miércoles, 30 de diciembre de 2020

Los ovarios de Madame Bovary - A la memoria de Freddy Castillo Castellanos


Sibilítico es sin duda el título de este ensayo. Sin embargo toda persona medianamente culta conoce a esta famosa mujer francesa, la antiheroína de ficción  inmortalizada por el gran escritor realista Gustave Flaubert en el pacato siglo XIX. La publicación de esta novela con título de Madame Bovary fue todo un escándalo en 1856, a tal punto que la Iglesia Católica la coloca de inmediato en el Índice de Libros Prohibidos, para hacer compañía allí a Émile Zolá, Honoré de Balzac y Jean Paul Sartre, para solo mencionar escritores galos.

Pero otros genios de la literatura la alabaron hasta el frenesí: Marcel Proust, Milan Kundera y el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El peruano escribe La orgía perpetua de Madame Bovary, un breve y delicioso ensayo que no ceso de revisar. Esta gigantesca obra literaria hasta creó una palabra de uso psiquiátrico: bovarismo, es decir el síndrome que sufren algunas personas al desprenderse de la realidad por la ilusión que provoca la lectura de obras literarias. Por eso se dice que la bella joven Emma Bovary es el Quijote francés: una huella cervantina en Flaubert.

La novela se llama Madame Bovary y tiene un argumento bastante simple, pero el tratamiento que le da el autor hará de ella uno de los monumentos literarios del siglo XIX: es poema en prosa. Emma Bovary es una bella chica provinciana lectora voraz de novelas románticas tiene enormes expectativas vitales, romances, viajes, aventuras. Contrae matrimonio llena de expectativas e ilusiones con un médico viudo, Charles Bovary, que resulta ser un simplón y rutinario hombre que no llena sus expectativas. Ella le es infiel con hombres, Léon y Rodolphe. Sufre enormemente por ellos hasta enfermarse de gravedad, se endeuda de manera impagable para conservarlos a su lado, arruinando con ello a su familia. Es abandonada por sus  amantes, y en un acto desesperado se suicida con arsénico, dejando a una niña huérfana y a un marido enamorado de su recuerdo sumido en la pobreza.

Esta extraordinaria novela ha sido objeto de muchos estudios, uno de los cuales leí varias veces: La orgía perpetua de Madame Bovary, escrita por el ahora Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. En 1972 Jean Paul Sartre le dedica a Flaubert un voluminoso ensayo titulado El idiota de la familia. Son ensayos críticos de la literatura hechos por literatos.

Pero de lo que ahora se trata es que la crítica literaria no se hace desde la literatura, sino que se apoya en otras ciencias. Quien escribe examinó a un autor autodidacta venezolano, Rafael Domingo Silva Uzcátegui, quien desde la psiquiatría del siglo XIX del criminalista  Lombroso y el médico judío Max Nordau y su polémico libro Degenerados (1892) ataca de forma desconsiderada e inclemente a los poetas Fin de Siglo: Edgar Allan Poe, Baudelaire, Withman, Mallarmé, Lautrémont, y a los hispanoamericanos  y modernistas Rubén Darío y Leopoldo Lugones, a quienes considera unos degenerados, alcohólicos, enfermos mentales que han producido una literatura anormal, psiquiátrica, desequilibrada, afeminada y completamente antiamericana. 

Otra crítica literaria, esta vez mixta, es la del psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque, quien desde la ciencia de la genética de los años 1960 y la filosofía fenomenológica de Wilhelm Dilthey y Edmund Husserl, examina la literatura hispanoamericana, para desde allí determinar la enorme carga psicopática y criminal de los conquistadores españoles del siglo XVI que aun en la actualidad observamos en Hispanoamérica. Nos referimos a su muy polémica y discutible obra Los viajeros de Indias, editada en 1962 y a quien le dediqué un ensayo crítico en 1992.  

Gracias a otra ciencia, recién conformada en los años 1930, la etología, del Nobel en Medicina Konrad Lorenz, pude comprender y analizar las actitudes altruistas de los miembros de las cofradías o hermandades religiosas coloniales caroreñas y venezolanas en un largo período temporal de cuatro siglos. Es la ciencia natural que se pone al servicio de la ciencia de la historia como lo postula Lucien Fevbre, fundador con Marc Bloch de la Escuela de Anales en 1929.

Pero la pseudociencia (Mario Bunge) que ha tenido formidable éxito en la crítica de la literatura ha sido a no dudar el psicoanálisis freudiano. Desde que aparece  La Interpretación de los sueños a principios del siglo XX hasta las obras de la madurez de  Sigmund Freud (1858-1939), la herramienta psicoanalítica no ha tenido pausas en su utilización por los críticos  de la literatura de cualquier parte del globo. ¿Quién no ha oído hablar del complejo de Edipo freudiano? Es más, Harold Bloom se atreve afirmar que el médico vienés se apropia de la literatura de Shakespeare para edificar su psicoanálisis.

Ahora le toca el turno a la crítica literaria desde la óptica de otro gigante del pensamiento decimonónico:  el naturalista inglés Charles Darwin y su aceptada teoría de la evolución de las especies que se da a conocer para conmoción universal en 1859. Hizo entonces Darwin una profecía: si se conociera el árbol genealógico de los grupos humanos, se podría extraer de él el de las lenguas.  Y son dos estadounidenses, David Barash y su hija Nanelle Barash, quienes en 2005 editaron la obra que da título al presente ensayo: Los ovarios de Madame Bovary: una visión darwiniana de la literatura.

 David Barash es Doctor en Zoología y psicología evolutiva, labora en la Universidad de Washington, Seatle, es autor de un libro que llegó tempranamente a Venezuela: La liebre y la tortuga: el conflicto entre biología en los asuntos humanos (1986). Más recientemente aparecerá: Fuera del Edén: las sorprendentes consecuencias de la poligamia (2016) Biología budista: la sabiduría oriental antigua se encuentra con la ciencia occidental moderna (2013), conjuntamente con la psiquiatra Judith Lipton escribirá El mito de la monogamia: fidelidad e infidelidad en animales y personas (2001) entre otros polémicos y desconcertantes ensayos. Estos pasmosos títulos de estas obras son singularmente sorprendentes y chocan con nuestras tradicionales y enraizadas maneras de pensar y actuar en sociedad, ancladas acá en Hispanoamérica y aun en el tercer milenio, en las ordenanzas del santo Concilio de Trento, cónclave convocado por la Iglesia Católica en el XVI. De haber existido aun el Index de libros prohibidos de la Iglesia romana, hubiese proscripto y condenado de una buena vez los libros y ensayos del doctor David Barash, su hija, sus colaboradores.

Las ideas de los Barash son fáciles de comprender: las infidelidades matrimoniales de la señora Emma Bovary (y de otras señoras), si bien son hechos que la cultura de Occidente abomina y aborrece, sin embargo son conductas filogenéticas primordiales muy antiguas. La hembra de nuestra especie buscará afanosamente la pareja que le dará mejores resultados en el acto de apareamiento: protección, resguardo, y por ello busca al macho mejor dotado y que esté dotado de mejores genes. Sus óvulos son un tesoro muy escaso que deben estar en consecuencia a buen resguardo. Esta conducta reprobada por las religiones monoteístas, será, empero, la que garantice el éxito de la especie humana.

El varón de la especie humana tiene, de manera semejante a la hembra, inclinaciones hacia la poligamia poligínica antidiluvianas. Produce millones de espermatozoides todos los días y todos los años, por lo que su afán de mejor repartirlos no conoce desaliento. El ser humano es en consecuencia contrario a la monogamia que pregonan judaísmo y cristianismo. La evidencia indica que no ha evolucionado para mantener únicamente relacionas monógamas. La ficción literaria está repleta de conductas similares a todos los seres humanos, que son competencia y selección sexual, búsqueda de recursos reproductivos relevantes, para emplear el argot darwiniano.

El recientemente fallecido crítico literario estadounidense Harold Bloom no incluyó etología y psicología evolutiva en su ultrapolémico libro El canon occidental, lo cual me hace pensar que era refractario y antagónico a todo escenario de “darwinismo literario”.

 

Los ovarios de Madame Bovary es el único libro que tenemos a la disposición los hablantes del castellano, y que maliciosamente fue cambiado su título al del mucho menos atractivo de Zorros, ciencia, erizos y literatura. El darwinismo, dicen algunos, es un hecho probado por la ciencia empírica que será más útil que las incompresibles jugarretas de palabras de un Derrida, el deconstruccionalismo y el posestructuralismo francés. La biología ha tomado por asalto a las humanidades, lo que habrá de reconciliar “las dos culturas” de las cuales se refirió en célebre conferencia el profesor estadounidense C.P. Snow en 1959.

Siguiendo esta línea de pensamiento podemos inferir con el científico cognitivo canadiense Steve Pinker, que el lenguaje fue creado como una adaptación muy necesaria para nuestra supervivencia, pero que la literatura no es sino un simple accidente evolutivo que no garantiza la trasmisión de nuestros genes. Lo cierto es que un nuevo enfoque de la literatura está en ciernes. Descubrimientos muy recientes como los del neurobiólogo italiano Giacomo Rizzalotti y las “neuronas espejo” son apenas la punta del iceberg que se nos viene encima. La crítica bio-literaria está ya con nosotros y la biología del adulterio de los Barash es una muestra de ello. El viejo conflicto entre naturaleza y cultura tiene desde ahora nueva lectura. Mientras él se resuelve, si es que alguna vez se resuelve, disfrutemos de la lectura de las dos adúlteras más famosas de la literatura universal: Ana Karenina y Madame Bovary.

Referencias.

Barash, David y Nanelle Barash. Los óvulos de Madame Bovary. Este libro, que tiene el título original en otras lenguas de la obra de los Barash, ha sido torpemente cambiado al de Zorros, ciencia, erizos y literatura, no existe en traducción en lengua castellana.

Barash, David y Nanelle Barash. Zorros, ciencia, erizos y literatura. Grupo Editorial Norma,  Editorial Belacqva. Barcelona, 2008. 288 págs.

Bloch, Marc, Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor, Fondo Editorial Buría. Caracas, Barquisimeto, Venezuela, 1986. 232 págs.

Bloom, Harold. El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas. Editorial Anagrama, Barcelona, 2006. 585 Págs..

Cortés Riera, Luis Eduardo. Análisis crítico de Los viajeros de Indias de Francisco Herrera Luque. Barquisimeto, Venezuela, 1992.

Fevbre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Península, Barcelona, 1992. 136 págs.

Flaubert, Gustave. Madame Bovary. Editorial Austral, Buenos Aires, Argentina, 2009. 392 págs.

Freud, Seguismund. La interpretación de los

 sueños. Alianza Editorial. Madrid, España, 2008. 432 págs.

Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua de Madame Bovary. Editorial Bruguera S.A. Barcelona, España, 1975. 277 págs.

 

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

viernes, 25 de diciembre de 2020

Historia Social e Institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela -Una exitosa Línea de Investigación

 

Hace un cuarto de siglo redacté bajo un intenso e inspirado tirón mi Trabajo de Grado de Maestría con la tutoría estimulante del Dr. Reinaldo Rojas, y que lleva por nombre Historia social e institucional de la educación en la Región Centroccidental de Venezuela: Los Colegios La Esperanza y Federal Carora, 1890-1937. Fue el primero de los trabajos de investigación de una larga y fecunda serie que se llevaron adelante con gran éxito en la Maestría en Enseñanza de la Historia, estudios de cuarto nivel ofrecidos por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, UPEL-IPB, Barquisimeto, desde el año 1992. No fue una empresa fácil abrir derroteros nuevos de investigación desde la provincia del país. Hasta el Dr. Federico Brito Figueroa, quien entonces nos acompañaba con su fecundo magisterio, tenía sus dudas iniciales que luego se disiparon cuando le agrega él la palabra “Institucional” a la fértil Línea de Investigación que por entonces y con el concurso de una comunidad discursiva que se conformaba, iba despuntando.

Gracias a la inteligente y cautelosa dirección del Dr. Reinaldo Rojas pudimos abrirle paso a la novel Línea de Investigación en un posgrado que tenía como propósito central y sino único mejorar la enseñanza de la historia en las aulas de clases. Pero investigar la historia de las instituciones educativas y los educadores ligados a ellas era otra cosa distinta, una rareza que pugnaba por abrirse un lugar en una institución que como la UPEL-IPB estaba como secuestrada por la investigación educativa de la manera cuantitativa a la usanza anglosajona: correlaciones, rendimiento académico, encuestas, estadísticas y autores como Jean Piaget o Lev Vygotsky. Los directivos de posgrado se habrán encogido de hombros cuando oyeron hablar de la Escuela de Los Anales, Marc Bloch, Lucien Febvre, Historia global o de síntesis, investigación de archivos y repositorios, métodos regresivo y comparativo.  Era como navegar a contracorriente. Venciendo dificultades diversas, de entre las cuales será acaso la pertinaz incomprensión la más difícil de vencer, nace una Línea de Investigación que no tenía antecedentes en esa institución formadora de profesionales de la docencia, y tampoco en Venezuela.

Quien escribe debió abandonar con otros cinco compañeros la UPEL-IPB Barquisimeto por proposición del Dr. Federico Brito Figueroa, y comenzar el posgrado Maestría en Historia en la Universidad José María Vargas, Caracas, dirigida por el Dr. Marcos Andrade Jaramillo. En 1995 presenté en esa institución mi Trabajo de Grado a un jurado eminente: el exministro de Educación Dr. Rafael Fernández Heres, el consagrado historiador Dr. Federico Brito Figueroa y el ahora Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia Dr. Reinaldo Rojas como tutor. Aprobé con honores.

A pesar de la lejanía, no perdí contacto con mis compañeros de la Maestría en Enseñanza de la Historia de la UPEL-IPB Barquisimeto. Desde el año 1992 hasta 1995 se fue conformando una auténtica “comunidad de discurso” alrededor de la Historia Social e Institucional de la Educación, un nutrido grupo de docentes que comenzamos a buscar antecedentes en la historia de la educación, bibliografía específica, visita a archivos de instituciones educativas, entrevistas con destacados educadores y exalumnos de instituciones educacionales, reuniones de trabajo entre los cursantes de la Maestría en casas de familia, reuniones con el Dr. Reinaldo Rojas y con el Dr. Federico Brito Figueroa, la Profesora y Magíster en Historia Lucila Mujica de Azuaje en la sede de la UPEL-IPB. En esa oportunidad no estaba tan popularizado el internet y no existían los teléfonos inteligentes, lo cual hubiese facilitado enormemente la investigación y los contactos personales.

Después de mi trabajo de investigación sobre la educación secundaria en Carora de finales del siglo XIX y principios de XX, que fue el primero en aprobar (Caracas, UJMV, 14 de octubre de 1995), siguieron en la UPEL-IPB, Barquisimeto, los de la profesora Carmen Morales de Pérez y El Colegio de La Concordia de Egidio Montesinos, 1963-1913, Profesora Yolanda Aris: Escuela Normal Miguel José Sanz, 1946-1972, profesor Santos González: Colegio Nacional Barquisimeto, 1832-1884,  Profesora Sadia Yordi de Ruíz y el Colegio Fe y Alegría de Barquisimeto, 1962-1980, profesora Magalis Pérez: Colegio Nacional de El Tocuyo, 1833-1869,  profesor Simón Escalona: Colegio Federal de Primera Categoría de Barquisimeto, 1884-1936, profesora Elsy Rojas: Colegio de La Inmaculada Concepción de Barquisimeto, 1904-1958, profesora María Rodríguez: Colegio Montesinos de San Felipe, estado Yaracuy, 1916-1927. Estos compañeros mencionados, todos egresados de la UPEL-IPB, son los pioneros de una larga lista que se extiende a unos 80 Trabajos de Grado de Maestría y unos 10 Tesis Doctorales referidas a institutos educativos de primaria, secundaria y universitarios, de carácter oficial, religiosos y particulares, gremios docentes de los estados Lara, Portuguesa, Barinas, Trujillo, Cojedes, Carabobo y Falcón.

 

Al calor de este fértil y entusiasta impulso de investigación nace en 2004 la Sociedad Venezolana de Historia de la Educación en la sede de la UPEL-Barquisimeto, presidida por el Dr. Reinaldo Rojas y con invitados de los estados Zulia, Táchira, Carabobo, Caracas, uno de ellos, el filósofo por la UCV Dr. Pascual Mora García, se hizo merecedor de la presidencia de la Sociedad Latinoamericana de Historia de la Educación, asistimos a congresos de historia de la educación en Caracas y San José de Costa Rica, se publicaron 10 investigaciones en convenios con alcaldías, como fue la del caso de quien escribe, que ve la luz en 1977 gracias a las gestiones del Cronista José Numa Rojas y al licenciado Alejandro Barrios Piña, funcionarios de la Alcaldía del Municipio Torres con nombre resumido: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937.

Lo más estimulante e inspirador de este movimiento reside ,sin duda, en que se trata de una experiencia colectiva y no individual, como hasta ahora sucedía y que es un rasgo de nuestra cultura, que es un propósito que germina y expande en la provincia y no en la capital, es además una empresa animada por vez primera en Venezuela por las posibilidades conocimiento y de método de la Escuela de Anales francesa, una perspectiva de análisis hasta entonces inédita en Venezuela, hemos descubierto para sorpresa de muchos que sí existe un pensamiento pedagógico autóctono en las personas de Egidio Montesinos, José Gil Fortoul o Ramón Pompilio Oropeza, entre otros, que los distintos profesionales del magisterio formados en la Maestría en Enseñanza de la Historia son ahora mejores y más capacitados docentes, se constituye y anima una auténtica comunidad discursiva, la cual es además y de manera muy firme, una comunidad de afectos y de sentimientos muy perdurables entre sus miembros, la mayoría de los cuales laboran en educación primaria y secundaria, en aulas de clases con 36 alumnos, sobrecargados de horas docentes hasta un increíble  y aterrador tope de 54 horas, sin años sabáticos o becas, que viajaban por tierra desde los estados vecinos hasta Barquisimeto sacrificando fines de semana y días de asueto en la búsqueda y actualización del conocimiento, la clasificación docente y -hay que decirlo- el mejoramiento salarial.

Todo lo anterior me hace decir con entusiasmo y orgullo que esta exitosa Línea de Investigación referida a la educación en Centroccidente de Venezuela, ha estado marcada desde sus orígenes por una fuerte e inocultable impronta que proviene de la educación media y la educación primaria venezolana, lo cual es muy justo destacar.

Nuestra ópera prima.

El primer trabajo de la Línea de Investigación Historia Social e Institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela, como ya dije, fue el de quien escribe, referido a la creación de un colegio particular (hoy se dice privado) de enseñanza secundaria en Carora, 1890. Hay una interesante historia de cómo y de qué manera la concebí y la manera de la que se fue apropiando -hablo literalmente- de todo mi ser.

En 1989 abrí las páginas del diario El Impulso de Barquisimeto, en donde el Profesor y Magíster en Historia Reinaldo Rojas, a quien ya conocía desde 1978 cuando fuimos discípulos del Dr. Álvaro Sánchez Murillo en la Universidad Central de Venezuela, convocaba al segundo Curso de Nivelación en Historia en las aulas de la UPEL-IPB y con el apoyo insustituible de la Fundación Buría, institución  particular para la promover los estudios históricos creada por Reinaldo Rojas y el Dr. Federico Brito Figueroa bajo la sombra de un pomarroso en El Eneal, Municipio Crespo, en 1983.

En mi caso, Licenciado en Historia, mención Historia Universal, por la Universidad de Los Andes, Escuela de Historia, 1976, estaba laborando en el Liceo Egidio Montesinos de Carora desde el año 1977 en las áreas de psicología y filosofía, ¡asignaturas que no cursé en pregrado!, conducido por el extraordinario magisterio del profesor germano-venezolano Ignacio Burk (1905-1984), todo lo cual me acerca a la “Historia de las Mentalidades” de la Escuela Analista francesa.

En ese año de 1989, tiempos del terrible “caracazo”, se estaban preparando los festejos del primer Centenario del Liceo Egidio Montesinos, institución que fundaran, al abrigo y calor del “patriciado caroreño”, el Dr. Ramón Pompilio Oropeza y el rico comerciante Andrés Tiberio Álvarez, con el nombre de Colegio (particular) La Esperanza, en 1890. Estas circunstancias no las sabían casi nadie y estaba como sepultadas por el olvido y la indiferencia de la “Venezuela saudita”. Allí es cuando acontece algo sorprendente: digo que no fue mi persona quien escogió el tema de la investigación sobre el Centenario Colegio La Esperanza o Colegio Federal Carora, sino que -como sostienen los románticos alemanes del siglo XVIII- ¡el tema me escogió a mí! De esa manera presenté al profesor Reinaldo Rojas un primer trabajo de 43 páginas en donde “descubrí” el tema y el propósito de mi futura investigación. Su título revela entonces mi poca madurez intelectual e investigativa: Orígenes históricos del Liceo Egidio Montesinos (1989). Reinaldo Rojas queda deslumbrado: había llegado lo que esperaba con ansiedad y que resolvía lo relativo a los temas de investigación que se abrirían en la Maestría en Enseñanza de la Historia que estrenó en 1992 la UPEL-IPB conducida por el mismo Reinaldo Rojas. 

Una vez instalado en la Universidad José María Vargas (UJMV), Caracas, desde 1992, continuo con mi sueño de escribir la historia del instituto de educación secundaria que me hizo bachiller en 1969 y en donde laboraba como docente en las asignaturas de filosofía y psicología desde 1977: el Centenario Liceo Egidio Montesinos de Carora.

En cierta ocasión dijo el Dr. Marcos Andrade Jaramillo a nosotros, los nuevos cursantes de la Maestría en Historia de la UJMV, que procuráramos en lo posible de relacionar cada trabajo que nos encomendaran realizar los docentes de cada una de las asignaturas de la Maestría por cursar, con el tema a investigar que hubiésemos escogido para culminar los estudios de cuarto nivel en esa casa de estudios. Parece ser que quien escribe fue el único que agarra tan luminosa y práctica idea del simpático y agradable investigador que era Marcos Andrade Jaramillo.

Ello me permite redactar y escribir con poco esfuerzo mi Trabajo de Grado de Maestría ¡en menos de una semana!, pues no hice otra cosa que ensamblar los distintos trabajos que me mandaron hacer en la UJMV los distintos docentes de cada asignatura cursada, y, con algunos agregados, presentar mi investigación ¡en apenas dos meses de terminada la escolaridad en esa Maestría! Estos docentes magníficos fueron, entre otros, Adelina Rodríguez Mirabal, Antonio García Ponce, Manuel Alfredo Rodríguez, Ramón Lozada Aldana, Aura Ruzza, Alberto Navas a quienes elaboré distintas asignaciones relacionadas con la historia de la educación venezolana y con la historia de una ciudad en particular, la Carora de fines de siglo XIX y comienzos del XX que ve nacer un Colegio particular de educación secundaria que impartía una enseñanza semielitesca, semiprivilegiada  y semiclásica, reflejo del bachillerato francés que suplantó al instituto colonial de ascendencia hispánica y por tanto medieval, según escribe Ángel Grisanti. Un instituto de educación superior (se decía entonces) en donde la introducción del discurso cientificista del positivismo de Comte, Haeckel y Spencer no logra desplazar a las asignaturas ligadas a las humanidades clásicas: el Latín, Griego, una Filosofía de corte especulativo, asignaturas que contribuyen - dice Darcy Ribeiro- a conformar una mentalidad de élites en los países de Hispanoamérica. En efecto, fueron apenas 22 muchachos, todos varones, ¡ninguna mujer!, y pertenecientes en su mayoría al “patriciado caroreño” los que inician estudios en el Colegio La Esperanza el jueves 1 de mayo de 1890 en aquella comunidad anclada en el semiárido, San Juan Bautista del Portillo de Carora, ciudad comercial y artesanal habitada por 8.000 almas y en donde el catolicismo de la Contrarreforma ha dejado indeleble impronta hasta los días de hoy.

Un poco de autocrítica.

 Esta investigación, que tiene como límites temporales a 1890 y 1937, año este último cuando muere el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, fundador de la institución educativa caroreña, resalta los siguientes aspectos: es una clase social, los  “patricios caroreños” o “godos de Carora”, quienes echan adelante tan elitesco proyecto educacionista en una Venezuela donde el analfabetismo superaba el horroroso y fatídico 80 por ciento. Entonces, sí toma en cuenta la lucha de clases marxista Luis Eduardo Cortés Riera, aspecto que algunos negaron sibilínicamente estar ausente en mi investigación. Otros dijeron que a pesar de ser yo marxista (sic) no le restaba méritos a la obra educacionista del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, un godo, pero pobre.

 

Escribí en 1995 que los “godos de Carora” ejercieron una verdadera hegemonía ideológica y cultural –sin mencionar al marxista italiano Antonio Gramsci- en su remota ciudad del semiárido venezolano, pues fundaron sus instituciones educativas, como hemos dicho arriba, los clubes y asociaciones (Club Recreativo Torres), los medios impresos (los diarios El Impulso, 1904, El Diario, 1919) y pasé por alto un aspecto esencial de toda hegemonía: la religión. No me explico aun de qué torva manera pude entonces obviar aquella abrumadora presencia de los “patricios de Carora” en los asuntos del altar. Este olvido tan evidente, un acto fallido dirá Sigmund Freud, sale a flote cuando comienzo a desarrollar mi investigación doctoral referida a la Iglesia Católica, mentalidad religiosa y cofradías en Carora, siglos XIX, Tesis Doctoral presentada y defendida en la Universidad Santa María, Caracas, los días del paro petrolero de 2002-2003. Todavía hoy, diciembre de 2020 no puedo creer haber cometido yo tal desliz y omisión: Los arboles no dejan ver el bosque.

Un anónimo y avisado estudiante de la UPEL-IPB me hizo una extraordinaria observación sobre mi ópera prima Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, durante el Congreso Internacional de Ciencias Históricas en Venezuela, Barquisimeto, 2017. Me dijo aquel agudo muchacho, mirándome fijamente a los ojos: “Doctor, he observado que su trabajo sobre el Colegio La Esperanza es el único de los que he revisado que presenta en sus páginas de inicio una parte teórica”. Debo revelar que no me había dado cuenta de aquello, pero luego acepté que aquello es un fallo no individual sino que es un yerro de nuestra cultura, una anomalía que es producto, sostiene el mexicano Octavio Paz, de que en nuestra lengua no hemos tenido un verdadero pensamiento crítico ni en el campo de la filosofía ni en el de las ciencias y la historia. Por eso somos una porción excéntrica de Occidente. Hacer una historia conceptual y no meramente empírica no es sencillo, es una idea que tomé desde un principio de mi Maestros, el Dr. Federico Brito Figueroa y del Dr. Reinaldo Rojas, hogaño rutilante Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.

Otra interesante y atinada observación hace el Dr. Reinaldo Rojas en su biografía del abogado constitucionalista caroreño Dr. Ambrosio Oropeza Coronel (1904-1970).  Después de elogiar mi trabajo en varias ocasiones, dice Reinaldo Rojas “que el historiador (Luis Eduardo Cortés Riera) insiste más bien en que aquel fue un bachillerato inútil (expresión que yo no utilicé), rémora del pasado, por el dominio curricular de una tradición humanística que excluía el espíritu positivista en boga y que por tanto no hizo posible que la reflexión de sus alumnos (del Colegio La Esperanza y Federal Carora) se orientara hacia los nuevos ámbitos del conocimiento moderno”. Y más adelante escribe Rojas: “Sin embargo hay que hacer notar con sentido de relatividad que asignaturas como Aritmética, y Algebra y Geometría, trigonometría y topografía, junto a los tres cursos de Física que allí se dictaban en algo debieron alumbrar la mente de aquellos egresados que se fueron al campo a levantar su riqueza agrícola, comercial y ganadera.

Quien escribe no utiliza la rotunda expresión “bachillerato inútil”, como afirma Reinaldo Rojas, lo hacen las fuentes de la época, tales como  Jacinto Gutiérrez, Secretario de Interior y Justicia en 1858, quien decía entonces que: en el día hay títulos públicos que nada significan como el de bachiller. Tampoco escribí, como dice Rojas, que “el dominio curricular de la tradición humanística que excluía el espíritu positivista en boga y que por tanto no hizo posible que la reflexión de sus alumnos se orientara hacia nuevos ámbitos del conocimiento. Yo cité a al filósofo argentino Ángel Cappelletti quien dice que el prodigioso avance de la ciencia y el auge del positivismo filosófico no menguaron la intensidad de los estudios clásicos. Es decir que las humanidades no excluían al positivismo, como afirma Reinaldo Rojas, lo exacto será decir que el positivismo no disminuyó la intensidad de los estudios clásicos. Quiero decir que el humanismo clásico, el Latín, el Griego, y una filosofía prekantiana, convivían con el positivismo, no que lo excluía, como escribe Reinaldo Rojas.

Con lo que aprendieron los muchachos en su Colegio caroreño fue lo que condujo a que con su tradición humanística tan marcada, escribí entonces, que su reflexión se orientara hacia lo socio-histórico, lo político, la literatura, el derecho, ámbitos del conocimiento que produjo obras admirables (Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, pág. 109). Allí están las obras del “humanista de Venezuela” Luis Beltrán Guerrero, la notable investigación historiográfica de Ambrosio Perera, Luis Oropeza Vásquez y el también novelista Dr. Guillermo Morón, la Iglesia social de Carlos Zubillaga, el escritor e historiador Juan Oropesa (sic) rector de la UCV, la poesía épica de Alí Lameda, el médico pediatra y humanista Pastor Oropeza, al doctor en agronomía y pedagogo Rafael Tobías Marquís Oropeza, el “humanismo proletario” de Chío Zubillaga, el poeta Dr. Carlos César Rodríguez, el Obispo Eduardo Herrera Riera, la metáfora de la Aldea sumergida de Elisio Jiménez Sierra, el exministro Dr. Eddie Morales Crespo, el médico  pediatra Homero Álvarez, Dr. Ricardo Álvarez, José Herrera Oropeza, Dr. Agustín Zubillaga, Dr. Carlos Gil Yépez, Dr. Juan Sequera Cardot, Dr. Juan Carmona, entre otros. Y no podía faltar allí el fundador de derecho constitucional en Venezuela, Dr. Ambrosio Oropeza, de quien Rojas escribe brillante biografía con el título Ambrosio Oropeza. La construcción del derecho constitucional en Venezuela, 2020.

Acá citamos de nuevo a Reinaldo  Rojas:  “Situación tal vez contraria ( a la de los muchachos egresados del Colegio caroreño que hicieron fortuna con el comercio y la ganadería, como se verá después) de quienes asumieron carreras humanísticas, como es el caso del Dr. Ambrosio Oropeza, ya que con la reapertura del Colegio La Esperanza en 1908 y del Colegio Federal en 1911, éste último con el gobierno de Juan Vicente Gómez, aquellos jóvenes tuvieron la oportunidad de encontrarse con asignaturas fundamentales  para su formación intelectual como el castellano, el griego, el latín, el francés, historia y geografía, cursos de filosofía elemental, lo cual les permitió formarse en el propio terruño, contando nuevamente con el Dr. Ramón Pompilio Oropeza como Director de la institución, por decisión del entonces Ministros de Instrucción Pública, Dr. José Gil Fortoul”.

Pero allí estudiaron otro tipo de hombres, los que “alumbraron su mente”, como escribe Reinaldo Rojas, con la Física, la Trigonometría, Aritmética, y el Algebra, que se dedicaron al comercio y las labores pecuarias y que quien escribe los menciona en su ensayo El nacimiento del Liceo Egidio Montesinos (en internet), ellos son: el rico comerciante Flavio Herrera, el hombre de la radio y el cine en Carora Gonzalo González, el hacendado Pablo Riera, los acaudalados hombres del comercio Germán Herrera, Leopoldo Perera, Octaviano Herrera,  el ganadero Carlos Herrera, Ricardo Meléndez Silva, José Alejandro Riera,  el fundador de la bovina Raza Carora Teodoro Herrera Zubillaga, quien, como he descubierto recientemente en el Libro de Matrícula del Colegio Federal Carora, folio 100, cursa la asignatura Elementos Zoología con el Dr. Lucio Antonio Zubillaga en el Colegio Federal Carora en 1917, allí descubre al monje Gregorio Mendel, padre de la genética,  quien por aquellos años era redescubierto, y no es descabellado inferir que fue en las aulas del Colegio Federal Carora donde se le ocurre al joven Teodoro Herrera, de 13 años de edad, utilizar esos conocimientos de genética adquiridos en su Colegio de secundaria en la finca El Salvaje de su padre Ramón Herrera, al cruzar el “ganado amarillo de Quebrada Arriba” traído por los españoles en el siglo XVI con razas bovinas de Europa y Estados Unidos, Pardo Suizo y Holstein, que el mismo Teodoro Herrera se encarga de traer a Venezuela en los años 30 del siglo XX.

En 1921 decía el Dr. Ramón Pompilio Oropeza que la influencia del Colegio en los destinos de Carora estaba en cinco hechos: Primero: un periódico organizado y juicioso El Impulso, Segundo: Una Escuela Federal Anexa al Colegio Federal Carora, Tercero: un acueducto dirigido técnicamente por Rafael Lozada, Cuarto: dos santuarios, uno para el Dios hostia y otro para el Dios caridad, obra del inolvidable padre Carlos Zubillaga, alumno del Colegio, Quinto: un Liceo para la educación de la mujer, obra de otro alumno del Colegio, el Dr. Rafael Tobías Marquís. Todo lo cual es muestra fehaciente de que no fue un bachillerato inútil, como escribe Reinaldo Rojas.

Lo que quien escribe sí escribió, como dice Reinaldo Rojas, es que aquel bachillerato era una rémora del pasado (Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, pág. 109), idea que asumo cabal y completamente. Y es que ese bachillerato de ascendencia colonial hispana no podía ser de otra manera que un anacronismo, pues España y sus colonias no tuvieron  Revolución Científica, ni tampoco asume a plenitud el siglo de la crítica, esto es la centuria ilustrada del XVIII: no tuvimos ilustración, dirá el mexicano Octavio Paz. En tal sentido, era nuestra educación secundaria un bachillerato precrítico o prekantiano, y que en ese sentido no asumió el diálogo de la filosofía con la ciencia natural. Y no lo hizo porque las grandes líneas de la cultura en Hispanoamérica estaban gobernadas por la Contrarreforma del Concilio de Trento, el Index de Libros Prohibidos (1564) que le negó a nuestra cultura obras que son responsables de la modernidad europea, tales como Copérnico, Montaigne, Rabelais, Bruno, Galileo, Bacon, Spinoza, Descartes, Hume, Hobbes, Voltaire, Pascal, Rousseau, Emmanuel Kant, Ranke, Comte,  Schopenhauer, Marx, Nietszche. Bergson, Flaubert, Sartre, entre otros.

Imagínense una cultura donde está prohibido abrir las páginas de Crítica de la razón pura y el Diccionario Larousse, una cultura así será una cultura mutilada e incompleta, que nos evoca la terrible quema de libros perniciosos ordenada en 1933 en la Alemania nazi.  Es que en Hispanoamérica sufrimos aun los efectos del Concilio de Trento, afirma Octavio Paz. Por esa razón -agrega el mexicano- no hemos podido ponernos al día con la modernidad, a pesar de los esfuerzos de un Feijoo, un Sarmiento o un Ortega y Gasset. Volvemos a perder el tren.

Entonces, como correlato de ello, nuestra educación ha sido secularmente y en consecuencia una educación premoderna y un anacronismo. Por ello se refugió, en universidades y colegios secundarios, en los idiomas muertos, Griego y  Latín, la Retórica y una Filosofía de corte tradicional sin compromisos con la moderna ciencia natural, una filosofía prekantiana. Esta pervivencia de las lenguas muertas en nuestros planes de estudios ha sido la responsable de la conformación de la mentalidad de élites en los países de Hispanoamérica, escribe el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro.

El bachillerato hispánico ha sido secularmente fuente de chanzas y chistes, nos dice Ángel Rosenblat. Se asocia al desenfreno verbal, la charlatanería y hablar de cosas sin fundamento. Los hombres del intelecto han sido duros críticos de la educación secundaria en Venezuela. José Gil Fortoul, Ministro de Instrucción Pública de Juan Vicente Gómez, afirmaba en 1912 que La enseñanza secundaria en Venezuela prepara sólo y muy toscamente para la enseñanza superior. Cosas parecidas han dicho Mariano Picón Salas: en educación prevaleció la improvisación y el humor, y Ángel Grisanti: nuestra enseñanza ha sido semiclásica, semiaristocrática, semiprivilegiada.  Y más recientemente el eminente escritor Arturo Uslar Pietri, exministro del ramo educativo, ataca fuertemente la educación venezolana: la escuela no enseña a vivir, no enseña a nada. Nuestra educación ha sido libresca y memorística, de espaldas a la vida.

A pesar de estos enormes e inocultables obstáculos de naturaleza cultural, pude escribir hace 25 años que: pese a las concepciones arcaicas de nuestra instrucción pública, los doctores Ramón Pompilio Oropeza y Lucio Antonio Zubillaga formaron una generación intelectual que merece el calificativo de brillante, quizá de las mejores que produjo la provincia venezolana en la última década del siglo XIX y el primer tercio del actual siglo XX. Y agregué también: Nuestra tradición humanística (en educación) hizo posible que nuestra reflexión se orientara hacia lo socio-histórico, lo político, la literatura, el derecho, ámbitos del conocimiento que produjo obras admirables.

 

 

 

Referencias.

Álvarez Gutiérrez, Alberto. Biografía del Dr. Ramón Pompilio Oropeza. Spi. Mimeo. 57 págs.

Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo Editorial Buría. Barquisimeto, Venezuela, 1986. 232 págs.

 Cortés Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937. Prólogo de Reinaldo Rojas. Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres, Fondo Editorial Buría. Barquisimeto, 1997. 166 págs.

Cortés Riera, Luis Eduardo. El nacimiento del Liceo Egidio Montesinos de Carora. En internet disponible.

Febvre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Ariel. Barcelona, 1975. 246 págs.

Libro de matrícula del Colegio La Esperanza, Federal Carora, 1890-1948. 250 folios.

Oropeza, Ramón Pompilio. Discursos. Recopilación de Jesús Arispe y Taylor Rodríguez García, mimeo. Spi. 144 págs.

Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe.  Seix Barral, Barcelona, 1989. 658 págs.

Picón Salas, Mariano. Formación y proceso de la literatura venezolana. Monte Ávila Editores, Caracas, 1984. 348 págs.

Ribeiro, Darcy. El dilema de América Latina. Siglo XXI Editores, México, 1977. 358 págs.

Rojas, Reinaldo. Ambrosio Oropeza. La construcción del derecho constitucional en Venezuela.  Una biografía intelectual.  Colección Idearium. Serie Juristas. UNIVERSITAS Fundación, Fundación Buría. El Eneal, Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela. 100 págs.

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctor en Historia.

Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, UPEL-IPB, Barquisimeto, Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

Santa Rita, Carora, estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela, diciembre 20 de 2020.

 


jueves, 3 de diciembre de 2020

Abbás Ibn Firnás, precursor Ándalus de la aeronáutica y otras reflexiones sobre el Islam


       Ibn Firnás, Ícaro andalusí.

 

“Buscad el conocimiento  desde la cuna hasta la tumba”.

Mahoma


Repasando por vez enésima el estupendo y famoso libro del sociólogo estadounidense Lewis Mumford Técnica y civilización (1934), una obra que compré en 1981 en la Librería Trasandina de Juan Pablo Hernández, Carora, me encuentro con la asombrosa y deslumbrante figura del sabio andalus Ibn Firnas o también Abu Al Qasim, un hombre que en el siglo VIII d.C. logra despegar del suelo y vencer por unos instantes la fuerza de gravedad, un viejo sueño que acompaña a la humanidad desde Ícaro, personaje de la mitología griega que muere en el intento. Hace 2.500 los chinos construyen los primeros papagayos, estructuras que eran más pesados que el aire.

Nace Ibn Firnas en el año 810 dC en Málaga, en el Ándalus o Andalucía, el nombre que los árabes en su incontenible expansión religiosa le dieron a la península Ibérica.  Además de crear distintos artilugios como la clepsidra con autómatas, el astrolabio esférico, fue el primero en desarrollar la talla en cristal de roca de cuarzo, lo que lo hace precursor de la cristalografía, era asimismo destacado poeta que conocía la métrica árabe, matemático, músico, alquimista, filósofo y astrólogo, pues construye un planetario en su casa con efectos visuales y sonoros, utiliza las antiguas tablas astronómicas de Sinhid indias, escritas en sánscrito, para calcular el movimiento de los cuerpos celestes. Un auténtico polimata es Ibn Firnas, diríamos hoy.

Construye este sabio musulmán Ibn Firnas unas alas con madera, plumas de halcón y fibras de seda y vegetales con las cuales logra planear por breve tiempo en las afueras de la ciudad de Córdova al lanzarse de un minarete de una mezquita de Ruzzafa, hito muy importante en la historia la aeronáutica, que acontece en el año 852 d C. Según narran unos testigos que él mismo invita al espectáculo, se dio un fuerte golpe al aterrizar, lo que le gana la burla de sus enemigos.  Parece ser que este arriesgado sabio no le fabrica cola al planeador, como la de las aves, lo que explica el tremendo sipotazo que se dio al aterrizar, pero que felizmente amortigua gracias a una enorme lona que le acompaña en el vuelo, con lo que logra de tal manera reconocerse el aporreado piloto andalus como precursor del paracaídas.

La obra de este “Ícaro andalusí” ha sido silenciada por el arrogante Occidente cristiano y anglosajón, quien tiene innúmeros elogios para Leonardo da Vinci, italiano quien diseña a finales del siglo XV ¡aparatos que no logran volar!, los globos de los hermanos Montgolfier en 1783, el británico sir George Cayley y su planeador tripulado por un niño, 1849, y los mecánicos de bicicletas, los hermanos Wilbur y Orville Wright, quienes vuelan en su “Flyer” en 1903 en una playa de la costa Este de los Estados Unidos.

Hechas estas interesantes consideraciones sobre la primitiva aeronáutica en el Ándalus español, pasemos a reflexionar sobre el inmenso y hasta ahora poco reconocido y valorado aporte que ha hecho la civilización islámica a la cultura de Occidente europeo. 


 La cultura islámica.

Es que ha existido y aún existe un deseo perverso de negar y silenciar el enorme aporte de la cultura árabe musulmana al Occidente cristiano, avivado por la intransigencia religiosa y la negación del Otro. Pero existen honrosas excepciones. El filósofo y matemático británico Bertrand Russell (1872-1970), la ciencia de Occidente es producto de la especulación griega y el empirismo islámico. Sin los pueblos semíticos Europa no hubiese conocido el número cero, la gran creación de la cultura de la India y que desconocieron en el Imperio Romano, ni los números arábigos ni la geometría de Euclides, tampoco el juego del ajedrez, ni el alambique para destilar alcohol ni el azúcar. A los árabes musulmanes debemos el descubrimiento de ácido nítrico y sulfúrico, del nitrato de plata y el potasio, la determinación del peso específico de algunos cuerpos, el desarrollo de sofisticadas técnicas de sublimación, cristalización y destilación, la utilización de sofisticados tintes la fabricación de destilados de plantas y flores (el Azafrán), realizaron experimentos químicos para la obtención del cloruro de mercurio y otras sustancias sintéticas. Los sabios musulmanes son entonces precursores de la química, tal y como hogaño la conocemos.

No olvidemos que el álgebra es una invención de estos pueblos del desierto. Que la cirugía se convierte en ciencia autónoma fundada en la anatomía con ellos. Fueron los traductores judíos y árabes de Bagdad, Toledo y Córdova quienes nos hicieron llegar las obras de los filósofos griegos Aristóteles, Platón, Hipócrates, Galeno, Ptolomeo, y a los sabios orientales, tales como el médico, astrónomo y filósofo judío Maimónides, el médico y filósofo Averroes y el polímata persa Avicena. No olvidemos que uno de los más famosos tratados sobre el amor erótico, escrito por Ibn Hazm, es El collar de la paloma (1023), según sostiene el mexicano Premio Nobel de Literatura Octavio Paz. El historiador belga de la ciencia George Sartun afirma que, en la Edad Media, España fue el mayor centro cultural del mundo gracias a musulmanes y judíos que conviven en una atmósfera de tolerancia religiosa excepcional, y donde la sana y heterodoxa doctrina del “libre albedrío” echó hondas raíces.

  El Andalus, actual España, califato que llega a competir en esplendor con Bagdad en tiempos de Abderramán III, es la tierra que vio nacer al primer “aviador”, Abbas Ibn Firnas, fue entonces el puente entre la cultura grecorromana de la Antigüedad y la Escolástica medieval y, consecuencialmente, el Renacimiento europeo de los siglos XV y XVI. Es enorme la deuda que Europa tiene con la cultura árabe musulmana, pues la expansión islámica produjo un gran estímulo cultural y científico que fructifica en una serie de realizaciones técnicas, científicas, sociales, literarias, artísticas y filosóficas que serán una de las bases de las posteriores realizaciones de la ciencia en la Europa occidental.

  Sería poco menos que imperdonable no admitir y reconocer que las universidades medievales, como una gran creación del Occidente cristiano, tienen un equivalente en las casas de estudios musulmanas, las llamadas madrasas, centros de estudios que estaban conectados como una comunidad científica “multirregional”, que iba de Fez, en Marruecos, El Cairo, Bagdad, Damasco, Samarcanda, Mosul, Córdova, Granada, Basora, entre otras. Este prodigio humano de la producción, almacenamiento, enriquecimiento y difusión del conocimiento musulmán influye de manera determinante en Europa cristiana: Los siete volúmenes de la obra de Averroes Libro sobre las generalidades de la medicina fueron manejados como textos en las universidades europeas de Oxford, París, Lovaina, Montpellier y Roma.  Otro tanto sucede con Avicena, conocido como “príncipe de los médicos”, cuyos tratados de medicina se leyeron y fueron considerados indispensables en el viejo continente europeo ¡hasta el siglo XVII!.

Es lamentable que hogaño, en el alba del tercer milenio, el Islam goce de tan mala reputación y se le tenga ojeriza debido a la intolerancia y al fanatismo de algunos extremistas islámicos y extremistas cristianos, que han hecho de esta tercera religión monoteísta, que tantos y tan estrechos vínculos históricos tiene con judaísmo y cristianismo, un enemigo a combatir, un demonio al que hay que exterminar a toda costa. Es el correlato perverso del secular antisemitismo europeo, y en los días que corren de la infame teoría del Choque de civilizaciones de Samuel Huntington, dada a conocer en Estados Unidos en 1993, quien sostiene la determinista inevitabilidad de los conflictos, religiosos en mayor medida, entre las distintas civilizaciones. Hoy preferimos el “diálogo de civilizaciones” del cual habló el presidente Jatami de la República Islámica de Irán. Es que el uso de etiquetas como Occidente y el Islam son peligrosas y sirven para confundir, ha dejado en claro Edward Said, quien nos habla del Choque de la ignorancia en respuesta crítica a la malhadada tesis de Huntington.

Coda.

Y, por último, y no por ello menos esencial e importante: No debemos olvidar jamás que nuestra religión, el cristianismo, es una magnifica creación de los pueblos semíticos del desierto, tal como afirma el escritor francés del siglo XIX Auguste Renan en su censurada y poco comprendida obra Vida de Jesús, publicada en 1863, y que la Iglesia Católica coloca en el Index de Libros Prohibidos, obra que todos los creyentes en la “promesa bíblica de salvación” deberíamos leer y reflexionar con espíritu sereno y tolerante en este ominoso y amenazador comienzo del tercer milenio.

 Colocaré para finalizar uno de los párrafos más luminosos e intensos de Renan que no tienen desperdicio alguno: “Pero cualesquiera que puedan ser los inesperados fenómenos del porvenir, Jesús no será eclipsado. Su culto se remozará sin cesar; su leyenda provocará lágrimas sin fin; sus sufrimientos enternecerán a los mejores corazones; todos los siglos proclamarán que no ha nacido entre los hijos de los hombres ninguno más grande que Jesús”.

 

Referencias.

 Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del historiador. 1986. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor y Fondo Editorial Buría. Caracas-Barquisimeto. 232 p.

Huntington, Samuel. El choque de civilizaciones. Ediciones Paidós Ibérica, España, 2015.  432 págs.

Mumford, Lewis. Técnica y civilización. Alianza            Editorial. Madrid, España, 1971. 522 págs.

 Ordoñez, Javier, Víctor Navarro, José Manuel Sánchez Ron. Historia de la ciencia. Espasa Calpe, S.A. Colección Austral. Madrid, España, 2003. 639 págs.

Paz, Octavio. La llama doble. Amor y erotismo. Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve, Barcelona, 1995. 223 págs.

 Pirenne, Henry. Mahoma y Carlomagno. Alianza Editorial, Madrid, España, 2017. 368 págs.

  Renán, Ernesto. Vida de Jesús. 1985. Editorial E.D.A.F., S.A. Madrid. 347 págs.

Said, Edward W. Orientalismo. Editorial Debate. Barcelona, 2016. 512 págs.

  Said Farad, Manuel. El maristán y Al-Madrasa; Hospital-Escuela de Medicina (II) Archivo de la Sociedad Española Oftalmología, vol.83, número 4 abril. 2008.

  Vernet, Juan. Lo que Europa debe al Islam de España. Editorial Acantilado; Barcelona,1999. 408 págs.

 Vernet, Juan. El reino de Granada: Islam y al-Ándalus.  http://www.islamyalandalus.org/control/imprimir.php?id=494

 Vilar, Pierre. Historia de España. 1999. Editorial Critica. Barcelona. 180 p

 

 

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctor en Historia.

Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, UPEL-IPB. Fundación Buría.

Barquisimeto, Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

 

Santa Rita, Carora, República Bolivariana de Venezuela, 2 de diciembre de 2020.

 

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...