martes, 20 de septiembre de 2016

Ochenta años del Liceo Lisandro Alvarado

“Venezuela entró al siglo XX en 1936”, escribe Mariano Picón Salas al referirse al estado de parálisis y miedo que vivió el país durante la larga noche gomecista. Las instituciones y los hombres renacen bajo el impulso de la libertad y la democracia bajo la conducción del general Eleazar López Contreras. Una de ellas es el Liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto, quien deja atrás al viejo Colegio Federal que venía cargado de retórica y latines desde el siglo XIX.
 Epónimo extraordinario adorna y le da impulso intelectual al viejo instituto, el sabio tocuyano Lisandro Alvarado. Es un renacimiento docente, nos dice Maryelis Vargas en su magnífica investigación titulada el Liceo Nacional Lisandro Alvarado de Barquisimeto, 1936-1969, con la Dra. Neffer Álvarez como tutora, en la Maestría en Historia de nuestro Pedagógico, fundada por el Maestro Dr. Reinaldo Rojas, ensayo de investigación histórica que he leído con sumo agrado y complacencia.
En aquel tiempo no existía la carrera docente para la secundaria, puesto que el Instituto Pedagógico Nacional nacería precisamente en 1936 por iniciativa del merideño Picón Salas. De tal manera que los docentes  del Liceo Lisandro Alvarado en ese año auroral  eran médicos, abogados y bachilleres: Director Dr. Eligio Anzola Anzola, acompañado del Dr. José Florencio Méndez, Dr. Antonio Alcalá, Dr. Esteban Agudo Freitez, Dr. Rómulo Ruiz Dávila, Dr. German ponte, Dr. Carlos Arapé, Dr. Jorge Saldivia, Dr. Ramiro Montesinos, Dr. Pedro Pereira, Dr. Miguel Rodríguez Rojas, Dr. Carlos Gil Yépez, Br. Mario Núñez, Br. Rafael Oliveira, Br. Tomas Aguilar, Br. Américo Henríquez, Br. Héctor Castillo Reyes, Br. Héctor Castillo Arráez.
En ese año de huelgas y movilizaciones los alumnos del instituto eran 77 y funcionaba en el viejo local del Colegio Nacional de Varones de Barquisimeto, situada en la calle Lara con calle Ilustre Americano. Carecía de gabinetes de física y química, las pruebas prácticas las tenían que hacer en las casas de familia para de tal manera comprar las sustancias químicas. Carecía también de biblioteca y esperan que el Ministro de Instrucción,  Dr. José Ramón Ayala, los dote de tan necesarios elementos, dice el diario El Impulso entonces. Los salarios anuales del personal eran: Director 8.400 bs.; Sub Director Secretario 4.800 bs.; 25 profesores 42.000 bs.; tres preparadores 3.600 bs.; un guardián para los gabinetes y laboratorios bs. 1920; un vigilante bs. 2.400 bs.; un portero bs. 1440; un sirviente 1.200 bs.; para gastos de diversas cátedras bs. 840; artículos de escritorio bs. 480.
El movimiento estudiantil se nuclea en esta venerable institución, y se crea allí la seccional regional de la Federación de Estudiantes de Venezuela, la cual inicia sus actividades con una huelga en apoyo a unos estudiantes expulsados de la Universidad Central de Venezuela acusados de comunistas.
En ese efervescente estado de ánimo fue destituido y enviado al estado Mérida el Director de la institución, Dr. Eligio Anzola Anzola. Los docentes y estudiantes no ven con buenos ojos esta decisión ministerial y en consecuencia evitan la toma de posesión del nuevo Director, César A. Zamora. Suspenden las actividades. Augusto Mijares, Ministro del ramo, asegura que la protesta podría provocar la clausura del Liceo. El Ministerio de Educación Nacional finalmente cede ante las exigencias lisandristas y para ello envía una comisión a negociar encabezada por el Dr. Alberto Arvelo Torrealba, quien seguramente estaba escribiendo por aquel entonces su inmortal cantata Florentino y el Diablo.
Se reanudan las actividades académicas en una nueva sede ubicada en las calles Ilustre Americano con Libertador. Se refacciona para ello el local y se  dota de gabinetes de química y algunos equipos de ciencias naturales. Al año siguiente, en 1937, se abren nuevas secciones y es designado nuevo personal: Director Dr. Eladio del Castillo Reyes, Sub Director Br. Tomas Aguilar, Alberto Castillo Arráez, A. García Salas,  Antonio Manzano, J. M. Pérez, Teodoro Vargas, esteban Agudo Freitez, Luis Gómez López, José Rafael Castillo, Carlos Bujanda, Carlos Felice Cardot, Guillermo Luna, Diógenes Macías, Gerardo Irigoyen, Manuel Viacaba.
Pero persistían los problemas. El diario El Impulso dirá que “el Liceo Lisandro Alvarado prácticamente no funciona”. El Director se ausentaba en viajes a Caracas, algunos profesores renunciaron y en la asistencia se registran a menudo faltas.
Pero la institución saldrá adelante y de ellas egresaran significativos personajes: José Vicente Rangel, Rafael Andrés Montes de Oca, Luciano Valero, Manuel Caballero, Ramón Guillermo Aveledo, Adrián Lucena Goyo, Áureo Yépez Castillo, José Antonio Abreu, José Manuel Briceño Guerrero, Martín Díaz Peraza, Napoleón Arráez,  Ramón Escobar Salom, Rubén Monasterios, Ramón Querales, Salvador Garmendia, Vinicio Adames, Alí Rodríguez Araque, Franco Medina, Marco Tulio Bruni Celli, Homero Parra, José Furiati, Juan Páez Ávila, Freddy Castillo Castellanos, Julio Escalona…
Larga vida a esta noble e insigne institución educativa larense.

EL RETORNO DE LOS BRUJOS

Fue tal el título de un libro que impacta desmesuradamente la década de 1960, editado originalmente por Gallimard en Francia, y que se vendió por millones de ejemplares en todo el orbe este grueso libro. Sus autores eran Luis Pauwles y Jaques Bergier, quienes disfrutaron de una rutilante popularidad entonces.
 Es curioso que un libro tan subjetivo y metafísico se haya escrito en el país de la duda metódica y el escepticismo cartesiano. Será, acaso, por ello mismo, es decir debido al cansancio por el pensamiento metódico y racional de la Ilustración francesa que estos dos hombres, que se encontraron de forma fortuita, escribieron a cuatro manos este libro que sostiene la posibilidad de vida extraterrestre, su eventual encuentro con ella, la comunicación telepática, la parapsicología, que ensalza el poder manipulatorio de la materia de la antigua alquimia y de una eventual explosión atómica antes del siglo XX gracias a ella, la existencia de civilizaciones desaparecidas hace diez mil años, que el sabio Poincaré estuvo muy cerca de ser el Einstein del siglo XIX, que en los mapas medievales turcos aparecía América, el entronque de la ideología nazi con mitologías nórdicas y del oriente y cosmogonías mágicas, la Sociedad Vril en la Alemania de Hitler, que los libros sagrados del cristianismo recogen la existencia de gigantes, ocultismo, entre otras increíbles especulaciones.
En 1969 era mi libro predilecto, junto a las novelas Papillón de Henry Chariere, y De la Tierra a la Luna, de julio Verne. Por meses enteros, debo confesar, me atrapa aquella lectura que me brindaba la oportunidad de entrar en relación con una ciencia natural distinta a la muy acartonada que se enseñaba en el Liceo Egidio Montesinos de Carora. Debe de existir Otra tabla de los elementos, pensaba. El vidrio flexible del medievo y las baterías eléctricas petrificadas encontradas en no recuerdo cuál desierto de Asia eran mis cavilaciones. Puro pensamiento lateral e intuitivo diríamos hoy.
En sus páginas leí por vez primera los nombres de Arthur Clarke, autor de 2001 Odisea del espacio, el del paleontólogo jesuita Teilhard de Chardin o del  literato argentino Jorge Luis Borges. Es un libro ameno, bien escrito y refiere a ciertos autores que denotan cierta preparación intelectual de sus autores: Rimbaud, Paul Eluard, Oppenheimer, Fermi, Donoso Cortés, Gurdjieff.  Después de todo son franceses, hijos de una refinada y antiquísima cultura, sin duda. Acuñaron un término muy usado hasta el presente: “realismo fantástico” que abrió camino a otros libros como el de Daniken Recuerdos del futuro, la redición de El misterio de las catedrales, de Fulcanelli, la serie de J. J. Benitez Caballo de Troya. “Jesuscristo es el gran extraterrestre”, decía este español.
 Alabado y combatido con la misma fuerza, el Retorno de los brujos tarda un tiempo en diluirse en el olvido. Uno de los ataques más furibundos contra este género de literatura procede del astrónomo estadounidense Carl Sagan, quien en su libro El mundo y sus demonios,  subtitulado La ciencia como una luz en la oscuridad escribe que  cada campo de la ciencia tiene su propio complemento de pseudociencia. Los geofísicos tienen que enfrentarse a Tierras planas, Tierras huecas, los botánicos tienen plantas con vidas emocionales, los antropólogos tienen monos hombres supervivientes, los zoólogos dinosaurios vivos, los biólogos evolutivos tienen a los literalistas bíblicos, los arqueólogos tienen antiguos astronautas, runas falsificadas y estatuas espurias, los físicos tienen máquinas de movimiento perpetuo como el que atormentó a Leonardo Da Vinci, un ejército de aficionados a refutar la relatividad einsteniana,  y quizá la fusión fría, los químicos aún tienen la alquimia, los psicólogos tienen mucho de psicoanálisis y de parapsicología, los economistas tienen previsiones económicas a largo plazo, la astronomía tiene como equivalente principal la astrología. A veces las pseudociencias, dice Sagan, se entrecruzan y aumenta la confusión, como en las búsquedas telepáticas de tesoros enterrados de la Atlántida o en las previsiones económicas astrológicas.
Con todo, El retorno de los brujos sirvió para aumentar nuestra juvenil curiosidad, calibrar lo fantástico delimitándolo de lo real, advertir de la anticiencia, distinguir entre visiones verdaderas y falsas, alucinaciones y toda una legión de falacias lógicas y retóricas con lo cual se reafirmó nuestra cultura científica basada en el escepticismo moderno, una cualidad a preservar a toda costa, máxime ahora cuando la mentira se disfraza de verdad en los medios de comunicación y más señaladamente en internet.

martes, 6 de septiembre de 2016

EDGAR RIVERO CASTILLO, DISCIPULO DE TRINO OROZCO

Edgar Rivero Castillo

Trino Orozco

Fue Edgar mi compañero de estudios de sexto grado cuando el profesor Hernán Prieto nos animaba a dibujar en las aulas del Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza, allá en 1963. Se considera discípulo e hijo del Maestro Orozco, que hasta pernoctaba en su casa de Barquisimeto. “Es un hijo más de la familia”, decía su esposa Luz. Expresa que Ramón Chirinos y Orozco le han influido, afirma este pintor que deja la gerencia de un banco para irse detrás de los pinceles y las paletas. Algo de Paul Gauguin hay en esta decisión suya. Una determinación que le quita el sueño por allá, en 1989.
Con vanagloria me dice que el humanista caroreño Luis Beltrán Guerrero le dedica una de sus Candideces, su afamada columna de crítica literaria en el diario El Universal de Caracas en 1987. Otro tanto hizo el crítico de arte caroreño Rafael Montes de Oca Martínez en las páginas de El Impulso. En el Círculo Militar de la capital, Guerrero le presenta al filósofo y docente de la UCV, Ludovico Silva, quien le escribe una reseña en el diario fundado por Andrés Mata. Morirá Silva intempestivamente cinco meses después de estar en Carora en los actos del Centenario del nacimiento de Chío Zubillaga y la entrega del premio literario  que en su memoria  organizaba la Sociedad Amigos de la Cultura, presidida por Gerardo Pérez González.
 Forma parte Edgar del llamado “Grupo de los ocho” junto a Ramón Chirinos, Armando Villalón, Wladimir Chumasko, Eduardo Correa, que son puros paisajistas. “Me adjudicaron, adiciona Edgar, un número impar: el nueve.”
Muy sonreído comenta me dice que le hizo una caricatura a un abogado y profesor de historia en el Liceo Egidio Montesinos de Carora apellidado Sánchez, con lo cual se gana una expulsión de sus aulas. “Tiempo después hicimos amistad y me pidió disculpas cuando yo era gerente bancario del Metropolitano”, me dice. En otro lugar me informa que ha sufrido robos de sus obras, una de ellas en una exposición en el estado Portuguesa, y que otro de sus oleos pillados se encuentra en Parque Central.
“Yo no pinto para competir”, dice pensativo. “Pinto para alimentar la retina y el corazón”, afirma este pintor caroreño que tiene su atelier en la calle Carabobo, esquina de la calle José Luis Andrade y quien ha expuesto en Puerto Rico, España, Italia, Alemania, Estados Unidos, donde el huracán Andrew arruina uno de sus viajes a Miami, un diciembre. “Me inspiro los sábados y domingos”, razona este artista a tiempo completo que es Edgar. Su mejor momento para su labor es la tarde y “no la noche porque fuerza la vista”.
“El mejor crítica que tengo es el público”, dice con emoción. Agrega que el profesor boliviano Gustavo Riveros Tejada “fue una bendición para Carora y el estado Lara y Venezuela. Él fue mi primer estímulo para navegar la pintura”, sentencia.
Considera que su obra ha transitado por cuatro periodos: el paisaje, los bodegones, la amazonía de bosques lluviosos, y por último el expresionismo. Ludovico escribió que “tu alma cromática nos impregne a todos como una música de Juan Sebastián Bach y que tus líneas rayen el infinito”. Y el guitarrista universal Alirio Díaz dijo: “lleva al lienzo eternos asuntos de la vida del hombre y de la Naturaleza con magistral pincel e inspiración”.
Entre sus proyectos se encuentran los de seguir con los lienzos y oleos “hasta que termine mi existencia”, dice este admirador del pintor impresionista español Joaquín Sorolla. “Los cuadros con motivos caroreños y andinos son los que me encargan más a menudo”, expresa Edgar en el taller de reparación de teléfonos celulares de su hijo, adjunto a su atelier de pintor.
“Cambio de estilo cuando me siento que ha agotado el anterior”, agrega este artista que ha expuesto en el Centro de Historia Larense, Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Galería del diario El Impulso, Colegio de Abogados del Zulia, Galería Jade, Círculo Militar de Caracas y Barquisimeto, entre otros escenarios para sus coloridas telas. 
“La primera caja de óleos la compre con mi trabajo”, adiciona Edgar, artista que yo visito con regularidad en su taller ubicado en la casa que fue de Don Raúl Adrianza, en compañía de mi hijo José Manuel, quien boquiabierto y ensimismado otea aquellos impresionantes lienzos con bailarinas de mi amigo, quien al final de la entrevista y con voz queda me dice que me tiene como obsequio una de sus magníficas producciones.

Mao Zedong, 40 años

Mao Zedond
Cuando recién terminaba mis estudios universitarios en la Universidad de Los Andes, fallece el “gran timonel” de la revolución china a los 83 años de edad. Rápidamente sus adversarios iniciaron el borrado de su gigantesco legado político y literario. La facción reformista  de su partido y a la cual había combatido con saña durante la “Revolución cultural”, se encargó presto a realizarlo. Había sed de venganza.
Lo admirable de este humilde hombre del sur de China y que se convirtió en líder mundial luego del triunfo de la revolución en 1949, fue su profesión de maestro de escuela en Hunan. Pocos educadores tienen un sino tan portentoso. Hizo cosas admirables y hasta sobrehumanas, una de ellas es la Larga Marcha, iniciada en 1934, por el gigantesco país oriental perseguido por las tropas del gobierno. Fue un periplo que duro tres años, lo que la asemeja a la marcha de Prestes en Brasil. Lo otro fue la interpretación que hizo del marxismo leninismo para adaptarlo a las condiciones de un país eminentemente rural y campesino. Toda una proeza teórica y práctica que le gana la enemistad de los soviéticos y del dictador José Stalin. Pero, y como si fuera poco, crea un concepto nuevo en su lucha contra los nacionalistas, la invasión japonesa y que le darán finalmente la victoria: la guerra popular prolongada.
Pero las ideas occidentales que primero asume Mao no fueron las de Marx o Lenin, como podría creerse. No. Fueron las de un escritor alemán Frierich Paulsen y su libro Sistema de ética, editado en 1899, que lo impresiona hondamente. Es en 1920 cuando organiza una librería comunista y devora los textos de Marx, Lenin, Kirkupp, Kautski, este hombre que apenas salió de su país y que poco lo hacía al norte conservador de China. En 1921 nace el Partido Comunista Chino en Shanghai, en donde participa Mao vestido con una larga túnica de hilo. No podía negar su innegable procedencia de Hunan, su provincia natal.
Experimenta lo que se ha considerado un espléndido aislamiento, que le permite recrear el marxismo leninismo a la manera del país semifeudal, campesino y confucianista que era China por esos años. En su tierra natal crea un movimiento revolucionario campesino que haría palidecer de asombro al mismo Lenin y sus bolcheviques. Su informe escrito sobre el movimiento campesino se le considera un verdadero clásico, y del cual abrevará Abimael Guzmán y su guerrilla del Sendero Luminoso peruano de fines del siglo XX.  Su obra más conocida ha sido, a no dudar, El libro rojo, leída y comentada en todo el mundo.

Uno de sus grandes errores se inició hace 60 años: la Revolución Cultural, movimiento que entre 1966 y 1976 cierra universidades e institutos de investigación, persigue con saña a intelectuales y a sus propios camaradas, quema libros antiguos, y hasta la Gran Muralla China estaba en proyecto de demolición por ser el emblema y alegoría del pasado feudal y clasista. Contó este movimiento con fuerte apoyo juvenil, los Guardias Rojos, que pretendía eliminar a los capitalistas y reformistas de la dirección del Partido con su última arma: la cultura. No lo logra, pues la muerte lo sorprende el 9 de septiembre de 1976, rodeado de un grotesco culto a la personalidad. Se inicia entonces una implacable persecución contra la izquierda, la llamada Banda de los Cuatro, por lo que se van desmantelando lentamente las estructuras revolucionarias por  él creadas.
 Asume el poder el sector moderado que lidera Deng Xiaping, quien considera inapropiado el modelo socialista de producción y enrumba al país por un capitalismo de la libre competencia, pero, eso sí, con partido único. Curioso resulta constatar que el modelo seguido por China lo toma de la minúscula ciudad estado de Singapur, quien ha logrado sorprendentes éxitos económicos y sociales.
El legado de Mao esta semienterrado a 40 años de su deceso. Resulta menos que sorprendente que tenía en el fondo, tras la destrucción del Estado prevista por él, la creación de la Gran Comunidad Datong, cuyos orígenes son inseparables de la tradición china. Datong es una edad de oro perdida y un principio utópico del confucianismo.
 Hoy en día el gigante asiático es la segunda economía mundial y ejecuta una política exterior de cobertura global, ha establecido fuertes vínculos con Venezuela y América Latina. Solo que es el territorio privilegiado de las maquilas y del trabajo semiesclavizado de las grandes compañías multinacionales. Regresa al país del dragón el gran capital transnacional.  ¿Habrá un segundo Mao resuelto a realizar una segunda liberación de China?


El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...