martes, 4 de marzo de 2025

La Siesta.


Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

Hace más de medio siglo llega a la ciudad del semiárido larense venezolano llamada Carora un profesor que iba a dictar clases en el Liceo Egidio Montesinos, única institución de educación media en el Distrito Torres. Era el docente Fausto Pérez, egresado del prestigioso Instituto Pedagógico de Caracas en la especialidad de biología, quien me contó una anécdota muy interesante sobre su arribo a la rancia ciudad del Portillo de Carora, vieja urbe fundada en 1569.

“Tomé la decisión de llegar con mi familia un domingo a mediodía, me dijo en tono solemne, y casi me devuelvo ese mismo día para Caracas”. Le habían dicho que Carora era insoportable por el elevado calor superior a los 30 grados centígrados, por sus miríadas de zancudos, por las terribles 360 curvas de su carretera hacia Barquisimeto, por la impenetrable y hermética casta de los godos o caracolorás caroreños. Pero no fueron estos factores los que por poco nos quitan a este inteligente hombre que forma generaciones de caroreños y que decide darle descanso a perpetuidad a sus huesos en este “vasto erial”, tal como lo llamó Chío Zubillaga a comienzos del siglo pasado.

 

Lo que causa enorme sorpresa y desconcierto al recién llegado docente fue el hecho de que consiguió a la ciudad despoblada y solitaria a aquella hora meridiana, donde los refulgentes y extremo cálidos rayos del astro rey, hacen que los seres humanos se refugien en sus refrigeradas casas de tejas, caña brava y adobe a dormir la siesta de mediodía, una sana costumbre que él desconocía. Pregunta Fausto a un solitario anciano que se le atraviesa que dónde está la gente de Carora. Para formidable admiración de mi amigo, le responde el provecto hombre “Están reposando el mondongo.” En efecto, hartarse de ese magnífico yantar extraído y preparado de las vísceras del chivo, res y el marrano era una como obligación de todo habitante de aquella antigua urbe donde se respira un vaho colonial. “No lo podía creer”, me dice muchos años después mi colega que no conseguía explicación racional a aquella añeja y heteróclita costumbre del semiárido occidental venezolano.

Aquello que no tenía cabida en aquel docente de formación marxista, se ha venido transformando en mis reflexiones de hombre septuagenario, destacando la inmensa y magnifica significación de aquel sueño meridiano para la cultura de habla castellana y creencias católicas. A mi modo de ver es un componente esencial de la semiosfera de sentido que se ha ido incubando en estas difíciles geografías de centroccidente patrio desde hace muchas centurias. Es que la geografía le ha dado una significación, ha grabado una profunda huella en el psiquismo local, a tal punto que podemos afirmar que existe una impronta semiárida en la conformación de nuestra mente y en nuestra cultura, tal como lo planteó el semiólogo soviético Yuri Lotman.

 

La siesta dominguera y de todos los días constituye una suerte de renovación mental, el poder del sueño y la ensoñación que se produce luego del trabajo intenso mañanero.  “Pensador de hamaca y zaguán” llamó José Manuel Briceño Guerrero al gran intermediario cultural que fue el caroreño Cecilio Chío Zubillaga. El camarón del mediodía hizo a nuestros lugareños más lúcidos y creativos en aquella geografía inhóspita sobre la cual denostaron y calumniaron los positivistas venezolanos y continentales, armados de un obsoleto determinismo de la geografía que hizo del calor un enemigo de la idea del progreso.   Sale en defensa del calor y de la “civilización del calor” el eminente ensayista merideño Mariano Picón Salas (1901-1965). “Calor seco y calor húmedo, afirma, son dos connotaciones fundamentales de nuestra Geografía biológica. Las tierras de calor seco, Margarita, Cubagua, Coro, Carora y el Tocuyo fueron tempranos centros de colonización española”. (Comprensión de Venezuela, 1949, p.22) Allí se pregunta genialmente el ensayista merideño: “¿Con Sol, paisaje y leche tomada al pie de la vaca no se disminuyen bastante las angustias del hombre supercivilizado?”

 

Le tomamos la palabra a don Mariano Picón Salas a 60 años de su muerte y cuando las angustias del hombre supercivilizado se han agigantado aún más en este tercer milenio que nos agobia. Y es en la potencia del norte, donde, como dijo el uruguayo Rodó en 1900, triunfa la ideología utilitarista del incesante y desenfrenado progreso, el lugar donde se ha hecho recientemente el fenomenal redescubrimiento de la siesta para continuar la vida y evitar ser triturados por esa inmensa máquina de moler carne humana que se ha instalado en Estados Unidos. Paul Lafargue, teórico decimonónico de lo que llamó el derecho a la pereza, hubiera saludado con enorme simpatía a la señora Tricia Hersey, llamada la “obispa de la siesta”. Ha creado esta afroestadounidense descendiente de esclavos el Ministerio de la Siesta.

  Allí insta, dice ella a The New York Times del 13 de noviembre de 2022, a sus seguidores a utilizar el tiempo para dormir en lugar de dedicárselo al trabajo adicional, y dejar de pasar el rato mirando una pantalla para contemplar a la nada. Los momentos de tensión dedicados a preocuparse por decepcionar a los demás estarían mejor empleados en reflexionar sobre nuestras propias necesidades y comodidades, señaló Hersey. Se trata de negarse colectivamente a exigirse demasiado.

Tricia Hersey, continúa The Times, que ahora tiene 48 años, empezó a invitar a la gente a dormir la siesta colectivamente mientras ofrecía sermones tranquilizadores sobre el poder del sueño y la ensoñación. Compartía la idea de que “el descanso es resistencia” con un grupo creciente y entusiasta de seguidores, que también estaban cansados del trajín, y lo hacía tanto de manera presencial como en línea.

Mientras que algunos de nosotros acabamos de asimilar conceptos como “renuncia silenciosa” y “vida suave”, Hersey lleva años predicando el evangelio del descanso y el desprendimiento de las presiones corporativas y académicas. El empeño se ha disparado desde el inicio de la pandemia en 2019, cuando su plataforma en internet empezó a crecer en decenas de miles de seguidores al día. Hersey da charlas por todo el país, de costa a costa, y ofrece servicios de asesoría a personas que quieren evitar el agotamiento.

“Hersey y su cruzada popular están recibiendo oleadas de simpatizantes. Su primer libro, Rest Is Resistance: A Manifesto se presentó en octubre. El nuevo espacio del Ministerio de la Siesta, bautizado como Templo del Descanso y ubicado en una iglesia presbiteriana poco utilizada del vecindario de Grant Park de Atlanta, acogerá sesiones colectivas de siesta, ensoñación y asesoría espiritual. El Ministerio de la Siesta no es un movimiento religioso, dijo la obispa de la siesta, sino un antídoto espiritual para los problemas terrenales que asolan a las comunidades: el agotamiento, las enfermedades crónicas y las crisis de salud mental, cuestiones que, según ella, surgen de los sistemas del capitalismo y el supremacismo blanco.” Es una inusual lucha desde dentro del capitalismo que no pudieron siquiera imaginar Karl Marx y Federico Engels en el ya lejano siglo XIX, cuando la obispa de la siesta recomienda el “sabático digital”, una suerte de huelga contra el tecnofeudalismo de los barones de las gigantescas empresas digitales: Amazon, Google, Meta, Apple, Microsoft.

He aquí pues que el mundo superdesarrollado ha redescubierto la siesta del mundo de habla castellana, a la que algunos llaman el “yoga ibérico”, parte innegable de nuestro patrimonio cultural hispano, y que al llegar al Nuevo Mundo americano se encontró con su delicioso  e ideal complemento en la hamaca caribeña, y su primo el sabroso chinchorro, un signo que los cristianos del genésico siglo XVI interpretaron como una muestra innegable de que estaban en presencia del mismísimo Paraíso Terrenal al ver a aquellos plácidos y buenos indígenas adormilados en aquellos deliciosos  paramentos  que anunciaban la segunda venida de Cristo en la Parusía.

La siesta u hora sexta romana, un producto de la cultura mediterránea, se abre paso con enorme éxito, junto a nuestra hamaca, la que acompañó a Simón Bolívar en la larguísima guerra anticolonial, en el mundo despersonalizado noratlántico blanco, anglo-sajón y protestante.  Personajes como Albert Einstein cantaron sus alabanzas y Winston Churchill, que aprendió la costumbre en Cuba, fue su entusiasta cultivador, con la consecuencia inesperada de que sus colaboradores quedaban rendidos cuando le veían a él tan fresco a las dos de la madrugada y con ganas de trabajar más, durante los terribles días de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los escritores más importantes de la literatura española del siglo XXpremio NobelCamilo José Cela, con su sarcasmo habitual, ensalzó la práctica y disfrute de esta costumbre tan española. El novelista decía de la siesta que había que hacerla "con pijama, Padrenuestro y orinal".

Como Cronista Oficial del Municipio General de División Pedro León Torres, hemos propuesto en diversos escenarios, se declare a la brevedad La Siesta como patrimonio cultural del semiárido occidental larense venezolano.

 

Carora,

 Estado Lara.

 República Bolivariana de Venezuela.

Martes de carnaval,

 3 de marzo de 2025.

 

 

Tintorero, Filven y el escritor Benito Iraidy.


Benito Iraidy conoce al detalle el alma plural y diversa del pueblo venezolano. Es un legítimo y fiel continuador de la obra de reivindicación de lo popular que iniciaran Juan Liscano, Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz. De su pluma conocemos su interpretación de El caimán de Sanare y la Niña Teodora. Don Benito, está usted, Benito, en el Estado Lara, donde nace lo nacional venezolano, como dijo el sabio Francisco Tamayo. La más completa fusión étnica y cultural del país tiene por escenario el vasto erial que es el semiárido occidental venezolano, y que ha tenido en mi persona el afán de construir una categoría de análisis que he llamado tentativamente “El Genio de los Pueblos del Semiárido Occidental Venezolano”. El más rico folklore de Venezuela en la suite dancística del Tamunangue, variante larense del joropo, la cultura musical más arraigada que tiene sus cumbres en Alirio Díaz, Rodrigo Riera, Gustavo Dudamel, la literatura en Rafael Cadenas, Salvador y Julio Garmendia, Héctor Mujica, es expresión de esta maravilla de cultura que brota de la sequedad y el estío. Es tierra que no conoció el vellocino de oro negro, lo cual puede explicar la permanencia de antiguos hábitos y creencias larenses: la hibernación diaria de la siesta, la inmensa procesión a la Divina Pastora, la expresión fálica del na´guará, el chimó, el cocuy y el garrote encabuyado como signo de el guapo larense, el triunfo, único en el país, del cooperativismo de raíz jesuítica. Acá se inicia la colonización y acá nació la economía del país en los obrajes de El Tocuyo, ciudad que inicia los estudios marxistas con El Tonel de Diógenes de Pío Tamayo, la Teología de la Liberación con Carlos y Cecilio Zubillaga Perera, caroreño fundador de la cultura popular, El Negro Tino Carrasco crea a su manera la Trova Social desde las ergástulas de Juan Vicente Gómez.  Lara no es andina, no es zuliana, no es llanera ni central. Lara es Lara. Una fuerte y nítida personalidad como pueblo.  El pentagrama, selecto nervio de nuestro espíritu, es el nervio de nuestra raza, dijo Chío Zubillaga. -

 

Benito y su equipo, como Presidente del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela, ha realizado un redescubrimiento de lo que llama Miguel de Unamuno la intrahistoria de Venezuela, el país profundo ignorado por las academias, como él mismo dice, y lo ha hecho resonar con fuerza y decisión en Unesco: nuestra igualitaria arepa, el joropo en sus diversas expresiones, el casabe, el tamunangue larense, el culto y devoción a San Juan Bautista, la parranda de los Santos Inocentes de Caucagua, entre otros.  

 

Ahora nos toca en este maravilloso momento tintóreo bautizar con agave cocuy dos de sus novelas cortas: La caja de los truenos, y también Historia del señor Cody. Historias de vida que recoge Benito de la rica oralidad que pervive y se mantiene en los campos petroleros anzoatiguenses, donde subsisten los recuerdos de los aborígenes kariñas y los exaltados negros tare.  Les da voz literaria en novela testimonio a las negras orientales doblemente subyugadas por su sexo y el color de piel: los recuerdos de Berta Vargas, Guillermina Ramírez, Berta Cova. Son historias vivas que truenan, que vencen la primaria opacidad de toda lengua, que dejaron la anonimia, sus misteriosos conjuros y conjugaciones, gracias a la pluma de Benito: un mundo revelado que no tiene principio ni fin, de gentes que apenas saben leer y escribir bien, que han residido en La Soledad de Cariaco, Cerezal y La laguna de Campoma, con animales mitológicos como el dragón llamado Chiriguao, tierra de indios y de negros, donde las lombrices devoran a camadas de niños. ¿Qué ejercicio escritural es este? ¿Será literatura o antropología? Me decido por la conjunción de ambas para formar una suerte de antropología literaria que sale del periodista y el poeta de gran sensibilidad en un mundo cimarrón.

 

La primera novela petrolera de Benito Irady será Historia del señor Cody, un relato reciente que pone pie en el Dublín irlandés de James Joyce, New York y en las riberas del Orinoco con los indígenas waraos, pemones y kariñas.  Una novedad literaria en 208 páginas, a medio camino de lo real y la ficción, con situaciones y cosas que parecen mentira. Como un eco de Chejov habla Benito de Venezuela sin mencionar a Venezuela. Un deslumbramiento por la naturaleza y por sus gentes que siente el señor Cody como el experimentado por Cristóbal Colón en Paria. La Mesa de Guanipa de nacimiento de Benito se hace universal con árabes, chinos, japoneses, kariñas y gringos, haciendo a El Tigre y su Casa de la Cultura lugares cosmopolitas con sus dos librerías de republicanos del exilio español. “Allí entendí, dice nuestro homenajeado, la diversidad cultural.” Leía entonces con asombro a Joyce y comienza desde allí a elaborar su novela del petróleo, el imaginario del petróleo: Historia del señor Cody, que se propone escribir de una manera que no se había hecho entonces. Trescientos años de historia universal donde aparecen los aborígenes venezolanos por vez primera en este tipo de literatura, y un extranjero, el señor Cody, en la voz del narrador.

 

Estamos en el maravilloso poblado de Tintorero, el pueblo músico y artesanal de Sixto Sarmiento, bautizando dos libros de Benito Iraidy con cocuy de penca, haciendo auténtica cultura con el escenario que nos brinda la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), cuando en la Galería Shotebys de New York se subasta una dizque obra de arte de un plátano pegado a la pared con cinta adhesiva por valor de 6 millones 200 mil dólares, una insoportable morisqueta cultural. Para finalizar recordemos a Edward Bulwer Lyton cuando dijo que “la pluma es más poderosa que la espada, porque con la espada se libran batallas mortales, pero con la pluma se dominan culturas enteras, se organizan culturas eternas y se salvan las almas de los hombres.”

 

Gracias por la atención.

Luis Eduardo Cortés Riera. Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, UPEL, Barquisimeto. Cronista Oficial del Municipio Torres, Carora. Fundación Buría.

 

Carora,

República Bolivariana de Venezuela,

 martes 2 de diciembre de 2024.




 

La Siesta.

Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com Hace más de medio siglo llega a la ciudad del semiárido larense venezolano llamada Car...