lunes, 17 de octubre de 2022

Un libro de Rafael Domingo Silva Uzcátegui: Historia Biológica de Bolívar


Después de publicar con gran éxito Enciclopedia Larense, 1941, en el año 1954 y tras más de veinte años dedicado al estudio del Libertador, publica el psiquiatra autodidacta larense Rafael Domingo Silva Uzcátegui en Buenos Aires, Argentina, Historia Biológica de Bolívar. Obra profusamente documentada. Tiene un subtítulo bastante largo y es una suerte de índice de contenidos: La historia biológica. El genio de los estados psicopáticos. Estudios científicos hechos sobre Bolívar. Herencia y educación. Excesos y traumatismos psíquicos. Constitución psiclotímica. Los accesos depresivos. Constitución emotiva. Fenómenos inhibitorios. El estupor emotivo. El Delirio sobre El Chimborazo. El delirio de Casacoima. El rapto ansioso, etc. Fue publicada en tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela y fue comentada en diversos actos de la llamada Semana de la Patria, en Barquisimeto, Venezuela, política de ensalzamiento de los valores de la nacionalidad llevada adelante por este régimen de fuerza.

En esta obra hay un gran ausente: el médico judío húngaro Max Nordau y su polémica obra Degenerados, publicada en alemán en 1891 y traducida al castellano en 1902. Este libro se había constituido en libro de cabecera del temprano R. D. Silva Uzcátegui, y basándose en sus criterios insostenibles e hirientes, escribirá su controversial Historia crítica del modernismo en la literatura castellana, en 1925, que es a su vez un despiadado ataque a los poetas franceses del siglo XIX, los llamados “poetas malditos”: Baudelaire, Verlaine, Lautréamont, Moreas, y a los bardos americanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones. Cuando el venezolano escribe esta obra Max Nordau es apenas un doloroso recuerdo en la cultura europea.

 Observemos a continuación los numerosos elogios recibidos por esta obra sobre Bolívar. El doctor Gregorio Marañón (1887-1960), autor de Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, escribió: “Conozco bastante bien la bibliografía de Bolívar y realmente faltaba profundizar en el conocimiento del gran caudillo americano. Sinceramente, creo que el libro de usted cumple esa necesidad.” (Yépez, Bernardo. 2011, p. 29).

 El médico psiquiatra francés, firme opositor del psicoanálisis de Freud, Henri Baruk (1897-1990), escribe:

 Su muy bello trabajo pone en evidencia el papel de los fenómenos periódicos cíclicos o maniacos (en los genios y grandes hombres), cosa que demasiado a menudo se olvida en psiquiatría. (…) yo me prometo analizarla en las revistas francesas, en particular en la Revue Neurologique, para hacer conocer estas bellas investigaciones a los médicos a los lectores franceses.

Otros comentarios, siempre elogiosos, serán los del doctor José Solé Segarra quien escribe: “…saca usted acertadas conclusiones biológicas sobre el psicótico que estudia. El médico argentino Dr. Enrique Gandía dirá: “Ha penetrado usted con sinceridad en sus emociones y en los recónditos secretos de su alma.” El muy conservador Diario La Religión dice: “El insigne escritor y crítico profundo ahonda los estados más difíciles de la psicopatología, así como de la herencia y educación que influyeron en el alma del Libertador.” Finalmente, el Dr. David Anzola, médico barquisimetano, hablará de su vasta preparación, la seriedad en el concepto, la imparcialidad de sus juicios, su estilo castizo.”  

 En el prólogo de la obra dice su autor, Silva Uzcátegui, que el libro Psicopatología de Bolívar del Dr. Diego Carbonell, escrito en 1916, es ya anticuado (p. 45).  Ello lo afirma porque el médico sucrense no conoció los avances en psiquiatría de los eminentes médicos europeos Kraepelin, Krafft, Ebing, Dupré, Laignel-Lavastine, Baruk, Bleuler. Se trata entonces de una actualización del voluminoso y bastante técnico librocon lo cual el joven médico sucrense se ganó serias enemistades y adversas críticas. Una de las cuales fue la del Dr. Luis Razetti, quien dijo que Carbonell está escribiendo un libro para demostrar que Bolívar fue epiléptico.

 Pero es un hecho cierto que el Dr. Carbonell y R. D. Silva Uzcátegui comparten el mismo criterio cientificista del positivismo decimonónico y que bebe de las fuentes de la muy prestigiosa Escuela Francesa de Psiquiatría, la que dominó tales estudios en el orbe hasta mediados del siglo pasado con las eminentes figuras de Pierre Janet y Henri Baruk, entre otros. Estos dos galenos franceses, es necesario destacar, se encuentran muy alejados de los estudios de las anomalías psíquicas llevadas a cabo desde finales del siglo XIX por el médico judío-vienés Segismundo Freud y sus discípulos.

 Para el escritor larense existe una afinidad estrecha entre el genio y los estados psicopáticos. El genio es una neurosis acompañada frecuentemente de una superioridad intelectual. Bolívar tenía una personalidad psicopática que encuadra dentro de los límites clásicos de la constitución ciclotímica de Kretschmer y la constitución epileptoide de Minckoswski. En el Libertador existían una serie de factores predisponentes (p. 80): la herencia, en sus ancestros hubo manifestaciones psicopáticas en ascendientes y colaterales; la educación, la pareja Rodríguez-Bolívar constituye una verdadera pareja psicopática; excesos y fatigas que le provocaron diversos traumatismos psíquicos, la muerte de su esposa en 1803, el acceso de depresión posterior sufrido en París.

 En conceptos del escritor larense, Bolívar presentó dos constituciones asociadas: la constitución ciclotímica, (inestabilidad del humor, genio variable, un excitado constitucional, la depresión sucede a la energía) y la constitución emotiva. Después establece las etapas psicológicas de la vida de Bolívar. 1º. La de la evolución puberal: joven atolondrado, quimérico, extravagante. 2º. Etapa de la edad viril. Bolívar se muestra el hombre de genio a plenitud, las grandes campañas, la actividad casi sobrehumana, es la etapa del hombre de las dificultades. 3º etapa. Es la de véspero declinante, las melancolías, la hipocondría. (p. 142 y ss).

 Los accesos de melancolía del Libertador fueron varios: 1º. Con la muerte de su esposa, 1803. 2º. El que sufrió en Alemania, una depresión melancólica, 1805. 3º. Con la caída de Puerto Cabello y la Primera República, 1812. 4º. El que sufrió en Pativilca en 1824, donde cayó gravemente enfermo. 5º. Un ataque de gravedad en Guayaquil, 1829. (p. 148).

 La constitución emotiva del Padre de la Patria lo hizo padecer de frecuentes insomnios, exagerado sentimentalismos y lágrimas, hiperestesia sensorial (le molestaba demasiado el humo del tabaco), la inquietud y el fastidio. El asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre le turbó el espíritu. El intento de magnicidio en 1828 en Bogotá le produjo estupor emotivo: manía persecutoria con alucinaciones. (p. 197). Un fenómeno psíquico curioso nos presenta R. D. Silva Uzcátegui: los fenómenos inhibitorios en los banquetes: en ocasiones saltó el Libertador sobre las mesas, brindaba y decía palabras exaltadas. Ello ocurrió tres veces. (p. 210).

 Y no podían faltar los delirios, alucinaciones que son como una manifestación de una gran emotividad: El Delirio sobre el Chimborazo, que está cumpliendo 200 años, en donde exclama: “Me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.” Y finalmente el Delirio de Casacoima (Venezuela, 1817) donde Bolívar se puso a hablar con gran entusiasmo de grandes `proyectos. Decía que irían a libertar a Nueva Granada y después pasarían a Ecuador, de dónde irían al Perú y luego llevarían sus armas triunfantes hasta el Potosí. Fue una de las emociones-conmociones depresivas más grandes de su vida.  (p. 218).

 Y finalmente el rapto ansioso: Los paroxismos de terror sucedidos durante el terrible periodo de la Guerra a Muerte en Venezuela, 1813. Y termina nuestro escritor larense con Última enfermedad y muerte: La tuberculosis le quita la vida al Libertador el 17 de diciembre de 1830. (p. 221).

 Es un libro que se aparta de la historiografía tradicional venezolana en torno al héroe, muchas veces presentado en todo su romanticismo y, en consecuencia, idealizado, tal como lo presenta Eduardo Blanco en Venezuela heroica (1881). Nuestro escritor larense muestra a un “Bolívar de carne y hueso”, como diría el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque, sometido a las contingencias y limitaciones de una constitución biológica, lo que a menudo olvidamos o ignoramos.

 

Ha sido empleado para su análisis crítico y la redacción del presente ensayo el libro de Rafael Domingo Silva Uzcátegui Historia Biológica de Bolívar. Obra profusamente documentada. Rectorado Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes. Concejo Municipal del Distrito Libertador, Mérida, Venezuela, 1984. 230 págs., que me hizo llegar gentilmente el profesor Bernardo Yépez, Director de la Casa de la Cultura de Curarigua, Municipio Torres del Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela.

 

 

jueves, 6 de octubre de 2022

La cultura del Japón y el hikikomori


Japón es un país lejano, insular y exótico que ha llamado mi atención obcecada y persistentemente desde la niñez. El imperdonable ataque nuclear ordenado por el presidente estadounidense Harry Truman a las indefensas ciudades de Hiroshima y Nagasaki en 1945, así como el suicidio del poeta Yukio Mishima en 1970, fueron terribles acontecimientos que produjeron largas y fatigosas cavilaciones juveniles mías. Los rutilantes Juegos Olímpicos de Tokio en 1964, a mis doce años de edad, me dijeron que ese país existía. Hogaño es Japón una realidad cultural de alcance planetario que nadie puede poner en duda, y de donde proceden los más asombrosos fenómenos sociales y culturales.  

 Hace algunos años le dediqué al célebre escritor Kenji Nakagami (1946-1992) un artículo subtitulado Ese otro Japón (2016) La represión que domina la vida en Japón la llama este literato nipón la “barrera invisible”, forjada por siglos de aprendizaje nacional que ha encerrado a cada japonés en un código represivo que les indica lo que debe hacerse y lo que no: El emperador es, se atreve a decir Nakagami, el símbolo de la esclavización. Las elites, dice este afamado novelista, desconfían de todo lo que venga del pueblo llano japonés. Prefieren inspirarse en el extranjero: Japón siempre ha importado. Es el caso del budismo que viene de China y Corea, la ciencia y la técnica de Estados Unidos, el Código Civil de Francia, el orden militar de Alemania. Y lo que es peor, Japón solo exporta a Occidente objetos, no contenido.

 Pero ha sido la reciente lectura del libro Belleza neurótica. Un extranjero observa Japón, (2015) del estadounidense e historiador de la cultura Morris Berman, residente en Cuernavaca, México, quien ha destapado de nuevo ese mi interés personal por el archipiélago nipón y su magnífica y milenaria cultura. Hablaremos de este interesante libro que podemos leer en internet en el presente ensayo.

Japón no es una cultura tan original como suele pensarse, pues es hija de la milenaria cultura china, así como la cultura nuestra es hija de la de España. Su escritura deriva de los caracteres continentales chinos. Practican el budismo, una religión nacida muy lejos de allí, en la India, así como el confucianismo chino. Una gigantesca tormenta salva a Japón de una masiva invasión continental mongola de Kublai Khan en 1274 que lo hubiera hecho cambiar radicalmente, sin duda. Permaneció el archipiélago cerrado al mundo por muchas centurias, hasta que a punta de cañonazos estadounidenses se incorpora a la cultura de Occidente en 1854. Comienza de tal manera una discordia radical entre tradición-modernidad que sufren hasta la actualidad los nipones.

Se moderniza violentamente Japón y asume la ciencia occidental en pocas décadas, un proceso que costó a Europa varios siglos. Ha llegado a ser lo que es, una gran potencia, gracias a su traumático vínculo con los Estados Unidos. La modernidad ha asumido extremos en Japón, dice Morris Berman, que Occidente jamás ha soñado: El culto a la tecnología, la patología consumista, la adicción al trabajo y el dinero, el ahorro y el hedonismo, encuentran en ese excepcional país de Oriente, su cénit. Pero no todo en Japón es así́. De hecho, aún en los restaurantes modernos, en las fábricas y en los gadgets, encontramos rasgos del Japón milenario: el cultivo de la paciencia, la disciplina, la noción de que el espíritu vale más que la materia y el grupo más que el individuo.

 En Belleza neurótica, Morris Berman (1945) estudia con minucia y admirable erudición la fascinante cultura japonesa, para comprender su lugar en el mundo actual, y como espejo en el que la propia cultura occidental ve reflejados sus más profundos miedos y obsesiones. A partir de una nueva interpretación de eventos cruciales como la bomba atómica detonada en Hiroshima y Nagasaki, así como anclado en un erudito repaso a la literatura de y sobre Japón, Berman recorre un amplio espectro que abarca la historia sociopolítica japonesa, su complicada psique, al igual que fenómenos culturales como los adolescentes que se encierran en sus habitaciones a lo largo de una década, el famoso fenómeno hikikomori. El resultado es una original mirada sobre una de las más emblemáticas culturas milenarias, que conduce a Berman a las primeras alternativas para las sociedades poscapitalistas que probablemente emergerán en los siglos venideros.

Los hikikomori.

Son muy variados los fenómenos refinados de la cultura japonesa: el suicidio y el jisei no ku o poema de despedida del suicida, el teatro noh, el ikebana o arreglo floral, los monólogos humorísticos rakugo, el origami o plegado de papel, el teatro kabuki, las marionetas bunraku, el laqueado japonés, los baños termales onsen, las damas de entretenimiento o geishas, los grabados ukiyo-e (que influyeron en el posimpresionismo europeo), el movimiento metabolista en arquitectura, la novela de Genji, las Sendas de Oku, que tanto admiró Octavio Paz. Pero nos referiremos esta vez a un curioso fenómeno socio cultural nuevo que destaca Morris Berman: los hikikomori.

            Los hikikomori, llamados los ermitaños del siglo XXI, fenómeno que comenzó en Japón desde los años 1990 y que se ha extendido más de lo que podríamos pensar, pues numerosos casos se han registrado en Asia continental, Corea del Sur, Hong Kong, Europa occidental, España, Alemania, Italia, Estados Unidos y ¡Venezuela! Se trata de jóvenes, en su mayoría varones, que se encierran en sus habitaciones por largos periodos de tiempo, abandonan la vida social, una como fobia social, y se refugian en los videojuegos e internet. Normalmente, dice Wikipedia, no tienen ningún amigo, y en su mayoría duermen a lo largo del día, y ven la televisión, navegan por internet o juegan videojuegos durante la noche. Todo esto hace de ellos un caso extremo de solteros parásitos (expresión japonesa para nombrar a aquellos que viven de las sopas instantáneas, viviendo en casa de sus padres para disfrutar de mayor comodidad).

El término hikikomori se refiere, dice la BBC de Londres, tanto a la condición como a quienes la padecen y fue acuñado por el psicólogo japonés Tamaki Saito en su libro Aislamiento social: una interminable adolescencia. (1998).  Las rígidas normas sociales, las altas expectativas de los padres y la cultura de la vergüenza hacen que la sociedad japonesa sea un caldo de cultivo de sentimientos de incompetencia y el deseo de que uno quiera esconderse del mundo", dice el psiquiatra Takahiro Kato. Intentar cumplir con las expectativas de la sociedad japonesa también se ha vuelto más difícil. Los exámenes de admisión en las universidades públicas son un verdadero infierno. El estancamiento económico desde 1990 y la globalización están haciendo que las tradiciones colectivistas y jerárquicas de Japón entren en conflicto con la visión más individualista y competitiva de Occidente, dice Kato.

Pero lo sorprendente es que el hikikomori está asociado al síndrome psiquiátrico taijin kyōfushō, endémico de Japón, un trastorno de ansiedad y fobia social muy marcado en el archipiélago nipón. Podría ser, opino yo, que el novedoso hikikomori no sea más que una prolongación en tiempos de globalización capitalista y de internet del ancestral Taijin kyōfushō. Existe desde principios del siglo pasado la Terapia Morita para combatirlo. En la actualidad, la ciencia de los medicamentos se emplea para tratar con algún éxito este mal. El milnaciprán, un inhibidor de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN), actualmente se utiliza en el tratamiento del taijin kyōfushō y ha demostrado ser eficaz también para el trastorno de ansiedad social.

De tal manera comprendo la reflexión del estadounidense e historiador de la cultura Morris Berman, cuando afirma que Japón es como espejo en el que la propia cultura occidental ve reflejados sus más profundos miedos y obsesiones. El suicidio y la fobia social son dos de ellos.

 

 

 

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...