Por
Luis Eduardo Cortés Riera
Doctor en Historia
Carora, abril de 2007
Entrada
de los andinos a Carora en agosto de 1899.
La
ciudad de Carora de fines de siglo XIX que veía llegar los introvertidos
montañeses, mostraba una fuerte y marcada impronta colonial que se manifestaba
en su catolicismo de masas, sus cofradías y hermandades, su gran cantidad de
sacerdotes y levitas nacidos allí, sus templos y capillas, el ceremonial
religioso de casi todo el año. Se trataba de una prolongación en el siglo XIX
de nuestra cultura colonial y barroca que arraigó profundamente en esta cálida
ciudad, que en su vínculo con lo sagrado se asemejaba en fervor y devoción a
cualquier localidad andina de Venezuela. Entre el final del siglo XIX y
comienzos del siglo pasado se llevaba a cabo una extraordinaria experiencia
religiosa y social por los sacerdotes
Doctor Carlos Zubillaga y Lisímaco
Arturo Gutiérrez , que como bien dijo el Dr. Luis Beltrán Guerrero, se puede
calificar como un antecedente de la llamada “Teología de la Liberación.” A lo
que debemos agregar la hegemonía de una clase social, la godarria caroreña,
grupo social que permanecía y permanece en los días que transcurren, fiel a su
pasado hispánico, y aunque no decididamente
producto de la Venezuela
colonial, pues tal como la conocemos hoy, endogámica y excluyente, ejercía allí
una hegemonía ideológica y cultural y ha realizado una importante obra de
cultura en esta aislada localidad en el Estado Lara del occidente venezolano.
Contaba
la ciudad con unos 8.500 almas, una estructura poblacional en cuyo vértice se
hallaba ubicada la godarria caroreña, una clase social con rasgos de casta que
dominaba la economía, la sociedad y la cultura. Protagonizan un intenso proceso
de concentración de la tierra y una hegemonía en los asuntos de la Iglesia y la cultura en
general cuando agoniza el siglo XIX. Se han apropiado del intenso comercio
local, de las inmensas y feraces tierras al occidente del Distrito Torres, han
copado con sus apellidos las prestigiosas cofradías y hermandades de la Iglesia, dominan los
resortes del poder político, además han llevado la imprenta en 1875, fundan el
Colegio Particular La
Esperanza en 1890, el sexista y excluyente Club Recreativo Torres
en 1898, motivaron la prensa, sobre todo el diario El Impulso, fundado por el Br. Federico Carmona en 1904. Es una
hegemonía evidente que se sustenta y ampara en la marcada endogamia propiciada
por la Iglesia,
su catolicismo militante y en un claro signo de exclusión que se proyecta hasta
el presente.[1]
Durante
el siglo XIX la política en Carora se polarizó entre Unidos (liberal) y
Vitalicios (conservador, afecto a la godarria). Pero a finales de tal siglo
este dominio conservador mostró sus simpatías y respaldó al carismático y
tenido por honesto líder caraqueño general José Manuel Hernández, alias El
Mocho, jefe del Partido Liberal Nacionalista, que agrupa a los inconformes con
la corrupta maquinaria de gobierno del Liberalismo Amarillo, quienes le roban
las elecciones de 1897 y colocan en el gobierno al protegido del general
Joaquín Crespo, el Dr. Ignacio Andrade, último representante del decadente
liberalismo decimonónico en Venezuela. Hernández decide alzarse desde la
hacienda de Queipa, cerca de Valencia el 2 de marzo de 1898. Crespo sale a
enfrentársele, pero muere de un certero disparo en combate en La Mata Carmelera,
Cojedes. En los días del arribo de Castro a Carora, El Mocho está preso en la
temida cárcel de La Rotunda
de Caracas. A la cabeza de este movimiento se colocó un joven médico egresado
de la Universidad Central
de Venezuela y con estudios de especialización en París, galeno quien en 1898
había fundado el excluyente y selecto Club Torres, el Dr. José María
Riera, personaje trágico de nuestro turbulento siglo XIX que habría de morir
prematuramente en una refriega en 1900. De este eminente médico y político
caroreño dice el eminente Dr. Pastor Oropeza:
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Médico caroreño afecto al Mochismo y quien recibió a
Castro en agosto de 1899
“Médico
eminente y generoso murió vilmente asesinado en el “Pozo de las Zábilas” en el
Municipio Burere el 17 de abril de 1900. Su nombre, prestigio y vida se lo dio
por entero al pueblo venezolano. Espíritu amplio, liberal, luminoso, fue una
víctima más de nuestras guerras civiles. La suerte de nuestro país, convirtió
al hombre de recia formación universitaria en Europa, en jefe militar y en el
director supremo de una bandería política. Hoy que se rinde homenaje a su
memoria esclarecida, evoco con emoción su nombre y actuación. Fueron sus libros
y el ambiente de su cuarto con sus objetos todos y utensilios intocados,
guardados con la más reverente de las devociones dentro de la casa solariega de
la abuela, los que hicieron o plasmaron mi futura vida de médico y hombre”[2]
Viene
en 1899 el general Castro de su comarca nativa del Estado Táchira al mando de
un revolución llamada de los 60, es un jefe, guerrero, político y personalista,
que en fulminante campaña llega a Mérida y luego pasa a Trujillo y se dirige a la población de
Carora en tránsito a Coro, pues tiene planes de llegar a Caracas y tomarla por
vía marítima. Dice Mariano Picón Salas de este personaje que, según su criterio,
el último dictador barroco que conociera el país, que su entrada al estado Lara
“En silencio que ya parece desidia o tibieza
hacia el presidente Andrade de parte de sus obligados defensores, don Cipriano
entra a Carora el 22 de agosto, casi sin combatir. El 25 el río Tocuyo está
crecido frente a la aldea de Parapara y allí se detienen los expedicionarios, mientras
amenguan las aguas. En los alrededores del pueblo se estacionan las tropas del
Presidente del Estado Lara, Torres Aular, que ha salido a detener a los
andinos. Pero de modo inexplicable, las gentes de Torres Aular se dispersan a
la primera carga que les envía el batallón “Junín”, comandado por Emilio
Fernández. Apenas duró un cuarto de hora la refriega, y Castro baja del cerrito
donde la estaba presenciando, a incautarse de las 100 cargas de parque,
máuseres, monedas para racionar las tropas y un cañón -el primero que caía en
manos de los “restauradores”-abandonados por el muy presuroso Torres Aular.”[3]
El
historiador y ex Presidente de Venezuela, el tachirense Ramón J. Velásquez,
comete un error al alterar el orden de las batallas al escribir que: “Cumpliendo la orden presidencial, las
fuerzas trujillanas del gobierno, miran pasar a las tropas invasoras sin
intentar combate y así avanzan hasta Barquisimeto. Parapara y Nirgua serán los
próximos triunfos de la expedición revolucionaria” [4]. Debemos aclarar que la batalla que nos
ocupa, la de Parapara (actual Parroquia Reyes Vargas del Municipio Torres del
Estado Lara), no ocurrió después del tránsito a Barquisimeto de los
restauradores, sino después de la toma de Carora. Velásquez hace aparecer
erróneamente a Parapara, caserío al
margen izquierdo del río Tocuyo como punto intermedio entre la capital
del estado Lara y la vecina población de Nirgua, actual estado Yaracuy.
Es poco conocido por la
historiografía nacional y en particular por los historiadores tachirenses, que
en Carora es un miembro destacado y muy culto de la godarria quien recibió y
apoyó al caudillo andino: “El general
Castro y el general Gómez siempre
recordaron el encuentro en Carora con el Dr. (José María) Riera, cuando
venían casi derrotados del Táchira, pero decididos a jugarse el
todo por el todo.”[5]
Esa historiografía apenas destaca el tránsito por esta ciudad larense que se
encuentra a medio camino entre Barquisimeto, el Lago de Maracaibo y la ciudad
costera de Coro, en el Estado Falcón. Como veremos más adelante, algo muy
importante sucedió a las tropas de Castro en el Distrito Torres, a tal punto
que los hizo desistir de su plan de campaña original.
Juan
Páez Avila dice en su biografía de Cecilio “Chío” Zubillaga Perera que este
interesante y combativo personaje era
apenas un mozalbete cuando Castro se acercaba en agosto de 1899 a la
ciudad de San Juan Bautista del Portillo
de Carora:
“Chío comprendió: la recluta. Se acercaba a Carora el general Cipriano Castro con
sus invasores. Todos los jóvenes abandonaron la ciudad. Chío no tenía edad para
ser “reclutado”.¡Pero era tan alto y
tan gordo!(…) La huida fue general. El batallón del gobierno, comandado por el
coronel R. Planas, hijo, (…) abandonó la
plaza y permitió que el general Castro
entrara a Carora sin resistencia alguna .El abandono de la ciudad por la
mayoría de la población hizo aumentar las dudas en el caudillo andino con
relación a su avance al centro del país”[6]
Más adelante agrega este mismo autor
algunos detalles poco conocidos por la historiografía nacional que son
necesarios destacar sobre la
recepción que le dio la godarria
caroreña al caudillo andino:
“En Carora se le sumaron el general Juan José
Perera y el Dr. José María Riera, quien lo hospedó en su casa y puso a su
disposición algunos recursos para la continuación de la guerra. Castro le pidió
al general Juan José Perera que lo condujera a la Sierra de Coro, donde estaba alzado el general Diego Colina”[7]
Es
entonces cuando sucede un hecho militar tan inesperado como insólito,como los
que nos relata el novelista austríaco Stefan Zweig, que habría de cambiar repentinamente
los planes originales de Castro:
“El general Perera, baquiano de esas tierras, hacía
los preparativos para llevar al general Castro a unirse con Colina, cuando les
llegó la información de que en “Las
Paraparas”, cerca de Río Tocuyo, las
tropas del gobierno comandadas por el general Elías Torres Aular y el coronel
R. Planas, habían sido derrotadas en una refriega después de una primera carga que les disparara el batallón “Junín”
comandado por Emilio Fernández. Esta cobarde e inexplicable dispersión de las
tropas del gobierno, muy superiores a las de Castro, dejó en poder de éste un
importante parque militar, incluso un poderoso cañón.”[8].
Y acto seguido sucedió un cambio de estrategia que torció el rumbo de la
campaña del caudillo andino: “Castro hizo
llamar al general Perera y le dijo:--“No, amigo. Ahora no es para la Sierra de Coro para donde
marcho. Es hacia Barquisimeto hacia donde me encamino a estrellarme o a vencer”[9]
Otro
autor, el tachirense Manuel Carrero
escribe en su bien documentada obra muy brevemente sobre el tránsito del
general Castro por la jurisdicción de Carora:
“Atravesando los cálidos y penosos caminos de Trujillo y Lara, la
“revolución” llegó el 22 a
Carora, ya desalojadas por las fuerzas oficiales. El 24 arribó al (sic)
Parapara y el 26 trabó brevísimo y exitoso combate con las fuerzas del
Presidente del Estado Lara Elías Torres Aular”[10]
Dice
Manuel Carrero, citando al general
Eleazar López Contreras y quien describe el enfrentamiento de Parapara que: “En la acción, que duró aproximadamente 20
minutos, se capturó a los generales
Planas, Narváez y otros oficiales, 200 individuos de tropa, 600 máuseres,
treinta mil cartuchos, un cañón con sus accesorios, bagaje y algún dinero de
raciones”[11]. Agrega
Carrero que el parte revolucionario del día 26 de agosto (1899) informaba los
resultados:
“Un cañón Krupp con todos sus accesorios y municiones, 500 máuser, 30.000 cápsulas y
200 prisioneros, todo quitado al enemigo (…) para entrar del valle de
Trujillo al Estado Lara, no siguió el
camino que todos los ejércitos seguían desde la independencia, atravesando la
cordillera (de los Andes) para caer en (la ciudad de) El Tocuyo, sino que se
fue por una pista desusada a que se daba el nombre de “La Viciosa”, rodeando la
cordillera. Como no lo esperaban por ahí,
en el sitio de Para Para (sic) tomó un gran parque que traían para el enemigo.”[12]
Esta
estrategia militar basada en el recurso de la sorpresa fue, a nuestro modo de ver, la responsable del
triunfo del caudillo andino en tierras larenses. Castro estaba a mitad de
camino a pesar de las medidas tomadas desde Caracas. El general Eleazar López Contreras agrega un dato crucial para
entender la relevancia poco comprendida del combate de Parapara:
“Los mil quinientos máuser de repetición y el cañón
Krupp sustituyeron la vieja fusilería
(cubanos y máuser), de un solo tiro potenciando al ejército revolucionario. Siguió a Barquisimeto
luego de intentar la ruta de Coro
por Las Playitas y Siquisique, con el fin de sumar las fuerzas del general
Colina, a quien supo derrotado por el General (Gregorio S.) Riera.” [13]
Hasta
aquí es necesario hacer dos importantes precisiones. En Parapara Castro tomó
importantes decisiones que ya hemos conocemos, la primera de ellas es que acá
desechó su plan de tomar a Caracas por el Mar Caribe, pues seguramente en Coro
y su puerto de La Vela
no iba a encontrar apoyo y suficientes embarcaciones para lograr aquél
cometido, por lo que decide ir por tierra en la vía a la capital del estado Lara, Barquisimeto.
La campaña se quedó en tierra y no
siguió por agua, como originalmente había pensado Castro. Esto fue decisivo. El
otro aspecto que es necesario resaltar tiene que ver con la captura de material
bélico y hombres que logró Castro en la batalla de Parapara. Acá se produjo un
hecho militar singularísimo que no es
otro que desde antes de esta refriega el ejército de Castro era por su
armamento y pertrechos una montonera del siglo XIX y que después de Parapara se
transforma en un ejército más moderno y mucho mejor equipado, que en lo
sucesivo le iban a dar una ventaja o lo colocaba en igualdad de condiciones
sobre las tropas del gobierno del Presidente Ignacio Andrade. El viejo máuser
de un solo tiro estaba emparentado con el arcabuz del siglo XVI de los
conquistadores españoles, en tanto que el máuser
de repetición permitía al soldado hacer varios disparos sin tener que
detenerse a recargar. La tecnología moderna había cambiado el arte de la guerra
por completo, a lo que debemos agregar el tremendo poder de fuego y alcance de
aquel cañón de la casa Krupp alemana arrebatado a las tropas de Torres Aular. El camino hacia la capital
del estado Lara estaba expedito, y los rifles de repetición capturados en
Parapara seguramente fueron decisivos para derrotar a las tropas
gubernamentales en Tocuyito, Estado Carabobo, batalla que se convirtió en la
antesala de la Casa Amarilla.
Como ya sabemos, el general Castro
entra triunfalmente a Caracas el 23 de octubre de 1899 dando inicio a uno de
los gobiernos más interesantes de cuantos ha tenido el país. La derrota que le
propinó en forma definitiva al caudillismo y al liberalismo decimonónico, la
centralización política y administrativa que inició y que habría de culminar el
general Juan Vicente Gómez, su valiente nacionalismo, así como su
enfrentamiento al capitalismo
imperialista que daba sus primeros zarpazos, lo destacan como uno de los mandatarios
más insignes que ha tenido la Patria
de Bolívar.
El gobierno del general Castro en Carora.
1899-1908
El ascenso de los cordilleranos al
poder despertó múltiples simpatías en la Carora de fines de siglo XIX, a pesar de que en
17 de abril de 1900, su más destacado líder, Jefe y Centro de la oligarquía
caroreña y mochista confeso, resultó asesinado en una refriega en el sitio de
Las Sábilas Coloradas, cerca del poblado de Burere, al oeste de Carora. El 8 de
julio de ese mismo año los godos reinstalan el Club Torres presidido por el Dr.
Julio Segundo Alvarez, pues había estado cerrado esta corporación elitesca por
motivos de la guerra.[14]
Una
de las más importantes de las instituciones de la ciudad habrá de sufrir un
colapso muy grave en estos tormentosos y difíciles años. Nos estamos refiriendo
al Colegio La Esperanza
o Colegio Federal Carora, fundado en 1890 por los godos de Carora, quien hasta el año 1898 había graduado 28
bachilleres en ciencias filosóficas, en tanto que en el año escolar 1898-1899
estaban cursando sus estudios secundarios 21 jóvenes, todos varones, se estaban
dictando cinco cátedras, a saber, Gramática y Retórica, Geometría,
Trigonometría y Topografía a cargo del Dr. Ramón Pompilio Oropeza ,Rector de la
institución, Y las de Latín, Griego y Física por el Dr. Lucio Antonio
Zubillaga, Vicerrector del Colegio, a lo que debemos agregar que funcionaba con
cierta regularidad la Escuela
(primaria) Anexa al Colegio Federal. En
15 de septiembre de 1900 escribió el Dr. Lucio Antonio Zubillaga en el
Libro de Matrícula del Colegio lo que iba a significar once largos años de
clausura del instituto:
“Hago constar que en el año académico 1899 a 1900 no hubo cursos,
por causa de la guerra. En agosto de 1900 se suprimió el Colegio Federal, y en
septiembre del mismo año se abrió como particular.”
Los alumnos que
estaban cursando la clase de Latín en 1899 eran: Ferdinando Alvarez, Manuel
Ignacio carrillo, francisco miguel González, José Herrera, Zenón Mora, Samuel
Riera, Juan Ricardo Arispe, Esteban Hernández, Emisael leal, Rafael Antonio Pernalete,
Cecilio Zubillaga Perera, “Chío”, José Rafael Zubillaga. En la Escuela Federal Anexa,
dirigida por el br. Rafael Losada se preparaban los siguientes muchachos: Agustín
y José Rafael Arispe, Ramón F. Crespo, José crespo, Jacobo José Curiel, Simón
Oropeza, Pedro José Silva, Ramón Crespo, Antonio Jiménez, Agustín Gutiérrez,
Felipe Segundo Montero, Juan Bautista Silva, Ángel Oviedo, Pedro Adrián Zubillaga.
El Colegio volvió -como se habrá notado- a su primitiva condición de colegio
particular o privado, decimos hoy, pues fue sacado del presupuesto Nacional
mediante la infame Ley de Rentas y Gastos Públicos de 1900. Era tan desesperada
la situación del país, que el ministro Dr. Félix F. Quintero no elaboró Memoria
y Cuenta del Ministerio de Instrucción, pero sí fue capaz de borrar de un
plumazo el Colegio caroreño, así como muchos institutos de educación de
Venezuela.[15]
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¿Por qué se suprimió el Colegio
caroreño? Cuando Castro asume el poder consigue a un Estado y a un país en
ruinas. El precio del café, nuestro principal producto de exportación, había
bajado de una manera espectacular, pues llegó a pagarse a 0,83 bs. en 1899,
cuando se pagaba a 5,47 bs. en 1895, la deuda externa ascendía a más de 200
millones de bs., el crédito externo estaba por el suelo, las transacciones
anuladas. Castro necesitaba dinero a toda costa para mantenerse en el poder y
recurre al cierre de múltiples instituciones educativas, las universidades de
Carabobo y del Zulia en 1903 y varios colegios de Primera y de Segunda Categoría,
ordenada por el Dr. Eduardo Blanco , Ministro de Instrucción, alegaba Blanco
para justificar sus infamias que: “a la deficiencia de la enseñanza se unía el
exceso de médicos y abogados lo cual contribuiría a crear en el país un
verdadero “proletariado intelectual” en Venezuela.”,dice Mariano Picón Salas
que esto era “una constante perniciosa de nuestra historia republicana. Una
dolencia profunda que no era tan sólo de la educación, sino de todo nuestro
organismo histórico.” Habría que esperar
hasta el año 1911 para que el Colegio fuese reabierto por el general Juan Vicente Gómez y su ministro de Instrucción, el
historiador y político larense Dr. José Gil Fortoul. El cierre del Colegio
Federal Carora de 1900 perjudicó sobre todo a la godarria caroreña, pues su
matrícula se extraía en su casi totalidad del “patriciado caroreño”, para
utilizar la expresión del historiador Ambrosio Perera. Los Libros de Matrícula
del Colegio, ahora de nuevo particular, muestran un espantoso cuadro de
desolación y abandono. Las cátedras de Gramática, Retórica y Latín sin alumnos.
Apenas aparece la solitaria figura de un joven, Emisael Leal, en las de
Filosofía Elemental, Aritmética y Algebra, en tanto que en la Física, Astronomía y
Cronología se inscribieron Zenón Palma hijo, Rafael Leal, Alfredo Franco y
Agustín Oropeza.[16]
Al año siguiente,
es decir en 1901, la godarria rinde homenaje a su líder recién desaparecido, el
Dr. José María Riera. Una bala lo hiere en una refriega en las Sábilas Coloradas
el 17 de abril de 1900 al no poder montar a tiempo en el momento de la fuga,
fue después alcanzado por un piquete de
fuerza del guerrillero Rafael montilla y su segundo, Montaña. Así, Herido, fue
encontrado por Rafael Aranguren quien lo cosió a balazos.[17]
El 23 de marzo de 1901 el Club de la godarria emite el siguiente considerando en su memoria:
EL
CLUB TORRES
CONSIDERANDO
Que esta sociedad debe al finado Dr. José María Riera, en su creación y
sucesivo desarrollo, la muy especial cooperación de la iniciativa de su
carácter eminentemente sociable y progresista, y de su ferviente entusiasmo por
todo acto que dijera relación con el adelanto del nativo suelo.
CONSIDERANDO
Que en la época azarosa de su fallecimiento, por el extremo grado de
guerra civil en que estaba envuelta nuestra patria, no pudo esta Corporación
exteriorizar su gratitud y su justicia por medio de ninguna demostración de
duelo, ni siquiera cumplir con los deberes que para el propio caso pautan sus
estatutos.
CONSIDERANDO
Que dada la profesión humanitaria de aquel inolvidable consocio, su
personal temperamento de filántropo y el edificante ejemplo que dio de de ordinario sacrificio del interés personal al internes ajeno,
ningún tributo más grato puede rendirse a su memoria, que el establecimiento de
una obra benéfica, de carácter permanente, y que contribuya al alivio de las clases menesterosas de este
pueblo, que ha perdido en él uno de sus más abnegados bienhechores;
ACUERDA
1º Establecer en su propio seno
una Institución benéfica a favor de los pobres vergonzantes, cuyas bases y
reglamentación fijará la
Sociedad y cuya inauguración tendrá lugar el día del primer
aniversario de la muerte de aquel.
2º Asistir en cuerpo a los
funerales que se celebraren en su aniversario.
3º Presentar este Acuerdo a la Señora Madre del finado por
órgano de una comisión designada por la Presidencia.
Carora, 23 de marzo de 1901
EL Presidente: Julio Segundo Alvarez
Vicepresidente: Nicanor Oropeza
Secretario de Actas: Francisco Manuel Alvarez
Sub Secretario: Rafael Herrera Oropeza
Secretario de Correspondencia: Rafael Losada
Sub Secretario: Rafael Zubillaga
Bibliotecario: Rafael Tobías Marquís
En
1902, la más querida de las instituciones educativas de Carora, el Colegio particular
La esperanza toca fondo, pues no hay ningún
muchacho inscrito, no hay cátedra alguna abierta. Sin embargo, y a pesar
de la ruina y las pérdidas materiales y humanas ocasionadas por las guerras
civiles y por la revolución del general Castro, cuando las potencias europeas
bloquean nuestras costas, la godarria sale en defensa de la patria mancillada
por la planta insolente del extranjero. En Los salones del club de los godos se
redacta el siguiente documento en apoyo al gobierno de Castro:
“3 de febrero de 1903. Sesión extraordinaria convocada
a excitación patriótica de los socios Dr. Julio Segundo Alvarez, Jacobo José
Curiel, José María Zubillaga Perera, para resolver la actitud que debería
asumir el Club Torres ante la amenaza de la Patria hecha por Alemania e Inglaterra. Discursos
del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Dr. Julio Segundo Alvarez, Gnal. F.N. Jiménez.
Acuerdo de Protesta.”
EL CLUB
TORRES DE CARORA
CONSIDERANDO:
Que ante el inminente peligro en que se encuentra la Soberanía Nacional,
por la agresión insólita de Alemania e Inglaterra, ningún venezolano puede
permanecer indiferente, sino que por todas las partes debe dejarse oír la
altiva protesta del patriotismo indignado;
CONSIDERANDO:
Que no merece llamarse hombre el que tolerase impasible ver cambiar su
título de ciudadano de una República libre, siquiera se halle como la nuestra
sujeta a las agitaciones naturales en las Naciones jóvenes, por el ominoso dictado de colono o
protegido de Potencia extranjera, y no prefiriese la muerte a tal ignonimia.
CONSIDERANDO:
Que Carora tiene que ser
consecuente con sus heroicas tradiciones, mostrando en la presente
ocasión que no es indigna de haber sido la cuna de los siete hermanos Torres,
de Lara, Montesdeoca y de cien más, que contribuyeron con sus esfuerzos y sus
vidas a la creación de nuestra nacionalidad y a la libertad de medio
continente;
CONSIDERANDO:
Que una de las primeras disposiciones reglamentarias de esta
Corporación es proponer a mantener vivo en el corazón del pueblo el fuego del
amor patrio; y que por otra parte, el Club Torres está obligado a corresponder
al glorioso nombre que lleva, ya que es el de aquel Prócer Inmortal que no dejó
sacrificio que no hiciera en el altar de la Patria, hasta el del orgullo militar herido, pues
no vaciló, en ocasión memorable, en deponer
la espada del General para tomar el fusil del soldado;
CONSIDERANDO:
Que al mismo tiempo que la protesta contra las pretensiones
extranjeras, se hace necesario que los hombres de buena voluntad dejen oír su
palabra serena y desapasionada, predicando la concordia entre todos los hijos
de la Patria,
desgraciadamente dividida hoy en lucha fratricida, y clamando por la
culminación de la actual contienda civil, como una imperiosa necesidad de los
presentes críticos momentos.
ACUERDA
1º Protestar de la manera más
solemne contra el violento y escandaloso
ataque a la Soberanía Nacional
hecho por Alemania e Inglaterra.
2º Manifestar de igual
manera que todos y cada uno de los
miembros del Club Torres están dispuestos
a contribuir con todas sus energías, recursos
y esfuerzos a la defensa de esa Soberanía, ora tomando las armas, ora por todo
otro medio, según el giro de los sucesos
y la posibilidad de cada cual, sin omisión de sacrificios de ningún
género;
3º Excitar vehementemente a los venezolanos que empuñan sus armas entre
sí, a prestarse, ante el peligro común, a cualquier avenimiento; a cerrar los
oídos a la voz del odio fratricida, y no
oír sino el gran clamor del patriotismo, que pide en todos los tonos que en
Venezuela no haya más que un solo partido: el de la Patria; y una sola
aspiración: la de salvarla, y, si fuere preciso, morir por ella.
Dado en la sala de sesiones del Club Torres, en Carora
el 4 de febrero de 1903.
EL Presidente: Ramón Pompilio Oropeza.
El vicepresidente: Jacobo J. Curiel
El Secretario de
Actas: Gilberto Zubillaga
El Sub Secretario de Actas: Rafael Losada
El Secretario
de Correspondencia: Julio Segundo Alvarez
El Sub Secretario de Correspondencia: Roberto Riera
El Tesorero: Ramón Zubillaga
El Administrador: Rafael Herrera Oropeza
El Bibliotecario: Ramón Riera Alvarez
Lucio Antonio Zubillaga, F. N. Jiménez, José A. Gutiérrez hijo, Ramón
Gutiérrez, F. Franco Urrieta, Rafael Tobías Marquís, Ignacio Zubillaga, Víctor
M. Silva, José María Zubillaga Perera,
Lucio P. Montesdeoca, Rafael Zubillaga, Fortunato Herrera, Samuel Silva Riera,
Nicanor Oropeza, Flavio Herrera Oropeza, Francisco Manuel Alvarez, Francisco
María Alvarez, José Zubillaga, Jaime Riera M.
Aprobada en sesión extraordinaria de esta fecha.
El Presidente: firmado: Ramón Pompilio Oropeza.
Como se habrá notado, quienes
suscriben este documento son los más conspiscuos representantes de la godarria
caroreña, a la cabeza del cual se coloca en su calidad de Presidente del Club,
el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Rector del Colegio Federal Carora cuando Castro
ordena suprimirlo en septiembre de 1900. Pudo más la fuerza del patriotismo que
el rencor que pudiera guardar en su corazón el educador por la clausura de su querido
instituto. Le acompañan en el documento
el Br. Rafael Losada, el Dr. en medicina Julio Segundo Alvarez, el Dr. Lucio
Antonio Zubillaga, el Dr. Rafael Tobías Marquís, el Dr. Ignacio Zubillaga, docentes
de la institución. Es impresionante la carga emotiva que mueve la fibra
patriótica que emana de este acuerdo de la godarria de principios de siglo
pasado. Cabría preguntarse si la godarria de Carora del siglo XXI será capaz de
producir un documento de tal tono frente a las amenazas imperialistas norteamericanas
que acosan a Venezuela en el presente.
Pero
hay un hecho que nos llama la atención y tiene que ver con el silencio que
guardan los “patricios caroreños” en ocasión de los acontecimientos terribles que vivió el país como consecuencia
de la llamada Revolución Libertadora (1901-1903), comandada por el banquero
Manuel Antonio Matos, quien recibe apoyo para levantar una revolución de los
norteamericanos, franceses y alemanes. En los salones del Club Torres no se convoca a ninguna Sesión Especial, ninguna
excitación al patriotismo se vocea, ningún Acuerdo de Protesta se redacta.
Este silencio no va a durar mucho
tiempo, como se verá más adelante. Parece ser que en Carora se ignoraba de la
intervención solapada de las potencias extranjeras en la Libertadora, o puede
ser que Matos despertó algunas simpatías
entre la godarria, lo cierto es que una nueva intervención, flagrante y
directa de Holanda en 1908, en vísperas de la caída de Castro, encenderá de
nuevo la fibra patriótica de la godarria, como veremos más adelante.
En
esos azarosos momentos el Colegio
Particular La Esperanza
abrió para el año académico 1903-1904 una cátedra de Gramática, Retórica y Latín y se incorporaron
los jóvenes Antonio N. Jiménez, José
Crespo, Félix Mariano Zubillaga, Rafael González, Jacobo José Curiel, Pedro
Adrián Zubillaga, Simón Oropeza, Rafael Andrade, Emigdio de Santiago, José
María Nieves y Eustaquio Castillo. Pero
la calamidad de la guerra impidió que ellos rindiesen sus exámenes finales. El
Dr. Lucio Antonio Zubillaga escribió en
el Libro de Actas de Exámenes: “En 1903
no hubo exámenes, por haberse suspendido el Colegio a causa de
la guerra civil.” En efecto, la Revolución Libertadora
estaba cerca de Carora, la ciudad de Barquisimeto había sido tomada por sus tropas,
el 13 de febrero de 1903 atacó a la
Carora el general revolucionario Juan Bautista Barráez, quien
perdió la acción. Durante y después de 1904 el Colegio La Esperanza desapareció
por completo, no se abrieron cátedras, no hubo inscripciones, no se levantaron
Actas de exámenes. En 1906 el Rector de la institución aparece como presidente
del Club Torres y en 1908, “presionado por sus paisanos”, acepta la Presidencia de la
Alta Corte Superior en Barquisimeto, aceptó
aquel cargo para gestionar ante las autoridades la reapertura del Colegio
Federal Carora, el cual, como vimos, fue suprimido por el general Castro en
1900.[20]
Como
ya dijimos con anterioridad, un miembro de la pequeña comunidad judía sefardita
caroreña, conversa al catolicismo, Julio Mármol Herrera, es quien lleva a la
ciudad en 1875 la imprenta. Desde ese momento se imprimieron unos 25 periódicos
hasta 1900. Pero es el 1º de enero de
1904 cuando nace el primer diario en la ciudad fundado por el Br. Federico Carmona,
llamado de forma muy auspiciosa El
Impulso. Este periódico, de los más antiguos de país aún circula en la
actualidad, y que Humberto Cuenca ha denominado periódico portátil, puesto que circuló
en su ciudad de nacimiento hasta 1919, año en que Carmona lo trasladó a
Barquisimeto. Chío Zubillaga dijo en cierta oportunidad que “El
Impulso enseñó a los caroreños a
leer.” Una vez que El Impulso se fue a Barquisimeto, nació de inmediato en
la ciudad otro periódico diario, esto es, El
Diario de Carora, fundado por José Herrera Oropeza.
|
El
24 de noviembre de 1908 el Presidente Castro sale con rumbo a Alemania a
someterse a una delicada intervención quirúrgica en sus maltratados riñones,
ocasión que aprovecha el general y Vicepresidente de Venezuela Juan Vicente Gómez
para dar un incruento golpe de estado el 19 de diciembre. Las potencias del
momento, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Holanda se coaligan para
impedir el retorno de “El Cabito” al país. En Carora cunde la alarma general.
El 16 de diciembre de 1908 se lleva a efecto una Sesión Extraordinaria en los
salones del Club Torres:
“…a excitación patriótica de los socios Br.
Miguel Ángel Meléndez, José Herrera y Víctor Silva, para resolver la
actitud que debía tomar el Club Torres
ante los actos hostiles en aguas
venezolanas por el gobierno de
Holanda. Lucidas y patrióticas palabras
del señor Presidente Br. Ramón Riera Alvarez. Bello y elocuentísimo
discurso lleno de recuerdos históricos y
de ideas patrióticas del señor Br.
Agustín Oropeza, para terminar proponiendo
que el Club Torres levante su enérgica protesta contra el insólito ultraje de que ha sido víctima
Venezuela, firmado por todos los socios de la Corporación. Discurso
patriótico del Br. Rafael Losada, aprobando la moción Oropeza, que dio por
término el siguiente Acuerdo:
EL CLUB
TORRES DE CARORA
CONSIDERANDO
Que el sentimiento patrio se halla profundamente
lacerado por la inicua agresión de los “Países Bajos”, al hacer manifestaciones
hostiles a la Nación
en propias aguas venezolanas;
CONSIDERANDO
Que este acto insolente y audaz constituye una grande
ofensa para la augusta Soberanía de la República; y que no es posible que los ciudadanos de esta Patria tan
libre –que surgió como de la mágica advocación de un potente conjuro, de la
palabra y de la espada de Bolívar el grande, de Sucre el Hércules, del
indomable Páez y de mil campeones más que iluminaron la historia con el sublime
fulgor de sus portentos- vean impasibles la brutal y salvaje agresión que nos
ofende;
CONSIDERANDO
Que esta circunstancia Carora- fragua de héroes y
alentadora de grandes energías en los días genésicos de nuestra nacionalidad,
la ciudad legendaria, bajo cuyo purísimo cielo vieron la luz del sol los siete
Torres, Lara, Montesdeoca, Espinoza, los Samuel y otros héroes más- debe probar
que aún palpita en ella el mismo fuego sagrado que animó a estos titanes a sacrificarse en aras de la augusta
libertad;
CONSIDERANDO
Que esta Corporación, ya por encerrar en su seno
elementos valiosos y abnegados, ya por
que es una de sus atribuciones reglamentarias mantener vivo en el ánimo del
pueblo el sentimiento del amor patrio, ya,
y muy especialmente, por tener como timbre de su más legítima gloria llevar el
bendecido nombre de Torres, está en el deber , en el presente caso, de hacer
las más altas manifestaciones de patriotismo.
ACUERDA
1º Protestar de la manera más
categórica y solemne contra el violento e incalificable atentado que ha herido
en lo más íntimo las fibras del alma
nacional;
2º Excitar el sentimiento
popular y la virilidad venezolana para que, en caso necesario, marchemos a la
lucha con la intención resuelta de sacrificarlo todo por la Soberanía e integridad
de la Nación.
3º Manifestar al País que todos
y cada uno de los Miembros del Club Torres en defensa de esa integridad y
soberanía están dispuestos a hacer gustosos las ofrendas de sus vidas e
intereses en las aras augustas de la
Patria.
4º Enviar copia del presente
acuerdo que será firmado por todos los miembros del Club a la Junta Patriótica establecida en
esta ciudad, y publicarlo por la prensa.
Dado en el Salón de sesiones del Club Torres en Carora a 17 de
diciembre de 1908.
El Presidente: Ramón Riera A.
El Vicepresidente: Víctor M. Silva
El Tesorero: Miguel Angel Meléndez
El Bibliotecario: Ignacio Zubillaga
El Secretario: Jaime Riera M.
El Sub Secretario: Pedro Adrián Zubillaga
Miembro Honorario: Antonio María Zubillaga
Miembro Honorario: Amenodoro Riera
Lucio Antonio Zubillaga, Ramón Pompilio Oropeza, Pedro
Felipe Carmona, Pablo Riera, José María Zubillaga Perera, Jacobo José Curiel,
Alejandro Riera, José A. Gutiérrez H. , Ramón Zubillaga, Rafael Oropeza
Riera, Anselmo Riera, Pedro Riera A.,
Antonio Nicolás Jiménez, Rafael Herrera Oropeza, Rafael Losada, Lucio P.
Montesdeoca, Ramón Gutiérrez, Rafael Zubillaga,
Lorenzo Arispe, Agustín Oropeza, José Herrera Oropeza, José Rafael Zubillaga,
Antonio Lameda, Fortunato Herrera,
Andrés Riera Alvarez, Diego Herrera, Samuel Silva Riera, Casimiro Carrasco,
Juan Agustín Gutiérrez, Guillermo Silva, Augusto Alvarez hijo.[21]
Fue
de tal manera como la godarria caroreña despidió del ejercicio del gobierno al
general Castro, gobernante del cual no podían saber si regresaría o no de
Alemania a encargarse de la presidencia. Seguramente había hondas simpatías por el general andino entre
los godos, y lo más importante que hay que destacar del Acuerdo que acabamos de
leer es que la godarria se siente en la obligación como clase hegemónica de la ciudad a excitar el sentimiento popular
en defensa de la soberanía nacional, lo que es muy justo recordar para el
presente cuando la patria se ve amenazada, como en el pasado, por la más
formidable potencia de todos los tiempos, los Estados Unidos.
Castro
comenzó un exilio solitario del cual no volvería jamás. Con la llegada de Gómez
al poder con la ayuda de los Estados
Unidos, se implantó un gobierno decidida y abiertamente pro norteamericano y
que habría de tener el mérito de haber terminado para siempre con el viejo
caudillismo decimonónico para siempre. En Carora el entusiasmo cunde por
doquier. Chío Zubillaga y el Dr. Ramón Pompilio Oropeza son designados
legisladores, representantes del Distrito Torres ante la Asamblea Constituyente
del Estado Lara. Dice Juan Páez Avila que Chío:
“fundó en Carora la Sociedad Patriótica
Ezequiel Zamora a través de la cual participó en las elecciones para Diputados
a la Asamblea Legislativa
del Estado Lara. Fue electo diputado. Como tal, le correspondió refrendar la reforma de la Constitución Nacional,
que permitió que Gómez fuera nombrado Presidente de Venezuela (…) hasta 1911.” [22]
Gómez
recibió de igual manera el apoyo del otro legislador del Distrito Torres, el
Dr. Ramón Pompilio Oropeza, quien deseaba a través de ese gesto conseguir la
reapertura de su querido Colegio La Esperanza o Federal Carora, institución que había
sido cerrada en 1900 por su enemigo número uno, el general Cipriano Castro.
Venezuela comenzaba a hundirse en la más oscura y primitiva de las dictaduras
de todo el continente.
Consideraciones finales.
Resulta poco menos que increíble que
ese período tan decisivo en la
historia de Venezuela haya recibido
tan poca atención en lo referente al paso , estadía y circunstancias que
rodearon a los andinos y a su caudillo
Cipriano Castro en los días que estuvo por tierras del Distrito Torres y del Estado Lara. Es de resaltar de nuevo
que en estas tierras Castro decide continuar su campaña por tierra y desecha su
plan original de llegar a Coro e ir por mar hasta La Guaira y, eventualmente,
Caracas; en tanto que tras las batalla de Parapara los andinos capturan unas
armas que potenciaron el ejército
expedicionario de una manera decisiva, esto es digno de destacar. De modo pues,
que en estas tierras semiáridas del Estado Lara se decidió el destino final de
la aventura de Castro y no resultaría descabellado afirmar que acá tomó unas
decisiones que le abrirían el camino hasta la capital de Venezuela.
A
lo anterior debemos agregar que en Carora recibe el apoyo de una clase social
de raigambre mantuana, endogámica y excluyente, los godos o caras colorá,
quienes se habían abroquelado tras la carismática figura del Mocho Hernández,
pero que a pesar de ello los unía, tanto a los andinos como a los godos, el
odio hacia el decadente gobierno del último de los liberales amarillos, el
general Ignacio Andrade. La godarria
mostró en los duros días del bloqueo naval a nuestras costas un
extraordinario sentido de Patria, el que se vio potenciado por el carácter
anglosajón, protestante y luterano de las fuerzas enemigas, lo que movió la más
íntima fibra católica de los godos caroreños, quienes habitaban en esa
oportunidad una de las ciudades más conectadas con lo sagrado, el rito y la
liturgia católica de todo el país. Debemos aclarar que en su mayoría habían
entrado como hermanos en las prestigiosas cofradías religiosas de la Iglesia, a la cabeza de
las cuales se encontraba la del Santísimo Sacramento, fundada en 1585. Este
minúsculo sector social colocó al servicio de la causa de la Nación amenazada lo mejor
de sus prohombres, y no dudó ni por un instante de hacer el mayor de los
sacrificios para defender la
Patria mancillada porque otro resorte moral los impulsaba, el
de ser descendientes espirituales de la procera
ciudad de Carora, localidad que como pocas, en los días de la Emancipación colocó
al servicio de la libertad un grueso número de patriotas a la cabeza de los
cuales se colocaron los generales Jacinto Lara y Pedro León Torres, héroes de la Independencia venezolana
y suramericana.
Estas
circunstancias motivaron el decidido respaldo que le brindaron al andino, pese
a que en 1900 eliminó a una de sus instituciones más queridas , que había sido
una creación de la godarria, sobre todo del financista Andrés Tiberio Alvarez,
primera riqueza entonces del Distrito Torres, el Colegio La Esperanza , institución
que en 1891 pasó a llamarse Colegio Federal Carora, centro educativo en la que
se estaban formando los hijos de los godos y que estaba siendo dirigida por dos
de sus más preclaros de sus representantes, los doctores Ramón Pompilio Oropeza
y Lucio Antonio Zubillaga, quienes además presidieron en su oportunidad el más
abierto símbolo de exclusión de los godos, el Club Torres, corporación que se
sabía ductora del colectivo caroreño y que en caso de una intervención directa
al suelo venezolano se iban a poner al lado del resto de sus conciudadanos
caroreños, descendientes de piel morena de los negros , de los indios y de uno
que otro español o canario venido a menos. La amenaza extranjera hizo saltar
los convencionalismos de clase.
Resulta poco menos que una verdadera tragedia que una de los más
acabados y cultos representantes de la godarria, el Dr. José María Riera,
acabara de la forma en que terminaron sus días. La violencia más atroz y
despiadada, que según el psiquiatra Dr. Francisco Herrera Luque se implantó
entre nosotros en aquel siglo genésico de nuestra nacionalidad, el siglo XVI, y
que los positivistas atribuían a los determinismos de la geografía y de las
etnias, cortó la vida de aquel líder de la godarria que se había preparado en
los mejores institutos de enseñanza médica de Venezuela y de Europa, puesto que
era un individuo de la única clase social que tenía medios y disposición para
coronar tan exigentes y onerosos estudios superiores. Poco pudo el positivismo filosófico,
la ciencia médica de Pasteur, el darwinismo, la fraternidad profesional médica,
la religión de la humanidad de Comte, así como la fe
en el progreso para lograr un cambio
de mentalidad en aquel hombre que por tradición e instinto estaba
anclado en la barbarie, la indisciplina
social y la violencia que campeaba en la Venezuela finisecular. Sus ojos se cerraron para
siempre aquél 17 de abril de 1900 y no pudieron ver el inicio de la
parasitología en Venezuela en el hospital Vargas, ni la fundación del Colegio
de Médicos en 1902, tampoco la erección de la Academia Nacional
de Medicina en 1904.
Recordemos
que el Dr. Riera pudo atisbar el
progreso científico moderno de fines del siglo XIX y de comienzos del XX en
Venezuela, el inicio de las especialidades de urología, la oftalmología y la
pediatría En este sentido debemos decir que el malogrado médico caroreño era
contemporáneo de los doctores Luis Razetti, José Gregorio Hernández, Francisco
Antonio Rísquez, el barquisimetano Pablo Acosta Ortiz, Santos Dominici, David
Lobo, Felipe Guevara Rojas, T. Aguerrevere Pacanins, Alfredo Machado, J.M. de
los Ríos Llamozas, Manuel Antonio Fonseca y el bachiller Rafael Rangel. Que
como estudiante frecuentó los pasillos del Hospital Vargas, fundado en 1891,
que asistió a las recién creada cátedra
de Histología Normal y Patológica y que entre sus manos acarició y hojeó la Gaceta Médica de Caracas (1893), esfuerzo académico
y científico animado por el positivismo, filosofía cientificista introducida en
el país por los doctores Adolf Ernst y Rafael Villavicencio en la Universidad de Caracas,
y que finalmente no pudo saber que el caudillismo llegaba por fin a su
extinción en esos días. Sólo nos queda hacer el uso de la historia contrafactual
y preguntarnos: ¿qué hubiese sucedido con la figura del Dr. Riera si hubiese
logrado sobrevivir a la vorágine destructiva de nuestras guerras intestinas del
siglo XIX?
[1] Cortés Riera, Luis Eduardo. Del
Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora (1890-1937)
1997.Fondo Editorial de la
Alcaldía del Municipio Torres-Fundación Buría. Carora. P.166.
Y también: Llave del Reino de los
Cielos. Iglesia católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos
XVI al XIX. (2002).Trabajo de Grado
para optar al título de Doctor en Historia. Universidad Santa María ,2003.
P.300. (En proceso de impresión)
[3] Picón Salas, Mariano. Los días de Cipriano Castro. (Historia venezolana del 900) 1986.Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia.
Estudios, Monografías y Ensayos. Nº 75. P. 70-71.
[4] Velásquez, Ramón J. La caída del Liberalismo Amarillo. Tiempo y drama de Diego Paredes. 1988. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
P. 327.
[5] Alvarez Perera, Orlando. Síntesis. 2003. Tipografía y Litografía Horizonte S. A.
Barquisimeto. P. 95.
[6] Páez Avila, Juan. Chío Zubillaga, caroreño universal. 2006. Dirección de Cultura de la Universidad
Centroccidental Lisandro Alvarado. P. 12.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem. Pág. 13
[10] Carrero, Manuel. Cipriano Castro. El imperialismo y la soberanía nacional venezolana. 1895-1908. 2000.Biblioteca
de Temas y Autores Tachirenses. Nº 172. Servicio Autónomo Imprenta Nacional. P.
180.
[11] Ibidem.
(Resaltado nuestro.)
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[16] Ibidem.
[17] Alvarez Perera, Orlando. Op. Cit. P. 95.
[18] Club Torres. P. 29.
[19] Club Torres. P. 33
[20] Cortés Riera, Luis Eduardo. Del
Colegio La Esperanza…P.
113 y siguientes.
[21] Club Torres. P. 43
[22] Páez Avila, Juan. Op Cit.
P. 29