sábado, 27 de diciembre de 2025

Bernardo Yépez, la memoria de Curarigua.

 

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Profesor Bernardo Yépez,

la memoria histórica de Curarigua de Leal.

Luis Eduardo Cortés Riera.

 cronistadecarora@gmail.com

 

Bernardo, que tenía apellido tocuyano, inventa sin saberlo la microhistoria sin haber leído nunca al mexicano don Luis González González. No tuvo necesidad de leer San José de Gracia, editado en 1968, el best seller mundial que catapulta la historia con lupa en Hispanoamérica y el resto del orbe. Desde un pequeño y agradable poblado perdido en el semiárido occidental venezolano llamado Curarigua de Leal, emprende Bernardo desde hace varias décadas la noble misión de reconstruir la memoria histórica de unos caseríos que se reconocían a lo sumo de manera oral y de generación en generación. Desde allí aparecen impresos los nombres de lugares como Tunalito, Ira, El Paso, Joroba, Potrerito, La Rinconada, lugares de la memoria que se rencontraron con su pasado gracias al incansable hacedor de cultura que fue Bernardo Yépez. Quizás sea esta noble labor única en Venezuela hasta donde sepamos: La historia de los de abajo, colección que dirige con el licenciado Jesús Dudamel, donde dicen que “la gente encopetada ha dejado muchos testimonios de su existencia, no así la gente humilde y la vida cotidiana”, palabras que nos recuerdan la intrahistoria del español Don Miguel de Unamuno (1864-1936).

 

Siempre reconocía sugerencias de buen modo y aceptaba los yerros y enmendaduras a sus escritos que pasaban por nuestras manos antes de ir a imprenta Horizonte de Barquisimeto del señor Alberto Jaimes. Entre sus futuros proyectos, siempre tenía uno, estaba Curarigua en el paladar de todos los venezolanos, en referencia a la extracción del mejor orégano (origanum vulgare) del mundo que se destina a las grandes empresas del ramo: Mc Cormick, Iberia, Alfonzo Ribas, entre otros. Me decía emocionado que gracias a esta humilde planta silvestre y que nadie siembra ni riega, decenas de hogares logran sustento para sus familias sin dañar a la planta. Las pizzas, parrillas y los espaguetis serían desabridos sin el orégano curarigüeño. “Es una actividad ecológica del semiárido larense venezolano”, decía con su característico tono de voz y afable sonrisa mientras se frotaba las manos.

Otro de sus planes era el de restituir el baile de la bamba, que se escenifica en algunos caseríos de la parroquia Antonio Díaz, “pues está muy disminuida”. Le asomé la posibilidad de un Atlas Ilustrado del juego de la pelota criolla de Curarigua, impreso con tapas duras con fotografías a todo color, las reglas de juego, planos y diagramas, entrevistas de peloteros de ese magnífico y viril deporte autóctono del semiárido venezolano. “Lo vamos a hacer” me dijo cargado de emoción, un rasgo permanente de su afable carácter.  

Fue este tenaz y decidido conductor de la cultura, quien venía de ser profesor de electricidad y mecánica en liceos barquisimetanos, quien recibe hospitalariamente en su posada al filósofo palmaritense (Estado Barinas) Doctor José Manuel Briceño Guerrero. “Se emocionó tanto el doctor al observar la danza negroide del tamunangue, que se pasa de palos de cocuy y hubo que acostarlo en una hamaca no sin antes darle un buen baño” El resultado de aquella vista fue el sabroso libro El garrote y la máscara, que contiene pasajes de su recorrido por El Tocuyo, Sanare, Cubiro, Carora y Curarigua.

 

Su entrega y pasión por la investigación histórica llega a extremos poco menos que increíbles. Cierta vez fue a la Sala Larense de la Biblioteca Pío Tamayo de Barquisimeto, donde era habitué, en búsqueda de un dato puntual sobre su paisano escritor Rafael Domingo Silva Uzcátegui, autor de la prodigiosa y monumental Enciclopedia Larense (1942) Al terminar felizmente su faena no encontró en el estacionamiento su camioneta Toyota Samuray, pues había dejado el suiche pegado en ella. ¡La encontraré, la encontraré!, decía repetidamente.

Gracias a su ayuda pude conocer un libro de R. D. Silva Uzcátegui que es una rareza impresa en España. Me lo hizo amablemente llegar fotocopiado: Historia crítica del modernismo en la lengua castellana, publicado en 1925. Le hice un ensayo con el cual gané la Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez en 2014. Luego dicté por invitación suya una conferencia de este autor curarigüeño en la deslumbrante biblioteca de este poblado ubicado en un recinto religioso, lo cual constituyó para mi persona una agradable sorpresa. Allí fue capaz de reunir una gran colección de libros que me deja como maravillado, a tal punto que pensé volver por unos días a disfrutar de aquel portento de biblioteca alojada en un espacio sagrado que contiene ediciones raras de libros de cualquier parte del mundo. 

 

Era un hombre previsivo, pues desde hace años prepara la línea sucesora de la Casa de la Cultura de Curarigua. Se trata del licenciado Jesús Dudamel, docente a lomo de motocicleta y escritor de un bello Muestrario de poesía curarigüeña y de La Rinconada cuenta su historia. Ellos tuvieron el atrevimiento de fundar el Fondo Editorial Curarigua en aquel pueblito con aires andinos del semiárido larense, un pequeño Macondo con el único rebaño de burros con ojos azules del mundo. Un portento de cultura literaria pocas veces visto en el interior de Venezuela.

Curarigua por su posición geográfica es una especie de nudo cultural por encontrarse equidistante entre dos ciudades coloniales de luengo y afincado estirpe cultural barroca: El Tocuyo y Carora. Dos flujos de tradición cultural que iban y venían de estas dos ciudades coloniales que se encuentran y se dan la mano en el valle del Río Curarigua que baja de los Andes larenses, que da por resultado más notorio la danza nigralba del cañamelar, el tamunangue, la manifestación folclórica, afirma Francisco Tamayo, más rica de Venezuela y quizás de Hispanoamérica. Esa suite es la maravillosa convergencia de la cultura peninsular española, canaria, aborigen americana y negra africana.

La cultura barroca se expresa magníficamente el Día de los Muertos, 2 de noviembre de cada año en Curarigua, con la impresionante procesión de las ánimas del purgatorio, con la sentencia del catolicismo postridentino como fondo emotivo: Recuerda que vas a morir. Por la noche y amparados por luces de velas y cirios, me dice Bernardo, cobijados con hojas de cambur, caminan los lugareños rumbo al camposanto y a las señales orales de El Gritón, sin mirar hacia atrás, por lo que era hasta hace poco ritual prohibido a las damas porque corren el riego de hacerlo.   

De las manos de Bernardo, cronista de Curarigua, me topé con el siglo XVIII colonial. Sucedió cuando fuimos a visitar una antigua plantación de cacao al sur de Curarigua, plantas que fue traídas por los hacendados de nuestro gran siglo colonial y que se fundieron con la otra planta, asiática esta vez, que se aclimata a la sequedad primorosamente: la caña de azúcar. Soy de la idea, le decía a Bernardo, que el tamunangue no es solo producto de una sociología de la dulzura de la caña, tal como dice Manuel Moreno Fraginals, sino que habría que agregar el cacao para darle tonalidad rítmica a nuestra danza negroide en honor a San Antonio de Padua, el santo de los pobres.

Resulta poco menos que increíble que este pequeño poblado haya tenido hijos tan destacados: el iniciador de la cardiología Carlos Gil Yépez, el prolífico escritor autodidacta Rafael Domingo Silva Uzcátegui, la gigantesca figura del folclore Pío Rafael Alvarado, el gobernador del Estado Lara Dr. Honorio Sigala, al precursor de la teología de la liberación en Venezuela presbítero Lisímaco Gutiérrez, allí nació Valentón Carucí, prolífico compositor, fue lugar de residencia del educador Dr. Ramón Pompilio Oropeza, del Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza.

 Debemos agregar ahora a este portento de la tenacidad cultural que fue el docente Bernardo Yépez, quien se retira físicamente de entre nosotros el 19 de diciembre de 2025, pero que quedará en la memoria registrado hondamente por haber sido artífice de uno de los más audaces proyectos historiográficos del interior de Venezuela, que debe ser replicado en otras parroquias y municipios de Venezuela. Bernardo abrió el camino.

 

Pastor Nava, poeta popular, escribe en deliciosos versos rimados a

 BERNARDO YEPEZ:

 

Nos llegó de San Isidro

Por voluntad del Señor

Un hombre que es muy querido

Y es cronista y profesor

Todo lo hace por amor

Y mucha dedicación

Es el cronista el mejor

Que ha llegado a esta región

Bernardo lleva por nombre

Y tiene esa gran virtud

De enseñar a la Juventus

A los niños y al hombre

De esto ninguno se asombre

Porque es hombre de cultura

Recordará este nombre en

Cada generación futura

Ha escrito para la historia

Dedicándole su vida

Para dejar su memoria

Al pueblo de Curarigua

De manera ejemplar

Que tenemos a la vista

Ha descrito este cronista

A Curarigua de Leal.

 

Carora,

Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela,

27 de diciembre de 2025.

 

 

 

 

 


Bernardo Yépez, la memoria de Curarigua.

  Profesor Bernardo Yépez, la memoria histórica de Curarigua de Leal. Luis Eduardo Cortés Riera.   cronistadecarora@gmail.com  ...