El
médico veterinario Naudy Trujillo Mascia, docente de la Universidad Centroccidental
Lisandro Alvarado de Barquisimeto, presentó su magnífica y brillante tesis
doctoral en la Universidad Central de Venezuela el pasado abril con el título:
Historia de la ganadería en la Región Barquisimeto (1530-1810), bajo la tutoría
del Dr. Reinaldo Rojas. Tuve el privilegio de ser jurado.
Es
un trabajo de frondosas 451 páginas, bien redactado y estructurado, en el cual
se aprecia la pasión escritural de este investigador nativo de Sarare, estado
Lara, quien para tal propósito empleó las concepciones históricas de la Escuela
de los Anales fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en Francia en 1929, tales
como las de historia global o historia síntesis.
En
esta densa investigación histórica, aprobada con honores, me llamó
poderosamente la atención una parte que Naudy Trujillo tituló: Relación del
culto a San Nicolás de Bari con la ganadería. Allí propone, en lo que es su notable
hallazgo investigativo, establecer una efectiva integración de poblaciones con
el nombre de San Nicolás que definitivamente permitían el intercambio comercial
ganadero en las ancestrales rutas de intercambio comercial aborigen. A lo que
agrega que en esta dinámica geoeconómica ganadera pudiese haber propiciado,
desde el punto vista zootécnico, la conformación del mestizaje de las
ganaderías bovinas, caprinas, caballar y porcina, lo que llevó a la aparición
de la denominada ganadería criolla, hoy en día virtualmente desaparecida. A mi
modo de ver es una hipótesis de trabajo realmente fascinante y da prueba de la
fecunda imaginación histórica del ahora flamante doctor en historia Trujillo
Mascia.
En
efecto, es una devoción traída al Nuevo Mundo por los españoles y los isleños
de Canarias, de la mano de monjes dominicos, capuchinos, franciscanos y
agustinos, así como también de los tudescos de la casa Welser. A la América
anglosajona la introdujeron los holandeses en Nueva York, donde adopta el
nombre de Santa Claus, vestido de rojo y de luengas barbas blancas. En la
antigua Provincia de Venezuela, Trujillo Mascia identifica tres zonas en donde ubica
poblaciones asociadas a la producción pecuaria, y casi todas tienen origen en
la organización de comunidades por religiosos como pueblos de misión o
capellanías de haciendas y hatos.
En
el oriente de Venezuela encuentra a San Nicolás en Porlamar, Anzoátegui,
Misiones de Guayana y Trinidad y Tobago; en el centro del país en Chuao,
Turiamo, Curiepe, Bilongo, Yare y El Rastro; en occidente en Aruba, Curazao,
Moruy, Hato Abajo, Coro, Cumarebo, Dabajuro, Mene Mauroa, Curarial, Pedregal,
Quibure, Cabure, El Roble, El Turbio, Yaritagua, Los Cañizos, Aracal, Sarare,
Boconoito, Obispos, Carvajal.
Pero no se queda acá el
investigador, puesto que establece una zona de extensión del culto en el territorio
de Virreinato de Nueva Granada, Colombia, con denominaciones nicolasianas en Arauca,
Casanare, Sabana de Torres, Chinacota, Sarare (Boyacá), Sucre, Cundinamarca,
Cumaral del Meta, Lurica de Córdoba, Sopetrán del Rio Cauca, Valle de Río Negro
(Antioquia).
De modo que esta
devoción, ligada a la protección de diferentes causas, tales como los niños,
jóvenes, novios, marinos, cosechas,
pastores, y por supuesto, los animales,
tuvo en nuestros tres siglos de coloniaje una muy amplia y sentida veneración a
la cual sólo ahora empezamos a comprender. Esta investigación de Trujillo Mascia es apenas el comienzo en
la búsqueda de la significación emocional y sensible entre los hombres y
mujeres del periodo colonial de los poderes milagrosos y curativos de este
obispo que, en cierta ocasión, hizo brotar un manantial cristalino de agua en
un pozo que servía de abrevadero de ganados y se había contaminado. Y como si
fuera poco el Obispo de Myra (Turquía) exorcizó un pastor que había sido
víctima de una posesión por frecuentar con sus rebaños lugares donde pululaban
los demonios.
Cuánto de colonial
queda en las costumbres y estilo de vida de algún rincón aldeano; en ciertas
formas de lo que puede llamarse nuestro Derecho consuetudinario; en las
tradiciones del arte popular, en ritos y supersticiones, es todavía, dice
Mariano Picón Salas en su libro Comprensión de Venezuela, tema de investigación
para el sociólogo o historiador de la Cultura.
Y todo esto lo digo con
cierto pesar y tristeza, puesto que nuestro San Nicolás de nuestros abuelos y
bisabuelos campesinos ha sido prácticamente sepultado y silenciado por el Santa
Claus anglosajón, blanco y protestante de los albores del tercer milenio, quien
asociado a las poderosas compañías trasnacionales nos venden, entre otros
artículos innecesarios, una bebida industrial sin alma de
color negro, como decía Arturo Uslar Pietri. Se trata, en consecuencia, de
rescatar para el presente esa historia oculta y replegada de la cual nos
hablaba don Miguel de Unamuno, para colocarla al servicio de la restitución de
nuestra alma criolla y mestiza, para de tal forma enfrentar la poderosísima
globalización y su arma más temible y letal: el pensamiento único, empobrecedor
y simple.