martes, 20 de mayo de 2014

San Nicolás de Bari y la ganadería en Venezuela

El médico veterinario Naudy Trujillo Mascia, docente de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado de Barquisimeto, presentó su magnífica y brillante tesis doctoral en la Universidad Central de Venezuela el pasado abril con el título: Historia de la ganadería en la Región Barquisimeto (1530-1810), bajo la tutoría del Dr. Reinaldo Rojas. Tuve el privilegio de ser jurado.


Es un trabajo de frondosas 451 páginas, bien redactado y estructurado, en el cual se aprecia la pasión escritural de este investigador nativo de Sarare, estado Lara, quien para tal propósito empleó las concepciones históricas de la Escuela de los Anales fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en Francia en 1929, tales como las de historia global o historia síntesis.

En esta densa investigación histórica, aprobada con honores, me llamó poderosamente la atención una parte que Naudy Trujillo tituló: Relación del culto a San Nicolás de Bari con la ganadería. Allí propone, en lo que es su notable hallazgo investigativo, establecer una efectiva integración de poblaciones con el nombre de San Nicolás que definitivamente permitían el intercambio comercial ganadero en las ancestrales rutas de intercambio comercial aborigen. A lo que agrega que en esta dinámica geoeconómica ganadera pudiese haber propiciado, desde el punto vista zootécnico, la conformación del mestizaje de las ganaderías bovinas, caprinas, caballar y porcina, lo que llevó a la aparición de la denominada ganadería criolla, hoy en día virtualmente desaparecida. A mi modo de ver es una hipótesis de trabajo realmente fascinante y da prueba de la fecunda imaginación histórica del ahora flamante doctor en historia Trujillo Mascia.

En efecto, es una devoción traída al Nuevo Mundo por los españoles y los isleños de Canarias, de la mano de monjes dominicos, capuchinos, franciscanos y agustinos, así como también de los tudescos de la casa Welser. A la América anglosajona la introdujeron los holandeses en Nueva York, donde adopta el nombre de Santa Claus, vestido de rojo y de luengas barbas blancas. En la antigua Provincia de Venezuela, Trujillo Mascia identifica tres zonas en donde ubica poblaciones asociadas a la producción pecuaria, y casi todas tienen origen en la organización de comunidades por religiosos como pueblos de misión o capellanías de haciendas y hatos.

En el oriente de Venezuela encuentra a San Nicolás en Porlamar, Anzoátegui, Misiones de Guayana y Trinidad y Tobago; en el centro del país en Chuao, Turiamo, Curiepe, Bilongo, Yare y El Rastro; en occidente en Aruba, Curazao, Moruy, Hato Abajo, Coro, Cumarebo, Dabajuro, Mene Mauroa, Curarial, Pedregal, Quibure, Cabure, El Roble, El Turbio, Yaritagua, Los Cañizos, Aracal, Sarare, Boconoito, Obispos, Carvajal.

Pero no se queda acá el investigador, puesto que establece una zona de extensión del culto en el territorio de Virreinato de Nueva Granada, Colombia,  con denominaciones nicolasianas en Arauca, Casanare, Sabana de Torres, Chinacota, Sarare (Boyacá), Sucre, Cundinamarca, Cumaral del Meta, Lurica de Córdoba, Sopetrán del Rio Cauca, Valle de Río Negro (Antioquia).

De modo que esta devoción,  ligada a la protección  de diferentes causas, tales como los niños, jóvenes,  novios, marinos, cosechas, pastores, y  por supuesto, los animales, tuvo en nuestros tres siglos de coloniaje una muy amplia y sentida veneración a la cual sólo ahora empezamos a comprender. Esta investigación  de Trujillo Mascia es apenas el comienzo en la búsqueda de la significación emocional y sensible entre los hombres y mujeres del periodo colonial de los poderes milagrosos y curativos de este obispo que, en cierta ocasión, hizo brotar un manantial cristalino de agua en un pozo que servía de abrevadero de ganados y se había contaminado. Y como si fuera poco el Obispo de Myra (Turquía) exorcizó un pastor que había sido víctima de una posesión por frecuentar con sus rebaños lugares donde pululaban los demonios.

Cuánto de colonial queda en las costumbres y estilo de vida de algún rincón aldeano; en ciertas formas de lo que puede llamarse nuestro Derecho consuetudinario; en las tradiciones del arte popular, en ritos y supersticiones, es todavía, dice Mariano Picón Salas en su libro Comprensión de Venezuela, tema de investigación para el sociólogo o historiador de la Cultura.

Y todo esto lo digo con cierto pesar y tristeza, puesto que nuestro San Nicolás de nuestros abuelos y bisabuelos campesinos ha sido prácticamente sepultado y silenciado por el Santa Claus anglosajón, blanco y protestante de los albores del tercer milenio, quien asociado a las poderosas compañías trasnacionales nos venden, entre otros artículos innecesarios, una bebida industrial sin alma de color negro, como decía Arturo Uslar Pietri. Se trata, en consecuencia, de rescatar para el presente esa historia oculta y replegada de la cual nos hablaba don Miguel de Unamuno, para colocarla al servicio de la restitución de nuestra alma criolla y mestiza, para de tal forma enfrentar la poderosísima globalización y su arma más temible y letal: el pensamiento único, empobrecedor y simple.

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