Introducción
El presente trabajo tiene como
propósito fundamental exaltar la figura prodigiosa del
geohistoriador chileno venezolano Pedro Cunilll Grau (Santiago de
Chile, 1935-Caracas, Venezuela, 2023), una poderosa personalidad,
autor de una obra tan extensa como magistral. Un hombre que supo
vencer con valor y audacia la ya insostenible y dañina separación
entre ciencias naturales y ciencias humanas, un empeño que hubiera
agradado al profesor C. P. Snow (Las
dos culturas, 1959),
George Steiner (¿Hacia
dónde van las humanidades?),
y también al historiador alemán estadounidense de la ciencia Gerald
Holton (Thematas.
Orígenes del
pensamiento
científico), quien
nos llama a atravesar el pensamiento las ciencias humanas y las
ciencias naturales, y recientemente Morris Berman quien llama a
devolver el sentido erótico de la realidad (El
reencantamiento del mundo).
En tal sentido, nos ha interesado una obra de la variadísima y
amplia producción de Pedro Cunill Grau que ve la luz en 2007:
Geohistoria de la
sensibilidad de Venezuela. Un
portento de obra historiográfica que ha ganado premios en Alemania:
El Libro más Bello del Mundo, y que ha significado una ruptura
epistémica, como la entiende Gastón Bachelard, en la manera
tradicional de hacer y construir ciencias sociales o humanas en
América Latina.
Pedro Cunill Grau ha recibido
varias y ricas influencias a la hora de edificar una geohistoria de
la sensibilidad, una de las cuales será en primer lugar la del
geógrafo y filósofo chino estadounidense Yi Fu Tuan (1935-2022)
quien se nutre de la fenomenología de Husserl y el existencialismo
de Nietzsche, Heidegger, Sartre, y otras como las de Anne Buttimer,
David Ley, Marwyn Samuels y Horacio Capel. Ha merecido especial
atención Fernand Braudel, autor de la monumental obra El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
Nuestro propósito ha sido
rastrear tales influencias y la manera como se expresan en el
discurso de Pedro Cunill Grau. Otra impronta visible es la de Alain
Corbin (1936), historiador francés del olfato y el silencio.
Después de haber realizado estas conexiones, buscamos los
antecedentes nacionales venezolanos de esta geohistoria de la
sensibilidad, traza que hallamos de manera lúcida y hermosa en el
trujillano Mario Briceño (Alegría
de la tierra), el
merideño Mariano Picón Salas (Comprensión
de Venezuela), el
larense Francisco Tamayo (La
concurrencia larense).
Pedro Cunill Grau reconstruye de
manera grandiosa la manera en que la visión de los cristianos
impacta ante la majestuosidad y magnificencia de los paisajes de las
regiones equinocciales, un asombro premoderno que en un principio
creía con los antiguos que eran zonas no aptas para la vida. Y lo
hace valiéndose de la “herencia geohistórica, legada por
geógrafos e historiadores clásicos, cronistas acuciosos, viajeros
avizores y por otros múltiples testimonios documentales, que había
sido soterrada por la indiferencia de los cultores de la geografía
cuantitativa positivista.”
Cuando amanecía el siglo XVI,
tiempos del Renacimiento, los cristianos se dieron cuenta, asombrados
y sorprendidos, que el mundo era mucho más grande que lo que
supusieron durante centurias y milenios. Se rompe de tal modo el
sistema triuno, que dominaba hasta entonces, con el aparecimiento de
una nueva realidad al occidente de los Pilares de Hércules. A los
tres continentes conocidos, el llamado ecúmene: Asia, Europa y
África, se agregaba un cuarto continente desconocido: América.
Tierra fabulosa donde supusieron
con mirada bíblica se hallaba el Paraíso Terrenal, con habitantes
que no sentían vergüenza de sus desnudeces, una fauna y flora
desconocidas que condujeron a la creación de una nueva sensibilidad
y a una profunda crisis de la conciencia europea, como dijo Paúl
Hazard: una nueva geografía de la percepción animada y confrontada
a los criterios de los antiguos griegos, romanos y medievales. Es un
mundo primordial y genésico donde se avizora la utopía, quizás uno
de los rasgos más indelebles y profundos del pensamiento occidental
de la modernidad. Una cosmovisión a la que Cunill Grau nos ayuda
comprender de manera maravillosa al interpretar este prodigio
paisajístico y humano que se llama Venezuela.
Antecedentes
de la Geografía Humanista y la Geohistoria de la Sensibilidad
La geografía humanística no es
tan reciente, como podrá creerse, pues tiene antecedentes muy
remotos en los relatos bíblicos del diluvio terrenal y del patriarca
Noé, padre de la humanidad, donde se vislumbra una división
tripartita y geográfica de la humanidad. De acuerdo al imaginario
cristiano de pureza de sangre, los hijos Noé, el llamado Sem,
poblaron la región asiática, los hijos de Cam se establecieron en
África, mientras que los hijos de Jafet poblaron Europa.
Mucho más tarde, en el siglo XVIII, con el filósofo Jean Jacques
Rousseau, quien en una reacción romántica ante la fría
racionalidad de la Ilustración exalta la vida rural y campesina, un
pasado comunitario de hombres buenos:
El
primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir esto
es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el
verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes,
guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al
género humano aquel que, arrancando las estacas de la cerca o
cubriendo el foso hubiese gritado a sus semejantes: “¡Guardaos de
escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los
frutos son de todos y la tierra de nadie!”.
En el siglo
XIX encontramos la figura hoy casi olvidada de Georg Simmel
(1858-1918), filósofo y sociólogo germano, quien escribe Filosofía
del paisaje (1913).
Simmel
construye un universo sobre la idea de paisaje lo suficientemente
abstracto como para tener continuidad en el presente, ideas
germinales que, sin embargo, contienen el potencial evolutivo para
seguir teniendo vigencia. Constructos mentales, naturaleza del
soporte, dialéctica entre el fragmento y el todo, la autonomía del
proceso creativo, la relación entre lo dinámico y lo estático, la
integración de opuestos entre lo construido por el hombre y las
fuerzas de la naturaleza, la relación entre percepción y forma son
temas que aborda este pequeño libro, cargado de intensidad, lirismo
e instrumentos para hacernos comprender el paisaje.
El
Paradigma Positivista
El paradigma positivista que
introdujeron Ernst y Villavicencio en Venezuela en el siglo XIX se
mantuvo vigente durante muchas décadas y llega casi incólume al
siglo XX. Fue un discurso duro que se mantuvo con gran autoridad en
las ciencias naturales, sobre todo en Europa y los Estados Unidos
durante el siglo XIX. Pero la reacción antipositiva comenzó a
escalar en el pensamiento que cree que el método de las ciencias
experimentales no puede ni debe aplicarse a las ciencias sociales o
humanas. Los paladines de estas nuevas ciencias
del espíritu, tal
como las llamaron, fueron dos germanos: Wilhelm Dilthey (1847-1911) y
Edmund Husserl (1850-1938). Fue un modelo separado de las ciencias
naturales que comenzó a aplicarse a la filosofía, psicología,
historia, filología, sociología. Y también llega a la
geografía.
Se trata de la fenomenología,
una filosofía acusada de intuicionista y de pasar al irracionalismo,
como dice el epistemólogo argentino Mario Bunge .
Rechaza radicalmente el positivismo, dice Antonio Caso, que mutila la
existencia de sus dimensiones más altas, pretendiendo dogmáticamente
reducir todo al cientificismo y al tecnicismo…ignorando la cultura
que juega un gran rol por encima de la simple naturaleza.
Entra en escena la fenomenología
y su método, que consiste según Husserl, “ir a las cosas mismas”,
la toma de conciencia de la gran influencia que tienen en nuestra
percepción las disposiciones y actitudes personales, las posiciones
teóricas y la tradición aceptada, así como el deseo de limitar
convenientemente ese factor interno para dejar “hablar más” y
“revelarse más” la realidad de las cosas con sus características
y componentes estructurales propios.
Es la radical oposición entre el “explicar” de las ciencias
naturales y el “comprender” de las ciencias humanas.
La geografía humanística se
compromete con las filosofías fenomenológicas y también con el
existencialismo para rescatar la dimensión personal, emocional y
subjetiva de la realidad. Liliana París dice que la fenomenología
propone una metodología inductiva que permita interpretar las
relaciones entre el ser humano y el medio. Encaminada a estudiar el
“espacio geográfico vivido” En vez de tener como objetivo la
búsqueda de leyes generales, ahora se pretende una comprensión de
los hechos que se logra a través de un contacto de los mismos desde
dentro. El geógrafo participa y se compromete con lo que estudia.
Acá hace su entrada el chino
estadounidense Yi Fu Tuan (China,1935-Estados Unidos,2022), padre de
la geografía humanística que ha dejado impronta profunda en Pedro
Cunill Grau, eminente geógrafo humanista chileno venezolano centro
de nuestro interés. Veamos los que sigue diciendo Liliana París:
Yi-Fu Tuan da mayor énfasis a
la imaginación del entorno. Analiza el nexo afectivo entre la gente
y el lugar, subrayando las formas de percibir el entorno. Los lugares
tienen capacidad para crear imágenes. Ciertos lugares tienen gran
capacidad para excitar sentimientos de topofilia o lugares con los
que el hombre establece lazos afectivos ya que evocan experiencias
agradables.
¿Quién es Yi Fu Tuan?
Yi Fu Tuan es una personalidad
difícil de encasillar en algún sector del variadísimo conocimiento
humano. Filósofo, humanista, lingüista, antropólogo, historiador,
artista, Yi-Fu Tuan es mucho más que un geógrafo; es un gran
humanista, una mente lúcida, un librepensador y un ensayista
brillante que tiene el privilegio de aunar en una misma persona lo
mejor de las tradiciones oriental y occidental, lo que nos recuerda
al escritor chino-británico Lin Yutan. En tanto que máximo
representante de la denominada geografía humanística, Tuan persigue
comprender (y no explicar al modo de las ciencias naturales) cómo
los seres humanos se relacionan con su entorno, cómo crean lugares e
imbuyen de significado al espacio geográfico y cómo se genera el
sentido de lugar. Su trabajo de los más conocidos es
Topofilia, un estudio de las percepciones, actitudes y valores sobre
el entorno,1974, que
comienza de la siguiente manera: ¿Cuáles son nuestras visiones del
entorno material, sea éste natural o artificio humano? ¿Cómo lo
percibimos, cómo lo estructuramos, cómo lo valoramos? ¿Cuáles han
sido y cuáles son nuestros ideales con respecto al medio? ¿De qué
modo la economía, los estilos de vida e incluso el marco físico
afectan nuestras actitudes y valores hacia él?
Introduce este sabio
chino-estadounidense recién fallecido en 2022 una dimensión
emocional y estética a la geografía, veamos lo que escribe de
entrada en su libro más conocido, Topofilia,
un estudio de las percepciones, actitudes y valores sobre el
entorno,1974:
“Estaba ansioso por
introducir en la geografía una dimensión estética, que tomara en
cuenta que los seres humanos sienten y muchas veces experimentan
fuertes emociones con respecto a los lugares que han visitado o
vivido”, dice este chino-estadounidense de 82 años, que se ha
convertido en una leyenda mundial, pues es el padre de la geografía
humanística, aquella que no se limita a estudiar la altura delas
montañas y la longitud de los ríos, sino que busca entender la
relación de los accidentes geográficos y las ciudades con el hombre
y su vida diaria. Todo un humanista, famoso por frases como: “América
Latina trata el espacio público como la sala de su casa, su lugar
para el entretenimiento. No es de extrañar que sea una región tan
viva”.
En este libro cimero de su
pensamiento, emplea Yi Fu Tuan en repetidas ocasiones la palabra
comprensión, entendida a la manera que le dan los fenomenólogos
germanos. ¿Qué relación existe entre entorno y cosmovisión? Estos
son algunos de los temas que nos proponemos examinar. A pesar de su
amplitud, estas preguntas no lo abarcan todo. La contaminación del
medio ambiente y la ecología, dos asuntos de gran importancia e
interés para el mundo, quedan fuera del ámbito de este libro. Las
materias que trataremos aquí percepciones, actitudes y valores—
nos ayudan, en primer lugar, a entendernos a nosotros mismos. Sin esa
comprensión, no podríamos abrigar esperanzas de encontrar
soluciones perdurables a los problemas del medio ambiente, que son
fundamentalmente problemas humanos. Y los problemas
humanos—económicos, políticos o sociales— se articulan en el
polo psicológico de la motivación, los valores y las actitudes que
dirigen la energía hacia determinados objetivos.
Sigue diciendo el sabio recién
fallecido Yi Fu Tuan unas ideas que resultarían incomprensibles para
nuestras escuelas de geografías venezolanas, firmemente atadas a los
modelos cuantitativos de la ciencia natural:
Mucho de lo que percibimos
tiene valor para nosotros, tanto para nuestra supervivencia biológica
como para brindarnos ciertas satisfacciones que están enraizadas en
la cultura. Actitud: es fundamentalmente una perspectiva cultural,
una postura que se toma con respecto al mundo. Es más estable que la
percepción y se forma a través de una larga sucesión de
percepciones, esto es, por la experiencia. Los bebés perciben, pero
no tienen actitudes bien formadas, excepto aquellas que les
proporciona la biología. Las actitudes suponen experiencia y una
cierta solidez de intereses y valores.
Marc Auge: el antropólogo
del no-lugar
Pareciera que Marc Auge,
antropólogo francés, quisiera decir todo lo contrario, oponerse al
amable y cordial concepto de topofilia de Yi Fu Tuan. Un no-lugar son
espacios transitorios y anónimos, estaciones del metro, centros
comerciales y turísticos, cajeros automáticos, campos de
refugiados, una experiencia de mediación no humana en la
contemporaneidad.
El
sujeto (las personas) no viven allí y no se apropian de esos
espacios, con los cuales hay más bien una relación de consumo.
La posibilidad del no lugar no está nunca ausente de cualquier lugar
que sea, afirma Auge. Veamos lo que al respecto dice Noelia Zussa:
El “no lugar”, se
identifica con el espacio de tránsito, de flujo, dominante en las
sociedades “sobremodernas”, que desplaza la hegemonía del “lugar
antropológico”, fijo y estable, sede de la identidad y la
subjetividad tradicional moderna. Marc Augé identifica una
“inquietud antropológica” de base en el sujeto de la
sobremodernidad, quien está obligado a resituarse ante un mundo
siempre extraño y siempre en exceso.
Y más
adelante dice esta misma autora que:
Lo significativo en la
experiencia del no lugar es su fuerza de atracción, inversamente
proporcional a la atracción territorial, a la gravitación del lugar
y de la tradición. Si los inmigrantes inquietan tanto a los
residentes en un país, es en primer lugar porque les demuestran a
estos últimos la relatividad de las certidumbres vinculadas con el
suelo.
La obra donde Marc Auge
(1935-2023) expone sus polémicas y muy discutidas afirmaciones, fue
publicado en 1998: Los
no lugares, espacios del anonimato: una antropología de la
sobremodernidad (Gedisa).
Recientemente estas ideas han sido muy cuestionadas pues, por vía
del ejemplo, los centros comerciales son asiento de una nueva
convivencialidad: la
generación de los nativos digitales, no es la soledad extrema de la
que habla Marc Auge. El aristotélico zoom
politikón no ha
muerto, se resiste morir.
Otros Geógrafos Humanistas.
No se circunscriben a un solo
país o a una determinada época los llamados geógrafos humanistas,
pues han existido desde tiempo atrás en diversos países y
continentes. Los
cuatro primeros, Buttimer , Ley, Samuels, Capel, son los que menciona
Cunill Grau al inicio de su Geohistoria
de la sensibilidad en Venezuela. Es
posible que él haya pensado referirse brevemente a tales geógrafos
humanistas, pero eso sería alargar aún más el tamaño monumental
de tal obra presentada en dos volúmenes. Veamos de forma concisa
quiénes son estos eminentes geógrafos humanistas que apenas el
chileno venezolano cita.
Anne Buttimer, geógrafa
irlandesa (1938-2017), quien también como Tuan, recibe una
influencia notable de la fenomenología que emplea para elaborar su
afamada Historia de la geografía. sus publicaciones abordan
temas como el del espacio social, asuntos ambientales, planeación
urbana e historia de las ideas, que han sido traducidas a distintas
lenguas. Ha propiciado en su larga carrera un efectivo diálogo
entre ciencias naturales y las humanidades. Ha ganado en 2014 el
Premio Internacional de Geografía Vautrin Lud, el Nobel de
geografía.
David Ley. sintetiza
con gran claridad la oposición del humanismo al positivismo, al
denunciar la pérdida del sujeto geográfico por parte de la
Geografía cuantitativa: “la práctica más significativa en
Geografía humana ha pasado de un estudio de las relaciones
contextualizadas entre la sociedad y el medio al estudio de las
relaciones lógicas entre objetos en un espacio abstracto o
estructura”
Es el creador de la teoría de la gentrificación,
que es el proceso de cambiar el carácter de un vecindario a
través de la afluencia de residentes y negocios más ricos. Es
el caso de la urbanización capitalina Las Mercedes, que actualmente
se le conoce como “el pequeño Manhattan de Caracas.
Marwyn Samuels, New York,
1942. Geógrafo estadounidense de origen hebreo. Una de sus famosas
declaraciones es la de los paisajes de autor: Ningún paisaje,
lugar y lugar carece de alma o sin sentido, según Samuels. Dice que
podemos escribir una biografía de lugares y paisajes. Samuels
quiere enfatizar con el concepto de paisajes de autor que los
paisajes nunca son simplemente expresiones pasivas de procesos
anónimos. Y que los hombres son esenciales para entender (el
significado de) la historia del paisaje. La siguiente afirmación
también explica la opinión de Samuel sobre la identidad de los
paisajes:
Los paisajes no pueden
conceptualizarse sin tener en cuenta las historias de vida de
individuos y grupos que los han moldeado a lo largo del tiempo.
Mientras tanto, está claro que hay varias formas de interpretar el
concepto de biografía del paisaje. A veces la biografía trata sobre
la historia cultural de las regiones, otras veces la biografía trata
sobre el desarrollo o la planificación de las regiones. A veces la
biografía trata sobre la historia cultural de las
regiones, otras veces la biografía trata sobre el desarrollo y
planificación de las regiones.
Algunas obras de Samuels:
Samuels, Marwyn S. (1979) La
biografía del paisaje. Causa y culpabilidad en D.W.
Meinig editor, La interpretación de paisajes ordinarios.
Ensayos geográficos. Nueva York, Oxford: University
Press.
Samuels,
Marwyn S (1982) Concurso para el Mar del Sur de
China. Chicago: Methuen.
Ley,
D., Samuels, M.S. (1978) Geografía humanística.
Perspectivas y problemas. Chicago: Methuen, Londres: Croom Helm.
Horacio Capel Sáenz.
Geógrafo catalán español, nacido en Málaga, 1941. En 2008 gana
el prestigioso premio Vautrin Lud, considerado el Nobel de la
geografía. Afirma que el fenómeno urbano es el mejor invento
humano, saliéndole al paso de quienes despotrican de las urbes.
Dice que fue una verdadera revolución superar la geografía
cuantitativista por la geografía crítica, humanista y posmoderna.
Es muy conocida su obra en dos volúmenes Morfología de las
ciudades. De sumo interés son sus reflexiones geográficas
apoyadas en textos literarios, entre los cuales los de Jorge Luis
Borges no son los menores e ilustrado con grabados de Piranesi, nos
entrega este magnífico geógrafo que escribe en castellano su
espléndida obra: Dibujar el mundo: Borges, la ciudad y la
geografía del siglo XXI .
Otro de los muy interesantes trabajos de Capel Sáenz lo
constituyen: La física sagrada. Creencias religiosas y teorías
científicas en los orígenes de la geomorfología española,
(1985). Sin duda, estos y otros trabajos empezaron a crear un mito
del nuevo geógrafo que después impulsaría la revista más
renovadora del panorama español (Geocrítica).
David Harvey y la Geografía
Radical
El geógrafo británico David
Harvey es su mayor exponente en la actualidad de la Geografía
Radical. Presenta una fuerte influencia del marxismo, pues se basa en
las ideas de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, de
Habermas, Adorno, Horkheimer. Como la geografía humanística de Yi
Fu Tuan, es de manera parecida una reacción a las tendencias
neopositivistas. La
injusticia,
el racismo y la explotación eran
realidades visibles en sus trabajos, argumentando que la geografía
no podía seguir siendo “objetiva” frente a la pobreza urbana y
los males asociados. Hace una contribución significativa
a la teoría marxista al argumentar que el capitalismo aniquila el
espacio para asegurar su propia reproducción.
Estas ideas están expresadas en su libro Límites
del capital (1982)
donde amplió e innovó la teoría marxista con respecto al
funcionamiento del dinero y las finanzas, y el “momento espacial”
en el desarrollo de la formación de la crisis capitalista. Su
estudio del París del Segundo Imperio y los acontecimientos que
rodearon a la Comuna de
París en su obra París,
Capital de la Modernidad, es
sin duda su obra histórico-geográfica más elaborada.
En la Geografía Radical
encontramos al francés Yves Lacoste (La
geografía, un arma
de guerra, 1976), el
marxista brasileño Milton Santos (1926-2001), autor de las
reconocidas
Geografía y economía urbanas en los países
subdesarrollados (1973),
así como su contribución sobre “La urbanización dependiente en
Venezuela”. Su obra capital es
A
natureza do espaço.
Técnica
e tempo. Razâo e emoçâo,
1996, traducido al castellano en 2000, y
al mencionado geógrafo español Horacio Capel Sáenz.
Fernand
Braudel y el Mar Mediterráneo
Amo
apasionadamente al Mediterráneo,
tal
vez porque, como tantos otros,
y
después de tantos otros,
he
llegado a él desde las tierras del norte.
Fernand
Braudel, 1949.
Merece
especial atención este inmenso geohistoriador francés que dirige la
Escuela de Anales tras la muerte de Lucien Febvre en 1956. Su obra
capital, El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, fue
editada en francés en
1949.
Una ciclópea y descomunal obra densamente ilustrada, en dos gruesos
volúmenes, en donde el gran protagonista del relato será la
geografía del Mar Mediterráneo, que ocupa 365 páginas del primer
volumen de su colosal obra. Es un esfuerzo muy original que casi no
tiene antecedentes.
Realiza un homenaje a Karl
Marx; quien, a su juicio, fue el primero en crear un modelo
científico unificador de una larga duración histórica (longue
durée), uno de sus
conceptos más felices y de mayor uso en las ciencias sociales hasta
el presente, como veremos de seguido.
En el
prólogo a la primera edición francesa nos dice Braudel: El
Mediterráneo no es siquiera un
mar;
es…un complejo de mares; y de mares salpicados de islas, cortados
por penínsulas, rodeado de costas ramificadas. Su vida se halla
mezclada a la tierra, su poesía tiene mucho de rustica, sus marinos
son, cuando llega la hora, campesinos como hombres de mar.
La
gigantesca obra tiene una estructura tripartita, “cada una de las
partes es un intento de explicación de conjunto”: La primera parte
es una historia casi inmóvil, la historia del hombre en sus
relaciones con el medio que le rodea; historia lenta en fluir y
transformarse, una historia casi situada fuera del tiempo. No es una
de las tradicionales introducciones geográficas de los estudios de
historia. Por encima de esta historia inmóvil se alza una historia
de ritmo lento, parte segunda: la historia estructural, una historia
social, la historia de los grupos y las agrupaciones humanas, un
estudio de las economías, los Estados, las sociedades y
civilizaciones, fuerzas profundas que entran en acción en los
complejos dominios de la guerra. Finalmente, una tercera parte, la de
la historia tradicional, cortada a la medida del individuo, la
historia de los acontecimientos, la agitación de la superficie, una
historia de las oscilaciones breves, rápidas y nerviosas, la más
apasionante y rica en humanidad, y también la más peligrosa.
Desconfiemos de esta historia todavía en ascuas, dice Braudel,
historia que tiene la dimensión tanto de sus cóleras como de sus
sueños y de sus ilusiones. El monarca español, poderosísimo
entonces, Felipe II y la Batalla de Lepanto, apenas aparecen al final
de las casi 1700 gruesas páginas de la obra. Una inversión audaz y
valiente de la tradicional historia política centrada en los
personajes relevantes que entonces dominaban en Francia y en Europa.
Es una obra
estructurada en la dialéctica espacio-tiempo (historia-geografía),
una historia a cámara lenta que permite descubrir rasgos
permanentes, que es la justificación original del libro, toda una
novedad, con escasísimos antecedentes dignos de hacer mención. Es
una labor de síntesis que provoca una nueva ola de investigaciones
especializadas, tales como Jean Delumeau, Pierre Vilar, Emmanuel Le
Roy Ladurie, Vicens Vives, Alphonse Dupront, Pierre Chaunu, Julio
Caro Baroja, Jacques Heers, Ruggiero Romano, Iorjo Tadic, Carlo
Cipolla, Frank Spooner, entre otros.
Sufriendo
largo presidio en un campo de concentración nazi durante tres años,
crea Braudel el concepto clave de la Larga Duración (longue
durée),
es decir una historia subyacente, esencialmente silenciosa,
indudablemente discreta, casi ignorada por quienes la presencian y la
viven y que soporta casi inmutable la erosión del tiempo. Sus
críticos sostienen que esos tres niveles en que se articula la obra
no gozan precisamente de una articulación adecuada, y que sus
pasajes son meras y largas descripciones que desanimarían a
cualquier lector lego o profano.
Fernand Braudel, como director de
la revista Annales,
fundada por Marc Bloch
y Lucien Febvre en Estrasburgo, Francia, en 1929, consiguió
que su modo de entender la práctica de la historia se generalizara
en las universidades francesas; y se exportara a un buen número de
países europeos y latinoamericanos. Los ingleses sin embargo le
reprochan su uso de palabra incomprensibles, tales como coyuntura,
historia acontecimal, longue
durée. Problemas de
traducción, quizás.
Quien
escribe cree, como sabemos, que el Mar Mediterráneo ha sido una
apasionante inspiración, profunda y duradera para Fernand Braudel,
lo que el cálido y amable trópico y su Mar Caribe representa para
el chileno y venezolano Pedro Cunill Grau, como veremos.
Alain Corbin: Historia de
olores y silencios
En sus estudios en Francia conoce
Pedro Cunill Grau la significativa obra de Alain Corbin (1936) sobre
la historia de las sensibilidades odoríferas y del oído que
desarrolla a partir de la historia de las mentalidades de Lucien
Febvre en su señera obra El
problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de
Rabelais. Se
le llama también historia de los sentidos, que plasma magistralmente
en El perfume y el
miasma. El olor en el imaginario social, siglos XVIII al XIX. Allí
nos coloca ante una perspectiva curiosa: el olfato es capaz de
modificar profundamente la conducta humana. Es un sentido que durante
mucho tiempo soterraron la vista y el oído. Recientemente se ha
descubierto que la conocida novela El
perfume, la historia de un
asesino
(1985) del alemán Peter Suskind es un plagio de la obra de Alain
Corbin El perfume y el
miasma.
En su obra reciente El
árbol, fuente de emociones,
Corbin nos
invita “ir al encuentro del árbol campestre, de la arboleda, del
árbol aislado y salvaje y del árbol doméstico. Esta es la historia
de las emociones experimentadas por personas que, a lo largo de los
siglos, poseyeron las palabras para expresarlas”. El árbol es
punto de encuentro de todas las religiones.
Críticas a la Geografía
Humanística.
La geografía humanística ha
sido objeto de críticas por parte de la arraigada geografía
tradicional positivista y el marxismo: no hay explicación de la
constitución del objeto, ausencia de método e interpretación
subjetiva y voluntarista de la idea fenomenológica de la
intencionalidad. Confunde el mundo de las ideas con la realidad
objetiva, la producción científica es meramente descriptiva y no
hay una metodología especificada. Se le considera de acientífica
por ser incapaz de producir generalizaciones más allá de la opinión
personal. El
lugar para los geógrafos humanistas no tiene escala. La casa, la
plaza, el pueblo o el paisaje de una comarca o región pueden ser
lugares, puesto que todos ellos –después de una relación íntima
y cotidiana– pueden convertirse en símbolos de nuestras
aspiraciones, frustraciones, emociones y experiencias pasadas y
presentes.
Esta geografía humanística
supone una colisión con las geografías cuantitativistas que se
cultivan en nuestras tradicionales escuelas de geografía, ancladas
firmemente al positivismo aun en el tercer milenio. Estos geógrafos
enraizados sólidamente en el modelo de la ciencia natural les
resultaría una intromisión de las ciencias sociales o humanas en su
quehacer.
Tendrían que aprender psicología de la percepción y de la emoción,
hermenéutica del discurso, semiología, para colocar al hombre en el
centro de su accionar, una recuperación del humanismo. Sería un
reto muy interesante que ciencias en apariencia tan distantes unas de
otras, se encuentren en un diálogo que aplaudiría el epistemólogo
de la ciencia Mario Bunge (1919-2019).
Antecedentes de la
Geohistoria Humanista. y de la Sensibilidad en Venezuela.
En el pasado siglo XX en
Venezuela tuvimos dos grandes y excepcionales cultores de lo que más
tarde se llamaría geografía humanística o geohistoria de la
sensibilidad: Don Mario Briceño Iragorry (Trujillo, 1897-Caracas,
1958) y Mariano Picón Salas (Mérida, 1901-Caracas,1965). Dos
eminentes obras de estos extraordinarios escritores andinos hemos
examinado para rastrear esta geografía humanística o de la
sensibilidad, tal como se le conoce ahora y cuyo cultor más
destacado planetariamente hablando será el chino estadounidense Yi
Fu Tuan (1935-2020). Del trujillano don Mario Briceño Iragorry
examinamos su hermosísimo trabajo Alegría
de la tierra (1952);
en tanto que del merideño Picón Salas volvimos, otra vez, sobre su
deslumbrante Comprensión
de Venezuela (1949).
Dos escritores que componen esa corriente historiográfica venezolana
llamada “Revisionismo histórico” que ha tratado de darle a los
largos tres siglos de coloniaje una nueva dimensión pues en esos
tres siglos se echaron las bases de la lo que más tarde se llamará
República de Venezuela.
En el escritor trujillano
advertimos ya un profundo sentido de identidad con lo geográfico y,
lo que es digno destacar, lo emocional, aspecto que ya se vislumbra
en su título tan sugerente: Alegría
de la tierra. Pequeña antología de nuestra agricultura antigua.
Un impulso algo así como roussoniano anima tan excelente obra en la
que nos avisa el escritor trujillano de un imperdonable olvido
venezolano: olvidar la tierra, nos hemos desconectado emocionalmente
de la tierra. “No había razón para olvidar la tierra, como
aconteció al hombre venezolano, cuando vio sus arcas hinchadas de
moneda petrolera”. Este memorable ensayo de don Mario tiene una
dedicatoria que es deber destacar: “A la grata memoria de Juan
Francisco de León, primera víctima por la defensa de la tierra
contra la explotación de intereses foráneos.”
Ese ánimo por defender nuestro
suelo patrio lo expresa también don Mario Briceño en su ensayo de
1942 El caballo de
Ledezma. Un anciano,
hidalgo hombre, Alonso Andrea, que como prefiguración del Quijote
sale en defensa de su amado lar caraqueño del ataque corsario. Dos
hombres de nuestro poco conocido y despreciado pasado colonial, Juan
Francisco de León y Alonso Andrea de Ledezma, arropados por un
sentimiento patrio, una identidad niña, que en el presente llamará
Topofilia el padre de la geografía humanística Yi Fu Tuan en 1990.
Estamos con Briceño Iragorry en presencia de una auténtica pasión
venezolanista, de la cual carecemos los hombres y mujeres de nuestro
atribulado siglo XXI. Pensamos que en el lenguaje de los venezolanos
del presente debemos colocar de nuevo las palabras que usa
frecuentemente Briceño Iragorri en su bellísima prosa: amor,
alegría, corazón, espíritu, dulce y pródiga tierra patria,
conciencia agrícola. Recordar que nuestro Padre Bolívar fue
agricultor.
En Mariano Picón Salas una trama
espiritual y subjetiva es de igual modo una constante de su obra.
Apenas sí es necesario decir que en su biografía del precursor
Francisco de Miranda aborda temas como el rencor, el desprecio, la
discriminación, mutaciones psicológicas que experimenta este hijo
de comerciante canario que devendrá universal.
Pero es en Comprensión
de Venezuela
donde el merideño desarrolla con amplitud lo que puede calificarse
como deslumbrante geografía humanística. El merideño, al emplear
una magnífica prosa literaria que rescata para el presente la
geohistoria de la sensibilidad, como veremos luego, escribe al
principio:
“A un cuero de los Llanos,
bastante bien secado al Sol de la zona tórrida, se asemeja en los
mapas el territorio de Venezuela. El matarife divino (porque en todo
inicio está la Teología o la Geología que conduce al mismo), al
realizar aquella operación de corte, empleó, sin duda, un gastado
cuchillo rural ya que lo que se puede llamar nuestra piel topográfica
dista mucho de la simetría y de aquellas exigencias en que las
grandes curtiembres se fijan al producto.”
Don Mariano descubre el radiante
trópico nuestro desde lejanas y brumosas latitudes chilenas, una
como semejanza vital a la protagonizada por Pedro Cunill Grau, un
chileno que descubre la magnificencia equinoccial venezolana en la
década de 1960, tal como veremos después. Emplea el merideño
hermosísimas metáforas, que son el fundamento de todo discurso
(Paul Ricoeur). Una de ellas nos atrae: “aquel instinto de
dominación que hizo de Venezuela durante las guerras emancipadoras
del siglo XIX un caliente almácigo de jefes.”
Pero es en el aparte Signo
del calor donde el
mayor ensayista del siglo XX se acerca a la geografía de la
sensibilidad de hogaño. Acá, como los geógrafos del siglo XXI que
reaccionan contra el positivismo, escribe el merideño: “Cierta
sociología naturalista muy de moda a finales del siglo XIX, nos
desacreditó el trópico como tierra del más langoroso calor de
donde se anula y amortigua el impulso del batallar humano.”
En este ensayo distingue los
matices y variedades del calor, calor seco y calor húmedo. Y va más
allá cuando dice enfáticamente que nuestra civilización de
entonces (la Colonia) pudo llamarse aun con propiedad que la de
hoy-una civilización del calor.
Fue Mariano Picón Salas quien
habló de la civilización del calor, de la emoción roussoniana que
ofrece la zona tórrida. La Colonia venezolana en el siglo XVIII
—afirma el merideño– puede llamarse una civilización del calor:
Calor seco y calor húmedo son
dos connotaciones fundamentales de nuestra geografía biológica. Las
tierras de calor seco —desde las islas perleras de Margarita y
Cubagua hasta Coro, Carora, El Tocuyo en el Occidente, fueron
tempranos centros de colonización española. Caroreños y corianos,
hijos de un paisaje semidesértico, tienen fama de ser los soldados
venezolanos de más aguante físico y los borricos y yeguas que
llevaron allí los conquistadores proliferaban y se reproducían con
mayor talla y resistencia que en sus nativas dehesas andaluzas.
Y más adelante escribe Mariano
Picón Salas que:
Al fuerte asno coriano y la
mula caroreña les debe mucho nuestra vieja economía rural.
Casualmente en una de esas mulas de seca tierra caliente iba montado
Bolívar el día en que salió a encontrar a Morillo para el
armisticio de Santa Ana, en 1820. Y durante la Colonia altos prelados
y oidores del Virreinato de Nueva Granada se disputaban esas mulas
caroreñas, pagadas en peluconas de oro.
Al referirse al semiárido de
Carora y a otras zonas de calor seco, dice Picón Salas:
Esas familias vascas de una
ciudad de firme estirpe española como Carora-Rieras, Zubillagas,
Pereras, Oropesas, Aguinagaldes—pueden decir si el calor hace mal a
la salud y si no se daban en aquellos caserones de tres patios,
familias prolíficas, gentes a quienes sólo vencía la más añosa
longevidad. Otras regiones de calor seco, como la isla de Margarita,
tienen la más alta densidad demográfica de Venezuela, y el
margariteño—buzo, marinero, hombre de muy cambiantes
profesiones—ha cumplido por todo el país (…) una ingente obra
colonizadora. Ese mundo de calor seco reivindica las calumnias que se
esgrimieron contra el Trópico y es, por lo menos, tan habitable como
el de nuestras altiplanicies andinas.
Con tales ideas arremete Picón
Salas contra el determinismo de clima y raza del positivismo
decimonónico impregnado de una fuerte impronta darwiniana, quien
argüía que el calor tropical era un factor de atraso y de barbarie.
Fatalismo de los hechos físicos y de los fenómenos de la naturaleza
a la que se adhirió firmemente Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936)
en su polémica tesis de El Gendarme
necesario,
aparecida en 1919. Y si hay una parte de la geografía patria que
desmiente tales afirmaciones, ella es el semiárido occidental
larense venezolano.
En ocasión del Cuatricentenario
de la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara, en 1952, el profesor de
biología Francisco Tamayo (1905-1984), egresado como tal del
Instituto Pedagógico Nacional, nos dice que “en Lara nace lo
venezolano. Ese suelo privilegiado fue en la Colonia, es hoy en la
República y será siempre la inmanente matriz de Venezuela”.
Influido por el positivismo nos habla de que diversos factores
geológicos, flora, fauna y etnos copulan para engendrar una nueva
forma, un nuevo tipo humano, un ecotipo que es síntesis y exponente
desintegración social. Subraya lo que llama la concurrencia larense
como un hecho que no admite dudas, largo proceso que se ha
manifestado desde las más remotas edades. Y la interpreta como una
convergencia de las especies botánicas y zoológicas, a lo que
agrega la etnología, la antropología, sociología, lingüística,
toponimia, todas contribuyeron a poner de manifiesto la concurrencia
larense. Este fenómeno es producto de una confluencia de medios
físicos y tipos ecológicos diversos, y, por ende, de formas de
vida, de sensibilidades (destacado nuestro), de idiosincrasias, de
expresiones.
En (el Estado) Lara nacen o
finiquitan todos los sistemas geológicos, a excepción, aclara
Tamayo, a los del Delta de Orinoco, a lo Atlántico, a lo guayanés.
“Allí mueren los Andes, y el Sistema Coriano, allí nacen la
cordillera costanera, allí arrancan las hoyas del Llano y del lago
marabino. Así también, la flora, la fauna y el etnos, vinculados
ecológicamente a esos distintos medios, concurren con sus elementos
característicos a la coyuntura común, y el bagaje espiritual
(resaltado nuestro) de cada una de esas zonas confluentes, aporta sus
diferentes valores.
Como hemos visto, se trata de un
fatalismo de los hechos físicos y de los fenómenos de la
naturaleza, determinismo de raza cuando habla Tamayo de tres pivotes
raciales (blancos, indios y negros) que hacen aparecer un “mendeliano
carácter morfológico”, clara herencia del positivismo.
Por ello afirma que “Lo
que pudiéramos llamar el tipo venezolano...no podría generarse en
zonas como en el Llano, los Andes, Margarita, el Zulia y
Caracas...porque todas estas son regiones excluyentes, las unas de
las otras, y dotadas de ambiente y de colorido local tan fuerte que
en ellas priva lo regional sobre lo nacional. El llanero es producto
de la planicie pecuaria. El andino venezolano se parece al andino
colombiano que a un barloventeño.”24
Pero en Lara se reúnen y
confunden casi todos los medios físicos y biológicos del país (y)
se está engendrando un tipo humano de características medias,
equilibradas.” esta síntesis humana, mestizaje, otro elemento que
resalta el positivismo, de todo o de casi todo lo nacionales el tipo
humano venezolano por antonomasia, por ser la expresión total de los
cuerpos y de las almas de aquellas regiones parciales.
Afirma el Sabio Francisco Tamayo
que: “Barquisimeto es
el crisol donde se polariza el mestizaje.”
Estos determinismos le permiten concluir que “En
Lara, nace, pues, lo nacional, lo venezolano”. Más adelante y
basado en el concepto positivo de tradición se refiere al tamunangue
como manifestación folclórica de reminiscencias bárbaras...danza
nigralba de cañamelar, el baile de la zafra, el ballet pagano de San
Antonio, donde la líbido negra se hace rito, bajo el impulso mágico
del tambor; donde el cocuy dinamiza el ritmo y el chimó es acicate
mental de los devotos.”
25
En su madurez el sabio Francisco
Tamayo abandonará el positivismo de sus años mozos. Nuevas maneras
y sistemas de pensamiento llegarán al país: marxismo,
psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, estructuralismo, los
cuales dejan en la obsolescencia a la filosofía que iluminó a
Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz.
Lamentablemente el sabio larense que es Tamayo poco se le conoce en
los ambientes académicos venezolanos. Ya llegará su momento.
Queremos significar que Briceño
Iragorry, Picón Salas y Francisco Tamayo serán precursores y
adelantados de la geografía humanística en la patria de Bolívar y
que también, como lo hace la geografía humanística y de la
sensibilidad de hogaño, se enfrentaron al positivismo decimonónico
que no terminaba de ser enterrado en Hispanoamérica. Estos
magníficos venezolanos han sido para quien escribe estas líneas un
importantísimo estimulo en la tarea de construir una categoría de
análisis que se podría llamar tentativamente El
genio de los pueblos del semiárido larense venezolano.
El semiárido occidental larense
venezolano representa una proporción minúscula del territorio de
Venezuela, pero ha tenido un enorme significado histórico, social y
cultural para el país desde tiempos muy remotos. Digamos que desde
esa partícula de nuestra geografía nacional, un 4,5 % del
territorio venezolano, se han creado particulares formas de vida para
enfrentar la escasez de los recursos naturales desde tiempos
precolombinos hasta la actualidad, se generó desde el siglo XVI una
política expansiva de conquista y coloniaje para el occidente de
Venezuela que llegó incluso a Bogotá, fue el asiento de tres
ciudades de enorme irradiación de la cultura de habla castellana y
de un catolicismo más de naturaleza canaria que peninsular: el
triángulo colonial barroco constituido por la Ciudad Madre de El
Tocuyo, Barquisimeto y Carora, en donde se conformó un tipo humano
de sensibilidades y expresiones particulares. Esta realidad
geo-histórica se proyecta al presente, dándole a esta parte del
país unas características idiosincráticas que la definen.
Empleando una expresión de
Mariano Picón Salas, es una zona o área cultural de acento
específico y tono particular, sobre lo cual es el propósito
aportar ideas y sugerencias en este ensayo.
Pedro
Cunill Grau: Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela
He
nacido para los trópicos,
jamás
he estado tan constantemente
saludable
como en estos dos años.
Alejandro
de Humboldt, 1801
El
pueblo, el actor histórico,
parece
marchar por el aire
como
en esas pinturas chinas
en
las que falta el suelo.”
Jules
Michelet,
Historia
de la Revolución Francesa,1869
Elegí
la geografía
porque
siempre me he preguntado,
acaso
hasta la obsesión,
sobre
el significado de la existencia:
quiero
saber qué es lo que hacemos aquí,
qué
queremos de la vida.
Yi
Fu Tuan, 2012.
Se ha despedido de la terrenal
existencia el Dr. Pedro Cunill Grau el pasado 23 del mes de marzo de
2023 en el cálido, amable y colorido trópico, muy lejos de su
austral y brumosa patria chilena, magnífico hombre que hizo de
Venezuela su seguro terruño de adopción. Fue el artero golpe de
estado contra el presidente Salvador Allende en 1973 quien lo aventó
a esta Tierra de Gracia que es Venezuela, y que él nos ayuda a
redescubrir con sus muy inteligentes, inusuales y hermosos libros,
salidos tras rigurosos y pacientes estudios en lo más avanzado de la
ciencia de la geografía humanística y cultural.
Lo conocimos en 1989, ocasión
cuando quedamos maravillados al leer boquiabierto sus tres tomos de
su ciclópea obra El
poblamiento del territorio venezolano durante el siglo XIX.
Ediciones Presidencia de la República. Caracas, 1987. Es la obra
cumbre de la geohistoria venezolana. La cité con mucho agrado en
varias ocasiones al redactar mi ensayo “Municipio Autónomo Torres:
Frontera interior de transición Zulia, Trujillo, Falcón”, trabajo
que me asigna en la Maestría en Enseñanza de la Historia del
Pedagógico barquisimetano, dirigida por el Dr. Reinaldo Rojas, otro
grande de los estudios de la geografía, de las fronteras y límites:
el Dr. Kaldone Nweheid.
Esta magnífica y monumental
–obra que no se la había ocurrido a ningún historiador
venezolano– nos puso a pensar que estaba en presencia de una
personalidad con una inmensa capacidad de trabajo, un hombre
infatigable. En pocos años desde su abrupta salida de Chile en 1975,
se apropia del discurso venezolano del siglo XIX, sus manifestaciones
culturales, los viajeros que nos visitaron, los libros editados, la
prensa y las revistas que vieron luz en este agitada y desordenada
centuria patria.
Viajero impenitente y dotado de
prodigiosa pupila, una mirada lúcida, se desplaza por las tres
fachadas de nuestra geografía: Andes, Caribe, Guayana. Y nos ofrece,
cual Alejandro Humboldt y Agustín Codazzi del siglo XXI, una mirada
inédita de la forma en que se repobló el país luego de la
descomunal hazaña independentista que dejó un deplorable saldo
demográfico y de cultura durante el azaroso siglo XIX.
El Dr. Pedro Cunill Grau, quien
había nacido en Santiago de Chile en 1935, nos hizo recordar muchas
agradables vivencias en relación con la ciencia geográfica:
nuestros estudios secundarios en Carora, Venezuela, de la mano del
cubano Levi Marrero y sus admirables La
Tierra y sus recursos
y también la monumental Venezuela
y sus recursos, los
dos tomos de Historia
Universal del paisano
sanareño Áureo Yépez Castillo, plagados de innumerables y
atractivos mapas, así como la estimulante cátedra Geografía
Histórica del Dr. José Manuel Briceño Monsillo en la Escuela de
Historia de la Universidad de Los Andes. Fue muy grato descubrir que
Pedro Cunill Grau fue igualmente autor de textos de secundaria para
la enseñanza de la geografía en Chile.
Lo invita al semiárido larense
venezolano, este vasto erial (la expresión es de Chío Zubillaga),
mi mentor Dr. Reinaldo Rojas, quien nos lo presenta en las memorables
conferencias que dictó el amable sureño sobre la ciencia de
Eratóstenes en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador,
Instituto Pedagógico Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, en la
Maestría en Enseñanza de la Historia y en los Congresos
Internacionales de Historia en Barquisimeto. Allí coincidió con
otros memorables cultivadores de la “ciencia síntesis” que es a
no dudar la geografía, y con quienes tuve el privilegio de
conversar: el académico profesor Ramón Tovar, y el
palestino-venezolano Dr. Kaldone Nweheid.
La geografía en un dato de
primer orden en el análisis histórico y así lo ha asumido
plenamente el Dr. Reinaldo Rojas, cuando en 1995 nos presenta su
monumental investigación, editada por la Academia Nacional de la
Historia de Venezuela: Historia
social de la Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial,
1520-1810. Acá están
presentes las improntas de geohistoriadores como Pierre Vilar,
Fernand Braudel, Ramón Tovar, Oliver Dollfus, Pierre Georges, S. J.
Hermann González Oropeza, José Manuel Guevara Díaz, a los que
debemos agregar Alejandro de Humboldt, Agustín Codazzi, Yves
Lacoste, Francisco Morales Padrón, Pablo Perales Frigols, y por
supuesto el Dr. Pedro Cunill Grau. La Región Barquisimeto de
Reinaldo Rojas es una magnifica categoría de análisis eminentemente
histórica y geográfica.
La Geografía Humanística
Cuando leíamos al sociólogo
germano Max Weber y sus afirmaciones de que la cultura pianística
era patrimonio de los gélidos y brumosos países europeos
noratlánticos y no de los países cálidos mediterráneos, los que
han cultivado preferentemente instrumentos de cuerda: guitarra, arpa
y mandolina, nos pusimos a pensar en la geografía humanística en la
cual nos introdujo bellamente Don Pedro Cunill Grau: la manera en
que el entorno geográfico determina en buena manera las
manifestaciones artísticas y culturales. Entendí la afirmación del
escritor larense Héctor Mujica cuando dice que el semiárido larense
está muy presente en nuestra poesía y novela, en nuestra
literatura, que la sensibilidad humana, sus emociones están
vinculadas a la geografía y a la historia. No se debe despreciar el
medio físico en toda aventura humana.
Se trata de la geografía, del
segundo aspecto que señala el filósofo George Steiner sobre la
identidad europea, la segunda seña de identidad europea que es
compartida por todos los países europeos sin la más mínima rebaja
ni excepción: el paisaje caminable, la geografía hecha a la medida
de los pies. Ese paisaje civilizado lo es porque, aquí, la
naturaleza nunca aplastó al ser humano, siempre se plegó a sus
necesidades y aptitudes, nunca dificultó ni paralizó el progreso.
En vez de candentes desiertos como el Sáhara, o selvas jeroglíficas
como la Amazonia, o heladas llanuras estériles como las de Alaska,
en Europa el medio ambiente fue el amigo del hombre: facilitó su
sustento, la comunicación entre pueblos y culturas diferentes, y
aguzó su sensibilidad y su imaginación. Los europeos se
entremataban por razones religiosas o políticas, pero el paisaje no
tendía a aislarlos sino a acercarlos.
La Pequeña Edad de Hielo de
Philippe Blom
Pensando siempre en el afable
Pedro Cunill Grau pudimos escribir sobre un polémico libro de
Philippe Blom, joven historiador alemán nacido en Hamburgo en 1970,
quien nos asombra con su interesante y muy polémica interpretación
de la historia moderna europea con su libro El
motín de la naturaleza. Historia
de la Pequeña Edad de Hielo (1570-1700),
publicado por Anagrama.
Sostiene
que una pequeña edad de hielo entre los siglos XVII y XVIII es
cierto modo responsable de la edificación de la Edad Moderna
europea. Se le ha acusado de determinista por hacer derivar los
grandes y decisivos cambios sociales y culturales de la modernidad a
un cambio brusco de temperatura a fines del siglo XVI y que se
extendió hasta mediados del XVIII. De este modo, Blom establece una
relación de las bajas temperaturas con el Renacimiento, la
Revolución Científica del siglo XVII y el formidable movimiento de
la Ilustración dieciochesca. La caída de dos grados de temperatura
determina la ruina de la agricultura medieval, lo que propicia el
aparecimiento del capitalismo y se activa de gran modo el comercio.
Se fortalecen las ciudades y aparece una nueva forma de pensar con la
burguesía. Esta clase social ya no ve el cambio de clima como un
castigo divino, sino que comienza a darle una explicación racional.
Galileo, Kepler, Descartes y Newton representan este nuevo enfoque
del mundo natural despojado de milagrerías y castigos de Dios
Estas ideas
de Blom han sido criticadas por deterministas y por ello se acercan a
las del geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), de tal modo
el atractivo ensayo se resiente de un cierto oportunismo en las
prospecciones más ambiciosas.
Pues
cabe una pregunta: ¿No se hubieran producido las revoluciones sin la
adversidad meteorológica?
En
lo personal me siento más cercano al posibilismo geográfico del
francés Paul Vidal de La Blache (1845-1918). Su
interés se centra más en las transformaciones que el hombre hace
sobre el medio, es decir el hombre como agente geográfico, que en
las influencias del medio geográfico sobre el hombre y la sociedad.
No estamos seguros de si don
Pedro Cunill Grau revisa o critica este trabajo de Philippe Blom,
pero “el motín de la naturaleza” me ha permitido entender que
existe en el chileno venezolano Pedro Cunill Grau un equilibrio
saludable entre geografía e historia. El clima tropical venezolano
de ninguna manera aplasta la iniciativa humana, más bien reconoce la
variedad de sus pisos climáticos como los de los Andes, el Caribe o
la Guayana, que han permitido variedad de ajustes civilizatorios
humanos. Nuestro autor se inclina más bien por el probabilismo
geográfico del francés Vidal de la Blache, donde el gran
protagonista es el ser humano, quien tiene facultad para reformar el
paisaje natural y crear un paisaje cultural.
14 El Posibilismo Geográfico
de Vidal de la Blache.
Es esta perspectiva del geógrafo
francés es la que se encuentra más cerca de nosotros, la comunidad
de discurso histórico de Barquisimeto” nucleado alrededor de la
Escuela Analista de Marc Bloch y Lucien Febvre, animada por los
doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas en la ciudad de
Barquisimeto, Venezuela y su cordial Instituto Pedagógico
Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Vidal de la
Blache también fue un pionero en el estudio de la relación entre el
ser humano y el medio ambiente. Él creía que la geografía debía
estudiar cómo la sociedad y la naturaleza interactúan y cómo esto
afecta a la vida cotidiana de las personas. Esta idea es conocida
como la «geografía humana» y ha llegado a ser una de las ramas más
importantes de la geografía moderna,
creó, en oposición al Determinismo Geográfico, el Posibilismo
Geográfico. Para esta teoría, a pesar del hombre sufrir influencias
del medio, él es capaz de transformarlo según sus necesidades y los
conocimientos de las técnicas para modificar la naturaleza en
beneficio propio.
Pedro
Cunill Grau en Francia.
En Francia fue discípulo
adelantado Cunill Grau en la Universidad de París y el Colegio de
Francia de los eminentes geógrafos e historiadores, unos clásicos
sin duda alguna: Ernst Labrousse (Historia
económica y social de Francia),
el director de la Escuela de Anales Fernand Braudel (El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo),
Ruggiero Romano (Coyunturas
opuestas. La crisis del siglo XVII en Europa e Hispanoamérica),el
geógrafo e hispanista Piere Vilar (Cataluña
en la España moderna, Historia de España),
Pierre George (Geografía
económica), Yves
Lacoste (La geografía:
un arma para la guerra),
Pierre Gourou (La
tierra y los hombres en
el Extremo Oriente)
y Robert Dion,
(Histoire de la vigne et du vin en France: des origines au
XIXesiècle,
1959), algunos de
ellos seguidores de la magnífica tradición de la Escuela de Anales
que nos ha animado en la comunidad discursiva de Barquisimeto,
Venezuela.
Pedro Cunill Grau llega a
Venezuela por segunda vez.
Perseguido por la cruel dictadura
del general Augusto Pinochet en su natal y lejano Chile regresará a
Venezuela en 1976, cuando ya había estado acá en 1965 de la mano de
la profesora y diputada Mercedes Fermín, nos dice Tomás Straka.
Se incorpora gustoso a la Escuela de Geografía de la Universidad
Central de Venezuela. En 1980 es jurado de la primera Tesis de
pregrado defendida públicamente. Obtiene su Doctorado en la
Universidad de Laval, Québec, Canadá, con su inmenso trabajo, un
clásico sin duda, Geohistoria
del poblamiento de Venezuela en el siglo XIX, que
será publicada por Ediciones de la Presidencia
de la República,
1987. Se incorpora a
la Academia Nacional de la Historia y a la Academia de Ciencias
Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, Premio Nacional de
Humanidades, entre otros lauros.
Nos ha sorprendido que Cunill
Grau haya sido capaz de escribir una magnífica biografía sobre
nuestro polígrafo Andrés Bello (Caracas,1781- Santiago de
Chile,1865), el mayor intelectual hispanoamericano del siglo XIX, un
adelantado de Ferdinand de Saussure, una como retribución a lo que
este ilustre caraqueño hizo por su patria chilena. Recibe su
jubilación en 1996, pero lo cual no significa el alejamiento del
oficio que es leiv
motiv de su vida. Se
incorpora a un gigantesco proyecto de investigación GeoVenezuela,
patrocinado por la Fundación Polar, donde participan unos 90
especialistas y que se presentará en 10 volúmenes. “La mayor
geografía del país que se haya escrito en muchas décadas.” Un
gigantesco aporte en la formación de la “comunidad imaginada” de
Venezuela a través de los mapas y el capitalismo de la imprenta,
según escribe Benedict Anderson.
Nace la Geohistoria
de la sensibilidad en Venezuela
Es en esos años que prepara una
obra que representa un giro decisivo en su carrera de geohistoriador,
su fabuloso y extraordinario trabajo Geohistoria
de la sensibilidad en Venezuela, una
obra originalísima para los estándares de Latinoamérica que se
inspira-ya dijimos- en el geógrafo y filósofo chino-estadounidense
Yi Fu Tuan, Anne Buttimer, David Ley, el judío neoyorkino Marwyn
Samuels, el español Horacio Capel.
Es una obra colosal e
increíblemente hermosa, premiada en Alemania como El Libro más
Bello del Mundo en 2007. Allí define la llamada “Geografía de la
Percepción”, entendida como: “incursionar en la recuperación de
la herencia geohistórica, legada por geógrafos e historiadores
clásicos, cronistas acuciosos, viajeros avizores y por otros
múltiples testimonios documentales, que habían sido soterrada por
los cultores de la geografía cuantitativa neopositivista.” para
sumergirse, dice Alberto Márquez, de lleno en aspectos tan
apasionantes como la conformación del imaginario social, la manera
como se fue estructurando la sensibilidad del habitante natural de
estas tierras ante el paisaje, la flora, la fauna. Y más aún, el
mestizaje como verdadero intercambio de diferentes imaginarios y no
como producto únicamente de la mezcla genética.
La geografía de la sensibilidad
o de la percepción es una rama frondosa y muy estimulante de la
geografía humanística, que ha tenido, era previsible, enorme éxito
en Europa y Estados Unidos. Tiene como basamento primero el
reconocimiento de que existe un fondo emocional común a todos los
seres humanos, una realidad que ignoraron en su momento el
racionalismo dieciochesco, el positivismo y el marxismo soviético.
Investigaciones recientes como las del neurólogo y filósofo
portugués Antonio Damasio han establecido que pensamiento racional y
emoción conviven n los seres humanos en la toma de decisiones.
Las
emociones son
una parte fundamental de nuestras relaciones sociales y nos ayudan a
conectarnos con los demás y a formar lazos sociales. Damasio
sostiene que el cerebro social es una red compleja de regiones
cerebrales que trabajan juntas para procesar la información social y
emocional.
Nuestras percepciones son
simplemente una interpretación de la realidad. El ser humano no
actúa directamente sobre una realidad percibida homogéneamente por
todos. La percepción de la realidad es selectiva, sesgada, y posee
un significado plenamente comprensible sólo en el campo experiencial
del sujeto. Cada ser humano es un interpretativo de los mundos que
habita, en cierto sentido, la realidad es para cada persona su propio
campo perceptual.
Ello nos conduce a pensar que el libro de Cunill Grau tiene tantas
interpretaciones como lectores, que siendo la mirada del autor una
interpretación que conduce a múltiples y variadas interpretaciones
en nosotros los lectores. Una construcción que propicia otras
construcciones en un singular y maravilloso juego de espejos
infinitos.
Las percepciones humanas son
tratadas por el Dr. Pedro Cunill Grau a la manera de Yi Fu Tuan,
sabio filósofo y geógrafo quien abreva en la Poética
del espacio de Gastón
Bachelard (1884-1962), filósofo francés, y del poeta Wystan Hugh
Auden (1907-1963), de quienes toma la palabra topofilia,
concepto clave de esta geografía de la sensibilidad que le permite
incorporar todos los sentidos, vista, oído, tacto, olfato y gusto al
acto de percibir emocionalmente toda realidad. Una dimensión
estética y emocional que se expresa bellamente en las 247 imágenes
de Geohistoria de la
sensibilidad en Venezuela, las
que guardan una armónica y estrecha relación con los textos
escriturales, una prosa agradable y bien construida, muy afín a las
imágenes.
Desde un principio la respuesta
del hombre ante las imágenes ha sido múltiple y ha estado
relacionada en la mayoría de las ocasiones con el sentimiento: amor,
censura, adoración, rechazo, excitación, etc. Es que las imágenes
son los fantasmas que habitan nuestra mente. Las emociones ligadas a
la contemplación de las imágenes a veces son tan intensas que pasan
a formar parte de nuestra historia personal. El arte es capaz de
igualar a la literatura. Las imágenes proporcionan el mismo gusto
por la fantasía y por la aventura que produce la lectura. La
iconografía tiene un gran atractivo en que se sitúa a medio camino
entre el gusto por leer y por ver.
El texto del libro de Cunill Grau
abunda en hermosas metáforas, bien y bellamente construidas,
deslumbrantes descripciones, y sobresale la manera como se coloca en
la mirada de los descubridores y conquistadores del siglo XVI:
Cristóbal Colón, Alonso de Ojeda, Pedro Martín de Anglería, por
solo citar unos cuantos.
Las Percepciones
Sinestésicas.
Geohistoria de la sensibilidad
en Venezuela nos
coloca frente a un fenómeno propio de las percepciones que se llama
en la ciencia de la psicología Sinestesia.
Es palabra derivada
del griego antiguo y que significa sentir conjuntamente. La
neurofisiología reconoce el fenómeno como una asimilación conjunta
o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos
en un mismo acto perceptivo. El escritor nos trasmite sensaciones a
través de las palabras, como es el caso cuando Cunill Grau nos habla
del emblemático “Amargo de Angostura” venezolano: mientras
leemos el relato sentimos en nuestra boca, paladar y lengua.
Y veamos lo
que dice Cunill Grau de nuestro emblemático cocuy larense falconiano
extraído de las ágaves, que se popularizó en los Llanos
venezolanos y que frecuentemente él solicitó sin éxito a los
larenses residenciados en Caracas:
En la
geohistoria de la sensibilidad prehispánica del occidente venezolano
el cocuy fue una bebida de iniciación chamánica, de hondo contenido
ceremonial, que siguió consumiéndose ulteriormente, durante los
siglos coloniales, modificada su práctica ancestral de elaboración
con la introducción de los alambiques de origen hispánico, en los
modos de vida rurales falconianos y larenses, expresados desde el
siglo xviii hasta hoy en los consumos
populares
y sofisticados de los cocuy puros de origen de Pecaya, Siquisique y
Baragua.
No todas las personas gozan del
privilegio enorme de ser sinestésicas, una muy especial sensibilidad
y no patología, como a veces se valora, por ello hemos pensado que
Pedro Cunill Grau la haya experimentado de manera regular, y dándose
cuenta de ello comienza a prefigurar su proyecto de escribir
Geohistoria de la
sensibilidad en Venezuela. El
resultado de esa privilegiada condición de las percepciones en un
ser humano no pudo haber sido mejor.
Apenas si es necesario decir que
estos fenómenos perceptivos fueron estudiados inicialmente por la
Escuela de la Gestalt alemana a principios del siglo pasado.
Sostienen los gestalistas que la mente humana incide en la manera
como interpretamos la realidad. Los afectos y las emociones inciden
en la forma en que percibimos el mundo. La geografía de la
sensibilidad debe mucho a esta psicología alemana que rompe con el
conductismo.
Álvaro Sotillo, diseñador
de Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela
Esta preciosa joya de la
literatura no hubiese sido posible sin un soberbio diseñador
venezolano que es Álvaro Sotillo (Caracas, 1946), un Maestro del
diseño en América Latina, quien ha recibido el Premio Gutenberg, en
Leipzig, Alemania a Los libros más hermosos del mundo. Hizo
estudios en Artes Plásticas Aplicadas, en la Escuela Cristóbal
Rojas, y prosiguió su formación en el Instituto de Diseño Neumann,
una iniciativa de Hans y Lotar Neumann.
El inmigrante lituano Gerd
Leufert, su maestro, hizo estudios en Munich.
Los
Libreros Alemanes observaron maravillados este libro venezolano
encuadernado al estilo japonés, en papel cremoso, todo lo cual fue
una feliz audacia emprendida por Álvaro Sotillo con el seguimiento
constante del autor, Pedro Cunill Grau, en largas sesiones de
trabajo. De las manos de Álvaro Sotillo sale el sin igual diseño
del famoso
Diccionario
de Historia de Venezuela,
de
la Fundación Polar, en sus dos ediciones, 1989 y 1992. Por su
impecable factura gráfica recibió en 1999 la Letra de Oro en la
exposición Los Libros más Bellos del Mundo, Leipzig, Alemania.
La
gigantesca y prodigiosa obra colectiva en 9 volúmenes GeoVenezuela,
dirigida por Cunill Grau, es de igual manera un fabuloso diseño de
Álvaro Sotillo, con la colaboración de Luis Giraldo y Gabriela
Fontanillas. Será impresa y encuadernada por la prestigiosa
Editorial ExLibris, Caracas. Esta extraordinaria obra será sin duda
un referente básico y de primer orden en la construcción del
imaginario colectivo que es toda nación, según sostiene Benedict
Anderson.
Algunos
contenidos de Geohistoria de
la sensibilidad en Venezuela.
La sola
lectura del índice de Geohistoria
de la sensibilidad en Venezuela
nos provoca una sensación alucinante de las cuantiosas maravillas de
cosas y situaciones que vieron y sintieron los sorprendidos viajeros
de Indias, y que más tarde descubrirían los literatos del realismo
mágico latinoamericano: el Paraíso Terrenal pariano, la
voluptuosidad del algodón y el recato al vestir, la obcecación
perlífera, la codicia del oro doradista, mascotas y animales
sorprendentes, las cetrerías, plumerías, materias primas odorantes,
materias tintóreas, curtientes y cueros venezolanos, plantas
medicinales, la sal de Araya, y otros portentos que sería largo
enumerar, todo lo cual nos recuerda la cultura floral y de la alta
cocina estudiada en buena parte del orbe por el antropólogo
británico Jack Goody.
No nos cabe
duda que Pedro Cunill Grau es el Alejandro Humboldt del presente.
Como el germano, nos enseña a percibir el “Esplendor de
Venezuela”, “una especificidad que como nación no ha sido
debidamente percibida en su grandeza por generaciones pasadas y
actuales”, una grandeza de espacios geográficos primigenios que se
han ido contrayendo tempranamente, se lamenta. La llama con gran
pesar Cunill Grau la Venezuela irredenta, una muestra de patriotismo
por lo nacional venezolano ausente entre nosotros los hombres del
tercer milenio.
La Venezuela hispánica llegó a tener una extensión territorial que
se acercó a los dos millones de kilómetros cuadrados: 1.824.000
kilómetros cuadrados.
Quizás sea
la cotidianidad lo que no nos permite captar en su magnificencia el
paisaje tropical que Cunill Grau nos muestra desde su mirada lúcida
y atenta. La quimera colombina y vespuciana de signo edénico que se
maravilla ante tan prodigiosa biodiversidad: “351 mamíferos, 1.360
aves, 341 reptiles, 284 anfibios, 1000 peces de agua dulce, 791 peces
marinos, 14.292 plantas superiores. “De estos millares de especies
de la biodiversidad venezolana se han aprovechado cientos para
satisfacer la sensibilidad humana: perlas, oro, piedras preciosas,
maderas de tinte, telas de algodón, fibras vegetales, aves y
mascotas, plumería, cueros, remedios, cacao, Café, tabaco, flores,
maderas preciosas, caucho, balatá, abonos, sebos, que han irrumpido
sostenido en el comercio con España y otros países europeos.”
Los hombres
del siglo XVI, un siglo que quiere creer, según dijo Lucien Febvre,
se abruman ante la magnificencia tropical que los hace ver al Paraíso
Terrenal bíblico colocado en la península de Paria, una como
geografía mítica, trasmutación de la tropicalidad a lo edénico
que Colón y Vespucio compartieron. Hasta el mismo Humboldt se hizo
eco de tan espectacular creencia.
El algodón
americano fue verdadero deleite para los descubridores europeos.
Colón lo avizora en la isla de Trinidad y Paria. Las artesanías
elaboradas en algodón por los caquetíos de Chichiriviche fueron de
admiración de los cristianos.
Fue la ciudad de El Tocuyo, situada en el semiárido occidental,
donde se gesta la primera protoindustria textil en Tierra Firme.
Con el algodón se impone el “recato cristiano” del obispo
Rodrigo de Bastidas y la necesidad de cubrir la desnudez de los
naturales.
El
Lienzo Tocuyo
En la
“Ciudad Madre de Venezuela”, El Tocuyo, se elaboraba ya desde el
siglo XVI, año 1550, en talleres u obrajes textiles, el muy famoso
Lienzo Tocuyo, tela burda, producto de alta calidad hecho de algodón,
y a veces con lana de ovejas, que se exportaba muy lejos, pues iba a
dar hasta el norte de la Argentina, Chile central y Perú, Riohacha,
Tunja, en Nueva Grabada, Colombia, y las islas del Caribe, así como
también a España y otros países europeos, nos refiere Ermila
Troconis de Veracoechea. Con él se elaboraba ropa, camisas, mantas,
paños, toallas, sábanas, forros de colchones, delanteras de cama,
costales o sacos donde se empaquetaba el papelón. Fue una apreciable
protoindustria algodonera situada en el estado Lara, Venezuela en
tiempos coloniales, iniciada durante el mandato del Capitán General
y Gobernador de la Provincia de Venezuela Juan Pérez de Tolosa,
1545-1547.
Estos
obrajes tocuyanos, dice Cunill Grau, los más importantes del país
durante los siglos XVI y XVII, resultaron de la confluencia de la
habilidad de los aborígenes para con el algodón, planta americana,
y los telares artesanales traídos por los españoles. Obrajes hubo
en Quíbor, los Humocaros Alto y Bajo, Yacambú, Chabasquén. Los
cristianos enseñaron a los indios a hilar algodón, una técnica
hasta entonces desconocida en tierras americanas. Hubo obrajes muy
grandes. La encomendera tocuyana Felipa de Mora, refiere el
investigador chileno-venezolano Pedro Cunill Grau, tenía en 1653 en
sus haciendas uno de ellos que ocupaba 250 aborígenes, en Humocaro
más de 100 indios coyones, y en Quíbor más de 150 indígenas
ayaguas, camagos y gayones.
El lienzo
tocuyo ganó prestigio con gran rapidez. Llegó incluso a ser
utilizado como moneda en época de escasez de efectivo en monedas de
cobre con un valor de un peso por cada cinco varas, y animó las
ferias dominicales en la plaza mayor de El Tocuyo colonial. Se
empleó, agrega Cunill Grau, en las duras tareas mineras en los Andes
americanos y jornaleros agrícolas y urbanos. Jugó de esta manera el
famoso lienzo, creemos nosotros, un papel análogo al de la mezclilla
con la que se elaboraron los jeans en Estados Unidos en su
incontenible avance hacia el Oeste. Incluso, su nombre indígena,
Tocuyo, aparece en el Diccionario de la Lengua Española, 2010,
página 1.272.
Este lienzo
fue a dar a las ferias andinas y centros mineros de Suramérica a
lomos de las muy fuertes mulas y burros tocuyanos, barquisimetanos y
caroreños, los que tanto exaltó nuestro Mariano Picón Salas. Eran
esas mismas mulas que se disputaban los jerarcas de la Iglesia
Católica durante la Colonia, y que al despuntar el siglo XIX iban a
ser el medio de transporte de los ejércitos libertadores que
salieron de Venezuela bajo la conducción de Bolívar y Sucre.
Hay en esta
bella historia de nuestra artesanía colonial un elemento clave a
destacar: la religión. Recordemos que los cristianos pensaron en el
siglo XV y XVI haber llegado al Paraíso Terrenal y que sus
habitantes, los indios americanos, vivían en estado de naturaleza,
casi desnudos, mostrando sus hermosos cuerpos cobrizos. Pero esa
admiración inicial dio lugar al recato en el vestir luego de que en
España se realiza el Concilio de Trento en el siglo XVI. Se obligaba
desde entonces a los indios “cubrir sus desnudeces” para asistir
a los actos religiosos y misas dominicales. De tal manera se forja
una representación teatral absoluta entre los aborígenes
americanos, dice el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría, al
verse obligados a los aborígenes vestir ropas europeas. Nuestra
cultura es en ese sentido una teatralidad, pues se vieron obligados
los aborígenes a asumir vestidos y conductas que no les pertenecían.
Y allí tuvo el Lienzo Tocuyo un papel muy importante en este cambio
psicológico en buena parte de Suramérica y las islas del Caribe.
Los placeres perlíferos
La obcecación europea por las
perlas venezolanas. Las perlas eran conocidas desde la Edad Media en
Europa y eran muy costosas las que procedían del lejano Ceilán y
Bahrein, las que se empleaban, escribe Cunill Grau, como ornamento de
cortesanos y jerarquías eclesiásticas. Hasta la austera corte de
los Reyes Católicos sentía una fascinación por ellas, lo mismo que
Carlos V. Los cristianos las trocaban por cascabeles, espejos, trozos
de cerámica multicolor valenciana o andaluza. Un desigual trueque
que luego se hizo violento, y que motiva los viajes menores de Ojeda,
Vicente Yáñez, Guerra, Bastidas y que metió en serios aprietos al
Almirante genovés al ocultar los placeres perlíferos de Paria.”
La isla de Cubagua llama la atención del soberano borgoñón que era
Carlos V y allí se funda la Nueva Cádiz de Cubagua, centro de
nuestra primera y efímera gran riqueza. “Esta enorme riqueza de la
biodiversidad marina cubaguense atraería a la ciudad-puerto de Nueva
Cádiz un número creciente de comerciantes y mercaderes, las perlas
llegaban a todos los lugares prósperos del universo euroamericano.
Desde el mercado sevillano se revendían a mercaderes y plateros
andaluces, y a comerciantes, joyeros y horadadores de Madrid,
Venecia, Génova, Núremberg, Augsburgo, Amberes, Lisboa y otras
importantes ciudades.”
Nos estábamos conectando al circuito comercial capitalista temprano
y proporcionándole a la vieja y cansada Europa de entonces un nuevo
aliento renacentista y mundano.
Pedro Cunill Grau en el
semiárido occidental larense venezolano
Fue gracias a nuestro mentor y
amigo Dr. Reinaldo Rojas nos encontramos con la figura de hombre
bueno y bonachón de Pedro Cunill Grau en la ciudad crepuscular de
Barquisimeto, en ocasión de los Congresos Internacionales de
Historia. Cuando le hablé de mi procedencia caroreña atisbé en sus
ojos un deseo como de niño de visitar el vasto erial caroreño y sus
increíbles viñedos emergidos como de magia en la reseca y
calcinante Otra Banda, un feliz esfuerzo franco-venezolano; las
dehesas de Quebrada Arriba donde el genio humano cruza las razas
bovinas del siglo XVI (bos
Taurus) con las razas
Pardo Suizas europeas para dar origen a la Raza Carora con gran
adaptación al trópico.
Como hemos dicho antes, es este
hombre austral, trabajador y metódico, quien nos anima a construir
una categoría de análisis que tentativamente hemos llamado El
genio de los pueblos del semiárido larense venezolano. El
semiárido larense venezolano representa una proporción minúscula
del territorio de Venezuela, pero ha tenido un enorme significado
histórico, social y cultural para el país desde tiempos muy
remotos. Digamos que desde esa partícula del nuestra geografía
nacional, un 4,5 % del territorio venezolano, se han creado
particulares formas de vida para enfrentar la escasez de los recursos
naturales desde tiempos precolombinos hasta la actualidad, se generó
desde el siglo XVI una política expansiva de conquista y coloniaje
para el occidente de Venezuela que llegó incluso a Bogotá, fue el
asiento de tres ciudades de enorme irradiación de la cultura de
habla castellana y de un catolicismo más de naturaleza canaria que
peninsular: el triángulo colonial barroco constituido por la Ciudad
Madre de El Tocuyo, Barquisimeto y Carora, en donde se conformó un
tipo humano de sensibilidades y expresiones particulares. Esta
realidad geo-histórica se proyecta al presente, dándole a esta
parte del país unas características idiosincráticas que la
definen. Empleando una expresión de Mariano Picón Salas, es una
zona o área cultural de acento específico y tono particular. Es
que, como dice Reinaldo Rojas de manera muy estimulante, la historia
social del semiárido está por realizarse.
Pedro
Cunill Grau invita a reconstruir los paisajes soterrados de
Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela
Varios
son los interesantes retos que nos propone este sabio ser humano a
estas tierras semiáridas del Estado Lara, al occidente de Venezuela,
y que plantea en animada y cordial conversación.
El primero,
hacer exposiciones volantes de la cartografía de los siglos XVI al
XIX. “Por ser Barquisimeto una encrucijada de pueblos y caminos ha
sido muy cartografiado desde la época colonial; sin embargo, las
versiones de esos mapas no están al alcance de mucha gente”. Pocos
saben, agregamos nosotros, que Carora tenía un puerto en el Lago de
Maracaibo y que aparece en los mapas del siglo XVIII: Puerto Carora.
El segundo
reto: lograr la difusión y comercialización del legado aurífero
pre hispánico de los caquetíos. A la usanza de los colombianos, que
producen réplicas de las piezas del Museo del Oro de Bogotá, hacer
lo propio con lo que describen los documentos del viejo Barquisimeto
como los del capitán alemán Nicolás Federmann (Historia
Indiana).
El tercer
desafío de Cunill Grau, es rescatar por medio de granjas
experimentales los focos ancestrales de formaciones vegetales
xerófitas. Que la gente conozca y deguste “la herencia de la
recogida de raíces como el guaco, el cardón del denominado dato, el
cardón de la lefaria, la pitahaya y otras frutas y varias plantas
cactáceas.” ¿Quién conoce en Venezuela la pitahaya, el guanajo y
la nueza de los Andes larenses?, se pregunta el chileno-venezolano.
El cuarto
reto es rescatar los paisajes del cocuy, la bebida. Acá invita a la
iniciativa privada para establecer una ruta de producción y consumo,
y retomar la idea de Alberto Pérez de erigir un Museo del Cocuy en
Siquisique, Municipio Urdaneta. El agave cocuy está casi diezmado,
advierten los ecologistas.
El quinto
reto del que habla Cunill Grau es el de establecer micro paisajes de
diversidad artesanal. “¿Por qué no ser audaces y reconstruir los
lugares de los arrieros y comerciantes de mulas del antiguo
Barquisimeto? ¡Encantador! …y que se vendiera los productos allí,
como se hacía antes. Ustedes podrían instalar sitios de recuas,
exhibición de obras, zapaterías, talabarterías, chinchorros,
hamacas.
En los días
que lo conocimos en Barquisimeto, comenté al Dr. Cunill Grau el
“conato de magnicidio” al Libertador Simón Bolívar ocurrido en
Carora en agosto de 1821, poco después de la decisiva Batalla de
Carabobo. Después de mucho bailar tomó Su Excelencia una bebida muy
caroreña llamada resbaladera,
preparada con arroz, papelón y agua de azahares, a lo que de seguido
sintió fuertes dolores estomacales e indisposición. Sus edecanes
pensaron que Bolívar había sido envenenado, lo que no fue así.
“Profesor, me dijo emocionado, iré con usted a la ciudad del
Portillo a conocer más sobre sobre ese magnicidio frustrado que muy
poco se conoce”.
Pero no
todo quedó allí, pues igual sorpresa y admiración le provoca
cuando le digo que hubo enorme sequía a principios del siglo XX,
años 1912 y 1913, que se le denominó “La Paño Blanco”,
responsable de una migración desde la Península de Paraguaná,
Siquisique y Baragua hasta el Estado Lara y Carora; que en el
poblado de Curarigua, Municipio Torres, aun se cultiva un cacao
blanco que viene del siglo XVIII; que en los Andes torrenses existe
una manifestación folclórica llamada La Bamba, de claras
reminiscencias mexicanas y veracruzanas, que se escenifica en El
Jabón, Parroquia Torres; que en el elevado Cerro Saroche, Parque
Nacional del Semiárido del Estado Lara, florece una orquídea
endémica de esos lugares a más de 800 metros de altura. Profesor,
lléveme a su tierra, me decían sus ojos. La partida física del
Maestro en 2023 ha sido fuerte acicate para investigar tales
prodigios naturales e históricos. Es una deuda contraída a su
memoria y magisterio.
El
genio de los pueblos del semiárido occidental larense venezolano
Apenas es
necesario decir que el semiárido larense es el escenario de
inigualables manifestaciones sociales y culturales. Hace
algunos años comenzamos a pensar, con alguna comprensible y
justificable timidez, que los pueblos del estío y el verano casi
permanente del occidente de Venezuela están dotados de una
antigua y reconocida genialidad y talento. Un espíritu creativo
excepcional, sin duda, que tiene fundamentalmente dos grandes vías
de acabada y firme expresión: música y literatura. Decimos timidez
porque – hasta donde sabemos- aún no se ha logrado una explicación
razonada del por qué este pequeño cinco o seis por ciento minúsculo
de la geografía del país haya sido solar, linaje de tanto talento y
de tan grande espíritu creador que no presentan, lo decimos con
cierto pesar, otras zonas de Venezuela.
La sensibilidad
venezolana estaría de tal modo incompleta si se omite esta
porción larense de la geografía patria que es el espinazo de la
Región Barquisimeto colonial, categoría de análisis creada por
Reinaldo Rojas, que debería ser trasladada a la Venezuela
republicana por otros investigadores.
Ha sido
escenario, lo que hogaño se conoce como Estado Lara, de
manifestaciones culturales que le dan a la entidad un
ethos o
personalidad muy específica y distinguible en el cuadro de la
cultura nacional. Un ethos al
que hemos calificado de colonial, barroco y católico, que se ha
venido conformando al socaire de una geografía difícil y huraña,
en donde se ha producido, afirma Francisco Tamayo, el más radiante y
completo proceso de mestizaje étnico-cultural del país desde
tiempos coloniales. Las ideas y métodos que nos aporta Cunill Grau,
junto a los no menos importantes de Reinaldo Rojas, nos han iluminado
y empujan continuar con este empeño. Es una deuda contraída con el
más venezolano de los chilenos.
Tenemos
Topofilia.
Prodigioso
concepto omniabarcante e inmenso, sin duda alguna, el de topofilia,
creado por los geógrafos de la sensibilidad el pasado siglo XX en
sus postrimerías, pues nos hace comprender toda aventura humana en
cualquier lugar, tiempo y cultura. Tiene una profunda carga
ontológica primordial. Sus resonancias bíblicas las podemos
encontrar ya en el Génesis bíblico: Dios se compromete en un pacto
con Noé y sus descendientes, diciendo que nunca va a destruir la
tierra con un diluvio. (Gn.9:8-17). Es el pecto más universal entre
los pactos bíblicos, es con toda la humanidad e incluye a los
animales y también la naturaleza. La cultura occidental arranca con
un mosaico ofrecimiento: la tierra prometida:
Yavé dijo
a Moisés:
«Márchate
de ese lugar tú y tu pueblo que saqué de Egipto; sube a la tierra
que yo prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob cuando les
dije: Se la daré a tu descendencia. Enviaré delante de ti un ángel
para que eche del país al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo,
al jeveo y al jebuseo.».
Éxodo 33:1-3.
Hogaño,
en el contexto de la globalización, el tema de lugar cobra mayor
importancia, una teoría del lugar encaminada a ahondar nuestra
relación con el mundo dándole significado y sentido simbólico al
espacio de nuestro hábitat. Una pregunta que interroga por la
naturaleza del lugar. La especie humana es espacial y espaciante
(cargada de sentido y significación). ¿No es, acaso, la
globalización una estrategia de ocupación del espacio?
Sobre una primera definición de
topofilia como espacio vivido, espacio vivenciado, el geógrafo Yi
Fu-Tuan elabora su propia definición del concepto, remitiéndolo a
una especie de sentimiento de “apego” (relación
emotivo-afectiva, la denomina Tuan) que liga a los seres humanos a
aquellos lugares con los cuales, por una u otra razón, se sienten
identificados. En tal medida, dicho sentimiento exaltaría algo así
como la “dimensión simbólica” del habitar humano y, por lo
mismo, expresaría lo que el geógrafo chino-norteamericano denomina:
un poderoso “instinto” de pertenencia al mundo o, si se prefiere,
de apropiación de él.
Esta estética del entorno de Yi
Fu Tuan y de su más aventajado seguidor en Latinoamérica, el Dr.
Pedro Cunill Grau, nos ha motivado comprender, dijimos, esa
idiosincrática y particular comarca que es el semiárido larense
venezolano y en sus más sentidas y prodigiosas expresiones en la
religiosidad católica, música y literatura. Un seco y árido
entorno generador de cosmovisiones, economías, estilos de vida y
generador de valores, como diría Yi Fu Tuan.
¿No es, acaso, expresión de
topofilia la gigantesca procesión de la virgen Divina Pastora que
congrega en 14 de enero de cada año una muchedumbre de 3 o 4
millones de personas en 8 kilómetros de longitud, desde el
pueblecito de Santa Rosa a la metrópolis de Barquisimeto, Venezuela?
Un espacio amado y ensalzado es el occidental semiárido larense, que
cohesionado por un discurso de valores imaginados se da cita allí
desde 164 años atrás.
Pedro Cunill Grau, fue entusiasta
admirador y amigo del Estado Lara, dice nuestro mentor Reinaldo
Rojas, su entusiasta anfitrión y a quien acompañamos en su
recibimiento. Dictó varias y animadas conferencias. Recibió la
Placa Marc Bloch otorgada por la Fundación Buría, Universidad
Lisandro Alvarado y Universidad Pedagógica Experimental Libertador.
Le
encantaba nuestra gastronomía y cada vez que venía a Barquisimeto
disfrutaba de los sitios más populares y auténticos de la comida
larense. Somos una provincia gastronómica marcada indeleblemente por
el semiárido. Tierra del Tamunangue, el sisal, el chimó y el cocuy.
Que el
gigantesco y apasionado amor de Cunill Grau por Latinoamérica, la
comarca más bella del universo, como dijo Darcy Ribeiro, continúe
con nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio. Un extraordinario
discurso a mitad de camino entre ciencia natural y literatura. Un
hombre que se inventó un país en el trópico tras perder el suyo en
la austral lejanía. Es nuestro deber seguir la hermosísima y
frondosa senda abierta por este gran ser humano que recién volvió a
confundirse con la Tierra. Queremos despedir a Don Pedro Cunill Grau
con el inspirado primer verso del poemario Mi
padre el inmigrante, del
poeta Vicente Gerbasi:
Venimos de
la noche y hacia la noche vamos.
Atrás
queda la tierra envuelta en sus vapores,
Donde vive
el almendro, el niño y el leopardo.
Atrás
quedan los días, con lagos, nieves, renos,
Con
volcanes adustos, con selvas hechizadas.
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Científico. Año 16, Nro. 12, 2015. Pp. 135-146. bdigital.ula.ve.
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París, Liliana. (2023) NARRATIVAS ESPACIALES. Geografía
humanística.
https://visiones.uniandes.edu.co/lparis/2021/03/12/geografia-humanistica