Luis
Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com
Cuando
estudiábamos en la Universidad Central de Venezuela, Caracas, comienzos de la
década de 1970, pudimos ver maravillados y también aterrados, una película
sobre la terrible y sangrienta guerra anticolonial en el Magreb: La batalla de Argel (1966) por una
cortesía de la Federación de Centros de Estudiantes, a pocos días del
allanamiento militar que sufriera esa casa de estudios. Hecho dramático que nos
marca y da inicio a un perdurable recuerdo del film que nos alcanza. Fue el
inicio de nuestro interés por el llamado Medio Oriente y sus cruentas y largas luchas
por su liberación del colonialismo europeo que continúan hasta el presente.
En
aquellos días la guerra anticolonial contra Francia y el Reino Unido estaban
aún vivas y sus líderes gozaban de nosotros respeto y admiración. Fue en el
auditorio de la Facultad de Arquitectura de la UCV donde pude ver esta memorable
cinta de dos horas de duración, dirigida Gillo Pontecorvo, rodada en 1966 en
los mismos escenarios del hecho histórico, una producción italoargelina
ordenada por el gobierno del carismático primer presidente de la joven nación y
líder del Frente de Liberación Nacional Ahmed Ben Bella, quien defendió con
heroísmo a Francia tomada por los nazis durante la segunda guerra mundial.
La
guerra de Argelia fue cruenta y brutal. Desde 1830, año en que los franceses se
apoderan de Argelia, la lucha por la independencia no iniciará sino a mediados
del siglo pasado. Comienza ella en 1954
con la fundación del Frente de Liberación Nacional (FLN) por excombatientes
argelinos por la liberación de Francia del cruento dominio nazi. La ingratitud
de los orgullosos galos que no reconocieron el sacrificio de los argelinos en
la guerra europea hizo, entre otras motivaciones históricas, nacer el FLN.
La
cinta en cuestión es una curiosa mescla de documental y cine de ficción, que
acentúa su dramatismo en blanco y negro, de factura impecable, sobre todo en la
gravedad de los rostros. Es por ello continuación del movimiento neorrealista
italiano del cine de posguerra. Su exhibición en Francia, la potencia colonial,
fue vetada hasta 1971 y fue el presidente Pompidou quien finalmente accede a
que se exhiba. En España debió esperar la muerte del general Franco en 1975 la
proyección. Durante la invasión de Estados Unidos a Irak en 2001, este
memorable film, que ganó el Festival Internacional de Venecia (1966), se
proyectaba a los soldados para que vieran y aprendieran de la manera en que los
paracaidistas franceses diezmaron la rebelión anticolonial a base de crueles
torturas y salvajes interrogatorios.
Uno
de los protagonistas de la afamada película es un delincuente analfabeto magrebí
que interpreta el actor Brahim Haggiag, uno de los pocos actores
profesionales, llamado Alí la Pointe (1930-1957), que se convierte
en decidido y audaz patriota anticolonial al observar mientras estaba
encarcelado una cruel escena de muerte ¡en la guillotina! contra un paisano
argelino comprometido en la rebelión anticolonial. Se suma a la lucha y tras
dramáticas pruebas a las que es sometido para probar su autenticidad, llega a
ser uno de los líderes del Frente de Liberación Nacional o FLN. Una toma de
conciencia que podemos admirar en un poderoso y largo flashback que dura más de una hora y media, que comienza cuando Ali la Pointe está a punto de ser detenido en
un escondite en la Casbash, tras delación de un camarada, junto a otros
rebeldes sumamente jóvenes, casi unos niños.
Relata
las duras pruebas a las que habrá de someterse Alí la Pointe para recibir la
confianza del FLN y los terribles y mortales métodos que emplean tanto
colonialistas como colonizados, tales como voladuras de lugares de distracción europeos
por mujeres árabes disfrazadas de francesas, realizadas como atroz venganza por
la voladura que sufre el barrio musulmán de la Casbah por parte de extremistas de
derecha galos, que mata a niños, ancianos y mujeres inocentes.
Llegan los
paracaidistas franceses.
El
film sufre de una ruptura cuando ante tanta mortandad y derramamiento de sangre
llegan a la colonia magrebí unos temibles 8.000 paracaidistas franceses, enero
de 1957, los que son recibidos con vítores y alegría en el Argel europeo. Es un
ejército que viene de morder el polvo tras la derrota francesa en Indochina en
1954, batalla de Dien Bien Phu. Es una fuerza, la Décima División de
Paracaidistas, con experiencia en combate, liderada por el teniente coronel Jacques
Matheu, interpretado por el actor izquierdista Jean Martin, quien ha combatido
a los nazis y viene de luchar en Vietnam y en el interior de Argelia, donde se
desarrolla otra guerra que no aparece en el film. Autoriza el uso despiadado de
la tortura para sacar información y casi desmantela la organización piramidal
del Frente de Liberación Nacional.
El
FLN responde con una huelga general y se inicia la Operación Champaña, así
bautizada por Matheu, que intenta quebrar la huelga haciendo obligaciones
masivas a incorporarse a la faena. La huelga que dura varios días intenta
llamar la atención de las Naciones Unidas para que reconozca al FLN. El ejército
francés obliga a comerciantes a subir las puertas y santamarías, reparte comida
y golosinas. El FLN hace en tanto una
profilaxia social intensa, ejecuta proxenetas, persigue borrachos y yoquis
(heroinómanos) y realiza matrimonios bajo la ley islámica. Intenta crear
legalidad y Estado paralelo.
Algunos detalles
de La Batalla de Argel.
El
film, que es como continuación del potente neorrealismo italiano de posguerra,
se expresa en dos lenguas, francés y árabe tamazight, es decididamente laico,
lo que sorprende, pues es Argelia un país mayoritariamente islámico sunnita, y que
la religión jugó un papel muy destacado en la guerra anticolonial desde 1954
hasta su final en 1962. Tampoco muestra las otras organizaciones anticoloniales
argelinas rivales y a las que tuvo que enfrentar con dureza el FLN en muchas
ocasiones para disputarles el liderazgo de la lucha. Los soplones aborígenes al
servicio de los colonialistas, que eran legión, son tocados de manera discreta
por Pontecorvo. No se hace referencia a los contactos establecidos entre el FLN
y los líderes del Vietnam que acababan de derrotar a los franceses en 1954. Los
campos de concentración y el uso del napalm son de igual manera casi silenciados,
pero es de destacar que sí aparecen los temibles helicópteros de combate sobrevolando
la Casbah, que habrían de asumir gran protagonismo en la venidera guerra de
Vietnam.
Los grandes líderes históricos de la lucha y fundadores
del FLN, Rabah Bitat, Mostefa Ben Boulaid, Didouche Mourad, Mohammed Boudiaf, Krim Belkacem y Larbi Ben M'hidi, apenas sí son rápidamente mencionados en fotografías en las postrimerías de
la película. Mucho menos se aluden o aparecen Ahmed Ben Bella o Houari
Boumedianne, quienes asumirían la presidencia de Argelia tras el triunfo y
reconocimiento de la república en 1962.
Sorprende
la gran cantidad de extras que emplea La
Batalla de Argel, así como el
magnífico desempeño de ellos en el rodaje del film. No son actores
profesionales ninguno. Apenas podemos distinguir realidad de la ficción. Los
niños varones realizan unas valerosas acciones en la lucha y son como un refrescante
en medio de la cruel y despiadada batalla anticolonial que duró interminables y
fatídicos ocho años hasta 1962. Son niños como un reflejo de los filmes El ladrón de bicicletas de Vitorio De
Sica o de Roma, ciudad abierta de
Rosellini.
La
cinta tiene dos grandes protagonistas que son el pueblo oprimido de la ciudad
de Argel, la capital colonial. El otro
será la atmósfera opresiva y en penumbras de la Casbah, sector musulmán donde
se desarrolla buena parte del film. Callejuelas estrechas, pasillos y
escaleras, escondites del FLN, laberintos que cobran un protagonismo tal que da
la idea que son ellos quienes derrotan al colonialismo francés.
Es
una guerra casi absolutamente urbana y de la capital, Argel. Vegetación, campos y praderas no se ven por
ningún lado en el film. Ningún árbol. Ninguna flor. Todo lo que aparece será
piedra, asfalto u hormigón, ninguna caravana de camellos como se podría esperar
de un film magrebí. Clima y atmósfera serán una sola cosa: no llueve y no hay asomo
de ella.
Ali la Pointe. De vagabundo a patriota.
Es
dramática y profunda la metamorfosis que experimenta este inicial vagabundo,
boxeador, prófugo del servicio militar y pícaro que se convierte gracias a su
valor y arrojo en líder del FLN. Asume el carácter catártico de la violencia
revolucionaria, como ha dicho Franz Fanon, que lo libera de la patología del
colonizado, teniendo como fundamental arma de lucha la oralidad: es analfabeta.
Solo el 10 % de la población está escolarizada en Argelia colonial.
Su
rostro es marcadamente magrebí berebere, pómulos salientes, piel acusadamente
morena. Uno de los momentos más intensos y dramáticos del film ocurre al inicio
de la película cuando Ali es derribado por un jovencito rubio francés tras ser
perseguido por un gendarme. Desde el suelo el delincuente dirige una de las
miradas más intensas y significativas del cine contra el joven, de apariencia
caucásica, y a quien propina un descomunal puñetazo al estómago que lo hace
sangrar copiosamente al tiempo que desfallece. Va a dar con sus huesos a la
cárcel prisión de Barberousse donde se
producirá su radical transformación de vagabundo a revolucionario anticolonial
en 1954, el mismo año en que dará inicio la guerra de Argelia tras la derrota
francesa en Vietnam.
Ali La Pointe tuvo la oportunidad de rendirse, pero se negó,
por lo que él, sus compañeros y la casa en la que se escondía fueron
bombardeados por paracaidistas franceses. En total, 20 argelinos murieron en la
explosión.5La casa donde prefirió morir antes que
rendirse permanece con las huellas de la voladura con explosivos en la que
falleció a los 27 años de edad junto a varios acompañantes. Es un héroe
nacional de Argelia. De terrorista pasó a ser un patriota.
Un teniente
coronel Matheu muy cartesiano.
En
la mitad del film es presentado el jefe de los paracaidistas como rutilante
estrella admirada por los franceses de Argel, cuando desfilan el 10 de enero de
1957 en tono abiertamente triunfalista. Porte militar impecable, gafas oscuras,
pecho con distintas condecoraciones ganadas en la lucha contra la Alemania
nazi, campaña de Italia, guerra de Indochina, guerra en el interior de Argelia.
Mucho más guapo que el militar al que encarna en el film.
Es un hombre curtido por la guerra y que de
alguna manera representa el espíritu y la grandeza francesa: una voz en off lo
presenta como cum laude en ingeniería en la Escuela Politécnica. Realiza un manejo
cartesiano de cuadros, cifras y estadísticas, así como de la situación del país
al que se le ha encomendado pacificar. Expone ante los soldados la manera
geométrica en que está edificado su enemigo, el FLN. Los sorprende al afirmar que el problema de la
insurgencia más que militar es político.
Muestra
siempre mirada y sonrisa muy francesa que lo hacen aparecer agradable, lo que
contrasta con las graves y ceñudas caras de los líderes del FLN. En medio de la
huelga es abordado por la prensa. Accede de buena manera, no en balde es su
patria cuna del respeto a la disidencia. Muy comteanamente les recomienda a
fiarse del sentido de la vista, como recomienda el positivismo, para medir el
éxito de la huelga general: “Vayan a dar una vuelta, así lo verán con sus
propios ojos.”. Su rostro parece descomponerse cuando en el umbral de la puerta
de la oficina del prefecto le mencionan las palabras Diem Biem Phu. Le pide a
los fablistanes escribir bien para ganar la voluntad política que es más
importante que los soldados, al tiempo que les pregunta por qué los Sartres nacen
siempre en el otro bando.
En
otra sesión de trabajo Mathieu, siempre con un cigarrillo en la boca, compara
la estructura del FLN con una tenia (taenia
saginata): “si se conserva la cabeza, el Estado Mayor, el cuerpo vuelve a
reproducirse”, lo que revela una fundamentación científica de sus pareceres y
opiniones, como sugiere el positivismo de Augusto Comte.
Admira
la firme hechura moral de sus adversarios y parece próximo a congeniar con
ellos, pese a que estuvo a punto de ser asesinado por una mortal bomba,
colocada ocultamente en una “inocente” cesta por miembros del FLN, casi al
final de la película.
Ya
retirado, Jacques Emile Massu, su verdadero nombre, escribe sus memorias en 1971,
donde razona el uso de la tortura en un libro
titulado La verdadera batalla de Argel, en el que justificó el
empleo de la tortura en Argelia sobre la base de las circunstancias del momento
y de que la necesidad militar la imponía. Una lluvia de críticas cayó entonces sobre
él.
Gillo Pontecorvo:
el marxismo visual.
Su
experiencia en la resistencia partisana antinazi, hace de este director
italiano de origen hebreo y comunista, el director más indicado para realizar
un film donde se escenifica una situación análoga a la por él vivida: las invasiones
extranjeras. Seguramente tal conocimiento priva en la decisión del gobierno de
Argelia republicana elegirlo como director de tan memorable film, que fue
nominado a dos Oscar de la Academia.
Fue
amigo en París de preguerra de Pablo Picasso, Jean Paul Sartre e Igor
Stravinsky. Una vez en la segunda guerra mundial organiza los partisanos en
Milán. Terminada la conflagración se inclina por el cine al ver una película de
Roberto Rosellini: Paisa (1946). El
neorrealismo italiano se observa ya con maestría en sus primeros filmes: La ancha ruta azul (1957). Mucho antes
que Steven Spielberg, otro judío, aborda el tema del holocausto en un film de
1959: Kapo (prisioneros a cargo de otros), una película que lo condena al
ostracismo ¡por una toma! Creo que el magnífico blanco y negro de La lista de Schindler (1993) se inspira nítidamente en Pontecorvo.
El cine de Pontecorvo se nutre del
teórico italiano del cine marxista Umberto Barbaro (1902-1957): Gillo
Pontecorvo (1919-2006), cuya obra maestra "La batalla de Argel"
(1966) sigue siendo el ejemplo más perfecto de un "realismo
reconstruido", el equivalente cinematográfico más puro de la famosa metáfora
de Marx de que la "vida del tema" se "refleja idealmente como en
un espejo" (1873 Epílogo al Capital, vol. 1), así como del teórico
marxista húngaro Lukács (Historia y
conciencia de clase) y del médico martiniqueño Franz Fanon (Los condenados de la Tierra) fueron tan
centrales en sus perspectivas como el soviético Serguei Eisenstein (El acorazado Potemkin)
o Roberto Rossellini (Roma, ciudad
abierta).
Un balance desde el siglo XXI.
Cuesta
trabajo creer que Francia, una potencia imperial que había sufrido una
humillación tan enorme bajo la ocupación nazi, extraña derrota, como la llama Marc Bloch, haya descargado contra sus
colonias una ferocidad de tal magnitud cuando ellas iniciaron sus movimientos
de liberación después de la segunda guerra mundial.
La Marsellesa se entonaba entonces desde la
lejana Asia, el océano Pacifico, África y América del norte y del sur. En su
mayor expansión ocupa el Imperio francés unos 13 millones de kilómetros
cuadrados. Un Ministerio de Colonias, disuelto en 1946, administraba tan
gigantescos y variados dominios, donde se hablaban decenas de lenguas y
dialectos, se profesaban distintas religiones, desde el budismo al islam, por
unos 150 millones de personas en 1939.
En casi una década pierde París dos
importantes colonias: Vietnam en 1954 y Argelia en 1962. El vasto y orgulloso imperio
se desintegra en esa década. Los imperios británicos y holandés sufrirán
también este proceso de descolonización masivo que apoyó la hogaño extinta
Unión Soviética. Sólo el imperio colonial portugués se mantiene y habrá que
esperar hasta 1974 por su disolución definitiva con la incruenta Revolución de
los claveles.
La Guerra de Argelia comenzó en 1954 Argelia fue
particularmente problemática para los franceses, dado el gran número de colonos
europeos (un millón y medio de pieds-noirs o pies negros) que se
establecieron durante los 125 años de dominio francés. El ascenso al poder en 1958 del
presidente Charles de Gaulle, héroe de la primera y segunda guerras
mundiales, en medio de la crisis, finalmente
trajo la independencia a Argelia con los Acuerdos
de Évian de 1962. Después de un
millón de muertes argelinas consigue finalmente la independencia este
gigantesco país del norte de África.
Sesenta años después del
triunfo magrebí contra la arrogante Francia, La Marsellesa ha sido abucheada en
Orán. En 2001, cuando la selección de Argelia acudió a París para disputar su
primer encuentro, La Marsellesa fue recibida con un huracán de abucheos por
parte de un público compuesto en su mayoría por descendientes de súbditos
coloniales. El partido fue finalmente suspendido tras una invasión del terreno
de juego. Se considera al himno de Francia revolucionaria como herencia
imperial. Es que, en 1789,
dice Eric Hobsbawm, nadie pensaba en Francia en la dictadura jacobina, en el
Terror o Termidor de Robespierre o en Napoleón Bonaparte.
Carora, Estado Lara,
República Bolivariana de Venezuela,
21 de octubre de 2022.