miércoles, 24 de agosto de 2022

Sobre el Héroe de la Independencia Suramericana, General de División Pedro León Torres

  


“Cuantos sacrificios por esta causa de nuestro corazón. Con la muerte de Pedro León Torres hemos perdido un compañero digno de nuestro amor; el Ejército un soldado de gran mérito y la República, uno de sus hijos de esperanzas para el día de la paz”

Simón Bolívar, 1822.

 “A Pedro LeónTorres primero que a otro para General, es un muchacho al que se le debe mucho el triunfo de ayer.”

 General en Jefe Manuel Piar,

después de la Batalla de San Félix,1817

“…hay fantasmas históricos que constantemente se hacen sentir, como es el arquetipo mesiánico del Hermano Mayor, que nos carcome, de ayudar a los pueblos hermanos (…) arquetipo que parece venirnos de nuestros padres libertadores, pero que si hurgamos un poco más nos damos cuenta que esa voluntad de transformación es mucho más vieja: procede de la conquista. Los libertadores sólo la continuaron …”

Francisco Herrera Luque.

Los viajeros de Indias, 1961

Advertencia preliminar

Los ensayos que acá presentamos son una suerte de florilegio, una colección de escritos que guardan como una independencia unos de otros y que en consecuencia se pueden leer de manera aislada. Tampoco tienen un rigor cronológico, pero guardan un destacadísimo hilo conductor que los unifica y proporciona solidez, esto es, la figura mitológica y legendaria del General de División Pedro León Torres, Héroe de la Independencia de Suramérica que derrama su sangre por la Libertad de estas tierras a la corta edad de 34 años luego de ser herido mortalmente en la Batalla de Bombona.  

Con la presentación de estos ensayos queremos hacer una contribución pedagógica en el conocimiento de esta eminentísima y protagónica figura, que se forja con sus dotes organizativas, decisión y valor conduciendo sus tropas en las Campaña de Guayana y la Campaña del Sur liderada por el Libertador Simón Bolívar, dando lugar con esa epopeya heroica a lo que el historiador Reinaldo Rojas ha llamado la construcción de una “religión laica”.

Han transcurrido largas y prolongadas dos centurias desde que el General de División Pedro León Torres ascendiese con gloria a la inmortalidad, allá en Yacuanquer, Departamento de Nariño, Colombia, y aún no hemos logrado los venezolanos del tercer milenio repatriar los restos mortales del Héroe de las decisivas batallas de El Juncal, San Félix y Bomboná, la más destacada figura de una familia completa, los llamados Siete Macabeos de la Independencia, los Siete Hermanos Torres, consumidos por nuestra hecatombe guerrera, una fascinante historia con resonancias bíblicas, una pertinaz deuda, una obligación histórica que debemos saldar a la brevedad. Nuestro Panteón Nacional aguarda al Héroe caroreño para que en ese lugar sagrado se consolide nuestra comunidad imaginada, la Nación Venezolana. No esperemos más tiempo.

Ciento treinta siete largos días del General Torres

El día que iba a morir, el General Pedro León Torres comenzó a evocar su breve, pero muy intenso y fulgurante paso por la vida terrena aquella tarde de ráfagas de frío y neblina yacuanquerinas. No encontraba cómo empezar aquella memoriosa reconstrucción que arrancara en los días más soleados y estivales de su Carora natal. Juana Francisca Arriechi, su madre, comenzó a sentir dolores de parto el día del patrono san Juan Bautista, bajo el canto ensordecedor y prolongado de las chicharras, pero el niño asoma su cabecita al mundo el 25 de junio de 1787. Esa casi coincidencia lo marca indeleblemente hasta su intermitente y entrecortado deceso que se anuncia en ciento treinta y siete prolongadísimos y extenuantes días, muy lejos del balido de las cabras y del silencioso relámpago vespertino occidental del semiárido venezolano. Se convertirá desde ese momento Pedro León Torres en héroe mesiánico de la luz que vence las tinieblas del despotismo.

“Creo que la bala que me tumba del caballo en los profundos y traicioneros riscos de Bomboná no dañó mi memoria, pues mi retentiva aguantó las ráfagas de pólvoras y metrallas realistas. No se me tranca la bestia, tal como le sucedió al asturiano José Tomás Boves ocho años atrás, allá en Venezuela. Yo, que soy coleador de toros desde mozuelo, no pude dejar que mi caballo se detuviera en aquel momento preciso de la batalla. Quería mostrarle a Su Excelencia el Libertador Simón Bolívar que mis galones y charreteras de General habían sido ganados limpiamente, despreciando sin miedo ni sobresalto la oscuridad de la muerte.”

Arenales fue el comienzo de los Siete Macabeos de la Independencia

La pequeña Mesopotamia del semiárido occidental venezolano fue el lugar de inicio de uno de los grandes portentos de la Emancipación de Suramérica. En una finca denominada El Tigrito, una dama de ascendencia vasca y casada con tenerifeño da a luz a los que la  excepcional circunstancia histórica convertirá en lo que llama don Tulio Febres Cordero  Siete Macabeos de la Independencia o Siete Infantes de Lara. Un verdadero prodigio epopéyico que no se repetirá en ninguna localidad venezolana, Caracas incluida. Sus sangres venían entonces insufladas de libertad y patriotismo por ambos progenitores, dos protonaciones de la España invertebrada: el indómito y rebelde País Vasco y el orgullo nacional en ciernes del archipiélago de Canarias, con epicentro en Tenerife. Dos utopías que los hermanos Torres Arriechi pensaron hacer realidad en las tierras del ultramar americano. Y por ello dieron sus preciosas vidas estos siete viriles y decididos varones del semiárido venezolano por conseguirlo. Poseían acá casa solariega y una boyante y bien administrada finca con mano esclava llamada El Tigrito.

 Se convirtieron los hermanos Torres desde niños en diestros y consumados jinetes, al tiempo que practicaban el peligroso deporte de los toros coleados, todo lo cual contribuye a que estos hombres hayan realizado la portentosa hazaña de recorrer a lomo de mulas y caballos buena parte de Suramérica. Pero debemos destacar con don Mariano Picón Salas, que estos seres humanos y estas bestias mulares eran los más resistentes de toda Venezuela puesto que por selección genética se convirtieron en incansables y duros especímenes. La Independencia de Suramérica debe mucho al semiárido venezolano y a esta pequeña y remota parcela del estío llamada Los Arenales, la Mesopotamia del Estado Lara.

En el vetusto cementerio arenalense, rodeados de cardones y tunas, reposan los restos mortales de su madre, Juana Francisca Arriechi, y los de su mentor y maestro, el presbítero bachiller Félix Espinoza de Los Monteros, religioso animado por el republicanismo y la lucha contra la odiosa esclavitud humana.  Los Arenales y Carora se disputan cordialmente el lugar del nacimiento de estos Héroes brotados del semiárido venezolano, que fueron a derramar sus preciosas sangres muy lejos, en la feraz y cálida tierra de la Guayana venezolana, en las inmensas y gélidas alturas de los Andes suramericanos, y derrotar a uno de los mayores imperios de la época, el Imperio Español, una epopeya y gloria grandiosa. 

El presbítero bachiller Félix Espinoza de Los Monteros, mentor de los Hermanos Torres

Uno de los primeros educadores de occidente venezolano será este extraordinario sacerdote y bachiller que abre en Arenales, hogar de la familia Torres Arriechi, una escuela de latinidad, un verdadero portento de la cultura y del saber que ha ignorado el arrogante centralismo cultural venezolano. El río Tocuyo comenzó desde entonces a declinar frases y verbos en el idioma del Lacio, cuando esta matricial lengua asistía al ocaso de su universalidad. Es que Hispanoamérica no coincide en su hora plenamente con la hora de Europa. En esta antiquísima lengua mediterránea conocerán los hermanos Torres Arriechi el Éxodo bíblico y la liberación del yugo faraónico del pueblo elegido por Jehová Dios, lo cual podría interpretarse como antecedente remotísimo de la Teología de la Liberación Latinoamericana del siglo XX. Desde el púlpito de la iglesia por él edificada en el pequeño poblado ribereño condenaba acremente el cura y bachiller caroreño por anticristiana la odiosa esclavitud que justificaba desde antiguo el filósofo Aristóteles.

Las ideas ilustradas que luchaban ardorosamente contra el fanatismo y la superstición resuenan con entusiasmo al final del dieciochesco siglo colonial en esta perdida aldea del semiárido, que conoce por boca del presbítero bachiller Espinoza de Los Monteros en la Escuela de Primeras Letras y Catedra de Latín la noticia de que las Trece Colonias americanas habían decidido sacudirse del coloniaje de la “Pérfida Albión”, que la cabeza del rey de Francia había rodado en la guillotina, y que los Jacobinos Negros se habían atrevido a crear, para asombro planetario, una Republica en una pequeña isla  frente a las costas venezolanas, material literario que tomará en el siglo venidero el inmenso escritor Alejo Carpentier.

Las ideas de este sacerdote caroreño constituirán a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, un fresco histórico anticolonial, antiesclavista, antimonárquico, una auténtica Contracultura, así la llamaría nuestro genial y malogrado filósofo venezolano Ludovico Silva. Hizo el presbítero bachiller Félix Espinoza de Los Monteros en pequeño y de forma oral para una pequeña y remota localidad, Los Arenales, lo que en esos mismos años realiza el guariqueño Juan German Roscio (1763-1821), un desagravio a la religión ofendida por la tiranía. Dios se hizo patriota. Al calor de las lecciones de Latín y las proclamas revolucionarias del sacerdote caroreño se formaron para la libertad el fraile Ildefonso Aguinagalde, el de la maldición famosa, Julián Montesdeoca, Estanislao Castañeda, Fernando Perera y los magníficos Siete Hermanos Torres. Una pléyade de héroes formados bajo la amable protección de frondosos cujíes, yabos y curaríes.

El Doctor Juan Agustín de la Torre, eminente tío de los Hermanos Torres  

Unos mortales hongos alojados en sus pulmones acabaron con la eminente vida de este sabio caroreño en 1804, quien proveniente de una familia oriunda de Tenerife, islas Canarias llega a la Rectoría de la Real y Pontificia Universidad de Caracas. No pudieron sus ojos ver, en consecuencia, los gritos de independencia que brotaron después de Abril de 1810 en Caracas y que seguramente hubiese apoyado con entusiasmo y decisión tal movimiento, pues sus precursores e iluminados escritos nos revelan una como idea de independencia intelectual de las colonias de ultramar de España. Si su tío, Rector de la Real y Pontificia Universidad de Caracas desde 1789, combatió con las nuevas ideas modernas de Gassendi, Descartes y Newton los polvorientos e inoperantes silogismos aristotélicos enquistados en esa casa educacionista, defiende el ilustrado caroreño al doctor Baltazar de los Santos Marrero, quien se atreve enseñar la nueva fisca newtoniana en las aulas de la Universidad de Caracas.

Al proclamar el racionalismo en la ciencia, dice el historiador de la educación Ildefonso Leal, al atacar los vicios que corrompían y retardaban la ilustración de los venezolanos, Juan Agustín de la Torre, mucho antes que Miguel José Sanz y don Simón Rodríguez, enciende la antorcha de la libertad que se alcanzará plenamente con la revolución de Independencia. El sabio caroreño dice que “Ninguna nación ha hecho progresos de consecuencia por las armas, por las artes, agricultura y comercio, hasta que se ha entregado al indispensable cultivo de la ciencia.”

 Si su eminente tío paterno combate e impugna las idas colonialistas en la academia, por qué no habrían de hacerlo los hermanos Torres Arriechi con las bayonetas, para derribar la casona colonial, ya políticamente vetusta y decrépita, tal como les había enseñado el presbítero bachiller Félix Espinoza de Los Monteros en su Cátedra Latina arenaleña, un auténtico foco de luz y de conocimiento en las inmensidades del semiárido occidental venezolano.

Las hermanas del General Pedro León Torres:  El magnicidio resbaloso. Carora, 1821

La bebida emblemática y cargada de simbolismo de los caroreños ha sido a no dudar la resbaladera, una refrescante libación o chicha de arroz que pierde sus orígenes remotos en la noche colonial. Lo que hogaño se llama caroreñidad estaría incompleta sin la fragante bebida que otros llaman horchata, potaje alrededor de la cual se involucran las hermanas del General Pedro León Torres Arriechi y Su Excelencia el Libertador Simón Bolívar, una anécdota cargada de simbolismos y malentendidos que deseamos destacar.

Viene triunfante de Carabobo el Libertador y hace escala en la ciudad del Portillo de Carora en agosto de 1821, donde es recibido espléndidamente por lo más granado y distinguido del patriciado caroreño. Oye de nuevo aquí unas terribles palabras que no abandonan sus oídos desde la terrible caída de Puerto Cabello: bochinche, bochinche, proferidas por un monárquico caroreño; le ofrecen un banquete de despedida donde baila con la señorita Felipa Oropeza y Arriechi, degusta la tradicional resbaladera con arroz que le han preparado las hermanas del general Pedro León Torres, quien se encuentra en esos días en la Campaña del Sur.

Pero al llegar a la Casa del Balcón, donde se residenció, comienza el Libertador a sentir dolores estomacales, vomita. Sus edecanes y el general Juan José Flores pensaron lo peor: “¡Su Excelencia ha sido envenenado!” Con muy poca delicadeza y cortesía van de inmediato a la residencia de las autoras de la bebida malhadada causante del “conato” de magnicidio, donde una de las hermanas Torres, María de los Reyes, les dice airadamente y exhibiendo gran valor: “¡Díganle a Su Excelencia el Libertador que nosotras somos tan patriotas como él!”

Los venezolanos del tercer milenio y los caroreños en particular, hemos desaprovechado la oportunidad inmensa de convertir bandeja y escudilla donde se le sirve la resbaladera al Padre de la Patria en la ciudad del Portillo, en símbolo de la Nacionalidad venezolana y del acendrado y bonachón sentimiento regionalista de los habitantes del semiárido occidental venezolano y del Municipio Torres. Ya lo ha hecho la República de Colombia con un florero, precioso objeto que se ha convertido en el símbolo y alegoría de la nacionalidad de este país hermano, una nacionalidad creada por el empuje y decisión de los jóvenes patriotas venezolanos, de entre ellos nuestros generales Pedro León Torres y Jacinto Lara, patriotas caroreños liderados por el Libertador Simón Bolívar.

 El óleo del General de División Pedro León Torres pintado por Tito Salas en 1922

Mal ubicado y soportando escupitajos de chimó, maltratos y empujones, se encuentra como languideciendo en la sala de sesiones del Concejo Municipal de Torres el valiosísimo óleo del Héroe de Bomboná que mandaron realizar unas damas del patriciado caroreño a Tito Salas en 1922, el pintor de la nacionalidad en el cenit de la fama entonces, en ocasión del Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres.

¿Por qué razón fue elegido precisamente el encontronazo previo a la carnicera y salvaje Batalla de Bomboná entre los generales Simón Bolívar y Pedro León Torres como asunto del óleo del pintor caraqueño?, y más aún: ¿quién escogió el espinoso tema y qué los motiva a hacer tal elección habiendo muchos otros? ¿Se le otorgó a Tito Salas libertad para elegirlo o fueron las damas caroreñas quienes le sugirieron el episodio? Nos inclinamos a pensar que fue el orgullo caroreño lo que motiva tomar a Tito Salas tan difícil y encumbrada anécdota surgida al calor de la Guerra Emancipatoria. Bolívar se encuentra en el pináculo de su liderazgo en 1822, por lo que responderle airadamente fue un acto de suma valentía del general caroreño, soldado que venía de una brillante campaña en la Guayana venezolana al mando del desgraciado general Manuel Piar. A ello debemos agregar los terribles episodios que condujeron al fusilamiento por insubordinación del general curazoeño, en donde Torres se opone a que el general Piar sea degradado antes de ser pasado por las armas a lo que habrá que adicionar que fue un hermano suyo, Bruno, quien dirige el pelotón de fusilamiento de Piar. No se ha hecho aún, se lamenta Rafael Domingo Silva Uzcategui, un psicoanálisis del fusilamiento de Piar. Había pues lo que hogaño se llama una agenda oculta que hace explosión previos y electrizantes momentos antelatorios de la cruenta Batalla de Bomboná, acontecida al sur de Colombia, frontera con Ecuador.

El óleo del pintor Tito Salas será en este sentido epitome de un sentimiento, una sensibilidad que le da contornos de definición a la caroreñidad. ¿Puede una pintura lograr tal cosa? Sí, ya lo había hecho el cuadro Miranda en La Carraca de Arturo Michelena con la nacionalidad venezolana. Es una pintura grabada en nuestro inconsciente colectivo. El desgraciado Héroe de Bomboná será retratado para la posteridad en y durante el altercado que protagoniza con el Padre de la Patria en los días previos al 7 de abril de 1822, día de la cruenta Batalla de Bomboná, un sacrificio enorme para las tropas republicanas.

La figura del General Pedro León Torres domina de manera palmaria la superficie de la pintura, es el militar caroreño el gran protagonista de ese momento que intenta atrapar el genio del pintor caraqueño. Se le muestra de cuerpo completo, ocupando un cercano 70 por ciento del lienzo. Capta Tito Salas el instante en que el General Pedro León Torres le responde airado al Libertador quien intenta degradarlo, quitarle el mando de las tropas, y con ello casi se sale del óleo en un movimiento que lo impele hacia nosotros, los observadores.

La figura de Simón Bolívar está allí presente en esa genial pintura, pero se halla como tapada y oscurecida: ¡es apenas sombra proyectada sobre la tierra que pisan las esplendentes botas del general Pedro León Torres! Debió de haberlo meditado mucho Tito Salas para presentar al Libertador de tan degradada manera. Pero de esta forma complació la decisión de los caroreños de 1922 de presentar a su desgraciado Héroe de no mostrarse pusilánime y débil ante la soberbia y el disgusto del Padre de la Patria cuando el militar caroreño malinterpreta sus terminantes órdenes. A las pocas horas de este acontecimiento será herido mortalmente por la metralla el General Pedro León Torres durante la fatídica, cruenta Batalla de Bomboná, y morirá meses después en un hospital de campaña de los realistas, un auténtico gesto de humanidad de los monárquicos que siempre olvidamos, o no queremos recordar, el 22 de agosto de 1822, hace ya 200 largos e interminables años.

   Repatriación de los restos mortales  del General de División Pedro León Torres

Han transcurrido largos y prolongados 200 años desde que fallece en Yacuanquer, en la hermana República de Colombia, el Héroe de la Independencia de Suramérica, el venezolano, caroreño y arenalense General de División Pedro León Torres Arriechi. Había sido herido mortalmente por la metralla en la decisiva, pero excesivamente cruenta Batalla de Bomboná, encuentro armado de la Campaña del Sur liderada por el Libertador Simón Bolívar, y tras larga agonía perecer el día 22 de agosto de 1822.

Había nacido Pedro León Torres, un día después que se celebra el Juan el Bautista, santo patrón de la ciudad del Portillo, el 25 de julio de 1787 y fue bautizado en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Carora. La fe de bautismo, firmada por su futuro maestro, el sacerdote y bachiller Félix Espinoza de Los Monteros, no nos indica dónde nace este Prócer de la Independencia Suramericana, que ofrenda su vida por la libertad del Continente americano cuando apenas cifraba los 34 años de edad. Los dioses los prefieren jóvenes.

La repatriación a la República Bolivariana de Venezuela de los restos mortales del General de División Pedro León Torres Arriechi, es una deuda histórica que debemos cumplir a cabalidad y que no debemos aplazar de manera alguna los venezolanos del tercer milenio. El presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, ha dado precisas instrucciones televisivas para que este año Bicentenario del Fallecimiento del Héroe de Bomboná, sean repatriados sus restos mortales para que reposen en el Panteón Nacional, Caracas, junto a su madre Juana Francisca Arriechi y sus numerosos Hermanos, llamados con justeza por el escritor merideño Don Tulio Febres Cordero (1860-1938) los Siete Macabeos de la Independencia o los Siete Infantes de Lara, un martirologio con resonancias en la Biblia, el libro de los libros, tal como lo llama George Steiner, que no tiene parangón en la historia patria, lo cual es digno destacar para orgullo de la caroreñidad,  los larenses y venezolanos.

  El General de División Pedro León Torres en un ejercicio de historia contrafactual:

 ¿Qué habría pasado si…?

En un ejercicio de lo que se llama historia contrafactual, una gimnasia de abstracción que linda con la ficción literaria, nos preguntamos con insistencia: ¿Cuál sería el destino del General Pedro León Torres si participa en el Paso de los Andes en 1819? ¿Lo hubiese matado el soroche o mal de páramo a sabiendas de que él era un hombre del caluroso semiárido venezolano? ¿qué hubiese pasado si obedece sumisamente al Libertador cuando el caraqueño lo degrada de su rango de General momentos antes de la cruenta Batalla de Bomboná, el 7 de abril de 1822? ¿Qué hubiese sucedido de no haber encontrado la muerte el General Torres en aquella terrible carnicería que fue la Batalla de Bomboná en 1822? ¿Cuál habría sido su papel en la liberación de Ecuador y del virreinal Perú de haber sobrevivido a la terrible y cruenta Batalla de Bomboná? Y una pregunta más insidiosa aun: ¿Cuál habría sido su posición en el espinoso asunto de la disolución de la Gran Colombia, llamada la Cosiata, inmensa aspiración abortada, salida del genio portentoso de Bolívar? ¿Hubiese retornado el General Pedro León Torres desde el Sur a su patria venezolana una vez terminada la Guerra Emancipadora, tal como lo hizo el General Jacinto Lara, su paisano caroreño? ¿A cuál de los bandos de la Guerra Federal se incorporaría Pedro León Torres ya anciano por esos años?  ¿Hubiese fallecido a provecta edad y retirado apaciblemente de las armas en su Carora natal?

Quien escribe cree que el General Torres hubiese participado con gloria en la inmortal Batalla de Pichincha y Ayacucho, que seguramente asumiría posiciones de gobierno en Perú, pues había tenido experiencias de gobierno en Guayana y fue miembro del Congreso de Angostura de 1819, memorable momento en donde Bolívar pronuncia su célebre Discurso de Angostura que hecha las bases de la Gran Colombia.

 Este es un ejercicio de imaginación histórica que cautiva por lo novedoso y sorprendente. Con todo, sería para los venezolanos y los larenses una gimnasia de pensamiento necesaria y vital para darle forma y consistencia al sentido crítico, en un país que, como sabemos, carece cruelmente de memoria y de imaginación histórica, tal como se lamentaba nuestro insigne Maestro trujillano Mario Briceño Iragorry (Mensaje sin destino, Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo, 1951).

 Centenario del Natalicio del General Pedro León Torres en 1887  y la Exposición Regional de Carora en 1922

Como hemos dicho en otras ocasiones, las Ferias de San Juan Bautista de Carora nacieron en 1922, durante la larga dictadura del general Juan Vicente Gómez, pero no con el nombre del santo patrono de la ciudad, Juan el Bautista. Se llamaron tales eventos de principios del siglo XX Exposición Regional de 1922, en Homenaje al Primer Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres. Como se notará, el nombre de San Juan no aparece aun en este momento, pero será esta Exposición Regional de 1922 el germen e inicio de lo que se constituiría en las Ferias de San Juan Bautista de Carora en lo sucesivo, hasta llegar con tal denominación al siglo XXI.1

Veamos de qué manera la Exposición Regional de 1922, organizada por el Concejo Municipal, la Jefatura Civil, Diario de Carora, Club Torres y algunas casas comerciales, se transforma en lo sucesivo en Ferias de San Juan Bautista de Carora, un interesante y curioso proceso digno de enfatizar.  Lo primero que debemos destacar es que estamos asistiendo a la conformación de la Idea de Nación, la construcción de héroes, de patriotas y de ciudadanos, como nos dice el historiador Reinaldo Rojas 2. Sucede que el más querido y sensible Héroe de la Patria de los caroreños es el desgraciado General de División Pedro León Torres, fallecido muy lejos de su terruño natal en 22 de agosto de 1822 en la población de Yacuanquer, Nuevo Reino de Granada, Colombia, tras recibir terribles heridas mortales en la dificilísima y cruenta Batalla de Bomboná, 7 de abril de 1822. Este patriota participa en la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar. En ella participa otro notable patriota caroreño, el General de División Jacinto Lara (1777-1859), pero es el General Pedro León Torres quien atrapa una sensibilidad, un sentimiento muy marcado del pueblo que lo vio nacer en 1787. Ello se deberá a su sinigual coraje y audacia de soldado, que hizo exclamar al General José Antonio Páez “el valor de Torres da miedo”, así como a su trágica muerte acontecida tras larga agonía de 137 días, cuando apenas contaba con 34 años de existencia, y debemos agregar el hecho de que sus restos mortales aún no han sido repatriados a Venezuela y su Panteón Nacional 3.

Pero hay una coincidencia cronológica que es preciso destacar: el nacimiento del General Torres, el 25 de junio, coincide con la realización de las fiestas patronales de san Juan Bautista de Carora. Ello quiere decir que allí se produce, como dice el cronista Alejandro Barrios Piña, un sincretismo cultural 4 que une la tradición religiosa católica a la tradición de la Patria en vías de conformación en los días del solsticio de verano boreal venezolano.

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del héroe de Bomboná. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó hasta 1930 el sitio que le correspondía al Padre de la Patria Simón Bolívar, esto es la Plaza Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora con gran entusiasmo y boato el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres que estuvo allí desde 1887, Centenario de su Natalicio, tendrá otro destino, pues se le construirá una plaza en su memoria a dos cuadras al Este de la Plaza Bolívar, en la calle principal de la ciudad de Carora, la calle Bolívar.

       De modo pues que las Ferias de San Juan Bautista de Carora tendrán como inicio el evento patriótico y nacionalista que se vincula estrechamente a la tradición del catolicismo en la antigua ciudad de san Juan Bautista el Portillo de Carora. Se trata de lo que llama Reinaldo Rojas un universo simbólico de mitos y representaciones sociales en construcción.5, es el nacimiento de la “religión de la Patria” imbricada indisolublemente a la religión católica que implantó el español desde el siglo XVI en estas remotas geografías del semiárido occidental venezolano.

Queda de tal manera abierto el camino para realizar las segundas jornadas expositivas caroreñas en 1943. Se les llamó Primera Feria Exposición Ganadera del Distrito Torres, y se realizan en tiempos del gobierno del civilista general Isaías Medina Angarita y de la horrorosa Segunda Guerra Mundial. Realizadas durante el solsticio de verano y próximas a los festejos del santo patrón, comenzaron a ser llamadas Ferias de San Juan Bautista de Carora hasta los días de hoy. Hace su aparición en estas segundas ferias de Carora su majestad el ganado bovino, renglón agropecuario que distingue nacional e internacionalmente al Municipio Torres con su insignia y bandera: el Ganado Raza Carora, único en el trópico y que además muestra un doble propósito excepcional: la producción de carne y leche. Una maravilla genética lograda por cruce del antiguo “ganado amarillo de Quebrada Arriba” y la noble raza Pardo Suizo, iniciada por Teodoro Herrera Zubillaga y sus hasta ahora anónimos ayudantes campesinos, en este empeño que le ha dado fama universal a esta ciudad del semiárido larense venezolano.

Luego de siete años de suspenso, las 41° Ferias de San Juan Bautista de Carora, que coinciden con el Bicentenario del Fallecimiento del General de División Pedro León Torres, se realizan con brillo y entusiasmo este mes de junio de 2022, un logro del Alcalde Javier Oropeza y los sectores económicos agropecuarios, la industria y el comercio que lo respaldaron. Estas Ferias son, en este sentido, un capital simbólico (Pierre Bourdieu) de los “patricios caroreños” y otros representantes de la boyante economía agropecuaria de nuestro Municipio Torres.

 1 Barrios Piña, Alejandro. Crónicas de la comarca caroreña, pág. 75.

2 Véase el interesante trabajo de Reinaldo Rojas: Venezuela: Fiesta, imaginario político y nación. 2011.

3 La repatriación de los restos mortales del Héroe de Bomboná ha sido una aspiración imperdonablemente fallida hasta el presente, cuando redactamos este trabajo (agosto de 2022).

4 Barrios Piña, Alejandro. Óp. Cit. Pág. 76.

5 Rojas, Reinaldo. Op. Cit. Prólogo. Págs. 9 y siguientes.

 

 Cuatro ediciones del libro de Luis Oropeza Vásquez:

 Vida y sacrificio del General Pedro León Torres.

Lo primero que debemos resaltar es que el autor de esta destacada obra sobre el General Pedro León Torres, Luis Oropeza Vásquez, es que se trata de un meritorio historiador y periodista caroreño autodidacta, formado al margen de los centros académicos dedicados a la ciencia de Clío. En tal sentido Oropeza Vásquez con su pluma nos recuerda a otros dos egregios escritores autodidactas torrenses: don Cecilio “Chío” Zubillaga y Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Quizás guiados por estos hombres de pensamiento se anima Oropeza Vásquez escribir tan eminente biografía del Prócer de la Independencia a la que le da el sugerente título de Vida y sacrificio del General Pedro León Torres. Durante muchos años fue un colaborador del Diario de Carora, donde firmaba sus artículos como Lor Vaz. Se le considera discípulo aventajado de Cecilio “Chío” Zubillaga Perera, nuestro pensador de hamaca y zaguán, honrosa condición que ha sido pocas veces reconocida.

 Primera edición (1974)

La primera impresión de esta obra de Luis Oropeza Vásquez es del año 1974, momento cuando gana meritoriamente el concurso literario Juan Jacinto Lara, el otro epónimo caroreño, promovido por el Instituto Universitario Politécnico de Barquisimeto, veredicto que emite un jurado calificadísimo: el humanista y poeta barquisimetano Pascual Venegas Filardo, el historiador tocuyano Carlos Felice Cardot, Luis Acosta Rodríguez y Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel, máximo jerarca de la Iglesia Católica en el Estado Lara. La edición la realiza la Oficina Central de Información, Caracas, Venezuela.

 La primera edición está estructurada en apenas tres partes: I. La familia procera. II. La Campaña en Venezuela, III. Comandante en Jefe en el Sur. En 241 páginas, de las cuales la vida militar y en campaña ocupa, no podía ser de otra manera, la mayor parte del libro, unas 190 páginas. Se trata, en consecuencia, de una biografía de un hombre a caballo y en permanentes desplazamientos y encuentros armados. Los partes y órdenes de guerra, informes de tácticas de combate y la relación de Pedro León Torres con los jefes patriotas serán de la atención permanente del autor: Bolívar, Sucre, Urdaneta, Páez, Mc Gregor, Santander. Se trata, en atinadas palabras de Luis Oropeza Vásquez, de un Caballero de la guerra.

Tres momentos desgraciados en el desarrollo del conflicto anticolonial merecen la atención de Luis Oropeza Vásquez: primero, la insubordinación y el posterior fusilamiento del General curazoeño Manuel Carlos Piar, doloroso suceso acontecido el 16 de octubre de 1817. El General Torres aprueba el paso por las armas del héroe de la Batalla de San Félix por desconocer el mando supremo del Libertador, pero se opone obstinadamente a que fuese degradado “en respeto y homenaje final a los laureles conquistados en la lucha por la Independencia.”.

 El otro momento difícil vivido por el General Torres tiene que ver con un malentendido con una orden dictada por Bolívar, quien atribuye a cobardía del General Torres la detención de su marcha, quien le quitó en el acto el mando de la División. “Torres echó pie a tierra, y con los ojos que parecían dos rayos, le dijo: No, estas divisas que quiere Vuestra Excelencia empañar las debo a mi valor y no son de V. E. sino de la patria, que es el objeto de mis sacrificios: la sangre de mi familia derramada casi toda en esta gloriosa guerra, me reclama en este momento la vindicación del ultraje que en mi persona quiere hacérsele. Sino sirvo como General, serviré como soldado y nadie podía impedirme este servicio más a mi patria, y al proferir estas palabras lo hizo arrebatando el fusil a un soldado. Y más adelante agrega Oropeza Vásquez que “El Libertador, no sé si admirado de aquella gentileza, o complacido por la idea de que en aquella exaltación era seguro que encontraría el sepulcro ese mismo día un republicano tan temido como Torres le escuchó lleno de asombro y como procurando satisfacerle le dijo: “Bien, General, vuelva usted al mando y marche usted al enemigo.”

El desgraciado tercer momento no es otro que el terrible y doloroso sacrificio del General Torres en la fatídica y en extremo costosa Batalla de Bomboná, el 7 de abril de 1822: “Bolívar lamentó la preciosa sangre que había costado.” En esa muy difícil batalla es herido mortalmente el General Torres, quien es conducido a un hospital militar del enemigo, y tras 167 días de terrible agonía fallece el héroe caroreño el día 22 de agosto de 1822:  La muerte y gloria en Yacuanquer. En este poblado colombiano limítrofe con Ecuador reposan sus restos mortales en espera de su justa y merecida repatriación este año de 2022.

 Segunda edición (1988)

En ocasión del Bicentenario del Nacimiento del héroe caroreño, es decir en 1988, saldrá a la luz la segunda edición de Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, una bien cuidada edición, promovida por la Municipalidad de Carora, Municipio Autónomo Torres y la Junta del Bicentenario del Natalicio del General Pedro León Torres que presidió el mismo Don Luis Oropeza Vásquez, con prólogo de Gerardo Pérez González, acompañado de los siguientes  miembros: Alberto Álvarez Gutiérrez, Alejandro Barrios Piña, José Numa Rojas, Rosario D´amelio, Haydée Álvarez Díaz, Manuel Infante de La Cruz, José Luis Malavé, Pedro Salazar, Chiquinquirá Figueroa, Gabriel Cabrales, Rito Ramón Rodríguez. Su portada rescata el óleo del epónimo que pintara en 1922 Tito Salas, y que hogaño se haya en lamentable condición de deterioro. Como verdadero “lugar de la memoria” (Pierre Nora), esta inestimable y valiosísima pintura merece de toda nuestra atención y respeto. Es patrimonio cultural de la nación venezolana, semejante al Miranda en la Carraca.

 Este extraordinario óleo refleja admirablemente el momento en que Simón Bolívar degrada y quita el mando al General Torres, momentos antes de la dificilísima y fatídica Batalla de Bomboná del 7 de abril de 1822, en la que encontrará las heridas que le ocasionarán la muerte cinco meses después tras larga agonía en Yacuanquer, al sur de Colombia. En un gesto un tanto histriónico, Tito Salas retrata al héroe caroreño desafiando, valido de su coraje y arrojo en combates, la autoridad suprema del Libertador Simón Bolívar, quien no aparece en la pintura sino como reflejo de su sombra en el piso del afamado óleo.

 La segunda edición conserva la estructura y el contenido de la primera impresión del libro de Oropeza Vásquez, solo que se le agregaron interesantes anexos que reflejan la opinión de los críticos sobre la obra. Allí están las opiniones de Pascual Venegas Filardo, Adolfo Salvi, L. Pérez Jil (Eleazar Pérez Piñuela) Antonio Crespo Meléndez, Guillermo Morón, Augusto Mijares, Hermann González Oropeza S. J., Carlos Gil Yépez, el propio Luis Oropeza Vásquez. Ojalá que la venidera edición de Monte Ávila Editorial Latinoamericana conserve tan interesantes y eruditos anexos.

 Tercera edición (2022)

Treinta y cuatro años después, en 2022, hará su rutilante advenimiento la tercera edición de la obra sobre el epónimo de nuestro Municipio, quien fallece bajo las órdenes del Libertador Simón Bolívar en la Campaña del Sur en Nueva Granada. Será excelente edición que correrá a cargo del Gobierno Nacional del Presidente Nicolás Maduro Moros y de la incomparable Monte Ávila Editores Latinoamericana, en ocasión de conmemorarse el próximo 22 de agosto de 2022 el Bicentenario de la Muerte y Paso a la Inmortalidad del General Pedro León Torres, una auténtica y necesaria reafirmación de lo nacional venezolano y suramericano en tiempos de agresiva y disolvente globalización neoliberal. Será a no dudar una edición de lujo que tratará de enmendar el olvido histórico que ha sufrido el Héroe de la Batallas de San Félix y de Bomboná, cuyas cenizas esperan desde Yacuanquer, Colombia, ser repatriadas a su país luego de larguísimas dos centurias de espera.

Cuarta edición (2022)

Y no podía estar ausente una cuarta edición de la obra salida de las manos y el estro inspirado de Luis Oropeza Vásquez, esta vez auspiciada por el licenciado Javier Oropeza, Alcalde del Municipio General de División Pedro León Torres, auspicioso anuncio que hizo el burgomaestre el pasado 25 de junio de 2022, en ocasión del 134° Natalicio del Héroe de San Félix y Bomboná, conmemoración celebrada en la vecina población de Los Arenales, localidad cercana a la ciudad del Portillo de Carora, hogar de la familia Torres Arriechi.

 Su presentación y prólogo estará a cargo del presbítero abogado Alberto Álvarez Gutiérrez, escritor que ya cuenta con una meritoria y resaltante obra historiográfica. Saldrá esta bienvenida edición cuarta de los destacados y responsables talleres de la Tipografía y Litografía Horizonte, sita en Barquisimeto, Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela. Será una edición de 5.000 ejemplares, todo un acontecimiento, puesto que vencerá el magro límite del millar de ejemplares a los que estamos acostumbrados los venezolanos.

El General Pedro León Torres y el Arquetipo Mesiánico del Hermano Mayor.

En 1961 publica un joven médico psiquiatra caraqueño, Francisco Herrera Luque, una interesante y muy polémica obra titulada Los viajeros de Indias. Es una obra influida por el pensamiento filosófico de Wilhelm Dilthey, Edmund Husserl y la fenomenología, así como de la psicología analítica del psiquiatra suizo, discípulo de Sigmund Freud, el médico Carl Gustav Jung (1875-1961).

       Ahora bien, preguntémonos qué son los arquetipos. Los arquetipos de Carl Jung representan el inconsciente colectivo que compartimos todos los seres humanos independientemente de nuestra cultura, de nuestro sexo biológico o del periodo de la historia en que hayamos vivido, según la teoría desarrollada por este psicoanalista suizo y discípulo rebelde del controvertido Sigmund Freud.

Es Francisco Herrera Luque quien nos habla de los arquetipos jungianos en las páginas iniciales de Los Viajeros de Indias, de la siguiente manera: “…hay fantasmas históricos que constantemente se hacen sentir, como es el arquetipo mesiánico del Hermano Mayor, que nos carcome, de ayudar a los pueblos hermanos (…) arquetipo que parece venirnos de nuestros padres libertadores, pero que si hurgamos un poco más nos damos cuenta que esa voluntad de transformación es mucho más vieja: procede de la conquista. Los libertadores sólo la continuaron …”

Los arquetipos son dinamismos psíquicos muy arcaicos que inconscientemente motivan las conductas humanas. Los hay de distintas formas: el amigo, el inocente, el cuidador, el explorador, el amante, el creador, el bufón, el sabio, el mago, el gobernante, y el que acá nos interesa particularmente:  el héroe, que va acompañado del arquetipo del Gran Padre, emparentado con el arquetipo del Hermano Mayor del que nos habla Herrera Luque. Este arquetipo representa a un guardián del orden y la cordura en un mundo caótico.

Este arquetipo se combina con otro complejo psicológico muy presente en los pueblos hispánicos: el mesianismo. En nuestra cultura se dan cita tres potentes mesianismos: el judaico, el cristiano y el islámico. En 1980 escribió en francés el antropólogo Jacques Lafaye una obra que tituló Mesíascruzadas, utopías, con el subtítulo El judeo-cristianismo en las sociedades ibéricas. Escribe Lafaye que “el radical personalismo hispánico es causa de que la conciencia y la proeza colectiva sólo llegan a cuajar donde hay un héroe individual que las despierte y las sepa encabezar y cifrar en su inspirada personalidad.” 

Es este arquetipo mesiánico quien empuja a los Libertadores a la Campaña del Sur, estrategia continental anticolonialista que lidera Simón Bolívar, el personaje más conectado con este arquetipo mesiánico y de impronta romanticista, lo acompañan fervorosos y entusiastas los muy jóvenes patriotas José Antonio Sucre, Rafael Urdaneta, José Antonio Anzoátegui, Francisco de Paula Santander, Manuel Valdés, José de San Martín, y nuestros coterráneos Jacinto Lara, y Pedro León Torres.

          Estos serán los hombres que encarnan el arquetipo mesiánico sacrificial, pues tendrán un final apresurado, una vida excesivamente breve y un desenlace trágico, lo cual fortalecerá aún más sus estaturas mitológicas al fragor de una contienda brutal, que aparecía como interminable: el Mariscal Sucre será vilmente asesinado a los 35 años, perseguido y desilusionado morirá el Libertador Simón Bolívar a los 47 años, a los cortos 39 años morirá José Félix Ribas, decapitado en una plaza pública termina José María España a los 38 años, nuestro  General Pedro León Torres dejará la vida terrena a los 34 años en un hospital militar de los realistas en Yacuanquer, Colombia. La hecatombe de la guerra impide que ellos se acerquen siquiera a la media centuria de vida.

Una inspiración mesiánica al calor del romanticismo envuelve a estos magníficos seres humanos, quienes dejan atrás una vida de privilegios y comodidades para dar auxilio al ser humano caído, una como voluntad que se encuentra en los textos bíblicos y que anima la acción en la búsqueda afanosa y apasionada de la veterotestamentaria redención de los oprimidos.  

El busto del General Pedro León Torres ¡en la Plaza Bolívar de Carora!

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del Héroe de las decisivas batallas de San Félix y de Bomboná, Colombia. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó desde 1888 hasta 1930, es decir 42 años, el sitial que le correspondía por ley al Padre de la Patria, Simón Bolívar, esto es la Plaza Mayor o Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino en una plaza distinta construida para homenajear al General Torres, situada a dos cuadras al Este de la Plaza Bolívar, esto es, calle Monagas, cruce de la calle Bolívar. Ello revela el enorme sentimiento que los caroreños profesan hacia el desgraciado General Torres, muerto en la primavera de la vida muy lejos de su amada ciudad del tórrido semiárido occidental venezolano.

Fueron los munícipes caroreños de 1887, miembros del patriciado caroreño, de tal forma nominados por Ambrosio Perera, en ocasión del Centenario del Natalicio del desgraciado General Pedro León Torres (1887-1822), los que decidieron colocar el busto del Héroe caroreño en el lugar que le correspondía al Padre de la Patria, Libertador Simón Bolívar.  Y lo hicieron desatendiendo la normativa legal que existía al respecto, emitida por el gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, uno de los creadores del universo simbólico nacionalista de Venezuela alrededor de la figura del Padre de la Patria. Durante el llamado Septenio guzmancista, en 1874, la Plaza Bolívar de Caracas se le denominaba ya con ese nombre, se acuña la moneda nacional, el bolívar y se celebra apoteósicamente el Centenario del nacimiento del más ilustre venezolano, Simón Bolívar, el 24 de julio de 1883.

Pero en la antigua ciudad del Portillo de Carora se produjo, como dijimos, una curiosa situación con la nombradía de la antigua Plaza Mayor. Veamos lo que al respecto nos dice Luis Eduardo Mora Santana: “Sin embargo, aquella plaza sólo le cambio el nombre, seguía siendo un espacio con alguna que otra vieja ceiba en sus alrededores y seguramente algún viejo cují (Prosopis juliflora) en sus inmediaciones. No poseía estructura edificada. Así la muestra una gráfica publicada en el periódico “El Cojo Ilustrado” hacia 1892. Ya en 1888 se había colocado allí un busto del General Pedro León Torres, que ocuparía el lugar del Padre de la Patria hasta 1930, fecha del centenario de la muerte del padre Libertador. Hubo de esperar hasta 1912 cuando por disposición del General Juan de Jesús Blanco – Jefe civil y militar de Carora -, se comenzó la construcción de una estructura arquitectónica. Era la Plaza Bolívar de Carora en ese momento y hasta 1930, un lugar cedido al héroe de Bomboná. Una especie de comodato en la que la gente fundía la valoración del gesto patriótico local con una presencia espiritual de Bolívar.”

Los patricios caroreños atrevidamente realizan la colocación del busto del General Pedro León Torres en la Plaza Bolívar de Carora entre 1887 y 1888, años en que, como ya sabemos, prestigio y nombradía del presidente Antonio Guzmán Blanco fue colocado en entredicho, reprobación y se produce su exilio en París. Aprovecharon tan precisa y oportuna ocasión para colocar el busto del Héroe de las batallas de San Félix Bomboná en la Plaza Bolívar, lo cual nos revela que son los patricios caroreños los constructores del imaginario simbólico patriótico en esta remota y antigua ciudad del semiárido venezolano. Y tal audacia fue posible gracias a que esa Venezuela era un país desconyuntado y desarticulado, un País Archipiélago, como acertadamente lo ha llamado Elías Pino Iturrieta, y que ello hizo posible que lo del busto del General Torres colocado intrépidamente en la Plaza Bolívar se conociese tardíamente en la capital de la República en momentos muy turbulentos, cuando caía defenestrado el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco. Era, a su vez, una forma de reclamo más o menos velado de que los restos mortales del General Pedro León Torres no habían sido traídos a Venezuela en aquellos ya lejanos años.   

Es de hacer notar que esta antigua plaza de la cuadrícula colonial de Carora ha sido lugar generador de un potente imaginario colectivo que nos alcanza en el tercer milenio, cuando allí fueron sumariamente pasados por las armas, en 1736, unos contrabandistas apellidados Hernández Pavón, trágico acontecimiento que da lugar a la muy conocida Leyenda del Diablo de Carora, tradición recogida por Agustín Oropeza en 1919 que le da firme identidad a los caroreños. Y en el siglo XIX, para ser más precisos, en cuatro de abril, Jueves Santo de 1890, fue al pie del busto del General Pedro León Torres ¡colocado en la Plaza Bolívar de Carora!, donde nacerá el Colegio La Esperanza o Federal Carora unos pocos días después, el 1° de mayo, cuando un grupo de notables del patriciado le comunican la idea al joven abogado Doctor Ramón Pompilio Oropeza para que dirigiese tal plantel educacionista, conocido en el presente como Liceo Egidio Montesinos.  

Para finalizar esta breve crónica, debemos destacar que el otro eminente Héroe de la Independencia Suramericana, el General Jacinto Lara (Carora,1778-Barquisimeto,1859), careció de una plaza conmemorativa en su ciudad natal hasta hace unas pocas décadas, cuando en los años 1960 se construye una plaza en su honor frente al Concejo Municipal, avenida Francisco de Miranda, colocándose allí una estatua de cuerpo completo del Héroe de la Campaña del Sur, quien, a diferencia del General Pedro León Torres, sus restos mortuorios reposan en el Panteón Nacional desde el 24 de julio de 1911, honor que se le ha negado al desgraciado Héroe de San Félix y Bomboná, General de División Pedro León Torres. Pero sería injusto omitir que una placa conmemorativa en honor al General Torres fue colocada en el Panteón Nacional el 16 de agosto de 1889, como afirma Héctor Bencomo Barrios, en tiempos de la presidencia del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, quien había decretado la fundación de la Academia Nacional de la Historia un año antes, en 1888.

 El escudo del Distrito y del Municipio General de División Pedro León Torres.

La creación y diseño del escudo del entonces Distrito Torres, fue obra de Aníbal Lisandro Alvarado, hijo del sabio tocuyano Lisandro Alvarado. Apegado a la normativa de la heráldica, realiza Aníbal Lisandro en los años 1955 un escudo muy influido por modelos hispánicos. Este escudo casi es desconocido y se encuentra su óleo representativo en la Alcaldía del actual Municipio Torres, alejado del público. El escudo que conocemos, que se ha popularizado bastante, es una recreación que data del año 1969, que en ocasión del Cuatricentenario de la ciudad de Carora, adorna la portada de la obra con afán enciclopédico del magisterio torrense llamada Contribución al Estudio del Distrito Torres y Carora Cuatricentenaria.

Tal escudo está dividido en tres cuarteles, uno de los cuales es mayor que los otros dos restantes, que constituye lo que la heráldica conoce como su punto de honor o corazón. Aquí aparece un conjunto arquitectónico constituido por una hilera de siete torres, una de las cuales es más alta que las otras seis y está coronada por la bandera tricolor flameante de Venezuela. De inmediato asociamos esta imagen a los Siete Hermanos Torres, los Siete Infantes de Lara o los Siete Macabeos de la Independencia, tal como los llama el sabio merideño Tulio Febres Cordero.

       La torre de este cuartel superior del escudo más elevada será, en consecuencia, símbolo y personificación del más destacado de estos siete mártires caroreños, el General Pedro León Torres, fallecido en Yacuanquer, Colombia, en 1822. Esta identidad del apellido Torres con la arquitectura facilita el trabajo creativo de Aníbal Lisandro, pues imaginémonos lo que hubiese sucedido si el apellido de estos hermanos hubiese sido Arriechi y no Torres.  Quizá acudiría el creativo que era don Aníbal Lisandro a la iconología de la historia bíblica de los Macabeos del Antiguo Testamento, la cual es muy abundante.  De haber sucedido esto de seguro hubiese sido del agrado y aprobación de los caroreños y de sus patricios, puesto que, como es sabido, es Carora conocida con justeza Ciudad Levítica de Venezuela, rancia población del semiárido venezolano que posee desde antiguo una densa atmósfera o mentalidad religiosa.

Una lectura de los otros dos cuarteles del escudo de marras revela a una ciudad de afincada tradición intelectual y fervor religioso. Aparecen a la izquierda unos gruesos libros coronados por un sombrero negro de sacerdote, un farol o lámpara, símbolo de luz y sabiduría, sobre la cual aparece el símbolo por antonomasia del cristianismo: la Cruz.

       En el cuartel inferior derecho aparecen cinco cabezas de ganado bovino, una representación de nuestro fundamental pilar económico, afincado en el Ganado Tipo y Raza Carora, creación de los patricios caroreños y de Teodoro Herrera en Particular. Se omiten las representaciones de cabras y chivos, llamados por Chío Zubillaga estos animales del semiárido “la vaca del pobre.” Flanquean el escudo del Municipio Torres dos ramas de café, en otro tiempo gran riqueza derivada de la zona andina del Distrito o Municipio Torres.

       Nuestro escudo presenta ciertos anacronismos. Uno de ellos es el yelmo o casco del conquistador, atavío que ya no se usaba en el siglo XVI en España, pues la pólvora y los arcabuces hicieron inoperantes estos artilugios defensivos. En lugar de las dos lanzas que brotan del conquistador deberían aparecer dos arcabuces, que fueron las armas que posibilitaron la dominación hispánica de América.   

Aparte de estos símbolos del dominio peninsular europeo que aparecen en nuestro escudo, es en líneas generales una simbología dominada por el republicanismo independentista, representado de manera notoria y destacada en los Siete Hermanos Torres lo que le imprime don Aníbal Lisandro Alvarado en su afán por la construcción de nuestro universo simbólico de Patria.

El General Pedro León Torres  y el fusilamiento del General Manuel Piar en 1817

Escribe el eminente psiquiatra autodidacta caroreño Rafael Domingo Silva Uzcátegui en su Historia biológica de Bolívar, que la constitución emotiva ciclotímica del Libertador Simón Bolívar sufrió una terrible sacudida derivada de la insubordinación, juicio y posterior fusilamiento del general curazoeño Manuel Piar en 1817. Y cosa parecida podríamos decir del General Pedro León Torres, quien había sido ascendido a General de Brigada por recomendación del desgraciado General Piar, tras mostrar gran audacia y estrategia en la crucial Batalla de San Félix de 1817 que libera la muy estratégica Guayana venezolana, lugar donde se asienta la Tercera República de Venezuela, con capital en la ciudad de Angostura (Ciudad Bolívar), donde Bolívar pronuncia el inmortal Discurso de Angostura, y lugar de arranque de la Campaña de Liberación de Nueva Granada, Colombia.

 Pero el “caudillo de dos colores”, como lo llama el novelista Francisco Herrera Luque, impulsado por sus éxitos militares que lo elevan a General en Jefe, y el apoyo de otros militares de rango, encabeza una peligrosa insubordinación que impugna la jefatura suprema de Simón Bolívar, un mantuano blanco que debe ser sustituido, alegan los complotados, quienes desean fundar un régimen dirigido por los pardos, una pardocracia. Una peligrosa guerra de colores asomaba en el horizonte.

Es detenido Piar y se le somete en Angostura (Ciudad Bolívar) a juicio militar, proceso dirigido por el General Carlos Soublette, que lo condena a muerte en la horca. El Consejo de Guerra que lo acusa tiene entre sus miembros al General Torres, en quien Piar confía para reclamar una posible clemencia del jurado, pues es su hechura: fue Piar quien asciende a General de Brigada a Pedro León Torres. Sin embargo, la condena habrá de ejecutarse el 16 de octubre de 1817, previa degradación militar del sedicioso General Piar, degradación a la que con gran hidalguía y valor se opone el joven General caroreño. Criterio que finalmente se impuso y que el Jefe Supremo, Simón Bolívar, acepta.

Pero el General Torres acompaña finalmente a Bolívar y no a los sediciosos a pesar de ser “predilecto” del General Piar. Nuestro General Torres avizora que su amigo y benefactor, caído en desgracia y a punto de ser pasado por las armas, carece de la preparación del Libertador Simón Bolívar, que la Republica obtenida después de tantos sacrificios se hubiese perdido de caer en manos del General Piar.

Años más tarde, en otro escenario muy distante, en 1822, durante la Campaña del Sur, Colombia, los generales Bolívar y Torres protagonizaran un fuerte encontronazo, producto de un malentendido a unas ordenes, previas a la sanguinaria Batalla de Bomboná, que le da el Libertador al General Torres. Antes de almorzar la tropa, le dijo Bolívar a Torres, tomara las alturas que dominaban el campo, pero Torres entendió mal, dispuso que la tropa almorzara, y entretanto el enemigo ocupó aquella posición. Encolerizado Bolívar le ordena entregar el mando al coronel Barreto, que “seguramente cumplirá mejor que usted”. “Libertador -le contesta Torres- si no soy digno de servir a mi Patria como General, la serviré al menos como soldado,” y tomando un fusil salió a alinearse en las primeras filas. Inmediatamente, escribe Oropeza Vásquez, el Libertador desmontó de su caballo, corrió a abrazarlo y lo repuso en el mando. Es muy probable que el General caroreño haya pensado en esos instantes en la degradación, que, como él, tuvo a punto de sufrir su amigo y protector, el General en Jefe Manuel Piar años antes, en Angostura en 1817.

Resulta una paradoja histórica que los restos mortales del General Manuel Piar reposen en el Panteón Nacional venezolano desde el 28 de abril de 2022, y que los de su amigo y protegido General Torres no hayan logrado este honor merecidísimo. Apenas una placa simbólica ha sido colocada en el Panteón Nacional el 16 de agosto de 1889, en tanto que su osamenta espera aun por nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, ser repatriados desde Yacuanquer, República de Colombia, después de largos y prolongados 200 años. Estamos en el momento en que estos dos hombres que la fatalidad y la tragedia golpeó de diferentes maneras, se encuentren en ese recinto sagrado de la posteridad, lugar de la memoria donde se edifica la Nación venezolana. 

El ADN del General Pedro León Torres.

Desde comienzos del presente año de 2022, año del Bicentenario del Fallecimiento del General Pedro León Torres, se ha constituido en Carora, Municipio Torres, República Bolivariana de Venezuela, una Comisión del Bicentenario del Pase a la Inmortalidad del Genera de División Pedro León Torres, doloroso acontecimiento que se produjo a 1.800 kilómetros de su lugar de nacimiento, Carora y Los Arenales, en la remota y alejada ciudad sureña de Yacuanquer, Departamento de Nariño,  Republica de Colombia, límites con la Republica de Ecuador. Fallece el patriota venezolano durante la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar, el 22 de agosto de 1822, tras larga agonía que se extiende por 137 días en un hospital militar realista, tras recibir heridas mortales en su cabeza durante la sangrienta Batalla de Bomboná del 7 de abril de 1822.

Desde un principio, esta Comisión repara de una deuda histórica que constituye la retardada repatriación de los restos mortales del Héroe de las Batallas de El Juncal, San Félix, Bomboná, que hubo intentos pretéritos de hacerlo, uno de los cuales se produce en 1922, ocasión del primer Centenario de la Muerte del Patriota de la Independencia suramericana. Otra fue la que acomete el historiador Reinaldo Rojas en 2014, y la del munícipe abogado Domingo Montesdeoca.

Se pensó con cierto optimismo que en el presente año de 2022 que tal empresa sería facilitada por la existencia del descubrimiento del ADN mitocondrial, portentoso hecho científico logrado en 1953 por Watson y Crick. Pero no ha sido tan fácil. Ello se debe a diversos motivos, de entre los cuales destacamos:

Han pasado dos siglos desde el fallecimiento del General Torres y no hay garantías ciertas de que su material genético esté en buenas condiciones, pues con el paso de los años éste se descompone y deteriora. Lo otra dificultad deriva del hecho de que el Patriota fue colocado en una cripta de una iglesia y no tiene placa mortuoria que haga fácil su localización. Se agrega que los reactivos para realizar la prueba del ADN son sumamente costosos y que las universidades no cuentan con el personal especializado para realizarla.

Pero hay unos éxitos indiscutibles. Uno ha sido la exitosa celebración del 234° aniversario del natalicio del Héroe en la población de Los Arenales, Parroquia Félix Espinoza de Los Monteros y el Carora, el pasado 25 de junio de 2022. La orden de repatriación de los restos del General Torres por el presidente Nicolás Maduro, al ser solicitado por la Dra. Dulce Marrufo, agrega otro punto importante. Otro será el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Y para la Conmemoración del Pase a la Inmortalidad del General Torres el 22 de agosto de 2022 se anuncian unos solemnes y apoteósicos actos en Carora y Los Arenales, Estado Lara, que han sido programados en conjunto por el Gobierno Nacional, Gobernación del Estado y Asamblea Legislativa del Estado Lara, Alcaldía y Concejo Municipal de Torres, Iglesia Católica. Todo ello a no dudar con la masiva concurrencia del glorioso pueblo de Venezuela.

La ansiada y muy científica prueba de ADN del General Pedro León Torres deberá esperar otra ocasión, la que será muy probable que se efectúe a la brevedad debido al reciente restablecimiento pleno de relaciones de la República Bolivariana de Venezuela con la Republica de Colombia, auspicioso acontecimiento que se ha realizado mientras redactamos este ensayo (julio-agosto de 2022).

Una interpretación de la pintura de Tito Salas sobre el General Pedro León Torres

 En el presente ensayo vamos a aplicar el método iconológico, creación del historiador del arte y filósofo alemán Edwin Panofsky (Estudios sobre iconología) al óleo del año 1922 realizado por el conocido y aclamado pintor venezolano Tito Salas que representa al Héroe de la Independencia de Suramérica General Pedro León Torres (1787-1822), obra pictórica que realiza por encargo de unas notables damas del patriciado de la ciudad de Carora, Venezuela. Panofsky crea en la década de 1930 un esquema de división filosófico y propone para ello tres categorías o niveles de significado en la imagen visual. Veamos:


Los tres niveles panofskianos

  lº) Al primer nivel le da Panofsky el nombre de preiconográfico; allí se produce el reconocimiento de la obra en su sentido más elemental y expresivo. Es una interpretación primaria de lo que se ve. En la pintura de nuestro interés observamos un personaje central que ocupa casi toda la tela del óleo, un hombre que a todas luces es un militar de rango elevado, reconocible por sus charreteras, en una posición desafiante y un tanto histriónica, con un arma de fuego muy larga blandiéndola en su mano izquierda, acaba de apearse de su caballo, pues luce largas y negras polainas con espuelas calzadas, su rostro bronceado de hombre joven revela un ceño fruncido, la boca adornada con negro bigote luce apuñada, ojos que miran hacia su derecha como hacia el horizonte, presenta largas y negras patillas;  tras de él se ve un grupo de siete personas de sexo masculino, colocados en segundo plano en actitud de apacibilidad, cabizbajos, situados al borde de un terreno bastante y peligrosamente inclinado que casi no se percibe sino con esfuerzo en el cuadro de Tito Salas.

  El fondo de la composición pictórica es una monumental montaña coronada con nieve, y, más abajo, un cúmulo de nubes. Las direcciones de las sombras entre las piernas del militar venezolano muestran un momento de atardecer; en el piso del cuadro se puede observar con cierta dificultad la sombra reflejada de una persona que parece tenuemente concernida en la escena, el momento que representa el cuadro del pintor caraqueño.  

 2º) El segundo nivel es el iconográfico. En él se aborda el significado convencional o secundario de la obra. Se trata de adivinar los contenidos temáticos. No es un estadio sensible, sino inteligible, ya que hay que recurrir a la tradición cultural, personificaciones, alegorías y símbolos, por lo que debemos acudir a las fuentes literarias. De allí que en la pintura analizada identificamos un tema propio de la nuestra abundante iconografía de la Guerra de Independencia continental:  se trata de un momento en una campaña militar que se escenifica en un vivac en la inmensa cordillera de los Andes suramericanos, en las fronteras entre Colombia y Ecuador. Un militar arroja al piso su sable, al que ha partido en dos y se ve abajo a la izquierda de la composición, al tiempo que en su mano izquierda sujeta un arma de fuego tan alargada como antigua.

 3º) Llegamos de esta manera al tercer y último nivel panofskiano, el nivel iconológico o iconografía en sentido profundo, pues es una interpretación del significado intrínseco o contenido de una obra. Se busca el significado inconsciente, tal como lo entiende Seguismund Freud, que se esconde detrás de la intención de Tito Salas, creador de esta escena pictórica. El objetivo de la iconología no es otro que el de desentrañar los principios de fondo que revelan la actitud básica de una Nación, un período, una clase social, una creencia religiosa o filosófica condensada en una obra pictórica.

El militar del óleo es el joven caroreño y venezolano General Pedro León Torres (1788-1822), quien momentos antes de la escena pictórica ha recibido dura reprimenda del General Simón Bolívar por interpretar de manera equivocada unas órdenes militares durante la Campaña del Sur, lo que el Libertador interpreta como cobardía, según sostiene su biógrafo Luis Oropeza Vásquez (Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, 1974) , pues es inminente el sangriento y fatal encuentro armado de la Batalla de Bomboná (7 de abril de 1822) que resultó ser una horrorosa carnicería. Bolívar, enojado, le arrebata el mando de la división, a lo que Torres responde airadamente y sin mostrar abajamiento alguno: “si no sirvo como General, serviré como soldado” y al proferir estas palabras lo hizo arrebatando el fusil a un soldado (que no aparece en la pintura de Tito Salas). Bolívar, conmovido por aquel desafiante gesto, le devuelve el mando al General Torres, lo que sin embargo será su sentencia de muerte, pues recibirá en Bomboná heridas mortales que le provocan la muerte tras larga agonía de cinco meses en la población colombiana de Yacuanquer (22 de agosto de 1822) en un hospital militar de los realistas. Muere el General Torres como prisionero de guerra a los 34 años de edad.

Hay en el cuadro de Salas tres aspectos que nos llaman la atención. El primero tiene que ver con que el General Torres tiene la boca cerrada, cuando las fuentes históricas revelan que fue en esa ocasión intenso cruce de palabras entre los dos iracundos jóvenes militares venezolanos. El segundo, es que nos llama la atención que los siete soldados del cuadro no parecen prestarle atención a la disputa que protagonizan dos de sus altos jefes, y están como adormilados haciendo la digestión de los ranchos, lo que fue motivo de la disputa entre los generales Bolívar y Torres. Y el tercero, que no es menos llamativo e intrigante: el Libertador no aparece en el óleo sino como una sombra reflejada en el piso de la pintura, lo que nos parece como cierto rebajamiento de la figura cimera del genio continental americano que es el Libertador Simón Bolívar que comete Tito Salas en su cuadro, pintado por encargo caroreño hace ya una centuria. Con todo, se trata de una joya pictórica que requiere ser declarada Patrimonio Cultural de Venezuela a la brevedad.

Luis Oropeza Vásquez, biógrafo del General Torres

Este extraordinario escritor y periodista caroreño, que usaba el seudónimo de Lor-Vas, tiene además un mérito pocas veces tomado en cuenta: su formación autodidacta de historiador. Sin tener relación con nuestras escuelas de historia venezolanas, hilvana y traza una muy bien documentada interpretación de la historia del Héroe de la Batalla de Bomboná que ahora se está reditando por tercera vez, que plantea el viejo dilema del individuo en la historia, complejidad que tanto llama la atención del marxista ruso Jorge Plejánov y del historiador británico Edward H. Carr. En tal sentido su obra más emblemática es Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, 1974.

 Esta destacable y de ninguna manera despreciable condición autodidacta de Don Luis Oropeza Vásquez, nos recuerda a la de los inmensos escritores caroreños Cecilio “Chío” Zubillaga (1887-1948) y Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980), quienes realizan una gigantesca obra literaria que nos llega, influenciándonos, hasta el presente. Es que la naturaleza del idioma (español) favorece el nacimiento de talentos extremados, solitarios y excéntricos”, escribe el Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz. Se trata de dos exponentes magníficos de lo que hemos llamado tentativamente “genio de los pueblos del semiárido larense venezolano.”, al que debemos agregar, sin titubeos de ninguna especie, el caso emblemático de Don Luis Oropeza Vásquez, que bien se lo merece por el alcance de su obra.

 El periodista Luis Oropeza Vásquez

Don Luis Oropeza Vásquez fue columnista destacado del diario El Impulso, fundado como sabemos en Carora en 1904, de El  Diario de Carora, de Cantaclaro, periódico que como sugiere el Maestro Alirio Díaz, merece una edición facsimilar, del diario caraqueño El Universal,  fue corresponsal del diario El Nacional de Miguel Otero Silva, su columna Mirador de Argos era lectura obligada de caroreños y larenses entonces, se ocupó del hogaño difícil tema de la inmigración, de la figura excepcional del literato barquisimetano Antonio Arráiz, creador de los arquetipos venezolanos de Tío Tigre y Tío Conejo. De manera magistral nos da a conocer de igual modo esa evocación que habita nuestra emotiva y fértil imaginación con la popular y siempre recontada Maldición del Fraile, una imprecación solo posible en el ámbito del catolicismo raigal de nuestros pueblos.

 En 1973 fue condecorado por el presidente de Venezuela Dr. Rafael Caldera, este gentil caballero que fue miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Centro de Historia Larense. Su sitial entre los más reconocidos historiadores larense lo ha encontrado por su magnífica biografía del Héroe de las Batallas de El Juncal, San Félix y Bomboná, el General de División Pedro León Torres (1787-1822), obra con la que se hizo merecedor del Premio Literario General Juan Jacinto Lara, auspiciado por el Instituto Universitario Politécnico, Barquisimeto, Venezuela, 1973. Su obra sobre el Héroe caroreño se titula Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, premiada por un jurado notabilísimo: Dr. Pascual Venegas Filardo, Dr. Carlos Felice Cardot, Luis J. Acosta Rodríguez, Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel.  

Ésta bien documentada obra, escrita en buen castellano, juiciosa, se encamina a ver aparecer su cuarta edición en el presente 2022, Año Bicentenario del Pase a la Inmortalidad del Héroe de Bomboná, todo lo cual habla de su éxito desde 1974, año en que vio su primera edición. 

 

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Bibliografía consultada.

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Herrera Luque, Francisco. Los Viajeros de Indias. Monte Ávila Editores, Caracas, Venezuela, 1981.

Leal, Ildefonso. El primer periódico de Venezuela y el panorama de la cultura en el siglo XVIII. El Libro Menor. Academia Nacional de la Historia. Caracas, Venezuela, 2002.

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Oropeza Vásquez, Luis. Vida y sacrificio del General Pedro León Torres. Ediciones del Instituto Universitario Politécnico. Barquisimeto, Caracas, 1974. (primera edición)

 Oropeza Vásquez, Luis. Vida y sacrificio del General Pedro León Torres. Ediciones de la Alcaldía del Municipio Autónomo Torres, Junta del Bicentenario del Natalicio del General Pedro León Torres. Carora, Venezuela, 1987. (segunda edición)

Picón Salas, Mariano. Comprensión de Venezuela. Ediciones Lagoven. Caracas, Venezuela, 1987.

Rojas, Reinaldo. Venezuela: Fiesta, imaginario político y nación. Universidad Nacional Experimental de Yaracuy. San Felipe, Estado Yaracuy. República Bolivariana de Venezuela. 2011.  

Silva, Ludovico. Teoría de la ideología. Contracultura. Fundación Editorial El Perro y la Rana. República Bolivariana de Venezuela, Caracas, 2011.  

Silva Montañés, Ismael. Biografías. Imprentas y periódicos caroreños. Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres. Carora, Venezuela, 2001.

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Varios Autores. Testimonios trujillanos para Carora.  Editorial Valera, Estado Trujillo, Venezuela, 1969.

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...