domingo, 22 de agosto de 2021

Once años con el Maestro Federico Brito Figueroa

                                                                         


  En ocasión del Centenario del nacimiento del querido Maestro Dr. Federico Brito Figueroa, 1921-2021, nos unimos entusiasmados a la conmemoración de tan importante acontecimiento afectivo e intelectual. En tal sentido accedemos gustosos, como agradecidos discípulos, a la gentil petición que nos hace el académico Dr. Reinaldo Rojas de rendirle merecido homenaje a este extraordinario hombre, que por amor a Venezuela edificó una de las obras historiográficas más sólidas, completas y coherentes que hemos conocido. En el otoño de su vida, desde 1989 hasta su deceso en el año 2000, tuvimos el estupendo privilegio de entablar amistad y sincera conexión conceptual y de métodos con este Maestro integral que nos conecta con la historia científica, el análisis desde la perspectivas marxistas y, en singular y feliz híbrido, con la afamada Escuela de Anales de Marc Bloch y Lucien Febvre.

La crepuscular ciudad de Barquisimeto y sus universidades fueron el escenario propicio donde en poco más de una década, este voluntarioso y tenaz hombre de pensamiento y acción contribuyó a edificar una “comunidad discursiva”, de las más exitosas que se han producido en el interior de la República, alrededor de una Línea de Investigación que llamamos: Historia Social e Institucional de la Educación en la Región Centroccidental de Venezuela. Sabemos que estos hechos del pensamiento requieren de larga y compleja maduración, pero con el impulso y la orientación efectiva del Dr. Federico Brito Figueroa, quien con su enseña: “Trabajar en pequeño, pero pensando en grande” abreviamos el que hubiese sido largo y sinuoso camino.  

El inicio de una relación.

En el emblemático año 1989, cuando cae el emblemático Muro de Berlín y se produce en China la masacre de Tiananmen, los sucesos de “el Caracazo” en Venezuela, iniciamos con enormes expectativas intelectuales estudios de posgrado en Enseñanza de la Historia en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, conducido por el excelente magisterio de dos magníficos historiadores con formación pedagógica ambos: los doctores Reinaldo Rojas y Federico Brito Figueroa. Fue el comienzo de una nueva etapa, fascinante y constructiva, en nuestra formación como “historiadores de oficio”. Reinaldo Rojas tuvo el enorme acierto de invitar al Maestro Federico Brito Figueroa a incorporarse a la comunidad de discurso que se estaba formando alrededor de las posibilidades de conocimiento y de método de la Escuela de Anales de Marc Bloch y Lucien Febvre en las tierras del Estado Lara, Venezuela. Ellos habían creado en 1985 la Fundación Buría para estimular los estudios históricos, y habían editado en 1986 y por primera vez en Venezuela Apología de la historia o el oficio del historiador, obra póstuma de Marc Bloch escrita bajo la ocupación alemana de Francia, poco antes de ser asesinado por la Gestapo en 1944.

Quien escribe había conocido muy de pasada, en las cátedras de Historia Medieval, al historiador francés Marc Bloch en la ilustre Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, institución que nos otorga el título de Licenciado en Historia, mención Historia Universal en 1976. Durante nuestras labores docentes de secundaria en el Liceo Egidio Montesinos de Carora nos desempeñamos en dos áreas del conocimiento, que no cursé en pregrado, que nos acercaron al pensamiento de la Escuela de Anales y a la “historia de las mentalidades” cultivada por esa escuela historiográfica francesa, las cátedras de psicología y filosofía. En esas áreas del pensamiento fui conducido por el extraordinario magisterio del sabio germano-venezolano Ignacio Burk (1905-1984). Tenía de esa manera entre nuestras manos dos herramientas nuevas del saber que no nos brindó pregrado, el fecundo pensamiento de Freud, Jung, Watson, Pavlov, Lévi-strauss, por un lado, y los extraordinarios aportes al saber humano de Aristóteles, Vico, Kant, Nietzsche, Sartre, por el otro. Debemos decir sin ambages que el profesor Ignacio Burk y los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas nos evitan ser simples y aburridos docentes de historia de Venezuela en la educación media de nuestro país.

Nuestros primeros encuentros con el Maestro Federico Brito Figueroa se produjeron de dos maneras. La primera cuando a una inquisición suya le dije que mis investigaciones iban a estar centradas en la historia de una añeja institución de educación secundaria caroreña, el Colegio La Esperanza o Colegio Federal Carora, fundado por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza (1860-1937) al calor del “patriciado caroreño”. Puso el Maestro cierta y circunspecta cara de asombro, luego nos pregunta por la edad de esa vieja institución educativa larense, y al responderle que estaba por cumplir 100 años nos deseó mucho éxito, poniéndome su calurosa y paternal mano en el hombro. Fue un momento inolvidable, cargado de una cierta magia que grabamos para siempre en la memoria. No podíamos imaginar entonces que en ese momento se estaban echando las bases de una exitosa línea de investigación histórica, de las más sólidas en el área de historia de la educación en Venezuela y que lleva por nombre Historia social e institucional de la educación en la Región Centroccidental de Venezuela. Unas 80 Trabajos de Grado de Maestría y unas 10 Tesis Doctorales se derivan de esta exitosa y fértil Línea de Investigación que nace por aquellos días.

El segundo encuentro con el Maestro Brito Figueroa tiene que ver con una asignación que nos hicieron él y Reinaldo Rojas durante el Segundo Curso de Nivelación en Historia, Maestría en Enseñanza de la Historia, en la UPEL Barquisimeto, sobre un reconocido historiador venezolano ya fallecido. Otra vez puso cara de asombro el Maestro cuando le expresamos nuestro deseo de realizar lo que llamamos un análisis crítico sobre una muy polémica obra de juventud del médico psiquiatra caraqueño Francisco Herrera Luque (1927-1991) titulada Los viajeros de Indias (1961). Después de revisar nuestro ensayo crítico con mucha atención coloca con su característica letra la siguiente inscripción: “Magnífico trabajo inicial. Lo felicito por su modestia.” Confieso que tal juicio sobre nuestra persona nos produjo largas cavilaciones. Llegué a pensar que Federico Brito Figueroa en su  ya largo magisterio en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Santa María se había encontrado con muchos discípulos extrovertidos y conversadores, que daban rienda suelta a largas intervenciones retóricas cargadas de teoría. Retórica, pues, viejo vicio de la cultura hispánica. Quien escribe se mostraba, por el contrario, más bien silencioso, reposado, sin hacer mucha gala de conocimientos y lecturas. Quizás le llamó la atención nuestra actitud circunspecta, callada, lo que lo motiva escribir aquella palabreja -modestia- que no olvidaremos jamás.

Y es que el Dr. Francisco Herrera Luque significa una cosa nueva, un enfoque diferente y casi desconocido en nuestra historiografía tradicional, anclada como sabemos, o bien  en el positivismo o bien en el marxismo; se trata, ¡oh, sorpresa para Brito Figueroa!, de una investigación y una arriesgada hipótesis sobre la historia de la América hispana y de los monstruosos índices de violencia, asesinatos y crímenes que nos alcanzan hasta el presente, que vienen, según Herrera Luque, desde los genes del conquistador español del siglo XVI, cruel, horroroso fenómeno “comprendido” más no explicado desde la perspectiva de análisis de la llamada “filosofía de la vida”, enfoque  de análisis  iniciado y cultivado por el eminente filósofo germano Wilhelm Dilthey (1833-1911) y continuado por Edmund Husserl (1859-1938). “Caramba, profesor Cortés Riera, nos dice el Maestro, esto da para una tesis doctoral”. Debo confesar que sin el auxilio del profesor Ignacio Burk mi ensayo crítico sobre la carga criminal psicopática del venezolano hubiera resultado poco menos que imposible, y que las palabras de Federico Brito Figueroa fueron un acicate inmenso en nuestra formación. Solo me hizo una observación: “Profesor Cortés, busque un equilibrio entre filosofía e historia, porque a veces usted se va muy de lado con la filosofía.” Tenía razón el Maestro.

 

Nace una exitosa Línea de Investigación

Como ya dijimos, fue de nuestra autoría el primer Trabajo de Grado de Maestría en Historia Social e Institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela, que presentamos en la Universidad José María Vargas, en Caracas, 1995, ante un jurado notabilísimo: los doctores Rafael Fernández Heres, exministro de Educación, Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas como magnífico tutor. Su título: Historia social e institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela: Los Colegios La Esperanza y Federal Carora, 1890-1937. Habían transcurrido seis años desde que la Línea de Investigación comenzaba a perfilarse. Quien escribe había “descubierto”, como dijo Reinaldo Rojas, al viejo Colegio La Esperanza o Federal Carora y nos incita a continuar por esa vía investigativa. No fue fácil. No existían antecedentes de una historia social a la manera de la Escuela de Anales en Venezuela. Recuerdo que fue Brito Figueroa quien agrega con su grave voz la palabra “institucional” al nombre de la Línea de Investigación en aquellas memorables reuniones que dieron parto a aquella novedad historiográfica. Desde ese momento se disipan las comprensibles dudas que albergaba el Maestro Brito Figueroa ante la novedad epistémica que estaba naciendo.

Y si hay una Línea de Investigación en Historia de la Educación venezolana consistente, sólida y exitosa, esa es la que fundamos en Barquisimeto en aquellos años al calor de la UPEL y la Fundación Buría, en momentos cuando se remecía el cuadro político venezolano con los sucesos de el Caracazo de 1989 y los dos fallidos golpes de estado de 1992. A nuestro trabajo inicial, editado por la Alcaldía del Municipio Torres y la Fundación Buría en 1997, siguieron casi un centenar de Trabajos de Grado de Maestría y unas diez Tesis Doctorales. Este singular esfuerzo, que venciendo grandes dificultades se haya realizado en la provincia, llama la atención de destacados investigadores venezolanos, quienes tuvieron palabras de encomio por esta “comunidad de discurso” liderada por el Maestro Brito Figueroa y Reinaldo Rojas. Debo destacar los merecidos elogios que recibimos del académico Dr. Guillermo Morón, Dr. Orlando Albornoz, Dr. Pedro Cunill Grau, Dr. Rafael Fernández Heres, Dr. Kaldone Nweihed, Dr. Pascual Mora García, entre otros.

Un humano Maestro: Federico Brito Figueroa

Contrariamente a lo que se podrá creer, era el Maestro Brito Figueroa un hombre que amaba la vida y a los seres humanos. Se jactaba de tener vivos a su madre y a su padre en la ciudad de La Victoria del Estado Aragua que lo vio nacer en 1921. Con su característico y permanente cigarrillo en la boca preguntaba sobre nuestras vidas, trabajos, esposas e hijos. Era en ese sentido un educador integral. Siempre destacaba su incursión magisterial en los cinco niveles de la educación venezolana, desde primaria hasta doctorado. Debajo de su carácter controvertido y polémico había una tierna sensibilidad. Nos recordaba siempre su magisterio en el Estado Yaracuy, lugar donde lo envía por castigo la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez.

Tenía una gran predilección afectiva por nuestro paisano caroreño, profesor y Magíster en Historia Taylor Rodríguez García, se alarmaba por sus notorias ausencias al posgrado en el Pedagógico barquisimetano. A cada momento nos preguntaba por la resentida salud de este paisano nuestro nacido en el pueblo colonial de Río Tocuyo, vecino a Carora. ¿“Qué le pasará al profesor Taylor Rodríguez?, usted ¿qué sabe de él?”, me increpaba. “Vaya usted a la casa de Taylor y tráigamelo acá”, nos urgía a cada momento. Taylor Rodríguez corona sus estudios de Maestría en Historia en la Universidad Santa María de Caracas bajo la mirada atenta del Maestro Brito Figueroa, y posteriormente gana por concurso el cargo de Cronista Oficial del Municipio Palavecino, Cabudare, Estado Lara.

Era muy sentimental y una cosa que lo entristecía en extremo fue el derrumbe y extinción de la Unión Soviética en los días de la glasnost y la perestroika, la República Democrática Alemana y los demás países del Este europeo entre 1989 y 1991. “No siga, no siga, le agradezco profesor Cortés”, me decía bajando la mirada al comentarle aquellos sucesos que cerraron el llamado por Eric Hobsbawm “corto siglo XX”, en aquellos estremecedores días en que nos reuníamos a conversar de todo, de lo humano y lo sagrado, en su cálida habitación del Gran Hotel Barquisimeto. Un siglo corto, de apenas 77 años, que se inicia en 1914 con la primera Guerra Mundial y termina en 1991 al disolverse la Unión Soviética y cuyo eco llegaba hasta nosotros, el Maestro Brito Figueroa y sus discípulos, congregados bajo su cálido e inigualable magisterio.

 Se cerraba entonces un ciclo histórico de alcance planetario, cuando en Venezuela en esos mismos días se producían sucesos trascendentales: el llamado “Caracazo” de 1989 y los dos fallidos intentos de golpes de estado de 1992, sucesos coincidentes en tiempos cuando tratábamos nosotros de edificar una “comunidad de discurso” en el interior de Venezuela, en Barquisimeto. Fue ella una extraordinaria coincidencia que nos marca de manera indeleble, que nos anima en nuestra constitucional pasión por comprender. Todo parecía en aquellos días indicar que habíamos llegado al “fin de la historia”, pero que los hechos, siempre rebeldes, desmintieron rápidamente.

Durante sus estudios de posgrado en México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, nos dijo el Maestro Brito Figueroa, que conoció al desgraciado filósofo y traductor español del exilio Eugenio Ímaz (1900-1951), quien vertió al castellano de manera magistral las obras de Wilhelm Dilthey, Emmanuel Kant, Johan Huizinga, Ernst Cassirer y Jacobo Burckhardt. “Pobrecito, no aguantó el exilio y se quitó la vida en Veracruz en 1951. Que cosa tan triste su suicidio”, decía acongojado nuestro Maestro de este pensador que fue colaborador destacado de la Revista de Occidente de José Ortega y Gasset y que imparte docencia en el recién creado Instituto Pedagógico Nacional de Venezuela. “Siempre he lamentado mucho ese suicidio”, decía acongojado nuestro Maestro.

Lo oíamos sorprendidos cuando nos dijo que fue discípulo de Erich Fromm (1900-1980), el célebre psicoanalista, autor de todos unos clásicos: El miedo a la libertad, El arte de amar. En sus clases decía este psicólogo judío-alemán marxista que la alienación estaba lejos de ser erradicada en la Unión Soviética. “A viejito reaccionario”, pensaba Brito Figueroa para sus adentros. “Pero a la postre la historia le da la razón, pues fue también duro crítico de la sociedad de consumo” asentía nuestro Maestro. Como el malogrado Eugenio Ímaz, Fromm realiza importantes labores en publicaciones para el Fondo de Cultura Económica y funda la Asociación Psicoanalítica de México. Creo que la fuerte adherencia de Brito Figueroa al marxismo soviético le impidió comprender las enormes potencialidades que brinda el psicoanálisis freudiano para la comprensión de nuestras sociedades.

Pero no menos sorprendidos quedamos cuando nos revela en su cálida habitación del Gran Hotel Barquisimeto, que fue ayudante del antropólogo judío-estadounidense Oscar Lewis (1914-1970), quien acuña en México el concepto de la “cultura de la pobreza”. Su famosa investigación novelada Los hijos de Sánchez” contó con los aportes del joven venezolano, quien aplica junto a otros compañeros de estudios unas encuestas elaboradas por el sabio estadounidense y su equipo en los barrios más miserables de Ciudad de México. “Es un estudio social de la pobreza- dice Brito Figueroa- que me motiva mucho para comprender la marginalidad en nuestro país.” ¡Tamaños y descomunales maestros tuvo el Maestro Brito Figueroa! Y no podíamos olvidar que fue de igual manera alumno del traductor de Marx, Wenceslao Roces y del maestro Francois Chevalier (1914-2012), discípulo directo de Marc Bloch, y quien lo introduce en el pensamiento de la Escuela francesa de Anales.

Hemos llegado a pensar que nuestro Maestro fue mejor docente fuera del aula que dentro de ellas. Así lo palpamos en su Hotel de la ciudad crepuscular y en las calles de Barquisimeto, Cabudare y El Eneal, poblado éste último donde reside el Dr. Reinaldo Rojas. Preguntaba sobre muchas cosas de estas singulares tierras del semiárido del occidente de Venezuela:  el origen de nuestra locución “guaro”, la gastronomía del chivo (su restaurant predilecto en la ciudad era El Portal del Chivo de la calle 50), el consumo de la bebida del cocuy extraída de las ágaves, los valses larenses de la Pequeña Mavare, la danza sincrética del tamunangue. “Recuerde que soy antropólogo, ese es mi título que obtuve en México”, repetía a cada momento cuando era copiloto en nuestro flamante Toyota, vehículo rústico que lamentó sinceramente, vía telefónica, cuando fue sustraído delincuencialmente de nuestro centro de trabajo educativo caroreño en 1995.

Cierta vez estuvo el Maestro en nuestra casa paterna de Pueblo Nuevo, Barquisimeto, y tuve el gran placer de cederle nuestro lecho. Recostado cómodamente allí y con una taza de café negro en sus nerviosas manos, nos dio una interesante clase sobre los sembradíos de cacao durante la Colonia a los profesores, cursantes de Maestría en Historia, Santos González, Víctor Raúl Castillo, César Parra y mi persona. Inolvidable y excepcional experiencia. Coincidió su visita cuando en nuestro hogar se escenificaba la elección de la reina del folklore larense, evento organizado por el maestro normalista jubilado Expedito Cortés, mi padre. Disfrutó Brito Figueroa mucho aquel espectáculo del folklore larense, el baile negroide del tamunangue, la alegría de las muchachas que pugnaban por adherirse el cetro. No se perdió ninguna parte del concurso. Y al final degusta una deliciosa y larense sopa de rabo que nos prepara nuestra madre, Claver Riera de Cortés. Para nuestra persona fue una inmensa satisfacción el que un historiador consagrado como él estuviera en nuestra casa paterna. Y hasta pensó en alquilarle a nuestra madre una habitación con sala de baño. Lo esperamos con gran anhelo durante varios meses, pero no se apareció.

 El legado del Maestro Brito Figueroa

El Dr. Federico Brito Figueroa deja un legado inmenso, unos 70 libros y opúsculos salidos de una pasión escritural que no le abandona sino hasta su fallecimiento en el año 2000. Como escribe Robert Darnton: “Un forcejeo incesante con el lenguaje, pues sólo podía ser él mismo al encontrar las palabras que liberaran su voz interna. Un pacto del yo con el lenguaje”, a la manera del filósofo ginebrino Juan Jacobo Rousseau. Se hizo Brito Figueroa entonces “historiador de oficio” a la manera blocheana, un artesano de su oficio que se pregunta por la legitimidad de la Historia. Practicando, construyendo con pasión una historia rigurosa, contextualizada, comprensiva y científica, teniendo como constante denominador común la crítica, para edificar de tal modo una, como dijo Marc Bloch, Ciencia de los hombres en el tiempo.

Fue Brito Figueroa un historiador que a lo largo de su vida trata de construir una historia conceptual basada en unas teorías: el marxismo y la Escuela de Anales de Francia. En esta incesante y apasionada búsqueda le sigue con gran acierto y originalidad Reinaldo Rojas, hogaño flamante Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia venezolana, tradición conceptual y de métodos que nosotros hemos tratado de continuar en lo posible. Es una lucha constante para vencer el pecado del mero y simple empirismo historiográfico, una falla intelectual que campea entre nosotros. Fue en este sentido militante de la Historia Científica y cultor de la capacidad de abstracción que debe acompañar al historiador. Por ello sentía una gran admiración por don Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), a quien llamaba “iniciador de la historia científica en Venezuela.”, sin importarle el que fuera Don Laureano historiador positivista o adulador del régimen brutal y opresivo de Juan Vicente Gómez. Fue por ello que edita sus obras Cesarismo Democrático y Disgregación e Integración en el sello editorial de la Universidad Santa María. “Fue un pensador sumamente original, que conocía muy bien a Taine y a Le Bon. Lo leyeron en Europa, sobre todo en Italia”, asentaba nuestro Maestro.

Nos enseñó el Maestro Federico a tomar consciencia por el esencial problema de la Nación-Venezuela, cuando nos hablaba con vehemencia de la “colonización total” de nuestro país por la potencia anglosajona, blanca y protestante. “Caramba, profesor Cortés Riera, esto (el país) va a desaparecer en breve”, decía apesadumbrado, por allá a comienzos de la década de 1990. Abominaba con el alma a aquellos a los que con desprecio calificaba de “apátridas”. Una y otra vez repetía en clases la genial conceptualización que hizo el georgiano José Stalin de la Nación y del problema nacional en Rusia imperial y la extinta Unión Soviética. En esos días consideraba el Maestro Brito Figueroa una prioridad darle fuerza al sentido de Nación frente a lo que consideraba el efecto disolvente del neoliberalismo, “una etapa del capitalismo que cada vez se parece más al capitalismo que estudió Marx en el siglo XIX”, asentaba con su grave voz. Con ello nos anima a leer y estudiar a Benedict Anderson, autor del célebre ensayo Comunidades imaginadas (1983), la nación como producto de la imaginación de las personas.

En lo más cercano a nosotros, el Maestro Brito Figueroa ayuda de manera decisiva con su enorme presencia intelectual y de ánimo a consolidar los estudios históricos en la Región Centroccidental de Venezuela, al crear con Reinaldo Rojas y otras personas, la Fundación Buría, institución que ha servido de esencial apoyo para  establecer estudios de posgrado en la Ciencia de Clío en universidades y otras instituciones del Estado Lara, editar una cuantiosa cantidad de interesantes y variados libros, realizar Congresos Internacionales en la Ciencia de la Historia, fundar la Sociedad Venezolana de Historia de la Educación en la ciudad de Barquisimeto, establecer vínculos con notables historiadores y pensadores del país y otras latitudes. En fin, edificar una verdadera “comunidad discursiva” de signo Analista en el Estado Lara, Venezuela. Todo ello bajo su imperecedero y característico lema: “Trabajando en pequeño, pero pensando en grande.”, consigna que nos recuerda la “microexcelencia” de Kumar Mehta.

En lo estrictamente personal, debemos confesar sin ambages que el Dr. Federico Brito Figueroa, conjuntamente con el Dr. Reinaldo Rojas, nos hicieron “descubrir” la historia de Venezuela, pues, como ya dijimos, era tendencia marcada en nosotros estudiar historia e historiografía de otros países, en especial los europeos occidentales, un eurocentrismo epistémico. A lo que se agrega que nuestra docencia en educación secundaria venezolana gravitaba entonces en los ámbitos de la filosofía, situación a la cual el sano empirismo de la ciencia de la historia nos hizo aplicar conceptos y categorías filosóficas muy abstractas a situaciones históricas concretas. Es que la filosofía, desde Tales de Mileto a Martín Heidegger termina en callejones ciegos.

En lo que tiene que ver con nuestro ejercicio profesional en educación media en Psicología, ciencia recién creada de forma experimental, pero antigua desde que la crearon los griegos, se dio ella felizmente la mano con la llamada “historia de las mentalidades” de la Escuela Analista francesa, estimulante enfoque de la historia que nos enseñaron a comprender y cultivar los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas, bajo el bello y sereno cielo crepuscular del semiárido venezolano de la ciudad de Barquisimeto. Gracias al Maestro Brito Figueroa continúo en la idea de comprender nuestra tierra natal, por lo cual seguimos en la idea de construir una categoría de análisis a la cual hemos llamado tentativamente “Genio de los pueblos del semiárido larense venezolano”. Ilumíneme, Maestro Federico Brito Figueroa.

 

Referencias.

Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor, Fondo Editorial Buría. Caracas, Barquisimeto, 1986. Primera edición venezolana, es necesario destacar.

Brito Figueroa, Federico. Historia económica y social de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2008.

   Brito Figueroa, Federico. La estructura económica de Venezuela colonial. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela, 1987.

Burk, Ignacio, Pedro Luis Díaz García, Luis Felipe Quintanilla Ponce. Filosofía. Una introducción actualizada. Ediciones Insula. Caracas, Venezuela, 1998.

Burk, Ignacio y Pedro Luis Díaz García. Psicología. Un enfoque actual. Editorial Buchivacoa, Caracas, República Bolivariana de Venezuela, 2002.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937. Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres, Fundación Buría. Carora, 1997.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Ocho pecados capitales del historiador. Revista de Ciencias Sociales de la Región Centroccidental. Fundación Buría. Barquisimeto, Venezuela, 2008.

Darnton, Robert. El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural. Fondo de Cultura Económica. México, 2010.

Febvre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Ariel. Barcelona, España, 2008.

 

Rojas, Reinaldo. Federico Brito Figueroa, Maestro historiador. Fundación Buría y el Centro de Investigaciones Históricas Federico Brito Figueroa, UPEL-IPB. Barquisimeto, Venezuela, 2007.

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña.

Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

 Fundación Buría.

Barquisimeto,

 República Bolivariana de Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

Carora, Municipio G. D. Pedro León Torres, Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela, abril de 2021.

 

 

 

 

Jack Goody: El robo de la historia

 


Cuando se le pregunta a cualquier persona de nuestra orgullosa y arrogante cultura de Occidente cuál fue el primer libro que fue impreso en la historia de la humanidad, la respuesta no se hace esperar entre los interrogados: La Biblia. En efecto, en febrero de 1455 el impresor germano Johannes Gutenberg la imprime en su taller de la ciudad sureña de Maguncia, Alemania, en dos volúmenes y 1.282 páginas. Es el incunable más famoso de todos los tiempos y con ella se inicia la masificación de los libros en Europa, un proceso de cultura que hará posible la expansión de las universidades, el Humanismo y el Renacimiento, el llamado “Descubrimiento” de América, la Revolución Científica del siglo XVII y el dieciochesco Siglo de las Luces o de la Razón. Se inicia así, dice Ignacio Ramonet, el tercer gran hito comunicacional después de la palabra y de la invención de la escritura.

 ¿Será cierto lo que acabamos de decir? ¿Es evidencia clara, inobjetable y segura?

 Jack Goody, crítica a la razón neocolonial.

 Después de leer y examinar las muy sorprendentes, audaces y originales ideas del antropólogo británico Jack Goody (1919-2015) no estamos tan convencidos de ello, es una verdad que debe ser examinada con rigor crítico, como aconsejaba el historiador francés Marc Bloch. Este eminente estudioso de las culturas no europeas: India, China, Medio Oriente y África, ha escrito extraordinarios libros que nos hacen pensar de otra manera estas culturas que han sido miradas hasta ahora con desprecio y altanería eurocéntrica, calificándolas de estáticas, atrasadas, despóticas. Utilizando magistralmente el método comparativo en antropología, del cual es iniciador, Jack Goody se atreve afirmar que Europa ha cometido un gigantesco robo de la historia de las culturas periféricas e inmóviles, según se argumentaba falazmente, que ha servido para justificar el colonialismo de ayer y de hoy. Se ha opuesto firmemente Goody a la invasión estadounidense para “establecer la democracia” en  Irak y Afganistán, el desprecio de la Convención de Ginebra y a la terrible e ilegal prisión de Guantánamo en Cuba.

 En los inicios del siglo XXI publica este antropólogo nacido en la “Pérfida Albión” y profesor emérito de la Universidad de Cambridge, uno de los más firmes alegatos de todos los tiempos en contra del dañino y falaz eurocentrismo occidentalista y que nosotros en Latinoamérica poco conocemos e ignoramos. Esa investigación lleva por nombre: El robo de la historia, (The theft of history) 2006. En ella sostiene Goody, con incontables e inobjetables ejemplos, que Europa se ha robado los inmensos logros de los Otros, los no-europeos, tales como la invención de la democracia, el capitalismo, las universidades, la invención de la novela, la familia, el individualismo, los modales civilizados, la limpieza corporal, la interiorización del autodominio o el amor romántico, pues la propia idea del amor se ha considerado un fenómeno puramente occidental. Se dice que el amor, el amor romántico, va de la mano del individualismo, de la libertad (de la elección de pareja frente al matrimonio acordado), y de la modernización en general. Una verdadera esclavitud epistémica impuesta a todo lo extraeuropeo.

 Sería demasiado extenso detenernos en cada uno de estos robos y que nosotros no habíamos advertido plenamente, pues la soberbia y altiva producción intelectual europea de Emmanuel Kant, Karl Marx, Max Weber, Norbert Elías, Fernand Braudel o más recientemente en Georges Steiner, se encargaba de repetirlos una y otra vez hasta convertirlos en excepcionalidades de la arrogante cultura de Occidente: son creaciones únicas de Europa, se decía con insistencia. Europa como única vía a la modernidad. Estos robos de la historia serán objetos de nuestras siguientes meditaciones.

Jack Goody se ha convertido en referencia obligada, acá en Latinoamérica, entre los pensadores del llamado giro decolonial o pensamiento decolonial, movimiento que comienza a formarse en Caracas, Venezuela, en 1998. Allí figuran los argentinos Walter Mignolo (El lado oscuro del Renacimiento) y Enrique Dussel (1492: El encubrimiento del Otro), el peruano Aníbal Quijano (Dominación y cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú.), el colombiano Santiago Castro Gómez (La hybris del punto cero), el venezolano Edgardo Lander (La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales), y el sociólogo estadounidense Emmanuel Wallerstein (El capitalismo histórico), entre otros.

 La decolonialidad es un proyecto político y epistémico, pues asume que nuestro complejo de inferioridad frente a la cultura de Europa debe y puede ser superado y tomar conciencia de que no somos parientes pobres de la cultura occidental. Ya lo decía visionariamente Simón Rodríguez, el “Sócrates de Caracas”, en el siglo XIX: “La sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en la América.” En esta América de habla luso-castellana hemos tenido escritores y pensadores muy profundos y originales que debemos reconocer y darles su merecida importancia. Pensemos en la poetisa sor Juana Inés de la Cruz como iniciadora del feminismo y su extraordinario poema Primero sueño, en el caraqueño Andrés Bello como precursor de la semiótica que luego desarrollaría Saussure, en José Carlos Mariátegui, el “Gramsci peruano”, en el mexicano José Vasconcelos y su sorprendente Raza cósmica, en el muralismo mexicano de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, en la más actual y original filosofía de América: la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez Merino, Ernesto Cardenal, Ignacio Ellacuría y Leonardo Boff, en el argentino Mario Bunge y su renovada epistemología de las ciencias. Debemos colmar una grave laguna de la erudición contemporánea, que casi no sospecha los ricos aportes filosóficos de Iberoamérica, afirma el renombrado filósofo francés Alan Guy.

Resulta poco menos que lamentable que el espíritu enciclopédico de Jack Goody, que tuvo una intensa relación con los marxistas británicos Eric Hobsbawm y Edward P. Thompson y la Revista Past and Present, así como con Fernand Braudel, director de la Escuela Anales francesa, conocedor de muchas culturas euroasiáticas y africanas (hizo prolongado trabajo de campo en Ghana, África occidental) no haya tomado en cuenta como debería a Latinoamérica, su originalidad multiétnica, su inmensa geografía, su economía, su riquísimo folklore, su ya global literatura, sus artes tan específicas y sus desconcertantes vicisitudes políticas y sociales. Es una laguna a llenar a la brevedad y a la cual estamos convocados desde ahora.

 


El Sutra de Diamante, primer libro impreso

Dicho esto, examinemos lo relativo al primer libro impreso en el mundo y que Jack Goody solo menciona de pasada. Fue el investigador, arqueólogo y sinólogo húngaro-británico, Aurel Stein (1862-1943), quien descubre en 1907 en unas cuevas de Dunhuang, al norte de China, en el desierto de Gobi, el libro impreso más antiguo del que tengamos noticia: El Sutra del diamante, texto budista escrito originalmente en una lengua sagrada indú, el sanscrito y en caligrafía Gupta, que hasta tiene fecha de impresión: 11 de mayo de 868 después de Cristo, noveno año de la era Xiantong de la dinastía Tang. Lo que quiere decir que El Sutra fue impreso casi 600 años antes que la Biblia de Gutenberg, es decir que tiene El Sutra 1.153 años de haber sido impreso.

En este maravilloso libro se enseña la práctica del desapego o la abstención del apego mental y de la no-permanencia. El Sutra ha dado comienzo a una cultura artística, una veneración y una gran cantidad de comentarios, unos 800 en el extremo Oriente: Japón, Corea, Tíbet, China, Viet Nam, Mongolia. Un sutra es un texto que recoge las palabras de Buda, nacido en el siglo VI antes de Cristo al norte de la India. Sus discípulos aprendían de memoria estos discursos y los transmitían de generación en generación. Al final de El sutra del diamante, Subhuti, un discípulo de Buda, le pregunta a “el iluminado” cómo debería titularse el sermón, a lo que Buda le responde que deberá ser conocido como «El Diamante Cortador de Sabiduría Trascendental» porque «la enseñanza es fuerte y afilada como un diamante que corta a través de los malos enjuiciamientos y la ilusión». El humanismo del siglo XXI sería impensable sin las enseñanzas del iluminado Siddhartha Guatana, pues hogaño ellas han sido adoptadas por la juventud de las grandes urbes europeas y norteamericanas.

 Este precioso documento descubierto por Stein entre unos 40.000 libros y manuscritos de seda y papel, mide cinco metros de largo y se conservó casi intacto debido al clima seco de Dunhuang, ciudad que está situada en la antigua Ruta de la Seda, muy cercana a la actual Republica de Mongolia. La Biblioteca Británica conserva la copia y en internet podemos consultarla. Es tiempo que el Reino Unido devuelva tan precioso impreso a sus legítimos dueños que no son otros que los habitantes de la República Popular China.

 

 

 El Sutra del Diamante, es el impreso más antiguo del que hay noticia y puede que haya otros más arcaicos, fue realizado con un sistema de placas de madera. Para ser exactos, no es el primer ejemplo de impresión por ese método que se conserva, pero sí el que lleva fecha concreta especificada: 11 de mayo del 868 después de Cristo. Es un manuscrito en forma de rollo de algo más de cuatro metros de longitud que también se adelantó en otra cosa, el ser un trabajo de creación concebido para el gran público, proceso cultural que creíamos sólo europeo, tal como indica su colofón o nota final:

 

“Hecho de forma gratuita para la distribución universal gratuita por Wang Jie en nombre de sus dos padres el 13 de la cuarta luna del noveno año del Xiantong.”

 

Erróneamente se ha pensado entonces que esa explosión del conocimiento y el incremento generalizado de la lectura que hizo posible que la ciencia triunfara como modelo de conocimiento en el siglo XVII, que se produjo tras la invención de la imprenta, fue un proceso que solamente se produjo en Europa, tal como escribe el historiador británico Peter Burke en su magistral Historia social del conocimiento. De Gutenberg a Diderot. O también Historia de la lectura en el mundo occidental, obra coordinada por Roger Chartier y Guiglelmo Cavallo. Fue la milenaria cultura china quien abrió el camino.

 

Ciencia y civilización en China

 Lo del libro El Sutra es apenas uno de los múltiples robos históricos que Occidente ha hecho del Oriente y de China, dice Goody. Para justificar el colonialismo y la supremacía europea se montó todo un discurso antichino. En el siglo XVIII, Europa había experimentado la influencia del arte y la decoración chinos, pero el historiador alemán Winckelmann declaró que la tradición artística griega era la única que contenía el verdadero ideal de belleza, frente al arte chino, muy inferior y estancado. El lingüista Humboldt consideraba inferior el idioma, el poeta Shelley que sus instituciones estaban anquilosadas y deterioradas, Herder se burló del carácter nacional, De Quincey afirmó. que los chinos eran antediluvianos, y, para Hegel, China representaba el nivel inferior del desarrollo histórico del mundo (y por ello era un despotismo teocrático.). Augusto Comte, Alexis de Tocqueville y Mili consideraron a China inferior, bárbara o apalancada. La sinofobia adoptó. matices racistas en las obras de Arthur Gobineau, padre del racismo moderno, y de otros europeos, y el antropólogo y filósofo Lucien Lévy-Bruhl calificó la mentalidad china de osificada. Pero hubo, es justo reconocer, pensadores europeos que no compartían tales argumentaciones desorientadas, tales como Vico, Rousseau, Hume y el doctor Samuel Johnson, y es digno destacar que los misioneros jesuitas hablaron en términos muy favorables de muchas de las instituciones, ideologías y actitudes de ese inmenso país.

 El descubrimiento de la civilización china, escribe el mexicano Octavio Paz, enfrentaba a los misioneros de la Compañía de Jesús a otro enigma: una sociedad en que muchos aspectos era superior a la cristiana y que, no obstante, estaba gobernada por una burocracia de intelectuales ateos, los mandarines. Impresionó particularmente a los jesuitas el carácter a un tiempo jerárquico y pacífico del Imperio chino; vieron en esa sociedad, a pesar de su vastedad y de la complejidad de sus instituciones, un ejemplo de armonía social fundado no tanto en la fuerza de la autoridad como una sabia organización política y moral. La ética confuciana era una cadena de lealtades y obligaciones mutuas que iban del superior al inferior. El culto a los antepasados, al jefe de familia y al emperador era la triple manifestación de un mismo principio y ese principio no era otro que el de la religión natural. Los jesuitas creían posible encontrar un punto de unión entre el cristianismo y el confucianismo. Los libros de Confucio y otros libros clásicos de los chinos eran compatibles con la ética cristiana, el monoteísmo y la religión natural. El vertiginoso crecimiento del cristianismo en la “atea” China de hogaño, ha propiciado pronosticar al Informe Pew, que en menos de un siglo este inmenso país será la más grande nación cristiana del orbe.

   Recordemos, dice el británico Joseph Needham en Ciencia y civilización en China (1954-2008), un libro altamente apreciado en la China de hoy, que la brújula de magnetita es invento chino trasmitido a Occidente, así como el papel, la imprenta de bloques, de tipos móviles metálicos, y la pólvora para uso militar. Como si fuera poco debemos agregar la porcelana, el timón de popa, el hierro fundido, el arnés para animales de tiro, el telar horizontal de lazos, el molino de muelas, el ventilador de aspas, la noria de paletas cuadradas, la maquinaria para el trabajo de la seda, la carretilla, la ballesta de repetición, la cometa (papagayo), el sondeo profundo, el fuelle de pistón, la carretilla, el molino rodante, el trompo volador, la suspensión de cardán, los puentes de arcos segmentados, los puentes colgantes con cadenas de hierro, las esclusas, el carretón de velas, el zeotropo, el trompo volador, el puente de arcos segmentados, los globos de aire caliente, las tejas, los principios de construcción naval, el reloj mecánico que, según Lewis Mumford, llega a Occidente a través de los árabes y es el artefacto de medición que entre los monjes benedictinos de la Edad Media es el responsable de la fundación del capitalismo.

 

Pero ni siquiera la universidad, institución céntrica de la modernidad en Occidente, es una creación exclusiva de Europa. Mark Elvin comenta el error de muchos historiadores que consideran la presencia de la universidad en el siglo XII como la variable mágica que explica los orígenes de la ciencia moderna. Y encuentra analogías con las universidades de China (y las hay también con las madrasas en el islam), la más famosa de las cuales fue la Gran Escuela, dependiente del Gobierno durante la dinastía Sung (960-1279). En ella se enseñaban matemáticas y medicina y había exámenes. Aparte, las academias, mucho más extendidas que en Europa, ofrecían enseñanza, campo para los debates e instrucción. Needham se atreve afirmar que la revolución industrial pudo haberse realizado en China antes que en Europa del siglo XVIII, puesto que la ciencia china fue igual, cuando no superior a la occidental hasta el siglo XVI. Con esta controversial afirmación se ha creado desde entonces el llamado “problema Needham” o también llamado “puzzle Needman”, que analizaremos en otra ocasión.


  Filosofía y ciencia en el Islam

 Otros portentos de la técnica y de la ciencia vienen de Oriente y sin los cuales Europa no habría logrado su prodigioso avance y que le hizo tomar delantera desde el siglo XVIII y que han sido sistemáticamente silenciados: el cero como noción aritmética indú y popularizado por Fibonacci en Europa, los números arábigos que remplazan a los casi inútiles números romanos, el álgebra de Al Juarismi, Omar Khayyam corrigió la geometría de Euclides, el astrolabio planisférico que hizo posibles los viajes colombinos, el aparato volador y el paracaídas de Ibn Firnas (siglo IX d.C.), el alambique, el acero de Damasco, el juego del ajedrez, la óptica y la ley de la inercia de Alhacen, y la alquimia de Al Razi, el ácido nítrico y ácido sulfúrico, el cloruro de mercurio, el nitrato de plata, el azafrán,  el cañón de la civilización árabe, la cirugía como ciencia autónoma, en oftalmología se operaban las cataratas, Avenzoar realiza las primeras autopsias, la física del movimiento, una primitiva versión de la ley de la conservación de la masa,  una forma cruda de método experimental. La Escuela de Traductores de Toledo, España, que vertió al árabe los textos clásicos greco-romanos de Aristóteles y el Pachatandra indú, y que de allí se conocen en Europa medieval e inspiraron a Dante y Santo Tomás de Aquino, el enciclopedista Al Biruni, Averroes, Avicena y Maimónides, quienes bajo una atmósfera heterodoxa del “libre albedrío” hicieron aportes fundamentales a la cultura universal.

 Para finalizar este aplastante alegato expositivo a favor de la prodigiosa cultura oriental, de la milenaria China y su portentosa civilización, que hogaño puntea y que pronto será la primera potencia económica del orbe, citemos un dato que nos hará reflexionar hondamente y que nos lo proporciona el sabio polimata y antropólogo británico Jack Goody:

 

“…los chinos utilizaron el papel higiénico mil años antes que en Europa.”

 

Referencias.

 Castro Gómez, Santiago. La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1816) Fondo Editorial El Perro y la Rana. Caracas, Venezuela, 2008.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Ibn Firnas, precursor andalús de la aeronáutica y otras reflexiones sobre el Islam. 2020. En internet.

Goody, Jack. Cocina, cuisine y clase: estudio de sociología comparada, traducción de P. Wilson, Barcelona, Gedisa, 1995].

Goody, Jack. El robo de la historia. Akal, Barcelona, España, 2011.

Guy, Alan. Panorama de la filosofía iberoamericana: Desde el siglo XVI hasta nuestros días. Universidad Católica Cecilio Acosta, Maracaibo, Venezuela, 2002.

Mumford, Lewis. Técnica y civilización. Alianza Editorial. Madrid, España, 1971.

Needham, J. (ed.), Science and civilization in China. Cambridge University Press, 1954.

Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Seix Barral, Barcelona, España, 1983.

 

Otros libros de Jack Goody que no hemos revisado.

Goody, Jack, Anomie in Ashanti? Africa TI (1957), pp. 75-104.

Death, property and the ancestors, Stanford, Stanford University Press, 1962.

—The social organization of time., en The encyclopaedia of the social sciences, Nueva York, Macmillan, 1968.

Technology, tradition and the State in Africa, Londres, Oxford University Press, 1971.

—The evolution of the family., en P. Laslett y R. Wall (eds.), Household And family in past times, Cambridge, Cambridge University Press, 1972a.

The myth ofthe Bagre, Oxford, Clarendon, 1972b.

Production and reproduction: a comparative study of the domestic domain, Cambridge, Cambridge University Press, 1976.

The domestication ofthe savage mind, Cambridge, Cambridge University Press, 1977 [ed. cast.: La domesticación del pensamiento salvaje, Traducción de M. V. García Quintela, Madrid, Akal, 1985].

Cooking, cuisine and class: a study in comparative sociology, Cambridge University Press, 1982 [ed. cast.: Cocina, cuisine y clase: estudio de sociología comparada, trad. de P. Wilson, Barcelona, Gedisa, 1995].

—Under the lineage’s shadow. Proceedings ofthe British Academy (1984), pp. 189-208.

The logic ofwriting and the organisation of society, Cambridge, Cambridge University Press, 1986 [ed. cast.: La lógica de la escritura y la organización de la sociedad, traducción de I. Álvarez Puente, Madrid, Alianza Editorial, 1990].

The interface between the written and the oral, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.

The culture of flawers, Cambridge, Cambridge University Press, 1993.

The east in the west, Cambridge, Cambridge University Press, 1996a.

—Comparing family systems in Europe and Asia: are there different sets of rules? Population and Development Review 22 (1996b), pp. 1-20.

Representations and contradictions, Oxford, Blackwell, 1997 [ed. cast.: Representaciones y contradicciones: la ambivalencia hacia las imágenes, el teatro, la ficción, las reliquias y la sexualidad, traducción de E. Thielen, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999].

Food and love, Londres, Verso, 1998.

—The Bagre and the story of my life., Cambridge Anthropology 23, 3 (2003a), pp. 81-89.

Islam in Europe, Cambridge, Polity Press, 2003b [ed. cast.: El islam en Europa, trad. de M. Rosenberg, Barcelona, Gedisa, 2005].

Capitalism and modemity: the great debate, Cambridge, Polity Press, 2004 [ed. cast.: Capitalismo y modernidad: el gran debate, traducción de C. Belza, Barcelona, Crítica, 2004],

Goody, J. y Watt, I. The consequences of literacy., Comparative Studies in Society and History 5 (1963), pp. 304-345.

Goody, Jack y Tambiah, S., Bridewealth and dowry, Cambridge, Cambridge University Press, 1973.

Goody, Jack y Gandah, S. W. D. K., Une recitation du Bagre, París, Colin,

The third Bagre: a myth revisited, Durham, Carolina Academic Press,

 

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura

Latinoamericana

 y Caribeña, UPEL, Barquisimeto,

Fundación Buría.

cronistadecarora@gmail.com

Santa Rita de Carora,

 República Bolivariana de Venezuela,

 junio 22 de 2021.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...