miércoles, 24 de diciembre de 2025

Qué pensabn los fundadores del Colegio La Esperenza

 

 

¿Qué pensaban en 1890 los fundadores del

Colegio La Esperanza de Carora, Venezuela?

Luis Eduardo Cortés Riera.

cronistadecarora@gmail.com

¿Cuáles eran las coordenadas mentales de las personas que dieron inicio a la educación secundaria el 1º de mayo de 1890 en una remota ciudad del semiárido larense venezolano llamada Carora? ¿Cuáles eran los hábitos mentales establecidos en aquella minoría social, los patricios de Carora, artífices de la fundación del Colegio particular La Esperanza o Federal Carora? ¿Cuál el estado del conocimiento y de la ciencia finisecular? ¿Cómo era la vida cotidiana de las elites educadas?

Primero: pensaban los “patricios caroreños” que la secundaria era un nivel de la educación exclusivo para personas de sexo masculino de las clases acomodadas. Ellos dominaban el activo comercio y eran los dueños de las mejores tierras. Carora, como toda Venezuela, era una sociedad fuertemente patriarcal que consideraba a las damas como poco apropiadas para recibir tan aristocrática y semiclásica educación. Existía como una justificación religiosa de aquella discriminación por el sexo para recibir conocimientos y saber que ya había advertido y condenado sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII. Entre 1890 y 1899 egresaron del plantel caroreño 28 flamantes bachilleres en Ciencias Filosóficas. Ninguno era mujer. Casi todos eran hijos de los llamados “godos de Carora.”

Esta educación propiciaba la separación social en un cuerpo social donde una minoría de unas 800 personas de ascendencia hispánica y canaria, los godos de Carora, se imponía culturalmente al resto de la población que era en su mayoría analfabeta, una tragedia de la cultura que rondaba el 80 por ciento de la población venezolana en aquellos años finales del liberalismo amarillo finisecular. Nadie sospechaba que un oscuro militar tachirense, el general Cipriano Castro, iba a ser el enterrador histórico del viejo y gastado liberalismo venezolano del siglo XIX que había fundado el general Antonio Guzmán Blanco...  

El Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Rector fundador del instituto, hizo notables esfuerzos para admitir a las damas en el Colegio La Esperanza o Federal Carora, lo que finalmente se logra en el año escolar 1931-1932, cuando ingresan al plantel las señoritas María Luisa Rodríguez, Emérita Acosta, Sacramento Suarez y Leoncia Castañeda. Otra destacable voluntad en ese sentido se la debemos a un exalumno del Colegio, el Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís, quien en 1914 funda el colegio para señoritas llamado Liceo Contreras, instituto donde se editaba una revista de corte femenil llamada Minerva. Murió en 1922 en Valera este incomprendido educador y científico caroreño.

Un pensum anacrónico.

El historiador de la educación, profesor Miguel Ángel Mudarra, dice de nuestra anacrónica educación secundaria del siglo XIX lo siguiente:

“De inveterada tradición humanística y reflejo del bachillerato francés que suplantara al tipo de instituto colonial de ascendencia hispánica, y por lo tanto medieval, nuestra secundaria del pasado siglo prestó poco interés por el experimento aplicado a las ciencias físicas, matemáticas y naturales”.

Eran 22 jóvenes los “zapadores del pensamiento”, la mayoría extraídos del patriciado caroreño, los que comenzaron sus clases marcadamente humanísticas del Colegio La Esperanza, donde con dificultad se asomaban las ciencias naturales: la Física y la Geografía. No existían todavía las ciencias biológicas, ni la botánica ni la zoología. El cuerpo humano y la forma en que funciona, sus enfermedades, no fue centro de atención académica en las décadas iniciales de nuestro Colegio. Se daba prioridad a la psique sobre lo somático, a pesar de que había médicos y farmaceutas como docentes del plantel. 

El positivismo francés había entrado fulgurantemente en la Universidad de Caracas en 1863 con los doctores Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio, pero tuvo un formidable obstáculo en el carácter marcadamente semiclásico y humanístico de nuestra instrucción. La experimentación, rasgo fundamental de la modernidad, apenas se insinuaba en las aulas del Colegio La Esperanza. Pensamos que no había un espacio definido para los laboratorios y es posible que la experimentación era mencionada teóricamente, observada en los libros de texto, no en vivo como debe ser.

             Es muy probable que inicialmente no existieran en La Esperanza los “gabinetes de experimentación”, los que eran importados de Francia, producidos por la afamada Casa Deyrolle. A fines del siglo XIX la Física era una ciencia con enormes problemas y los científicos creían, erradamente, que ya había llegado a sus límites, afirma Otto Frich (La nueva física, 1973, p.143). El flogisto y la física del éter, dos conceptos hipotéticos superados a fines del siglo XIX, resonaban en las aulas del plantel que funcionaba en una vieja casona del siglo XVIII, ubicada en la calle del Comercio de Carora. En 1897 fue descubierto el electrón por Thompson, lo que lleva a dudar de aquellas elucubraciones “científicas” de entonces.

 Era un hecho consumado que el planeta Marte estaba habitado por vida inteligente, tal como lo demostró el italiano Giovanni Schiaparelli en 1877. Era una comidilla frecuente que el planeta rojo estaba cruzado por una serie de canales construidos por alguna inteligencia que conducían agua desde los casquetes polares hasta el desolado ecuador marciano. Era ciencia incontrovertible que muy pocos ponían en duda, a pesar de que se debió a una ilusión óptica y a una mala traducción desde el italiano de la palabra canal.

La censura del pensamiento.

Libros prohibidos. La Iglesia Católica prohibía ciertas lecturas por considerarlas inmorales, heréticas, perniciosas para la fe, prohibiciones que se trasladan con naturalidad al sistema educativo. En una ciudad levítica como Carora, leer Vida de Jesús (1863) de Auguste Renan era sacrílego, lo mismo que comentar la idea de la muerte de Dios, del filósofo alemán Frederick Nietzsche, fallecido en 1900. El origen de las especies, escrito por Charles Darwin en 1859, sufre también el anatema del silencio. Vivimos, dirá Mariano Picón Salas, bajo los efectos del Concilio de Trento del siglo XVI.

Los libros de libre circulación y admitidos por una censura tomada como normal, eran la Gramática de Andrés Bello, editada en 1847, El criterio, del sacerdote español Jaime Balmes (1810-1848), Manual de urbanidad buenas maneras (1853), de Manuel Antonio Carreño, entre otros.

 La práctica de la masonería era casi imposible, y lo mismo podríamos decir de las enseñanzas de los espiritualistas del francés Alan Kardec, (1804-1869) y el español Joaquín Trincado, (1866-1935). A mediados de los años 1950 un médico caroreño egresado de la Universidad Central de Venezuela, Dr. Pablo Álvarez Yépez, intenta fundar el Rotary Club en Carora, idea que recibe una reprimenda moral del conservador obispo Pedro Felipe Montesdeoca, quien afirmaba que es un club de la masonería. Logrará finalmente el galeno ¡en 1964! fundar tal club de servicios inspirado en las ideas del estadounidense Paul Harris (1868-1947).

Las lenguas muertas.

            La lengua latina y el Griego eran obligadas cátedras que dominaban el plan de estudios de la nueva institución. El Latín, afirma Octavio Paz, ya había dejado de ser una lengua universal desde el siglo XVII. Esta lengua desaparecida era eje curricular del pensum y se le daba prioridad sobre las lenguas vivas, el castellano y el francés. La lengua latina se enseñaba en dos niveles, 1º y 2º año, cátedras que fueron abiertas ¡8 veces! desde 1890 hasta 1900, en tanto que la Gramática Castellana se abrió apenas una vez, en 1897-1898. Era, pues, mas importante dominar el latín, lengua de la catolicidad, que la lengua materna, el castellano.

 El escritor y ministro de instrucción Eduardo Blanco (1832-1912), era partidario de eliminar el Griego “por tener poca aplicación.”. En nuestro Colegio caroreño esta difícil cátedra o “clase” fue abierta cinco veces, y la administraba el médico Dr. Lucio Antonio Zubillaga. Todavía en la década de 1960 se enseñaban estas lenguas muertas en los liceos venezolanos. En los días que corren ya fueron borrados de los programas de educación media. Las lenguas modernas como el francés se enseñaron en Carora desde 1895, en tanto que el alemán lo hizo en 1914. La lengua de Shakespeare brilla por su ausencia en el siglo XIX en el Colegio Federal Carora y deberá esperar hasta 1916 para ser enseñado acá.

Esta obstinada pervivencia de los idiomas muertos en nuestros planes de estudios secundarios y universitarios revela, dice Darcy Ribeiro, la enorme influencia que el latín y el griego han tenido en la conformación de una mentalidad de élites en América Latina. Soltar una frase en la lengua del Lacio era signo de distinción y de apartamiento.  Los godos de Carora, clase social endogámica, biológica y culturalmente, reafirma con el uso de las lenguas muertas su carácter de clase social diferente, destinada a gobernar al resto de los mortales.

            La Retórica, arte de la argumentación y la persuasión, tenía un sabor medieval y era parte del trívium y el cuadrivium de la Escolástica. Fue en 1898 cuando se empieza a enseñarla en el Colegio Federal Carora. Desaparecerá después de 1911, año en que se reabre el instituto luego de la terrible supresión desde 1900 ocasionada por el presidente Cipriano Castro y el Dr. Félix Quintero, su flamante ministro de instrucción. La palabra retórica tiene actualmente significado peyorativo, no así en nuestro ya lejano siglo XIX, cuando era un verdadero arte, muy cultivado en este continente de la palabra que es América Latina.

            Nuestro bachillerato en '''ciencias filosóficas" era una rémora del pasado, un plan de estudios que estaba orientado por una concepción filosófica superada, esto es, la unidad de ciencias naturales y filosofía, y, por lo tanto, estaba muerta. Pese a todo, dicha tradición clásica y humanística hizo posible que nuestra reflexión se orientara hacia lo socio-histórico, lo político, la literatura, el derecho, ámbitos del conocimiento que produjo obras admirables.

Carora tuvo hijos muy destacados en las humanidades: los hermanos presbítero doctor Carlos y Cecilio Zubillaga Perera, doctor Ramón Pompilio Oropeza, bachiller Federico Carmona, fundador del diario El Impulso en 1904, doctor Juan José Bracho, doctor Rafael Tobías Marquís, Dimas Franco Sosa, bachiller José Ramón Perera, doctor Lucio Antonio Zubillaga, doctor Ildefonso Riera Aguinagalde, doctor Juan Agustín de la Torre, doctor Ezequiel Contreras, Juan Bautista Franco, doctor Lázaro Perera, Críspulo Uzcátegui, doctor Julio Segundo Álvarez, doctor Jaime Blanch, para solo mencionar los del siglo XIX.

 

Referencias.

Bibliográficas.

Álvarez. Alberto. (1987) Biografía de Ramón Pompilio Oropeza. (Mimeografiada).

Cappelletti, Ángel. 1994.Positivismo y Evolucionismo en Venezuela. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela. 

Carmona, Juan. (1968) Nuestra Carora del 900. Gráfica Americana. Caracas, Venezuela.

Cortés Riera, Luis Eduardo. (1997) Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937. Fondo Editorial Alcaldía del Municipio Torres, Fundación Buría. Carora, Barquisimeto, Venezuela.

Fernández Heres, Rafael Memoria del Ministro de Instrucción. 1890. Fernández Heres. T. III.

------------------- (1968) La Enseñanza del Griego en Venezuela. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Humanidades y Educación. Instituto de Filología Clásica. Caracas.

 Mac Pherson, Telasco. (1981) Diccionario del Estado Lara. Biblioteca de Autores Larenses Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.

Mudarra, Miguel Ángel. (1978) Historia de la legislación' Escolar Contemporánea en Venezuela. Publicaciones Mudbell. Caracas, Venezuela.

Perera, Ambrosio. (1967) Historial Genealógico de Familias Caroreñas. Gráfica Americana. Caracas. 2 Vols.

 

Perera, José Ramón. (1932) Datos para la Historia del Colegio La Esperanza. Editorial Sur Americana. Caracas.

 

 Silva Uzcátegui. Rafael Domingo (1969) Enciclopedia Larense. T. II.

Manuscritas.

Libro de Matrícula del Colegio Federal Carora. (1890-1948)

Libro de Actas de Exámenes del Colegio Federal Carora. s.f.

 


Veredicto Bienal Nacional Literatura.

República Bolivariana de Venezuela. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Casa de Letras Andrés Bello. Alcaldía del Municipio ...