jueves, 5 de octubre de 2023

FERNANDO BOTERO

Luis Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com

El recientemente fallecido pintor y escultor colombiano Fernando Botero (Medellín,1932- Mónaco, 2023) sentía una gran atracción por este hermoso y colorido cuadro en donde aparece su hijo Pedrito montado en un sonriente caballito de madera. El estilo, un estilo único del autor, se muestra allí inconfundible: figuras regordetas y exageradas, estilo que madura
pacientemente tras estudiar el arte precolombino, las pinturas renacentistas de Piero de la Francesca, Paolo Uccello, Tiziano, de los muralistas mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orosco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo. Se puede admirar esta obra, de las más conocidas del pintor, en el Museo de Antioquia, ciudad de Medellín. Un concurso literario lleva el nombre del niño a caballo, Pedrito, que nació de la relación de Fernando con Cecilia Zambrano, su segunda esposa. 
Pero lo que pocos saben es que esta magistral obra de arte es producto de un desgraciado y trágico suceso acontecido en el ya lejano año de 1974. En unas vacaciones en España un pesado camión pierde control y embiste el automóvil del artista matando en el acto a Pedrito, un inocente niño de apenas cuatro años. El pintor pierde una falange de su dedo meñique, poca cosa frente a la muerte de su vástago. No pudo pintar por dos largos meses. Su matrimonio con la caleña Cecilia se resiente por la terrible pérdida y poco después deciden separarse. 
Una vez recuperado de su mano vuelve a su taller de pintura en la Ciudad Luz, París, y emprende la tarea de inmortalizar a su hijo fallecido con lo que mejor sabe hacer: pintar. “Cuando comencé, lo primero que pinté fue ese cuadro. Increíble que haya salido con tan buena técnica y sobre todo tan luminoso. Se ve que le puse todo el corazón”, dijo Botero sobre la icónica pintura que tardó tres meses en retratar. El Museo de Antioquia, donde está exhibida la obra y en el que además, hay una sala que lleva su nombre y es dedicada a los niños, describe a Pedrito como una pintura que, “además de presentar al niño en un caballo de juguete vistiendo uniforme azul de policía, muestra en los ángulos inferiores dos dolorosas escenas: la del padre viendo a su hijo muerto, y la de los padres de luto en la casa vacía.” Además, podemos ver en este genial cuadro cargado de simbolismo, una sólida y oscura puerta marrón trancada, algo así como diciendo que ella se cerró abruptamente para su hijo fallecido
de manera tan trágica y absurda. Otro caballo aparece en el lienzo, pero no es “boteriano” debido a su delgadez, y está como recostado a la pared derecha mirando al niño Pedrito cabalgando el otro caballo que sí es “boteriano”. Un delgado y frágil caballito que jamás volverá a ser juguete de su desgraciado hijo. Casi igual cosa podemos decir de otro objeto que no entra en el estilo de Botero en este genial lienzo. Se trata de la fusta o látigo que Pedrito alza en  su mano derecha sin intenciones de usarlo en tan apacible y manso cuadrúpedo, animalito que carece de ruedas y no es de igual modo balancín o mecedor. Es un caballito estático que está congelado, sin movimiento alguno: eterno.
Fernando Botero murió este viernes, 15 de septiembre de 2023 en
Monte Carlo, Mónaco, tras estar cinco días hospitalizado y en estado crítico por una pulmonía, confirmó su hija, Lina Botero. Sus restos fueron inhumados en Italia junto a los de Sofía Vari, su última esposa, fallecida en mayo pasado y que le afectó grandemente, precipitando su propio deceso.
El pintor de nuestras tradiciones y nuestros defectos, el pintor de nuestras virtudes ha muerto escribió el presidente de Colombia Gustavo Petro en X, antes conocido como Twitter. 

Pintó violencia y paz. Pintó la paloma que fue rechazada mil veces, y la puso mil veces en un trono Tuvo éxito en vida, privilegio que no gozaron Van Gogh, El Greco y Rembrandt, a quienes el éxito les llego con la posteridad. De muchacho pintaba mujeres desnudas y escribía sobre marxismo, por lo que logra que lo expulse un sacerdote de la escuela primaria, llamándole públicamente “manzana podrida”. En los Estados Unidos enfrentó con sus “gordos” a la pintura abstracta que allí dominaba. Un alemán, Dietrech Malov, patrocina sus obras en 1970, desde allí se dispara su popularidad, comienzan a llamarlo de todas partes del mundo. Pintaba desde las prostitutas de Medellín hasta las frutas del trópico, las madres superioras del colegio y las corridas de toros de su juventud. “En vez
de darle la espalda a sus raíces y a sus orígenes, él prefirió convertirlos en el tema central de su obra artística”, explica su hijo Juan Carlos a la revista Semana. La fallecida crítica de arte argentina Marta Traba fue uno de sus descubridores y animadores por allá en los años 1950.
Su arte, dice Semana, no ha estado exento de crítica. Sus críticos dicen que es muy comercial y que sus obras ya no sorprenden. Joe La Placa, un importante experto londinense de arte, le dijo hace poco a la revista Time que al principio creían que era “un innovador”, pero que ahora apenas “logra una pálida imitación de lo que hacía en el pasado”. Y en Colombia, incluso hay un grupo de rock que se llama Odio a Botero, que ha logrado tener un relativo éxito burlándose del pintor. Sin embargo, todas esas opiniones quedan neutralizadas ante la realidad no discutible de que cada día aumenta la  demanda por las obras de Botero, así como las invitaciones por parte de museos y ciudades que quieren exhibirlas.
Quizás inspirándose en el Guernica de Picasso, pinta Botero una serie de pinturas acusatorias contra la arrogancia estadounidense sobre sus abusos en la prisión de Abu Grahib, Iraq, un “testimonio contra el horror”, cuadros que en un principio fueron vetados en los museos más importantes de Estados Unidos. Pero fue el diario The New York Times quien recomendó la exposición de tan polémicos cuadros que exhibía la Universidad de Berkeley.
Botero no dudó en decir que el mejor cuadro que ha hecho en su vida
es el retrato Pedrito a caballo que está en el Museo de Antioquia. Y que por eso la pintura es sagrada para él, pues es “una tabla de salvación en medio de los dramas”. En los actos que se celebraron en el Salón Elíptico de la Cámara de Representantes de Colombia, el cuadro “Pedrito a caballo” estuvo en los honores que el pueblo colombiano realizó a su más importante artista. Pedrito recibió el cadáver de su padre.

Edith Grossman: La traductora que conectó América Latina con Estados Unidos

Luis Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com

Se trata de una dama estadounidense que hizo de la lengua de Cervantesy Jorge Luis Borges su segunda patria emocional y oficio vital. Desde que era
una escolar sintió una gran atracción por la lengua de Castilla y debió enfrentar actitudes anti féminas en las aulas universitarias, aprendió muy temprano en su carrera que el mundo literario era un mundo dominado por hombres.  “Lo demás y que no fuera el español me aburría”, confiesa.
Nació a orillas del río Delaware y se despidió de la terrena vida el pasado 4 de septiembre de 2023, en Manhattan. Dice El Tribunal del Hispanismo que Grossman estudió en la Universidad de Pensilvania y en la Universidad de Nueva York y colaboró con la Universidad de Berkeley. Ha sido galardonar como la Medalla de la Traducción PEN en 2006, el Premio de Literatura de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras en 2008, el Premio de Traducción del Instituto Español Reina Sofía por «A Manuscript of Ashes», de Antonio 
Muñoz Molina en 2010 y la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil, galardón concedido por Su Majestad el Rey de España, Felipe VI. 
Hizo de la traducción al inglés de las obras del boom de la literatura
latinoamericana un modo de vida. Hasta sus cátedras universitarias abandona para dedicarse a tiempo completo al sutilísimo arte de la traducción. Conquista tras duras faenas el derecho de aparecer en las portadas de sus obras traducidas con su sonoro nombre estampado. Dignifica de tal modo el oficio de traducir.  Siempre creyó en el papel esencial de su oficio en la creación y en la difusión de la cultura. Cosecha una gran amistad telefónica con Gabriel García Márquez, quien le acusa de ponerle cachos con Cervantes. El Gabo dijo cierta vez que le gustaba leer más El amor en los tiempos del cólera en la traducción de Grossman que en su propia lengua castiza. “Eres mi voz en inglés” le dijo cierta vez el colombiano a la gringa. Y ella respondió al saber de la muerte del Nobel colombiano con “Todo lo que escribía era oro.”
El finado Harold Bloom reconoció que la traducción del Quijote de ella es de las mejores o si no la mejor, criterio que también expresa el políglota escritor mexicano Carlos Fuentes. Ella dice que la traducción de una novela le lleva por lo general medio año y que nunca se comunica con otros de su oficio, un aislamiento que parece hacerle bien. 
No era traductora del común ni mucho menos, pues hasta teoría de este difícil arte escribe: Por qué la traducción importa, Katz, 2012 (en inglés: Why Translation Matters, Yale University Press, 2011). Acá sostiene que el mayor reto en cualquier traducción es oír claramente la voz del original y buscar la voz en inglés que la refleje. Nunca viajó al Caribe colombiano a buscar el mítico Macondo. Tampoco hizo comparaciones entre García Márquez y Cervantes, pues “son dos grandes ¿Para qué compararlos?” Sin embargo, no fue ella quien tradujo Cien años de soledad sino Gregory Rabassa.

Tradujo a la lengua de Shakespeare y Darwin obras de ganadores del premio Nobel como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez y otros autores como Mayra Montero, Augusto Monterroso, Jaime Manrique, Julián Ríos, Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Sor Juana Inés de la Cruz,  Miguel de Cervantes Saavedra. De casi dos decenas de autores, Edith Grossman solo ha traducido a tres mujeres: la monja novohispana Sor Juana Inés  de la Cruz, la maravilla catalana que es Carmen Laforet y Mayra Montero.
“Traducir a un autor es como casarse con él. Tiene que gustarte mucho”, dice Grossman, quien falleció por cáncer hace pocos días, y a la que se le conoció como la gran traductora del siglo XX, la arteria literaria que conectó por décadas a América Latina con Estados Unidos. Ella enfrentó con audacia y creatividad un formidable reto traducible en la pregunta ¿Cómo le explicas la región subtropical a un gringo que nunca ha salido del norte de Estados Unidos? Su herramienta más importante –dice- es la intuición. Gracias a este “recurso”, dice Teresita Goyeneche, sacó Grossman adelante la traducción de uno de los relatos más cortos de la historia del español: “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso. Cuando en marzo de 2018 llegamos a esta pieza (“Cuando se despertó, el dinosaurio seguía ahí.”), pasamos dos clases entendiendo, primero, si quien se levanta es el dinosaurio o si es un hombre que observa al dinosaurio y luego, entendiendo por qué, en inglés, Grossman se tomó una licencia literaria y asumió que quien observaba era un hombre y lo tradujo usando el artículo determinado masculino: When he woke up, the dinosaur was still there.
Para ella, la primera gran novela de la humanidad tiene un detalle
deslumbrante y moderno: el amor entre dos hombres. “En esas últimas líneas en las que Sancho Panza le dice a Don Quijote que no muera, en las que le narra todas las cosas que podrían hacer juntos si se queda, eso es una escena de amor. Las narrativas recientes, las de las películas, están inspiradas en ese libro”, dice emocionada.
“Miguel de Cervantes Saavedra cambió mi vida”, confiesa Grossman. “Su trabajo es el universo entero, él creó el español literario.
El siguiente momento más revolucionario para el idioma fue García
Márquez y yo tuve la suerte de traducirlos a ambos”, alardea. Se ausenta de la vida Edith Grossman en momentos en que el problema de las migraciones de los latinoamericanos hacia los Estados Unidos se torna inmenso, casi inmanejable. El legado de esta extraordinaria mujer estará allí para congeniar lo que llamó el  venezolano y caroreño Juan Oropesa: imparidad del destino americano.

Santa Rita, Carora.
República Bolivariana de Venezuela.
9 de septiembre de 2023.

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...