la inmensa y valiosa tradición cultural que Europa derramó sobre el planeta.

       Los cuatro inventos con los que Europa se adueña casi del planeta entero desde el siglo XV hasta el presente, ¡son invenciones chinas!: brújula, papel, imprenta y pólvora. Sin brújula de los chinos Cristóbal Colón no hubiese llegado hasta la ignota América jamás; los turcos sin pólvora no hubiesen asaltado Constantinopla y de tal manera remecido la historia que se hizo global desde entonces; sin imprenta el monje dominico Martín Lutero, el reformador religioso, habría pasado casi desapercibido; sin papel el viajero veneciano Marco Polo del siglo XII no habría escrito El millón, primer manifiesto humanista europeo.  Griegos y romanos no conocieron el cero, noción matemática que introdujeron los árabes al viejo continente europeo en la Edad Media; togas y birretes universitarios, “mugre medieval”, fueron invención islámica; el amor romántico no es exclusivo de Europa, pues en 1022 en lengua árabe se había escrito El collar de la paloma. Se trata de un libro de reflexiones sobre la verdadera esencia del amor intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los siglos y las civilizaciones. Hollywood no lo reconoce como tal portento que es.

El primer libro impreso no salió del taller de Gutenberg en Alemania. No, el primer libro impreso vio la luz muy lejos de Maguncia, en la lejana China y se llamó El Sutra de diamante. ¿Su fecha de impresión?: 11 de mayo de 868 después de Cristo, noveno año de la era Xiantong de la dinastía Tang. Lo que quiere decir que El Sutra fue impreso casi 600 años antes que la Biblia de Gutenberg, es decir que tiene El Sutra 1.153 años de haber sido impreso.

       La llamada “alta cocina” no es sólo francesa o italiana, su patrimonio exclusivo. India y China también disfrutaron de su “alta cocina”, tan sofisticada y refinada como la de París, valora el británico Jack Goody. El único ideal de belleza no es la Venus de Milo, belleza sublime existe también en el arte budista de Tailandia o Japón. La democracia no fue forma de gobierno exclusiva de los griegos de la Antigüedad, pues democracia hubo en Cartago antiguo y en las actuales tribus de Gana africana. Y lo más extraordinario que argumenta Goody: el pensamiento racional no es exclusivo de la Grecia clásica, pues pensamiento escéptico sin dios ni dioses los hubo en India y China. De modo pues que el logo de UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization) u Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la ciencia y la Cultura, está visiblemente y totalmente equivocado. Un templo griego nunca será epitome de cultura del planeta todo, de los 195 estados y ocho miembros asociados de UNESCO. La cultura y la ciencia no derivan en su totalidad de la Grecia clásica.

        Audrey Azoulay, directora general de esta institución que nació cuando se apagaron los cañones de la guerra en 1945, es muestra evidente de la diversidad cultural extra europea, pues ella es de origen judío marroquí y habla francés, inglés, árabe y yiddish. UNESCO es dirigida desde 2017 por una dama de origen africano casada con un francés, que ha combatido el racismo de Jean Marie Le Pen y admira a la sobreviviente del holocausto Simone Veil, y de Jean Zay, político judío y ministro de educación asesinado por los colaboracionistas nazis en Francia.

                                                 No pido que se elimine el Partenón griego como su logo, no. Lo que pido desde esta minúscula partícula del orbe que es la ciudad de Carora, Venezuela, es que el nuevo logo de UNESCO sea creación colectiva de la humanidad.  Sería muy motivante para los niños y escolares del planeta todo, desde Filipinas, Escocia, Zaire y Guatemala, concursar para que el nuevo logo del tercer milenio sea escogido para que simbolice el anhelo universal de paz y de conocimientos. “El trabajo de la UNESCO es clave para reforzar los lazos de la herencia común de la humanidad ante las fuerzas del odio y la división”, afirmó Irina Bokova, directora saliente de la institución.

 


El papa León XIII y la Encíclica Rerum Novarum (1891)

En 1891 la Iglesia Católica produjo uno de los documentos más importantes y trascendentales en su larga y accidentada historia: la Encíclica Rerum Novarum. Sobre la cuestión obrera, gran acontecimiento ocurrido en tiempos del dilatado y progresista pontificado del papa León XIII. Su largo y eminente pontificado de veinticinco años de duración, se desarrolló entre los años 1878 y 1903. Le toca vivir a este excepcional pontífice en el “siglo largo XIX”, una centuria que se extiende desde la Revolución Francesa de 1789 y culmina con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, un siglo de 125 años, según sostiene Eric Hobswawm.

 Avanzado en la cuestión social, este papa italiano cuyo verdadero nombre era Vincenzo Pecci (1810-1903), sin embargo, experimentaba visiones con los demonios, “sus crujidos, burlas y blasfemias”, censuraba y prohibía libros, fue el primer papa sin poder temporal sino solamente con autoridad espiritual, publicó 86 encíclicas en un largo pontificado que se extendió por 25 años desde 1878 hasta su muerte en 1903, la más conocida de todas a no dudar la Rerum Novarum de 1891.

Esta Encíclica se hará muy famosa y polémica por ser la primera que aborda la candente cuestión social de su época, se enfrenta al capitalismo de la libre concurrencia y al materialismo socialista de Marx y Engels y el anarquismo de Bakunin y Proudhon, es decir se pone a tono con la modernidad capitalista e industrial. Tal documento se elabora durante el relevante periodo que vive la Iglesia después de que se realiza el Concilio Vaticano I en 1869, conclave que tendrá ecos en el Concilio Vaticano II de 1962 y, consecuencialmente, en la Teología de la Liberación latinoamericana.

Rerum Novarum es más bien una Encíclica de pequeñas dimensiones, unas 60 y apretadas páginas. Comienza con una introducción en la que aborda la cuestión obrera. Luego, en el siguiente aparte, ataca las doctrinas socialistas, “un remedio perjudicial para el obrero”. Le sigue Una solución propuesta por la Iglesia, que condena la lucha de clases marxista. Inculca a los ricos sus deberes de justicia y caridad, y aboga por la creación de obras de caridad. En la Parte II, aconseja la Iglesia al Estado promover y defender el bien del obrero, propone la creación de organizaciones obreras católicas. El Epílogo de la Rerum Novarum dice enfáticamente: “Aplíquese cada uno a la parte que le toca, y prontísimamente; no sea que con el retraso de la medicina se haga incurable el mal, que es ya tan grande. Den leyes y ordenanzas previsoras los que gobiernan los Estados; tengan presentes sus deberes los ricos y los amos; esfuércense, como es razón, los proletarios: suya es la causa; y puesto que la Religión, como al principio dijimos, es la única que puede arrancar de raíz el mal, pongan todos la mira principalmente en restaurar las costumbres cristianas, sin las cuales esas mismas armas de la prudencia, que se piensa son muy idóneas, valdrán muy poco para alcanzar el bien deseado.”

 

 En 1891 León XIII publicó la Encíclica Rerum Novarum (Cosa Nueva). En ella se trazaron las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia con cierto retraso y algunos anacronismos, condenando con acritud los excesos del capitalismo y la burguesía, pero también la lucha de clases marxista y el anarquismo de Bakunin. Se defendía la existencia, en una defensa a ultranza, de la propiedad privada y se rechazaba el socialismo de Marx y Engels porque era considerado erróneo y materialista. León XIII calificó al socialismo de “un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna”. Recordemos que en el siglo XIX triunfa la filosofía cientista, anti metafísica y materialista del positivismo de Comte, Haeckel y Spencer, Darwin publica El origen de las especies en 1859, el famoso Manifiesto Comunista estremeció al mundo en 1848 con sus palabras iniciales: Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo, a lo que se agrega que El Capital ve la luz en 1867, Renan publicará su controvertida Vida de Jesús en 1863, y que el sangriento 1° de Mayo ocurre en Chicago en 1886.

La Encíclica pretendía que se alcanzase la convivencia social a través de la justicia y la caridad como medios para solucionar los conflictos. En feliz intuición prevé que el Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Pero, además, la Iglesia promovió la creación de asociaciones y sindicatos católicos. Rerum Novarum cambió la Iglesia Católica para siempre, abriendo una Tercera Vía distinta al capitalismo y el socialismo, como cuando dice:   “Efectivamente, los aumentos recientes de la industria y los nuevos caminos por los que van las artes, el cambio obrado en las relaciones mutuas de amos y jornaleros, el haberse acumulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la multitud, y en los obreros la mayor opinión que de su propio valor y poder han concedido, y la unión más estrecha con que unos a otros se han juntado y, finalmente, la corrupción de las costumbres, han hecho estallar la guerra.” (Página 8)

El teórico marxista italiano Antonio Gramsci decía en 1930 que la acción social de la Iglesia Católica, la argumentación central de la Rerum Novarum,  se basa en cuatro principios: Primero: La propiedad privada como derecho natural, aunque subordinada al bien común; Segundo: las diferencias sociales de clase como disposiciones de Dios; Tercero: la limosna y la caridad como deber cristiano; Cuarto: la cuestión social como problema eminentemente moral y religioso a ser resuelto a través y consecuencialmente de la caridad cristiana.

En una acerba crítica de la Encíclica, José Antonio Ullate Fabo sostiene que el concepto de propiedad privada de la Rerum Novarum no se desprende, como León XIII pretende, ni del Evangelio ni de la razón natural o filosofía del sentido común de Santo Tomás de Aquino, sino que existe una conexión del pensamiento del papa Pecci en lo relativo a la propiedad con la filosofía empirista de John Locke (1632-1704). En su esencia la propiedad de León XIII es la propiedad santa e inviolable del liberalismo y de la burguesa Revolución Francesa.

El famoso sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (1925-2020) dice que, si Marx hubiera leído los escritos de los cristianos, y si León XIII hubiera leído a Marx, no existiría hoy este conflicto entre marxismo y cristianismo. Pero ni a Marx le interesaba la Iglesia, ni a León XIII le interesaba Marx. A pesar de ser él tan culto, escribió la Rerum Novarum sin haber leído El Capital que por aquel entonces ya tenía 30 años de publicado.

En 1891 la Iglesia Católica produjo uno de los documentos más importantes y trascendentales en su larga y accidentada historia: la Encíclica Rerum Novarum. Sobre la cuestión obrera, gran acontecimiento ocurrido en tiempos del dilatado y progresista pontificado del papa León XIII. Su largo y eminente pontificado de veinticinco años de duración, se desarrolló entre los años 1878 y 1903. Le toca vivir a este excepcional pontífice en el “siglo largo XIX”, una centuria que se extiende desde la Revolución Francesa de 1789 y culmina con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, un siglo de 125 años, según sostiene Eric Hobsbawm.

 

 Avanzado en la cuestión social, este papa italiano cuyo verdadero nombre era Vincenzo Pecci (1810-1903), experimentaba visiones con los demonios, “sus crujidos, burlas y blasfemias”, censuraba y prohibía libros, fue el primer papa sin poder temporal sino solamente con autoridad espiritual, publicó 86 encíclicas en un largo pontificado que se extendió por 25 años desde 1878 hasta su muerte en 1903, la más conocida de todas a no dudar la Rerum Novarum de 1891.

Esta Encíclica se hará muy famosa y polémica por ser la primera que aborda la candente cuestión social de su época, se enfrenta al capitalismo de la libre concurrencia y al materialismo socialista de Marx y Engels y el anarquismo de Bakunin, es decir se pone a tono con la modernidad. Tal documento se elabora durante el relevante periodo que vive la Iglesia después de que se realiza el Concilio Vaticano I en 1869, conclave que tendrá ecos en el Concilio Vaticano II de 1962 y, consecuencialmente, en la Teología de la Liberación latinoamericana.

Rerum Novarum es más bien una Encíclica de pequeñas dimensiones, unas 60 y apretadas páginas. Comienza con una introducción en la que aborda la cuestión obrera. Luego, en el siguiente aparte, ataca las doctrinas socialistas, “un remedio perjudicial para el obrero”. Le sigue Una solución propuesta por la Iglesia, que condena la lucha de clases marxista. Inculca a los ricos sus deberes de justicia y caridad, y aboga por la creación de obras de caridad. En la Parte II, aconseja la Iglesia al Estado promover y defender el bien del obrero, propone la creación de organizaciones obreras católicas. El Epílogo de la Rerum Novarum dice enfáticamente: “Aplíquese cada uno a la parte que le toca, y prontísimamente; no sea que con el retraso de la medicina se haga incurable el mal, que es ya tan grande. Den leyes y ordenanzas previsoras los que gobiernan los Estados; tengan presentes sus deberes los ricos y los amos; esfuércense, como es razón, los proletarios: suya es la causa; y puesto que la Religión, como al principio dijimos, es la única que puede arrancar de raíz el mal, pongan todos la mira principalmente en restaurar las costumbres cristianas, sin las cuales esas mismas armas de la prudencia, que se piensa son muy idóneas, valdrán muy poco para alcanzar el bien deseado.”

 En 1891 León XIII publicó la Encíclica Rerum Novarum (Cosa Nueva). En ella se trazaron las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia con cierto retraso y algunos anacronismos, condenando con acritud los excesos del capitalismo y la burguesía, pero también la lucha de clases marxista y el anarquismo de Bakunin. Se defendía la existencia, en una defensa a ultranza, de la propiedad privada y se rechazaba el socialismo de Marx y Engels porque era considerado erróneo y materialista. León XIII calificó al socialismo de “un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna”. Recordemos que en el siglo XIX triunfa la filosofía cientista, anti metafísica y materialista del positivismo de Comte, Haeckel y Spencer, Darwin publica El origen de las especies en 1859, el famoso Manifiesto Comunista estremeció al mundo en 1848 con sus palabras iniciales: Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo, a lo que se agrega que El Capital ve la luz en 1867, Renan publicará su controvertida Vida de Jesús en 1863, y que el sangriento 1° de Mayo ocurre en Chicago, Estados Unidos, en 1886.

 

La Encíclica pretendía que se alcanzase la convivencia social a través de la justicia y la caridad como medios para solucionar los conflictos. En feliz intuición prevé que el Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Pero, además, la Iglesia promovió la creación de asociaciones y sindicatos católicos. Rerum Novarum cambió la Iglesia Católica para siempre, abriendo una Tercera Vía distinta al capitalismo y el socialismo, como cuando dice:   “Efectivamente, los aumentos recientes de la industria y los nuevos caminos por los que van las artes, el cambio obrado en las relaciones mutuas de amos y jornaleros, el haberse acumulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la multitud, y en los obreros la mayor opinión que de su propio valor y poder han concedido, y la unión más estrecha con que unos a otros se han juntado y, finalmente, la corrupción de las costumbres, han hecho estallar la guerra.” (Página 8)

El eminente teórico marxista italiano Antonio Gramsci decía en 1930 que la acción social de la Iglesia Católica, la argumentación central de la Rerum Novarum,  se basa en cuatro principios: Primero: La propiedad privada como derecho natural, aunque subordinada al bien común; Segundo: las diferencias sociales de clase como disposiciones de Dios; Tercero: la limosna y la caridad como deber cristiano; Cuarto: la cuestión social como problema eminentemente moral y religioso a ser resuelto a través y consecuencialmente de la caridad cristiana.

En una acerba crítica de la Encíclica, José Antonio Ullate Fabo sostiene que el concepto de propiedad privada de la Rerum Novarum no se desprende, como León XIII pretende, ni del Evangelio ni de la razón natural o filosofía del sentido común de Santo Tomás de Aquino, sino que existe una conexión del pensamiento del papa Pecci en lo relativo a la propiedad con la filosofía empirista de John Locke (1632-1704). En su esencia la propiedad de León XIII es la propiedad santa e inviolable del liberalismo y de la burguesa Revolución Francesa de 1789.

El famoso sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (1925-2020) dice que, si Karl Marx hubiera leído los escritos de los cristianos, y si León XIII hubiera leído a Marx, no existiría hoy este conflicto entre marxismo y cristianismo. Pero ni a Marx le interesaba la Iglesia, ni a León XIII le interesaba Marx. A pesar de ser él tan culto, escribió la Rerum Novarum sin haber leído El Capital, obra señera que por aquel entonces ya tenía 30 años de publicado.

Hogaño es Rerum Novarum un documento capital de la Iglesia de Roma y del cual hablaremos en próximas entregas.

 

Carora, Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela,

lunes 3 de abril de 2023.


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