Benito Iraidy conoce al detalle el alma plural y diversa del pueblo venezolano. Es un legítimo y fiel continuador de la obra de reivindicación de lo popular que iniciaran Juan Liscano, Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz. De su pluma conocemos su interpretación de El caimán de Sanare y la Niña Teodora. Don Benito, está usted, Benito, en el Estado Lara, donde nace lo nacional venezolano, como dijo el sabio Francisco Tamayo. La más completa fusión étnica y cultural del país tiene por escenario el vasto erial que es el semiárido occidental venezolano, y que ha tenido en mi persona el afán de construir una categoría de análisis que he llamado tentativamente “El Genio de los Pueblos del Semiárido Occidental Venezolano”. El más rico folklore de Venezuela en la suite dancística del Tamunangue, variante larense del joropo, la cultura musical más arraigada que tiene sus cumbres en Alirio Díaz, Rodrigo Riera, Gustavo Dudamel, la literatura en Rafael Cadenas, Salvador y Julio Garmendia, Héctor Mujica, es expresión de esta maravilla de cultura que brota de la sequedad y el estío. Es tierra que no conoció el vellocino de oro negro, lo cual puede explicar la permanencia de antiguos hábitos y creencias larenses: la hibernación diaria de la siesta, la inmensa procesión a la Divina Pastora, la expresión fálica del na´guará, el chimó, el cocuy y el garrote encabuyado como signo de el guapo larense, el triunfo, único en el país, del cooperativismo de raíz jesuítica. Acá se inicia la colonización y acá nació la economía del país en los obrajes de El Tocuyo, ciudad que inicia los estudios marxistas con El Tonel de Diógenes de Pío Tamayo, la Teología de la Liberación con Carlos y Cecilio Zubillaga Perera, caroreño fundador de la cultura popular, El Negro Tino Carrasco crea a su manera la Trova Social desde las ergástulas de Juan Vicente Gómez. Lara no es andina, no es zuliana, no es llanera ni central. Lara es Lara. Una fuerte y nítida personalidad como pueblo. El pentagrama, selecto nervio de nuestro espíritu, es el nervio de nuestra raza, dijo Chío Zubillaga. -
Benito y su equipo, como Presidente del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela, ha realizado un redescubrimiento de lo que llama Miguel de Unamuno la intrahistoria de Venezuela, el país profundo ignorado por las academias, como él mismo dice, y lo ha hecho resonar con fuerza y decisión en Unesco: nuestra igualitaria arepa, el joropo en sus diversas expresiones, el casabe, el tamunangue larense, el culto y devoción a San Juan Bautista, la parranda de los Santos Inocentes de Caucagua, entre otros.
Ahora nos toca en este maravilloso momento tintóreo bautizar con agave cocuy dos de sus novelas cortas: La caja de los truenos, y también Historia del señor Cody. Historias de vida que recoge Benito de la rica oralidad que pervive y se mantiene en los campos petroleros anzoatiguenses, donde subsisten los recuerdos de los aborígenes kariñas y los exaltados negros tare. Les da voz literaria en novela testimonio a las negras orientales doblemente subyugadas por su sexo y el color de piel: los recuerdos de Berta Vargas, Guillermina Ramírez, Berta Cova. Son historias vivas que truenan, que vencen la primaria opacidad de toda lengua, que dejaron la anonimia, sus misteriosos conjuros y conjugaciones, gracias a la pluma de Benito: un mundo revelado que no tiene principio ni fin, de gentes que apenas saben leer y escribir bien, que han residido en La Soledad de Cariaco, Cerezal y La laguna de Campoma, con animales mitológicos como el dragón llamado Chiriguao, tierra de indios y de negros, donde las lombrices devoran a camadas de niños. ¿Qué ejercicio escritural es este? ¿Será literatura o antropología? Me decido por la conjunción de ambas para formar una suerte de antropología literaria que sale del periodista y el poeta de gran sensibilidad en un mundo cimarrón.
La primera novela petrolera de Benito Irady será Historia del señor Cody, un relato reciente que pone pie en el Dublín irlandés de James Joyce, New York y en las riberas del Orinoco con los indígenas waraos, pemones y kariñas. Una novedad literaria en 208 páginas, a medio camino de lo real y la ficción, con situaciones y cosas que parecen mentira. Como un eco de Chejov habla Benito de Venezuela sin mencionar a Venezuela. Un deslumbramiento por la naturaleza y por sus gentes que siente el señor Cody como el experimentado por Cristóbal Colón en Paria. La Mesa de Guanipa de nacimiento de Benito se hace universal con árabes, chinos, japoneses, kariñas y gringos, haciendo a El Tigre y su Casa de la Cultura lugares cosmopolitas con sus dos librerías de republicanos del exilio español. “Allí entendí, dice nuestro homenajeado, la diversidad cultural.” Leía entonces con asombro a Joyce y comienza desde allí a elaborar su novela del petróleo, el imaginario del petróleo: Historia del señor Cody, que se propone escribir de una manera que no se había hecho entonces. Trescientos años de historia universal donde aparecen los aborígenes venezolanos por vez primera en este tipo de literatura, y un extranjero, el señor Cody, en la voz del narrador.
Estamos en el maravilloso poblado de Tintorero, el pueblo músico y artesanal de Sixto Sarmiento, bautizando dos libros de Benito Iraidy con cocuy de penca, haciendo auténtica cultura con el escenario que nos brinda la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), cuando en la Galería Shotebys de New York se subasta una dizque obra de arte de un plátano pegado a la pared con cinta adhesiva por valor de 6 millones 200 mil dólares, una insoportable morisqueta cultural. Para finalizar recordemos a Edward Bulwer Lyton cuando dijo que “la pluma es más poderosa que la espada, porque con la espada se libran batallas mortales, pero con la pluma se dominan culturas enteras, se organizan culturas eternas y se salvan las almas de los hombres.”
Gracias por la atención.
Luis Eduardo Cortés Riera. Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, UPEL, Barquisimeto. Cronista Oficial del Municipio Torres, Carora. Fundación Buría.
Carora,
República Bolivariana de Venezuela,
martes 2 de diciembre de 2024.