
Breve historia de la sal.
Luis Eduardo Cortés Riera.
La sal ha tenido en la historia de la
humanidad un valor que no es solo económico o alimentario, sino que está dotada
de extraordinarios valores simbólicos y espirituales. Este metal no ferroso,
conocido milenariamente como “oro blanco”, recurso estratégico que conectó
comunidades muy alejadas entre sí, y se constituye en un factor primordial de
civilización y cultura de todos los pueblos de la Tierra. La sal es un componente
primordial para la vida en general. En la dieta humana es imprescindible para
mantener el equilibrio de los fluidos corporales, también es un elemento
central en la metalurgia, las curtiembres, la conservación de alimentos, y ha
sido usada como medicamento en los sistemas médicos tanto en el presente, como
en la antigüedad.
La sal en el viejo mundo.
La humilde sal, la única roca comestible por los seres humanos, ha
sido desde tiempos muy remotos un factor de primer orden en la comunicación y
contacto de los pueblos. Está presente en todas las gastronomías del mundo:
como condimento y como efectivo conservante de pescados y carnes. Ha tenido
este mineral enorme poder simbólico pues de ella deriva la palabra salario, y
el uso frecuente que se le da en los textos sagrados, tanto de oriente como de
occidente: significa pureza, santidad, sabiduría, fidelidad. “Vosotros sois la
sal de la vida”, decía Jesucristo a sus seguidores. El profeta Mahoma
aconsejaba iniciar y terminar las comidas con la sal. A menudo las rutas de la
seda y la sal coincidían y se complementaban.
Se conocen desde el neolítico
las salinas cercanas a Barcelona en España. Ella da nombre a Salzburgo en
Austria, nombre que significa “ciudad de la sal”. Los romanos tomaron de los
celtas la extracción y el uso del mineral, a tal punto que la mayoría de las
ciudades del Imperio se edificaron en las cercanías de salinas. La agregaban a
diversos vegetales y verduras, por lo que de allí deriva la palabra ensalada.
El griego Estrabón, padre de la geografía, escribe que la sal más apreciada en
Roma procedía de Borgoña, Francia.
La primera mención escrita del uso de la sal viene de China, zona de
Zhongba, durante el año 2000 antes de nuestra era, empleada en la fermentación
de alimentos. En Egipto antiguo se ha encontrado evidencia desde 3000 antes de
nuestra era de su uso en salazones para conservar restos humanos y producir
jamones. En la Edad Media europea dos ciudades monopolizaron la venta y tráfico
de ella: Venecia y Génova. El famoso jamón serrano español y el de Bayona,
Francia, el embutido salami italiano y húngaro, los distintos quesos curados,
manchego, parmesano, gouda, auténticas joyas de la gastronomía, vienen de esta
época.
Benvenuto Cellini se hizo famoso al diseñar saleros en oro durante el
Renacimiento. El roguszys de los países del Este europeo es una deidad que
provoca el encurtido con sal de las verduras. Debemos a la “Pérfida Albión” las
suculentas anchoas en salazón que acompañan pizzas y cervezas gélidas, así como
el kétchup salado que hogaño se consume casi dulce con el agregado de tomates
americanos. La Revolucion Francesa de 1789 elimina “por odioso” el impuesto de
la sal, La Gabelle, origen de frecuentes motines en el país. Fue un español,
Bernardino Gómez de Miedes quien escribe un colosal tratado sobre la sal en
tres volúmenes: Comentarios acerca de la
sal, 1579. La casa de Austria la monopolizó en el inmenso imperio español
de entonces. Napoleón Bonaparte restituyó el impuesto a la sal que la
Revolución había abolido por odiosa y antipopular. Necesitaba dinero para sus
guerras.
La sal en América precolombina.
Los antiguos Mayas hacían largos recorridos para extraerla de las
costas del actual Belice. La ciudad-estado de Tikal consumía 130 mil kilogramos
por año. La sociedad militarista de los aztecas la asociaban al prestigio y
cortaban a menudo su suministro a pueblos que se les resistían, como los
Tlaxaltecas. La sal y el jade eran parte esencial de su cosmovisión. La empleaban
como primitiva moneda para exigir tributos imperiales a los pueblos sometidos.
En los Andes peruanos y ecuatorianos era símbolo de estatus social y se usaba
en ceremonias religiosas, pues se la consideraba una excrecencia de los dioses.
Las salineras del Cusco eran el epicentro productivo del vasto imperio Inca.
Las minas de sal de Zipaquirá eran esenciales para la economía de los Chibchas
en Colombia.
Las rutas de la sal en Venezuela anteriores a Cristóbal Colón.
Antes de adentrarnos en las rutas de la sal en nuestro territorio,
debemos hablar de la Teoría H. Ella fue planteada en 1943 por el antropólogo
estadounidense Cornelius Osgood, y sostiene que en Venezuela penetraron
diversos pueblos, los arawacos y los caribes. Dos ejes migratorios poblaron a
Venezuela precolombina, el occidental de los arawacos en el trazo izquierdo de
la H, y el oriental de los caribes en el trazo derecho de la H. La barra
horizontal de la H indica las interrelaciones y los contactos culturales entre
ambos ejes migratorios.
De modo pues que no nos extrañe que las rutas de la sal precolombinas
siguieran las trayectorias de esta letra, es decir desde la costa del Mar
Caribe o de Las Antillas hasta penetrar muy hondo en la masa continental
suramericana. Dos importantes centros salitreros observamos en la costa
caribeña venezolana: las salinas de Araya en el oriente del país, y las salinas
de la península de Paraguaná, Guaranao, Los Taques y Coro, al occidente.
Los caribes explotaron las salinas
de Araya desde tiempos inmemoriales, en tanto que los caquetíos de Paraguaná
extraían y distribuían la sal a través de las llamadas rutas de la sal que
atravesaban los actuales estados Falcón, Lara y Portuguesa, para continuar muy
hondo en los llanos occidentales venezolanos con su preciosa carga. Los
caquetíos de la costa caribe, con su centro de poder en Coro en las manos del
poderoso Diao, enviaban el valioso mineral hasta las márgenes del río Turbio,
en donde los caquetíos habían construido una organización compleja de jefes y
sacerdotes, según pudo observar en 1530 el capitán alemán Nicolás Federmann,
quien había seguido los senderos salinos orientado por baquianos indígenas.
Desde Coro, escribe Reinaldo Rojas, los caquetíos transportaban la sal marina
por la Sierra de San Luis, llegando hasta Purureche, Matatere, Baragua y
Churuguara, donde los aborígenes xaguas la distribuían hasta Variquecemeto, o
valles del Turbio, y continuaba hasta los ríos Yaracuy y Tocuyo, para seguir
hacia otro asiento caquetío en Acarigua, Estado Portuguesa, y seguir hasta el
piedemonte andino.
Sin embargo, existieron explotaciones de sal terrestre en las
poblaciones del semiárido larense, concretamente en Quíbor y Barquisimeto,
según nos refiere Pedro Cunill Grau al llamar estas explotaciones salineras
parte de los “paisajes soterrados” de Venezuela. Hubo una mina de sal terrestre
en Barquisimeto que casi nadie recuerda, nos dice este sabio chileno-venezolano.
Los holandeses les pusieron la mira a las salinas de Venezuela,
escribe Rafael Dávila. La corona española edificó un fuerte para defender las
de Araya en 1623, y la apropiación de Curazao por Holanda tiene parecidas motivaciones,
la salazón de pescado. En 1740 los ingleses intentaron tomar las salinas de Los
Taques, pero fueron repelidos por los aborígenes de Moruy, refiere Crisanto Silva
Aguilera. Durante esos años, dice Carlos Felice Cardot, se habló de la primera
y segunda batallas de la sal, las que terminaron con victorias españolas sobre
los Países Bajos.
En el siglo XX se industrializa la producción salinera en Venezuela.
En Araya trabajaban unos 300 obreros que producían entre mil y dos mil
toneladas de sal. La Laguna de Bajarigua, el lago salino más grande de Venezuela,
ubicada en la Península de Paraguaná, comenzó a explotarse industrialmente a
comienzos del siglo XX. El monopolio estatal se mantuvo por décadas. Más de las tres cuartas partes de la producción se obtiene en las
salinas de Araya (Estado Sucre), las Cumaraguas y Coche, a cargo de la Empresa
Nacional de Salinas (ENSAL), la cual privatizó sus operaciones en el estado
Sucre en agosto de 1995. También existen otras fuentes salinas en Zulia Falcón
y Nueva Esparta; aunque todas estas son fajas evaporativas, pues hasta el
momento no se han localizado depósito de roca sal en el país. Según estudios
realizados las salinetas económicamente explotables son las de Ancón de Iturre
del Estado Zulia, Las Camaraguas-Bajariguas, golfeta de Coro, Píritu-Unare,
Araya y Coche; con un total aproximado a los 740.000 Tm. por año.
Para finalizar no podemos olvidar la célebre película Araya, dirigida
por Margot Benacerraf en 1959. La película acompaña la vida de los salineros y
los pescadores de Araya, una península al
noreste de Venezuela, donde funcionó durante siglos una gran salina natural. El
film gana el Festival Internacional de Cine de Cannes, además forma parte del
patrimonio cinematográfico de Memoria de Mundo de UNESCO.
Referencias.
Cunill Grau, Pedro.
(2015). Cunill Grau invita a reconstruir los paisajes soterrados de
Barquisimeto. Diario El Impulso,
Barquisimeto, Venezuela, 20 julio,
2015
Dávila P. Rafael I.
(2015) LA SAL: OBJETIVO
CODICIADO POR HOLANDA EN LAS PROVINCIAS DE NUEVA ANDALUCÍA Y VENEZUELA DURANTE
EL SIGLO XVII.
Felice Cardot, Carlos. (1987)
Curazao hispánico. Academia Nacional de la Historia. Caracas, Venezuela.
Rojas, Reinaldo. (2002) De
Variqueceneto a Barquisimeto. Siete estudios históricos. Fondo Editorial Buría.
Barquisimeto,Venezuela.
Silva
Aguilera, Crisanto (2023). Una introducción a la historia de la sal en
Venezuela.
Carora,
Estado
Lara,
República Bolivariana de Venezuela,
jueves 17 de julio de 2025.