viernes, 26 de diciembre de 2025

Dr. Félix Quintero clausura el Colegio Federal Carora en 1900.

 

Aspirantes a reina de las Fiestas Patronales de Carora visitaron El ...

 

Dr. Félix Quintero,

Ministro de Instrucción clausura el Colegio Federal Carora en 1900.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

Los godos o patricios de Carora no lo podían creer, el general Cipriano Castro, que unos meses antes había pasado en campaña militar por esta ciudad del semiárido larense, que había recibido el entusiasta  apoyo de sectores representativos de la sociedad caroreña, ahora clausuraba la creación cultural más importante por ellos promovida, el Colegio Federal Carora, institución de educación secundaria que había sido fundada 10 años atrás, en 1890, como Colegio (particular) La Esperanza, bajo la rectoría del abogado Dr. Ramón Pompilio Oropeza y 22 alumnos fundadores. Ninguna mujer.

          Dos acaudalados comerciantes habían patrocinado tal plantel educativo: Andrés Tiberio Álvarez y Amenodoro Riera. La ciudad apenas tenía 8 mil habitantes y una afincada tradición católica. Los patricios caroreños ejercían una auténtica hegemonía ideológica y cultural: dominaban los asuntos del altar, las cátedras de latinidad, crearon escuelas de primeras letras, fundaron periódicos y clubes sociales. La tierra y el comercio eran de su propiedad.

En esa década el Colegio dio frutos excelentes: 28 muchachos, todos varones, habían egresado de sus aulas como flamantes Bachilleres en Ciencias Filosóficas, un título que daba gran prestigio social. Las humanidades clásicas dominaban sobre la ciencia natural en su orientación filosófica. Su plan de estudios era un anacronismo, pues se enseñaba Latín, una lengua que había dejado de ser universal siglos atrás, el Griego tenía poca aplicación, la Retórica tenía un sabor medieval, grandes problemas tenía la Física, pues los científicos creían que ya había llegado a sus límites. En 1891 La Esperanza fue elevado a Colegio Federal por el presidente Raimundo Andueza Palacio, el creador de la Universidad del Zulia.

La clausura del Colegio caroreño en 1900.

Ese fatídico año escribe el vicerrector del Colegio caroreño, el médico Dr. Lucio Antonio Zubillaga, que “en el año académico 1899 no hubo clases por causa de la guerra. En agosto de 1900 se suprimió el Colegio Federal y en septiembre del mismo año se abrió como particular”. No era la primera vez, pues en 1895 hubo un conato de cierre del instituto y su escuela primaria anexa por el gobierno de Joaquín Crespo, fundador de la Universidad de Carabobo. Cerrar escuelas y colegios “es esta una constante perniciosa de nuestra Instrucción Pública, hecho que es como una constante perniciosa de nuestra historia republicana. Una dolencia profunda que no era tan sólo de la Educación, sino de todo nuestro organismo histórico”, se lamenta Mariano Picón Salas.

¿Por qué se suprimió el Colegio caroreño? Veamos: El Presidente Castro consiguió a un Estado y a un país en ruinas. El precio del café, nuestro principal producto de exportación, había bajado a 0,83 Bs. en 1899, cuando se pagaba a 5,47 Bs. en 1895. La deuda pública venezolana en 1900 ascendía a la suma de 211.371.200 Bs., el crédito externo estaba por el suelo, las transacciones anuladas. Cipriano Castro necesitaba a toda costa conseguir dinero para mantenerse en el poder y como ya había sucedido en 1895, es el Colegio Federal de Carora, como muchos otros en el país los que son c1ausurados por el Presidente Castro mediante la infame Ley de Rentas y Gastos Públicos de 1900. Era tan difícil la situación general del país en aquellos años que ni siquiera el Ministro de Instrucción Pública preparó Memoria y Cuenta en ese mismo año de 1900. El Dr. Félix F. Quintero, que no fue capaz de elaborar aquel documento, sí lo fue para borrar de un plumazo el Colegio Federal Carora.

¿Quién era el Dr. Félix Quintero?

Lo primero que nos sorprende es que no era tachirense sino caraqueño. Una vez instalado Cipriano Castro en el poder se prestó servir al caudillo andino como eminencia gris. Era abogado, ingeniero, educador y político, algo extraordinario, pues en su intelecto cabían las ciencias naturales y las humanidades, un portento del conocimiento casi inexistente en nuestros días. Fue discípulo del sabio Agustín Aveledo en el Colegio Santa María, ingeniero y doctor en ciencias físicas por la Universidad de Caracas en 1886, se doctoró en filosofía y letras en 1891, y como si fuera poco se doctora en ciencias políticas y abogacía en 1894 en esa misma casa de estudios.

 Fue Ministro del Interior del presidente Andueza Palacio hasta 1892, preside la Corte Suprema de Justicia en 1895. Ocupó el cargo de relator de la Corte Suprema del Distrito Federal en 1915 y fue senador por el Estado Táchira. Presidió las sesiones de la Cámara del Senado durante el primer período de sesiones ordinarias en 1924. Y durante el segundo período, en 1925. Individuo de número de la Academia Nacional de la Historia en 1918

 

 Su pasión por la docencia lo mantuvo como profesor de la Universidad de Caracas, hoy llamada Universidad Central de Venezuela. En diversas oportunidades, dictó las cátedras de Historia Universal, Derecho Romano, Geometría Analítica, Economía Política, Astronomía y Cronología y Filosofía. También fue profesor de castellano y filosofía en el Colegio Alemán y en el Seminario Metropolitano de Caracas.

        Con todo ese impresionante currículo, fue el Dr. Félix Quintero el Ministro de Instrucción que ordena la infame clausura del Colegio Federal Carora en 1900, año en el que ni siquiera prepara Memoria y Cuenta como Ministro del ramo del presidente Cipriano Castro.

Este desolador panorama de nuestra Instrucción Pública continuará terriblemente con otro destacado Ministro de Instrucción de Cipriano Castro, el escritor Eduardo Blanco, autor de la célebre epopeya Venezuela heroica, publicada en 1883, quien declara en suspenso las universidades del Zulia y Carabobo, el Colegio Superior de Guayana, el Colegio Federal de Primera Categoría de Barquisimeto.  Justificaba el novelista tan criminal acto hacia la cultura y el conocimiento al decir que “a la deficiencia de la enseñanza se unía el exceso de médicos y abogados lo cual contribuiría a crear en el país un verdadero “proletariado intelectual.” Apenas quedaron existiéndolas universidades de Caracas y la de Mérida.

Afortunadamente, y tras larga clausura de 11 años, el Colegio Federal Carora fue reabierto felizmente en 1911 por el general Juan Vicente Gómez y su Ministro de Instrucción, el escritor larense Dr. José Gil Fortoul. Una interesante historia que ofreceremos en próximas entregas.

Carora,

Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela,


Esperanza Lameda de Riera. profesora

Profesora Esperanza Lameda de Riera. Cultura y política en una mujer.

Si alguna dama merece un reconocimiento en la Carora patriarcal es Esperancita Lameda de Riera, quien a fuerza de tenacidad y empeño se abrió un camino entre la espesura de unos hábitos y culturas patriarcales. Lideró su hogar y logra resultados notorios al encaminar con éxitos a su progenie en la academia, se abre lugar en la estructura de un partido socialcristiano signado por la dominancia masculina, lidera nuestro Concejo Municipal de Torres, diputada al Congreso Nacional, continúa su formación de maestra normalista hasta conseguir su grado de profesora de castellano y literatura con honores.

La he conocido desde hace mucho tiempo gracias a su amistad con Expedito Cortés, mi padre, a su maravillosa idea de crear un instituto de Educación Media de carácter particular, el Colegio Libertador, y puedo destacar que fue ella la primera Sub Directora Académica del centenario Liceo Egidio Montesinos de Carora fundado en 1890. Firme en su defensa de la lengua castellana y de nuestras tradiciones, le oí hace pocos días un reclamo muy sensato y oportuno de que en un acto cultural de un plantel educativo religioso caroreño no se oyó ninguna pieza musical venezolana. El entusiasmo y el humor siempre sano recorren su rostro de mujer barrionovense, un maravilloso lugar de la memoria caroreña de donde sin lugar a dudas extrajo su equipamiento para crear cultura y civilidad.

Felicito gratamente a los organizadores de este sentido y agradable acto a nuestra paisana, La Gala de la Amistad, a Franklin Piña, sociólogo Justiniano Vásquez allá en la lejana Canadá, Lic. Jorge Euclides Ramírez, José Adán, Abogado Gerardo Pérez González, Profesor Gorquin Camacaro, Dr. Juan Hildemaro Querales, Lic. Jesús Álvarez, Lic. Orlando Álvarez Crespo y Abogado Carlos Suárez, por haber escogido y situado a Esperancita como un valor en la tradición milenaria del cristianismo que merece ser colocado en la senda de los constructores y constructoras de caminos de amistad, cultura, concordia, amor y entendimiento.

Muchas gracias por haberme invitado a este merecidísimo reconocimiento a Esperanza Lameda de Riera, el valor de ser mujer personificado.

 

 

Dr. Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña.

Cronista Oficial del Municipio Torres, Carora.

Miembro de la Fundación Buría.

Jubilado del Ministerio de Educación de Venezuela.

 

Carora, 14 de junio de 2025.  

 


Semiárido larense venezolano como caja de resonancia cultural

El semiárido larense venezolano como caja de resonancia cultural.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

Ha sido Edilberto Ferrer Véliz (2007) quien nos ha hablado de los xerosistemas regionales larenses y falconianos, micro regiones habitadas por sistemas sociales que, organizados particularmente desde milenios, han actuado con tenacidad y perseverancia, respondiendo a las ventajas y antagonismos que el entorno seco y deficitario de humedad ha impuesto a su búsqueda de medios de supervivencia, desarrollo económico y sociocultural y calidad de vida. (Torres, presente y futuro, Pp. 39). La hostilidad ambiental, la sequedad del ambiente, han condicionado la manera en que se han organizado las comunidades humanas mucho antes de que llegaran los cristianos a este vasto erial del occidente de Venezuela. Las condiciones climatológicas gobiernan la demografía, habitabilidad y productividad, elementos condicionados por la presencia de agua dulce. Es decir que los hidrociclos afectan a las comunidades naturales y a la población, sus actividades agropecuarias, tradiciones y cultura, valora Ferrer Véliz.

Estas agudas observaciones de Ferrer Véliz guardan una estrecha semejanza de criterios analíticos con los del antropólogo estadounidense Marvin Harris (1927-2001), creador del materialismo cultural, una manera interpretativa del marxismo como ecología cultural, tal como la que plantearon Julian Steward y Leslie White. El cambio cultural se da en función de la adaptación al medio ambiente. Toda cultura tiene tres componentes: ideológico, sociológico y tecnológico. Una cultura con más medios tecnológico estará más evolucionada que una que no tiene. En propias palabras de Harris “…El materialismo cultural está basado en la simple premisa de que la vida social humana es una respuesta o reacción a los problemas prácticos de la existencia terrenal…” (El materialismo cultural, 1979, pp. 11) Se opone al planteamiento humanista de que no existe determinismo en los asuntos humanos, que niegan la legitimidad de las explicaciones científicas del comportamiento humano. Nuestra estrategia, agrega Harris, es contraria también a numerosas formulaciones que parten de las palabras, las ideas, los valores morales y las creencias estéticas y religiosas para comprender los acontecimientos cotidianos de la vida humana. Añade al marxismo la presión reproductora y las variables ecológicas.

Es muy conocida su argumentación económica y ecológica de la vaca como animal sagrado en la India: su valor como animal vivo es superior el animal sacrificado para la alimentación. La vaca no es sagrada de por sí, sino que su sacralidad hunde sus raíces en la utilidad: produce leche, fertilizante en su estiércol, arrastran los arados.  De modo parecido dice Harris que el tabú alimentario en torno al cerdo del islam y el judaísmo se debe a que estos animales no son útiles en los climas desérticos, donde ellos no consiguen pastar ni ayudan a los humanos a trabajarla agricultura. 

Harris ha trabajado los semiáridos del nordeste brasileño, región parecida como semiáridas a las del Estado Lara venezolano de nuestro interés. Las sociedades humanas se estructuran y adaptan a la escasez de agua, las estructuras familiares son extensas por motivos de cooperación, las creencias religiosas son movidas por factores climáticos de pluviosidad. La Iglesia Católica instituye festividades religiosas propiciatorias de las lluvias: San Isidro Labrador, fiestas a la Virgen de la Chiquinquirá en octubre en el pueblo de Aregue, la Danza de Las Turas, un ritual de plegarias por las lluvias.

 Pero la gran contribución de la religiosidad en estos lugares secos y carentes de humedad han sido las cofradías o hermandades, estructuras de solidaridad de base religiosa como las llama Michel Vovelle, las cuales tenían una doble cara, la terrenal mundana y la metafísica. Los hermanos estaban obligados a auxiliar a sus miembros en casos de enfermedad, asistir a huérfanos y viudas, prestaban dinero a interés, pero también la asistencia a las misas y velorios garantizaban que el hermano fallecido emergiera pronto de ese tercer lugar de la geografía del más allá, el purgatorio (Jacques Le Goff). Las limitaciones ecológicas hicieron al semiárido occidental venezolano campo fértil para que se instituyera una tupida red muy ramificada de estas cofradías religiosas, antecedentes coloniales del actual seguro social, tal como hemos sostenido en nuestra investigación del año 2003 Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX.

El antropólogo estadounidense hace énfasis en la tecnología (infraestructuras) de la cual se basan las sociedades humanas para su subsistencia en medios adversos. Para ello hemos centrado la atención en el recurso vital que es el agua dulce, su recolección, almacenamiento y distribución. En estos parajes larenses y falconianos llueve, aunque esa lluvia sea escasa, dice Pascual Venegas Filardo (Siete ensayos sobre economía de Venezuela, pp. 39), de allí que la tecnología en torno al aprovechamiento del escaso recurso líquido se conozca desde tiempos milenarios. Edilberto Ferrer Véliz nos habla de los aborígenes caquetíos arawacos que construyeron unos dispositivos anti erosivos llamados torobas en la Depresión Mitare-Pedregal. (Ibíd. Pp. 37). En el siglo XVI los cristianos aprovechan las eficientes técnicas agrícolas de los aborígenes como la siembra en los recodos de quebradas y ríos, las vegas o selvas de galería, la construcción de aljibes, cisternas y jagüeyes, bucos y canales de regadío, el aclaramiento del agua agregándole trozos de tunas y cactos, la elaboración de primitivas cantimploras con frutos vegetales, las taparas.  En 1530 el capitán alemán Nicolás Federmann observa entre los caquetíos de Barquisimeto una agricultura excedentaria del maíz en el río Turbio, escribe Reinaldo Rojas (1991) Variquecemeto en la historia indiana.

La arquitectura local esta de igual modo signada por el ecosistema falto de humedad y poderosa irradiación solar la mayor parte del año. Los elementos constructivos son el barro, adobe, madera, caña brava, con la cual se erigen casas refrescadas de topias anchas y tejas, techos de “torta”, enramadas de cují, el techo de “divibe” que es mescla de barro y fibra de cardón, que regulan las temperaturas y las hace frescas y cómodas, construcciones que observamos en El Tocuyo, Barquisimeto, Carora, Siquisique, Quíbor, Río Tocuyo, Baragua. Dice Francisco Tamayo Ibíd. P. 99) que es curiosidad notar que en la construcción del tipo de casa aquí descrito es la ausencia de materiales de hierro en la construcción, ya que no se emplean clavos, ni alambres, ni cerraduras, ni aldabas. Lo mismo sucede con la utilería familiar. La tierra y el vegetal proveen todos los elementos (p. 99) El semiárido no es obstáculo sino motor de creatividad. Se trata, pues, de la cultura del calor seco de la que nos habla Mariano Picón Salas espléndidamente y como ensalzándola en su magistral Comprensión de Venezuela, 1949.

Toda una interesante tecnología se implementa desde las fibras vegetales para la elaboración de sacos, mochilas, cabuyas, alpargatas, así como plantas curtientes como el dividive (Cesalpinea coriara), que hicieron de Carora una ciudad reconocida por sus magníficas talabarterías para la exportación al Caribe y Nueva Granada.  Venegas Filardo (Op. cit. P. 50) nos refiere las virtudes de la fibra de cocuiza (Fourcroya Humboltiana) y de la fibra de la raíz del cocuy (Agave cocui), antes de ser introducido desde México el cultivo del sisal (Agave sisalana), que transformó las sabanas de Barquisimeto. En los días que corren la siembra del melón, los pimentones y la caña de azúcar han experimentado gran crecimiento en Lara. Es notable la implantación de la uva en los Viñedos de Altagracia al oeste de Carora desde 1980 por la empresa franco-venezolana POMAR. 

El Estado Lara es el asiento del Tamunangue, la manifestación folclórica más rica y bella de Venezuela, si no lo es ya de todas las Américas, nos dice Francisco Tamayo (1952) Guía económica y social del Estado Lara, p. 89. Esta suite de danzas o sones de negros sería poco menos que incomprensible sin la agricultura de la caña de azúcar y el cacao en los valles de El Tocuyo y Curarigua. Siguiendo a Harris observaremos que este folklore está íntimamente ligado a los cañamelares, la siembra y recolección de la planta, así como su transformación en panelas y papelones en los trapiches, ingenios y molinos. En estos escenarios semiáridos se dieron la mano indígenas, cristianos y españoles para laborar y para crear cultura. Dice Roberto Mujica que esta manifestación contiene “la elegancia, el gracejo, el atavismo y la nostalgia de las tres razas: blanca, negra y aborigen” Rafael Strauss K. (1999). Diccionario de cultura popular, p. 722. Sin la compleja base tecnológica que implica la siembra y recolección de la caña de azúcar y la elaboración de azúcar morena, panelas y papeloncillos, hubiese sido poco menos que posible que se levantara tan prodigioso y exuberante complejo o universo cultural, como llama Reinaldo Rojas (1995) al Tamunangue (Historia social de la Región Barquisimeto …P. 339.)

El filósofo y semiólogo soviético Yuri Lotman (1922-1993) nos anima a hablar de lo que hemos denominado Geosímbolos larenses. El Estado occidental de Lara conforma una identificable unidad geocultural en torno a la geografía del semiárido. Se trata de una semiósfera como espacio cultural creador de sentido colectivo anclado a un espacio geográfico. Es precisamente dentro de este marco teórico que adquiere sentido la noción de identidades geoculturales, una categoría analítica poco empleada en estudios precedentes pero que, según creemos y hemos intentado demostrar (Montoro y Moreno Barreneche), resulta apropiada para agrupar una serie de identidades colectivas con una característica en común: su génesis en hechos de naturaleza geográfica, sea esta objetiva —una montaña, un mar, un continente— o subjetiva —una frontera estatal, una línea divisoria provincial—, pero en cualquier caso, existente y relevante en cuanto que hecho relevante para la realidad social (Searle, 1995) El estado Lara es una comunidad imaginada que se articula precisamente en la asociación con un territorio

Por identidad geocultural entendemos, dicen Montoro y Moreno Berreneche, una configuración discursiva de sentido anclada en una materialidad o un hecho geográfico específico, al que se toma como constitutivo de un núcleo semiótico que se utiliza para unir a un grupo de personas en términos de una pertenencia identitaria. Las identidades geoculturales son artefactos discursivos, esto es, artificios construidos a través de la manipulación de signos y discursos y que tiene por objeto de identificación un espacio geográfico determinado, al que se le atribuyen determinados rasgos culturales considerados como diferenciales. En términos semióticos, hay distintas maneras en las que ciertas marcas naturales o convencionales del territorio pueden actuar o bien como fronteras entre dos o más identidades, o bien como recursos articuladores de una misma identidad. (Sebastián Moreno Barreneche, Juan Manuel Montoro (2007) Semiosferas y límites geográficos. El aporte de la semiótica de la cultura de Yuri Lotman al estudio de las identidades geoculturales.)

El Estado Lara, occidente de Venezuela, está delimitado de dos formas distintas, los límites naturales y los limites políticos. Los naturales serán: por el norte Sierra de San Luis del Sistema Coriano, que lo separa y une al Estado Falcón, al Este la Codillera de la Costa, por el sur las ultimas estribaciones de los Andes venezolanos, al oeste la Sierra de Ziruma que nos separa del Estado Zulia. Los límites políticos se han superpuesto a esta realidad objetiva, lo cual le da a la entidad una doble identidad física y subjetiva. Por el Norte limita políticamente con el Estado Falcón, por el Sur los Estados Portuguesa y Trujillo, por el  Oeste con el Estado Zulia, y por el Este los Estados Yaracuy y Cojedes.   En ese sentido, el Estado Lara no es andino, ni central ni llanero, ni antillana, sino una frontera de transición cultural en forma de nudo que le confiere una idiosincrasia particular en Venezuela, afirma Kaldone Nweihed (Reinaldo Rojas, De Variquecemeto a Barquisimeto. pp 13 y 14).

El sabio larense Francisco Tamayo nos habla (1952, Guía económica y social del Estado Lara, Pp. 96) de que diversos factores geológicos, flora, fauna y etnos (que) copulan para engendrar una nueva forma, un nuevo tipo humano, un ecotipo que es síntesis y exponente de integración social. Subraya lo que llama la “concurrencia larense” como un hecho que no admite dudas, largo proceso que se ha manifestado desde las más remotas edades. Y la interpreta como una convergencia de las especies botánicas y zoológicas, a lo que agrega: La etnología, la antropología, la sociología, la lingüística, la toponimia, todas, contribuyeron a poner de manifiesto la concurrencia larense. Pero en el Estado Lara venezolano donde se reúnen y confunden casi todos los medios físicos y biológicos del país (y) se está engendrando un tipo humano de características medias, equilibradas.” Esta síntesis humana, mestizaje, otro elemento que resalta el positivismo, de todo o de casi todo lo nacional es el tipo humano venezolano por antonomasia, por ser la expresión total de los cuerpos y de las almas de aquellas regiones parciales. Afirma Francisco Tamayo que la ciudad de “Barquisimeto es el crisol donde se polariza el mestizaje.” Estos determinismos le permiten concluir a Tamayo que “En Lara, nace, pues, lo nacional, lo venezolano”.

Y llegamos a la Geografía humanística, de las percepciones o de las sensibilidades cultivada por el chino-estadounidense Yi Fu Tuam y el chileno-venezolano Pedro Cunill Grau, un auténtico quiebre epistémico de la geografía, una ciencia que hasta ahora valoraba el espacio como fría entidad objetiva reducible a números y estadísticas, para abordarlo como construcción social, simbólica y afectiva. El hecho geográfico observado da paso, dice Reinaldo Rojas, al concepto de geosímbolo, como estructura simbólica de un medio geográfico. ¿Quién no recuerda la apreciación de Cunill Grau al llamar a los crepúsculos de Barquisimeto como “paisaje emocional de la ciudad”? Los atardeceres larenses fueron llamados por él “pabellón de los besos amarillos”, una clara evocación de su coterráneo Pablo Neruda. Este extraordinario y poco común fenómeno óptico del semiárido larense está emocionalmente ligado a la Gesta Magna, cuando Simón Bolívar exclama después de la desastrosa batalla de Cerritos Blancos en 1813: “Bien vale una derrota bajo un crepúsculo barquisimetano”.

La memoria colectiva de un pueblo tenaz y creativo se ha afincado de manera íntima a estos sublimes atardeceres, un anclaje emotivo simbólico al semiárido, espacio que se comporta como una inmensa caja de resonancia cultural melódica y literaria. Una estética sentimental multicolor que deriva de estos impresionantes atardeceres silenciosos, en donde el astro rey vacila en dejarle abierto el camino del firmamento a estrellas y luceros. Este sublime momento de silencio y quietud, profundamente óptico y auditivo, hermana a los larenses haciéndolos un solo cuerpo.

            Hemos dicho que desde un principio la respuesta del hombre ante las imágenes ha sido múltiple y ha estado relacionada en la mayoría de las ocasiones con el sentimiento: amor, censura, adoración, rechazo, excitación, etc. Es que las imágenes son los fantasmas que habitan nuestra mente. Las emociones ligadas a la contemplación de las imágenes a veces son tan intensas que pasan a formar parte de nuestra historia personal. Luis Eduardo Cortés Riera,2 Boletín de Academia Nacional de la Historia de Venezuela, n° 243, p. 37 y sgts.

Existe un profundo sentimiento que brota de nuestra catolicidad como hecho alternativo: el inmenso fervor a la Virgen Divina Pastora. Bolívar Echeverría argumenta que el catolicismo de los mexicanos es un catolicismo especial, un catolicismo no sólo “mariano” sino “guadalupano”. El cielo o panteón cristiano ha sufrido en el catolicismo mariano un re-centramiento sustancial. La figura determinante, es decir dominante, así no lo sea en términos absolutos como Dios Padre, sino sólo en términos “de excepción”, ha pasado a ser la figura de la Virgen María, Diosa central mientras dura una “coyuntura” indefinida que, de tanto serlo, resulta a fin de cuentas un estado permanente. “María es la Emperatriz del cielo, hija del Eterno Padre”. (Meditaciones sobre el barroquismo. En Modernidad y blanquitud. P. 183-207.).

Siguiendo esta idea de pensamiento bien podríamos decir que el marianismo de los larenses es un “Divinopastorismo”, un inmenso fervor que resiste al desencantamiento del mundo en términos weberianos, y al que nosotros hemos llamado “intenso impulso amniótico”, puesto que es en el seno, en el interior de la Virgen María donde hemos de sentirnos plácidos y protegidos por el calor del seno materno, ella proporciona salud física y espiritual a sus prosélitos que se cuentan por millones.

 El Divinopastorismo es de igual modo un acto de intensa topofilia (Yi Fu Tuam, Pedro Cunill Grau), un fuerte vínculo afectivo, una identidad cultural a un lugar específico, que se manifiesta de manera impresionante y multitudinaria todos los 14 de enero desde el año 1856. Un grandioso rebaño de ovejas conducido por el cayado de esta Dama Celestial, que, como portentosa metáfora de manada, nace de la mano de los frailes capuchinos sevillanos, religiosos que han proporcionado a centro occidente de Venezuela uno de sus más potentes imaginarios colectivos. La ciudad mercurial, movida por una intensa y frenética actividad comercial y de negocios, se rencuentra cada 14 de enero con lo metafísico y las creencias, las que son fondo y piso emocional de la humana existencia.

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“Tallistas, pintores, alfareros, músicos, tejedores, embusteros y razonadores de la palabra, hacendosos, guerreros y pacíficos, darían semejanza a sus sentimientos en la tierra de Lara, el lado larense del país. Hasta hoy, hasta siempre.” (Luis Alberto Crespo, 1994. Si fuéramos pájaros… Así es Barquisimeto)

 

Carora,

Estado Lara,

 República Bolivariana de Venezuela.

 Martes 8 de julio de 2025.

 

 

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Carora, Venezuela: las luces del gomecismo

Carora, Venezuela: Las luces del gomecismo,

 (1908-1935).

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

Hace algún tiempo, en 1987, publica la historiadora Yolanda Segnini un libro bastante polémico y perturbador Las luces del gomecismo (Alfadil Ediciones), en el que destacaba los adelantos culturales de un gobierno al que se trataba siempre de brutal y bárbaro, como el del general Juan Vicente Gómez (1908-1935). *En esta investigación, la autora muestra que en los años del gomecismo (1908- 1935) Venezuela no fue una nación privada de luces ni aislada del acontecer intelectual del mundo. Aparece así una vida cultura compleja, con instituciones culturales relevantes y donde la censura asumió posiciones contradictorias. Con ello se contradecía la opinión de destacados intelectuales venezolanos que vieron en esos largos 27 años de dictadura una calamidad para la cultura, señaladamente Mariano Picón Salas cuando dijo “Venezuela entró al siglo XX en 1936.”

Si bien es cierto que Gómez cierra la Universidad de Caracas entre 1912 y 1925, un auténtico retroceso cultural, no debemos olvidar que la filosofía positivista llega a su periodo de esplendor en los comienzos del siglo XX con Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, Pedro Emilio Coll, César Zumeta, entre otros. Se editan solamente en Caracas más de 100 publicaciones periódicas en un país donde el analfabetismo rondaba el 70%. La revista El Cojo Ilustrado y el diario El Universal son auténticos paladines culturales. Los planes de reformas y modernización educacional de Gil Fortoul, Felipe Guevara Rojas y Rubén González, ministros del ramo, son considerados los más avanzados del siglo XX, afirma Ramón J. Velázquez. En 1910 decreta Gómez la creación Comisión Científica y Exploradora de Occidente. El educador Rómulo Gallegos publica su inmortal novela Doña Bárbara en 1929 y Canaima en 1935. Teresa de la Parra escribe Ifigenia. El caraqueño Tito Salas se convierte en el pintor de lo nacional. La novela La casa de los Abila de José Rafael Pocaterra será de 1922.

Sin embargo, hay criterios sombríos de la cultura durante el gomecismo. José Luis Salcedo Bastardo (Historia fundamental de Venezuela) nos dice que será con gran retardo cuando se conoce en Venezuela a Mendel, Claude Bernard, Zolá, Dickens, Kipling, Turgeniev, Tolstoi, Cézanne, Manet, Gauguin, Ibsen, Dostoievski, Brahms, Debussy, Rodin, Verlaine, Rimbaud, Chesterton, Shaw, Rilke, Croce, Pirandello, Chejov, Gorky, Unamuno, Ortega y Gasset. Que, para el año final de Gómez, Venezuela posee nada más que 60 maestros titulares, en 1932 uno solo se gradúa en la nación. Durante el régimen de Gómez nunca hubo más de 125. 000 niños inscritos en el sistema escolar y que apenas había 2.157 escuelas, 188 cátedras de educación secundaria, dos únicas escuelas normales, tres liceos, 15 colegios con 1,100 asistentes, las dos universidades sobrevivientes, Caracas y Los Andes, suman 1.520 estudiantes (pág. 442 a 444)

 

Siguiendo esta idea de pensamiento de Yolanda Segnini, como se habrá notado muy diferente a la de Salcedo Bastardo, hemos adelantado una investigación sobre el estado de la cultura en la sociedad de Carora y el Distrito Torres durante el prolongado régimen del general andino. Quedaremos sorprendidos, pues no todo fue oscuridad, retroceso y atraso, como apresuradamente se afirma. Seguramente se deba aquel juicio contra el gobierno del general Gómez a nuestra propensión en América hispana a amar las generalizaciones y despreciar los hechos particulares, como nos advierte Octavio Paz. (Sor Juana Inés de la Cruz p las trampas de la fe. Pág. 464)

 

Las luces del gomecismo en Carora.

 Esta remota y particular ciudad del semiárido larense contaba a principios del siglo XX con una población de 8.000 almas, en el vértice de la cual se hallaba la “godarria caroreña”, una clase social minoritaria que domina el comercio, está en proceso de crear los grandes latifundios ganaderos en el Distrito Torres y ejerce una hegemonía ideológica y cultural en esta urbe que vive de la artesanía, el comercio y la cría de ganado caprino y bovino.
Estos patricios caroreños, clase social endogámica, fiel a su pasado hispánico o insular canario, está compuesta por los apellidos Alvarez, Zubillaga, Riera, Meléndez, Gutiérrez, Montesdeoca, Herrera, Oropeza, Silva, Perera, los cuales han realizado a finalizar el siglo XIX una importante agitación socio-cultural: han creado distintos periódicos, el selecto y excluyente Club Torres (1898), el Colegio de secundaria La Esperanza (1890), dominan la vida religiosa, los cargos eclesiásticos, las cofradías y hermandades de la Iglesia, comienzan a instalar sus grandes haciendas ganaderas, monopolizan el comercio, son los profesionales liberales, abogados, médicos, farmaceutas. Y, sobre todo, su catolicismo es conservador, vivido de manera más o menos militante, con un fervor y pasión que deviene de nuestro pasado colonial y barroco.

La Encíclica Rerum Novarum.


A principios del siglo XX, dos sacerdotes pertenecientes a la “godarria caroreña”, influidos por el Concilio Vaticano I de 1869 y la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, 1891, los Pbros. Lisímaco Gutiérrez Meléndez y Dr. Carlos Zubillaga Perera, realizaron una pastoral social en donde la Iglesia católica se plantea la búsqueda de Dios entre los más pobres, y a tales efectos crearon un periódico El Amigo de los Pobres, fundaron el hospital San Antonio, una congregación de religiosas, escuelas nocturnas para obreros, un asilo, instituciones de ayuda a los menesterosos, una banda musical, todo ello bajo la orientación básica de que la Iglesia debe estar al servicio de los pobres. Catolicismo social, en suma. Fue, sin embargo una experiencia muy breve, pues sus propulsores fallecieron a los pocos años de iniciada esta pastoral social que ha sido calificada como antecedente de la Teología de la Liberación de la década de los 60 del siglo pasado. Sin embargo un hermano del padre Carlos, Cecilio Zubillaga Perera, le dio continuidad a la obra de redención social iniciada, pero agregando a su combate popular un elemento doctrinal nuevo por aquel entonces: el marxismo de signo soviético.

En la remota ciudad del semiárido occidental larense y venezolano, Carora, el gobierno del general Juan Vicente Gómez se vio con amplias y comprensibles simpatías después de los turbulentos años del gobierno de Cipriano Castro, el bloqueo de las costas por las potencias europeas, los pesados impuestos de guerra y a la exportación.

El joven periodista Cecilio Chío Zubillaga lo apoya a través de la Sociedad Patriótica Ezequiel Zamora que él crea para que Gómez fuera electo presidente por el Congreso para el periodo 1910-1014. Otro tanto hizo el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, quien buscaba que el gobierno nacional reabriera el Colegio Federal Carora que había sido clausurado por Cipriano Castro en 1900. En efecto, en 1911 fue reabierto el Colegio tras largos once años de dramático y prolongado cierre.

 

El presidente Gómez envía a la ciudad un simpático militar tachirense, el general Juan de Jesús Blanco, quien pronto estableció estrechos y cordiales vínculos con los godos o patricios caroreños, es admitido en el selecto Club Torres, inaugura el acueducto en 1914, la red telegráfica, el Parque Bolívar y contribuyó a reabrir el Colegio Federal de secundaria que tanta falta hacía a los patricios caroreños y sus hijos.

El diario El Impulso, 1904.

 Fundar un periódico de circulación diaria en una ciudad de 8.000 almas fue considerada una   insensatez. En la comarca venezolana que  recuerda más a Castilla se funda en un caserón del siglo XVII, el 1 de enero de 1904, una empresa de cultura extraordinaria por una familia: los Carmona. Nace el primer periódico de circulación diaria de Carora, toda una temeridad a la cual se le pronosticaban negros augurios. Un escenario de odio, pero también de humanismo ve nacer El Impulso, quien desde sus primeros momentos dio muestras de vigor y de empuje, lo que explicaría por qué aquel humilde origen daría lugar al Decano de la Prensa de Venezuela de nuestros días. Sus fortalezas serán: es empresa familiar, en donde participan la esposa de Federico, Francisca Figueroa, sus hijos, con la asesoría del Dr. Pedro Francisco Carmona. Es iniciativa particular que no espera dádivas de ningún César. Otra es su discurso universalista, a contracorriente del espíritu de campanario. Quiere comunicarnos con el mundo. Saluda aquel momento de paz, el de la pacificación de Venezuela bajo la tiranía de Castro y Gómez. Exalta al telégrafo, la electricidad, que nos comunican “con todos los puestos del globo, todas las lenguas, todas las razas, la gran familia humana”, como se lee en el Editorial que da inicios a su circulación, que es todo un programa de intenciones para tender puentes con “ideas ajenas y el perenne influjo de los extraños sentimientos”.

Dijo “Chío” Zubillaga: “El Impulso enseñó a leer a los caroreños”En esos 15 años que residió en Carora publicó a Baudelaire, Nicanor Bolet Peraza, Simón Bolívar, Eduardo Calcaño, Byron, Darío, Maupassant,  Pedro Emilio Coll, D´Annunzio, Manuel Díaz Rodríguez, José Echegaray, Tulio Febres Cordero, Dimas Franco Sosa, Bello, Benjamín Franklin, Víctor Hugo, Jorge Isaac, José Martí, Jesús Muñoz Tébar, Poe, José Asunción Silva, Pérez Bonalde, Tolstoi, Tourgueneff,  Vargas Vila, Zumeta, Polita de Lima, Arístides Rojas, Antonio Álamo, Stendhal, Lucio Antonio Zubillaga, Udón Pérez, Zolá, Goethe, Anatole France, Lombroso, Schopenhauer, Bécquer, Nervo, Chío Zubillaga, Lamartine, Blanco Fombona, Dumas, Shakespeare, Ramón Pompilio Oropeza, Nietszche, Alcides Losada, José Herrera Oropeza, Rodó. Un prodigio que una aislada ciudad se leyera tal florilegio de autores. El Impulso nos hizo entrar a la modernidad al crear el hábito de la lectura.Quien escribe da gracias por ser El Impulso el órgano periodístico que difunde nuestras letras.

 

El Semanario Labor, 1912.

Al calor de esta euforia por el nuevo gobierno que da estabilidad política al país, es fundado el Semanario Labor en 1912 por el bachiller José Herrera Oropeza con el poeta tocuyano Hedilio Lozada, cuando ya circulaba con éxito el diario El Impulso, fundado por el bachiller Federico Carmona y de quien dijo Chío Zubillaga que ese periódico había enseñado a los caroreños a leer. Circulara en Carora El Impulso hasta 1919, cuando decide Carmona trasladarse a Barquisimeto. Ese mismo año fundará el bachiller José Herrera Oropeza el Diario de Carora.

 

La primera sala cinematográfica fue fundada en 1914 con el nombre Cine Venecia. Proyectó en su inauguración las cintas Epopeya napoleónica, El memorial de Santa Elena y Médico de servicio. El célebre violinista chileno Luis Palma dio varios conciertos en la ciudad, nos dice el Semanario Labor, diciembre 20 de 1914.

 

En 1915, en plena guerra mundial europea, nacerá un instituto educacionista público de primaria o elemental, la Escuela Dr. Ezequiel Contreras.  Los fundadores fueron el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza, doctor Lucio Antonio Zubillaga y el muy conservador Pbro. Dr. Pedro Felipe Montes de Oca, todos ellos muy ligados al Colegio Federal Carora. Su epónimo, el Dr. Contreras, fue médico egresado de la Universidad de Caracas (1855), educador y político del siglo XIX que fallece a temprana edad.

El Liceo Contreras para señoritas.1914.

Desde la naciente República de Panamá, anuncia el Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza la fundación del Liceo Contreras para la educación de señoritas en Carora para el año 1914. Allí se enseñaba a las damitas del patriciado caroreño según el método pedagógico concéntrico, toda una novedad entonces. Funda además una revista feminista con el nombre de la diosa griega Minerva. El instituto cerró sus puertas en 1934 cuando ya su fundador había fallecido en Valera, Estado Trujillo en 1922. Apenas tenía 40 años al morir este educador y científico caroreño que fue execrado de Carora por los patricios.

La enseñanza se impartía según el sistema concéntrico, o por capas, desde una más básica hasta una más compleja, siempre abarcando transversalmente los conocimientos y las aptitudes.  Consiste en examinar varias veces todo lo concerniente a un asunto, tema o a una disciplina. Cada vez se amplía y se profundiza el estudio anterior. Es un sistema que acusa una notable influencia del positivismo y el darwinismo evolucionista del siglo XIX. Hubo serios debates sobre este método, llamado también cíclico. La aritmética no puede ser enseñada bajo este método, pues ningún algoritmo es capa concéntrica de otro, señalaban sus detractores. Sus defensores sostienen que es un organizador grafico que presenta los contenidos de manera global, dando la sensación de todo, que mejora la comunicación oral y escrita y permite la interacción grupal en el aula. Es vieja discusión que nos llega hogaño, los inicios del tercer milenio. Marquís Oropeza sostiene que este sistema es el que mejores resultados ha producido en el mundo entero.

 

El Diario de Carora, 1919.

Tras la partida hacia Barquisimeto del diario El Impulso del bachiller Federico Carmona, decide el bachiller José Herrera Oropeza fundar en 1919 el Diario de Carora. Dice el Diccionario de Historia de Venezuela (1997) que fue Herrera Oropeza “Escritor y periodista. Inició su carrera literaria en las páginas de El Impulso, publicado entonces en Carora (1904-1907). En 1907, fundó el semanario literario Ensayos; y en 1912, el semanario de intereses generales, Labor (1912-1919), redactado por el poeta tocuyano Alcides Lozada. El 1 de septiembre de 1919, fundó en Carora el periódico El Diario, cuya dirección asumió hasta su muerte. Según la opinión de Rafael Domingo Silva Uzcátegui, El Diario de Carora «nunca ha descendido al mezquino terreno de la diatriba, ni de cuestiones personales, ni siquiera de rencillas parroquiales. Siempre ha sido tribuna de cultura y es digno de notarse que, aun en los tiempos de mayor tiranía, su lenguaje fue siempre austero y supo hacerse oír en bien del pueblo». Es urgente que la colección de este periódico caroreño regrese a su lar nativo, pues se encuentra en manos de los propietarios del diario El Impulso, en Barquisimeto. En las páginas de este culto periódico inicia el autor de estas letras su ejercicio escritural en 1972.

 

1922: Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres.

En ocasión del Primer Centenario de la muerte del General de División Pedro León Torres en 1922 es organizada la Exposición Regional de 1922, planificadas por el Concejo Municipal, la Jefatura Civil, Diario de Carora, Club Torres y algunas casas comerciales, se transforma en lo sucesivo en Ferias de San Juan Bautista de Carora, un interesante y curioso proceso digno de enfatizar.  Lo primero que debemos destacar es que estamos asistiendo a la conformación de la Idea de Nación, la construcción de héroes, de patriotas y de ciudadanos. Sucede que el más querido héroe de la Patria de los caroreños es el desgraciado General de División Pedro León Torres, fallecido en 1822. Este patriota participa en la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar. Pero hay una coincidencia cronológica que es preciso destacar: es que el nacimiento del General Torres, el 25 de junio, coincide con la realización de las fiestas patronales de san Juan Bautista de Carora. Ello quiere decir que allí se produce, como dice Alejandro Barrios Piña, un sincretismo cultural que une la tradición religiosa católica a la tradición de la Patria en vías de conformación en los días del solsticio de verano boreal.

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del héroe de Bomboná. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó hasta 1930 el sitio que le correspondía al Padre de la Patria Simón Bolívar, esto es la Plaza Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora con gran entusiasmo y boato el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino, pues se le construirá una plaza en su memoria a tres cuadras al Este de la Plaza Bolívar, en la calle principal de la ciudad de Carora, la calle Bolívar.

       De modo pues que las Ferias de San Juan Bautista de Carora del presente tendrán como inicio el evento patriótico y nacionalista que se vincula estrechamente a la tradición del catolicismo en la antigua ciudad de san Juan Bautista el Portillo de Carora. Se trata de lo que llama Reinaldo Rojas un universo simbólico de mitos y representaciones sociales en construcción.5, es el nacimiento de la “religión de la Patria” imbricada indisolublemente a la religión católica que implantó el español desde el siglo XVI en estas remotas geografías del semiárido occidental venezolano.

1923: Año Eje de la Cultura Caroreña.

Quien escribe ha llamado a 1923 Año Eje de la Cultura Caroreña, pues en esta fecha nacieron grandes y cimeras figuras de la cultura de nuestro solar nativo: el guitarrista universal Alirio Díaz Leal (La Candelaria,1923- Roma, 2016), descubierto por el genio de Chío Zubillaga,  es a no dudar el caroreño más universal del siglo XX, consagrado concertista, arreglista de aliento popular, escritor, dice  Alejandro Bruzual (La guitarra en Venezuela) que es considerado el más importante intérprete latinoamericano del instrumento luego de Agustín Barrios Mangoré, máximo exponente y difusor de la música venezolana en el exterior, ha dado conciertos en la Unión Soviética, Israel, Turquía, España, Italia e Irán. Fue su deseo que sus restos mortales fueran sepultados en Carora.

El compositor y arreglista para la guitarra Rodrigo Riera (Carora,1923- Barquisimeto,1999) quien por su enorme capacidad de improvisación ha sido comparado al pianista Chopin, ha sido colocado, dice Alejandro Bruzual, al lado de guitarristas como Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú, estuvo residenciado en Francia, enseña en New York y en Barquisimeto, director de cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Doctor Honoris Causa, dicta cursos de perfeccionamiento a guitarristas como Álvaro Álvarez, Darío González, Roberto González, Valmore Nieves, Rafael Suarez , Efraín Silva y su hijo Rubén.   

El poeta, político y traductor Alí Lameda (San Francisco,1923- Caracas,1995), discípulo preferido de Chío Zubillaga, autor de la inmensa epopeya El corazón de Venezuela, El viajero enlutado, El gran cacique (Premio Casa de las Américas, Cuba) El juglar de las torres moradas, Los juncos resplandecientes: décimas al Vietnam heróico y mártir , perteneció al grupo literario Contrapunto, políglota, traductor de Valéry, Mallarmé, Rimbaud y Baudeaire al castellano, militante comunista, sufre siete años de injusta prisión en Corea del Norte, liberado por las diligencias de los presidentes  Nicolai Ceausescu y Carlos Andrés Pérez.

El educador, folklorista, político, animador cultural y ecologista, mi padre Expedito Cortés (Sanare, 1923- Barquisimeto, 2001), director del Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza, Carora, cofundador de la Casa de la Cultura de Carora con el Dr. Juan Martínez Herrera, del Frente Ecológico Regional Lara, de los Parques Nacionales Dinira en tierras altas y el del semiárido Saroche. Un andino larense que se sembró hondamente en Carora semiàrida.

Y, finalmente, el compositor Valentín Carucí, (El Paso de Curarigua, 1923- Buenos Aires, Argentina, 2019) autor de unas 300 piezas musicales populares entre las que destacan Palmaritales de Arauca, Romance en la Llanura, Tonada del becerrero, A la Orilla de un Jagüey, Ensoñación, Mire Comadre Mire., presidente de Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela, SACVEN. En 2005, Carucí fue electo Presidente del Comité Iberoamericano de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores.

 Carora se prepara con entusiasmo para celebrar por todo lo alto esta efeméride, cumbre de la cultura nacional y planetaria, que tiene como epicentro el semiárido occidental venezolano, caja de resonancia de un poderoso impulso cultural que se expresa fundamentalmente a través de la música y la literatura.

El psiquiatra Ricardo Álvarez.

Siendo estudiante de medicina, el joven caroreño Ricardo Álvarez dirige la Sociedad de Estudiantes de Medicina, y en 1924 cuando cursaba el Quinto año de Ciencias Médicas, asiste por primera vez al Asilo de Enajenados de Caracas (siendo Director el doctor José Francisco Torrealba 1924 - 1927). El Dr. Gustavo Andrade refiere que “durante dos años de trabajo en el Asilo mostró Álvarez gran interés por el enfermo mental y fruto de esa primera experiencia fue su tesis doctoral”. Culmina sus estudios en 1926, en la Universidad Central de Venezuela, presentando una magnífica Tesis Doctoral en 1927, intitulada “La Demencia Precoz. Contribución al estudio de la Enajenación Mental en Venezuela”, mereciendo elogios de un magnífico Jurado examinador compuesto por los doctores Diego Carbonell, Emilio Conde Flores y Miguel Jiménez. Se le ha considerado uno de los fundadores de la psiquiatría en Venezuela. Escribió La psiquiatría en Venezuela desde la época precolombina hasta nuestros días, 1942.

Rafael Domingo Silva Uzcátegui.

Un joven bachiller curarigueño, autodidacta médico, Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980), escribirá dos libros que merecen ser recordados: Historia crítica de la literatura modernista castellana, en 1925, obra con la cual gana premio de la Academia de la Lengua en España en 1927. El otro será Psicopatología del soñador, 1931. En ellos adelanta una crítica literaria desde la ciencia natural y la Psiquiatría, basándose en la obra de Max Nordau titulada Degenerados (1892) y la psiquiatría francesa del siglo XX, herramientas con las que condena ferozmente por degenerados a Edgard Allan Poe, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine, Whitman, Baudelaire, y a los latinoamericanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones, quienes han creado una literatura desequilibrada, afeminada, anormal, psiquiátrica completamente antiamericana.  Silva Uzcátegui es el autor de la célebre y reconocida Enciclopedia Larense (1942)

Tres años luego de la muerte del Dr. Rafael Tobías Marquís, una de sus alumnas, la señorita Carmen Elena Montesdeoca, junto al Dr. Ramón Pompilio Oropeza y el general Roberto Riera, fundan el 5 de julio de 1925 la Escuela General Pedro León Torres, nombre del héroe epónimo del Distrito, destinada a satisfacer la demanda educativa de los sectores humildes de la ciudad. Fue desde sus inicios un plantel educacionista para niñas y funcionó en la casa de familia de su fundadora con unas 80 niñas humildes.

Historial genealógico de familias caroreñas.

En la Tipografía Arte de Caracas verá la luz en 1933 una portentosa obra historiográfica en dos volúmenes: Historial genealógico de familias caroreñas, una minuciosa y cuidada investigación adelantada por un joven médico egresado de la Universidad de Caracas, Ambrosio Perera Meléndez (1904-1977). Contará con la colaboración de Cecilio Chío Zubillaga en las biografías anexas. Entre sus obras más notable tenemos Historia orgánica de Venezuela (1943) e Historia de la organización de los pueblos antiguos de Venezuela, en 3 volúmenes (1964). Fue diputado, embajador e Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia.

Esta monumental obra de Perera, reditada en 1967, contribuyó de manera notable a quien escribe a comprender la singularidad histórica de los “patricios caroreños”, clase social que se asemeja a una casta y que ha ejercido una notable hegemonía cultural en Carora desde hace varias centurias.

Don Ismael Silva Montañés, prócer de la cultura.

 En 1934, cuando llegaba a su fin la oscurantista dictadura de Juan Vicente Gómez Chacón, un caroreño enamorado de la cultura y el saber publicó lo que llamó “Unidad, revista mensual de cultura larense”. Era ese hombre Ismael Silva Montañés, quien era dueño de la Tipografía El Arte, que tenía sus talleres en Carora, la “ciudad levítica” de Venezuela. El propósito de la Revista era el de “poner a disposición de los hombres de letras en la región larense una publicación (  ) que se preste a conservar para lo porvenir el fruto de sus capacidades intelectuales”. En otro lado dice que “su carácter es exclusivamente científico-literario, dejando las otras actividades de la prensa a los periódicos de diferente índole”. Antes de la Revista Unidad había fundado Don Ismael el periódico “Unidad” que circuló entre 1931 y 1935; en 1933 editó un opúsculo: “Imprentas y periódicos caroreños”, y fue además un defensor de las ideas de la Democracia cristiana, inspirado en las Encíclicas papales Rerum Novarum de León XIII, así como el derecho a la mujer a incursionar en el mundo intelectual y a liberarlas de ese mal latinoamericano, el machismo. Al final de su vida se dedicó a la empresa más ambiciosa: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano, publicada en cuatro tomos por la Academia Nacional de la Historia en 1983.

 

 El magisterio socrático de Chío Zubillaga en Carora.

Cosa maravillosa ocurrió alrededor de la figura socrática de Cecilio “Chío” Zubillaga Perera (1887-1948), un pensador de hamaca y zaguán, a cuya habitación concurrían los muchachos ávidos de cultura en la Carora que salía de la noche gomecista. Se trata de un auténtico intermediario cultural (Michel Vovelle) que convirtió su casa solariega en una verdadera universidad popular. Para escuchar al Maestro se daban cita allí Luis Beltrán Guerrero, Alí Lameda, Guillermo Morón, Elisio Jiménez Sierra, Alirio Díaz Leal, Ambrosio Oropeza, Héctor Mujica, Rodrigo Riera, Juan Oropesa (sic), Eddie Morales Crespo, José Herrera Oropeza, Francisco Manuel Mármol, Lino Coronel, Federico Álvarez, Antonio Herrera Oropeza, el Catire Timaure. De formación autodidacta, como la de Rafael Domingo Silva Uzcátegui, enfrentó a su clase social, los godos o patricios de Carora, desde el periódico de denuncia y combate del latifundismo: Cantaclaro. Lo he considerado un adelantado o precursor de la Teología de la Liberación latinoamericana de la década de 1960, pues en su corazón había lugar para Jesucristo y también para Lenin, líder de la Revolución Bolchevique. Su jesuscristismo, palabra que él acuñó, se basó en la iglesia social de su hermano presbítero doctor Carlos Zubillaga, el padre Lisímaco Gutiérrez y la Encíclica Reum Novarum del papa León XIII.  Es de destacar que los brillantes discípulos de Chío Zubillaga no siguieron en su totalidad las ideas que hoy llamaríamos de izquierda, lo que lo enaltece al propiciar el pensamiento plural y divergente: Luis Beltrán Guerrero, Guillermo Morón y Juan Oropesa serían ellos. Otros abrazarán el marxismo soviético y sufrirán cárcel y exilio, tal como aconteció amargamente a su discípulo preferido, el poeta Alí Lameda en las lejanas y gélidas mazmorras de Corea del Norte. Su cuarto-biblioteca no era de modo alguno cárcel de pensamiento, pues propició el pensamiento plural

El béisbol es una suerte de segunda religión entre los caroreños. En 1932 iniciará actividades el equipo Buenos Aires BBC, en el popular sector Barrio Nuevo, donde se instala una casa como su sede, dotada de biblioteca, se enseñaba a leer a los jugadores analfabetos. Esta iniciativa es digna de destacar pues brotará de los sectores que no hunden sus raíces en el patriciado caroreño. Es la cultura popular que comienza a organizarse al calor del deporte de las cuatro esquinas.

La educación para la mujer tuvo en el Dr. Ramón Pompilio Oropeza un defensor decidido y entusiasta. En 1931 egresaron del Colegio Federal Carora que este viejo Maestro dirigía desde su fundación en 1890, las primeras flamantes bachilleras: María Luisa Rodríguez, Eva Teresa Acosta, Emérita Acosta, Sacramento Suárez y Leoncia Castañeda. Queda de tal manera vencido el prejuicio de que la mujer tiene como destino único los oficios del hogar y el cuidado de los infantes, en aquella sociedad patriarcal y católica en extremo que ha sido Carora.

Un año antes del deceso del presidente Gómez, un grupo de caroreños liderados por Chío Zubillaga fundan la Biblioteca Pública Dr. Ildefonso Riera Aguinagalde. Se conoció, a través de investigaciones realizadas por el profesor Freddy Angulo, que el primer director de la biblioteca fue Rafael Oropeza. Le sucedieron Antonio Oropeza, Chío Zubillaga Perera, Dr. Pablo Álvarez Yépez, Agustín Oropeza, el historiador Dr. Ambrosio Perera y Antonio Crespo Meléndez, personas que como denotan sus apellidos, pertenecían al patriciado caroreño. Esta Biblioteca abre sucursales en distintos barrios y sectores de la ciudad.

El Archivo Zubillaga, lugar de la memoria.

Dice Francisco Zambrano Gómez que este Archivo comenzó a ser una realidad a finales del siglo XVIII. Más adelante agrega que “En 1924 cuando Antonio María Zubillaga Perera muere, revisaron los papeles que dejó y encontraron esta carta para Chío Zubillaga Perera dentro del baúl del viejo Agustín. Cuando a Chío le entregan esta carta se negó a abrirla y comenzó a sufrir por primera vez del corazón. No quiso saber nada de la carta ni del Archivo Zubillaga durante los siguientes siete años, hasta que por amor a los papeles viejos acepta la custodia del arca vasca. El problema es que cada vez que Chío veía la carta se le disparaba la tensión arterial y tenía que salir huyendo para su finca El Fraile, por allá por los lados de Jabón, bien lejos del Archivo y de la carta. Por más que escondía la carta, el día menos esperado aparecía sobre la mesa, en la hamaca, dentro de un libro o en cualquier rincón. Cuando el 25 de julio de 1948 Chío se decidió a abrir la carta, su corazón no soportó la emoción y estalló. Su hermana Carolina lo encontró muerto con la carta estrujada en una de sus manos; tomó la misiva y la guardó dentro del viejo arcón. Muchos familiares e investigadores han encontrado la carta, pero por respeto, se han negado a abrirla. Me da miedo ser yo la que rompa el sello que la protege, pero se me ocurre que tu si puedes tener valor para hacerlo.”

Este extraordinario Archivo, lugar de la memoria (Pierre Nora), ha sido ordenado y digitalizado en este año 2022 por iniciativa del ingeniero Cruz Mario Zubillaga y del Cantón Carora. Ocupa unos salones de la Diócesis de Carora, una gentileza del Obispo Dr. Carlos Curiel, una persona amante de la cultura. Está este magnífico repositorio documental abierto a los investigadores. Su celadora es nuestra exalumna abogada e historiadora por la Universidad de Los Andes Danny Gómez Timaure. Hemos dicho que nuevos aspectos de la historia de Carora y de Venezuela saldrán a la luz entonces.

 

El Dr. Pastor Oropeza Riera.

El medico con estudios doctorales en Francia, Pastor Oropeza, escribe en Carora una obra cardinal de la ciencia en Venezuela: El Niño,1935, obra con la cual se fundan los estudios de Pediatría en Venezuela. Durante 10 años será médico pediatra en su ciudad natal. Esta experiencia in situ le permitirá obtener una visión concreta de las terribles condiciones de salud de los neonatos en el semiárido occidental venezolano. En 1935, año de la muerte de Gómez, publica El Niño, un libro señero en la medicina venezolana y que llamará la atención del médico y político Dr. Enrique Tejera, Ministro de Sanidad del gobierno del general Eleazar López Contreras, quien deslumbrado por lo que lee allí, lo invita a incorporarse al recién creado despacho. Nace de esta manera y con esta oportuna publicación el que será llamado Padre de la Pediatría en Venezuela.

 

Consideraciones finales.

Como hemos notado, son los sectores dominantes caroreños los que exhiben un protagonismo en los asuntos de la cultura. Se trata del traslado y continuación al siglo XX de una hegemonía ideológica y cultural (Antonio Gramsci) ejercida por los godos o patricios de Carora desde finales del siglo XVIII colonial, y que quien escribe destaca en sus investigaciones la manera de cómo se manifiesta tal hegemonía a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937). Será esta clase social con rasgos de casta, los patricios caroreños quienes fundan las instituciones educativas, los periódicos y revistas, los clubes y asociaciones, dominan los asuntos del altar, cuando ya predominan en el activo comercio local y son los dueños territoriales, fincas y haciendas, del extenso Distrito Torres. A lo que habría que agregar que estos sectores dominantes sostienen firme alianza con la dictadura gomecista.

Tras la muerte de Gómez, con sus sucesores, el general Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, asistimos a un renacimiento cívico, una recuperación venezolana, se elimina la odiosa censura de prensa, se legaliza los partidos políticos, fundará López Contreras el Pedagógico Nacional con ayuda de la Misión Chilena que trajo al país Mariano Picón Salas. El analfabetismo se redujo en un 50%, 250.000 alumnos asistirán a las escuelas y se fundan 24 escuelas normalistas durante el gobierno de Medina Angarita. Después de 1945, con el ascenso de Acción Democrática al poder, otra época de la cultura nacerá en Venezuela. La educación se hará popular con las ideas pedagógicas de Luis Beltrán Prieto Figueroa, los salarios de los educadores son significativamente mejorados, es reabierta la Universidad del Zulia, un novelista laureado como Rómulo Gallegos será presidente de Venezuela en 1948.

 

Referencias.

Bruzual, Alejandro. La guitarra en Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Banco Central de Venezuela. Caracas, República Bolivariana de Venezuela.2012.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937.Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres, Fondo Editorial Buría. Carora, Venezuela, 1997.

-----------------------Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX. Universidad Santa María, Caracas, República Bolivariana de Venezuela, 2003. En internet.

-----------------------Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Más allá de la Enciclopedia Larense. Psiquiatría y literatura modernista. Cada de las Letras Andrés Bello, Caracas, República Bolivariana de Venezuela, 2017.

Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Caracas, Venezuela, 1997.

Oropeza Pernalete, Pedro Domingo. La Carora de ayer, de hoy y de siempre. Contribución a la historia documental del Municipio Torres. Producciones Karol C. A. Mérida, República Bolivariana de Venezuela, 2006.

Páez Ávila, Juan. Dos guitarras de Carora y del mundo. Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado. Barquisimeto. 1988.

Salcedo Bastardo, José Luis. Historia fundamental de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca. Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela, 1979.

Segnini, Yolanda. Las luces del gomecismo. Alfadil. Caracas, Venezuela, 1987.

Silva Uzcátegui, Rafael Domingo. Enciclopedia Larense. Educación, música popular y fokclórica. Leyendas folklóricas. Provincianismos. Biblioteca de Autores Larenses. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, Venezuela. 1981.

 

Carora, Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela.

31 de diciembre de 2022.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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