lunes, 20 de febrero de 2023

Parroquia Montaña Verde, enclave de iglesias evangélicas y protestantes en Centroccidente de Venezuela

En el extremo occidental del Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela, se encuentra una curiosa y excepcional Parroquia denominada Montaña Verde, limítrofe con el petrolero Estado Zulia.  Decimos curiosa puesto que, si bien es Venezuela un país mayoritariamente católico romano, pero con gran crecimiento de las iglesias reformadas, nos ha sorprendido que esta comunidad que alberga a exitosos y acaudalados criadores y agricultores, se concentre desde hace aproximadamente unos 70 años, una población mayoritariamente seguidora entusiasta y comprometida con las diversas iglesias protestantes derivadas desde los Estados Unidos y Puerto Rico.

Confieso que como historiador de oficio que soy, no puedo menos que al pensar en Montaña Verde y su evidente éxito económico social en la polémica obra del sociólogo germano Max Weber titulado La ética protestante y el espíritu del capitalismo, escrita en 1905. Y es que me he dispuesto a pensar de alguna manera que los logros económicos, sociales y culturales de esta Parroquia larense pueden derivarse del hecho de que sus moradores profesan mayoritariamente la fe protestante, credo que les introyecta una serie de códigos morales estrictos que los conduce al trabajo disciplinado, ahorro, inversión, eficiencia, vida morigerada. Un lenguaje moral que prendió con eficacia en La Estrella o Palmarito, la capital de esta industriosa Parroquia del Estado Lara.


Nuestro primer acercamiento a la Parroquia Montaña Verde

Fue en 1992 cuando inicio mi Maestría en Enseñanza de la Historia en la UPEL de Barquisimeto, dirigida por el Dr. Reinaldo Rojas, cuando “descubro” este heteróclito y particular conglomerado humano.  Se lo debo al Dr. Kaldone Neweihed, de la Universidad Simón Bolívar, a quien le hice una investigación titulada El Municipio Torres, frontera interior de transición Lara-Falcón-Zulia y Trujillo, que fue de su mucho agrado. Allí trate los litigios limítrofes del Estado Lara en tres parroquias del Municipio Torres, esto es, Parroquia Heriberto Arroyo con el Estado Trujillo, Parroquia El Blanco con el Estado Falcón y Parroquia Montaña Verde con el Estado Zulia.

En efecto, es el poderoso y petrolero Estado Zulia quien reclama para sí las pródigas tierras de esta Parroquia larense y torrense que es Montaña Verde.

 En esa investigación escribí, entre otras cosas:

 Parroquia Montaña Verde del Municipio Torres, Zona en discusión con el Estado Zulia.

“En lo jurídico-político esta zona en reclamación ocupa una parte de la parroquia Montaña Verde del Municipio Autónomo Torres cuya capital es la localidad de Palmarito (1.247 habitantes en 1984). La Parroquia cuenta en 2022 con unos 8.600 habitantes.

Sus límites: Por el norte: la zona en discusión que mantiene Lara con Falcón, es decir, la parroquia El Blanco. Por el oeste: el Municipio Autónomo Baralt del Estado Zulia. Por el sur: el Municipio Autónomo Baralt y la parroquia Heriberto Arroyo (zona en litigio de Lara con el Estado Trujillo). Este: la parroquia El Blanco y la parroquia Las Mercedes, ambas pertenecientes al Municipio Autónomo Torres del Estado Lara, y la parroquia Heriberto Arroyo (zona en litigio con Trujillo).

 

La superficie de esta zona es de 81.200 hectáreas o sea la cuenca alta del Misoa, río que en su nacimiento recibe el nombre de Sicare. Para algunos mapas de FUDECO este río nace en la parroquia Las Mercedes y en otros mapas (también de FUDECO), el río nace dentro de la misma jurisdicción de la parroquia Montaña Verde. Esto significa que no existe un criterio unánime con respecto a los límites de esta parroquia torrense.

 

Volviendo al litigio limítrofe Lara-Zulia, los mapas de FUDECO presentan la misma ambigüedad e imprecisión. En algunos se muestra que existe una zona que no está en discusión. Es la que va, siguiendo la vía Lara-Zulia, desde Santa Rosa hasta Palmarito. En otros, la zona en litigio se extiende, siguiendo la misma carretera desde Santa Rosa hasta Puente Palma, la que incluye, por supuesto, a la capital de la Parroquia.

 

Economía de la Parroquia Montaña Verde:

 La zona es asiento de una pujante y próspera economía de ganadería intensiva, la cual se ve favorecida por la humedad reinante durante la mayor parte del año. La agricultura de Montaña Verde produce café, maíz, caraotas en grandes cantidades. Estas actividades se facilitan por el clima húmedo local, el cual se explica porque las aguas que se evaporan del vecino Lago de Maracaibo se precipitan sobre las serranías de Jirajara-Ziruma.

De las tres zonas en litigio, Montaña Verde es la que goza de mejor comunicación vial. La carretera Lara-Zulia la atraviesa de Este a Oeste. De ello se deriva que esta parroquia sea el primer contacto de los zulianos con el Estado Lara. El clima benigno de la zona, así como el fácil acceso desde el Zulia ha producido un importante movimiento de contingentes humanos desde esta otra entidad. Los zulianos han establecido allí, sobre todo en la zona de Agua Linda, una colonia vacacional de lujosas quintas y chalets estilo suizo de un gran valor monetario. Algunas de las cuales les han colocado teléfonos que tienen código de área del Estado Zulia (061). Allí también han sido instaladas poderosas antenas de radio y repetidoras de TV que sirven a la Zona Oriental del lago de Maracaibo.

 

Últimamente se ha hablado con insistencia de la probable existencia de crudos livianos en la zona de Matejey y de Morroco. Una empresa filial de PDVSA–Maraven– ha hecho las exploraciones en su búsqueda.

En abril de 1991 la Asamblea Legislativa y el Gobernador del Estado Lara realizaron en la localidad de Puente Palma (en el límite Lara-Zulia) un acto de reafirmación de la autoridad larense sobre la zona. Sus moradores reclamaron mayor atención y la realización de obras públicas muy necesarias.

Es difícil la situación de Montaña Verde, puesto que esta indefinición limítrofe ha producido conatos de violencia tales como la oposición de algunos lugareños a que el Estado Lara realice construcciones de obras. Esto se origina porque el Estado Zulia promete mejorar su nivel de vida si la zona se incorpora a ese Estado. 

Es curioso que Montaña Verde tenga una crecida cantidad de hombres y mujeres de las Sectas Evangélicas y Protestantes. Porcentualmente la votación del partido de Orientación Bíblica (ORA) obtuvo allí su más alta expresión en todo el Estado Lara.

 

Los caseríos de la Parroquia Montaña Verde

Un importante contingente humano habita la zona, allí se ubican un total de 58 caseríos: Matejey, Morroco, El Venadito, Las Delicias, La Esperanza, Palmarito, Primera Sabana, Las Palmas, Sicare, Cerro Verde, El Pozón, Agua Linda, San Pablo, Santa Elena, Santa Rita, Las Tres Flores, San Juan, Palo Negro, La Pastora, Buenos Aires, La Alcabala, El Mapurite, Libertad, La Victoria, La Florida, El Pleito, La Estrella, Caballo Muerto, San Antonio, El Solito, Laguneta, Loma Rica, El Muñeco, Paraguay, Puente Palma, Misoa, San Salvador, El Placer, Los Claveles, La Belleza, Nueva Esperanza, Totuche, El Respiro, La Cañada, El Amparo, San José, La Bonita, Las Mercedes, Altamira, Riecito, El Delirio, Los Rosales, Puerto Rico, Barcelona, La Jara, Uruguay, Cerro azul.” (Disponible en mi blog: Cronista de Carora)

Como se habrá notado, en este trabajo de 1992 apenas hago mención a la preponderante presencia de las iglesias reformadas protestantes evangélicas en la Parroquia Montaña Verde. Con el presente ensayo pretendo llenar esta laguna a la cual presté escasa importancia hace tres décadas.

 

La geografía de la Parroquia Montaña Verde.

Con unos 799 kilómetros cuadrados de extensión, se ubica esta Parroquia del Estado Lara en los límites del occidental y petrolero Estado Zulia, un hecho que la marcará profundamente, pues su inclinación evangélica y protestante deviene de las cercanas explotaciones de hidrocarburos que en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo explotaron los estadounidenses desde la década de 1910, como explicaremos después.

         Su altura promedio es de 530 metros sobre el nivel del mar. Temperatura muy agradable: 24 °C, Latitud: 10° 06', Longitud: 70° 41', un Nivel Pluviométrico: 999,5 mm³ que nos explica de alguna manera su potente ganadería y agricultura. Paisaje Predominante: montañoso. Clima: subhúmedo. (Datos obtenidos en Wikipedia).

Cómo llega el protestantismo a Montaña Verde.

La primera hipótesis que sostengo es la de que los primeros hermanos evangélicos protestantes vinieron desde las cercanas explotaciones petroleras que se inician en el Lago de Maracaibo desde 1914 con las compañías Shell y la Caribbean Petroleun, a propagar la fe en el caserío La Estrella, antiguo nombre del poblado de Palmarito antes de que se construyera la carretera Lara-Zulia a finales de la década de 1950. El profesor Lope Figueroa es mi informante, pero no me da nombres de estos primeros hermanos evangélicos y a cuál de las diversas iglesias reformadas pertenecían estos precursores que se internan en Montaña Verde.

Otro de mis informantes es el profesor Samuel Vargas, hermano protestante él mismo, quien me proporciona otra información opuesta a la de Lope Figueroa. Me dice Vargas que los primeros evangélicos que llegaron a La Estrella partieron desde Carora, capital del Distrito Torres. Eran oriundos de la semi colonia de Puerto Rico y sus nombres eran Teodoro Bueno y Edmundo Jordán (existe un caserío con su nombre: El Jordán). Con mucha oposición lograron abrir la primera iglesia protestante en la ultracatólica ciudad de Carora en 1929. El sacerdote católico Monseñor Pedro Felipe Montes de Oca se encarga de hacerle la vida imposible a los evangélicos y amenaza a los fieles del catolicismo con excomunión a quien les tienda la mano.

Cumplida su tarea, difícil por más en Carora, “Ciudad levítica de Venezuela”, decide Edmundo Jordán después de fundar una escuela de comercio en esta antigua ciudad del larense semiárido occidental venezolano, internarse en la remota y feraz Montaña Verde, lugar distante a nos 85 kilómetros, donde hace sus iniciales prosélitos. Tenemos nombres y apellidos de ellos gracias a la gentileza de José Domingo Laguna (72 años), nativo de Palmarito. Ellos son: el pastor evangélico Jacinto Penzo, Julio Lameda, Alfredo Rodríguez, Héctor Penzo, Salvador Arroyo, abuelo materno de José Domingo Laguna, quien no me da nombres de ninguna mujer.

“Estos hombres establecieron capillas con esta iglesia en Palmarito, Cerro Verde, Agua Linda, Venadito, La Estrella, caseríos que no fueron visitados por la Iglesia Católica, dejándole libre el camino a los protestantes. A nosotros nos visitaba de vez en cuando el cura de Quebrada Arriba, de Carora nadie nos visitaba en esos lugares no sé por qué”, agrega Laguna, quien da una posible explicación al hecho de que “esa región eran zonas de paludismo y mal de chagas, antes de ir el DDT y la Malariología. No sabría decir si fue eso lo que originó la desidia de enseñar el catolicismo”.

El protestantismo en Montaña Verde del siglo XXI.

No puedo menos que pensar en Zacatecas, enclave protestante en México católico y guadalupano, cuando me refiero a la Parroquia Montaña Verde. Goza de buena vida este cuerpo de creencias extraño a nuestro catolicismo de raigambre colonial hispánico en la Venezuela del tercer milenio, en un extremo de la Región Centro Occidental de nuestro país. Y no puedo menos que pensar en Max Weber cuando me hablan del innegable éxito económico, social y cultural de este “Emporio Cristiano” de Montaña Verde, sin descartar que los católicos muestran también logros parecidos.

En Palmarito fueron eliminadas las galleras, el crimen proveniente del Estado Zulia ha sido contenido por la Guardia Nacional Bolivariana, la prostitución se halla lejos de allí, en Morroco, el latifundio casi eliminado, me comenta Samuel Vargas, quien fue director del liceo en esa localidad palmaritense.

Han sido realizadas periódicamente en Palmarito “Cumbres Evangélicas” que convocan a unas 500 personas con predicadores internacionales de Brasil y Aruba, evento realizado “sin pedirle plata a nadie, sus invitados no se alojan en hoteles y posadas”, afirma eufórico el profesor Samuel Vargas. Existe un Colegio de carácter protestante para niños que lleva el nombre del pastor Julio Lameda, los salarios de los docentes los suministra la misma comunidad.

El fuerte económico es sin duda la ganadería bovina y la consecuente producción de derivados lácteos. “Cada finca tiene su quesera que trabajan la leche en barriles de madera”, dice Vargas, quien agrega que “Los Toyotas de los “zares del queso” bajan cargados de lácteos que van a los mercados de Valencia y Caracas, quesos que compiten con los quesos  Churuguara y  Guayanés”, apunta mi colega Samuel Vargas, quien agrega que “los compromisos económicos se realizan de manera oral”.

La convivencia entre confesiones es muy cordial en Palmarito, me refiere Lope Figueroa, director del liceo oficial de la localidad, ya jubilado. “Mi hijo, Orlando Figueroa, es director del Colegio protestante y es católico, hay matrimonios mixtos y pastoras femeninas, los hijos de pastores son también pastores, los difuntos evangélicos, como el pastor Elis Perera,  los velan en el escenario del Colegio protestante de carácter particular o privado”, me dice.

El Colegio de los protestantes se financia en parte con florines de Aruba, sus aulas y oficinas tienen aire acondicionado, un escenario grande, comedor, los sueldos son cancelados en divisas estadounidenses.

“No existe mendicidad o prostitución allí, agrega Lope Figueroa, las casas son de buena construcción, con televisión por cable, teléfonos inteligentes al día, en salud pocas diarreas, una suerte de Kuwait, “Palmarito, pueblo de Dios”. Para finalizar dijo mi colega algo que me hizo recordar por contraste a Irlanda del Norte: “las rivalidades entre católicos y protestantes no existen”.

Consideraciones finales.

Aunque ya en el siglo XVI llegaron a Venezuela los luteranos alemanes con los Welser, no es hasta después de la Gesta de Independencia cuando las diversas iglesias protestantes se instalan después del decreto de libertad de cultos de 1834, bajo la presidencia del general Páez. Es en 1891 cundo el protestantismo venezolano, afirma Otto Maduro, comenzó a adquirir contornos de religión establecida, no sin fuertes protestas católicas que incluyeron quemas de biblias protestantes, procesos inquisitoriales. El primer pastor evangélico venezolano, Benjamín Roldán, fue ordenado en 1915.

Entre 1930 y 1968 los protestantes pasaron de 20.000 a 200.000 miembros, una tasa muy superior a la del país. En 1985 esta comunidad se acerca a las 500.000 personas, que se cuentan entre los sectores medios bajos y populares a donde el alcance misional del catolicismo es bajo y a veces inexistente.

Las iglesias y denominaciones más importantes, adiciona Otto Maduro, son las siguientes: hermanos de Plymouth, adventistas, Misión del Orinoco, Alianza Evangélica y Misionera, Iglesia Evangélica Libre, presbiterianos, bautistas, Iglesia Bethel, Iglesia Ebenezer, Unión Pentecostal, Asambleas de Dios, luteranos, a las que agrego anglicanos, mormones, Testigos de Jehová.

La debilidad de la Iglesia Católica caroreña parece explicar el creciente auge de los evangélicos protestantes en el extremo occidental del Municipio Torres. Pareciera que no han tenido resonancias acá las Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, las conferencias de Medellín y Puebla. Hace falta una verdadera iglesia social volcada hacia los humildes, los más pobres y necesitados.

La libre interpretación de la Biblia, el diálogo directo con el Creador, la facilidad para formar pastores, así como para montar iglesias evangélicas, son ventajas que tienen las iglesias reformadas frente a la pesada y lenta estructura organizacional del catolicismo y su irrestricto derecho canónigo.

Con todo, es Montaña Verde una experiencia notable de convivencia y tolerancia entre católicos y protestantes, que debe verse como expresión del ecumenismo que intenta superar las divisiones en el cristianismo. Las heridas que ha sufrido el cristianismo deben ser restañadas y el pequeño ejemplo de Montaña Verde puede conducirnos a esta hermosa aspiración universal.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com 

Santa Rita. Carora,

República Bolivariana de Venezuela.

 19 de febrero de 2023.

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

  

domingo, 12 de febrero de 2023

Mentalidad del caroreño en 1914 ¡Carora es un carácter!


Un tal Agustín Gil, del que sospecho sea seudónimo empleado por el joven Cecilio Zubillaga Perera (1887-1948), en una muy penetrante crónica publicada en el Semanario Labor del 14 de febrero de 1915, página 1, dedicada a Don Flavio Herrera Oropeza, acaudalado comerciante entonces, exhibe un asombroso conocimiento, pocas veces visto, de la manera de pensar y circunstancia económico social del caroreño de hace 100 años, de la psicología social al referirse a lo que hogaño llamamos mentalidad o mentalidades que comentamos de seguido.

Carora al margen de la revolución social

Veamos lo que escribe Agustín Gil en el caroreño Semanario Labor del 20 de diciembre de 1914:

“Es Carora una ciudad que quizás debido a las circunstancias económicas ha quedado al margen de la revolución social de la cual hablaba el gran Cecilio Acosta, es decir la exaltación de las clases ineducadas al poder político y luego al poder social, substraída en mucho a tal movimiento engendrador de anarquía y que ha arruinado moralmente a la mayor parte de las poblaciones de la República, es lógico (que Carora) haya podido conservar sus tradiciones y costumbres sin degradarlas, antes bien puliéndolas y consolidándolas con el pasar de los años.” (resaltados nuestros)

Se refiere sin duda Agustín Gil a la poco estudiada Guerra Federal o Larga (1859-1853), conflicto bélico que se ha constituido como una continuación de la Guerra de Independencia, conflicto anticolonial que sin embargo dejó intactos los problemas sociales y políticos heredados de tres siglos de coloniaje, los que se revelaron como una profunda inconformidad social, una temible realidad social antagónica que ya había advertido el escritor, periodista y humanista Cecilio Acosta (1818-1881) desde 1846 en las páginas de los periódicos La Época y El Federal, los que seguramente leyó Agustín Gil en alguna ocasión.  

La chispa de la cruel y larga matanza  de mediados del siglo XIX la enciende el llamado partido liberal a través de las incendiarias páginas del periódico El Venezolano, órgano dirigido por Antonio Leocadio Guzmán. Tales predicamentos fueron escuchados por los hombres analfabetas, oscuros y mestizos, que creyeron en rumores de que el gobierno intentaba restituir la esclavitud, que iban a ser vendidos a los ingleses, que con sus carnes iban a fabricar jabón y con sus huesos mangos de cuchillos y de bastones.

La Guerra Federal, valora el historiador Nikita Harwich Vallenilla, ha generado toda una mitología a su alrededor que ilustra la complejidad de los problemas que planteó y aún plantea en la actualidad. Fue un conflicto brutal que deja unos 200. 000 fallecidos en una contienda de colores, de blancos contra razas mescladas en la Venezuela agraria. Pero es de destacar que esta hecatombe no alcanza a todo el territorio nacional, pues el ansia igualitaria no escaló hacia los Andes, ni el Zulia, ni Guayana. El espíritu rebelde y  de barbarie que explotó con inigualable audacia el asturiano José Tomas Boves en 1814 tampoco se sintió con fuerza en el Estado Lara. El “Gran Miedo” de 1859 y 1860 no retumbó en Carora, remota ciudad del semiárido occidental venezolano que se mantuvo al margen de esta terrible confrontación étnica y de colores que sacudió al país. Fue, en efecto, como lo indica Agustín Gil, una revolución social, un movimiento engendrador de anarquía que no llega a las riberas del río Morere, quizás se deba este extrañamiento a que en esa oportunidad no era Carora un objetivo estratégico militar de importancia económica o poblacional.  

Pienso que si esta guerra igualitaria hubiese llegado a nuestra ciudad de Carora el costo social habría sido inmenso. Los godos o patricios caroreños diezmados o pasados por las armas, las haciendas de cofradías de la Iglesia Católica puestas al servicio del huracán revolucionario, los negros esclavos liberados, el orden social construido durante 300 años destruido. Pocas fuentes existen para estudiar esta contienda en nuestra ciudad. Quien escribe ha encontrado una referencia que indica que alrededor de la Plaza Mayor (Plaza Bolívar) fueron excavadas trincheras en esa ocasión, pero no hay lamentablemente mayores explicaciones.

El patriciado caroreño queda casi intacto e intocado en el siglo turbulento que fue el XIX. Es más, quien escribe ha descubierto que fue en esta belicosa centuria cuando termina ella de consolidarse como clase social con rasgos de casta, proceso gestado al socaire de las terribles escenas de barbarie y venganza racial vividas en los Llanos occidentales y centrales de Venezuela. Carora no tuvo guerra igualitaria. Carora sintió gran alivio al saberse acá la muerte en 1860 del general de hombres libres Ezequiel Zamora. Coroneles y capitanes negros y analfabetos no posaron sus botas altaneras en la antigua y aristocrática ciudad de blancos del Portillo de Carora. El orden social intransigente y jerárquico que venía de la Colonia se mantuvo firme en la Carora decimonónica, hegemonía social de los godos que se expresa con alguna fuerza en los albores del tercer milenio.  

Pero este conflicto étnico y de colores que fue la Guerra Federal se expresó de manera inesperada en Carora, pues ella tuvo por escenario a las clases educadas blancas alfabetizadas y no en el irredento y analfabeta pardaje y negraje local. En 1859 fue expulsado de la ciudad por el sector mantuano o godo el fraile Ildefonso Aguinagalde “Papa Poncho” (1792-1892) debido a sus ideas liberales federalistas. Desde Caracas maldijo a los godos de Carora hasta la quinta generación. Fue el comienzo de uno de nuestros más potentes imaginarios colectivos que aún nos retumban: La Maldición del Fraile.

La geografía y las clases dirigentes caroreñas

De seguido dirá Agustín Gil, un avezado y cultivado observador de lo social, cosas no menos sorprendentes:

“De aquella necesidad  de volver al hogar en solicitud de consuelos y de amparo contra las agresividades del medio territorial circundante y de la de la casi completa uniformidad cultural de las clases dirigentes, de esas dos condiciones nacen no exclusivas sino principalmente  las modalidades individuales y colectivas del caroreño que lo señalan con rasgos netos y en alto sitio a la expectación nacional, alguno de los cuales son: espiritualidad, afabilidad y franqueza en el trato social, probidad en los negocios, constancia, previsión e industriosidad en el trabajo, entereza moral consecuencia de la solidaridad y de la sanción para guardar el honor de sus hogares y de los fueros ciudadanos para rechazar la tiranía externa y enfrentar la interna división; amor grande por el solar nativo que ya hizo escribir al Doctor Ildefonso Riera Aguinagalde, el elocuente desde París, tratando de su cabaña: ¡Cuándo como de mi Santa Bárbara!; entusiasmo por las altas ideas y los nobles sentimientos, según el valioso elogio del Dr. Antonio Álamo…y termina su ensayo Agustín Gil exclamando: ¡Carora es un carácter, un corazón!.” (resaltados nuestros).

Tratemos de hacer algunas interpretaciones de lo expresado por Agustín Gil desde nuestro mirador del siglo XXI, valiéndonos de las herramientas conceptuales y de método de la llamada interpretación del discurso. Veamos…

Se trata, sin duda, de una genuina exaltación de la forma de vida y valores de los habitantes de Carora, una remota localidad fundada en el genésico siglo XVI en 1569, ubicada en el remoto semiárido occidental venezolano, Estado Lara y que quizás debido a un poco estudiado azar histórico no sufrió las demoledoras y barbáricas escenas de sangre y pólvora de la Guerra Larga o Guerra Federal de 1859 a 1863, conflicto igualitario y de colores, largo y extenuante que de seguro habría modificado profundamente su devenir histórico y social.

La geografía del semiárido

Fijémonos como Agustín Gil comienza a referirse en primer lugar a la geografía del “vasto erial” donde se asienta Carora, cuando se refiere a “las agresividades del medio territorial circundante”; acá no puedo menos que pensar en Philippe Blom, un historiador alemán contemporáneo, que valora a la pequeña edad de hielo de los siglos XVII y XVIII como responsable del nacimiento de la Revolución Científica y del Siglo de la Ilustración.

 En el caso de Carora es el agreste y rudo semiárido occidental venezolano el cual nos conmina a buscar consuelo y amparo, como dice Agustín Gil, ante la sequedad y la reverberación solar, en las gruesas tapias de barro y altivos tejados de la antigua ciudad de San Juan Bautista del Portillo, que da cobijo y protección a los hogares de rancias familias que tienen sus raíces en la Península y las Islas Canarias.  Son los muros de adobe y techos de tejas los que dan abrigo y protección a lo que llamó Mariano Picón Salas la “Cultura del Calor”, calor seco del semiárido venezolano.

Frescos y ventilados zaguanes y pasillos, extensos  y silenciosos dormitorios con sus elegantes alcayatas orientalizantes, anchurosas y refrescantes hamacas y chinchorros, artilugios aborígenes que son, simultáneamente, lechos y abanicos, la sabrosa, refrescante agua dulce del mayestático y señorial aguamanil, las protectoras celosías como nuestros panópticos tropicales, toda una ingeniosa arquitectura como sacada de Las mil y una noches colocada al servicio de una cultura ortodoxamente católica, hidalga, celosa de su linaje de signo hispánico. Su mito fundacional, dice Henry Vargas Ávila, será San Juan Bautista “voz que clama en el desierto”.

La casi uniformidad cultural de su clase dirigente

En el vértice de la pirámide social caroreña están colocados con firmeza desde algunas centurias los llamados “patricios caroreños” o godos de Carora, clase social excluyente y que muestra algunos significativos rasgos de casta, que además se ha abroquelado en una como militancia del catolicismo signado por el Concilio de Trento del siglo XVI y en el color blanco de la piel. Dominan el activo comercio caroreño y las fértiles tierras que serán motivo de agria disputa antilatifundista luego de la muerte del presidente Juan Vicente Gómez.

Quien escribe ha descubierto en sus investigaciones que la uniformidad de linaje de los godos caroreños del semiárido ha sido obra de la Iglesia Católica, institución por ellos dominada, que fue en extremo pródiga en otorgar inúmeras dispensas matrimoniales, lo que permitió enlaces matrimoniales entre personas de cercano linaje. Fue y ha sido una práctica endogámica que impidió se disolvieran las fortunas y que conformó una endogamia no menos importante: la endogamia religiosa. Esta realidad fue la que capta el tal Agustín Gil, con asombrosa captación de lo socio cultural en la Carora de principios del siglo pasado.

Se trata de una docena o más de apellidos que se mesclan entre sí hasta el vértigo en un pacto de sangre y abolengo que nos alcanza en los albores del tercer milenio: Aguinagalde, Álvarez, González, Gutiérrez, Herrera, Meléndez, Montes de Oca, Oropeza, Perera, Riera, Silva, Yépez y Zubillaga, a lo que habría que agregar los extintos apellidos Arrieche, Antich, Gordón, Hoces, Lara, Pineda, Salamanca, Urrieta, entramado familiar que fue estudiado y desentrañado magistralmente por el Dr. Ambrosio Perera Meléndez en su monumental trabajo Historial genealógico de familias caroreñas, 1933, en dos gruesos volúmenes.

Proceden de distintos lugares de la Península y las islas Canarias, Castilla, La Gomera, La Palma, Tenerife, Usagre, Cataluña, Portugal, Guipúzcoa, pero el secular aislamiento geográfico, la persistente endogamia, la convivencia en el casco viejo de la ciudad de Carora y la igualación propiciada por la lengua de Castilla, el credo religioso católico trentino, hará de los godos caroreños una clase social que exhibe una “casi uniformidad cultural”, como valora Agustín Gil en el Semanario Labor en 1914, personaje que sospecho, repito de nuevo, el joven periodista caroreño Cecilio Chío Zubillaga Perera.

Se trata de lo que he llamado una hegemonía cultural de signo gramsciano, que se expresa con nitidez a lo largo del siglo XIX y en la centuria pasada, con evidentes prolongaciones hasta el presente. Los patricios caroreños dominan el activo comercio y las fértiles tierras del extenso Distrito Torres, los asuntos del altar, sus numerosas cofradías y hermandades, idean y fundan escuelas y colegios de secundaria particulares, clubes y asociaciones, periódicos y revistas. Este interesante proceso cultural hegemónico podrá ser examinado en detalle en nuestro trabajo Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, editado en 1997 por la Alcaldía del Municipio Torres y la Fundación Buría, prólogo del Dr. Reinaldo Rojas.

Resulta poco menos que una curiosa paradoja histórica que se efectuara en el Nuevo Mundo americano, en Carora, una vertebración histórica de lo hispano, opuesta a la del pensador José Ortega y Gasset, expresada con angustia en 1921 en su famoso y muy actual ensayo España invertebrada. Quiero decir que en Carora no privaron los particularismos hispanos y es frecuente ver familias con apellidos cruzados procedentes de diversas regiones peninsulares españolas y de las islas Canarias, tales como el vascuense Zubillaga con el canario Herrera, el portugués Silva con el González, de Usagre, Castilla, o bien el tenerifeño Perera con el catalán Riera. No privaron acá los particularismos hispanos: Carora ha sido síntesis de lo hispano en el Nuevo Mundo entre las clases dominantes hispano criollas.

Tampoco se dio entre nosotros el muy peninsular odio a los mejores, del que nos habla Ortega y Gasset. La Carora de inicios del siglo pasado hacia reverencia y sentía gran respeto por el Dr. Idelfonso Riera Aguinagalde, teórico de la Federación, mencionado por Agustín Gil en el Semanario Labor. En 1914 le fue erigida una estatua al presbítero doctor Carlos Zubillaga Perera, protagonista con el padre Lisímaco Gutiérrez de una maravillosa experiencia de una Iglesia para los pobres, una Iglesia social como antecedente de la Teología de la Liberación latinoamericana. Y qué decir del busto del general de división Pedro León Torres que ocupó el sitio que le correspondía al Libertador en la Plaza Bolívar de Carora.

La espiritualidad es otro rasgo que percibe nítidamente Agustín Gil entre los caroreños de inicios de la pasada centuria. Carora es ciudad temerosa de Dios y de la condenación en las pailas del infierno. En 1918 será bautizada acertadamente la urbe por el padre Carlos Borges como “ciudad levítica de Venezuela”. Hasta el presente un millar de sacerdotes, de los cuales destacan ocho obispos, tienen a Carora como lugar de nacimiento. El fervor mariano es inmenso con la aborigen y milagrosa Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue. Un obispo caroreño, asesinado por los nazis, Salvador Montes de Oca, espera ser elevado a los altares.

El filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero destaca con sorpresa el apego enorme del caroreño a su solar nativo, amor al terruño en que menciona Agustín Gil como ejemplo paradigmático el del Dr. Ildefonso Riera Aguinagalde, quien desde la brumosa y lejana París añoraba sus tunales, chivos y cardones de su finca Santa Bárbara. Quien escribe visitó al sabio Dr. Pastor Oropeza, padre de la medicina infantil en Venezuela, quien vino a pasar sus últimos y largos años de existencia en la ciudad que lo vio nacer en 1901. Los caroreños son como los elefantes.

Entusiasmo por las altas ideas

El entusiasmo por las altas ideas ya despunta entre los caroreños desde finales de la Colonia: el doctor Juan Agustín de la Torre (1750-1804) desde la rectoría de la Real y Pontificia Universidad de Caracas apoyó con fervor la introducción de las ciencias modernas en esa casa de estudios dominada entonces por la filosofía del peripato Aristóteles y sus inútiles silogismos lógicos que desprecian la realidad objetiva.

 Propugna de manera adelantada y precursora la doctrina social de la Iglesia Católica el médico por la Universidad de Caracas Doctor Ildefonso Riera Aguinagalde (1834-1882), quien sostiene una famosa polémica sobre lo que representan las revoluciones en la historia del progreso y de la civilización de los pueblos con su amigo el humanista Cecilio Acosta.

En 1860 nace uno de los responsables de la Carora intelectual, el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, fundador del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1890. Fue el mentor de Carlos Zubillaga, Rafael Tobías Marquís, Pastor Oropeza, Juan Bautista Franco, Dimas Franco Sosa, por solo mencionar a los egresados del instituto en 1914. Le hemos dedicado a este extraordinario educador una biografía en Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937. (1997). Quiero destacar que Chío Zubillaga fue su alumno en el año escolar 1898-1899.

Las altas ideas también acompañan al médico cirujano egresado de la Universidad de Caracas Dr. Lucio Antonio Zubillaga, vicerrector del Colegio Federal Carora. Enseñaba en ese viejo Colegio asignaturas muy dispares, tales como las cátedras de física, astronomía y las lenguas griega y latina.

Las altas ideas tendrán su continuación y cultivo en el siglo XX con Rafael Domingo Uzcátegui (1887-1980), un excepcional médico psiquiatra autodidacta que realiza una implacable crítica literaria contra los poetas modernistas hispanoamericanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones.

Palabras finales.

 Esta joya de la cultura inserta en “vasto erial” que es Carora, tiene su certero analista en Agustín Gil, de quien estamos casi seguros es la aguda pluma del joven Cecilio “Chío” Zubillaga, quien a la sazón ronda los 30 años de edad. Cuatro años antes, en 1911, perderá de manera trágica a su hermano mayor, el presbítero doctor Carlos Zubillaga, en tanto que su renuncia al selecto y excluyente Club Torres se producirá en 1913. Ha fundado Chío Zubillaga la Sociedad Patriótica Ezequiel Zamora con la cual apoyó al general Juan Vicente Gómez en su deseo de relegirse presidente de Venezuela hasta 1911, así como también será funcionario municipal al servicio del general gomero Juan de Jesús Blanco. Se trata de la luna de miel de Chío Zubillaga con el gomecismo por la que será duramente atacado después.  

Se perfila entonces Chío Zubillaga como duro crítico de los godos de Carora y de su terrofagia, admirador de Lenin y la Rusia Soviética, sin dejar de ser auténtico y fervoroso cristiano, lo que lo hace aparecer como un adelantado de la Teología de la Liberación latinoamericana. Será como un emblemático “intermediario cultural”, tal como lo entiende el historiador marxista francés Michel Vovelle, categoría de análisis que emplea de manera brillante la doctora Isabel Hernández Lameda en magnifica Tesis Doctoral que tuve el honor de tutorear en 2019. Es decir que Chío Zubillaga se nutre de la alta cultura de las élites alfabetizadas y la pone al servicio de las clases populares irredentas.

 Luis Eduardo Cortés Riera.

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El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...