sábado, 24 de julio de 2021

Gramáticas mexicanas


Cuando en una fría y brumosa mañana de marzo de 1972, en la merideña Universidad de Los Andes venezolana, recibí de las hermosas manos de mi compañera de estudios Giovanna Higuera un pequeño libro llamado El laberinto de la soledad, quedé deslumbrado, por no decir atónito desde entonces después que hicimos una lectura en común. En una Facultad de Humanidades y su Escuela de Historia, de signo marcadamente marxista, leer una obra del mexicano Octavio Paz era poco menos que un sacrilegio, una ofensa. Era literatura burguesa, se decía con acritud, escrita por un hombre, un poeta que se había alejado de su pasado revolucionario, un apóstata del que ni siquiera su nombre podía ser mencionado.

La Escuela de Historia, donde quien escribe estudiaba con gran entusiasmo y entrega, estaba por entonces como secuestrada por otro pequeño y muy admirado texto: Los conceptos elementales del materialismo histórico, escrito en 1969 por la psicóloga y socióloga chilena Marta Harnecker. Se usaba en casi todas las asignaturas generales de nuestro plan de estudios: Introducción a la Historia, Sociología, Filosofía, Economía Política. Ambos textos representaban para el adolescente que era yo, dos maneras de comprender la realidad y la vida, dos maneras completamente distintas y hasta antagónicas, por lo que mi mente maravillada sufrió una especie de “esquizofrenia intelectual” que no atino entender completamente todavía después de aquel encuentro con el mexicano y la chilena en los pasillos de la Facultad de Humanidades emeritense de hace media centuria.

Dos libros de bolsillo ambos, que habían logrado lo que no pudieron hacer los pesados volúmenes que consultábamos en la Biblioteca Gonzalo Rincón Gutiérrez de la Facultad día y de noche. Pensaba en la relación base-superestructura marxista y simultáneamente en el “pachuco” mexicano, lo que me provoca una enredona intelectual gigantesca, pero que fue muy fructífera y estimulante. Se trataba de un encontronazo del marxismo althusseriano con la filosofía de Ortega y Gasset, como comprendí después, de la lucha de clases marxista y la circunstancia mexicana.

 

Si nos ponemos a ver, ambos textos tienen una genealogía distinta. La de Los conceptos elementales de materialismo histórico deviene del filósofo francés Louis Althusser, quien hizo una lectura no sovietizante de Karl Marx, a lo que se debe atribuir su popularidad entonces en aquellos años, época en que nacía el Movimiento Al Socialismo (MAS) partido político de Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, un partido con muchos intelectuales en su seno, que fue duro crítico de la Unión Soviética y Cuba, pero también del capitalismo, que tuvo resonancias mundiales desde su fundación en enero de 1971.

La genealogía de El laberinto de la soledad deviene de tierras de habla castellana, lo que es meritorio destacar, la muy original filosofía del español José Ortega y Gasset, según dice Octavio Paz. Su Raciovitalismo, expuesto en 1925, comenzó a difundirse en toda América Latina. Pero fue en México donde se formó un movimiento orteguiano, con José Romano Muñoz y principalmente Samuel Ramos. “Era, dice el francés Alan Guy, una reacción al bergsonismo, caro a la Generación del Centenario. Ortega concilió racionalismo y vitalismo, que impacta a los filósofos españoles del exilio y que combinaba la fenomenología de Husserl y el existencialismo de Heidegger. Lo que les sedujo, en El tema de nuestro tiempo, fue la síntesis hábil de la razón y de la vida, la atención prestada a las circunstancias hic et nunc, el carácter concreto del perspectivismo y el rechazo de toda metafísica, en beneficio exclusivo de cierto relativismo.”

El orteguismo impacta a Samuel Ramos (El perfil del hombre en México), al eminente pensador Leopoldo Zea, y su idea de que la filosofía debe nacer desde la circunstancia, es decir de México (La filosofía americana como filosofía sin más), Luis Abad Carretero (Una filosofía del instante), Emilio Uranga (Análisis del ser mexicano), Salvador Reyes Nevares (El amor y la mistad en el mexicano), Fausto Vega y Francisco López Cámara, La ultima Thule de Alfonso Reyes, y La invención de América de Edmundo O’ Gorman. En la Patria de Bolívar el orteguismo impacta al eximio ensayista Mariano Picón Salas en su De la conquista a la independencia, 1941, en Argentina a Victoria Ocampo, fundadora de la sin par Revista Sur.

 Sobre el orteguista Octavio Paz se extiende el filósofo francés Alan Guy: “Ni siquiera el filósofo poeta mexicano Octavio Paz dejó de ser tocado por esta preocupación orteguiano-mexicanista, en su bello ensayo El laberinto de la soledad y sus otros trabajos El arco y la lira, y Claude Levi-Strauss o el nuevo festín de Esopo. Para quien escribe el mexicano y Premio Nobel es un autor esencialísimo y es una de las influencias más destacadas de mi pensamiento. En mi biblioteca gozan de lugar de privilegio El ogro filantrópico, el muy erótico librillo La llama doble, la apasionante biografía que no dejo de releer Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, El arco y la lira, El laberinto de la soledad, que le dio gran notoriedad desde su aparición en 1950.

Tuve el privilegio de conocer a la autora chilena muchos años después, en la ciudad del semiárido de la cual soy su Cronista, Carora, Venezuela, cuando fue invitada a dictar conferencia en la Alcaldía del Municipio Torres en tiempos de la Revolución Bolivariana poco antes de su fallecimiento en 2019. Ya no era la que conocí en mis lecturas en Mérida, una adelantada discípula de Louis Althusser en los años de la gran revuelta estudiantil parisina del 68 y de la horrorosa Masacre de Tlatelolco en México. Medio siglo después era una mujer distinta, comprometida con vivencias concretas con los movimientos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, asesora del presidente Hugo Chávez Frías. Hablaba de hechos concretos de la vida y no de las abstracciones del materialismo histórico que creyó interpretar de manera antidogmática, lejos de la paralizante y mineralizada interpretación soviética que entonces campeaba a finales del siglo pasado en los institutos de educación universitaria. Era una mujer muy crítica de los dogmatismos de toda laya, en su juventud se enfrentó a los dictados de la Juventud Católica chilena en la que militaba, y enfrentó con valentía y audacia ese fósil antediluviano que era el marxismo soviético, del que nos habló el tan mencionado entonces filósofo alemán Herbert Marcuse, gran gurú e inspirador de la gran revuelta estudiantil del Mayo de 1968.

Había un sesgo estructuralista en Los conceptos fundamentales del materialismo histórico, que fue producto de la notable influencia que recibe Harnecker en Francia de manos de Louis Althuser, el redescubridor de Marx y que termina su vida víctima de la esquizofrenia como su camarada Michel Foucault. Ese texto fue escrito para orientar al movimiento obrero y campesino latinoamericano y creo que no tuvo impacto en las investigaciones históricas concretas. Era, pues, sólo eso, un manual. Toda esa discusión que generó el pequeño libro de la chilena hace media centuria ha quedado casi en el olvido y hogaño preferimos estudiar a nuevos marxistas y sus nuevas interpretaciones de Marx, tales como la muy interesante de los españoles Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, quienes hacen referencia muy oportuna a las experiencias revolucionarias latinoamericanas en su obra El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx, Akal, 2010.

Medio siglo luego de mi insólito e infrecuente encuentro entre las obras de la chilena y el mexicano, hallo en la obra del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz una perennidad, una como infinitud que el texto de Harnecker no tiene, lo que deviene quizás de su fría y cientificista intelectualidad afrancesada. Todo lo contrario de El laberinto de la soledad, que es una preocupación por comprender el tiempo detenido y el instante eterno del díscolo y festivo pueblo mexicano y por extensión latinoamericano. Es un verdadero monumento literario, una obra maestra que comparo a Casa grande y Senzala (1933) del brasileño Gilberto Freyre y a la novela Doña Bárbara (1929) del venezolano Rómulo Gallegos, obras que le dieron consistencia histórica y psicológica a los pueblos y que se pueden leer con provecho en cualquier latitud y momento. Gracias a Octavio Paz, y más recientemente al antropólogo comparatista británico Jack Goody (El robo de la historia, 2006), hemos podido entender finalmente  que el marxismo es una teoría fuertemente eurocéntrica y etnocéntrica, que las desconcertantes vicisitudes latinoamericanas, su originalidad étnica, su inmensa literatura, no tienen lugar en el seco esquema explicativo marxista que nos ofreció la sureña Marta Harnecker hace ya diez largos lustros en aquella Escuela de Historia emeritense que rememoro hogaño con inmensa nostalgia.

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana

y Caribeña, UPEL, Barquisimeto, Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

 

Escribir en la era de internet



El oficio solitario de escribir se ha modificado profundamente y para siempre desde que aparece el fantástico artilugio llamado internet, la tercera gran revolución de la comunicación desde la palabra y la imprenta de Gutenberg, según afirma el semiólogo español Ignacio Ramonet. Estos dramáticos y profundos cambios los he experimentado en carne viva a mis 68 años y desde que escribí para la prensa por vez primera en 1972. Movido por el deseo de escribir y de tener a mi disposición una fiable y respetada fuente de conocimientos a la mano, adquirí con mi primer sueldo de docente en educación media, en 1977, la afamada Enciclopedia Británica, la cual, oh dolor, ha sido sustituida por la mucho más ágil y al instante actualizada enciclopedia digital Wikipedia, portento del conocimiento que nace el 20 de junio de 2003 en San Francisco, California.

  La era digital, que profetizó de manera aguda el canadiense Marshall Mc Luhan, ha permitido que Wikipedia haya en ella 56 millones de artículos en 321 idiomas que  han sido redactados en conjunto por voluntarios de todo el mundo,5 lo que suma más de 2000 millones de ediciones, y permite que cualquier persona pueda sumarse al proyecto6​. El prefijo “Wiki” se deriva de la lengua hawaiana que significa rápido, veloz.

En el año 2014 redacté un ensayo sobre la psiquiatría francesa y la literatura modernista de finales del siglo XIX y comienzos del XX de los poetas Rubén Darío y Leopoldo Lugones, y debo confesar que sin internet y sin Wikipedia no habría logrado realizar este trabajo con el cual gané la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez. En Wikipedia encontré con una velocidad pasmosa datos inestimables de los médicos psiquiatras Henry Baruk, Pierre Janet y Max Nordau, entre otros. Lo hubiese logrado con mucha dificultad si hubiese consultado a mi ya vieja (y no por ello menos querida) Enciclopedia Británica del año 1976.

Conocidos escritores, como el afamado historiador británico Peter Burke, se han constituido en grandes defensores del importante papel que hoy en día juega la Wikipedia, elogiando también sus controles de fiabilidad: "En los últimos diez años más o menos, tal vez un poco menos, he comenzado a utilizar la Wikipedia, especialmente para obtener una primera idea sobre un determinado tema o área de interés y también por la bibliografía. [...] Antes de reescribir alguna información chequeo y compruebo la información que reproduzco. Luego, cuando decido lo que quiero escribir o contar, es cuando comienzo a hacer una investigación en mayor profundidad. Wikipedia es ideal para ver las conexiones entre diferentes temas.

En una enciclopedia tradicional, sigue diciendo Burke, se presentan por separado y un artículo aparece junto a otro sólo porque comienza con la misma letra del alfabeto. Eso ya no pasa con la Wikipedia. [...] Esencialmente, lo que me gusta de Wikipedia son dos cosas. En primer lugar, que está en constante revisión y actualización, de una manera que una enciclopedia tradicional en papel nunca podría hacer.

Hace unas semanas murió uno de los más grandes historiadores ingleses, el marxista Eric Hobsbawm (1917-2012); no hubo que esperar ni 24 horas y ya estaba puesta la fecha de defunción en Wikipedia. Para esta actualización en la enciclopedia en papel tienes que esperar diez años. En segundo lugar, me gusta mucho lo que yo llamo las advertencias de ayuda intelectual (the intellectual help warnings) que señalan en el propio artículo si éste es parcial o sesgado, si no tiene suficientes fuentes, o hace falta una verificación de citas, y otras deficiencias. Nuevamente, eso no se puede hacer con una enciclopedia tradicional impresa y los editores de enciclopedias en papel deberían tomar ejemplo. Wikipedia se diferencia de las enciclopedias en papel en que además es más voluminosa, está disponible en más idiomas y está sujeta a constante revisión y reestructuración, en contraste con el desfase temporal que afecta a las ediciones de las tradicionales, afirma Burke.

A quien escribe le sucede que cuando hay interrupción del servicio de internet me resisto sentarme a teclear, no me salen ideas con fluidez, puesto que Wikipedia se ha trasformado en una herramienta indispensable e insustituible para el escritor. Antes debía levantarme de mi asiento frente a la máquina de escribir mecánica marca Olivetti, e ir a la búsqueda en mi desordenada, tradicional y polvorienta biblioteca una cita de un determinado autor y por ello gastaba un tiempo muy largo que me hacía retardar   mucho la culminación de los ensayos y escritos.

Y no solo ello, sino que también accedo a bibliografías que antes no tenía a mi alcance. Una de ellas fue el extraordinario y filosófico poema Primero sueño (1692) de la poetisa novohispana del siglo XVII sor Juana Inés de la Cruz. “Es una confesión, dice Octavio Paz de este poema, que termina en un acto de fe: no en el saber sino en el afán de saber.”

Pienso que con estas tecnologías de la información se habría evitado el vicio de la procrastinación o Complejo de Penélope, que sufrieron en su momento grandes escritores: Karl Marx se retarda en escribir su obra principal El Capital por más de 30 años y solo ve publicado el tomo primero en 1867, pues los dos tomos restantes los edita tras fatigoso trabajo su amigo Friedrich Engels, después de la muerte de Marx en 1883.

Otro tanto no menos dramático es el del escritor realista francés Gustave Flaubert, quien era un fanático y compulsivo buscador de la “palabra justa”, (le mot juste) una preocupación estética tras la cual agotaba largas noches de insomnio para redactar su novela Madame Bovary.  Y qué decir de Fausto, la cual fue publicada por el poeta y científico tudesco Johan Wolfgang Goethe en dos partes, 1808 y 1832, monumento literario capital en lengua germana que le lleva casi toda su larga existencia de 83 luengos años escribir.

 “Cuando García Márquez escribía las páginas sobre la peste del insomnio, escribe Álvaro Santana Acuña, llevaba casi veinte años tratando de terminar esa novela que se llamaría Cien años de soledad. Había intentado hacerlo de mil maneras: por las noches después del trabajo o durante sus vacaciones, cuando vivió en París, Barranquilla y Caracas. En el otoño de 1965 descubrió que esa novela solo podría escribirla si abandonaba su trabajo, sus amistades y se aislaba en un cuartito para trabajar desde la mañana a la noche. Así lo hizo”. De haber tenido el Gabo internet en 1967 hubiese viajado digitalmente a ese país mítico de Armenia, donde se dice que nació el mago que sabía del destino final de la familia Buendía, y su encierro se habría abreviado de gran manera en la búsqueda de información para escribir la que se ha llamado la primera novela verdaderamente global (Gerald Martins), y creo firmemente que esos 18 meses de encerrona del Gabo se habrían reducido a la mitad de haber tenido en sus manos una laptops y conexión con internet.

Pero hay quienes despotrican y atacan las nuevas tecnologías, tal como lo hicieron los copistas a mano cuando aparece la imprenta en el siglo XV. Existen escritores muy prolíficos y muy buenos que no acceden a la tentación de lo digital, como es el caso del Nobel de Literatura (2010) Mario Vargas Ll0sa. El peruano arremete duramente contra los jóvenes que chatean porque “piensan como mono”. Las reglas gramaticales han sido demolidas por Facebook y twitter. Internet ha acabado con la gramática, afirma rotundamente el Nobel de Literatura peruano. El autor de "La ciudad y los perros", calificó de "aterrador" el lenguaje que usan los jóvenes en internet o en los dispositivos móviles. "Si escribes así, es que hablas así; si hablas así, es que piensas así, y si piensas así, es que piensas como un mono. Y eso me parece preocupante. Tal vez la gente sea más feliz si llega a ese estado. Quizás los monos son más felices que los seres humanos. Yo no lo sé", sentenció el Nobel peruano, siempre a la búsqueda de figuración. Ha defendido la legalización de la droga, rompe con La Habana de Fidel, y le da tremendo puñetazo al Gabo que lo deja noqueado.

Con todo, la era digital esta entre nosotros y apenas está comenzando, dice Ramonet. La lucha de clases que vio Marx en las humeantes fábricas de su siglo se ha trasladado a la información, asienta el filósofo germano Habermas. Se habla hogaño de la posverdad y de las fake news, y mientras redacto este ensayo se habla del programador israelí Pegaso, que se ha estado usando para hackear a periodistas en el mundo entero. Y que la pequeña y aislada nación de Corea del Norte cuenta con el más sofisticado grupo de ciberguerreros, el temible Grupo Lázaro, que hace la guerra al odiado capitalismo desde la plataforma digital. Cosas veredes, Sancho.

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...