martes, 27 de diciembre de 2016

Carl Sagan: ciencia y democracia

Este científico extraordinario, inteligente, magnifico divulgador de la ciencia a través de su serie televisiva Cosmos, partió prematuramente de la vida terrenal a los 62 años en la patria adoptiva de sus padres ucranianos: Estados Unidos. Allí nace en 1934 este jovial hombre que hizo de su batalla contra la pseudociencias, de los errores y las mentiras la singladura de su intensa vida. Se trata de los prejuicios y actitudes preconcebidas, los ídolos de la tribu, de la plaza, del teatro, de la caverna y del mercado contra los cuales nos advirtió Francis Bacon hace cuatro siglos en su Novum Organon.

Tengo entre mis manos unas de sus obras señeras:Los dragones del Edén,El cerebro de Broca,en donde nos advierte preocupado por el renovado interés que se observa en Occidente por doctrinas ambiguas, anecdóticas y a menudo manifiestamente erróneas que revelan una desidia intelectual, una endeblez mental y una dispersión de energías poco prometedoras de cara a nuestra supervivencia. Ya lo advertía  quien escribe a propósito de un libro descaminado y delirante que se hizo un Bestseller hace unas décadas: El retorno de los brujos.

Sagan se refiere a el famoso Triángulo de las Bermudas que devora buques y aviones; la astrología; los objetos volantes no identificados; la creencia de astronautas que vivieron en la antigüedad, la fotografía de espectros y fantasmas; la piramodología, que sostiene la peregrina idea de que una flor  se marchita muy lentamente si la cubrimos con una pirámide de cartón; la escientología; la “cara en Marte”;las auras y la fotografía kirliana; la vida emocional y preferencias musicales de los geranios; la cirugía psíquica; los modernos augures y profetas; el doblamiento a distancia de cuchillos; las proyecciones astrales; el catastrofismo velikovskiano; Atlantis y Mu; el espiritismo; y la doctrina de una creación especifica del hombre por un dios o dioses.
 Fue Sagan defensor a ultranza de lo que  llamó ese “maestro despiadado”, esto es, el método científico, y un escéptico notable, así como un gran acusador de la cultura del secreto, a la que tildó de incompatible con la  democracia y con la ciencia. Una de sus más célebres sentencias es la de que “la metafísica no tiene laboratorio”.


Se lamentaba amargamente de que el escepticismo (duda de lo que es aceptado como realidad), sus herramientas, no suelen estar al alcance de los ciudadanos de nuestra sociedad. Casi nunca se menciona en las escuelas norteamericanas, ni siquiera en la presentación de la ciencia, su más ferviente practicante, aunque también el escepticismo surge espontáneamente de las decepciones de la vida cotidiana. Nuestra política, economía, publicidad y religiones (nuevas y viejas) están inundadas de credulidad. Los que tienen  algo que vender, los que desean influir en la opinión pública, los que mandan- podría sugerir un escéptico- tienen un interés personal en no fomentar el escepticismo.
Sagan nos habló de muchas falacias o camelos: falacia contra el hombre, o sea: atacar a la persona y no a sus ideas; falacia del argumento de autoridad; falacia del llamado a la ignorancia; falacia de la pregunta sin sentido; falacia de la exclusión del medio; falacia del corto plazo; falacia del hombre de paja; falacia del terreno resbaladizo; falacia de las palabras equivocas, entre otras engañifas.Conocer la existencia de estas falacias retóricas y lógicas completa nuestra caja de herramientas, agrega Sagan, quien  afirma: “Como todas las herramientas, el equipo de detección de engaños, noticias falsas, puede usarse mal, aplicarse fuera de contexto o incluso aplicarse rutinariamente como alternativa al pensamiento. Pero si se aplica con juicio, puede marcar toda la diferencia del mundo, y nos ayuda a evaluar nuestros propios argumentos antes de presentarlos a otros”. No resulta gratuito que otra obra suya que hemos consultado: El mundo y sus demonios, se subtitule: La ciencia como una luz en la oscuridad.

Sagan no solo nos enseñó de manera magistral los misterios del cosmos,  las galaxias y de su favorito, el planeta Marte, sino que nos indicó alarmado de los graves peligros que corre la humanidad al no emplear de forma cotidiana y correcta el escepticismo y la critica, bases del pensamiento moderno. El pensamiento científico es necesario para salvaguardar nuestras instituciones democráticas y nuestra civilización técnica, sentenciaba. Y lo más importante y hermoso de su pensamiento es cuando proclamó que la ciencia no destruye la espiritualidad.

lunes, 26 de diciembre de 2016

El nacimiento del diario El Impulso



PRIMER NÚMERO  DE EL IMPULSO

La fundación del diario El Impulso en Carora el 1 de enero de 1904 ocurrió en el siglo XX de manera solo cronológica, pues el  violento siglo XIX extendió su ominoso  brazo mucho más allá, hasta llegar, como dijo Mariano Picón Salas, al año 1936: “Venezuela venía de devorar vidas humanas en las guerras civiles, en el azar sin orden de una sociedad violenta, en convulsionado devenir, sino también marchitó, antes de que fructificaran bien, grandes inteligencias. Venezuela, después de las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, es como una gran montonera, sin ejército, sin administración pública digna de ese nombre, donde el caudillo más guapo, inteligente o astuto se impone sobre los otros caudillos provinciales.”
FEDERICO CARMONA

Cómo fue posible que en este cuadro de calamidades, a la que agregamos  nuestra gran tragedia de cultura: un analfabetismo descomunal cercano al 90 por ciento, naciera en una  recoleta ciudad del semiárido larense un periódico como El Impulso de la mano del Br. Federico Carmona y su familia, tal es nuestro propósito de comprensión. He hablado de lo que llamo “el genio de los pueblos de semiárido venezolano”, una categoría de análisis para explicar la gran significación histórica de esta porción del territorio que, sin embargo, ha hecho aportes cruciales a la cultura nacional. Veamos.

El Estado Lara cuenta desde la Colonia con tres   focos de cultura: la “ciudad madre” El Tocuyo, Barquisimeto y Carora: el triángulo colonial y barroco de la Contrarreforma católica, misioneros capuchinos y franciscanos, lecciones de latín en sus conventos, música barroca,  clases de gramática y retórica. Sin casas superiores de estudios como la de Mérida, se distinguieron sin embargo José Ángel Álamo, Tomas Valero y Juan Agustín de la Torre, sabios de nuestro siglo XVIII.

La naciente Republica nos dio conformación política con la Provincia y el Estado Barquisimeto, así como dos Colegios Nacionales en Barquisimeto y El Tocuyo respectivamente, llega la imprenta con Pablo María Unda y Pablo Júdas, se erige la Diócesis de Barquisimeto en 1863. El ferrocarril y el telégrafo nos permitieron enlazarnos con el mundo. Los estudios superiores son decretados en 1884 con el Colegio Federal de Primera Categoría de Barquisimeto.

 Carora de entre siglos.

Carora, “ciudad levítica de Venezuela”, activo centro de comercio,   artesanías del cuero, famosas sus cofradías católicas. Se gesta allí desde el siglo XVIII la “godarria caroreña”, orgullosa de sus privilegios: Oropeza, Zubillaga, Perera, Gutiérrez, Riera, Álvarez, Herrera, Meléndez, Silva. Ejercen una hegemonía ideológica y cultural al crear sus centros de enseñanza, sus periódicos, sus clubes, dominan los cargos eclesiásticos. Urbe culta en hombres como el padre Espinoza de los Monteros, fraile Aguinagalde y sus cátedras latinas, Dr. Ezequiel Contreras y su Colegio San Andrés,  Lic. Rafael Antonio Álvarez con su Colegio La Paz, y las clases del Lic. Lázaro Perera; Dr. Ramón Pompilio Oropeza en el Colegio La Esperanza, fundado al calor del “patriciado caroreño” en 1890; Jaime Blanch, Andrés Riera Silva, Juan Bautista Franco, Dr. Juan José Bracho, general Federico Carmona, Br. Federico Carmona.

Llega la imprenta en 1875 y será su primer retoño La Patria.  Seguirán  El Bien Común, El Caroreño, La Égida, Los Rayos Roentgen, La Guirnalda, El Ideal, El Gran Partido Liberal, El Museo, La Palanca, El Voto Libre, Monitor, La Moral, Minerva, El Deber, El Adolescente, El Amigo de los Pobres, Vendimia, Le Petit Fígaro, El Impulso, El Diario de Carora. Un verdadero boom editorial, sorprendente para una pequeña ciudad.
MARIANO PICÓN SALAS


Llegan los Carmona a Carora.

Desde Río Tocuyo se traslada a Carora el general Federico Carmona. Es el padre del Br. Federico quien  fundaría  El Impulso. Este joven, una vez terminada su primaria con Ramón Perera, se traslada a El Tocuyo. Allí  recibe del Br. Egidio Montesinos y su  Colegio La Concordia  una enseñanza de corte eclesiástica, semiescolástica, con una gran influencia del espíritu balmesiano, una conciencia teísta y cristiana del mundo. Allí se forman eminentes hombres: Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul, Ramón Pompilio Oropeza, Lucio Antonio Zubillaga, José María Riera, Hilario Luna Luna, Pedro Montesinos,  Rafael M. Garmendia, Lisandro Colmenárez, Gregorio Limardo, Rafael Linárez, Federico Yépez, Pedro Montesinos, Luis Lucena,  Roberto Montesinos. Observará  acá el joven Federico la impresión del periódico del Colegio llamado Fraternidad, que lo anima en el oficio de Gutenberg.

Una vez terminado su “trienio filosófico” vuelve a Carora, participa en los negocios de su padre, la casa comercial La Seductora, la Imprenta Torres, fundada en 1890. El Br. Rafael Lozada le enseña el arte de la tipografía en la Imprenta Sucre, y participa en las tertulias en su botica.  Federico acariciaba la idea de fundar un periódico  de circulación diaria desde 1888, pero las calamidades de la guerra se lo impiden. Para tal propósito adquiere una imprenta Washington y elabora  en su casa trabajos tipográficos, expendía sobres y tarjetas de toda clase, cuentos “preciosos y muy morales” para niños, y también realizaba la portentosa tarea de pedir  a solicitud libros a Caracas.

Por esos años los godos de Carora crearán dos instituciones que le darán conciencia de su grandeza espiritual: el Colegio La Esperanza en 1890, de la mano de Andrés Tiberio Álvarez y el Dr. Ramón Pompilio Oropeza,  así como el Club Torres en 1898, creado por el jefe del “mochismo”, el médico con estudios en Francia, Dr. José María Riera.



Nace El Impulso.

Fundar un periódico de circulación diaria en una ciudad de 8.000 almas fue considerado  insensatez. En la comarca venezolana que  recuerda más a Castilla se funda en un caserón del siglo XVII, el 1 de enero de 1904, una empresa de cultura por una familia. Nace el primer periódico de circulación diaria de Carora, toda una temeridad a la cual se le pronosticaban negros augurios.

Eran años en extremo difíciles. En 1902  protesta en los salones del Club Torres el Dr. Ramón Pompilio Oropeza “el violento y escandaloso ataque a la Soberanía Nacional hecho por Alemania e Inglaterra”. Una paradoja aquella inflama de nacionalismo, pues  Cipriano Castro había ordenado clausurar las aulas de su Colegio Federal Carora en 1900. Al cierre del Colegio se agregaba otra calamidad que venía del siglo XIX: las guerras civiles: la Revolución Libertadora de Matos estaba cerca de Carora, en 1903 la atacó el general revolucionario Juan Bautista Barráez.

Pero no todo era fatalidad. Al calor de la Encíclica  Rerum Novarum de León XIII, se echa a andar una iglesia social en Carora con los padres Lisímaco Gutiérrez y Carlos Zubillaga, quienes en 1900 fundan el periódico El Amigo de los Pobres, la obra El Pan de los Pobres, en 1902 el Hospital San Antonio, junto a  las Hijas de San Antonio de Padua, dotan de edificio al Hospital, abren una escuela nocturna para obreros en 1905, fundan la Sociedad Amigos de los Pobres y el Asilo San Vicente Paúl, la Banda Musical San Antonio. En 1911 inauguran el Hospital San Antonio, abren La Casa de los Pobres.

Un escenario de odio, pero también de humanismo ve nacer El Impulso, quien desde sus primeros momentos dio muestras de vigor, lo que explicaría por qué aquel humilde origen daría lugar al Decano de la Prensa de Venezuela. Sus fortalezas serán: es empresa familiar, en donde participan la esposa de Federico, Francisca Figueroa, sus hijos, con la asesoría  del Dr. Pedro Francisco Carmona. Es iniciativa particular que no espera dádivas de ningún César. Otra es su discurso universalista, a contracorriente del espíritu de campanario. Quiere comunicarnos con el mundo. Saluda  aquel momento de paz, el de la pacificación de Venezuela bajo la tiranía de Castro y Gómez. Exalta al telégrafo, la electricidad, que nos comunican “con todos los puestos del globo, todas las lenguas, todas las razas, la gran familia humana”, como se  lee en el editorial, que es todo un programa de intenciones para tender puentes con “ideas ajenas y el perenne influjo de los extraños sentimientos”.

Otra fortaleza: su relación con planteles educacionistas: la pasantía de Federico por las manos de Montesinos, en 1890  el general Carmona expresidente del estado Lara, es de los firmantes del Acta de Fundación del Colegio La Esperanza de Carora, junto al Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Andrés Riera, Antonio M. Zubillaga, Andrés Tiberio Álvarez, Amenodoro Riera. Allí se inscriben sus nietos, Pedro Francisco, Federico José, Juan, y participará en las juntas examinadoras de 1891.  Participa el Br. Federico en pruebas de Geografía y Cosmografía, Geografía Política de América del Sur, Aritmética Práctica, Gramática Castellana, Latinidad, Griego. Juan Carmona, hijo del Br. Federico, fue Rector del Colegio Federal de Barquisimeto en 1920. Se preguntaba el Dr. Ramón Pompilio Oropeza cuál ha sido la influencia del Colegio Federal en los destinos de Carora. Respondía así: “un periódico diario, El Impulso, juicioso y organizado a la altura de los mejores del país, dirigido por alumnos del Colegio Federal Carora”.

 La etapa caroreña de El Impulso.

Dijo “Chío” Zubillaga: “El Impulso enseñó a leer a los caroreños”. En esos 15 años publicó a Baudelaire, Nicanor Bolet Peraza, Simón Bolívar, Eduardo Calcaño, Byron, Darío, Maupassant,  Pedro Emilio Coll, D´Annunzio, Manuel Díaz Rodríguez, José Echegaray, Tulio Febres Cordero, Dimas Franco Sosa, Bello, Benjamín Franklin, Víctor Hugo, Jorge Isaac, José Martí, Jesús Muñoz Tébar, Poe, José Asunción Silva, Pérez Bonalde, Tolstoi, Tourgueneff,  Vargas Vila, Zumeta, Polita de Lima, Arístides Rojas, Antonio Álamo, Stendhal, Lucio Antonio Zubillaga, Udón Pérez, Zolá, Goethe, Anatole France, Lombroso, Schopenhauer, Bécquer, Nervo, Chío Zubillaga, Lamartine, Blanco Fombona, Dumas, Shakespeare, Ramón Pompilio Oropeza, Nietszche, Alcides Losada, José Herrera Oropeza, Rodó. Un prodigio que una aislada ciudad se leyera tal florilegio de autores. El Impulso nos hizo entrar a la modernidad al crear el hábito de la lectura.

En 1915  publica el Álbum Poético de El Impulso, una apoteosis de cultura con 28 autores, constituyéndose en nuestra primera y más voluminosa antología poética del Estado Lara. Son poetas que llamará Hermann Garmendia “expresión de su ámbito telúrico, mariposas sentimentales, románticos poetas en tono menor, que emplean el romanticismo como una puerta de evasión, casi vírgenes de influencias extranjeras”: Simón A. Escovar, Gelasio Rivero, Hilario Luna y Luna, Ezequiel Bujanda,  hermanos Bracho de Carora.

La libertad de prensa será la  perseguida  de las dictaduras de Castro y Gómez. Languidece El Cojo Ilustrado. El  establecimiento en Caracas de  El Impulso se detiene bajo la censura del César en 1928 y la muerte del Br. Federico Carmona.






De Gutenberg a internet.

 El Impulso ha transitado un camino iniciado por el impresor alemán del siglo XV, hasta el presente globalizado por la comunicación satelital e internet. Se ha mantenido a distancia del sensacionalismo y cercano a la sobriedad de la cultura. No participa de la “civilización del espectáculo”  que puede hacer desaparecer la cultura, como denuncia Vargas Llosa. Ha comprendido que es agente necesario de formación de opinión.  En su deslumbrante sede enfrenta los retos del tercer milenio: la muerte de los impresos anunciada por Mc Luhan, así como la pertinaz  falta de papel. Pero, como siempre, saldrá adelante. Felicidades en estos 113 años.














El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...