Sepultado
y olvidado por la historia se encuentra este notable escocés que luchó en nuestra Gesta de
Independencia al lado del Generalísimo Francisco de Miranda y del Libertador
Simón Bolívar, y que años después se convirtió en uno de los fraudes más
audaces de la historia: Sir Gregor Mac Gregor.
Era,
oh paradoja, un héroe y un bribón. Capaz de derrotar a los españoles en las más difíciles circunstancias,
pero también muy competente para inventar republicas artificiales para engañar
a incautos y hacerse de una formidable fortuna.
Este
personaje novelesco nació en Edimburgo, Escocia, en 1786. De 16 años ingresó a la Armada Británica,
institución que lo marcó con los sables y bayonetas hasta el fin de su agitada e
increíble vida en Caracas en 1845. Estudió química en la Universidad de
Edimburgo y prestó servicio militar en Portugal y España, donde obtuvo título
de nobleza como coronel.
Se
dice que fue contratado por Miranda o por Bolívar en Londres en 1810 para
enrolarse en la lucha de las colonias españolas por su libertad. A finales de
1811 está en Caracas y combate a las fuerzas de Monteverde a las órdenes de
Miranda. El año siguiente fue de gran fortuna pues fue ascendido a general y
casó con una prima del futuro Libertador, Josefa Aristigueta y Lovera. Al caer
la Primera Republica viaja a Cartagena, participa en la Campaña del Magdalena y
toma la ciudad de Bogotá. Luego desaloja a los realistas de Pamplona y
Cúcuta. En 1815 defiende a la sitiada
Cartagena sin éxito, y luego se refugia en Haití. Allí se prepara, con el respaldo
del presidente Petión, la Expedición de Los Cayos en 1816, al mando del
Libertador. Ya en Venezuela pone en fuga junto a Mariño y Piar a los españoles
en oriente en 1816. En Onoto y Quebrada Honda derrota a Quero y en Los
Alacranes a López. Con Piar vence en El Juncal a Morales.
Es
en este momento cuando comienza la vida más insólita y extravagante de este escocés:
marcha a los Estados Unidos donde entra en contacto con Gual, Clemente y Roscio.
Toma la isla de Amelia en la Florida en 1817 y proclama su libertad de España
como República de Las Floridas. Allí flameó, por increíble que parezca, la
bandera tricolor de Venezuela por algunas semanas. Todo termina en rotundo
fracaso por la indisciplina de corsarios y aventureros que se dieron cita en
esta republica etérea. Los gringos atacan y los hacen huir desordenadamente.
Años
después, en 1819, desembarca en Panamá y pone en fuga a los españoles, quienes
contraatacan haciéndolo huir a Río de Hacha, en donde asume el pomposo título de Inca de
Nueva Granada. El relajo impide la consolidación de este reino vaporoso, y
es atacado por los españoles, por lo que deberá huir a Santo Domingo. Regresa por
la isla de Margarita a Venezuela en 1820.
Toma
ruta hacia Nicaragua en 1820, donde negocia un gran lote de terreno de 32.000
kilómetros cuadrados con el rey de los indios Misquitos, George Frederick, que
era también un rey ficticio, y se hace llamar Alteza Real el Príncipe Gregor I, Cacique de Poyais. Vuelve a
Irlanda Escocia, Inglaterra y Francia donde se dedica con pasión, dice Tulio Arends,
a la más increíble de sus empresas: con solo los dudosos títulos de tierras
lejanas y desconocidas, y utilizando sus relaciones y su capacidad persuasiva y
publicitaria obtiene un crédito de 200.000 libras esterlinas. Es un país de la
nada, dice Sergio Ramírez, sacado de la imaginación. Imprime una fantasmal
moneda de Poyais en Escocia. En 1822, agrega Ramírez, McGregor hace publicar un lujoso prospecto de
cerca de 400 páginas donde se describe la naturaleza paradisíaca de Poyais, la
fertilidad inagotable de sus suelos, propios para criar ganado, sembrar trigo y
cultivar la vid, la inagotable riqueza de sus bosques de maderas preciosas, sus
recursos minerales abundantes en oro y plata, las bondades de su clima exento
de ciclones y otras molestias climáticas, y libre también de mosquitos y otras
perniciosas alimañas; lo mismo que se detallan las maravillas de la capital,
Saint Joseph, con sus hermosos edificios neoclásicos, sus calles pavimentadas
tiradas a cordel, sus plazas, sus teatros, y sobre todo, su célebre ópera.
Organiza
el envío de 4 buques con colonizadores, que resultan un completo fracaso. La
mitad de estos ingenuos colonos morirá a la brevedad. Se forma un tremendo escándalo
que lo hace huir a París. Regresa a Escocia donde redacta una insólita y
curiosa Constitución para el Territorio
de Mosquitia, en 1836.
Viéndose
acorralado por los acreedores y la desventura se refugia en Venezuela, se
naturaliza y reincorpora al Ejército, le pagan los sueldos caídos desde 1820.
Enviuda y publica su autobiografía con el título Exposición Documentada. Casi ciego se dedica a introducir la planta
de la morera y el gusano de seda. Los restos de este Maestro masón e ingenioso
estafador, lo cual sin duda ha contribuido a borrarlo de la memoria, reposan en el Panteón Nacional.