martes, 5 de marzo de 2013

Teatralidad y vida de Rito Ramón Rodríguez


No olvides que es comedia nuestra vida”
Calderón de la Barca"

Su pasión artística ha sido el teatro. Su personaje favorito: el diablo de Carora. Conocido cariñosamente como Triple R, este donoso caballero accede a darme una entrevista en nuestra Librería del Sur, avenida Miranda esquina calle Coromoto. Tiene buena memoria y coherencia en sus parlamentos, camina todos los días, cruza sin ayuda las avenidas. Ha logrado superar una enfermedad que lo mantuvo momentáneamente fuera de los escenarios de vida. Volvió.


Ha hecho casi de todo. Desde saltos nocturnos en paracaídas, hasta revistas, boletines culturales y gremiales; desde trabajador en bibliotecas, pasando como actor y creador de obras teatrales. Fue factor decisivo en la consolidación de la Casa de la Cultura de Carora, junto al memorable Dr. Juan Martínez Herrera. En la vieja Casa Amarilla montó El juicio del Diablo, todo un acontecimiento cultural en aquel año de 1970. Para sorpresa del público que masivamente se congregó en la calle Lara, el diablo fue, finalmente, absuelto.
Rito Ramón intuye que la cultura nuestra está impregnada de una profunda teatralidad, la que los españoles impusieron a los indígenas. Los indios, pues, adoptaron una actitud teatral, sostiene Bolívar Echeverría. Rito estudia teatro desde 1964 hasta 1969 en Maiquetía, año en que se viene a Carora y monta la obra La Venganza, con cuatro actores en la recién fundada Casa de la Cultura, institución en la que fungió de secretario hasta 1972. En tales funciones publicó 12 boletines de esa institución, con la vieja técnica del multígrafo y los stenciles. Otra obra fue La Piñata, de Alarico Gómez, donde Juan Tomás Martínez actúa como voz infantil. Le siguió El diablo anda suelto, de Rafael Montesdeoca Martínez, a la cual continuó El pedido de mano, del ruso Antón Chejov. Le seguirán Los fusiles de la madre Carrara, inmortal pieza brechtiana. Una última será Ey, quién me oye, del estadounidense Willian Saroyan.
Me dice Rito que Los fusiles es una obra muy difícil de montar, que sus actores eran Alejandro Rodríguez, Isabel Piñango, Marlene García, en tanto que escenografía y sonido corrían a su cargo. En tono grave me dice que Juan Martínez actuó en El diablo anda suelto, que su esposa Teresita Yépez y Oswaldo Galeno lo hicieron en la pieza de Chejov.
Una de las innovaciones que introdujo Rito a la recoleta ciudad fue el teatro de la calle, una rama del teatro que fue desacralizándose. En horas nocturnas y con fuegos de artificio, el diablo sale del cementerio, frente a la iglesia de la Coromoto. Salta desde la tarima sobre los diablitos. Unos guardias civiles salen a darle cacería a mefistófeles. Al final logran colocarle el cordón de San francisco. El párroco de entonces- me dice Rito- no comentó nada. Los fusiles empleados fueron cedidos en préstamo por la Guardia Nacional. Alejandro, su hermano, se disfrazó de diablo, con látigo en mano, pues Rito pensó oportuno quitarle el tridente. En su recorrido hasta la Plaza Bolívar Belcebú empuña un garrote encabuyao y hasta se pone un liquiliqui rojo.
Sigue contando Rito que durante 12 años fue secretario de las fiestas patronales; eran los tiempos en que Baloncho Alvarez las presidia. Otros tres años lo fue, junto a Eduardito Mosquera, de los carnavales. Como compositor musical se le conoce la canción Las vacas de Mogollón, en recuerdo de aquel ciclista que pastoreaba sus vacas por las calles de Carora. La música es autoría de Mario, hijo de Cruz María Salas.
Una vez que deja la Casa de la Cultura, el Dr. Domingo Perera lo recomendará para funcionario de la Sociedad Regional de Ganaderos de Occidente. Allí estuvo durante ocho años. Se encarga de redactar el boletín Gremio Cebuíno Lechero, así como Avance Agropecuario y el periódico SORGO. Todos llevan la impronta de su fina y esmerada redacción. Numa Rojas- me dice emocionado- colaboraba mucho conmigo. A Baloncho le hizo un bello trabajo titulado A puerta de corral, editado en 1979. Lamenta que la Academia Nacional de la Historia le dio créditos a Alvarez y no a mí, dice como pensando en voz alta. En ese mismo año funda la Editorial Carora junto a Teodoro Arispe, Domingo Perera, Manuel Morales y Numa Rojas. Y es precisamente en compañía de Numa con quien sufre aparatoso accidente vehicular en Palo de Olor. Estuvo 17 días inconsciente. Numa salió ileso completamente.
Nunca consumí licor ni fumé, agrega. Tiene una gran fortaleza espiritual y física, a tal punto que llevaba a don Pío Alvarado, Victoria, Ramón Ignacio, la Chía y Félix Campos en su pequeño Renault 12 hasta Caracas, ida y vuelta, ¡con la maletera full de instrumentos musicales!.
Está casado con la isleña Encarnación Armas desde hace 44 años, con quien procreó cuatro retoños. Su último desempeño lo hizo hasta 1996 en la Asociación de Comerciantes e Industriales de Carora, ACIC; siendo su presidente el Lic. José Ramón Hernández, se retira. Es católico no comprometido, no militó en partido alguno, cobra su pensión desde hace 14 años, me dice socarronamente para terminar este amable caballero conocido como Triple R.

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...