viernes, 14 de mayo de 2021

Ramón Fuentes Durán, benefactor de Montecristo

Vía a la población de El Paradero, Municpio Torres

Cuando quien escribe era poseedor de un magnifico rústico Toyota, visité la siempre verde finca La Vega de este ejemplar y noble hombre de campo que era Ramón Fuentes Durán, allá en la zona alta de Montecristo del Municipio Torres, Estado Lara, zona montañosa y de agradable clima templado. Era nativo del vecino Estado Trujillo y no pude comprender por qué razón él se asentó en estas tierras de la Parroquia Las Mercedes y no lo hizo en El Paradero, zona que era entonces el centro de migración interno más importante en la década de 1940 en los límites de los Estados Lara y Trujillo. Durante nuestra visita, ordena que nos compusieran una gallina, con la cual nos obsequia un sabrosísimo sancocho acompañado de arepas de maíz cosechado y molido, como el café, en su propia finca.

 Nace Ramón Fuentes Durán en la amable y simpática población andina de Carache, el 15 de julio de 1921, primogénito de siete hermanos que quedaron huérfanos, por lo que debió ayudar a su madre en la crianza y educación de sus hermanos menores. Después de vencer muchas dificultades, decide asentarse en las larenses tierras vírgenes de Montecristo, a las que llega en medio de un fuerte aguacero que dura varios días y sus noches en mayo de 1946. Fue, en consecuencia, uno de los fundadores de la hermosa y exuberante zona de vocación agropecuaria. Con el tiempo y una vez asentado allí, toma la decisión de traerse al resto de su familia.

Pasan los años y contrae matrimonio con la joven de 16 años Ana Engracia Terán, enlace del cual nacerá una macondiana y numerosa prole de diez hijos. Su espíritu combativo y eminentemente social lo impele a luchar por las necesidades de aquel lugar en que todo estaba por hacer, cual Macondo garciamarquiano. Junto a Bernabé Aldana y Ramón Meléndez comienzan a realizar diligencias para que se construya una vía de penetración en tan montañosos lugares, habitados de tupidas selvas nubladas y numerosas bestias salvajes. Después vendrán otras importantes realizaciones gracias al accionar de estos hombres, la escuela primaria, el puesto de salud y la infaltable iglesia para el culto religioso.

Fuentes Durán era devoto católico y él mismo preparaba a los niños en el catecismo que los conduciría a la primera comunión. La grey religiosa crecía sin pausa, por lo que se necesitaba un local adecuado para el culto, en este sentido la capilla fue otro de sus empeños, para su construcción traía bloques y cemento desde la lejana ciudad de Carora. Pero hacía falta un ministro de Dios para que oficiara en estos remotos parajes y logra que un sacerdote les visite ocasionalmente a llevar la promesa bíblica de salvación.

En su empeñosa y tenaz vida logra nuestro amigo casi todo lo que se propone para hacer vivible a Montecristo, pero es necesario decir que no estuvo entre sus logros más sentidos el servicio de agua corriente a domicilio y el tendido eléctrico.

Como productor agropecuario funda Ramón Fuentes Durán dos unidades de producción, junto a su hermano Máximo Fuentes y su cuñado Antonio Terán: la ya mencionada Finca La Vega, con un área de 60 hectáreas, y la Finca Río Toño, de mayor dimensión, pues cuenta con 200 hectáreas destinadas a la cría de vacunos y a la siembra de caraotas y maíz.

 

La vida de este hombre bueno y servicial se apaga el 20 de agosto de 1995. Había permanecido en estas feraces y ubérrimas tierras larenses de Montecristo por espacio de media centuria este auténtico Aureliano Buendía venezolano.

 

       Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Expedito Cortés, defensor de la vida


El padre Félix Quintana daba unos sermones muy curiosos y que pocos entendían, allá en la andina y apacible población de Sanare en la década de los años 1930, cuando Venezuela recién salía de la larga noche gomecista. Sus sermones impresionaron a un niño cuando reclamaba con vehemencia este levita desde el púlpito que se respetara la Naturaleza como creación de Dios, y advertía a los campesinos de los enormes daños que ocasionaban sus quemas y talas de árboles en las nacientes de los ríos cordilleranos.  No podía sospechar este magnífico sacerdote que sus llamados por la protección de nuestra casa natural iba a tener un impacto tan grandioso en Expedito Cortés, mi padre, quien desde esos momentos se convirtió en uno de los más apasionados, reconocidos y entusiastas ecologistas de la Región Centroccidental de Venezuela.

Cuando Expedito, siendo muy joven, fue designado docente en la Escuela Rural del caserío La Escalera, cercano a las nacientes del Río Tocuyo, recordó las palabras del presbítero Quintana y al ver el languideciente caudal de la quebrada, acometió junto con sus alumnos de la escuela primaria, la reforestación de sus nacientes. Fue este hecho uno de los primeros actos conservacionistas que se emprendieron en el Estado Lara y, quizás, en el país. Fue un acto ecologista cuando ni siquiera existía la palabra ecología, comentaron unos especialistas.

Lo que resulta admirable y hasta sorprendente es que esta vocación al servicio y protección de la Madre Naturaleza tenga orígenes religiosos. Me inclino a creer que el reverendo Félix Quintana estuvo influido por las extraordinarias disposiciones de la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, instrumento conceptual que le abrió a la Iglesia Católica el mundo de lo social en 1892. La Iglesia se aparta un tanto del inútil ritualismo y del estéril ceremonialismo y sale a la búsqueda de Dios entre los problemas que aquejan a todas las sociedades.

 Y es acá donde aparece el palpitante tema de la destrucción de la naturaleza por el apetito devorador de los seres humanos. La Iglesia Católica se siente comprometida con este nuevo y vital escenario que se le presenta a la humanidad. Y debemos mencionar que ha surgido en el seno de la Iglesia una nueva teología que da la cara a la Naturaleza: la ecoteología, corriente del pensamiento que ha nacido en el país que tiene el mayor y más grave compromiso con el mundo natural, el Brasil contemporáneo. En el país carioca destaca como figura de esta novedosa corriente el sacerdote Frei Betto, a quien se le identifica como abanderado de la ecoteología del siglo XXI. Una alianza de la religión católica, la Teología de la Liberación Latinoamericana con la conservación de los recursos naturales.

Expedito Cortés profesa una ética conservacionista que le va a acompañar hasta su fallecimiento en 2001. Como católico sincero que era creyó propicio y necesario proteger la única casa que nos ha proveído el Creador y que es un dilema que no tiene alternativas: destruir o preservar. Sus convicciones religiosas fueron derivando paulatinamente a una especie de panteísmo: todo lo existente es parte de la naturaleza divina. Dios y el mundo natural son una y única cosa inseparable.

Armado de tan sólidas convicciones, emprende una labor conservacionista sin paralelo en las tierras del semiárido larense venezolano. Reforesta plazas y parques en Carora, El Tocuyo y Duaca, dicta charlas en institutos de educación, crea sociedades de protección al ambiente, de las cuales será la de mayores logros y alcances el Frente Ecológico Regional Lara, realiza Congresos conservacionistas, escribe cuentos ecologistas para niños, defiende al cardenalito y al oso frontino, redescubre la dieta aborigen a base de la nueza, así como a la Uniminarro, una diosa precolombina de las aguas. Pero su mayor logro será el de crear el Parque Nacional Dinira en 1988 y el Parque Nacional Cerro Saroche en 1989, en compañía de eminentes figuras de la conservación como Edilberto Ferrer Véliz, Robert Smith, Reina Mejías, Leobaldo Acurero, Joel Meléndez, Otto Chávez, el Chino Lau.

A costa de su salud, deteriorada por la bacteria helicobater pilory que le horadó su estómago, seguía Expedito su incansable labor en defensa de nuestro hábitat. Madrugaba y emprendía en soledad largos viajes en su vieja camioneta contentiva de diversas especies vegetales que con sus propias manos plantó en las áridas tierras del Estado Lara. Una como resignación franciscana que le llegó a convencerse de que la muerte es también creación divina.

Se retira de la vida terrena mi padre Expedito Cortés el 28 de mayo de 2001, hace ya 20 años. Tres institutos de educación llevan su nombre y su extraordinario legado espera por ser recapitulado por nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tiempo en que la amenaza del cambio climático es dramática realidad.

 

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

Carora, Estado Lara,

 República Bolivariana de Venezuela,

11 de mayo de 2021.

 

 

 

 

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