miércoles, 3 de junio de 2020

Laureano Vallenilla Lanz: La transparencia y el obstáculo

A mi maestro Federico Brito Figueroa


Introducción.
Nuestro  interés por este extraordinario historiador positivista venezolano, nació en Barcelona en 1870 y murió en París en 1936, se origina  gracias a los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas cuando cursábamos la Maestría en Enseñanza de la Historia en 1989, teniendo como excelente escenario académico el Pedagógico de Barquisimeto. No se cansaban de decirnos nuestros Maestros que don Laureano era efectivamente de los  fundadores de la historiografía científica en Venezuela. Como prueba de admiración, el doctor Brito Figueroa sugiere a la Universidad Santa María en 1983 que publique las Obras Completas del historiador y político que tan originales y creativas ideas incorporó a la historiografía venezolana de la primer tercio del siglo XX, y que aun hoy encienden polémicos y ardorosos debates. He aquí pues unas reflexiones en torno a algunas ideas de don Laureano, vida y obra, obra y vida, que tuvieron su chispa inicial entonces.
Como subtitulo he empleado las palabras del crítico literario suizo Jean Jacques Starobinski y su clásica tesis doctoral Juan Jacobo Rousseau, la transparencia y el obstáculo (1957) para encontrar el autor-en-las-obras, la conciencia ordenadora implícita en sus textos. Con el mexicano Octavio Paz me he centrado en la creación, es decir esa zona vacía que existe en la obra pero que no está en la vida del autor. Con ello, el presente ensayo bien pudiera llevar por nombre Laureano Vallenilla Lanz o las trampas del positivismo.   
Laureano Vallenilla Lanz
 Don Laureano: un cambio de paradigma.
Cuando Laureano Vallenilla Lanz parte para Europa en 1904, el positivismo que profesaba con ardor juvenil estaba en trance de pasar al museo del pensamiento. La pesada atmósfera cientificista del siglo XIX comenzó a ver crujir sus cimientos.  Sin embargo, este extraordinario historiador venezolano producirá,  arropado con  el paradigma de Auguste Comte, Charles Darwin, Herbert  Spencer e Hipólito  Taine,  las más originales y audaces  ideas en torno a nuestra historia: que la historia romántica (Rafael María   Baralt y Eduardo Blanco) debía ser sustituida por una historia científica, la suya, que nuestra Guerra de Independencia fue una guerra civil, que el caudillo es un producto inevitable de nuestra constitución orgánica como pueblo: el clima, la raza y el momento histórico. En consecuencia, como afirma Brito Figueroa, don Laureano es uno de los fundadores de la historia científica en muestro país junto a José Gil Fortoul y Lisandro Alvarado, discípulos del naturalista alemán Adolfo Ernst en la Universidad de Caracas.
Pero lo extraordinario de don Laureano es que no se nutre de estas ideas en la universidad, sino que fue él mismo producto de su propia formación  autodidacta, condición  que exhibe con orgullo hasta el final de su asombrosa vida en 1936. Aunque es justo reconocer que asiste a clases como oyente en la Sorbona y el College de France. A mi modo de ver, es ello lo que explica la innegable originalidad de su pensamiento, pues es sabido que los estudios formales trituran, muchas veces, la creatividad y el ingenio. 
Octavi Paz

La original genialidad de don Laureano.
Octavio Paz habla sobre una hendedura, una zona vacía entre el autor y su obra, esa zona vacía  que está en la obra y no en la vida del autor es la creatividad (Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe Pág. 13) Y el suizo Jean Jacques Starobinski nos habla de la transparencia y el obstáculo que median entre el autor y su obra.  Pues bien esa maravillosa zona vacía es lo que explica la heteróclita y singular creatividad de don Laureano, un hombre común y corriente pero dotado de una enorme audacia, la audacia que es una forma en que se expresa la creatividad; así como también debe soportar don Laureano los enormes obstáculos que tras la búsqueda de la transparencia debió vencer,  tales como la muerte de su padre, un hermano, esposa, su artritis reumática recurrente, su fracaso universitario, repetidos apuros económicos, críticas despiadadas, exilio, soledad intelectual y social). Con todo, es uno de los fundadores de la historia científica en Venezuela y de lo que ello supone: ofrecer una visión distinta y hasta opuesta de nuestro pasado. La búsqueda de la autenticidad lo obliga a un incesante forcejeo con el lenguaje. Un peligroso pacto del yo con el lenguaje. El hombre se hace verbo, escribe Robert Darnton. El beso de Lamourette. Pág. 321.
Don Laureano vuelca su vida en el lenguaje, lenguaje en el que expresa una amarga convicción, como escribe Elena Plaza en su excelente tesis doctoral, y que lo conduce a la soledad intelectual y social.  Justifica la bárbara y cruel dictadura de Gómez, pero ello no es una decisión personal salida de su albedrío. Al contrario, es como un descubrimiento que hace científicamente, diseccionando el cuerpo histórico de la Nación. Es la realidad objetiva la que le dicta a su cerebro esa fatalidad histórica que deviene de la geografía (el llano venezolano y la pampa argentina), el mestizaje étnico entre españoles, indios y negros, el momento histórico que supone el fin de tres largos siglos de coloniaje.  Con ello don Laureano avanza y dice algo nuevo y que jamás se había dicho en Venezuela, a pesar de que el positivismo arrastra un pecado original: ignorar la revolución epistemológica kantiana.  No se trata de un dato que llega al cerebro pasivo, sino que es una interpretación que hace el hombre de los datos de la realidad utilizando una serie de categorías (espacio, tiempo, cantidad, cualidad, modalidad, relación), las que expone Kant en Crítica de la razón pura, 1781. La interpretación es a no dudar la savia del historiador, nos dice Edward H. Carr en ¿Qué es la historia? Pág. 103.
Esta arriesgada tesis está  contenida en su obra Cesarismo democrático, editada en 1919, pero que ya había sido pensada por don Laureano antes del ascenso de Gómez al poder en 1908. Por ello se defendía diciendo que no le vendió su pluma al caudillo andino. Sostiene que para elaborar tan polémica tesis empleó nada más y nada menos que el pensamiento del Libertador  Simón Bolívar. Esta obra tuvo un enorme impacto en Hispanoamérica y fue leída en traducción al italiano por Benito Mussolini en 1934, y hasta se entrevista personalmente con el Duce.  Pero lo que sí es cierto- y que fue a la postre causa de su desgracia- fue que dirigió El Nuevo Diario hasta 1931, periódico que adula y elogia la dictadura “necesaria” de Juan Vicente Gómez.
Lo que don Laureano ignoró.
De modo pues que estamos en presencia de un originalísimo pensador que ignoró a Kant, a Dilthey y sus ciencias del espíritu, Bergson, Weber, a la reacción antipositivista encabezada por el uruguayo José Enrique Rodó y su Ariel (1900), a Ortega y Gasset, y que parafraseando a Korn elabora un “positivismo autóctono” independiente de los pensadores europeos que le nutren, según afirma Alan Guy  al referirse a Sarmiento y Alberti, (Panorama de la filosofía iberoamericana, pág. 77). Vive una “poética ignorancia” que sin embargo le permite convertirse en uno de los escritores de las obras- Cesarismo Democrático- más importantes del positivismo latinoamericano, según afirma Elías Pino Iturrieta en Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo IV, pág. 192.
Para mi sorpresa, el nombre de don Laureano  no se encuentra en el Diccionario de la literatura venezolana, de la Universidad de Los Andes, 1987. Sí están allí los de su hermano menor, Baltazar, poeta y novelista, muerto prematuramente en 1913, y también su hijo Laureano Vallenilla Planchart (1912-1973) como novelista y autor de sus memorias, temible ministro del interior de la dictadura andina de Marcos Pérez Jiménez. La reseña de Pino Iturrieta es demasiado breve e ignora muchos aspectos de su vida. Se merece algo mejor. El trabajo doctoral de Elena Plaza es soberbio, muy bien pensado, explora el archivo personal de don Laureano, sólo que es muy extenso (566 páginas) y está plagado de demasiadas citas a pie de página, ese ídolo universitario, al decir de Mariano Picón Salas. Haría muy bien ella en publicar una edición popular sin el aparato erudito que muestra  y que aleja a los lectores no especializados. Debería también hacer énfasis en el enorme costo y sufrimiento humano que costó pacificar y centralizar a Venezuela, y mencionar las prisiones y calabozos insalubres donde se pudrieron hombres valiosísimos: Pío Tamayo y Hedilio Lozada. No debió obliterar la doctora Plaza a la tenebrosa cárcel de La Rotunda. Creo que es un fallo grave de tan espléndida monografía que puede ser reparado.
Un error de don Laureano.
Don Laureano comete un enorme error cuando sostiene en reiteradas ocasiones que “… las Provincias vivieron como dejadas de la mano del gobierno, esparcidos sus habitantes en las soledades de un inmenso territorio, sin ninguna especie de comunicación entre sí”. (Disgregación e integración. Pág. 123, las negritas son mías). Este evidente desliz tiene su origen en su deseo de mostrar  que nuestro federalismo republicano tiene raíces coloniales; y quizás a que no se le ocurrió revisar los libros de cofradías de la Iglesia Católica bajo dominio hispánico. Quizás sea ello una rémora del positivismo, para quien la Iglesia Católica carece de verdadera importancia por su carácter de institución  que emplea un discurso metafísico, y como tal desechable, y al hecho personal de que don Laureano era crítico del catolicismo y a que perteneció a una logia masónica. Para mi enorme sorpresa y la del  jurado examinador de esta Tesis Doctoral, estas hermandades, “estructuras de solidaridad de base religiosa”, como las define el historiador marxista de las mentalidades religiosas Michel Vovelle,  que he estudiado por largos años en el Archivo de la Diócesis de Carora tenían hermanos inscritos residentes en Caracas, Petare,  Valencia, Maracaibo, Barinas, Villa de San Carlos, Trujillo, El Tocuyo, Coro, Paraguaná, Mérida, Barquisimeto, San Felipe, Urachiche, Quíbor,  Nirgua, Tiznados, Calabozo, San Sebastián, Carache,  Ospino, La Victoria, Siquisique, Carora, Aregue, Río Tocuyo, sino que también asombra que estaban anotados hermanos del Reino de Irlanda, Génova, Reino de Francia, Reinos de España, Navarra, Villa de Motrico, Cáceres de Castilla,  Guipúzcoa,  Islas Canarias, Cuba, Cúcuta, Tunja,  Puerto Rico, Nuevo Reino de Granada, Santo Domingo, devotos hermanos y cofrades que exhibían los más diversos y variados apellidos: Judas, Andrea, Milano, Llana, Cordero. Mexia, Fonseca, Raga, Cataño. Albújar, Del Real, Albarrán, Figueroa, Rodríguez, Frías, Mendoza, Obelmejias, Loyola, Almueja, Tiberio, Rocha, Venavidas, Gamarra, Cuenca, Pantoja, Burgos, Sangronis , Atiensa, asi como el mapas altivo ,mantuanaje caraqueño: Bolívar, Ponte, Fajardo, Lovera, Blanco, Istúriz, Aguado, Piñango, Robles, Aristigueta, Sojo.
Era, en consecuencia, la Cofradía del Santísimo Sacramento, hermandad fundada en 1585, una cofradía internacional, exclamó el doctor Reinaldo Rojas, excelente tutor  de mi Tesis Doctoral. La Iglesia es, pues, una institución católica, vocablo latino que significa universal, que la lengua que emplea, el latín, fue una lengua ecuménica o universal hasta el siglo XVII, según asienta Octavio Paz. La promesa bíblica de salvación le da entonces una como unidad primaria a nuestro país como súbditos de la Silla de San Pedro.
Todo esto constituye un rotundo mentís a la tesis de don Laureano, pues es prueba evidente  que existían lazos espirituales y económicos entre lugares muy alejados de nuestra geografía patria. Debemos recordar que las cofradías eran también instituciones económicas, puesto que poseían haciendas con  mano de obra esclava y hacían préstamos dinerarios. Los sacerdotes, mayordomos y escribanos de la Iglesia Católica levantaron en tal sentido el primer patrón  o plantilla de lo que más tarde iba a ser la Nación Venezuela. Era una suerte de “internet colonial barroco” que mantenía unidas a tan distantes regiones y localidades en los tres largos  y dilatados siglos coloniales. Fue una lograda unidad espiritual  muy anterior a la unidad jurídica y política que alcanza nuestro país bajo el reinado de Carlos III en 1777 cuando nace la Capitanía General de Venezuela.
 En descargo  de don Laureano y en obsequio de la verdad, debemos aclarar que su tesis aislacionista tiene algunos referentes ciertos en el hecho de que en las cofradías de Carora  que he estudiado, no aparecen hermanos que “entran” procedentes de Cumaná, Barcelona, Maturín, Angostura, Porlamar, Clarines,   que eran ciudades entonces pertenecientes a la Provincia de Nueva Andalucía. El oriente de Venezuela está ausente en los viejos infolios del estupendo y bien preservado Archivo  de la Iglesia caroreña. Es un hecho curioso que me ha hecho reflexionar sin encontrar plausible explicación. Habrá que investigar.
La recapitulación de Haeckel en don Laureano.
La biología hizo enormes avances en el siglo XIX. Marx se sintió tentado en aplicar estos conocimientos al estudio de la sociedad. Pero no llega a tanto, afirma Jon Elster,  como Comte, Spencer y Haeckel. Este último, influido por Darwin, crea la teoría de la recapitulación, hipótesis que dio pie a un determinismo biológico muy influyente entonces: llega hasta Lombroso, Cope, el apóstol del darwinismo social Herbert Spencer, la poesía de Kipling,  Freud y Jung. El gran zoólogo y embriólogo alemán creó un melifluo trabalenguas: “la ontogenia es una recapitulación de la filogenia.” Sugirió que el desarrollo embriológico de las formas superiores podía servir de guía para deducir directamente la evolución del árbol de la vida La idea de reconstruir los linajes evolutivos llegó a ser una obsesión en el siglo XIX, escribe Stephen Jay Gould.  
Don Laureano utiliza en 1930 esta ley biogenética, hoy insostenible,  para explicar el origen del Municipio en Disgregación e integración: Las colonias reproducen necesariamente, en una forma más reducida y más rápida, toda la evolución social y política de la madre patria. Hacia 1920 la teoría de la recapitulación había caído en el descrédito, pero don Laureano, petrificado su pensamiento en el siglo XIX, ignora los avances de la biología del siglo XX. Hacia 1929 en el anatomista holandés Louis Bolk propuso una nueva y audaz teoría, la neotenia,  que afirmaba exactamente lo contrario: la perduración de la juventud, lo bueno, lo avanzado o superior es conservar los rasgos de la niñez, desarrollarse más lentamente. Estas afirmaciones de don Laureano para explicar la supervivencia de la ciudad española en América fueron tomadas muy en serio en la Venezuela de entonces. Se creía erróneamente que estaban soportadas y sustentadas por la ciencia y el conocimiento más avanzado que venía de Europa y de los Estados Unidos.
Don Laureano  creyó firmemente en que el positivismo era la culminación del pensamiento humano. En ese deslumbramiento no pudo o no tuvo ojos para mirar lo que aparecía en el horizonte con audaces ideas y teorías como las de Dilthey y sus ciencias del espíritu, Husserl y la fenomenología, el psicoanálisis de Freud, Weber y la sociología comprensiva. En el campo de la física, Einstein,  Planck,  Heisenberg, demostraron que la realidad objetiva -noción tan cara para el positivismo- se había evaporado.  
El positivismo en Venezuela entra muy hondo en el siglo XX, pues no se cancela con la muerte del dictador  Juan Vicente Gómez en 1935, escribe Arturo Sosa. Palabras como civilización, evolución y progreso, así como las ideas de que la  educación  es palanca para incorporar a la población al desarrollo, la ciencia como ideal del conocimiento humano, aún gravitan en nuestro pensamiento en el siglo XXI. En América Latina es difícil que nuestro pensamiento coincida  o esté a tono con lo que se está produciendo en Europa o en Estados Unidos. Casi siempre perdemos el tren, desde el siglo XVIII hemos bailado fuera de compás, dice en duras palabras Octavio Paz.

Coda.
A pesar de tan tremendos obstáculos, Don Laureano logra crear uno de los pensamientos histórico-sociológicos más originales y creativos de Hispanoamérica, colocándose a la altura de un Bello, un Rodó, un Mariátegui o un Vasconcelos, para sólo mencionar unos pocos. No fue un simple glosador  y comentarista de Comte, Spencer, Haeckel y  Taine. Su discurso se refracta y se modifica profundamente ante la realidad americana, su originalidad étnica, su geografía, su economía, su folklore, su literatura, sus artes tan específicas y sus desconcertantes vicisitudes políticas, lo impelen  a crear uno de los discursos historiográficos más coherentes y fundamentados de la historiografía de habla castellana.    

Referencias.
Brito Figueroa, Federico. 30 ensayos de comprensión histórica en el Suplemento Cultural de Últimas Noticias. Ediciones Centauro. Caracas, Venezuela, 1991. 559 págs.
Carr, Edward H. ¿Qué es la historia? Ariel Historia. Barcelona, España, 2003. 241 págs.
      Darnton, Robert. El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural, Fondo de Cultura Económica. México,  375 páginas.
Elster, Jon. Una introducción a Karl Marx. Siglo Veintiuno Editores. México, 1991. 212 págs. .
 Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, 1997.  Tomo IV.
Gould, Stephen Jay. La falsa medida del hombre. Crítica, Barcelona, 1981. 399 págs.
       Guy, Alan. Panorama de la filosofía iberoamericana: Desde el siglo XVI hasta nuestros días. Universidad Católica Cecilio Acosta. Maracaibo, 2002. 281 págs.
        Paz Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Seix Barral, Biblioteca Breve. Barcelona, España.  650 págs.
------------------ In/Mediaciones. Seix Barral. Barcelona, España, 1990. 265 págs.
Plaza Elena. La tragedia de una amarga convicción: Historia y política en el pensamiento de Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936). Impresores Micabu. C.A. Caracas, 1996. 566 págs.
Marías, Julián. Historia de la filosofía. Revista de Occidente. Madrid, 1966. 516 páginas.
Sosa Abascal, Arturo. El pensamiento político positivista venezolano. Ediciones Centauro. Caracas, 1985. 269 págs.
Universidad de Los Andes. Diccionario de la literatura venezolana. Mérida, 1987. 568 págs.
Vallenilla Lanz, Laureano. Obras Completas. Disgregación e integración. Universidad Santa María, Caracas, 1983. Tomo II. 425 págs.
------------Obras Completas. Cesarismo Democrático. Universidad Santa María, Caracas, 1983- Tomo I. 325 págs. 

 
Luis Eduardo Cortés Riera.


El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...