
El
divive o jacho:
techumbre
campesina del semiárido larense venezolano.
Luis Eduardo Cortés
Riera.
cronistadecarora@gmail.com
Nos
dice el maestro guitarrista Alirio Díaz en su hermosa autobiografía de su niñez
en el caserío La Candelaria, situado a 30 kilómetros al oeste de Carora, titulada
bellamente Al divisar el humo de la aldea nativa (1984) que “El
divive (el cual no tiene nada que ver con el dividive, árbol) al que en otras
zonas del Estado Lara llaman también jacho, pero del que aún no he encontrado
en mis investigaciones ningún estudio en que se hable de tan importante
elemento de techumbre rural. El divive- ¿voz de nuestros antepasados africanos
o indígenas? - era el nombre que se daba a la nervadura, resecada y resistente,
del cardón de dato, era una de las plantas vitales de la zona. Cada nervio, o fibra,
de una longitud que variaba según la altura del cardón, se limpiaba, se
separaba y hacinaba hasta formar los montones indispensables para el techo.
Sobre éste, ya listo con el varillaje, se ataba el divive con fibras secas de
cují. El material era de extraordinaria solidez, pues soportaba bien los tremendos
aguaceros, los embates del viento, temblores, y el fuego calcinante de nuestro
sol tropical.”
Esta notable
y precisa descripción de Alirio Díaz tiene mucho que ver con su casa de
habitación, ubicada allá en La Candelaria, aldea rural del semiárido en la que nació
el genio de la guitarra en 1923, que mostramos en la fotografía anexa. Es una
arquitectura campesina adaptada a los medios secos y xerofíticos de los Estados
Lara y Falcón venezolanos, pues de allí se extraen los materiales constructivos
para edificar un ambiente propicio y agradable para los seres humanos por su
frescura. Esta residencia del Maestro universal de la guitarra está desolada en
los días que corren y ha sufrido un deterioro notable que debe ser corregido
antes de que sea demasiado tarde, me comunica con cierta angustia su sobrina
Haydée Álvarez Díaz de Barrios. La techumbre de divive debe ser reparada a la
brevedad posible, y para tales efectos contratar a los ancianos conocedores de
esta primitiva técnica aborigen o negroide que aún sobreviven en la llamada
Otra Banda de Carora. Alirio Díaz siempre cuidó de que no se modificara la
estructura original de se casa, la que compartió con once hermanos, su madre,
su papá, y a la que visitó regularmente mientras vivió en Europa hasta muy
entrado en edad.
La casa típica popular larense.
El
sabio larense Francisco Tamayo nos habla de las casas típicas populares del
Estado Lara, de los techos de “torta” que se hacen de una pasta de arcilla
mesclada con paja picada, un techo de material vegetal, paredes de “jareque”,
bahareque o “pajareque”, y piso de tierra. El techo varía de una a otra región,
dice Tamayo, pues en la zona andina es de palma o tablillas, en la zona de los
cañamelares el techo se fabrica con hojas secas de caña de azúcar, en la zona
del erial lara-falconiano se usan hojas de cocuiza, madera joven del cardón de
dato para fabricar el techo, una observación de Tamayo a la que no tuvo acceso
el Maestro de la Guitarra candelarense.
Tamayo
agrega que las “enramadas” son una especie de cobertizo sin paredes, cubierto
con ramas de cují, donde se coloca la Santa Cruz. Un carácter curioso del tipo
de casa aquí descrito, agrega Tamayo, es la ausencia de materiales de hierro en
la construcción, ya que no se emplean clavos, ni alambre, ni cerraduras, ni
aldabas. Lo mismo sucede con la utilería familiar. La tierra y el vegetal
proveen todos los elementos.
Estas
curiosas casas de techo de “torta” aún perviven en el Municipio Torres del
Estado Lara, Las Palmitas, cerca de Carora, nos dice Carlos Alberto Camacho. Se
pueden observar en Las Cocuizas, Quediches, Los Arangues, y en San Francisco,
Parroquia Montes de Oca. La pasta de barro se liga con paja, cal, se tritura
con los pies. Tiene que ser un barro especial y arcilloso, que si se extrae de
mayor profundidad de la tierra es mejor, me comenta Pedro Álvarez en nuestra
Oficina del Cronista del Municipio Torres. El jacho es una vara larga extraída
del cardón y se emplea para hacer los techos de “torta” y para bajar datos,
lefarias, “matejeas” o avisperos.
Otra
especie de “torta” se elabora, agrega Pedro Álvarez, con caña brava y cardón,
concha de cují, se debe remojar por tres días. Hay arcillas que no congenian y
secretamente se parten. Las fases de la Luna influyen en la calidad de la
mescla, la cual de ninguna manera se debe hacer en días lluviosos, pues “no
cuaja”. Cuando hay calor ambiente la casa de “torta” es fría, y cuando hace
frío la casa se calienta, una curiosa paradoja que nos ofrece el semiárido
occidental venezolano.
En el caserío Los Arangues, vía Panamericana, vive
un conocedor de esta primitiva técnica y se llama Mario Pérez, quien construye
casas de adobe, techo de “torta”, paredes adornadas con vidrios de diversos
colores, bases de piedra, madera de tela de uña que sustituye a la caña brava. En
San Pedro Caliente, lugar de los famosos loceros, la familia Carrasco conoce de
la técnica de los techos de “torta”.
El materialismo
Cultural.
Después
de estas apreciaciones sobre el modo de vida y las casas del semiárido venezolano,
pasemos a considerar las observaciones realizadas por el antropólogo
estadounidense Marvin Harris, quien realizó estudios de campo en el Gran Sertao
brasileño, Estado de Bahía, entre 1950 y 1960. Observó el creador del
“materialismo cultural” cómo las viviendas, la organización social, las
prácticas agrícolas y pecuarias están profundamente influenciadas por el clima
árido y la escasez de recursos, una adaptación ecológica donde las casas son
construidas con materiales locales y diseñadas para resistir el calor extremo y
las lluvias irregulares, una economía de subsistencia, con prácticas agrícolas
y pecuarias orientadas a maximizar la eficiencia en un entorno hostil, la
organización social con unas relaciones familiares y comunitarias que reflejan
estrategias de cooperación para sobrevivir en condiciones difíciles. Como hemos
podido notar, las geografías adversas y difíciles de los semiáridos son las
responsables de modos de vida similares y análogas en el nordeste brasileño y
en el semiárido occidental venezolano.
Estas semejanzas equivalentes, de geografías
adversas, de climas difíciles y ásperos, han desarrollado deslumbrantes y magníficas
manifestaciones socio culturales en Venezuela y Brasil. En tal sentido podríamos entrever que el
caserío del semiárido de La Candelaria desarrolló, en la primera mitad del
siglo XX, con descendientes de negros africanos de las cofradías Del Montón de
Carora, un comunitario y excepcional sentido melódico, una como telúrica
musical cuya expresión más extraordinaria -una sociología del genio- ha sido el
insigne Maestro Alirio Díaz.
Carora,
Estado Lara,
República Bolivariana de
Venezuela,
sábado 16 de agosto de 2025.