Revisando los libros de las cofradías caroreñas de hace 250 años, las
hermandades del Santísimo Sacramento, fundada en 1585, y Jesús en La Columna y
Glorioso Mártir San George, creada en 1745, que se hayan en el Archivo de la
Diócesis de Carora, encontramos inscritos allí una serie de mujeres y hombres,
que nos dan una idea de la conformación de la sociedad venezolana en vísperas
de la Guerra Magna, veamos.
domingo, 4 de marzo de 2012
La Guerra de Independencia de Venezuela en la Jurisdicción de Carora
En el presente
trabajo trataremos de hacer una descripción de los sucesos ocurridos en la
jurisdicción de Carora durante los sucesos de la Guerra de Independencia entre
los años 1810 y 1830. Para tales efectos hemos de tomar en consideración los
aspectos y situaciones particulares ocurridos en su extensa jurisdicción. Pero
este cometido no lo lograríamos sin tomar en cuenta el escenario nacional e
internacional bajo el cual se desenvolvió la Gesta Magna. Pondremos de relieve
el carácter artesanal de la economía caroreña, así como la densa atmósfera
religiosa que la define, a tal punto que la ciudad se le conoce como “Ciudad
levítica” y “Ciudad procera de Venezuela”. En tal sentido utilizaremos la
llamada “comprensión” para lograr entender de qué manera una ciudad de rostro
artesanal y católico, a la vuelta de poco tiempo se convierte en una de las más
decididas ciudades del país que siguieron con verdadero fervor patriótico la
ruta independentista.
Escenario geográfico:
La antigua ciudad de San Juan Bautista del Portillo de
Carora fue fundada en 1569 en el extremo occidental de la Provincia de
Venezuela. Durante la Colonia se le conoció por su activa y reconocida
artesanía del cuero, el dinámico comercio con Coro, Maracaibo, Trujillo y
Barquisimeto, las muy apreciadas mulas de carga, así como por sus numerosas
vocaciones sacerdotales, la existencia de internacionales hermandades y
cofradías de la Iglesia católica. La Jurisdicción de Carora se extendía hacia
el norte y ocupaba las localidades de Siquisique y Aguada Grande, actual
Municipio Urdaneta del Estado Lara.
Asentada sobre un terreno arenopedregoso del semiárido,
con escasos recursos hídricos y una vegetación xerófita, la ciudad orientó su
economía hacia la artesanía del cuero, la cría y el comercio con los Andes, el
Lago de Maracaibo, Coro y Barquisimeto. Las poblaciones más significativas de
su Jurisdicción eran Río Tocuyo, Aregue, Arenales, Curarigua, San Francisco,
San Miguel de los Ayamanes, y las ya mencionadas Siquisique y Aguada Grande.
Población:
Para finales del siglo XVIII, en 1799, nos dice Reinaldo
Rojas, que la población de Carora arroja los siguientes resultados: 469 personas
de la casta de los blancos y mestizos, 71 indios, 3.832 negros, zambos y
mulatos y 585 esclavos. Para toda la vicaría caroreña las cifras serán 1.999
habitantes blancos y mestizos, 3.160 indios, 3832 mestizos de negro y 585
esclavos; tales cifras, dice este investigador larense, representan un 14, 7 %
de la Región Barquisimeto, categoría de análisis creada por Rojas. A fines del
siglo XVIII, la llamada “godarria caroreña” daba muestras incipientes de su
conformación, la que se lograría finalmente luego de la Guerra Magna, en el
escenario de aislamiento, pobreza y violencia que dominó al país durante el
siglo XIX.
Cultura y religión:
En el siglo XVIII la ciudad era conocida por la calidad
finamente labrada de sus artesanías del cuero, un complejo cultural específico,
dice Reinaldo Rojas en su obra. De la misma manera era la ciudad asiento de
numerosas cofradías, instituciones de socorros mutuos que le dieron a la urbe
una sensibilidad religiosa sin igual y en la cual se incubaron sólidos
imaginarios colectivos: la virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue (desde
el siglo XVII) y la extraordinaria “Leyenda del Diablo de Carora” en 1736, y
durante la República, en 1859, la muy conocida “Maldición del fraile”. Se
erigió una arquitectura barroca un tanto simplificada, por no ser
sobreabundantemente decorada, en las que resaltan las iglesias de San Juan, San
Dionisio y la Capilla del Calvario, así como la Casa Amarilla, la Casa del Balcón
de los Alvarez. Es el escenario ideal para que allí se produjeran numerosas
vocaciones sacerdotales, a tal punto que en los inicios del siglo XX la urbe
fue llamada “Ciudad levítica de Venezuela” por el padre Carlos Borges.
En los cultivos de cañamelar curarigüeños, en vía a El
Tocuyo, los negros esclavos desarrollaron un complejo cultural sin parangón en
el país, el tamunangue, constituyéndose en un conglomerado cultural mestizo que
incorpora rasgos hispanos, indígenas y negros, que dan lugar a una manifestación
popular y dancística en honor a San Antonio de Padua, el santo de los negros y
de los pobres.
Es de destacar un hecho importante para entender esta
Región Barquisimeto como categoría de análisis de Reinaldo Rojas. Tiene que ver
con la existencia de tres ciudades de blancos en ella, en lo que hoy
corresponde al estado Lara: El Tocuyo, Barquisimeto y Carora, conglomerados
humanos de donde irradió la cultura dominante hispana en tres siglos de
dominación y coloniaje.
Es demasiado importante destacar un hecho que marca a la
jurisdicción de Carora cuando estalla la Guerra Magna. Se trata de el enorme
vuelco que en la mentalidad de sus habitantes se produce en esos días, pues luego
de ser una comarca de pacíficos artesanos del cuero, pequeños criadores y
comerciantes fieles a los dogmas de la Iglesia Católica durante los 300 largos
años de régimen colonial, al sonar la clarinada del 19 de Abril y en
acontecimientos súbitos se vuelve la urbe una ciudad abiertamente alineada con
la Independencia, a tal punto que sufrió varios asaltos por realistas y
patriotas, como veremos más adelante. Unos años antes, en 1806, se supo en la
ciudad del Portillo que “el enemigo estaba cerca”, refiriéndose a la fracasada
expedición de Miranda por las costas del Caribe, cercanas a la ciudad de Coro.
Nadie se movilizó en Carora para apoyarlo o para manifestarle su aprobación.
Pero un rasgo define a la ciudad: sus numerosos artesanos
del cuero, el barro, la madera, el metal. Ellos contribuyeron a darle fisonomía
de ciudad a Carora. Se agruparon en defensa de sus intereses en las múltiples
cofradías que existieron. Eran, por así decir, sus gremios naturales las
hermandades de la Iglesia católica. El artesano, es preciso destacar, tiene una
mentalidad proclive a la autonomía, pues vive de su trabajo, que ejerce de
manera libre; es el artesano su propio jefe. Esto explica de alguna manera que
la ciudad se proclamara ferviente partidaria de las ideas liberales, de la libertad
económica, es decir de la plena independencia, y, una vez iniciada la Guerra
Magna se convirtiera en una cantera principalísima de reclutas a favor de la
Revolución. Tal es así que se le conoce como “Ciudad procera de Venezuela”, por la significativa
cantidad de eminentes patriotas que entregó a la Independencia. No nos extrañe,
pues, que el nombre de la entidad, el Estado Lara, y el nombre del Municipio
Torres se deban a la membresía de dos Generales de División caroreños: Jacinto
Lara y Pedro León Torres, héroes de la Independencia venezolana y suramericana.
Como si ello no bastara, en el siglo XX, José María Zubillaga Perera escribió
un libro titulado “Procerato caroreño”,
donde destaca que la ciudad dio a la Independencia dos Generales de División, los
ya mencionados Lara y Torres, a los que debemos agregar al Dr. Domingo Perera Álvarez,
Lic. Pedro Regalado de Arrieche, 12 coroneles, 2 tenientes coroneles, 5
comandantes, 10 capitanes, 13 tenientes, 2 subtenientes, 1 sargento. Un total
de 53 próceres que prodigó la ciudad del Portillo a la causa de la Emancipación
venezolana y suramericana, tal como detallaremos después.
A diferencia de otras localidades, como las que se
condujeron por la economía agrícola, tal es el caso de El Tocuyo, ciudad
donde estaba fuertemente estratificada
su población, en la que una minoría de propietarios de la tierra ejercía un
dominio de clase muy marcado por las formas de propiedad que imperan en el
campo, donde el esclavo, los agricultores asalariados y los jornaleros son
objeto de un fuerte dominio social y cultural, a lo que debe agregarse el apego
secular a las formas de explotación agrícola, que hacen de estos seres humanos conservadores
y poco proclives al cambio revolucionario, lo que nos conduce a pensar que no
se produjese allí en El Tocuyo tal entusiasmo patriótico como en la vecina
ciudad del Portillo de Carora. El artesano vive en el foco de la insurrección,
la ciudad. El agricultor vive en el campo, la zona del conservadurismo secular.
A la ciudad llegan las nuevas ideas, hay personas cultas, o que saben leer; en
la campiña por el contrario el ritmo lento de los cultivos conducen a la
quietud y el recogimiento.
Antecedentes de la Guerra de
Independencia en la Jurisdicción de Carora:
Creo que, sin embargo, no es descabellado afirmar que la
Gesta Independentista en Carora tiene algún antecedente de alguna
significación y que deben ser, en consecuencia, tomados como tal, como bien los
tiene la Guerra de Emancipación en Venezuela en el movimiento de José Leonardo
Chirinos o el de Gual y España, entre otros. En el caso de la ciudad del
Portillo se omite, quizá por temor a afirmar que la muy famosa Leyenda del
Diablo de Carora es, en efecto, un antecedente local de nuestra Gesta Patria.
Solo que este fue un movimiento de masas un tanto confuso, pero que ya muestra
un rechazo a las prácticas económicas de la monarquía de los Borbones.
Sucedió en 1736 que la ciudad de Carora, urbe que tenía
fuertes vínculos con el contrabando que infectaba las costas del Mar Caribe,
pues era una localidad artesanal que elaboraba famosos y bien estimados cueros
para la exportación, inclusive. Para sostener tan elaborado producto artesanal
la ciudad necesitaba un material que solo el contrabando le podía proporcionar:
herramientas para elaborar sillas, botas, badanas, cordobanes, etc. Estos
valiosos utensilios eran cuchillos, alicates, fuelles, clavos, tachuelas,
grapas, yunques, martillos, agujas, las cuales eran proporcionados por el
comercio holandés de las islas de Aruba, Curazao y Bonaire, y que entraba por
las costas del Estado Falcón. Este comercio ilícito no lo podía tolerar la
Compañía Guipuzcoana, empresa recién instalada en la Provincia de Venezuela y
que tenía su representación en la ciudad. Una de las misiones más importantes
encomendada a tal Compañía era, en efecto, combatir el tráfico ilícito de
mercaderías. Esta empresa de comercio auspiciada por la monarquía fue factor de perturbación, no solo en Carora,
sino en distintas regiones de la Provincia, tal como la Rebelión de Andresote
en los llanos del Yaracuy en ese mismo siglo XVIII.
De modo pues que los contrabandistas eran bien tratados y
se les tenía gran estima en estos lugares del occidente de Venezuela. Fue por
ello que al resultar presos algunos de ellos, un movimiento popular trata de
rescatarlos de las manos de las autoridades locales caroreñas. Logran, empero,
escapar. Fue inútil, pues los contrabandistas fueron sacados del Convento de
Santa Lucía, lugar sagrado donde se creyeron a buen resguardo, y sin juicio
alguno, arcabuceados en la cercana Plaza Mayor. Desde allí se dice que el
diablo anda suelto en Carora.
La alborada del 19 de Abril de
1810. Las cofradías y hermandades
caroreñas.
La caída de la monarquía de España en manos de Bonaparte
desencadena una serie de dramáticos cambios en la mentalidad de la América
hispana. Asistimos al derrumbe de la Escolástica y sus sutilezas barrocas,
penetra la ciencia moderna y experimental a sus centros de enseñanza, la
Ilustración entusiasma a las clases acomodadas. La cultura-dice Picón Salas- ya
tiene traje seglar. El sistema de castas crea serios y profundos resentimientos
sociales. Estamos en vísperas de la Revolución.
En 1804, un decreto real molestó enormemente a la
cofrádica ciudad de Carora y así como a la América hispana, pues el Rey Carlos
IV despojó de sus bienes a las múltiples cofradías y hermandades existentes
desde el siglo XVI, y a la cual pertenecían el grueso de su población que
entraban a ellas como hermanos. Estas “estructuras de solidaridad de base
religiosa”, tal como las llama el francés Michel Vovelle, eran las responsables
de que se creara en la ciudad una densa atmósfera religiosa hasta ahora poco
conocida y escasamente valorada. Con los bienes de las cofradías se financiaban
dos escuelas de primeras letras creadas por el Obispo Martí en 1776, por lo que
se creyó que sería el Real Decreto de Consolidación de Carlos IV un duro golpe
a la enseñanza así como a la economía eclesiástica, pues la Iglesia poseía
ricas haciendas de cofradías, llamadas “del Montón”, basadas en la explotación
de la mano de obra esclava. Estas obras pías atendían las necesidades de
enfermos, viudas, huérfanos, obligaba a los cófrades a asistir a las exequias
de los hermanos fallecidos. También prestaban dinero a interés. Eran las
hermandades, por así decir, un antecedente de los seguros sociales del
presente.
Nosotros hemos hecho un estudio del comportamiento de las
cofradías caroreñas durante los años del prolongado y sangriento conflicto
bélico que sufrió el país luego del 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811
hasta los años de la disolución de la Gran Colombia en 1830. Es una nueva
perspectiva de análisis histórico que arroja resultados sorprendentes e
inesperados. Veamos.
La “entrada” de hermanos y cofrades mide comportamientos
colectivos muy importantes y que habían pasado desapercibidos para los
cultivadores de la llamada “historia acontecimal”, aquella historia que le da
relevancia desproporcionada a la cronología, los grandes hombres, las batallas
y a los acuerdos y armisticios, pero relega al olvido a los anónimos hombres y mujeres
del común. En este caso se trata de los creyentes que cifraban sus esperanzas
en la vida de ultratumba, pero que en el ínterin de la vida terrenal se
agrupaban en tales “estructuras de solidaridad de base religiosa” para resolver
sus necesidades cotidianas en casos de enfermedad, muerte, viudez, horfandad. Así
también las hermandades resolvían problemas tales como educación, concedían
préstamos a interés. Eran, pues, tales hermandades un factor de sociabilidad y
de socorros mutuos que explican la gran estabilidad del orden colonial, y que
sin embargo, sus vidas institucionales se prolongan hasta la República para
llegar, de forma atenuada, hasta el presente.
Tomemos para comenzar el comportamiento de dos
hermandades. Entre los años 1795 y 1830 la entrada a las cofradías del Santísimo
Sacramento y Jesús en La Columna fue relativamente bajo, pues en ellas se inscribieron 240 hermanos en
la primera y 118 en la segunda, para un total de 358 hermanos inscritos en esas
tres décadas de confrontación. Es importante para hacer una comparación
temporal hacer notar que la cofradía del Santísimo inscribió entre los años
1716 y 1799 la significativa cantidad de 1.010 hermanos, y que la de Jesús en
La Columna hizo inscripción de 882 cófrades entre los años 1745 y 1799. Esa
caída significativa de las adscripciones revela el enorme estado de confusión y
de desconcierto que sufrieron las hermandades caroreñas, y por extensión toda
la sociedad, en esas décadas de enfrentamiento bélico.
La expedición mirandina de 1806, con toda la carga de
confusión y miedo que provocó en los católicos, motivó que entre ese año de tal
desgraciada expedición y 1809, se inscribieron 70 hermanos en la cofradía del
Santísimo y 20 en la de Jesús en La Columna, para un total de 90 nuevos
cófrades que seguramente pensaron en la amenaza protestante, los anticatólicos estadounidenses
e ingleses, enemigos declarados de la virgen y de los santos, así como de la
autoridad del papa.
Cuando se producen los acontecimientos del 19 de Abril en
Caracas, comienza el declive muy notorio de entrada a las cofradías de Carora,
descenso que tocará fondo en 1816. Entre esos 6 años la ciudad paga por su
rebeldía patriótica cuando el 23 de marzo de 1812 es tomada por las tropas del
capitán Domingo Monteverde. Dos años después, en agosto de 1814 paga de nuevo
Carora de manera más cruel su entusiasmo libertario cuando es asaltada por la
caballería del teniente de milicias de Coro José Manuel Listerri. Durante el
tiempo transcurrido entre estos dos asaltos la población huyó despavorida, sin
saberse su paradero, dice una fuente, el Libro de donaciones de Nuestra Señora
del Rosario, 1790. Entre esas dos fechas, 1810 a 1816, las hermandades
inscribieron 70 hermanos, de los cuales 47 lo hicieron en la del Santísimo, y
apenas 23 en la de Jesús en La Columna.
En los años siguientes
a 1816 hubo un repunte de inscripciones en las hermandades que se
extendió hasta 1821. Es el breve periodo de la Tercera República y en el cual
entran 50 hermanos a las cofradías mencionadas.
Después del triunfo patriota en la Batalla de Carabobo,
en 1821, se despoblaron por completo las dos hermandades que venimos
estudiando. En los años 1822, 1823 y 1824 nadie entró como hermano en ellas.
Entre 1825 y 1829, sólo 16 fieles se animaron a pertenecer a la cofradía del
Santísimo, y ninguno a la de Jesús en La Columna.
Había un compromiso que obligaba a los cófrades: realizar
misas cantadas o no y en gran número para hacer emerger a los hermanos difuntos de
ese tenebroso tercer lugar de la geometría del más allá, el purgatorio. Apenas
se realizaron 8 misas para aligerar sus
salidas de esa creación de la
Iglesia medieval francesa y que, por lo tanto, carece de base bíblica, según ha
establecido Michel Vovelle.
Asaltos
realistas y patriotas a Carora.
Recién iniciada la gesta independentista la ciudad
fue tomada por el brigadier francisco Rodríguez del Toro, quien la ocupó antes
de su marcha sobre la realista ciudad de
Coro en 1810. En 1811 fue nombrado su comandante el patriota Diego Jalón, quien
fue derrotado al año siguiente cuando Monteverde toma la ciudad.
El mejor estudio sobre la Guerra Magna en nuestra
jurisdicción larense la debemos a Lino
Iribarren Celis, quien afirma que Carora fue un objetivo táctico del brigadier
realista y gobernador de Coro José Ceballos, lo que propició la caída de la ciudad en manos del
capitán de fragata Domingo Monteverde el 23 de marzo de 1812. Pero la toma es
obra directa del indio Reyes Vargas, quien la planeó, le infundió su aliento y
la ejecutó al frente de los hombres de Monteverde. Derrota a sus defensores
Manuel Felipe Gil y Florencio Jiménez. En esa acción contó Reyes Vargas con el
decidido respaldo del sacerdote realista Andrés Torrellas. Esta acción, entre
otras, dice Iribarren Celis, contribuyó a echar por tierra el frágil edificio
de la Primera República, la cual culminó, como sabemos, con la capitulación de
Miranda en San Mateo el 25 de junio de 1812.
En el terrible año de 1814 la ciudad vuelve a sufrir otro
asalto realista, esta vez de la mano del teniente de milicias de Coro, bajo las
órdenes de José Ceballos, José Manuel Listerri, quien realiza su asalto con 100
hombres a caballo. En 1821 la ocupan los patriotas al mando del general Carlos
Soublette. Ese mismo año fue visitada por Simón Bolívar luego del triunfo de
Carabobo. Allí se hospedó en la casa conocida como “Balcón de los Alvarez”, del
18 al 22 de agosto de 1821, en su paso hacia la Nueva Granada. Un suceso
ocurrido en estos días es digno mencionar. El Libertador sufrió de fuertes
dolores abdominales luego de bailar por la noche, por lo que se pensó
erróneamente que había sido envenenado con una bebida llamada “resbaladera”, lo
cual fue desmentido vehementemente por la mujer que la elaboró, una de las
hermanas de los Siete Torres, todos ellos patriotas que murieron inmolados en la
guerra, por lo que se les conoce también como “Los Siete Macabeos de la
Independencia”. Las excusas de los edecanes de Bolívar no se hicieron esperar.
Entre abril y julio de 1822 fue Carora el cuartel general
del intendente del departamento de Venezuela, quien dirige la guerra en la
provincia de Coro, el general Carlos Soublette. Desde esta posición dirige sus
encuentros contra los realistas mariscal
de campo Tomás Morales y Judas Tadeo Piñango.
Las haciendas de las Cofradías
“del Montón” de Carora.
La Guerra Magna desarticuló las instituciones que se
habían estructurado a lo largo de tres siglos de orden colonial, el sistema
productivo, las obras pías, las haciendas de cofradías, llamadas “del Montón”,
y que tenían extensas posesiones al oeste de Carora, en dirección al Lago de
Maracaibo. Se basaban en la explotación de la mano de obra esclava por parte de
la Iglesia Católica, unos 160 negros de ambos sexos, de la etnia tare, dedicados
a la agricultura y a la cría. Se les decía “del Montón” porque ellas agrupaban
varias hermandades caroreñas, tales como la del Santísimo Sacramento, Nuestra
Señora del Rosario, Glorioso Príncipe de los Apóstoles, Señor San Pedro,
Benditas Animas del Purgatorio y Dulcísimo Nombre de Jesús. Fueron establecidas
a comienzos del siglo XVII.
Cuando estalla la Guerra de Independencia estas haciendas
se convirtieron en un objetivo militar estratégico. Pero sucedió que los
administradores de estas ricas haciendas no tomaron partido por alguno de los
bandos en pugna. Así, por ejemplo, le concedieron ganado mayor al realista Don
José Ceballos, quien atacó a los insurgentes en Bobare en 1813. El 31 de
octubre de 1816 entregaron 4 reses a José Tomás Morales cuando pasó por Carora;
entre 1813 y 1819 proveyó 71 caballos a las tropas del Rey dirigidas por el
indio Reyes Vargas y Don Vintila Navarro e, igualmente, 38 caballos a los
patriotas. Los revolucionarios embargaron en alguna ocasión las haciendas: 29
reses en junio de 1814; en diciembre de 1813
entregaron 31 reses para sostener las tropas realistas de Don José Javier
Alvarez. A todo ello habrá que agregar que algunos esclavos y peones se
incorporaron a la revolución en el terrible año de 1814. Estos esclavos
conocían de la insurrección de José Leonardo Chirino de 1795 escenificada en la
Serranía de Coro, pues eran frecuentes los viajes que hacían desde las
haciendas del Montón de Carora hasta las costas del mar Caribe en búsqueda de
la sal que tanto necesitaban las haciendas para elaborar sus productos lácteos
y la curtiembre de cueros.
Los decretos revolucionarios sumergen en una terrible
crisis a estas unidades de producción esclavistas propiedad de la Iglesia
Católica caroreña. En 1816 Simón Bolívar emite el Decreto sobre libertad de los
esclavos, en tanto que el Congreso de Cúcuta en 1821 abolió el tráfico negrero.
En estos años los mayordomos de las 10 cofradías no rindieron cuentas de los
fondos que de ellas llevaban. En 1828,
el famoso fraile Aguinagalde, el de la muy conocida maldición, acusa la difícil
situación de las cofradías, las faltas que cometen los mayordomos y lo decaídas
que están sus rentas. El religioso recriminó duramente a los mayordomos que las
hermandades bajo su responsabilidad no hacían misas por los difuntos, lo cual
era una obligación contraída por los cófrades al entrar a una de estas
estructuras de solidaridad de base religiosa.
De modo pues que el proceso de Emancipación significó un
profundo trastorno para la Iglesia venezolana, que se extendió por todo el
siglo XIX. En Carora fueron fracturadas las antiguas cofradías, sus haciendas
abandonadas por sus esclavos, y en un proceso de varias décadas, sus extensas
posesiones invadidas. La Iglesia jamás las pudo recuperar. En la actualidad
esas ricas y ubérrimas tierras se han convertido en grandes haciendas cañeras y
ganaderas.
La
procera ciudad de Carora.
Hemos dicho más atrás que la Guerra de Independencia
animó a un contingente muy significativo de caroreños a sumársele, a tal punto
que a Carora se le conoce como “Ciudad
procera de Venezuela”. Esta designación se la debemos a José María Zubillaga
Perera quien editó en 1928 en París el libro Procerato caroreño,
investigación histórica en la cual establece que 53 héroes de la Independencia entrega
la jurisdicción de Carora a la contienda, tal como veremos de seguido.
En primer lugar dos civiles destacan: Dr. Domingo Perera
y licenciado Pedro Regalado de Arrieche. Luego menciona el crecido contingente
militar caroreño: los Generales de División Jacinto Lara y Pedro León Torres.
Los coroneles Julián Montesdeoca, José María Niño y Ladrón de Guevara, Manuel
Morillo, Francisco Torres, Etanislao Castañeda, Domingo Riera, José María
Camacaro, “primera lanza del Perú”, Miguel Lara, Andrés María Alvarez, José
María Vargas, José de los Reyes González, y José Oliveros. Los tenientes
coroneles Rafael Rodríguez y Bruno Torres. Los comandantes Asisclo Torres, José
de la Trinidad Samuel, Lorenzo Alvarez, Juan Agustín Espinoza, Antonio Díaz.
Agrega José María Zubillaga Perera los capitanes Manuel
María Torres, José Antonio Samuel, Fernando Perera, Martín María Aguinagalde,
quien moriría asesinado en funciones de gobernador de la Provincia de
Barquisimeto en 1854, Carmelo Antía, Javier Chávez, José Ignacio Torres y
Arrieche, Juan Antonio Montesdeoca, Juan Alvarez. Los tenientes Juan Agustín
Montesdeoca, Simón Judas Crespo, Loreto Franquis, Juan José Urrieta, Luciano
Samuel, Andrés Pineda, José Manuel Samuel, José de la Cruz Samuel, Juan
Norberto Rodríguez, Juan López Samuel, Juan Carlos Santeliz, Jacinto Silva,
Manuel Fonseca. Los subtenientes Juan Manuel Santeliz, Marcelino Rodríguez. Los
sargentos Manuel Ramos, Policarpo Samuel, Juan José Samuel, Bernardino Torres,
Juan Bautista Torres.
A esta lista habría que añadir a dos personajes
relevantes que en un principio abrazaron la causa realista para luego pasarse
al bando patriota. Ellos son el “indio Reyes Vargas y el sacerdote Andrés
Torrellas, quienes después de la batalla de Carabobo y por efecto de las
políticas del Libertador, se hicieron fervientes partidarios de la
independencia.
A toda esta pléyade
de hombres habrá que agregar los anónimos hombres y mujeres caroreños que
no quedaron registrados para la historia, y que con sus esfuerzos y su sangre
derramada liberaron de la tiranía española a Venezuela y a la gran patria
suramericana.
Reconocimiento
del Libertador a los caroreños.
Desde su cuartel general de Trujillo, el general Simón
Bolívar, Libertador y Presidente de Colombia, se refiere de esta manera sobre
la ciudad y de sus habitantes:
“Caroreños: vuestra conducta leal y siempre
eminentemente laudable ha arrancado de mi corazón el sentimiento de la más
justa admiración. Sí, compatriotas: vosotros merecéis ser llamados hijos
beneméritos de la patria. Caroreños: el ejemplo que acaba de dar el coronel
Vargas poniéndose a vuestro frente para enarbolar el pabellón de Colombia, es
digno de la gratitud nacional. Seguidle, pues, en la senda del honor y de la
gloria republicana. Un solo esfuerzo más y viviréis libres y pacíficos porque
Dios ha coronado nuestra constancia con la victoria.”
Tales palabras de Bolívar fueron emitidas en el Cuartel
General Libertador en la ciudad de Trujillo el 26 de octubre de 1820, poco
antes de la crucial batalla de Carabobo. El Libertador muestra su entusiasmo
por el fervor patriótico de los caroreños. Con la muerte del general de
división Pedro León Torres en Yacuanquer, Colombia, en 1822, daría también muestras Bolívar de admiración
por el brío indoblegable y el fervor republicano de los caroreños en esa hora
excepcional vivida por Venezuela. Los generales de división Jacinto Lara y
Pedro León Torres se distinguieron además por haber sido partidarios fervientes
del Libertador. Torres vivió apenas 34 años, sus restos esperan aun ser
repatriados y llevados, como bien se merece, al Panteón Nacional.
El General de División Jacinto Lara, una vez terminada la
contienda, volvió a Carora, se dedicó a la tierra y fue Gobernador de la
Provincia de Barquisimeto entre 1843 y 1847. Desde el 24 de julio de 1811, sus
restos reposan en el Panteón Nacional.
Consideraciones
finales.
La antigua ciudad de Carora, situada en el occidente de
la antigua Provincia de Venezuela, fue durante el régimen colonial conocida por
su magníficas artesanías como la del cuero, la calidad de sus recias mulas, así
como sus numerosas vocaciones sacerdotales, su potente y acusado imaginario
religioso. Una vez que estalla la Guerra de Independencia la ciudad se
pronuncia con entusiasmo y fervor por la causa republicana, por lo cual sufre
de varios asaltos, tanto de realistas como de patriotas. Es significativo que
esta urbe diera tan gran contingente de próceres eminentes y destacados a la
Independencia, lo cual se constituye como una singularidad que deviene de la
estructura ocupacional de su población, dedicada mayoritariamente a las
artesanías, lo cual nos permite comprender tan significativo aporte de la
ciudad, unos 53 patriotas eminentes y de proyección suramericana, a la causa
independentista. Por ello se le conoce como “Ciudad procera de Venezuela”. Esta
realidad, de indiscutible mérito y significación histórica que le vincula con
su glorioso pasado, le ha dado a Carora una fuerte personalidad, un ethos que la distingue de otras
localidades, pueblos y ciudades de Venezuela.
Fuentes consultadas.
Cortés Riera, Luis Eduardo. Iglesia
Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI a XIX. Tesis doctoral presentada para optar al
grado de Doctor en Historia en la Universida Santa María, Caracas, 2003. Pp.
·40. En proceso de publicación.
Fundación Polar. Diccionario de
historia de Venezuela. Segunda edición. Caracas, 1997. 4 vols.
Iribarren Celis, Lino. La Guerra de
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Oropeza Vásquez. Luis. Vida y
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Rojas, Reinaldo. Historia social de
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1995. Academia Nacional de la Historia. Italgráfica S. A., Caracas. Pp. 398.
Rosales, Rafael María. Reyes Vargas:
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Ariel, S. A. Barcelona, España. Pp. 326
Zubillaga Perera, José María. Procerato
caroreño. Editorial Franco-Iberoamericana. París, 1928. Pp. 112.
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El autor del presente ensayo es Licenciado en Historia, Universidad de Los
Andes, Mérida, Venezuela, 1976. Magíster en Historia, Universidad José María
Vargas y Doctor en Historia, Universidad Santa María, Caracas, 2003. Docente de
la Maestría en Historia, Convenio Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico
Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, y Fundación Buría. Cronista de
Carora desde 2008. Discípulo de los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo
Rojas.
Pastor Oropeza y el Colegio Federal Caror
Cuando
investigaba para escribir mi trabajo de Maestría en Historia sobre el Colegio
La Esperanza o Federal Carora, visité la casa de este iniciador de la pediatría
en Venezuela, quien me dio algunas informaciones muy valiosas sobre su
educación secundaria en el instituto que dirigían los doctores Ramón Pompilio
Oropeza y Lucio Antonio Zubillaga. Me contó que se inscribió en el instituto el
18 de septiembre de 1911, después de que el Colegio reabriera sus puertas
después de permanecer clausurado desde 1900 por orden del presidente Cipriano
Castro y su ministro de Instrucción Pública, Dr. Eduardo Blanco. Fue por
disposición del presidente Gómez, su Ministro, Dr. Gil Fortoul, las diligencias del Dr. Ramón
Pompilio y Chío Zubillaga, a la sazón diputados que votaron favorablemente para
que Gómez se eligiera presidente por cuatro años en 1910, quienes aligeraron la
reapertura del instituto.
Para
comenzar debió Pastor, de 10 años de edad, presentar un examen de admisión
junto a otros muchachos: Felipe José Alcalde, José María Aldazoro, Ramón José
Alvarez, Ricardo Alvarez, Federico José Carmona, Fenelón Perera, Roberto
Montero, Carlos Montesdeoca, Juan Bautista Gallardo, José Clemente Montesdeoca,
José Franco, Gonzalo González, Flavio José Herrera, José Alejandro Riera, Félix
Lameda, entre otros. En el año escolar 1911-1912 cursó las clases de Gramática
Castellana, Geografía Universal, Francés (1er año), Inglés (1er año), Higiene.
Entre 1912-1913 estudió Retórica y Ejercicios de Composición, Latín (1º y 2º
año), Francés (2º año), Inglés (2º año), Aritmética Práctica y Razonada,
Geografía e Historia de Venezuela (asignatura que por vez primera se dictaba en
el Colegio), Nociones de Historia Natural y de Química, Historia Universal,
Taquigrafía. Para 1913 y 1914 (año de la langosta), estudió Gramática
Castellana, Algebra, Geometría, Botánica y Zoología, Latín y Raíces Griegas,
Alemán, Complementos de Historia Universal, en especial de España y América. En
el año escolar 1914-1915 lo hizo en Literatura Castellana y su Historia,
Alemán, Física (1er año), Mineralogía y Geología, Química, Filosofía y su
Historia (1er año). Para finalizar el joven Pastor de 15 años se inscribió en
el Tercer Año del Curso Filosófico en 1916 para cursar Literatura y su
Historia, Física (2º año), Cosmología y Cronología, Biología y Antropología,
Filosofía y su Historia (2º año). Como se habrá notado, el arrollador avance
del positivismo cientificista en nuestros medios académicos de principios del
siglo XX no logra desplazar las asignaturas ligadas a las Humanidades, tales
como el Griego y el Latín, una lengua que había dejado de ser universal desde
el siglo XVII, así como la Gramática, Filosofía, Retórica, entre otras.
En
1916, año de la gran inundación que sufriera Carora, obtuvo Pastor su título de
Bachiller en Filosofía y Letras. Fueron sus maestros y guías en la ciudad del
Portillo Manuel Torrealba Ramos, Cecilio “Chío” Zubillaga Perera, Rafael Tobías
Marquís, doctores Ramón Pompilio Oropeza y Lucio Antonio Zubillaga, Director y
Sub Director del Colegio Federal Carora respectivamente. Fue determinante en su
vocación de médico la influencia que recibiera del Dr. José María Riera, quien
egresó de la Universidad de Caracas a finales del siglo XIX y que luego haría
estudios de perfeccionamiento, como lo haría el mismo Pastor, en Francia, país
que por aquel entonces era el faro luminoso de los estudios médicos a escala
universal. El Dr. Riera era el jefe del “Mochismo” en Carora, fundó en 1898 el
Club Recreativo Torres, recibió y le dio apoyo a Cipriano Castro a su paso por
la ciudad en 1899, y murió asesinado en 1900. El médico Miguel Riera Meléndez,
su descendiente, me mostró en su casa unas fotografías y el instrumental de
cirugía del Dr. José María con los cuales recibió lecciones de anatomía en la
Ciudad Luz, París.
Pastor
continuaría sus estudios en la Universidad
de Caracas, donde se recibió de Doctor en Ciencias Médicas en 1924, allí
obtuvo conocimientos de los doctores José Gregorio Hernández, Henrique Toledo
Trujillo, Luis Razetti, Enrique Tejera, Francisco Antonio Rísquez, José
Izquierdo. En París recibió el título de Médico Colonial en 1928. El Dr. Pastor
es reconocido como una eminencia a escala planetaria en los estudios de Pediatría
y atención maternal. Una gloria para caroreños y venezolanos. “Cuando yo me inicié
como pediatra, Venezuela era una necrópolis”, me dijo en aquella oportunidad.
Las haciendas de las cofradías del Montón de Caror
En
tiempos de la Guerra de Independencia existían en los sitios de Siruma y
Camururo, al este de Carora (actual carretera
Lara-Zulia) unas florecientes haciendas propiedad de la Iglesia Católica y que fueron establecidas a
principios del siglo XVII. Se les llamó “del Montón” porque agrupaban a las
cofradías del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, Glorioso
Príncipe de los Apóstoles, Señor San Pedro, San George, Benditas Animas del
Purgatorio, Dulcísimo Nombre de Jesús. El centro religioso y administrativo de
tales propiedades eclesiásticas estaba en Burere y comprendía sitios y poblados
como Guedes, Daguayure, La Redonda, Zaragosa, La Sabaneta, Boraure, Los
Quediches, Venadito, Cadillar, Lagunita, Hueso de Venado, Burerito, habitados por unas 600 personas,
según estimó el Obispo Martí en 1776.
El
funcionamiento de estas haciendas se basaba en la mano de obra esclava, unos
160 negros (en su mayoría de la etnia tare), hombres y mujeres que se dedicaban
a la cría de ganado mayor, cabras, chivos, gallinas, sembraban maíz, chícharos,
plátanos, caraotas, piñas, entre otros rubros. El mayordomo era el canario Don
Trinidad Franquis, quien anotó que entre 1812 y 1819 los esclavos consumieron
311 reses, 223 cabras y chivos, 41 arrobas de queso, se gastaron 168 pesos en
la manutención de esclavos y sirvientes, y otros 363 pesos por el costo del
vestuario para los esclavos y concertados. Se les proveía de frazadas,
chinchorros, sombreros de palma, lienzo tejido, chaquetas, botas y zapatos. Se
compraba algodón en Boconó para la elaboración de la ropa, pues las criadas de
las cofradías tejían lienzos e hilaban algodón para tales fines.
La
disciplina en aquellas grandes extensiones se mantenía a la fuerza, y para ello
existían en Burere dos calabozos para encerrar a los negros rebeldes. Sin embargo
ellos podían comprar su libertad, la que valía unos 290 o 240 pesos, lo cual
era una gran cantidad de dinero. Los esclavos tenían un gran valor y por esta
razón se les atendía en caso de enfermedad, para ello se contrató al curioso
Juan José Serrano y al licenciado don Francisco Antonio Sanz para curarlos de
las tulliciones, calenturas e ictericia, sus males más frecuentes. Los
capitales que producían las haciendas se repartía así: 8.242 pesos para los
venerables curas y capellanes de las cofradías (68 %), 1.832 pesos (15 %) renta
del sacristán mayor, 1.016 pesos salario de concertados y jornaleros (8%) ,192
pesos para pagar a peones y arrieros, 173 pesos consumidos en medicinas, comida
y asistencia, 363 pesos para vestuarios de esclavos y concertados, 168 pesos
consumido en la manutención de esclavos.
Cuando
estalló la gesta independentista estas haciendas se convirtieron en objetivos militares
estratégicos, pero sus administradores
le suministraban ganados, caballos y alimentos a los dos bandos enfrentados.
Tal es el caso del ganado mayor que se le entregó al realista Don José
Caballos, 4 reses a Francisco Tomás Morales, 71 caballos para las tropas del
rey dirigidas por el indio Reyes Vargas y Don Vintila Navarro, 38 caballos del
sitio El Potrero para los patriotas, el 31 de diciembre de 1813 se entregaron 31 reses para sostener
las tropas realistas de José Javier Álvarez, y no faltó que algunos peones y
esclavos se fueran tras la revolución. Fue el comienzo de la desarticulación de
estas haciendas, pues nada pudo hacer don José María de Oropeza, alcalde
primero y mayordomo de la cofradía del Sacramentado para evitar tales fugas,
pues otros graves problemas se presentaban en aquellos fatídicos días, pues el
vecindario de Carora andaba huyendo entre los años 1813 y 1814, y ni siquiera
había hermanos de las cofradías a quien citar, escribió Vicente Cabrales,
Notario Publico.
Durante
el siglo XIX las haciendas del Montón terminaron por desaparecer gracias al
relajo administrativo de sus mayordomos, en 1831 se fugaron otros 9 esclavos,
sus tierras fueron ocupadas poco a poco, los censos perdidos, a lo cual se sumó
la abolición de la esclavitud en 1854. Pero el golpe de gracia se las dio el
mayordomo José Paulino Guerrero, quien dejó en herencia a sus descendientes
muchas posesiones y censos de mucho valor de las cofradías. Esta dramática
situación fue planteada al Obispo Guevara y Lira en visita pastoral a Carora en
1865 por notables caroreños como Rafael Antonio Álvarez, José María Zubillaga,
Agustín A. Álvarez, Desiderio Herrera, Flavio Herrera, Rafael Montesdeoca, Julián
Gallardo, Norberto Piñango, Pedro Montero, Antonio María Zubillaga, Teodoro
Zubillaga, José F. Álvarez, Jacobo Haim Curiel, Agustín Zubillaga, Pablo Arapé,
Manuel María Herrera, entre otros. Pero nada se pudo lograr para salvar aquel
anacrónico sistema productivo, el cual es el antecedente de la gran propiedad agroindustrial
que se instaló en esas magníficas tierras
en el siglo XX.
Iglesia católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora en el siglo XX
Hace dos años
terminábamos de redactar nuestra Tesis Doctoral, que tras 6 años de
investigación, presentáramos en la Universidad Santa María y con la tutoría del
Dr. Reinaldo Rojas con el título de Iglesia Católica, cofradías y mentalidad
religiosa en Carora, siglos XVI al XIX (en prensa), cuando sentimos el
profundo compromiso de terminar, tal como era el deseo original, con el siglo
XX caroreño en sus manifestaciones culturales y religiosas. Ahora, sin las urgencias académicas y los
apremios temporales, nos disponemos en tono más sereno y reposado a pensar, a
intuir, como mágica expresión de Don Mariano Picón Salas, la colectividad de
Carora, una de las urbes venezolanas más singulares y distintivas. Su catolicidad, su conservadurismo y la inclinación
de sus hijos por el cultivo del conocimiento han sido desde hace siglos sus
marcas más indelebles.
Digamos que nuestro
empeño investigativo se ha orientado por el esfuerzo de construir una historia
social de la cultura, empírica y analítica en sus procedimientos para
aprehender los factores más sutiles que son las convicciones religiosas, las
antiguas solidaridades regionales,
las tradiciones educativas y de
formación cultural, la pertenencia a un determinado sexo o
generación (1). Todo ello determinado
por una dependencia de las fuentes archivísticas y de unos criterios
científicos establecidos en la búsqueda de la verdad. Es decir, hacemos una historia social de la
cultura y no una historia cultural de lo social afincada de modo extremo en el
desarrollo del lenguaje, vehículo que hace posible la vida mental (2). En este sentido afirmamos que la historia
social de la cultura necesita cultivarse y desarrollarse aún y por mucha más
tiempo en Venezuela. Es un paradigma que
si bien ha sido puesto en cuestión en Europa y los EEUU, aún tiene mucho que
hacer en nuestros medios académicos y de investigación. En este
sentido hemos creado la
________
1.
Véase: Chantier, Roger El mundo como
representación Chartier es uno de los más destacados historiadores
culturales franceses y colaborador de los Annales durante largos años.
2.
Cf. Iggers, Georg. La ciencia histórica
en el siglo XX. Las tendencias actuales. 1998.
P.
113 y sgtes.
Línea de Investigación llamada Redes sociales,
cultural y mentalidad religiosa, Maestría en Historia, Programa
Interinstitucional Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado”, Universidad
Pedagógica Experimental “Libertador”, Instituto Pedagógico de Barquisimeto
“Luis Beltrán Prieto Figueroa” desde el año 2002.
Hemos
llegado a la convicción de que mucho de su realidad y de su existencia le debe
a la antigua ciudad de Carora al catolicismo como una estructura mental que
condicionó los modos de comportamiento de sus moradores desde el siglo XV. Se trata de un discurso, la promesa bíblica
de salvación, que se difundió entre nosotros a través de un vehículo de
proyección universalista, la lengua castellana.
Tal discurso experimentó notables actualizaciones históricas con el
Concilio de Trento (1549), “sufrimos aún los efectos del Concilio de Trento”,
ha dicho Octavio Paz, el Concilio Vaticano I (1869), y la encíclica Rerum
Novarum (1891) y Vaticano II (1962) Vehículo y discurso que son como los
componentes culturales más persistentes y que han permanecido en su unidad y
coherencia durante siglos. Es que el
discurso católico no ha perdido su legitimidad y eficacia. Durante 300 años de coloniaje gozó de
completa aceptación y unanimidad, aunque es necesario destacar que ella se vio
perturbada durante la Guerra Magna, pero luego de estos sucesos el país siguió
siendo fiel a la Silla de San Pedro.
En
el caso que particularmente nos ocupa, la “levítica” Carora, debemos hacer
referencia que tal discurso le dio nombres al poblado recién fundado, Nuestra
Señora de la Madre de Dios de Carora (1569) y San Juan Bautista del Portillo de
Carora (1572), y motivó a sus primeros pobladores a iniciar un proceso de
Evangelización forzada, pues estaba escrito que Cristo volvería cuando se
convirtiera a la fe católica el último de los seres humanos. El Concilio de Trento por su parte, repotenció
el espíritu asociativo y mutualista de los españoles mediterráneos al permitir
que en el Nuevo Mundo se crearan las hermandades y cofradías, tal como la que
en 1585 se erigió en Carora con el nombre del Santísimo Sacramento, la cual
permitió la entrada de indios y negros, como expresión de un acto de
proselitismo religioso. Además es el
discurso del catolicismo quien promueve el ordenamiento económico con la
creación a comienzos del siglo XVII de las haciendas de cofradías, situadas al
oeste de la ciudad, en la dirección al Lago de Maracaibo, haciendas que con el
transcurrir el tiempo habrían de ser llamadas “del Montón”.
En
el siglo XVIII era la ciudad una comunidad eminentemente artesanal, tal como lo
destacaron distintos viajeros. Nosotros
hemos puesto de relieve que esa numerosa población dedicada a las labores del
cuero, la platería y la carpintería eran los miembros de las numerosas
cofradías que existían, con lo cual podemos afirmar que Carora era una ciudad
artesanal y cofrádica pues eran las hermandades como los gremios naturales de
los artesanos en aquel siglo.
No
menos importante resulta decir que fue el Derecho Canónigo y a través de las
dispensas matrimoniales, lo que permitió que las clases de los
principales, descendientes de los
conquistadores, criollos y españoles recién llegados experimentaran un intenso
proceso endogámico que dio como resultado, en el siglo XIX a la “godarria
caroreña”, tal como hoy la conocemos.
Todavía en la década de los 60 del siglo pasado, se podían ver los bancos
de la iglesia de San Juan con los apellidos de la “godarria” impresos en sus
espaldares. El matrimonio vincula de
esta manera las estructuras económicas y de propiedad a las estructuras
sociales. Sin dispensas matrimoniales no
hubiese sido posible la formación de la “godarria caroreña” y no hubiese sido
posible la preservación del patrimonio económico en el interior de pequeños
grupos de familias. Pero hay acá un
endogamia que nos llama la atención particularmente, es decir, la endogamia
espiritual que en torno al dogma del catolicismo vincula de manera estrecha a
esta reducida clase social y de raigambre mantuana que se mantiene aún hoy en
Carora.
Es
así como en una realidad determinada y en un tiempo de larga duración, hemos
podido constatar la enorme fuerza cohesionadora de lo social de un cuerpo de
ideas y conceptos que como el catolicismo no ha perdido jamás su legitimidad en
un lago transcurso histórico. Ni aún los
trágicos sucesos posteriores a 1810 significaron un trauma profundo y de conceptos
de la fe en una ciudad que siguió siendo conservadora en las cuestiones de sus
creencias centenarias. Sin embargo
debemos manifestar que ese unanimismo de la fe en Carora hubo de sufrir algunas
alteraciones que se produjeron en el seno de esa misma fe, y que dieron lugar a
que se formaran sus más reconocidos imaginarios: en 1736 el asalto de un
convento dio lugar a la “Leyenda del diablo de Carora”, en tanto que la
expulsión del fraile Aguinagalde en 1859 dio origen a la “maldición del
fraile”.
Otro
de los imaginarios de la Jurisdicción eclesiástica de Carora en el tiempo
histórico colonial, pero que no ha sufrido traumas significativos, ha sido el
surgimiento y consolidación del fervor marianista en la vecina población de
Aregue bajo la advocación de la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de
Aregue, devoción que se instaló acá en el siglo XVII proveniente del Reino de
Santa Fe y que tiene fuertes elementos sincréticos, pues a diferencia de la
homónima Virgen Zuliana, es la Chiquinquirá nuestra una virgen india.
De
modo pues que resulta evidente que estamos colocados frente a una ciudad en la
que ha dominado una verdadera atmósfera religiosa, un clima de sensibilidad
católico en el que ha jugado un rol esencial la Iglesia de San Juan Bautista
del Portillo de Carora, centro irradiador y propulsor del discurso del
catolicismo, y sus 12 hermandades y cofradías, estructuras de solidaridad de
base religiosa, expresión de Michel Vovelle, que propiciaron la formación de
esta atmósfera metafísica.
De
modo pues que si pudiésemos hacer abstracción quitándole a Hispanoamérica su
catolicidad, poco quedaría en pie de sus instituciones, modos de vida y sentido
de su existencia. A su alrededor el
catolicismo organizó y le dio dirección a ambas vidas, a ésta, la terrenal, y a
la otra, la verdadera vida, la vida de ultratumba. En ese sentido podemos establecer que
entre nosotros los hispanoamericanos se
ha conformado una histórica y muy
particular idea de la muerte y que nosotros hemos llamado la muerte barroca en
la cual dominan dos caras antagónicas y opuestas ante el fin de la existencia
humana: el horror y la fascinación.
El
discurso del catolicismo reguló pues, los tres componentes esenciales de lo
humano: el lenguaje, el trabajo y la cooperación. Así no es posible obviar esa serie de
palabras de nuestro uso corriente que derivan de la fe: nuestros onomásticos,
nuestras fiestas, el sentido lineal de la historia humana y que terminará en el
Juicio Final, nuestra idea de las relaciones entre el hombre y la mujer, el
sexo, la procreación, nuestro comportamiento tanto individual como social. Del mismo modo el trabajo y la producción de
los bienes de subsistencia acusan una fortísima impronta religiosa. Una frase es significativa e ilustrará
cabalmente esta idea y no es otra que aquella que reza: “danos Dios el pan
nuestro de cada día”. Nuestro ser no
tiene consistencia propia, es una dádiva que Dios, en su magnificencia e
infinita bondad le confiere a todas las cosas.
En este sentido no tenemos ser propio, sino que es un ser prestado.
Nuestra
idea del trabajo y del descanso está normado por la cronología religiosa en el
Eclesiastés y la liturgia establece qué días son los laborables y cuáles
no. La sentencia bíblica de que ganarás
el pan con el sudor de tu frente nos acompaña en todo momento, pero el sentido
del trabajo y del ahorro tiene un connotaciones muy diferentes entre
católicos mediterráneos y pietistas alemanes, tal como lo estableció con genio
y agudeza el sociólogo Max Weber en su célebre y polémica obra La ética protestante
y el espíritu del capitalismo, una lectura a la inversa de Karl Marx y que
dio lugar al nacimiento de la psicología comprensiva basada en el término Vertehen
(comprender lo humano), por oposición a erklaren (explicar
reduciendo a leyes) (3).
Y
creemos que no ha habido un aglutinador de los seres humanos más efectivo que
la religión, palabra que deriva del latín re ligar. Ya lo decía Freud al decir
que la religión no es sólo una ilusión, sino que basa su efectividad en que es
un fenómeno histórico. Las ideas
reterotestamentaroas de la “tierra prometida” y la liberación del yugo egipcio
motivaron y motivan a los afroamericanos del norte y a la Teología de la
Liberación al sur del Río Grande. De
este modo podemos afirmar que los dictados del Concilio de Trento (1549) ha
normado y reglado nuestra vida social de una manera pocas veces comprendida.
Trento animó la conformación en toda América hispano-lusa de las llamadas
estructuras de solidaridad de base religiosa de las cofradías y hermandades,
una base para la sociabilidad que acusa una fuerte impronta corporativista y
mutualista que procede de una de las religiones más medularmente marianistas de
España, a saber, Extramadura y sus ciudades emblemáticas, Trujillo y
Cáceres. Fue este espíritu asociativo el
que explica los términos de la sociabilidad que animó a nuestras ciudades
coloniales durante los tres siglos de coloniaje y buena parte de nuestra vida
republicana, hasta que con la irrupción desde el subsuelo de una inmensa
riqueza petrolera, el país dejó
atrás a seculares y efectivas formas de auxilios sociales y se
ha encaminado por el estrecho túnel del individualismo burgués de la
modernidad. El sociólogo norteamericano
Immanuel Wallerstein no ha advertido la tragedia que significa que el
capitalismo haya destruido milenarias formas de asociatividad en todo el
mundo. Y más aún ha dicho el
recientemente fallecido antropólogo brasileño Darcy Ribeiro al advertir que en
Norteamérica ha existido una fuerte tendencia gregaria y que por siglos dio
nacimiento a millares de asociaciones-refugio, ha sido progresivamente utilizado
en contra del ciudadano y haberse convertido en una nueva fuente de alineación (4). Podemos afirmar que las
______
3. Martínez
Miguélez, Miguel. La Nueva Ciencia.
Su desafío, lógica y método. 2002. P. 195.
4. Ribeiro,
Darcy. Las Américas y la Civilización. Proceso de formación y causas del
desarrollo desigual de los pueblos americanos. 1992. P. 413.
cofradías en Venezuela y en
particular en la vieja ciudad de Carora tuvieron una efectiva presencia en la
comunidad hasta a mediados del siglo XX cuando salud y educación sufrieron un
proceso de secularización indetenible y que no ha tenido pausa hasta los días de
hoy.
Cuesta trabajo hacernos
una idea de cómo y en el transcurso de pocos años (medio siglo) la sociedad
venezolana dejó atrás y en el olvido colectivo estas formas de cooperación que
nos acompañó desde los años genésicos de nuestra conformación como pueblo. Un siglo atrás, pongamos por caso, tener una
papeleta de una cofradía era tan importante y tan vital como poseer hoy un
carnet del seguro social. Si bien es
cierto que el positivismo y los regímenes de gobierno que se inspiraron en la idea de progreso, prepararon
el camino hacia la secularización y laicización de la sociedad, no fue sino
hasta después de la segunda década del siglo pasado cuando este proceso se
acentúa invadiendo y penetrando las zonas más inaccesibles de nuestro sentir
colectivo. Protector del catolicismo y
propiciador de que se instalaran en el país diversas órdenes religiosas y
católico devoto lo fue el dictador Juan Vicente Gómez, pero esta condición de
régimen personalista y absoluto no podía haber detenido un proceso inevitable y
fatal hacia el “desencantamiento del mundo”, movimiento universal del espíritu
que en Venezuela se aceleró de manera drástica y atropellada con el
advenimiento de una súbita e inesperada riqueza: el petróleo. ¿Estaba el país preparado para aquello? ¿Fue
capaz nuestro pensamiento decimonónico inspirado en el paradigma positivo de
configurar en nuestro colectivo la asunción de una nueva sociabilidad
científica, es decir, positiva?
Sin embargo hubo zonas,
pueblos y ciudades que quedaron al
margen y como
detenidos, ajenos a esta
gran corriente transformadora de nuestro medio rural y analfabeta, de
hábitos mentales agrícolas y de creencias afincadas en la Escolástica las unas
y las otras que son un producto de lo popular y
asistemático. Es lo que ahora nos motiva
y estimula, comprender de qué manera y bajo cuáles condicionamientos la ciudad
de Carora, como otras tantas del país, entró abruptamente en el siglo XX, e intentar
captar lo singular y específico de tales cambios y entender cuáles fueron las
permanencias y las resistencias que en lo colectivo e individual frenó o
desestimuló este proceso. Estamos
pensando en la tremenda y hasta la traumática inserción de los protestantes en
la ciudad en la década de los veinte, o en la negativa de la Iglesia católica
local y que a través de Monseñor Pedro Felipe Montes de Oca se opuso ¡en la
década de los cincuenta! a que se fundase una capítulo del Rotary Club
Internacional en la levítica ciudad de Carora
Pero es menester destacar que el
hilo conductor de esta segunda parte de nuestra investigación y referida al
siglo XX lo seguirán siendo las cofradías y hermandades, estructuras de
solidaridad que continuaron funcionando con regularidad, pero que siguieron
sufriendo un proceso que se inició, ya hemos visto, en el siglo XIX, esto es,
la confiscación de las cofradías por las clases hegemónicas de la ciudad,
quienes no son otros que los famosos “godos de Carora”, clase social excluyente
pero aceptada por el resto de la sociedad como la clase dirigente en los asuntos
sagrados y profanos.
Ya habíamos afirmado en nuestro
trabajo sobre la educación secundaria (5) que los godos caroreños ejercieron,
en el sentido gramsciano del término, una verdadera hegemonía ideológica y
cultural en la ciudad desde los albores del siglo XIX. Fue una clase que, a no dudarlo, se preparó
para ello. Los libros de cofradías del
siglo XX están salpicados de los nombres y apellidos de sacerdotes, médicos,
militares, poetas, educadores y abogados con los apellidos de la godarria:
Álvarez, Oropeza, Zubillaga, Herrera, Montes de Oca, Meléndez, González, Riera
y otros más.
El médico e historiador caroreño,
doctor Ambrosio Perera ha afirmado que a pesar de aquella separación de castas,
había en la ciudad una pacífica convivencia (6), lo que
nos ha motivado a indagar y comprender de qué manera tal
hegemonía se fundamentó en el dominio que sobre lo sagrado y los asuntos de la
fe ejerció esta clase social, y de cómo la pertenencia a la antigua cofradía
del Santísimo Sacramento, fundada en 1585, los hizo aparecer ante el resto de
la sociedad como herederos legítimos
de una antigua tradición e
historia, y en tal sentido, como las personas que se adueñaron
de la memoria: toda clase, social hegemónica intenta apropiársela y con ello
consolidar su hegemonía, tal y como el historiador francés Jacques Le Goff ha
sostenido (7) quien agrega que “Apoderarse de la memoria y del olvido es una de
las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que
ha dominado y dominan las sociedades históricas”.
______
5. Cortés
Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora
1890-1937. (1997).
6. Véase
de este autor Historial genealógico de familias Caroreñas. 1967. Tomo I
(Introducción).
7. 7.
Véase de este historiador de las mentalidades y de las representaciones e
imaginarios colectivos su
obra. El orden de la memoria
El tiempo como imaginario. 1991. PP. 134, 140 y 141.
Nos sentimos fascinados por las
permanencias, por las “prisiones de larga duración” como llamara Braudel a las
convicciones religiosas que actúan subrepticiamente pero sin pausa en la larga
duración, pero también nos interesa el cambio en el tiempo corto de los
acontecimientos, tales como la llegada a la ciudad de los Reverendos Padres
Escolapios y la forma en que a mitad del siglo pasado se imbricaron y hasta
chocaron con las convicciones e intereses de la clase hegemónica y poco
cristiana por su sentido exclusivo de los “godos de Carora”, o de cómo la
Iglesia caroreña se opuso y hasta condenó los indetenibles avances de la mujer
en el camino de su emancipación social, cultural, sexual y reproductiva.
De modo
pues que la religión sigue siendo nuestra protagonista en esta parte segunda de
nuestro trabajo, sólo que en esta segunda entrega la religión es un actor que
entre sus espacios, que retrocede en el horizonte dramático y profundo de un
proceso iniciado desde tiempos de la ilustración y que ha continuado con las
doctrinas comteanas y spencerianas del siglo XIX, el marxismo materialista que
llegó tardíamente a estas tierras, pero que ha tenido un enemigo mucho más
eficaz y que la misma Iglesia ha cohonestado, la sociedad de consumo
materialista, hedonista y adoradora del instante y del ahora que se ha
instalado entre nosotros en la segunda mitad de este “siglo corto” el siglo XX,
tal y como le ha llamado el gran historiador británico Eric Hobsbawm.
P A R T E I
Carora entre siglos: de la Escolástica al
Positivismo
(1875-1925)
Cuando se aproxima el
fin del siglo XIX es la ciudad de Carora una localidad en la que una fuerte
herencia del pasado se transparenta y expresa en su arquitectura de viejos
templos y casonas coloniales, su actividad económica precapitalista en sus
múltiples talleres de artesanos, unas actividades agropecuarias basadas en
especies vegetales (la caña de azúcar y el café) y animales (los ganados
bovino, caprino y caballar) traídos al Nuevo Mundo americano por los españoles
en los siglos XVI y XVII, su apacible vida transcurrida parroquialmente entre
las clases populares que habitan Barrio Nuevo, El Terreno o El Yabal, humildes
hombres y mujeres en su mayoría analfabetos y católicos, la hegemonía social y
cultural que ejercen los descendientes de los españoles y los recién llegados
de los siglos XVII y XVIII, los “godos de Carora”; es decir una sociedad que
desde su implantación en el siglo XVI como ciudad de Blancos (1569) ha regido,
organizado su vida social y creado sus imaginarios y representaciones más significativos
desde la perspectiva de uno de los discursos más coherentes y acabados que ha
conocido la cultura occidental, el catolicismo universal en su versión
hispánica. Es decir que España, esa
península metafísica, legó a la cultura hispanoamericana éste, uno de sus
ingresos primarios y fundamentales que ha configurado decisivamente sus
coordenadas sociales y culturales.
Sin
embargo, esta vieja tradición colonial y católica no podía permanecer intacta
después de varias centurias, pues en el siglo XIX habría de enfrentar un fuerte
proceso secularizador expresado en la idea de progreso del positivismo,
filosofía que pregonaba una nueva sociabilidad y enviaba al ámbito de lo
privado las creencias religiosas. Es, en resumidas cuentas, un proceso de
modernización con nuevas formas de vida urbana, educación formal y la
secularización de valores y normas. (1).
Hemos
escogido una fecha emblemática en la historia de Carora, 1875, momento en que,
a nuestro entender se produce un acontecimiento cultural de profundas consecuencias en cualquier sociedad, y no es otro que la introducción de
_________
1. Habernas,
Jurgen. El discurso filosófico de la modernidad. 1985. P. 12.
una institución social muy importante: la
imprenta. La palabra impresa sacudió
profundamente la conciencia de aquella sociedad anclada en el pasado, que
meditaba y valoraba su vida desde la perspectiva de la transcendencia
metafísica y lo orientó hacia la curiosidad por el presente y lo inmediato. Una
curiosidad interesada y práctica particularmente viva en el político o en el hombre de negocios (2). En efecto, fue en 1875 cuando se fundó el
primer órgano periodístico con el nombre de La Patria, la cual le
siguieron una buena cantidad de otros impresos, de entre los cuales destacan El
Impulso (1904) fundado por el Br. Federico Carmona, y El Diario
(1919) dirigido por José Herrera Oropeza.
A la imprenta le seguirá la
educación formal secularizada con la fundación, en 1890, de un colegio de
secundaria particular, el Colegio La Esperanza, institución creada y animada
por la godarria caroreña, quien colocó en la rectoría al Dr. Ramón Pompilio
Oropeza, en el interés y la imperiosa necesidad de que allí se educaran sus
hijos como nuevos agentes de su hegemonía social y cultural (3). Seguidamente, en 1894, irrumpió en la cuidad
una novedosa forma de sociabilidad, la que por inspiración alglosajona y
victoriana recibiría el nombre de Club recreativo, al que le siguió el epónimo
de un héroe de la Independencia, el General Pedro León Torres. Fue este un club aristocrático, excluyente
y sexista fundado por
el adalid del “mochismo local”,
el Dr. José María Riera.
Como habrá podido notarse, estos
tres hitos socio-culturales emprendidos por la clase dl “patriciado caroreño”,
tal como conceptúa el historiador Ambrosio Perera en su monumental obra de
juventud titulada Historial Genealógico de Familias Caroreñas (1933) a
esta clase social excluyente y de raigambre mantuana, la que copó los
escenarios sociales, institucionales y culturales de su ciudad en un proceso
que tímidamente se inició a fines del siglo XVIII, pero que se consolidó a todo
lo largo del siglo XIX y que continuará hasta los días que corren. Paradójicamente, esta clase
social que emprende
esta inaplazable modernización,
es también ella misma la depositaria y la que dirige los asuntos de la fe. De modo pues que la “godarria caroreña” se halla
colocada polarmente entre dos
extremos, el del conservadurismo
_________
2. Prólogo de Henri Berr a la ora de Georges
Weill titulada El Periódico: Orígenes, evolución y función de la prensa
periódica. P. VII.
3. Véase
nuestro trabajo Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora 1890-1937.
(1997).
religioso por un lado, y la
actualización modernizante por el otro.
Dicho en otras palabras, es una clase social que asume, interpreta y
dirige dos discursos enfrentados y antagónicos, la Escolástica como paradigma
del conservadurismo por un lado, y por el otro el Positivismo decimonónico,
garante del progreso social, al que se llegará después de superar el obstáculo
que suponen las iglesias y otros credos metafísicos trabados en las sociedades
de occidente.
Sabemos
que el Iluminismo del siglo XVIII se canceló, o mejor dicho, tuvo su
continuidad con la llegada del Positivismo a Venezuela en la década de 1870, y
que debió enfrentar a su contraparte religiosa y necesariamente dogmática del
catolicismo, doctrina sólidamente imbricada en la sociedad. En Carora el catolicismo basó su fortaleza en
las muy bien organizadas cofradías, en el discurso oral de curas y sacerdotes,
“intermediarios culturales” que vertían al populacho sus lecturas de las
Escrituras, textos redactados en una lengua tan sagrada como iniciática: el
latín. La promesa bíblica de salvación
debió de vérselas con una doctrina tan teleológica como ella misma, el progreso
indetenible de la sociedad, idea que maravilló y atrapó a las mentes de muchos
de aquellos que se ilusionaron con la Ilustración, cuerpo de ideas liberadas de
todo tutelaje que entre nosotros no tuvo ocasión de prender. “Tenemos fiesta porque no tuvimos
Ilustración”, dice repetidamente Octavio Paz.
Y de sobra las teníamos: fiestas religiosas y fiestas paganas plagaban
el calendario desde enero a diciembre.
El nuestro era un calendario sagrado.
De modo
pues que no nos sorprenda que de modo festivo fuese recibida en Carora la
imprenta en 1875, institución social (4)
que de forma
decisiva contribuirá a la
difusión del nuevo paradigma en la ciudad. Todo ello es lo que explica que en tal comunidad,
aislada y pequeña (8.000 habitantes) se imprimiera un tabloide que le canta y
da loas a uno de los más notables descubrimientos del siglo XIX, Los Rayos
Roegten (1897), y de otro que le rinde culto a la nación más civilizada de
Europa y a su lengua: Le Petit Fígaro (1890), o que un joven bachiller
formado en el Colegio de La Concordia de El Tocuyo dirigido por Egidio
Montesinos, fundara a la vuelta de siglo, en 1904, un periódico de circulación
diaria con un nombre inspirado en los avances de la
Física del siglo
que moría:
_________
4. La
expresión es de Karl Popper y se encuentra, entre otras de sus obras en La
Miseria del historicismo. 1981. P, 167 y siguientes.
El
Impulso (5). Ninguno de los múltiples
periodiquillos de Carora que circulaban en estos 50 años de su existencia podía
dejar de mencionar y de usar las palabras claves del positivismo decimonónico
nuestro: progreso, orden, ciencia, civilización, higiene, o frases laudatorias
como “la culta Europa”, “el correcto caballero francés”, “la fina y exquisita
vajilla y regalos ingleses”. “El Imán,
botiquín al estilo parisiense” (6), a lo que habría que agregar la permanente
diatriba política en torno al liberalismo amarillo y sus representantes
locales, en los que se confunden militares y civiles: General Andrés A.
Álvarez, Coronel Francisco Franco Urrieta, Dr. Tertuliano Herrera, Gral.
Francisco Antonio Nieves, Br. Rafael Herrera Oropeza, Roseliano R. Bracho, José
Antonio Perera, Coronel Francisco Montero, Juan Bautista Franco. . . . miembros
del flamante Partido Liberal Independiente Rehabilitador que expresaba sus
ideas a través de su Órgano de difusión La Palanca (1891), pero también
se observa en estos “heraldos del progreso” un entendible amor por el terruño y
un sentido parroquial alimentado por el aislamiento geográfico y el apego de
sus locales a viejas tradiciones y costumbres.
No nos sorprenda pues que don José Herrera Oropeza en su recién fundado
órgano periodístico, El Diario (1919) haya hecho la publicación por entregas
de las Aventuras de Robinson Crusoe , un homenaje y reconocimiento a un
hombre que, como la Carora aislada y remota, sabe sortear con éxito múltiples
desafíos y dificultades (7).
Pero nuestra admiración por el
progreso, la ciencia y la civilización del siglo XIX no obedecía a un
conocimiento directo o doctrinal de la filosofía positiva. Nadie en Venezuela recitó oraciones
positivistas o asistió templos de la nueva religión de la ciencia como en
Brasil y Chile. Fue una idea, un
espíritu de la época, más o menos espontáneo y no orgánico que se sincretizó
con las ideas del liberalismo local en torno a figuras como el General Antonio
Guzmán Blanco, o en menor media con los doctores Juan Pablo Rojas Paúl y Raimundo Andueza
Palacio, herederos políticos de
________
5. EL
Impulso, una empresa de carácter familiar circuló en su
ciudad natal hasta 1919, año en que, por olfato de las oportunidades de su
fundador, decide mudarse a Barquisimeto.
6.
Los Rayos Roentgen.
11 de febrero de 1897.
7.
Don Mariano Picón Salas, nuestro gran
historiador de la cultura, ha afirmado que la lectura del Robinson Crusoe fue
muy popular en las colonias americanas del norte, en donde se interpretó como alegoría del trabajo
colectivo y la autonomía. Véase de este autor De
la Conquista a la Independencia y otros estudios.
1987.
la
causa federal. Habría que esperar a que
el enterramiento político del liberalismo por el general Cipriano Castro y la
asunción al poder del general Juan Vicente Gómez (1908-1935) propiciara la
elevación del positivismo como filosofía del régimen gomecista y sus
cultivadores: José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya.
Pero el positivismo
decimonónico no podía, y ése era su propósito, desplazar del psiquismo profundo
de los seres humanos a un sistema de creencias y de valores firmemente
arraigado y que había moldeado en buena medida nuestra cultura y nuestro ser
social durante varios siglos, el catolicismo.
De modo pues que éstas dos visiones del mundo no les quedó otra
alternativa, a pesar de sus radicales antagonismos, que convivir y adaptarse de
forma sincrética el uno al otro.
Contribuyó a ello el carácter teleológico, la confianza de que al final
de los tiempos todo será mejor para la humanidad. Pasemos a analizar de inmediato la prensa
caroreña de la época para mostrar de qué manera se expresan en ella tales
discursos.
En 1904,
1° de enero, vio la luz el
diario El Impulso, en cuyo
contenidos encontramos palabras y contenidos, implícitos o no de ambas
corrientes ideológicas. Comienza
señalando que bajo “el halagüeño auspicio de la paz (…) comienza la vida del
periodismo diario” en la ciudad. Más
adelante se refiere en término completamente spencerianos que “fue depurado el
organismo de la Patria de la fiebre de odios”.
Equipara a la sociedad a un organismo vivo y al malestar social y a la
guerra como elevación de la temperatura corporal manifestándose en éste un
estado febril. Al tiempo en que varias y
repetidas veces se menciona la palabra progreso admira “las conquistas
científicas del pasado siglo”, esto es, “las aplicaciones de la electricidad
(…), el telégrafo como vehículo del pensamiento que ha suprimido las
distancias, pero más adelante y en un pequeño artículo titulado “La Paz” se
lee: “los pueblos se alistan alborazados para proseguir la marcha por los
derroteros de la civilización y progreso…” y, acto seguido y en términos
decididamente apocalípticos podemos leer: “Abdicó el reino de las tinieblas, su
imperio de exterminio entre el caos de lágrimas y sangre, surge el arcángel de
la justicia social, en luz bañada la divina frente”. (8).
________
8. El
Impulso. N° 1. 1° de enero de 1904. P. 2.
Esa
convivencia continuará. Así, en el N° 21
de esta misma publicación encontramos ya un santoral: “Miércoles 27- Santos de
hoy: Nuestra Señora de Belén, San Juan Crisóstomo, obispo, confesor y doctor y
Santa Ángela de Mérici, virgen y fundadora de la Ursulinas”. Más adelante celebra la mejoría de salud de
un sacerdote, el Pbro. Julio Montes de Oca, en tanto que otro reverendo, el
Pbro. Lucio Antonio Gutiérrez Meléndez, un adelantado de la teología de la
liberación y de quien tendremos ocasión de hablar, anuncia que el “Hospicio
San Antonio de Padua”, de que soy
Fundador y Director, marcha bien”. En el N° 24 de 30 de enero de 1904 dice El
Impulso de Carora que “Es este un pueblo esencialmente religioso, que se
encariña con todas esas obras que se dedican a Dios” y agrega “Bien por el
culto, bien por los jóvenes y progresistas Curas, y bien por el honorable
Mayordomo de la Cofradía del Santísimo”.
De modo pues que podemos inferir que fue este novel diario durante sus
primeros años un órgano de prensa muy lejos de ser anticlerical y mucho menos
escéptico en asuntos de la fe. Daba
espacio suficiente a la Iglesia católica, su línea editorial era decididamente
de adherencia a esta fe que hasta llegó a afirmar que “el más importante de los
órdenes sociales (reside) en la magnificencia pública de los edificios
levantados al culto”. (9).
El hecho
de que el catolicismo haya sido durante siglos una religión difundida
fundamentalmente por el discurso oral, dirigido a la población analfabeta (en
Carora de fines de siglo XIX llegaba al 90%) no impidió que se editaran
pequeñas hojas y periódicos con esta orientación y que no cabe duda de que eran
leídos en voz alta al grueso de la población ágrafa y católica. (10).
Fue así como nació en 1893 el quincenario El Bien Común “bajo el
patrocinio de María Inmaculada. Órgano
de intereses del Círculo Católico de esta ciudad” (11),
la revista El Amigo de los Pobres (1901) “Bajo el amparo de San Antonio
de Padua” con aprobación eclesiástica.
Director, el padre (Lucio Antonio) Gutiérrez Meléndez, Administrador,
Pbro. Dr. Carlos Zubillaga otro de los sacerdotes caroreños adelantados de la
Iglesia social y que orientaron su apostolados en los dictados del Concilio
Vaticano I (1869) y la Encíclica Rerum Novarum (1891), otra revista religiosa y
también dirigida por el padre Lucio Antonio Gutiérrez Meléndez fue El Paduano
(1913) (12).
_________
9. El Impulso. N° 64. 19 de marzo 1904. P.
2.
10. Cf.
Chartier, Roger. El mundo como representación, Historia cultural: entre
práctica y representación. 1999.
11. Silva
Montañés, Ismael. Bibliografías. Imprentas y periódicos caroreños. 2001.
P. 68. Esta revista tuvo, dice este
autor, una segunda época hacia 1917. P. 83.
12. Ibid.
P. 81.
Para culminar esta
parte, debemos agregar que El Diario (1919) periódico de circulación
diaria y suplió a El Impulso, luego de qu éste se mudara a Barquisimeto
en 1919, se muestra de forma parecida al diario de Federico Carmona en lo
atinente a la religión, así podemos leer:
CULTOS DE MAÑANA
Domínica 8ª de
Adviento
Segunda Clase de la
Semidoble y Ornamento Morado
Oficios sin preces. Conmemoración de la Inmaculada
Concepción en su
octava. Misa sin gloria y sin
3ª Oración. Prefacio de
Trinidad.
A lo que agrega:
ORDEN DE MISAS
En San Juan, a las 5
a.m. y a las 7 a.m.
En San Dionisio, a las
6 a-m.
En la tarde, hora de
adoración en San Dionisio (13).
Esta
es la genuina ciudad de Carora que se expresa tal como ella es en su
profundidad, una sociedad raigalmente religiosa a la que se le ha barnizado
superficialmente con ideas y conceptos nuevos y que pronto quedarían en el
museo del pensamiento, el positivismo cientista decimonónico.
_________
13. El Diario. N° 85.
Sábado 13 de diciembre de 1919.
CARORA
A COMIENZOS DEL SIGLO XX.
VIDA
RELIGIOSA Y COFRADÍAS
El positivismo en Venezuela, a diferencia de Europa,
debió de difundirse en una sociedad precapitalista y latifundista que veía en
las ideas de progreso y orden una vía para superar el atraso y la
barbarie. Pero estas doctrinas
naturalísticas no significaron entre nosotros un ataque frontal y sistemático a
las instituciones clericales como herederas de una tradición dogmática que
debía superarse por intermediación de la ciencia. Más bien hubo entre nuestros hombres de
pensamiento una coexistencia de discursos entre fe y razón. Así podemos observar que en la Carora de
comienzos de siglo XX nuestros ciudadanos aprendían en el Colegio La Esperanza,
fundado en 1890, los fundamentos de esta doctrina de raigambre francesa,
asistían al Club Recreativo Torres, muy a la manera inglesa, leían los
diferentes periódicos que desde 1875 se imprimían en la ciudad, pero, y es lo
que es muy notable, seguían siendo miembros y asistían a las reuniones y
participaban en los diferentes eventos que preparaban y animaban las diferentes
hermandades y cofradías existentes y que tenían sus sedes en las Iglesias de
San Juan Bautista y San Dionisio Areopagita.
Era una vieja tradición el pertenecer a una hermandad, y
a pesar de que ya estábamos en un nuevo siglo, ellas satisfacían incertidumbres
psíquicas que la ciencia y la filosofía contemporánea no lograron responder con
eficacia: ¿Qué es la vida de ultratumba?, ¿Existe otra vida después de la
terrena?. La certeza de la muerte y la
existencia de una institución, la Iglesia católica, como la única que garantiza
un tránsito al otro mundo explica esta conducta gregaria y social. Observemos a continuación dos hojas sueltas
que con un lenguaje cargado de misticismo escatológico ofrecen una redención y
constituyen una promesa de salvación, veamos:
Al leer estas dos hojas, una de 1907 y otra de 1937, no
debemos olvidar que la ciudad estaba aún dominada por concepciones médicas
superadas y paradigmas pre-pasteurianos que ocasionaban grandes mortandades:
IGLESIA
DE SAN JUAN BAUTISTA DE CARORA
DEFUNCIONES
(*)
A Ñ O S
|
DIFUNTOS
|
1895-1904
|
1.029
|
1905-1914
|
405
|
1915-1924
|
341
|
1925-1934
|
444
|
1935-1944
|
339
|
TOTALES:
|
2.558
|
(*) Fuente: Libros
de Defunciones Parroquia de San Juan Bautista.
1895-1945 A partir de 1905 la Parroquia de San Dionisio
comenzó a llevar su propio registro de difuntos, lo que explica la aparente
reducción de las muertes en la Parroquia San Juan.
Ya sabemos que Venezuela fue azotada en 1918 por la horrorosa
epidemia de la gripe española, peste bubónica (1908), fiebre amarilla (1941),
fiebre tifoidea (1946), gastroenteritis, difteria, meningitis y dengue, entre
otras.
Pero las hermandades satisfacían otras necesidades
humanas muy sentidas, el espíritu asociativista y gregario. Pero a inicio del siglo XX se observa que
estas estructuras de sociabilidad continúan siendo confiscadas por la clase
dominantes de los “godos de Carora”.
Pero antes veamos los números en bruto:
COFRADÍA
DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
HERMANOS
INSCRITOS 1905-1919
AÑO
|
TOTAL
|
HOMBRES
|
MUJERES
|
SIRVIENTES
|
1905
|
31
|
12
|
19
|
04
|
1906
|
42
|
16
|
26
|
04
|
1907
|
31
|
10
|
21
|
04
|
1908
|
46
|
18
|
28
|
05
|
1909
|
38
|
11
|
27
|
05
|
1910
|
27
|
13
|
14
|
02
|
1911
|
14
|
02
|
12
|
05
|
1912
|
32
|
15
|
17
|
07
|
1913
|
21
|
06
|
15
|
04
|
1914
|
22
|
12
|
10
|
04
|
1915
|
12
|
06
|
06
|
01
|
1916
|
18
|
09
|
09
|
03
|
1917
|
27
|
13
|
14
|
01
|
1918
|
41
|
19
|
22
|
04
|
1919
|
17
|
07
|
10
|
07
|
419
|
169 (40%)
|
250 (60%)
|
55 (13%)
|
Nótese la prevalencia
del elemento femenino (60%) frente al masculino (40%), tendencia característica
de nuestras cofradías durante toda su larga existencia, a excepción de
comienzos del siglo XVII cuando los hombres dominaban a las mujeres en número
de personas que “entraban” a la del Santísimo Sacramento después de 1641.
Al leer estas dos hojas, una de
1907 y otra de 1937, no debemos olvidar que la ciudad estaba aún dominada por
concepciones médicas superadas, paradigmas pre-pasteurianos que ocasionaba
grandes mortandades.
IGLESIA
DE SAN JUAN BAUTISTA DE CARORA
DEFUNCIONES
(*)
AÑOS
|
DIFUNTOS
|
|
1895-1904
|
1.029
|
|
1905-1914
|
405
|
|
1915-1924
|
341
|
|
1925-1934
|
444
|
|
1935-1944
|
339
|
|
TOTALES:
|
2.558
|
(*)
Fuente: Libros de Defunciones Parroquia de San Juan Bautista.
1895-1945:
A partir de 1905 la Parroquia de San Dionisio comenzó a llevar su propio
registro de difuntos, lo que explica la aparente reducción de las muertes en la
Parroquia de San Juan.
Ya sabemos que Venezuela fue azotada en 1918 por la
horrorosa epidemia de la gripe española, Peste bubónica (1908), fiebre amarilla
(1941), fiebre tifoidea (1946), gastroenteritis, difteria, meningitis y dengue,
entre otras.
Para las hermandades satisfacían otras necesidades
humanas muy sentidas, el espíritu asociativista y gregario. Pero a inicio del siglo XX se observa que
estas estructuras de sociabilidad continúan siendo confiscadas por la clase
dominantes de los “godos de Carora”. Pero
antes veamos los números en bruto:
COFRADÍA
DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
HERMANOS
INSCRITO 1905-1919
AÑO
|
TOTAL
|
HOMBRES
|
MUJERES
|
SIRVIENTES
|
1905
|
31
|
12
|
19
|
04
|
1906
|
42
|
16
|
26
|
04
|
1907
|
31
|
10
|
21
|
04
|
1908
|
46
|
18
|
28
|
05
|
1909
|
38
|
11
|
27
|
05
|
1910
|
27
|
13
|
14
|
02
|
1911
|
14
|
02
|
12
|
05
|
1912
|
32
|
15
|
17
|
07
|
1913
|
21
|
06
|
15
|
04
|
1914
|
22
|
12
|
10
|
04
|
1915
|
12
|
06
|
06
|
01
|
1916
|
18
|
09
|
09
|
03
|
1917
|
27
|
13
|
14
|
01
|
1918
|
41
|
19
|
22
|
04
|
1919
|
17
|
07
|
10
|
07
|
TOTAL
|
419
|
169
(40%)
|
250
(60%)
|
55
(13%)
|
Nótese la prevalencia del elemento femenino (60%)
frente al masculino (40%), tendencia característica de nuestras cofradías durante
toda su larga existencia, a excepción de comienzos del siglo XVII cuando los
hombres dominaban a las mujeres en número de personas que “entraban” a la del
Santísimo Sacramento después de 1641.
Veamos ahora la forma en que la “godarria caroreña”
copó los espacios de esta cofradía:
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
GODOS Y GENTE A SU SERVICIO ASENTADOS
1905-1919
ÁLVAREZ
|
46
|
(10,9%)
|
HERRERA
|
25
|
(5,9%)
|
RIERA
|
22
|
(5,2%)
|
CARMONA, YEPEZ
|
||
MARMOL, MONTAÑES
|
||
CRESPO
|
19
|
(4,5%)
|
GUTIERREZ
|
14
|
(3,3%)
|
ZUBILLAGA
|
13
|
(3%)
|
OROPEZA
|
12
|
(2,8%)
|
MELENDEZ
|
11
|
(2,6%)
|
MONTES DE OCA
|
10
|
(2,3%)
|
PERERA
|
09
|
(2,1%)
|
SILVA
|
06
|
(1,4%)
|
GENTE A SU SERVICIO
|
55
|
(13%)
|
TOTAL
|
247
|
(59%)
|
(*)
Fuente: Libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1905-1916. Folios 1 a 65.
Mayordomo Antonio María Zubillaga.
Observemos la notable preponderancia de los
elementos que: pertenecen a la “godarria caroreña”, es decir 192 personas y que
representan un 46% del total de personas asentadas. Hemos agregado este cuadro a 55 personas que
fungen como gente al servicio (mujeres de servicio y capataces) de los “godos
de Carora”. Ellos revela como una
manifestación de una obligación muy arraigada desde el Medievo europeo: la obligación
de enseñar la doctrina cristiana a las personas que viven bajo el mismo techo
del señor (1). Veamos en detalle quiénes
eran estos humildes servidores y las casas en las cuales laboraban:
1. CF.
Flandrín, Jean-Louis. Orígenes de la familia moderna. 1976P. 134.
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
PERSONAL AL SERVICIO DE LOS GODOS DE CARORA
INSCRITOS 1905-1919 (*)
AÑO
|
GENTE DE SERVICIO
|
“VIVE EN CASA DE”
|
1905
|
Natividad
Navas
|
Ángel Montañés
|
1905
|
Raimunda
Torres
|
Lisímaco Oropeza
|
1906
|
Hortensia
Cuicas
|
Flavio Herrera
|
1906
|
Hercilia
Camacaro
|
Pedro Crespo Meléndez
|
1906
|
Ramona
Meléndez
|
Manuel José Perera
|
1907
|
Francisca
Serrano
|
Vicente González
|
1907
|
Felipa
Perdomo (andina)
|
Ygnacio Oropeza
|
1907
|
Francisca
Timaure
|
Lisímaco Oropeza
|
1907
|
Gumersinda
Leal
|
Julia Silva de Álvarez
|
1908
|
María
Almeira
|
Jacobo Curiel
|
1908
|
María
del Carmen Primera
|
Gilberto Zubillaga
|
1908
|
Rosalía
Sánchez
|
Hprtemsoa de Meléndez
|
1908
|
Rufina
Álvarez
|
Ernesto Álvarez Silva
|
1908
|
Presentación
Mascareño de Pérez
|
Amenodoro Riera
|
1909
|
Francisco
Riera (El Cardonalito)
|
Gilberto Zubillaga
|
1909
|
Benicia
Torcate
|
Ramón Herrera
|
1909
|
Lucrecia
María Ocanto
|
Delfina González
|
1909
|
Adela
Verde (Aregue)
|
Amalia Álvarez
|
1910
|
Jacinto
Gallardo
|
Caporal del Sr. Ramón Herrera en
Quebrada Arriba
|
1910
|
Bernardina
Querales
|
Concepción Silva
|
1911
|
Efigenia
Campos
|
Tirso Álvarez
|
1911
|
Ysabel Chirino
|
Criada de
Rosaura Montes de Oca de Hernández
|
1911
|
Ramona
Mogollón
|
Servicio de
Sara Meléndez de Perera
|
1911
|
Fidelina
Figueroa
|
Ibid
|
1911
|
Constantina
García
|
Criada de Rosa
Montes de Oca
|
1912
|
María Pérez
|
Amenodoro
Riera
|
1912
|
Petrona Riera
Rodríguez
|
Ibid
|
1913
|
Ramona del
Carmen Perera
|
Gilberto
Zubillaga
|
1913
|
Pascuala
Serrano
|
Juvenal Montes
de Oca
|
1913
|
Sofía Herrera
|
Antonio María
Zubillaga
|
1913
|
Filadelfo
Torres
|
Mayordomo
Hacienda La Gallera, Arenales
|
1914
|
Berdiana
Mogollón (El Cují)
|
Elvira Yépez
de Montañez
|
1914
|
Francisca
Mogollón Sulvaran
|
Antonio María
Zubillaga
|
1914
|
Francisca
Escalona
|
Concepción
Perera Silva
|
1915
|
María
Rodríguez (Curarigua)
|
Ramón Herrera
|
1916
|
Hortensia
Gutiérrez
|
Dolores Montes
de Oca
|
1916
|
Bárbara Rosa
Marchán
|
Jaime Riera
|
1917
|
Mercedes
Morales de Gutiérrez (Curarigua)
|
Carmelita
Herrera de Perera
|
1918
|
Pánfila
Vásquez
|
Jacobo Curiel
|
1918
|
Carmen
Torrealba
|
Elena
Gutiérrez
|
Paula Crespo
|
Sirve casa
Amenodoro Riera
|
|
1918
|
Luisa Torres
(Arenales)
|
Roberto Riera
|
1919
|
Enriqueta
Torres (Arenales)
|
Criada casa
Dolores Álvarez de Riera
|
1919
|
Luisa Amado
|
Vive en casa
del suscrito (Antonio María Zubillaga)
|
María Figueroa
|
Vive en casa
del suscrito (Antonio María Zubillaga)
|
|
Eulalia
Álvarez
|
Vive en casa
del suscrito (Antonio María Zubillaga)
|
|
1919
|
Dorotea
Sánchez (Quebrada Grande)
|
Al servicio de
Teresita Gutiérrez de Álvarez
|
(*) Fuente: Libro de la Cofradía del Santísimo
Sacramento 1905-1996. Folios 1 a 66. Mayordomo: Antonio María Zubillaga.
Esta
gente de servicio goza de una particularidad muy especial, pues al vivir en una
casa de los godos participa de la cultura de élite letrada, alfabetizada, pero
también lo hace de la llamada cultura popular, oral y analfabeta. Son, al decir de Michel Vovelle (2) una
suerte de intermediarios culturales, mestizos culturales en la dialéctica
cultura de élite-cultura popular. Ellos
ayudan a reforzar los valores de la clase de los godos, pero es un hecho
incontrovertido y poco estudiado, que con sus valores populares impactan a los
sectores hegemónicos de la ciudad. El
mundo de las élites Caroreñas se puede definir por el paso por los Colegios de
Secundaria (la Cátedra de latinidad del fraile Aguinagalde (1829), el Colegio
San Andrés (1855) del Dr. Ezequiel Contreras, el Colegio de La Paz (1864) del
Lic. Rafael Antonio Álvarez y el Colegio La Esperanza y Federal Carora
1890-1891, del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, lugares en donde la élite accedió a
las humanidades clásicas y a su instrumento, el latín, lengua que ha
contribuido en América Latina a conformar la mentalidad de élites como la ha
sostenido el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (3), por el acceso a las
bibliotecas, la de los doctores Ramón Pompilio Oropeza y Lucio Antonio
Zubillaga, Jacobo Curiel, Andrés Riera Silva, Cecilio Zubillaga Perera, la
frecuentación de lugares de encuentro con el Club Recreativo Torres (1894).
Pero
la cultura popular es impartida por la cultura de élites, hemos dicho; y
este fenómeno de
aculturación se observa en una culinaria compartida, las caraotas
fritas, la carne esmechada, el suero; en las formas humorísticas
democratizadoras, la presencia
de la comadrona en los
partos de las godas; la Curandería de la
Sábila y el cují; la nodriza que amamantó al escritor Antonio Crespo Meléndez:
el mesonero del botiquín o del Club Torres; el autodidacta que ha fabricado su
cultura, el inspirado mesiánico que sueña con cambiar el mundo que no es otro que el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga
y su hermano
Cecilio “Chío”
________
2. Vovelle Michel. Ideologías y mentalidades.
1985. P. 161.
3. Véase
de este autor: El dilema de América Latina. 1977. P. 170
Zubillaga,
intermediarios agentes de la difusión del saber y del poder, por una parte,
héroes prometeicos por la otra. Son los
hombres que asumen la defensa de los desheredados y los humildes de la tierra,
pero que se ha formado en el seno de la cultura de élites. Son dos verdaderos intermediarios culturales
en la Carora de Comienzos del siglo XX, y a los que habría que agregar al
farmaceuta Jacobo Curiel, los sacristanes, las maestras de escuela, Rosario
Montero, María Auxiliadora Álvarez de Salcedo, María Perera Álvarez, Carmen
Elena Montes de Oca, Olga Oropeza de Gallardo, Atala Oropeza Riera, Adela
Virginia Riera, Petra Crespo de Aldazoro, los médicos y cirujanos Andrés Riera
Silva y José Luis Andrade, los educadores Manuel María Torres, Agustín Álvarez,
el Dr. Ezequiel Contreras, Lázaro Perera, Emis Maduro, Ramón Perera, Dr. Ramón
Pompilio Oropeza, Rafael Tobías Marquis.
No podían faltar unos personajes emblemáticos que son los vendedores
ambulantes de leche o de conservas, las putas y los locos, que cumplen en toda
comunidad una función importante de aculturación descendiente. (4).
Como
bien podrá haber sido notado, nosotros hemos agregado entre el universo de los
dominantes y el de los dominados a esta cincuentena de mujeres de servicio como
genuinos intermediarios culturales de la Carora del Primer Cuarto del Siglo
XX. Estas mujeres y algunos hombres, son
gente de extracción popular y campesina, son andinas o proceden de Aregue,
Curarigua, El Cardenalito, Arenales o Quebrada Grande, y sus apellidos
contrastan con los de los godos: Serrano, Mogollón, Marchán, Querales, Cuicas,
Navas, Gallardo, Chirino, Camacaro. Todo parece indicar que los godos
propiciaban el que estas mujeres entraran a las cofradías y con ello entraban
en contacto con la religiosidad ortodoxa de las élites a la vez que su
religiosidad popular impregnaba a la de las élites. Las hermandades y cofradías estaban creando
de tal forma unas verdaderas redes sociales de solidaridades y de apoyos entre
las clases. Esta conducta gregaria
permitió, a no dudarlo, a crear en la ciudad una pacífica convivencia, no
obstante del impenetrable aislamiento social imperante, según manifestó
Ambrosio Perera (5). Es que en toda
sociedad existen elementos perturbadores, pero también estabilizadores como ha
indicado el historiador Eric Hobsbawm al comentar la extraordinaria aportación
de Karl Marx al pensamiento histórico (6).
. Vovelle, Michel. Op.
Cit. P. 161 y sgtes.
5. Véase de este autor Historial
genealógico de familias caroreñas. 1967. Tomo I. P. XXV.
6. Véase de Hobsbawn ek
el ensayo “¿Qué deben los historiadores a Karl Marx?” o también “Marx y la
historia”. En: Sobre la historia. 2002. P. 148 a 175.
PERSONAJES DE RELEVANCIA INSCRITOS EN LA
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO ENTRE 1905 Y 1919
LA MUERTE DE LA CONFRADÍA JESÚS EN LA COLUMNA Y GLORIOSO MARTIR SAN
GEORGE EN 1947
Cuando comenzaba el siglo XX, los hermanos de la Cofradía
del Santísimo se distinguían porque asistían al templo de San Juan Bautista con
una visible y colgante cinta o coseta blanca con una medalla de la cofradía en
forma de custodia en el centro, con una inscripción en la circunferencia de
“Alabado sea el Santísimo Sacramento”.
Estos hombres y mujeres visitaban a los enfermos llevándoles el sagrado
Viático, costeaban el alumbre, incienso, música y canto en el día de Corpus, en
las Minervas, en la misa de la Ascensión, a la función parroquial de la mañana
del Jueves Santo, los Oficios Matinales de la Iglesia, la Procesión del Domingo
de Resurrección, adornaban e iluminaban el monumento en Semana Santa. (1). Esta
singular cofradía del Sacramento se constituyó a los ojos de los hombres y
mujeres de comienzos del siglo XX en un hilo directo con un pasado remoto y al
cual se sentían vinculados. Así, el
artículo 1° de la Constitución (1900) dice que “La Cofradía del Santísimo
Sacramento es la misma establecida por nuestros antepasados en esta
ciudad el 27 de Enero de 1585 y cuyas prácticas piadosas se han estado
observando en cuanto ha sido posible hasta hoy” (2). Aún cuando su objetivo es de carácter ultramundano,
la adoración del Ser Supremo, la cofradía cumplió efectivamente con darle
coherencia y proporcionarle un origen común inobjetable a la godarria
caroreña. Al final de esta Constitución
aparecen los nombres de los más distinguidos representantes de esta
clase social, veamos:
_________
1. Constitución
de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1900. Folios 39 y sgtes. En Libro
Mayor de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
2. Ibid
subrayado nuestro.
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO
SACRAMENTO
FIRMANTES CONSTITUCIÓN
DE 1900. (*)
Agustín Horacio Álvarez, Cura y
Vicario
Antonio María Zubillaga, Mayordomo
Jacobo J. Curiel
Gilberto Zubillaga
Ramón Gutiérrez
Roberto Riera
Jaime Riera Meléndez
Francisca Oropeza de Marquis
Carmen Oropeza
Teresa Oropeza
Dolores Herrera
Dimas Montes de Oca
Carolina Riveros
Zoila Rodríguez
Cleofe Giménez
Francisca de Perera
Eva María Perera
Carmen Perera
Virginia Madrid
Francisca Oropeza
María Eulalia Oropeza
Elena Riera Montañez
Josefina Montañez Yépez
Matilde Silva
Romelia Herrera
María Leonor Herrera
Ester de Álvarez
Manuela Álvarez Yépez
Lucrecia Meléndez de Meléndez
Obdulia Lozada
Gregoriana Lozada
Rosario Álvarez
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO
SACRAMENTO
FIRMANTES CONSTITUCIÓN
DE 1900. (*)
Rosalina Hernández
Josefa Martínez
Sulpicia Álvarez
Josefa de Mogollón
Pastora Nicolasa de González
Rosario Riera
Mercedes Gutiérrez
Eliana Montes
de Oca
Eufrosiana de
Álvarez
Raimunda Primera
(*) Fuente: Libro Mayor de la
Cofradía del Santísimo Sacramento. Folios 42 a 44.
Dorotea
Sánchez (Quebrada Grande)
|
Al servicio de
Teresita Gutiérrez de Álvarez
|
(*)
Fuente: Cofradía del Santísimo Sacramento 1905-1996. Folios 1 a 66. Mayordomo: Antonio María
Zubillaga.
Después
de dos siglos de ilustración, enciclopedismo y positivismo, de perfección
racional y de frialdad de la razón, estos caroreños de comienzos del siglo XX
intuían que estos sistemas filosóficos no tomaban en cuenta ni resolvían el
dolor o el malestar de la vida humana. Por
ello, los más significativos elementos de la sociedad plenaban con sus nombres
los libros de las cofradías Caroreñas cuando en Europa nadie ponía en duda el
triunfo del individualismo burgués y el liberalismo. Veamos esos nombres:
COFRAFÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
PERSONAJES DE INTERÉS INSCRITOS
1905-1919. (*)
AÑOS
|
NOMBRES Y
APELLIDOS
|
OBSERVACIONES
|
1905
|
PEDRO FELIPE
MONTES DE OCA Y SILVA
|
FUTURO
MONSEÑOR
|
1906
|
GERMAN HERRERA
|
MAYORDOMO DE
LA VIRGEN DEL CARMEN
|
1906
|
PBRO. DR.
PEDRO MANUEL ÁLVAREZ
|
|
1906
|
ANTONIO JOSÉ
CRESPO MELÉDEZ
|
ESCRITOR
|
1908
|
DR. PEDRO
FRANCISCO CARMONA
|
|
1908
|
PBRO. JOSE
MARIA ESCALONA
|
|
1908
|
BR. LUCIO
PERERA MONTES DE OCA
|
|
1909
|
GAETANO BRANDO
|
ITALIANO, VIVE
EN CARACAS, NEGOCIA ARTICULOS ORNAMENTALES A LA IGLESIA
|
1910
|
PASTOR OROPEZA
RIERA
|
ASENTADO POR
SU ABUELA, DOLORES ALVAREZ DE RIERA, MEDICO PEDIATRA
|
1910
|
MONSEÑOR DR
AGUEDO FELIPE ALVARADO, OBISPO DE LA DIOCESIS DE BARQUISIMETO.
|
EL PBRO. DR.
CARLOS ZUBILLAGA DIO LA LIMOSNA DE ENTRADA
|
1911
|
YSMAEL ANTONIO
SILVA MONTAÑES
|
HISTORIADOR
|
GENERAL
ANTONIO FIGUEROA PERERA
|
||
1912
|
MARIA OCANTO
|
NO FUE
INSCRITA EN 1867, PERO PRESENTÓ DIPLOMA (DESPUÉS DE 43 AÑOS)
|
1913
|
JUAN HILARIO
ZAMBRANO
|
PEDAGOGO
|
1914
|
JOSE MARIA
RIERA HERRERA
|
GANADERO
|
1916
|
DR. JOSE DE
JESUS LOPEZ MORANDI
|
|
1917
|
LUIS BELTRAN
GUERRERO
|
ESCRITOR
|
1918
|
PBRO. BR. CRUZ
TERAN MELENDEZ
|
|
1918
|
DR. JOSE LUIS
ANDRADE
|
MEDICO
COLOMBIANO
|
1919
|
LULIO CHAVEZ
CRESPO
|
MEDICO
|
(*)
Fuente: Cofradía del Santísimo Sacramento 1905-1996. Folios 1 a 66. Mayordomo:
Antonio María Zubillaga.
Estos
fueron años de relativa calma en el país, el general José Vicente Gómez
desplazó del poder al general Cipriano Castro en 1908 y había emprendido un
eficaz proceso de pacificación del país.
En 1911 ordenó reabrir el Colegio Federal Carora, el cual había sido
clausurado en 1900. Ello fue motivo de
júbilo en Carora.
A
otra de las cofradías Caroreñas, Jesús en La Columna y Glorioso Mártir San
Jorge, fundada, pues las adscripciones entre 1905 y 1919 no se podían comparar
a las realizadas por la del Sacramento, las que se elevaban a 419 hermanos.
COFRADÍA JESÚS EN LA COLUMNA
Y GLORIOSO MÁRTIR SAN JORGE
INSCRITOS 1905-1919 (*)
AÑOS
|
INSCRITOS
|
1905
|
03
|
1906
|
-
|
1907
|
-
|
1908
|
02
|
1909
|
-
|
1910
|
03
|
1911
|
-
|
1912
|
01
|
1913
|
02
|
1914
|
01
|
1915
|
-
|
1916
|
-
|
1917
|
-
|
1918
|
-
|
1919
|
-
|
TOTAL
|
12
|
(*)
Fuente: Libro de aciento Hermanos de la Cofradía Jesús en La Columna y Glorioso
Mártir San Jorge 1745-1947. Folios73v a
74.
Esta
cofradía tuvo unos inicios muy auspiciosos cuando fue fundada en 1745, pero
poco a poco y en un proceso indetenible fue perdiendo su preponderancia, hasta
que en 1947 se inscribió el último cófrade, el Sr. Carlos Herrera Zubillaga,
quien fue asentado en el folio 75. Así,
había dejado de existir una hermandad que había vivido 202 años y que esos dos
siglos se pueden resumir así:
COFRADÍA JESÚS EN LA COLUMNA
GLORIOSO MÁRTIR SAN GEORGE
RESUMEN DE ACTIVIDADES 1745-1947.
(*)
Total de
inscritos
|
1.112 (100%)
|
Hombres
|
520 (47%)
|
Mujeres
|
592 (53%)
|
Misas hechas a
los difuntos
|
700 (63%)
|
Religiosos
inscritos
|
108 (10%)
|
Funcionarios
públicos
|
28 (2,5%)
|
Esclavos
|
12 (1,0%)
|
Sirvientes
|
10 (0,8%)
|
(*)
Fuente: Libro de aciento Hermanos de la Cofradía Jesús en La Columna y Glorioso
Mártir San George 1745-1947. Folios 2 a
75.
Ahora
bien, preguntémonos: ¿Por qué muere una hermandad? ¿A qué se debe que tengan
períodos de esplendor y de decadencia? ¿Qué factores económicos y sociales
permiten su pervivencia? ¿Cuáles son los factores espirituales y afectivos que
en ello inciden? Tratemos dar algunas respuestas.
En
primer lugar debemos destacar que Venezuela sufrió un profundo cambio
económico, social y cultural en la primera mitad del siglo XX por efectos de la
radical transformación que experimentó debido a la aparición del petróleo, un
elemento que contribuyó a acabar viejas formas de sociabilidad que databan
desde tiempos coloniales. La
secularización se hizo presente en la educación, en la salud, la gente comenzó
a aglutinarse en los clubes y asociaciones de todo tipo; los miedos sociales a
la enfermedad y a las pestes eran cosa del pasado.
A
este cuadro general de cosas debemos agregar que las cofradías Caroreñas habían
dejado de ser las importantes instituciones de crédito dinerario que habían
sido en el siglo XIX. Agregado a ello
debemos destacar que el costo de la inscripción en la Cofradía de Jesús en La
Columna y Glorioso Mártir San George no había dejado de crecer: en 1745 se
pagaban 3 pesos por la “entrada” en la hermandad, en 1875 12 reales y 6
bolívares después de 1929. Pero lo que
llama más la atención es que esta cofradía se ha ido vaciando subrepticia e
indeteniblemente del elemento “godo”, un factor que como hemos visto, es
determinante por su capacidad aglutinadora e influyente, veamos:
COFRADÍA DE JESÚS EN LA COLUMNA
Y GLORIOSO MÁRTIR SAN GEORGE
GODOS DE CARORA INSCRITOS 1888-1947
Álvarez
|
11
|
Gutiérrez
|
04
|
Herrera
|
09
|
Meléndez
|
01
|
Montes de Oca
|
00
|
Oropeza
|
13
|
Perera
|
07
|
Riera
|
12
|
Silva
|
04
|
Yépez
|
02
|
Zubillaga
|
09
|
TOTAL GODOS
|
72 (70,5%)
|
TOTAL GENERAL
|
102 (100%)
|
(*)
Fuente: Libro acientos Hemanos de la Cofradía Jesús en La Columna y Glorioso
Mártir San George 1745-1947. Folios 66v
a 75.
Es
decir que en 60 años esta hermandad inscribió a 72 “godos”, en tanto que la del
Sacramentado atrajo en apenas 15 años, de 1905 a 1919, a 192 elementos de la
“godarria caroreña”. Puede que haya existido
entre las diversas cofradías caroreñas un cierto espíritu de competencia y que
Michel Vovelle ha localizado que en algunas localidades de Francia en el Siglo
XVII, la sensibilidad popular no asimila el Santo Sacramento. (3).
Un hecho muy sutil queda claro:
Jesús en La Columna y su compañero el Glorioso Mártir San George (Jorge)
dejaron de ser los predilectos y queridos íconos de la sensibilidad religiosa
de los caroreños, lo que de ningún modo sucedió
con la poderosa,
1. Vovelle,
Michel. Ideologías y mentalidades. 1985. P. 150.
por su poder
aglutinador, con la antigua Cofradía del Santísimo Sacramento, una de las más
antiguas de América Latina, pues sus Constituciones datan de 1585.
Podíamos afirmar que la
clase dirigente de los “godos” arrastra tras de sí el sentimiento y la
predilección por los santos al resto de la sociedad. Así la de Jesús en La Columna y Gloriosa
Mártir San George inscribió a 72 “godos” que motivaron a inscribirse en la
hermandad a otros 30 individuos, un 30%, en un período de más de medio siglo
(1888-1947), en tanto que la del Sacramento inscribió entre 1853 y 1870 un
total de 257 “godos” (38%) que animaron a inscribirse en la hermandad a 425
personas, es decir un crecido 62% de elementos de las clases populares. En el siglo XX esta tendencia de la del
Sacramento se mantiene, pues, hemos visto, entre 1905 y 1919 192 “godos”
inscribieron a 55 personas, gente a su servicio doméstico (13%) y animaron a
otros 172 personas (41%) de clases populares a entrar en la hermandad.
Esta es la Carora del
primer cuarto del siglo XX en su sensibilidad religiosa y que hizo exclamar al
Pbro. Dr. Carlos Borges: “Urbe
veneranda, ciudad matrona, doctoral, levítica, guerrera (. . .) Por sus tradiciones domésticas, por sus
costumbres patriarcales, por su devoción religiosa, por su cultura social, por
su amor reverente a las glorias pretéritas, me inspira profunda simpatía esa
urbe austera y bondadosa”. Agrega el
padre Borges que Carora es conservadora y que ella se ha convertido en
“ciudadela de refugio contra el repugnante modernismo que por dondequiera nos
invade”. En efecto era Carora en
aquellas décadas una ciudad aislada y remota del occidente venezolano y en
donde apenas se oían las noticias que estremecían el mundo, la Primera Guerra
Mundial o la Revolución Bolchevique de
1917, sucesos de alcance universal
que la férrea y
criminal dictadura del general Juan Vicente Gómez silenciaban
sistemáticamente. El ascenso del
comunismo al poder en la lejana Rusia quizá haya motivado a 41 caroreños a
adherirse al Sacramentado en el año 1918, una tímida reacción frente al ateísmo
marxista que no puede compararse con la masiva respuesta del catolicismo
caroreño frente a las políticas anticlericales del Ilustre Americano, el
general Antonio Guzmán Blanco (4).
El Br. Antonio María Zubillaga, íntegro caballero de
la fe.
Pero dejemos que
Antonio María Zubillaga, Mayordomo del Sacramentado en 1915 quien nos dé un
cuadro general del catolicismo en Carora:
Noticias referentes a
la Cofradía del Santísimo Sacramento
Escritas por el
Mayordomo, quien suscribe a petición del
venerable Cura
Mardoqueo Perera.
A los 13 años de
haberse fundado la ciudad, el 27 de enero de 1585, se estableció la Cofradía
del Santísimo Sacramento en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista ad
instar de Santa María Súper Minerva de Roma. Desde entonces ha funcionado sin interrupción
y hasta hoi en el año 331 de su fundación.
Tenía una regular cantidad de censos, perdidos hoi completamente. Poseía lleguas, mulas como dueña del fundo de
cofradías, así llamado, y destruido totalmente por la guerra.
2. Véase
la parte VI. 10 de nuestro trabajo Iglesia católica, cofradías y mentalidad
religiosa en Carora: Siglos XVI al XIX (en prensa)
Los únicos ingresos con
que cuenta hoy son las cuotas de entrada que son 8 bolívares y las limosnas de
los hermanos.
Correrá a su cargo las
solemnes funciones de Corpus, procesión, reseñas y octavas, las Minervas mensuales,
la fiesta de Ascención del Señor, la solemne función de 40 horas (del 5 al 8 de
diciembre), la postura, adorno e iluminación del Monumento al Jueves Santo, la
procesión del Santísimo Domingo de Resurrección, el sufragio de una misa por
cada hermano muerto que fallezca. En
años anteriores holgadamente cubría todos los gastos (ilegible) habrá en la
ciudad esta cofradía encargada del culto a Jesús Sacramentado.
Y más adelante agrega
el sempiterno Mayordomo del Sacramentado:
Hoy tenemos 4
santuarios en que está colocada la Divina Majestad y se ha establecido
instituciones como la Oración Perpetua y el Corazón de Jesús (ilegible) como la
Cofradía del Santísimo Sacramento a rendirle oración (ilegible) con estreches
apenas cubre sus gastos ordinarios.
Cuenta con numerosos
cófrades en esta ciudad, sus pueblos vecinos en varias ciudades de la República
y según los libros tiene hoy 1.558 hermanos
vivos, pero como
sin duda
Algunos habran
fallecido y no se ha hecho la anotación porque los deudos no lo han participado
o por otras causas, pueden rebajar prudentemente 28
de aquella cifra y queda así reducido a 1.530
el número de hermanos vivos hasta hoy.
Carora, 4 de mayo de
1915
Antonio María Zubillaga
Mayordomo. (5)
Estos son los años de
afianzamiento del poder de Gómez, el positivismo venezolano media bajo su
sombra, la Iglesia mantiene muy buenas relaciones con Gómez, quien permitió el
regreso de gran número de congregaciones religiosas y facilitó la reapertura de
colegios regentados por religiosos.
Este “íntegro caballero
de la Fe, fervoroso Cruzado del honor y dechado ejemplar de santas costumbres”,
tal como se decía de sí mismo Antonio María Zubillaga, bachiller egresado del
Colegio de La Concordia de El Tocuyo y que dirigía el br. Egidio Montesinos
dirigió la Cofradía del Sacramentado hasta su muerte el 5 de abril de 1924
(6). El 13 de abril de tal año asumió el
nuevo Mayordomo, José María Zubillaga Perera (7). Observamos lo que el br. Antonio María
Zubillaga dice en pocas y reveladoras líneas.
Lo primero es que revela un notable conocimiento de la historia de la
Cofradía, de sus períodos de esplendor, el siglo XVIII, y los de ruina, a
comienzos del siglo XIX. Lamenta que la hermandad, en otras ocasiones dueña de
3. Libro
11 de la Cofradía del Santísimo Sacramento. F. 11v y 12.
4. Perera,
Ambrosio. Historial genealógico de familias Caroreñas. 1967. Tomo II. P.
146-148.
5. Cofradía
del Santísimo Sacramento 1905-1996. Folio 85v.
una gran riqueza, tenga
que hacer una vida precaria a costa de cuotas y limosnas. Nos revela también que las fiestas religiosas
eran bastante numerosas en la Carora de principios de Siglo XX, y que por ello
mantenían permanentemente ocupados a los cófrades buena parte del año. Pero lo más importante para efectos de
realizar una historia social de la religión son las cifras que nos presenta el
br. Zubillaga. Ciertamente, el que 1.530
personas “militen” en la Cofradía del Sacramentado es un dato verdaderamente
excepcional, precioso. Si consideramos que la población de la ciudad cifraba
las 10.000 personas, ello significa que un 15% de la gente era miembro de la
hermandad del Sacramentado allá en el año 1915.
Esta cifra de 1530 hermanos la obtuvo Antonio María gracias a su gran
poder de observación y a la minuciosidad de los datos que nos proporciona. Por ejemplo nos dice que existen 4 libros de
la Cofradía, el primero desde el 10 de enero de 1686, el segundo desde el 9 de
enero de 1853, el tercero que comenzó el 1 de enero de 1881 (contaba con 155
folios y se hizo quebradizo e ilegible), y el cuarto el presente libro y que
comenzó el 1 de enero de 1905.
Era un hombre ordenado
y metódico, pulcro y preciso en sus anotaciones, las que requerían una mirada
atenta y permanente de su medio social.
Anotaba la fecha de ingreso a la hermandad, el nombre completo del
cófrade, su profesión, el lugar de procedencia, si se le había hecho misa al
morir, quién dio la limosna por el hermano, la casa donde vive la persona y alguno
que otro dato en apariencia poco significativo: la filiación y la fiesta
religiosa que eligió el hermano para “entrar” a la cofradía.
Es posible que nuestro
Mayordomo del Sacramentado haya considerado la cifra de 1.530 en atención a la
asistencia a las reuniones de la hermandad o, en todo caso habrá
aprovechado para estimar este número en
ocasión de las fiestas
religiosas de Corpus
Cristi, la Procesión de Domingo de Resurrección, actos litúrgicos en que los
hermanos se distinguían por los colores de las cintas que rodeaban sus
cuellos. De modo pues que afirmar que la
fe era una realidad masiva en Carora de principios del siglo XX no es de
ninguna manera aventurado, una apreciación intuitiva.
Antonio María Zubillaga
era un personaje excepcional en nuestro accidentado siglo XIX. Fue un hombre constructor en un siglo de
desorden y anarquía. Nació en Carora el
10 de mayo de 1841, bachiller egresado del Colegio de La Concordia de El
Tocuyo. En 1868 asistió como diputado al
Congreso Nacional. Entre 1873 a 1874 fue
profesor del Colegio La Paz que fundó en Carora el Licenciado Lázaro Perera;
fue el alma de los festejos con que Carora conmemoró el Centenario del General
Pedro León Torres en 1888. (8). El
bisemanario barquisimetano El Centenario de Torres, redactado por el Dr.
Luis Razetti: Gral. Ramón Escovar, Dr. Luis María Castillo, Br. J. A. Guillén y
el Gral. Telasco A. Mac Pherson nos refiere que en Carora se constituyó una
Junta Directiva del Centenario del General Pedro León Torres en donde aparece
como Tesorero nuestro Antonio María Zubillaga en compañía de F.N. Giménez como
Presidente, Ramón Perera, Vicepresidente, Adolfo Meléndez, Andrés Tiberio
Álvarez, Jacobo Haim Curiel, Andrés Riera Silva, Ramón Urrieta, Manuel María
Herrera, y como Secretario Félix Hilarión Riera. (9). A ello se agrega que cultivó la poesía y que
además era versado en estudios genealógicos, agrega Perera.
6. Perera,
Ambrosio Op. Cit.
7. El
Centenario de Torres Barquisimeto, 10 de marzo de 1888. Mes 1°, Número 1°.
La
familia Zubillaga es de origen vascuence, de las localidades de Mondragón,
Oñate, Villareal de Urrechu, Villafranca, San Sebastián, Rentería, Amezqueta y
Salinas de Leniz, San Pedro de Barinaga (Viscaya). Ya en la Edad Media, en 1342, un Ochoa de
Zubillaga ganó prueba de hidalguía en Mondragón. El fundador de la familia en Carora, dice
Perera, fue don Agustín Luis de Zubillaga, natural y vecino de San Sebastián,
Guipuzcoa, donde nació en el año 1768, se embarcó a Venezuela en 1787. Antes de partir se le expidió una
certificación en donde había justificado plenamente su hidalguía, pureza y
limpieza de sangre, sin mezcla alguna de judíos, moros y agotes (10)
penitenciados por el Santo Tribunal de la Inquisición.
En
1794 se estableció en la ciudad de Carora como Administrador de la Real
Hacienda. Durante la Guerra Magna, entre
1810 y 1812 fue contralor de los Hospitales del Ejército de Colombia. En 1824 el General Francisco de Paula
Santander firmó su Carta de Naturalización. (11).
_______
8. Dícese
de una generación o gente que hay en el valle de Baztán, en Navarra, y del
individuo de esta raza, nos aclara el Diccionario de la Lengua Española. 1970.
9. Perera,
Ambrosio. Op cit.
PUNTE RDEONDO: EL SIMBOLISMO DEL
APELLIDO ZUBILLAGA
Tanto
el mito como los símbolos han sido rechazados por el racionalismo de
Occidente. Los mitos, sin embargo, crean
y suponen dimensiones de mundo, y todo por absurdos que puedan parecer,
encierran unos valores de verdad. El
símbolo, por su parte, es paradigma del ser y posibilita en cierto modo que las
cosas sean. Es la idea en su sentido
originario, el arquetipo o forma primigenia que vincula el existir con el
ser. Los símbolos están en el centro, en
el corazón de esta hermana gemela de la razón que es la imaginación; revelan
los secretos de los inconsciente, conducen a los resortes más ocultos de la
acción, abren la mente a lo desconocido y a lo infinito. Estos fenómenos han sido estudiados desde el
siglo XIX por Ed Von Muller, D. T. Wundt, y en el siglo XX por Lévy-Bruhl,
Glaber, Eichhorn, Baver, Strauss, Eliade, Freud, Jung y Lévi-Straus, entre
otros (1).
Para
Carl Gustav Jung, discípulo y luego disidente de Freud, la motivación
inconsciente no maría de cultura a cultura, como sostenía su maestro. Se opone a este relativismo cultural en su
teoría del inconsciente colectivo que sería la más honda y
universal motivación humana. Desde que
el hombre, simboliza en imágenes y mitos de carácter universal. En todas partes es la
madre
el
símbolo de lo que nutre y protege; y el
padre lo es del
1. Véase
Censillo, Luis. Los mitos, sus mundos y su verdad 1988. Chevalier, Jean y Alain Gheerbrannt Diccionario
de símbolos 1999. Jung, Carl Gustav. El hombre y sus símbolos
1997. Eliade, Mircea. Tratado de historia
de las religiones 2000. “Función de los símbolos” P. 627 y ss. Freud,
Seguismund. Obras completas 1948.
Lévi-Strauss Antropología estructural 1976.
poder, de la ley, de lo
temible. La serpiente personifica
astucia y seducción. A estos símbolos
ancestrales de significación universal los llama Jung arquetipos, de los
cuales está hecho el inconsciente colectivo. Ahora bien ¿Por qué nos interesa esta
doctrina tan altamente interesante?
Tal interés viene por
efecto del apellido Zubillaga, el cual y según refiere José Antonio Sangróniz
de Castro en su obra Familias coloniales de Venezuela, significa en
vascuence “Puente redondo” (2). El
escudo de armas de la familia, según el autor de Heráldica vasca, Don
Carlos de Guerra que los parlantes eran: un puente de oro de tres arcos sobre
ondas de agua; orla de plata, con ocho jabalíes negros (3). La historia del símbolo atestigua que todo
objeto puede revestirse de un valor simbólico, ya sea natural (piedras,
metales, árboles, frutos, animales, fuentes, ríos y océanos, montes y valles,
plantas, fuego, rayo, etc. O sea
abstracto (formas geométricas, número, ritmo, idea, etc). Para Jung el símbolo no es ni una alegoría,
ni un simple signo, sino más bien “una imagen apta para designar lo mejor
posible la naturaleza oscuramente sospechada del espíritu”; y agrega “el
símbolo no encierra nada, no explica, remite más allá de sí mismo hacia un
sentido aún en el más allá, inasible, oscuramente presentido, que en ninguna
palabra de la lengua que hablamos podría expresar de forma satisfactoria” (4).
Perera,
Ambrosio. Historial genealógico de familias Caroreñas. 1967. T.I. P. 257
y ss.
2. Op
cit.
P. 258.
3. Jung,
Carl Gustav. El Hombre y sus símbolos. 1997 y un enfoque psicoanalítico
de las imágenes muy sugerente se encuentra en Visto y no visto. El uso de la imagen como documento
histórico 2001 de Peter Burke. P. 216 a 218.
El
puente, los puentes son en efecto símbolos preñados de significación, son la
expresión de lo que se presiente, pero aún no se reconoce. Entonces incitan al inconsciente a la
participación: engendran la vida y estimulan su desarrollo. Dicen Chevalier y Gheerbrannt que el
simbolismo del puente:
en
cuanto permite pasar de una ribera a otra, es uno de (los símbolos) más
universalmente extendidos. Este paso es
el de la tierra al cielo, el del estado humano a los estados suprahumanos, el
de la contingencia a la inmortalidad, el del mundo sensible al mundo
supasensible. Diversas leyendas de
Europa oriental hablan de puentes de metal (5),
Esta simbología penetró, incluso,
al cristianismo: la visión de San Pablo menciona símbolos parecidos. Es muy notable, agregan, que el título de pontifex,
que fue el del emperador romano y continúa siendo el del Papa, significa
“Constructor de puentes”. El pontífice
es a la vez el constructor y el puente mismo, como mediador de cielo y tierra
(6). En la tradición galesa existe un
aforismo que reza “Quien sea jefe, que sea puente”. El rey Arturo, como rey, es decir el puente
entre cielo y tierra. En las tradiciones
del Islam se describen la travesía del Puente o Sirat que permite acceder al
paraíso, pasando por encima del infierno.
Más adelante agregan estos autores:
5.Chevalier
y Gheerbrannt. Diccionario de
símbolos. 1999. P. 853.
6. Ibídem.
Todas
estas tradiciones confirman la simbólica del puente: lugar de pasaje y de
prueba. Pero le dan una dimensión moral,
ritual
y religiosa ( ) la simbólica general del puente y su significación onírica: un
peligro a superar, pero igualmente la necesidad de un paso a atravesar. El puente pone al hombre sobre una vía
estrecha, donde encuentra ineluctablemente la obligación de escoger.
Y
su elección lo condena o salva (7).
Veamos
ahora las formas y circunstancias en que los hombres y mujeres de la progenie
Zubillaga han actuado como mediadores, intermediarios, y en suma como puentes
en diversas y distintas situaciones que les han tocado vivir desde que en 1794
llegó el primer Zubillaga a Carora, Don Agustín Luis de Zubillaga como
Administrador de la Real Hacienda. Como
funcionario real debió de actuar como un árbitro, un mediador entre la Corona
española y sus Súbditos americanos. Años
después, al estallar la Guerra de Independencia tomó partido por la República
al servirle como contralor de los Hospitales del Ejército de Colombia, lo que
le permitió, dice Perera, hacer todo el bien posible a los que perseguía el
gobierno español (8) “que fue un bienhechor de todos aquellos infelices que se
les perseguía por afectos al sistema de Independencia” (9). Su conducta siempre pacífica y cordial le
salvó de ser objeto del Decreto de Guerra a Muerte expedido por Bolívar en
Trujillo. (10).
_______
5. Op.
Cit. P. 854.
6. Perera.
Op. Cit. P. 259.
7. Perera.
Op. Cit. P. 260.
8. Op.
Cit. P. 261.
Uno
de sus hijos, José María Zubillaga (Perera), nació en
Carora
el 20 de agosto de 1808. Una pequeña
biografía escrita en el siglo XX por un descendiente suyo, Cecilio “Chío”
Zubillaga Perera dice que “fue sujeto de bastante distinción en Carora, en
diversas actividades de la vida social (11).
Como activo mediador cultural, según la expresión de Vovelle, (véase
letra d, supra) participó de la cultura de élites, pues se adiestró “en
escritura, lectura y números en el Bufete particular de don Agustín” (12). Como su padre, fue también Administrador de
Rentas y gracias a su competencia y honradez fue posible sostener, con el
Tesoro local, cinco Escuelas de Primeras Letras en el Cantón. Años más tarde fue revolucionario contra el
gobierno de José Gregorio Monagas, por lo que fue procesado en 1854. En 1863, en un gesto que caracteriza a los
Zubillaga, fue conducido a prisión por el simple hecho de haber protestado contra
el saqueo de su pequeña propiedad pecuaria por parte de las tropas
federales. Agrega “Chío” que José María
le valió obtener su libertad por sus relaciones amistosas, siempre cordiales y
consecuentes con el General León Colina (13).
Ya
nos hemos * lo suficiente sobre el Br. Antonio María Zubillaga (1841-1924) unas
páginas más atrás (letra e) y destaquemos ahora un rasgo excepcional y único de
la familia Zubillaga al constituirse como los permanentes mayordomos de la
Cofradía del Santísimo Sacramento. En
1828 Agustín Luis de
Zubillaga
era Alcalde Segundo Municipal y Mayordomo de la Cofradía del Sacramento (14);
su hijo, José María, lo era en 1869, oportunidad cuando existían en la ciudad
otras nueve cofradías (15). Y en el siglo
XX esta saga
continuará, pues al
_______
9. Perera.
Op. Cit. T. II. P, 151.
10. Ibídem.
11. Ibídem.
12. Libro
Mayor de la Cofradía de Las Ánimas. 1801-1869.
Folio 102v.
13. Libro
Mayor de la Cofradía de Jesús en La columna y Glorioso Mártir San George 1869.
F. 7 y 8.
morir
el Br. Antonio María en 1824, le sucedió como conductor de la hermandad más
antigua y famosa de Carora su hijo José María Zubillaga Perera, el cual fue
electo para tan importante institución eclesial, aglutinadora de lo social, el
día 13 de abril de 1924 (16). No todo
quedó allí pues al fallecer José María le sucedió como Mayordomo del
Sacramentado el Sr. Pablo Jesús Zubillaga Herrera, Mayordomo de la Cofradía
hasta su fallecimiento en octubre de 1980, y le ha sucedido hasta el presente
su hijo mayor Pablo Jesús Zubillaga Carrasco.
Quiere
decir que desde que el primer Zubillaga en llegar a Carora se anotó como
hermano de la cofradía del Sacramentado, el 15 de febrero de 1803 (17) hasta
los días que corren, han transcurrido 202 años en los que la familia Zubillaga,
han dirigido la Cofradía más antigua, de mayor renombre y cantidad de
cófrades. Han sido dos siglos en los que
esta notable estructura de solidaridad de base religiosa ha soportado y
sobrevivido al pensamiento ilustrado, al positivismo, discursos del progreso
que intentan destronar la eternidad (18).
¿Qué ha permitido esta notable pervivencia? En un primer lugar y como ya lo hemos
destacado, Carora ha sido un pueblo reconcentrado, cerrado al exterior y que se
cocinó en su catolicismo gracias al rito, a la repetición: vuelta de la fecha
sagrada (19) más que la profana, y a la “lectura colectiva” de una lengua
sagrada, el latín, ligada a un orden de poder ultra terrenal (20).
14. Libro
de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1905-1996.
F. 85.
15. Libro
de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1786-1836
(N° 89) Folio 94. “Agustín Subillaga, Administrador de la Real Hacienda”.
16. Cf.
Paz, Octavio. Pasión Crítica 1990. Entrevista con Rita Guibert. P. 37 a
103.
17. Ibid.
P. 89.
18. Anderson,
Benedit. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión
del nacionalismo 1993. P, 30 y 31.
El
historiador colombiano Germán Arciniegas nos dice en su Bibliografía del
Caribe, obra publicada por vez primera en 1945, que Francisco de Miranda y
su destino fue vaticinado por la heráldica.
La descripción de su blasón empieza así: “Un escudo de campo roxo y en
él colacados cinco medios cuerpos de doncellas sin adorno. . .” (21). De modo similar el puente de la heráldica
vaticinó el destino de la muy caroreña familia Zubillaga. Custodios de la fe en la Sagrada Eucaristía,
junto a los Párrocos, cuyos ancestros y defectos eran conocidos por todos los
oyentes de sus celebraciones, eran todavía los intermediarios directos entre
los feligreses y la divinidad. Es que el
gran mérito de las concepciones del mundo
religiosas, tradicionales, dice Anderson, (que naturalmente deben
distinguirse de su papel en la legitimación de sistemas específicos de
dominación y explotación) ha sido su preocupación por el hombre-en-el-cosmo, el
hombre como un ser de especie, y la contingencia de la vida (22).
Impulsados
por estos sentimientos eternos de lo humano fundó el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga
la Cofradía de la Inmaculada Concepción en la Iglesia de San Dionisio en
“Homenaje a su divina aparición en Lourdes”.
Con ayuda de su mayordomo ¡otro Zubillaga!, Ramón, celebraba fiestas en
honor a Nuestra Señora de Lourdes el 12 de febrero de 1909, e hizo un trono
para su imagen que costó 96 bolívares.
Al hacer a Nuestra Señora de Lourdes Patrona de la Parroquia, trajeron
floreros de Europa en octubre de 1909 y construyeron una gruta que sirve al
altar (23).
19. P.
433 de la octava edición, junio 1964. Editorial Sudamericana. Buenos Aires,
Argentina.
20. Anderson.
Op. Cit. P. 27.
21. Libro
de Recibos de la Cofradía de la Inmaculada Concepción.
11-02-1908.
Folios 3 al 11.
Pero no se crea que las
mujeres Zubillaga no accedían a cargos de alguna importancia, pues por vía del
ejemplo, al morir en 1939 el Mayordomo de esta Cofradía, el Señor Pedro Adrián
Zubillaga, fue nombrada sin realizar elecciones como Mayordoma la Señora María
Zubillaga de Riera el 30 de abril de 1939 (24).
Los Zubillaga, así como
el resto de la “godarria caroreña” constituían pequeños enclaves de gente
alfabetizada entre grandes multitudes de iletrada. Sacerdotes, sacristanes y mayordomos eran
estratos estratégicos de una jerarquía cosmológica cuya cúspide era divina (25)
como personas que sabían leer y escribir los Zubillaga construyeron no sólo su
memoria colectiva de un pueblo. No de
otra manera nos hubiésemos enterado que el 12 de abril de 1924 fue nombrado un
nuevo Mayordomo de la Cofradía del Sacramentado al morir el Sr. Antonio María
Zubillaga y que por votación resultó elegido el Sr. José María Zubillaga Perera,
hijo del anterior, por 68 votos, y que, además, José María derrotó a Ramón
Pérez Alvarado, quien obtuvo 01 votos, al Dr. Agustín Zubillaga (01 votos) y al
señor Juan Bautista Zubillaga (01 votos).
Este acto tuvo por escenario la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista
y firmó como su párroco el Pbro. J. Mardoqueo Perera. El documento va acompañado de 68 firmas de
hermanos, de entre las cuales destacan siete de apellidos Zubillaga, a saber
Gilberto, Pedro Adrián, Juan Bautista, Carlos Zubillaga Silva, José María
Zubillaga Riera, Rosana y Cecilia (26)
22. Ibid.
Folio 71.
23. Blach,
Marc. La Sociedad Feudal. 1961, vol I, P. 83.
24. Libro
17 de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1841-1924.
Folio 120.
La
mano de los Zubillaga registró para la posteridad las misas celebradas por el
alma del difunto Br. Federico Carmona (fundador de El Impulso en 1904)
el 22 de octubre de 1928 (27), la misa por el difunto hermano Dr. Lucio Antonio
Zubillaga (28) (Vicerrector del Colegio Federal Carora); la suma de bs. 15 por
3 misas que se le aplican por los hermanos difuntos Dr. Ramón Pompilio Oropeza
(Rector del Colegio Federal Carora), Felipa S. de Meléndez y Matilde S. de
Zubillaga Perera el 31 de marzo de 1937 (29), la misa por el difunto hermano
José Herrera Orioeza (fundador de El Diario de Carora en 1919)
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