jueves, 27 de enero de 2022

CLEOPATRA Y NEUTRÓN-LA MÁQUINA DEL TIEMPO Y EL ANACRONISMO

 

En la década de los años 1960 los “comics” de papel mexicanos y estadounidenses gozaban de una popularidad enorme, un fenómeno hogaño estudiado por la sociología de la lectura, los franceses Claude Moliterni y Roman Gubern quizás sean los más conocidos de los estudiosos de esta literatura de la imagen. El antropólogo estadounidense Oscar Lewis hace mención de ellos en sus investigaciones antropológicas en México de los años 1940. Hogaño pareciera que la imagen sepultará al texto escrito. Vivimos una gigantesca era barroca de la mano del cine, la televisión y los teléfonos inteligentes.

En mi Carora natal, Venezuela, se les llamaba “Cuentos” a las tiras cómicas, y eran coleccionados por personas de cualquier edad. Cambiar “Cuentos” era una especie de ceremonia, usual entre los jóvenes de mi edad. Eran famosos los Cuentos venidos de México:  Santo, el Enmascarado de Plata, creación de José G. Cruz, Chanoc, Memín Pinguín, El Charrito de Oro, Tawa, el hombre gacela, Neutrón, el enmascarado negro. Son algunos de ellos superhéroes de inspiración norteamericana, sin duda, pero que al cruzar el Río Grande se mexicanizan, hablan en correcto mexicano y son, usando una expresión de Samuel Ramos, unos “peladitos” aztecas.

 Determinadas características les diferencian, dice el Blog Ausente, de los superhéroes USA, Superman, Batman, El Hombre Araña, La Mujer Maravilla, Aquaman. En ocasiones tienen poderes extra-humanos, otras deben recurrir a artificios de ciencia ficción o a la colaboración —en el cómic— de magos y nigromantes amigos suyos. Parece como si, falto de Kryptonita o elemento similar, en determinadas aventuras se viesen obligados a actuar como el resto de los mortales. Trabajan en unos laboratorios muy sencillos, casi ascéticos, ocultos en su mansión, con aparatos elementales, estando siempre en estrecho contacto con la policía, a la que ayudan incondicionalmente. En esta relación policía-héroe, insólita en un país donde es tradicional el tomarse la justicia por su mano, el «Santo, el enmascarado de plata» es una excepción.

En esta ocasión me referiré a Neutrón, el enmascarado negro, una creación de Federico Curiel del año 1960. Neutrón, el enmascarado negro (1960) nació en el boom del cine de luchadores de los años 60 y se mantuvo vivo para tres entregas más: Neutrón vs. los Autómatas (1960) Neutrón vs. Doctor Caronte (1960) y Neutrón vs. los asesinos del karate (1964). La lucha libre y la ciencia ficción se dan la mano en este personaje de ficción mexicano.

Veamos una breve sinopsis de Los autómatas de la muerte:  El doctor Caronte, su archienemigo, al que se daba por muerto, ha construido un ejército de autómatas con el que planea dominar el mundo. En paralelo amenaza con la detonación de un artefacto explosivo en el caso de que las naciones se niegan a satisfacer sus demandas. Neutrón deberá enfrentarse al villano y salvar al mundo de sus garras. Como se habrá notado, los guionistas mexicanos de esta zaga tienen una muy fértil imaginación que la hace una de las filmografías fantásticas más vastas del mundo, tanto por su tamaño como por su riqueza en cuanto a temáticas y enfoques.

EL ENMASCARADO NEUTRÓN Y LA REINA CLEOPATRA

Calculo que fue en 1964 o 1965 cuando tuve en mis manos una fantástica historieta de Neutrón que siempre recuerdo por su increíble contenido y trama. En un laboratorio de electrónica, que supongo situado en Ciudad de México, unos científicos construyen un aparato capaz de viajar en el tiempo. Nuestro héroe se embarca en ella y hace un viaje de 2.000 años hacia el pasado hasta situarse en tiempos de la reina Cleopatra, soberana de Egipto que nace en Alejandría en el 69 a.C. Nuestro héroe del siglo XX entabla una cálida amistad con la última soberana de la dinastía de los ptolomeos. Conversan animadamente y él le revela con naturalidad que es un viajero del tiempo, lo que a ella no parece asombrar. Neutrón la conduce al sitio donde se encuentra el artilugio que le permite viajar en el tiempo, comienza a explicarle la forma y manera que funciona tal aparato. Para mi enorme sorpresa las viñetas dicen que Cleopatra entendió muy bien la explicación que le da el enmascarado.

¿Sera posible que la mentalidad de Cleopatra haya entendido el viaje en el tiempo, una posibilidad que solo se cree y admite posible en el siglo XX con la teoría de la relatividad de Einstein y los agujeros de gusano? ¿Será acaso que Federico Curiel y Alfredo Ruanova, los guionistas de la historieta y el film hayan cometido un mayúsculo anacronismo? Me inclino por lo segundo, esto es, que los guionistas mexicanos cometen un imperdonable anacronismo al modernizar el pasado, ver con ojos del presente un remoto y alejado pretérito, un pecado imperdonable como decía Lucien Febvre. “Es como darle un paraguas a un Diógenes o una metralleta a Marte”, colocaba como ejemplo este gran historiador francés.

Pues bien, nuestro héroe enmascarado no entrega a la soberana egipcia un paraguas o una metralleta, le está entregando a Cleopatra nada más y nada menos que la posibilidad de que ella pueda hacer tal viaje por los milenios y las centurias. Tendría así la posibilidad de hacer cambios en la historia, evitar encontrarse y no enamorarse de los invasores romanos Julio César y Marco Antonio, relación amorosa que la condujo a su perdición por suicidio haciéndose morder por una venenosa serpiente.

 ¿Pero era su notable intelecto, su erudición y no su proverbial belleza (lo de Elizabeth Taylor es otro anacronismo) lo que pudo hacer posible que ella comprendiera lo de la máquina viajera? Creo que por muy inteligente que fuera, como se ha establecido recientemente, es muy remotamente probable o casi imposible que ella entendiera el artilugio electrónico del siglo XX. Su mentalidad anclada en una tradición de 4 mil y más años se lo impediría. Egipto conoció una ciencia, pero era una ciencia de la geometría y la astrología aplicadas a la arquitectura, pero que carecía de un elemento esencial con el cual se edifica la ciencia moderna: el método experimental.

Los antiguos egipcios tampoco conocieron y fueron incapaces de crear el conocimiento racional, por lo que la reina egipcia entendió la explicación del musculoso héroe mexicano de manera mágica o de manera religiosa. Ella misma se vestía como la diosa Isis en las ceremonias centrales de su imperio. Cleopatra vivía –empleando palabras de Max Weber- en un mundo encantado. La supremacía de lo mágico haría improbable que ella entendiera la máquina de Neutrón como producto tecnológico que es del pensamiento secularizado de la modernidad. El desencantamiento del mundo hizo posible a Planck, Einstein o Heisenberg, padres de la física cuántica.

Habría que agregar que Egipto no era la tierra de la electricidad, una energía que comenzó a ser descrita por el genio griego. Fue Tales de Mileto en el siglo VII a.C. quien hace las primeras observaciones sobre una fibra vegetal (Elektrón) que atrae hebras de su ropa.  Ese conocimiento nunca llega a conocerse en la Civilización del Nilo, de manera semejante como Jesucristo ignoró la medicina racional de Hipócrates. Para la reina de Egipto la electricidad no era un fenómeno doméstico, sino un suceso atmosférico lejano e inaprensible. Ese desconocimiento esencial le cierra la posibilidad de comprender el artefacto donde viaja Neutrón venciendo la temporalidad.

Otra cuestión complica aún más el panorama. ¿En qué lengua se entendieron el luchador azteca y la soberana ptolemáica? Ella hablaba unas lenguas ya desaparecidas, el demótico y el copto y quizás conociera algo de la lengua de sus abuelos griegos. Neutrón conversó en el castellano de México salpicado de vocablos náhuatl, lo cual complica aún más el panorama.  Uno no siente más que una apabullante confusión babélica que habría llamado la atención a George Steiner (Después de Babel).

¿Y la medida del tiempo? El viajero del tiempo del siglo XX tiene una idea de la temporalidad distinta a la de la soberana del Nilo. El tiempo es para Neutrón una dimensión lineal que tiene un comienzo y tendrá un final en el Dios de los hebreos. La idea del círculo y la repetición por ciclos define la temporalidad en Egipto de la Antigüedad, como las crecidas y reflujos del río Nilo. Cleopatra estaba atrapada, como Buda y Heráclito, en un interminable ciclo de comienzos y de finales repetidos al infinito: una repetición cósmica. Son dos temporalidades en conflicto e irreconciliables. Aunque hogaño en literatura (Flaubert, Kundera) y en ciencia económica hablamos de ciclos y repeticiones, nos dice Reinhard Koselleck.

En el presente el viaje en el tiempo es objeto de intenso debate. Stephen Hawking negaba la posibilidad de realizarlo. Sin embargo, también sostuvo que la teoría de la relatividad general de Albert Einstein abría la posibilidad de que se pudiera deformar el espacio-tiempo al punto de permitir viajar al pasado. Otros físicos dicen que en la física cuántica todo es posible, incluso el viaje en el tiempo. Los agujeros de gusano son puertas abiertas a los viajes en el tiempo y existen en estado natural muy alejados de nuestro planeta. Cabe la posibilidad que ulteriormente se puedan reproducir artificialmente con nuestra tecnología futura.

De este modo podemos concluir que Cleopatra sufría de una suerte de “Autismo epistémico”, una muralla insalvable que le obstaculizó de manera rotunda, categórica, darle sentido a la máquina del tiempo del viajero azteca. Hay sin embargo una lejana analogía entre Cleopatra y nuestro presente: ella vivió en un ambiente totalmente distinto al nuestro y sin embargo la recordamos, no como curiosidad arqueológica sino como una mujer que teniendo sangre griega en sus venas amaba profundamente y se sacrificó por su Egipto.

 

Santa Rita, Carora, Venezuela, 26 de enero de 2022.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 21 de enero de 2022

DOCTOR CHENO VÁSQUEZ, BARROCO MÉDICO VETERINARIO CAROREÑO

      


Fue muy conocido en Carora de los años 1950 y 1960 el Médico veterinario Caroreño “Cheno” Vásquez, quien cursa estudios en el Colegio Federal Carora y estudios veterinarios en la Universidad Central de Venezuela, núcleo Maracay.  Conocido es por nosotros por su florido y barroco discurso. Es una suerte de Góngora del trópico en el siglo XX, que ha quedado en el imaginario de los caroreños de manera permanente. El pueblo repite las alucinantes sentencias suyas que nos hacen reír y hasta nos causan sorpresa. Fue un trapecista del lenguaje, si cabe la metáfora. 


 

 HE AQUÍ ALGUNAS DE ELLAS:

Un obrero de su hacienda ante una dificultad le dice: Doctor, morrocoy no sube palo ni que le metan horqueta. A lo que responde de seguido Cheno: Oh, querrás decir “Quelonio no asciende arbusto ni que lo auxilie rama bifurcada.”

Donde su barroquismo se hace más evidente y exuberante es en esta sentencia. Alguien le dice Doctor Cheno “Zamuro come bailando.” A lo que de inmediato y sin pensarlo mucho exclama el médico veterinario: Oh, querrás decir “Ave rapaz de negro plumaje ingiere restos putrefactos de desventurado herbívoro al compás del Terpsícore.”

Una oscura madrugada se asoma por la ventana y observa que viene una persona sospechosa entrando por el jardín de su residencia. En baja voz dice a su esposa: Oh, Jovita, querida cónyuge, dirige tus silenciosos pasos a la alacena y consígueme el arma de fuego para abatir el inmundo caco que por la estancia se acerca.

Cierta vez lo salva de morir ahogado en nuestro río Morere, durante una enorme creciente un personaje popular al cual llamaban Caballo de Palo. Arriesgando su vida este humilde hombre logra quitárselo a la fuerte y traicionera corriente de agua. Jadeante y en la orilla exclama Cheno Vásquez: “Oh, si no ha sido por la rápida y oportuna intervención del Corcel de Madera fallezco por inmersión en las procelosas aguas del hilo de miel de perezoso curso.”

El Doctor Cheno era hermano de Lucrecia Vásquez, esposa del simpático bodeguero de la calle Contreras Lucio Lucena, conocida sobadora de miembros dislocados y de unas ocurrencias extraordinarias. Cheno tenía un hermano que fue coronel de la Fuerza Aérea de Venezuela, que se hizo conocido nacionalmente por haber conducido el avión Hércules C-130 que se estrelló en las Islas Azores portuguesas en 1976, donde resultaron muertos los 52 integrantes del Orfeón de la Universidad Central de Venezuela. Un sobrino suyo, Jacobo Lucena Vásquez, siguió la senda de su tío y gradúa de médico veterinario en la hermana República de Perú.

Esta breve crónica sobre Cheno Vásquez no es exhaustiva ni mucho menos. Podrá ser ampliada con otras ocurrencias e ingeniosidades de este excéntrico, extravagante profesional de la salud animal. La que mis lectores tienen en sus manos la escribí de forma apresurada y sin mucha pesquisa por amable insinuación de mi apreciado colega educador Edecio “Decho” Riera a las puertas de mi Oficina del Cronista, cerrada temporalmente por la pandemia, quien se ha animado en buena hora incorporar al Doctor Cheno a la literatura torrense cuando escribe sus sabrosos cuentos y crónicas que tienen como marco a la mítica y fantástica Otra Banda caroreña.

 

Santa Rita de Carora, 21 de enero de 2022.

Luis Eduardo Cortes Riera,

 cronistadecarora@gmail.com

 

 

jueves, 20 de enero de 2022

HUGO GERNSBACK: PADRE DE LA LITERATURA DE CIENCIA FICCIÓN


En la cultura de habla castellana la ciencia ficción es un género literario muy poco cultivado y se le considera hasta como marginal. No hemos tenido entre nosotros un equivalente del francés Julio Verne (1828-1905) o del británico H. C. Wells (1866-1946). Hemos disfrutado desde la niñez y adolescencia a estos dos autores, pero hay otros casi desconocidos por nosotros los latinoamericanos.

Me estoy refiriendo a Hugo Gernsback (1884-1967), un emigrante luxemburgués que pisa tierra de los Estados Unidos en 1904. Fue un pionero escritor de ciencia ficción y en nuevas tecnologías. En 1908 funda la primera revista de electrónica Modern Electrics. En 1913 fundó Amazing Stories, una revista similar en la cual empezó a incluir historias de ciencia ficción, incluyendo su propia novela, Ralph 124C41, una lectura que seguramente han hecho con deleite y admiración Isaac Asimov y Steven Spielberg. Se le considera el “padre de la ciencia ficción moderna”, pero es un género que tiene antecedentes muy remotos en Mary Shelley, autora de Frankenstein, el moderno Prometeo, novela publicada en 1818. Pero quien escribe va mucho más atrás, pues considero que la primera novela de ciencia ficción la escribe en el siglo XVII el astrónomo alemán Johannes Kepler: El Somnium, considerada por Carl Sagan y Asimov primera novela de ciencia ficción moderna y sobre lo cual escribí una crónica para el diario El Impulso, de Venezuela, en marzo de 2018.

Pero como género de masas nace indiscutiblemente la ciencia ficción en los Estados Unidos a principios del siglo que nos quedó atrás. Ese país estaba entonces a la vanguardia con Alemania de los avances científico técnico. Se admite que la fecha está alrededor del emblemático año 1920, poco antes del crack de la bolsa de New York de 1929. Su base narrativa deviene de las ciencias de la física, química, biología y la sociología. Nunca se va a lo metafísico o sobrenatural, crea una nueva realidad desde el conocimiento científico de su autor. No le podemos pedir armas atómicas a las ficciones de Julio Verne.

Lo que sí es cierto es que el término «ciencia ficción» fue acuñado y le dio uso consistente Hugo Gernsback cuando lo incorporó a la portada de una de las revistas de narrativa especulativa más conocidas de los años 1920: Amazing Stories. Antes de ese año se llamaba a tales relatos de otra manera: viajes fantásticos, novelas científicas, relatos de mundos perdidos, en síntesis una proto ciencia ficción. Las revistas pulp Weird Tales y Munsey´s Magazine serán unas de ellas.


Este año emblemático de 1926 ve nacer el pulp (revistas basura, revistas baratas de pulpa reciclada) conteniendo ciencia ficción, unas encuadernaciones rústicas, de bajo costo, de gusto del gran público, hogaño hasta se habla de una literatura pulp para gente de bajos recursos o semianalfabetas.  En Francia eran llamadas Biblioteca Azul y en Alemania Volksbüchlein. La película de Quentin Tarantino Pulp Fiction (1994) se refiere a estas cartillas baratas.

  Tenían los pulps como ejes temáticos los westerns, detectives, aventuras de piratas, historias de terror. La Revista Argosy, editada en 1882, se considera la primera pulp estadounidense.

No obstante, el desarrollo de la ciencia ficción estadounidense como género literario específico hay que buscarlo hasta 1926, año, como ya dijimos, en el que Hugo Gernsback funda Amazing Stories, creándose la primera revista dedicada exclusivamente a las historias de ciencia ficción. Fue él quien eligió el término scientifiction para describir a este género incipiente, el nombre de Gernsback y el vocablo al que dio origen han quedado unidos para la posteridad. Nace de tal manera los comics de ciencia ficción.

Las historias que se publicaban en esta y otras muy exitosas revistas pulp (Weird Tales o Cuentos extraños, Black Mask o Máscara negra), no gozaban del aval de la crítica seria, que en su mayoría las consideraban sensacionalismo literario, sin embargo fue en estas revistas, que mezclaban a partes iguales la fantasía científica con el terror, donde empezaron a brillar algunos de los grandes nombres del género, como Howard Phillips Lovecraft, Friz Leiber, Robert Bloch, Robert E. Howard, verdaderos genios del terror y la ciencia ficción. Todo ello atrajo a muchos lectores a las historias de especulación científica propiamente dicha. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/b/bd/Amazing_Stories%2C_April_1926._Volume_1%2C_Number_1.jpg/250px-Amazing_Stories%2C_April_1926._Volume_1%2C_Number_1.jpg

Echemos un vistazo a la portada del primer número de la revista Amazing Stories, aparecida en New York, Estados Unidos, en abril de 1926 (La última aparecerá en 2005) bajo la casa editorial Experimenter Publishing. Aparece el nombre de su creador y editor: Hugo Gernsback, al precio de 25 centavos de dólar cada ejemplar. Ofrece historias del  autor britanico de La guerra de los mundos, H. C. Wells; Jules Verne, quizasDe la Tierra a la Luna; y Edgar Allen (sic) Poe, que podría ser Revelación mesmérica  (doctrina de Franz Mesmer que sostiene que imanes y animales curan enfermedades)

 En primer plano de la portada descuellan la inscripcion Amazing Stories colocadas como en líneas de fuga,como si volaran; más abajo  el muy colorido planeta Saturno y sus imponentes anillos, astro que se halla muy cercano a lo que se supone sea la Tierra, nuestro planeta. Sobre dos prominencias casi piramidales de hielo, provocadas por el enorme campo gravitatorio de Saturno, y violando la lógica,  se hallan dos embarcaciones de propulsion mixta, viento y vapor, que no exhiben nacionalidad alguna. Del bote de la izquierda descienden, auxiliados de cuerdas unos exploradores. Otros avanzan hacia nosotros los lectores en patines sobre hielo y parecen disfrutarlo. Dejan marcas visibles en la superficie de un lago congelado. Usan ropas protectoras que parecen de pieles de animales, lo que los hace parecer un tanto primitivos. No aparecen allí animales como aves, osos polares o pinguinos. Ninguna vegetación.

Al pie de la revista aparecen varias palabras sobre fondo azul: Experimenting Publiser Company (la casa editora), New York como sede de la Editorial), Publishers (roto) New,  Science & Invention, Amazing Stories, Radio Internacional (una emisora propiedad de Gernsback).

Este primer ejemplar tiene una dedicatoria manuscrita de H. Gernsback a un amigo, tiene por fecha 1° de agosto de 1965, lo cual le da un valor adicional a este primer número de Amazing que debe costar una fortuna entre los coleccionistas.

Sorprende que haya sido un emigrante de un pequeño país, Luxemburgo, de lengua germánica, quien le haya dado nombre a este genero literario que ha ido con gran éxito al cine y la televisión. Perdidos en el espacio, El túnel del tiempo, Blade Runner y La guerra de las galaxias tienen en Gernsback al genio que le da nombre definitivo y un gran impulso a esta literatura.

La historieta o cómic de ciencia ficción constituye uno de los géneros más importantes en los que puede dividirse la producción historietística. Según los españoles Ricardo Aguilera y Lorenzo Díaz, éstas popularizaron el género y fijaron su imagen en la retina de millones de lectores. Antes que cualquier otro medio ofrecieron las escenas más acertadas de la navegación interestelar, de los alunizajes, de las bombas atómicas o de las sociedades hiperindustrializadas. Una muy fértil imaginación.

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...