Eran
los años de la Primera Guerra Mundial cuando la ciudad del Portillo sufrió una
de las más severas inundaciones de que se tenga noticia. En las páginas del
diario que circulaba en su ciudad de nacimiento, El Impulso, edición del 30 de octubre se recoge el inmenso desastre
ocasionado por el desbordamiento del río Morere y sus afluentes los días
jueves, viernes y sábado últimos. La calamidad, como es natural, golpeó de
forma muy cruel a las clases proletarias que vivían en las inmediaciones del
río. El agua cubrió ocho de los extremos de las calles comprendidas en la parte
Noroeste, Noreste, y Oeste de la ciudad. La calle Falcón sufrió total
desaparición en toda su longitud, quedando en pie apenas una casa denominada
“Puerto Arturo”, las casas de comercio de Flavio Herrera e Hijos y la de Angel
Montañez Sucesores, el mercado y el sotechado del Acueducto, y la casa de
Tolentino Segovia, agrega El Impulso.
Dos
manzanas en absoluta pérdida frente a la iglesia de San Dionisio, edificio
religioso que poco tiempo atrás había reconstruido con ayuda popular (las
cayapas) el Pbro. Dr. Carlos Zublillaga. La ruina cubrió la última cuadra
Noroeste de la calle Bolívar. Se reporta que 128 casas sufrieron derrumbe
total, lo que supone un valor aproximado de 300.000 bs. en pérdidas, a las que
debemos agregar 500.000 bs. para su reconstrucción, y los 200.000 bs. que supone
la paralización y desorganización del comercio, puesto que sus existencias
debieron ser mudadas a lugares seguros. Solo cinco comercios quedaron en
actividad. Total: un millón de bs. en daños.
Inmediatamente
se designó una Junta de Socorros de los inundados presidida por el Director del
Colegio La Esperanza o Federal Carora, Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Alejandro
Riera como Vicepresidente, el médico Dr. Ignacio Zubillaga, Tesorero, Br.
Rafael Lozada (que también era Agrimensor), Secretario, y Ramón Pérez A., Sub
Secretario.
Nos
dice Alejandro Barrios, segundo Cronista de la ciudad, que esta enorme tragedia
fue la que movilizó a los sectores populares afectados a lugares de cotas más
elevadas, por lo cual se eligió una llanura al Suroeste de la urbe en donde el
gobierno del general Diógenes Torrellas Urquiola, a la sazón gobernador de la
entidad, ubicó a los damnificados, por lo que se toma el fatídico año de 1916
como el del nacimiento del populoso barrio Torrellas, nombre que se le dio en
agradecimiento al militar yaracuyano que les tendió su mano generosa en aquélla
desgracia. Este popular hombre, al cual el estado Yaracuy debe su autonomía,
pues era una agregado del estado Lara hasta 1909, no vio este gesto de
agradecimiento de los damnificados, pues sus ojos se cerraron para siempre
ejerciendo la gobernación del estado Lara el 15 de diciembre de 1916.
Tengo
una hipótesis con respecto a la diagramación en forma de damero que exhibe este
sector, y que Alejandro Barrios me comentaba ocasionalmente. Creo que se la
debemos al churuguareño Rafael Lozada, quien además de ser bachiller egresado
del Colegio Federal, era también Agrimensor Público, título que obtuvo en
nuestro viejo Colegio Federal. Este olvidado docente de secundaria que laboraba
con el Dr. Ramón Pompilio, fue el encargado de realizar los cálculos para la
construcción del acueducto que se inauguró en 1914, por lo que resulta probable
que metiera su mano y talento para darle forma a la cuadrícula torrellera.
Las
inundaciones dejaron de ser una grave fatalidad para la ciudad, hasta que el
gobierno civilista de general Isaías Medina Angarita inauguró el dique que aún
hoy protege a la urbe el 25 de julio de 1943. Sólo que por impericia de los
obreros y técnicos del viejo INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias), hoy
Hidrolara, que abrieron un boquete en el dique, el apacible Morere, “arroyo
aprendiz de río”, volcó con furia inusitada su torrente sobre Carora el 14 de
noviembre de 1973, con lo cual nuestra urbe sufrió un nuevo reacomodo al
mudarse al Trasandino y a las avenidas 14 de Febrero y Miranda el viejo sector
comercial que ocupaba desde la Colonia las calles Falcón, Comercio, San Juan,
Bolívar, Lara y Torres, en lo que hogaño se conoce como Zona de Valor Histórico
y Colonial.