martes, 21 de marzo de 2023

LA PROMESA BALFOUR

En el ya lejano año 1970 esperaba en una larga cola que emitieran mi carnet de estudiante de la Universidad Central de Venezuela en la magnífica Plaza del Rectorado de esa eminente casa de estudios. Contaba con 17 años de edad y procedía de Carora, remota ciudad del semiárido occidental larense venezolano.

De pronto vi venir un trio de jóvenes apuestos y bien vestidos que entregaban con cierta decencia unas hojas impresas en rudimentario multígrafa titulada: La Promesa Balfour. La leí con interés por su llamativo y curioso título. En ella se daba cuenta de los orígenes históricos del Estado de Israel en 1948, pero retrocedía hasta el emblemático año 1917 cuando el Ministro de Exteriores británico Arthur Balfour (1848-1930) ofrecía a los judíos de la diáspora un hogar nacional para el pueblo hebreo.

Eran apenas 67 palabras las contenidas en esta Declaración Belfort y que su mismo autor no podía medir las inmensas consecuencias que ellas han tenido. Estas poquísimas letras son las primigenias responsables del terrible y largo conflicto entre israelíes y palestinos que nos alcanza hasta el presente con extrema virulencia.

Es un documento clave para comprender el siglo XX y también el siglo XXI. Los hebreos ven en él su partida de nacimiento como Estado, en tanto que los palestinos lo califican de “gran traición”. Inglaterra era la primera potencia mundial en 1917 y dio respaldo al recién creado movimiento sionista para darle a los judíos un territorio que por entonces estaba en manos del decadente Imperio Turco.

Eran los terribles años de la Primera Guerra Mundial y Alemania daba signos de una inminente derrota en 1918. En Rusia los Bolcheviques toman el poder en un incruento golpe de estado planificado por Lenin y sus secuaces. Es en consecuencia 1917 un año clave que explicaría buena parte de la historia global en lo sucesivo.

 

La Declaración Balfour, firmada el 2 de noviembre de 1917, es demasiado breve y está por consiguiente llena de ambigüedades: ¿Qué es un hogar nacional? Una pregunta que nos acecha y que hasta el mismo teórico de la nación Benedict Anderson vio con recelo y desconfianza. El texto señalaba específicamente que "no debía hacerse nada que pudiera dañar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina".

Pero ha sucedido todo lo contrario. El pueblo judío que acababa de sufrir el holocausto ordenado por Hitler la cargó de manera inmisericorde contra el sufrido pueblo palestino y ha creado el más gigantesco programa de la historia: la inhumana y terrible Franja de Gaza.

Pero volvamos a mis años de estudiante en la UCV. Me sorprendió la audacia de aquellos jóvenes hebreos que repartían La Promesa Balfour en aquella universidad tomada por la izquierda pro soviética y pro cubana e insurreccional, que acababa de acogerse a la pacificación ofrecida por el presidente Dr. Rafael Caldera en su primer gobierno (1968-1973). La universidad acababa de ser allanada militarmente en 1969 y volvería a sufrir una segunda intervención militar en 1970.

Era frecuente ver en nuestra alma mater, dirigida entonces por el Rector Dr. Jesús María Bianco, arengas, carteles y pintas contra el presidente estadounidense: Juicio a Richard Nixon, la horrible guerra de Vietnam, la invasión a Camboya, y a favor de la errática Revolución Cultural de Mao Tse Tung, la Revolución cubana de Castro y el Ché Guevara, el nacionalismo panárabe de Nasser, la Renovación Universitaria inspirada en el Mayo francés de 1968.

El muchacho imberbe y provinciano que era yo no podía entender y digerir aquellas complicadas y espinosas situaciones que me rodeaban. Debí, forzado, abandonar ese escenario de conflictos tras el segundo allanamiento de la UCV en noviembre de 1970 e irme a refugiar a la Universidad de Los Andes merideña del Rector Pedro Rincón Gutiérrez, casa de estudios que se mantuvo abierta.

 

 En esta eminente universidad serrana y su flamante Escuela de Historia entendí que los judíos, la descendencia de Abraham, son judíos para siempre, cualesquiera que sean los pasaportes que lleven o las lenguas que hablen o lean, según escribe Anderson. Que ellos son en buena medida artífices del moderno capitalismo, como valora Werner Sombart. Y que son los fundadores del Hollywood californiano, lugar que asumieron como la “tierra prometida”, al decir de Paul Johnson.

 Rememoraba en Mérida, años después, el episodio con los jóvenes hebreos de la UCV y me preguntaba por el origen de ellos. ¿Eran askenazis o sefarditas? Concluí que eren lo primero, es decir hebreos venidos de la Europa nórdica, quizás polacos o lituanos. Que no eran precisamente sionistas, condición que era anatema y condenación para los furibundos “ñángaras” de la UCV, y que mi propio apellido -Cortés- es de prosapia y linaje sefardita español.

Como soy historiador de oficio a la manera blocheana y docente en todos los niveles de la educación venezolana, les presento a ustedes la escueta y lacónica Declaración Balfour que los muchachos hebreos de Caracas escribieron como Promesa Balfour, para que saquen ustedes sus propias conclusiones:

 

 Estimado Lord Rothschild.

 

Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.

'El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país'.

Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista.

 

Arthur Balfour

 

 Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

Carora,

República Bolivariana de Venezuela,

 martes 21 de marzo de 2023.

 

 

 

 

 

 


miércoles, 1 de marzo de 2023

Isaac Newton, el último mago

Fue el célebre economista del siglo pasado John Maynard Keynes quien fue uno de los primeros en percatarse de que el celebérrimo científico Isaac Newton (1642-1727) era un hombre obsesionado por las llamadas ciencias ocultas, la alquimia y la magia, y que no era, en tal sentido, una persona enteramente gobernada por la diosa Razón como hasta ahora se ha creído.

 Keynes adquirió en 1936 en una subasta de Shoteby´s una serie de cartas olvidadas del sabio inglés. Para su mayúscula sorpresa constata las inclinaciones mágicas y profundamente teológicas del descubridor de la fuerza de gravedad. Lo invisible era su obsesión. Newton era un mago y también un científico, un hombre en extremo neurótico, de difícil personalidad, carácter temeroso, pero dotado de unas tremendas habilidades experimentales.   

 Creía Newton, por ejemplo, en la “leyenda del espejo”, quimera que obsesiona, dice el mexicano Octavio Paz, a las mentes más lúcidas de los siglos XVI y XVII, René Descartes y Marin Mersenne, entre otros filósofos de la modernidad temprana. Los espejos acababan de ser inventados y se pensó que detrás de ellos existía otra realidad independiente con sus leyes propias. Alcanzar alguna conexión con este mundo aparte era una aspiración de muchas personas. Otras de sus curiosas y extrañas búsquedas fueron la piedra filosofal y que trataba seriamente interpretar las profecías bíblicas.

 Era Newton un hombre a caballo entre la supersticiosa Edad Media y la modernidad temprana. Un mago que se interesaba en la alquimia y que era paradójicamente capaz de escribir ese portento del conocimiento que es su Philosophiae naturalis Principia Matemática en 1687.

Esa desproporcionada incomprensión de Newton por parte de nosotros, hombres del tercer milenio, se debe a que cometemos un gigantesco anacronismo (Lucien Febvre) con este sabio inglés, y que no comprendemos el mundo en que le toca vivir a este europeo premoderno. A principios del período moderno se pensaba que había fuerzas espirituales en todas partes, todo el tiempo. También hay varias fuerzas invisibles, como el viento, la electricidad, el magnetismo.

Vivió Newton en un mundo heteróclito e insólito, un mundo encantado, como diría el sociólogo germano Max Weber, y más recientemente Morris Berman (El reencantamiento del mundo, 1987). El orbe podía estar gobernado aun por fuerzas inexplicables y secretas. Predijo Newton el fin del mundo en 2060 basándose en una curiosa interpretación de un pasaje bíblico, el Libro de Daniel. Según él, 1260 años pasarían entre la fundación (800 d.C.) del Sacro Imperio Romano Germánico por Carlomagno y el fin de los tiempos.

Se interesó en un texto hermético atribuido al mítico Hermes Trimegisto, el “tres veces grande” de la tradición egipcia y griega, llamado Tabla Esmeraldina o Tabula Smaragdina, escrito que indicaba la manera de llegar a la “piedra filosofal” y la producción artificial de oro, y consecuencialmente el logro de la muy ambicionada eternidad.

 La célebre Universidad de Cambridge, alma mater de Newton fundada en 1209, no escapaba a tal hechizo. No hay física sin trastienda metafísica, dice mi Maestro germanovenezolano Ignacio Burk: Mitos y misterios acompañan la ciencia romántica de Goethe, o la estrafalaria física del éter o flogisto domina hasta que llega Albert Einstein y la manda al basurero de la historia, en la extinta Unión Soviética un biólogo llamado Lysenko negó la veracidad de las leyes de Mendel.

Es necesario destacar que el sabio inglés recibió una gran influencia del neoplatonismo renacentista, pues en la universidad donde se formó existía la escuela de los platónicos de Cambridge. Newton, que tuvo a More de profesor, tomó prestada su idea del espacio y el tiempo como “órganos sensibles de Dios” y la acabó transformando en espacio y tiempo absolutos, como correspondía a atributos divinos. El neoplatonismo fue el verdadero responsable del gran cambio en nuestra comprensión del Universo que se ha atribuido completamente a Copérnico, Galileo y Kepler, lo cual no es -argumenta Arthur Lovejoy- enteramente cierto.

 El hermetismo renacentista comenzó a declinar cuando, en 1614, un hugonote refugiado en la corte de Jacobo I, el erudito helenista Isaac Casaubon, probó que el Corpus hermeticum, redactado por Hermes Trimegisto, pertenecía a los primeros siglos de la era cristiana. El triunfo del pensamiento de Descartes y los avances de la física y la astronomía newtoniana precipitaron la ruina del hermetismo.

Esa fascinación de Newton por lo oculto lo llevó empero a descubrir la fuerza de gravedad, base indiscutible de la ciencia moderna que fue completada por Einstein. Esta cara desconocida del sabio inglés no se enseña en nuestros liceos y universidades. Sería muy útil y atractivo para nuestros estudiantes conocerla, lo cual haría de las terribles Leyes de Newton una cosa más agradable y digerible, pues lo oculto siempre ha resultado ser una humana ambición entenderlo.

 Pero los docentes de física consideran que la historia y la filosofía son pérdida de tiempo. Desconocen nuestros físicos del tercer milenio que la orgullosa ciencia que cultivan fue en sus principios una filosofía natural. La alienación por la ciencia mal entendida, afirma nuestro sabio Ignacio Burk, origina una grotesca confusión social. La física mal entendida conduce a una forma de alienación.

Luis Eduardo Cortés Riera. 

cronistadecarora@gmail.com



 


El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...