sábado, 5 de septiembre de 2015

Venezuela tuvo un presidente extranjero

Este hecho insólito y hasta poco conocido, ocurrió en la vacilante infancia de nuestra vida en República, es decir poco después del glorioso 19 de abril de 1810. Sucedió que el 2 de marzo de 1811 se instaló el Primer Congreso de Venezuela que  nombró un Poder Ejecutivo plural, integrado por tres miembros que se turnarían en el ejercicio de la presidencia cada semana. Para el Primer Triunvirato fueron elegidos el trujillano Cristóbal Mendoza, Baltasar Padrón y el caraqueño Juan de Escalona. Fue esto una verdadera ingenuidad que pagaríamos muy caro al caer estrepitosamente la Primera República en 1812. La debilidad y endeblez de nuestras instituciones permitieron aquella ordalía de sangre y pólvora que acabó con aquella quimera republicana montada sobre una triple presidencia rotativa semanal.
Esta curiosa circunstancia política venezolana me vino a mi mente al releer el interesante, y ameno sin par, libro del historiador zuliano, ya desaparecido, y que conocí en Carora al ser invitado por el Ateneo de Carora Guillermo Morón, Vinicio Romero Martínez: Qué celebramos hoy. El libro de las efemérides venezolanas, editado en 2007, en una de sus interesantes secciones: Los presidentes de Venezuela, página 8.
De los tres presidentes uno era español o quizás isleño canario: Baltasar Padrón. Vivió en Puerto Rico donde se casó con Teresa Vallano.  Allí  ejercía el cargo de Fiscal General de Hacienda, pues era abogado. En 1778 llegó a Venezuela, donde José de Ábalos, Intendente de Venezuela, le dio nombramiento al recibir una Real Cédula desde Madrid de fecha 9 de febrero. Se estableció en Maracaibo en 1779 a ejercer la Administración de la Renta del Tabaco y la Fiscalía de la Real Hacienda. Permaneció en tales cargos hasta 1786, cuando fue trasladado a Guanare para que estableciera allí la Administración General de la Renta del Tabaco. Hecho esto se residenció en Caracas a partir de 1788 donde se desempeño como administrador y tesorero de las Rentas Tabaco y Naipes. Ya éramos viciosos los venezolanos, como se podrá entrever.
En 1810 abrazó la causa independentista, y en marzo de 1811 el Congreso Constituyente lo nombró miembro de un Triunvirato Ejecutivo que gobernaría a Venezuela en sustitución de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII instaurada el 19 de abril de 1810. En 1812 el isleño canario capitán de fragata Domingo de Monteverde separó a Padrón de la Administración del Tabaco y en su lugar colocó al médico canario, egresado de la Universidad de Caracas, Antonio Gómez. Monteverde alegó que tal separación se debió a “la conducta escandalosa de Padrón en el tiempo de la revolución”.

Al año siguiente, y al finalizar victorioso la Campaña Admirable de 1813, el Libertador Simón Bolívar lo repuso en el cargo, pero Padrón permaneció en Caracas después de la caída de la Segunda República y realizó gestiones para demostrar su fidelidad a la monarquía. En 1817, poco antes de morir, le fue concedida su indemnización legal por el Rey, sentencia el historiador Héctor Bencomo Barrios en el muy útil Diccionario de Historia de Venezuela, segunda edición, 1997.
En la actualidad se ha esgrimido para atacar a nuestros gobernantes aquello de su presunta nacionalidad ajena a lo venezolano. Tal es el caso del señor Carlos Andrés Pérez, dos veces primer magistrado nacional, de quien se decía insidiosamente que era colombiano. Esta calumnia ha sido empleada más recientemente contra el señor Nicolás Maduro Moros, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, a quien se le remite a igual origen neogranadino. En nuestro estado Lara, igual suerte corrió el gobernador, ingeniero Mariano Navarro Mar, a quien le decían con socarronería “el españolete”. Cosas veredes, Sancho.

El príncipe Poyais/ El escocés que se inventó un país

Sepultado y olvidado por la historia se encuentra este notable  escocés que luchó en nuestra Gesta de Independencia al lado del Generalísimo Francisco de Miranda y del Libertador Simón Bolívar, y que años después se convirtió en uno de los fraudes más audaces de la historia: Sir Gregor Mac Gregor.
Era, oh paradoja, un héroe y un bribón. Capaz de derrotar a los  españoles en las más difíciles circunstancias, pero también muy competente para inventar republicas artificiales para engañar a incautos y hacerse de una formidable fortuna.
Este personaje novelesco nació en Edimburgo, Escocia, en 1786.  De 16 años ingresó a la Armada Británica, institución que lo marcó con los sables y bayonetas hasta el fin de su agitada e increíble vida en Caracas en 1845. Estudió química en la Universidad de Edimburgo y prestó servicio militar en Portugal y España, donde obtuvo título de nobleza como coronel.
Se dice que fue contratado por Miranda o por Bolívar en Londres en 1810 para enrolarse en la lucha de las colonias españolas por su libertad. A finales de 1811 está en Caracas y combate a las fuerzas de Monteverde a las órdenes de Miranda. El año siguiente fue de gran fortuna pues fue ascendido a general y casó con una prima del futuro Libertador, Josefa Aristigueta y Lovera. Al caer la Primera Republica viaja a Cartagena, participa en la Campaña del Magdalena y toma la ciudad de Bogotá. Luego desaloja a los realistas de Pamplona y Cúcuta.  En 1815 defiende a la sitiada Cartagena sin éxito, y luego se refugia en Haití. Allí se prepara, con el respaldo del presidente Petión, la Expedición de Los Cayos en 1816, al mando del Libertador. Ya en Venezuela pone en fuga junto a Mariño y Piar a los españoles en oriente en 1816. En Onoto y Quebrada Honda derrota a Quero y en Los Alacranes a López. Con Piar vence en El Juncal a Morales.
Es en este momento cuando comienza la vida más insólita y extravagante de este escocés: marcha a los Estados Unidos donde entra en contacto con Gual, Clemente y Roscio. Toma la isla de Amelia en la Florida en 1817 y proclama su libertad de España como República de Las Floridas. Allí flameó, por increíble que parezca, la bandera tricolor de Venezuela por algunas semanas. Todo termina en rotundo fracaso por la indisciplina de corsarios y aventureros que se dieron cita en esta republica etérea. Los gringos atacan y los hacen huir desordenadamente.
Años después, en 1819, desembarca en Panamá y pone en fuga a los españoles, quienes contraatacan haciéndolo huir a Río de Hacha, en donde asume el pomposo título de Inca de Nueva Granada. El relajo impide la consolidación de este reino vaporoso, y es atacado por los españoles, por lo que deberá huir a Santo Domingo. Regresa por la isla de Margarita a Venezuela en 1820.
Toma ruta hacia Nicaragua en 1820, donde negocia un gran lote de terreno de 32.000 kilómetros cuadrados con el rey de los indios Misquitos, George Frederick, que era también un rey ficticio, y se hace llamar Alteza Real el Príncipe Gregor I, Cacique de Poyais. Vuelve a Irlanda Escocia, Inglaterra y Francia donde se dedica con pasión, dice Tulio Arends, a la más increíble de sus empresas: con solo los dudosos títulos de tierras lejanas y desconocidas, y utilizando sus relaciones y su capacidad persuasiva y publicitaria obtiene un crédito de 200.000 libras esterlinas. Es un país de la nada, dice Sergio Ramírez, sacado de la imaginación. Imprime una fantasmal moneda de Poyais en Escocia. En 1822, agrega Ramírez,  McGregor hace publicar un lujoso prospecto de cerca de 400 páginas donde se describe la naturaleza paradisíaca de Poyais, la fertilidad inagotable de sus suelos, propios para criar ganado, sembrar trigo y cultivar la vid, la inagotable riqueza de sus bosques de maderas preciosas, sus recursos minerales abundantes en oro y plata, las bondades de su clima exento de ciclones y otras molestias climáticas, y libre también de mosquitos y otras perniciosas alimañas; lo mismo que se detallan las maravillas de la capital, Saint Joseph, con sus hermosos edificios neoclásicos, sus calles pavimentadas tiradas a cordel, sus plazas, sus teatros, y sobre todo, su célebre ópera.
Organiza el envío de 4 buques con colonizadores, que resultan un completo fracaso. La mitad de estos ingenuos colonos morirá a la brevedad. Se forma un tremendo escándalo que lo hace huir a París. Regresa a Escocia donde redacta una insólita y curiosa Constitución para el Territorio de Mosquitia, en 1836.
Viéndose acorralado por los acreedores y la desventura se refugia en Venezuela, se naturaliza y reincorpora al Ejército, le pagan los sueldos caídos desde 1820. Enviuda y publica su autobiografía con el título Exposición Documentada. Casi ciego se dedica a introducir la planta de la morera y el gusano de seda. Los restos de este Maestro masón e ingenioso estafador, lo cual sin duda ha contribuido a borrarlo de la memoria,  reposan en el Panteón Nacional.

                                                                              

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...