Mao Zedond |
Cuando
recién terminaba mis estudios universitarios en la Universidad de Los Andes,
fallece el “gran timonel” de la revolución china a los 83 años de edad.
Rápidamente sus adversarios iniciaron el borrado de su gigantesco legado
político y literario. La facción reformista de su partido y a la cual había combatido con
saña durante la “Revolución cultural”, se encargó presto a realizarlo. Había sed
de venganza.
Lo
admirable de este humilde hombre del sur de China y que se convirtió en líder mundial
luego del triunfo de la revolución en 1949, fue su profesión de maestro de
escuela en Hunan. Pocos educadores tienen un sino tan portentoso. Hizo cosas
admirables y hasta sobrehumanas, una de ellas es la Larga Marcha, iniciada en
1934, por el gigantesco país oriental perseguido por las tropas del gobierno.
Fue un periplo que duro tres años, lo que la asemeja a la marcha de Prestes en
Brasil. Lo otro fue la interpretación que hizo del marxismo leninismo para
adaptarlo a las condiciones de un país eminentemente rural y campesino. Toda
una proeza teórica y práctica que le gana la enemistad de los soviéticos y del
dictador José Stalin. Pero, y como si fuera poco, crea un concepto nuevo en su lucha
contra los nacionalistas, la invasión japonesa y que le darán finalmente la
victoria: la guerra popular prolongada.
Pero
las ideas occidentales que primero asume Mao no fueron las de Marx o Lenin,
como podría creerse. No. Fueron las de un escritor alemán Frierich Paulsen y su
libro Sistema de ética, editado en
1899, que lo impresiona hondamente. Es en 1920 cuando organiza una librería
comunista y devora los textos de Marx, Lenin, Kirkupp, Kautski, este hombre que
apenas salió de su país y que poco lo hacía al norte conservador de China. En
1921 nace el Partido Comunista Chino en Shanghai, en donde participa Mao
vestido con una larga túnica de hilo. No podía negar su innegable procedencia
de Hunan, su provincia natal.
Experimenta
lo que se ha considerado un espléndido
aislamiento, que le permite recrear el marxismo leninismo a la manera del
país semifeudal, campesino y confucianista que era China por esos años. En su
tierra natal crea un movimiento revolucionario campesino que haría palidecer de
asombro al mismo Lenin y sus bolcheviques. Su informe escrito sobre el
movimiento campesino se le considera un verdadero clásico, y del cual abrevará
Abimael Guzmán y su guerrilla del Sendero Luminoso peruano de fines del siglo
XX. Su obra más conocida ha sido, a no
dudar, El libro rojo, leída y
comentada en todo el mundo.
Uno
de sus grandes errores se inició hace 60 años: la Revolución Cultural,
movimiento que entre 1966 y 1976 cierra universidades e institutos de
investigación, persigue con saña a intelectuales y a sus propios camaradas,
quema libros antiguos, y hasta la Gran Muralla China
estaba en proyecto de demolición por ser el emblema y alegoría del pasado
feudal y clasista. Contó este movimiento con fuerte apoyo juvenil, los Guardias
Rojos, que pretendía eliminar a los capitalistas y reformistas de la dirección
del Partido con su última arma: la cultura. No lo logra, pues la muerte lo
sorprende el 9 de septiembre de 1976, rodeado de un grotesco culto a la
personalidad. Se inicia entonces una implacable persecución contra la
izquierda, la llamada Banda de los Cuatro, por lo que se van desmantelando
lentamente las estructuras revolucionarias por él creadas.
Asume el poder el sector moderado que lidera
Deng Xiaping, quien considera inapropiado el modelo socialista de producción y
enrumba al país por un capitalismo de la libre competencia, pero, eso sí, con
partido único. Curioso resulta constatar que el modelo seguido por China lo
toma de la minúscula ciudad estado de Singapur, quien ha logrado sorprendentes
éxitos económicos y sociales.
El
legado de Mao esta semienterrado a 40 años de su deceso. Resulta menos que sorprendente
que tenía en el fondo, tras la destrucción del Estado prevista por él, la
creación de la Gran Comunidad Datong, cuyos orígenes son inseparables de la
tradición china. Datong es una edad de oro perdida y un principio utópico del
confucianismo.
Hoy en día el gigante asiático es la segunda
economía mundial y ejecuta una política exterior de cobertura global, ha
establecido fuertes vínculos con Venezuela y América Latina. Solo que es el
territorio privilegiado de las maquilas y del trabajo semiesclavizado de las
grandes compañías multinacionales. Regresa al país del dragón el gran capital
transnacional. ¿Habrá un segundo Mao
resuelto a realizar una segunda liberación de China?