Elogio de la hamaca
Dedicado
a la red maternal de mi primogénito José Manuel,
Uno de los
artefactos que los cristianos (y no europeos) del siglo XVI encontraron a su llegada a estas idílicas y lujuriosas tierras del Nuevo Mundo americano,
fue sin lugar a dudas la hamaca y su pariente el chinchorro, uno de los aportes
más extraordinarios y originales que ha dado esta tierra, y el Mar Caribe en
particular, al Universo todo. Es un genial invento de los hombres del
neolítico, nuestros indígenas de las etnias arahuacas y caribes, que ha sabido
permanecer y resistir a los embates del tiempo e incorporarse incólume a la
modernidad europea y a la llamada posmodernidad de signo globalizante. La
humilde palabra hamaca, oída por vez primera en la isla de Haití por los
españoles, ha tenido una fortuna inmensa, quizá desmedida. La palabreja que da nombre a tan vituperado y exaltado artefacto ya tiene
equivalente en muchas de las lenguas del mundo desarrollado, industrial y
posmoderno, pues los anglosajones le llaman hammock, los tudescos Hängmate (con
H mayúscula) ,los galos le dicen hamac y branle (oscilación), los ítalos amaca
y hamache, los conspicuos daneses hengekoyen, en tanto que finlandeses y suecos
le designan hängmattor y riippumatto respectivamente.
Pero preguntémonos
a qué se debe tan rutilante e inmenso éxito. La respuesta a tan inquietante
interrogante no puede ser de otra manera que histórica. Historia, recordemos
con Marc Bloch, ciencia de los hombres
en el tiempo. Empecemos por decir
que en toda civilización se manifiesta
necesariamente una lucha entre la Naturaleza y la Cultura, antagonismo que
ya aparece en los textos sagrados del Occidente cristiano, cuando la pareja original, Adán y Eva fueron
expulsados del Paraíso, palabra que fue tomada por los Padres de la Iglesia del vocablo persa pairidaeza y que significa espacio
cerrado y en cuyo centro se encontraba el árbol de la vida y del conocimiento,
del bien y del mal. Pero el árbol no solo es elemento privilegiado del Viejo
Testamento bíblico, sino que- dice Mircea Eliade- el árbol es símbolo
arquetípico de las principales religiones del mundo. De modo pues que los
cristianos de inicios de la modernidad que llegaron acá en el siglo que quiere creer, como afirmó Lucien Febvre, el siglo XVI,
venían con la idea del Milenio, es
decir que provenían de un mundo viejo,
cansado y pecaminoso que estaba a las puertas de una renovación en Cristo , que
el descubrimiento de un Nuevo Mundo era el signo inequívoco de la Parusía
, esto es, la segunda venida de Jesucristo. Aquellos hombres maravillados
vieron a los aborígenes de bellos cuerpos desnudos recostados, perezosamente
adormilados en aquellos artefactos movidos al vaivén y lo interpretaron como un
reencuentro del humano con la Tierra, la Naturaleza, el Pacto
inicial de Dios con el Hombre. Era el inicio de lo anunciado en los textos
sagrados : el comienzo de una sociedad
justa y feliz. El miércoles 17 de octubre de 1492 el Almirante de la
Mar Oceano, Cristóbal Colón, anotó en
en su diario de explorador, con su mente a mitad de camino entre la
modernidad y el medievo, que visitaron la isla antillana denominada Fernandina, en donde encontraron
que sus casas( la de los indios) eran de dentro muy barridas y limpias y sus
camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón.
Esta es la primera descripción, aunque un tanto vaga del menaje americano.
Desde este momento su fama y prestigio, así como su descrédito no dejará de
aumentar.
Quien da cuenta
también de la existencia de este noble artefacto fue el navegante portugués
Pedro Alvarez Cabral cuando descubre las costas del Brasil, la que iba a ser la gran civilización del
trópico, en 1500. Pero no fue sino hasta 1537 cuando el cronista español
Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia
General y Natural de las Indias,
islas y tierra firme de la mar océano,
1535 ,hace la primera descripción minuciosa da la hamaca y la realiza con
el aparato conceptual de los cristianos del siglo XVI: bien es que se diga qué camas tienen los indios en esta isla Española,
a la cual a la cama llaman hamaca; y es de aquesta manera: una manta tejida en
parte, y en partes abierta, a escaques( del árabe as-sikak, tablero de ajedrez)
cruzados, hecha red (porque sea más fresca). Y es de algodón( del árabe al
qutun) hilado de mano de las indias, la cual tiene de luengo diez o doce palmos
(del latín palmus, medida de longitud), y más o menos, y del ancho que quieren
que tenga. De los extremos de esta manta están asidos e penden muchos hilos de
cabuya (voz caribe, fibra de pita) o de henequén( voz caribe, especie de pita)(…)
Aquestos hilos o cuerdas son postizos e luengos, e vanse a concluir cada uno por sí, en el extremo o cabos de la hamaca,
desde trancahilo (nudo o lazo)( de donde parten), que está fecho como una
empulguera(cada uno de las extremidades de la verga) , de una cuerda de
ballesta, e así la guarnecen, asidos al ancho de cornijal ( cuerno,del latín
corniculum, corniza) a cornijal, en el extremo de la hamaca. A los cuales
trancahilos ponen sendas sogas de algodón o de cabuya, bien fechas, o del
gordor que quieren; a las cuales sogas llaman hicos( voz caribe)( porque hico
quiere decir lo mismo que soga, o cuerda); y en un hico atan a un árbol o
posta, y el otro al otro, y queda en el aire la hamaca, tan alta del suelo como
la quieran poner. E son buenas camas e limpias, e como la tierra es templada,
no hay necesidad de ropa encima, salvo si no están a par de algunas montañas de
sierras altas donde haga frío(…) Pero si en casa duermen, sirven los postes o
estantes del buhio (voz caribe), en lugar de arboles, para colgar estas hamacas
o camas; e si hace frío, ponen algunas brasas , sin llama, debajo de la hamaca ,en
tierra o por allí cerca para se calentar. ¿ Qué mejor elogio de la hamaca
que el que escribió el cronista del siglo XVI.? De lo primero que da cuenta es que es muy fresca, que son buenas camas y limpias; que no hay
necesidad de ponerse ropa para dormir en ella, como en la Península. Que
se puede trasladar con facilidad del monte a la casa de habitación; que es ergonómica, decimos ahora en el siglo
XXI, porque es del ancho que queramos ;y finalmente que acepta cierta formas de
calefacción con las brasas depositadas debajo. Es que don Gonzalo intuyó de manera magnífica el
rutilante futuro que le aguardaba a esta
cama tan suave, tan fresca y regalada, tal como se refirió de bella y sensual
manera a ella el literato y patriota colombiano José Fernández Madrid.
Otro de los
factores del éxito universal de la
hamaca ,tiene que ver con el hecho de
que en aquellos años se estaba
abriendo una nueva etapa que los
historiadores han llamado la era
atlántica, pues es el siglo XVI el de los grandes viajes y descubrimientos , los que darán inicio a lo
que Immanuel Wallerstein ha llamado
economía-mundo, basado en el intercambio desigual de bienes y mercancías
y que tuvo por escenarios principalísimos el mar y el océano. Desde ese momento
se insertaron nuestras redes americanas en la milenaria tradición marinera de
la humanidad a tal punto que no es
descabellado afirmar que ya se usaban en el segundo viaje del genovés. Así , en
pocas décadas la humilde hamaca se
adaptó notablemente a las largas travesías por mar de españoles, portugueses,
holandeses, ingleses y franceses, quienes las llevaron a las lejanas islas Molucas, Filipinas, Goa, Guinea
y la Polinesia. En el fondo de las
galeras dormían al vaivén los esclavos
negros en las naos portuguesas y fueron los africanos los que en el Brasil se encargaron de darle
ese carácter democrático y popular. Gilberto Freyre llega a decir que: Varios
de los complejos característicos de la moderna cultura brasileña , de origen
pura o nítidamente amerindio : el de la
hamaca, el de la mandioca, el del baño de río, el del cajú, el del bicho, el
de la tala, el de la canoa, el de la parrilla, el de la tortuga, el del
bodoque, el del aceite de coco salvaje, el de la casa de caboclo, el del maíz, el de descansar o defecar en cuclillas, el de la calabaza
para cuencos de fariña, el de la gamella, el del coco para beber agua ,etc.
Otro tanto sucedía en la
América hispana, pues a decir de nuestro gran y prontamente
olvidado escritor Arturo Uslar Pietri, la hamaca es la manifestación de la americanidad fundamental de Bolívar. Había
aprendido, probablemente a usarla y a amarla, en la casa paterna. Los esclavos
que le enseñaron su uso debieron transmitirle también los más vivos valores
tradicionales de la cultura popular de su país. Cantares, leyendas de indios, de , música, consejas, proverbios negros, de mestizos. La cama aérea ha sido, pues, una especie de
vaso comunicante entre los lusitanos y nosotros.
La hamaca ha sido
objeto de fuertes críticas y de improperios, en su mayoría provenientes del prepotente y arrogante mundo europeo y
anglosajón. Recordemos que fue Gines de Sepúlveda y el filósofo alemán Hegel
quienes sostuvieron la idea del vacío de
América. En el ya antepasado siglo XIX ,
por influencia del positivismo francés, siguiéndole los pasos a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), se
oponía la civilización representada en la
cama a la barbarie simbolizada por la hamaca, todo un
programa de descrédito que funcionó en
forma diaria, prolongada y fastidiosa. Uslar Pietri nos dice que durante los tiempos más difíciles y agitados
de su lucha Bolívar no tuvo otro lecho. Era su cama, su silla de trabajo.
Algunos de los europeos que menos le entendieron no dejaron de escribir profusamente aquel uso de la hamaca. Les
parecía que era la señal de su inferioridad
y de su barbarie. Hippisley y Docuodray Holstein, por ejemplo, que escribieron
amargos libelos contra el Libertador, hablaban con insistencia de la hamaca.
Les parecía degradante. En el presente se le ha asociado a la holgazanería
, la dejadez y a la pereza. Incuria y negligencia era una dupla inseparable. Pero
la cama aérea seguía allí, terca, obstinada. La artesanía no tiene historia,
dice Octavio Paz.. De su enorme poder de seducción no podía escapar aquella parte del mundo que
se dirigía aceleradamente hacia la racionalidad, al desencantamiento del mundo,
según sostiene Max Weber.
Con el
aparecimiento de la industria del turismo en el siglo XIX y su ya indetenible
triunfo en el XX y XXI en el mundo occidental,
rico y opulento, como dijo Herbert Marcuse,
la hamaca evoca el disfrute de la holganza. La publicidad turística de agencias
de viajes, compañías aéreas, complejos hoteleros, instituciones bancarias,
entidades gubernamentales e incluso las empresas carveceras, roneras, cafeteras y otras,
repiten con frecuencia las imágenes de individuos reposando en una hamaca guindada en fuertes y
verticales cocoteros. De tal suerte que
en las playas del mundo entero se ha
instalado esta erótica y sensual red. Han sufrido, pues, ensenadas, golfos e
islas del universo un curioso y poco estudiado proceso de caribeñizacíón. Pues ha sido el Caribe el mar y sus 7.000 islas las que produjeron semejante prodigio para la humanidad entera. Pero es
que el Caribe ha producido otros elementos culturales de carácter
planetario: pensemos en el bolero, ese producto que al decir del
puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, es un
himno al romanticismo que paseaban Chema y Juana por América la amarga , la América
descalza, la América
en español. Y qué decir de esa bebida que enamoró a Hemingway y que
aplacaba las ansiedades de los marineros del capitán James Cook y las de los
que le dieron caza a Moby Dick. Fue el Caribe, mar de piratas y de
filibusteros, multilingüe y multiétnico, quien entregó al mundo la democrática caragota (sic) una delicia gastronómica que es
plato de gala en los mejores restauranes. Es un aporte magnífico , en verdad menos publicitado que
otros y que no hemos logrado comprender aún. A mediados de la pasada década de
los 70 el malogrado crítico de
literatura, el uruguayo Angel Rama me enseñó ,allá en la universidad merideña,
a valorar aquello que de forma
despectiva llamamos los venezolanos y colombianos la mamadera de gallo, el equivalente caribeño de la tomadera de pelo
peninsular. Aquél hombre venido del remoto sur nos había hecho entrar en cuenta
de la tremenda originalidad de la
mamadera y de cómo tal forma de chiste, aguda y perspicaz, era parte
constitutiva , vital ,de la literatura galardonada por el Nobel del escritor
caribeño Gabriel García Márquez.. Es otro de los portentos del genio de los
pueblos caribeños, y les puedo asegurar que los países nórdicos de Europa están
requeridos con urgencia de este resultado insólito e inesperado de la formación
multicultural y multiétnica de nuestros pueblos y naciones. Dime cómo es tu
sentido del humor y te diré quién eres, sentencia que se podría extrapolar a
pueblos y naciones. Es acá cuando debemos referir el más acabado patrimonio de
los diversos pueblos de la cuenca caribeña y no es otro que el profundo
mestizaje logrado en 500 años y que
haría palidecer al tan publicitado meeting polt norteamericano ,que no es otra
cosa que una convivencia parcial y de
fachada entre blancos y negros. No así
en el Caribe, en donde y desde el primer momento el cristiano desnudó el cuerpo
cobrizo y voluptuoso de la aborigen en un lugar inmejorable : la hamaca, artefacto contadas veces mas
erótico y sensual que la cama, lecho
europeo que dio origen al vocablo clínica.
Por ello la cama europea se le asocia a
la enfermedad y a la muerte, asociación que no conoce la cama aérea americana.
Esta red sensual es el lugar en donde nació y tiene origen la llamada raza
cósmica vasconceliana. Calibán utilitarista duerme (o lo intenta) en cama,
nuestro humanista y desinteresado Ariel lo hace en hamaca.
Angel Rosenblat,
judío, polaco, argentino , finalmente venezolano, ha escrito que del Caribe
venezolano han salido otros vocablos que han hecho fortuna en todo el orbe hispánico. Uno es la palabra nagua de las indias de las Antillas,
que se ha convertido en las enaguas de nuestras abuelas. Otro es la
universal butaca , especie de asiento que
vieron los españoles entre los cumangotos del oriente, los caribes de
Venezuela. Caribe es nuestro proverbial
igualitarismo, que nos ha hecho aparecer como pueblos inclinados por naturaleza
a la democracia y al pluralismo, tendencia que se ha llenado de significado por nuestro ancestral
y nunca bien comprendido tuteo. Cierta vez le dije a un colombiano que la
secular guerra civil que los agobia se mitigaría de forma considerable si ellos
aprendieran a utilizar el antijerárquico, igualitario y simple tu. El tuteo
está soldado íntimamente a la hamaca y al humilde chinchorro, pues es sabido
que no existen hamacas ni chinchorros aristocráticos y de alcurnia, pues es un
lecho que guarda su estructura básica y esencial, a la cual pocos ornamentos y agregados se le pueden adosar. Poca
distancia hay entre la hamaca del rancho o de la favela y la hamaca de la casa señorial de un
descendiente enriquecido de los
conquistadores lusitanos y españoles. La hamaca señorial tendrá agregados como
las traperas, que son como una suerte de
barbas que discretamente se arrastran en el ir y venir por el pavimento. En otros casos será más colorida, pero casi
siempre su material constitutivo será la inmemorial pita, otro producto del Mediterráneo de mil bocas, como llamó
Humboldt , el primer embajador de América, al Mare Nostrum, el Caribe. Pita ,
voz taína, nos dice el Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española,
planta vivaz oriunda de México, de cuyas pencas
se saca el pulque mexicano y el
discretamente publicitado cocuy
larense venezolano. De sus largas hojas se hace la pita , una cuerda con la
cual se fabrican las cabuyeras, voz caribe para designar los extremos de nuestra red maternal que se estira y encoge de acuerdo a nuestro deseo y estado
de ánimo. Bien podría decirse que es el artefacto más ergonómico de cuantos ha
fabricado el humano desde el paleolítico inferior hasta la llamada posmodernidad.
Es que la hamaca es
del tamaño de la circunstancia y del
empleo que se le quiera dar, pues si se
trata de una pareja, siempre se desplegará generosa la red para darle cabida a la compañera o al compañero,
según sea el caso Durante mucho tiempo
fue una especie de primitiva ambulancia, no han faltado pacientes que llegan de
las comunidades rurales más distantes subidos
en una hamaca que permanecía colgada de un fuerte travesaño, sostenido en sus extremos
por hombres-cargadores; entre los comunidades pobres es el lugar del embarazo, parto,
pauperio y amamantamiento, pues cabe insistir en la importancia que tiene la
convivencia cercana de la madre y el lactante, así como el efecto de
tranquilidad que provoca en neonatos y niños el balanceo de la hamaca. Fue y
sigue siendo un eficaz medio de transporte. Cuentan los cronistas del
siglo XVI que el diao de Coro, el gran Manaure
era transportado en hamacas a los
lugares apartados de sus vastos dominios
,los que llegaban hasta los llanos del río Meta en la frontera actual con Colombia, a una
relativa gran velocidad , cargado por un numeroso grupo de sirvientes que se
iban alternando para lograr mayores distancias por jornada. Es que Manaure era un personaje sagrado, me dice
Reinaldo Rojas, y por esta circunstancia no debía tocar el terrenal suelo. Y
agregó el historiador larense : El poder es algo simbólico, si no recordemos
los reyes taumaturgos del medievo estudiados por el joven Marc Bloch
antes de la primera guerra mundial.
El equivalente
venezolano de la hamaca no es otro que nuestro chinchorro, delicioso artefacto que los wayú mientan süi,
süli`. Es un venezolanismo como butaca y
rastacuerismo , que ha penetrado en nuestra literatura por lo menos desde el
siglo XVI con don Juan de Castellanos y
su Elegías de hombres ilustres de Indias.
En 1648 lo menciona Carvajal en su Descubrimiento
del río Apure, luego lo hará el padre Gumilla en El Orinoco ilustrado, en ese mismo siglo lo refiere en Ensayo II el padre Gilij (1749-1780).
En el siglo XIX lo menciona Francisco de
Sales Perez en Costumbres y más adelante
el escritor romántico Eduardo Blanco en su novela Zárate (1882). También los positivistas lo mencionan, tal es el
caso del general valenciano Francisco Romero García en Peonía (1890). Un poco antes de finalizar el siglo XIX y al
anunciarse los signos del abatimiento definitivo del liberalismo, J. Calcaño lo
refiere en El castellano en Venezuela. El
merideño Picón Febres lo hará a su vez en Libro
raro (1912)y Guerrero en 1915 en su Diccionario
filológico y en el Cancionero
popular de J. E. Machado. Nuestra gloria de la literatura, el caraqueño
Rómulo Gallegos lo menciona en su obra más popular Doña Bárbara (1929) y también en Cantaclaro (1934). Después de la muerte del presidente Juan Vicente
Gómez está el chinchorro en Uno de los
de Venancio (1942) de García
Maldonado, y en acá en tierras larenses lo menciona el curarigüeño Rafael Domingo Silva Uzcátegui en Enciclopedia larense (1942) y en 1948
lo hace por última vez para desaparecer de nuestra literatura bajo la dictadura
de Pérez Jiménez el escritor Olivares Figueroa: Folklore venezolano (1948). Isaac Pardo es quien lo resitúa en la
lieratura venezolana en l961 en Juan de
Castellanos. Es el caroreño Luis Beltrán Guerrero, bajo el pseudónimo
Cándido, quien dirá que el chinchorro es lecho y abanico,1963, frase melódica que repetirá en muchas
ocasiones el Cronista de Carora, Lic.
Alejandro Barrios Piña, Andoche . El caraqueño Armas Chitty, en el Vocabulario del hato, 1966, y el afamado cultor de la novela histórica,
Francisco Herrera Luque (Boves el urogallo,
1972) lo insertan en su lugar de privilegio, el llano venezolano. Luego, en
1974, Rosales y Marcano Rosas lo incluyen en Del habla popular y en Habla
popular en Margarita, respectivamente.
Chinchorro y hamaca
han sido vituperados desde antaño y hasta existe en el país una expresión
bastante popular en Venezuela que dice:
Chinchorro
colgado
Haragán
acostado.
Rómulo Gallegos en
Canaima pone en boca de un gringo, míster Davenport la seguridad que esa flojera,
la más grave e incurable de las
enfermedades, se llama chinchorro, que
es la enfermedad más traidora de esta
tierra… ¡ el chinchorrito, el chinchorrito
¡ Y es que en Venezuela , país de originalísimo
castellano, enchinchorrarse equivale a
retirarse, a eludir la faena y sobre todo de la pelea en la arena política. Ello
se debe a que en el trópico caribe se produjo uno de los encuentros más inesperados
y curiosos encuentros entre dos verdaderas instituciones de raigambre quizá milenaria. Me estoy refiriendo a la muy
hispana siesta de mediodía y a la portentosa hamaca americana, dos
prodigios que son como el resultado de
formas de asumir la pasajera existencia humana. La hora sexta que venía de la
civilización romana se incrustó con inaudita fuerza en la España invertebrada de don
Miguel de Unamuno, hasta tal punto que en los tiempos presentes se le da el
nombre de yoga hispánico. Camilo José Cela dijo en cierta oportunidad: soy de
los que duerme la siesta con pijama,
Padrenuestro y orinal. Acompañada de sueño o
no la siesta encontró en el Nuevo Mundo una vía expedita para
prolongarse en el tiempo y engarzarse en las estructuras de la naciente
sociedad que acá comenzó a construirse
desde el siglo XVI. El genio
español trajo a estas tierras un adminículo morisco que habría de completar este cuadro delicioso de cosas, la alcayata. Creo que
alcayata y celosía son dos de los elementos constitutivos que conformaron la mentalidad hispánica y,
consecuencialmente la nuestra desde hace muchos siglos. En cierta ocasión
reflexionó casi en voz alta el filósofo José Manuel Briceño Guerrero en las
aulas de la universidad emeritense que Don Cecilio “Chío” Zubillaga era un pensador caroreño de aguamanil, zaguán y
hamaca. Cuando me alejo de la ciudad no
falta la pregunta un tanto perpleja de
que si es cierto que los restauranes de Carora tienen confortables hamacas
debajo de los árboles para reposar la comida. No sólo eso , les digo, hay también lo que se llama el sueñito de la virgen para reposar ¡ el desayuno |!
Son legión la cantidad
de chistes asociados a la hamaca. Uno de ellos , que es celebrado en buena
parte del continente , es el que tiene como médula una imposibilidad: la de
hacer el amor parado en una hamaca y sin agarrarse de las cabuyeras. Otros tienen por escenario la levítica y antigua
ciudad de Carora en el occidente de Venezuela proverbial por la pereza de sus
habitantes. Un caroreño adormilado en su hamaca ve una serpiente venenosa
deslizarse por una de las cabuyeras y se pregunta para sí mismo en medio de
prolongados bostezos : qué remedio será bueno para la picadura de culebra . De tono muy local y
circunscrito a aquélla ciudad cuente que
sucedió una anécdota a Cachito, personaje popular, quien después de varios días
de libación desenfrenada llega a su casa y se acuesta diciéndole a su mujer:
vieja, vieja, meceme. A lo que responde
la consorte: y cómo , viejo, si estás acostao en el suelo.
La hamaca se ha
convertido en el símbolo vivo y activo de algunas regiones de la América mestiza. Tal es el
caso de la Península
de Yucatán, en México, cuna de la planta del sisal, a pesar de que la red llegó
a esos lares cerca del los años 1300 de nuestra era. Se la han apropiado. En
Borinquen se realiza todos los años y en el mes de julio una fiesta en la
localidad de San Sebastián en honor a esta obra maestra de la funcionalidad, la
comodidad y la sencillez: la Feria Nacional
de la Hamaca
.En 1996 Don José González artesano de hamacas recibió en su pueblo sebastianero el Título Doctoral Honoris
Causa en Humanidades en la
Universidad del Sagrado Corazón por su arte en la confección de la red
caribeña. Puerto Rico, Estado Libre Asociado de los EE UU permanece como el
primer país de Latinoamérica en honrar la hamaca. Hagamos en Venezuela un
Festival Nacional de la Hamaca
y del Chinchorro. Una buena base para arrancar en este empeño no es otro que la Fiesta de la Hamaca que se escenifica
con gran entusiasmo en la
Cordillera de la Costa Venezolana En el Brasil contemporáneo, los
bandeirantes, famosos por su extraordinaria movilidad ,se apropiaron de medio
continente sudamericano reposando en la tupida selva en la cama aérea. Los hombres que visitaron en el siglo XVI la
tierra del palo de brasilete refieren que sus construcciones son muy largas,
con capacidad para doscientas o trescientas almas, nos refiere Montaigne. ¡Trescientas hamacas bajo un mismo techo , sin
tabiques separadores |!.Mejor espacio para la sociabilidad que hoy perdemos
aceleradamente no ha podido haber.
En el continente ha
nacido una nueva episteme, la que tiene que ver con la sensual red caribeña.
Los que cultivan esta especialidad se les llama
hamacólogos y uno de los más conocidos es el antropólogto social mexicano Roberto Campos
Navarro, docente de la UNAM,
autor varias citado en el presente ensayo; otro es mi tocayo Luis da Camara Cascudo ,
brasileño. No podía faltar la figura de un francés connotado que se ha referido
a la hamaca y no es otro que el celebérrimo
antropólogo estructuralista Claude Levi-Strauss quien descubrió que entre
los indígenas la pobreza estaría representada por la ausencia de una hamaca
para dormir. Y no sólo el
Libertador era amante de la
hamaca, porque también la usaron el apóstol de la independencia de Cuba,
José Martí, el comandante guerrillero
Ernesto “Ché” Guevara. Se tiene información que el director de la revuelta
chiapaneca, el subcomandante Marcos se recuesta en hamaca a pensar en la
transformación de México.
El colombiano José
Fernández Madrid, en bellas y sutiles décimas exaltó a la hamaca de esta
manera:
Mi
hamaca es un tesoro,
es mi
mejor alhaja
a la
ciudad, al campo,
siempre
ella me acompaña,
¡Oh
prodigio de industria!
Cuando
no encuentro casa,
la
cuelgo de dos troncos,
y allí
está mi posada.
¡Salud,
salud dos veces
Al que
inventó la hamaca !
A veces me pregunto
si el Viejo Mundo habría creado personajes tales como el maligno Procusto y su
abominable lecho, si por allá hubiesen conocido de la ergonómica hamaca y el
humilde chinchorro. Otras veces pienso que a Franz Kafka ni se le hubiese ocurrido el cuento que tiene como protagonista a Gregorio Samsa,
si este pobre burócrata no durmiera en fría cama sino que lo hiciera en la
adorable y sensual red. Su pesadilla artrópoda
no hubiese tenido lugar en tal muelle artefacto ( del latín arte factum,
hecho con arte). Y el aterrador El grito, del pintor escandinavo Edvard Munch
como expresión atroz de la pérdida de sentido que como diagnóstico de nuestro
tiempo ha expuesto el filósofo
alemán de la Escuela de Frankfurt
Jürgen Habermas,será un óleo de motivo impensable para un artista de los
trópicos,optimista, en ociosa existencia de hamaca, de sueños lúbricos,
sensuales.
En el Viejo Mundo
habrá algo que se asemeje a nuestra
arrulladora red, me pregunto. La
respuesta es afirmativa y se trata del muy famoso columpio, ya conocido por los
brahamanes de la India
milenaria y por griegos y romanos quienes lo trasmitieron a la Italia medieval y de allí
por el resto de Europa. Originalmente formaba parte de un rito religioso, de
una especie de ceremonia que libera las almas del Purgatorio, una idea sin base
bíblica, y al crecimiento de las mieses; todavía hoy y después de 40 años de
régimen comunista, los letones se columpian entre los días de Pascua,
Resurrección y el día de San Juan, que como todos sabemos coincide con el día
más largo del año: el solsticio de verano, 21 de junio boreal. Y no es menos
importante que dos grandes pintores, uno español y otro francés hayan tomado el
columpio como motivo de sus óleos, nos estamos refiriendo al gran
Francisco José de Goya y Lucientes y al pintor impresionista Augusto Renoir.
Acá, en nuestra América el columpio se asocia en Argentina a las ánimas del
Purgatorio, ese tenebroso tercer lugar distinto al Cielo y al infierno, los
días 1º de noviembre en una ceremonia fúnebre-religiosa. En las altas mesetas
bolivianas y también en noviembre, se arman columpios , ritual en obsequio de
las almas de los difuntos, según ha escrito el autor de la Rama dorada, Sir James Frazer. Otros
artefactos de factura europea se asemejan a nuestra adorable red y no son otros que por su
movimiento pendular son los favoritos de neonatos y ancianos: las cunas y las sillas mecedoras. Los dos extremos de nuestra
existencia.
Al columpio se le
conoce en la Argentina
como hamaca, en tanto que en España, Chile y Perú conserva su apelativo
europeo. Mientras que los germano hablantes le llaman shaukel , los gringos
swings. De esta manera podemos inferir
que algo de cósmico tiene esta modalidad de movimiento en vaivén que tanto
agrada a niños, adultos y ancianos. Hamaca y columpio, cuna y silla mecedoras
parecen obedecer a una suerte de
diástole y sístole que anima la materia inerte y la viva, movimiento alternativo que ha sido
solaz esparcimiento, descanso y diversión de los pueblos arios indoeuropeos y
de los aborígenes americanos del tronco étnico mongoloide. Habría que
investigar si en el extremo Oriente existe algo comparativo. La hamaca es una
filosofía de la vida, nos dice nuestro Uslar Pietri, quien agrega que Bolívar :
Había sabido macerar lo europeo en la
vigilia de la hamaca criolla. En
Nuestra América de habla hispanolusa debemos pensarnos desde una perspectiva
distinta y original, basada en lo que el filósofo argentino Arturo Andrés Roig llama reconstruir nuestra peculiar historicidad a partir de la
producción simbólica latinoamericana. Yo
quiero, dice Germán Arciniegas, que todos
los amigos que me leen participen de mi propio desconcierto, y se convensan
de que nosotros los americanos
vivimos en un mundo arbitrario, en
países exóticos o estrambóticos , en un gongorismo geográfico, que elude las clasificaciones de los sa bios europeos. En este mundo neoliberal,
globalizado anglosajonamente, con maquilas que trituran el cuerpo y el alma no
puedo menos que pensar en el cubano Paúl Lafargue, yerno de Karl Marx, y su gigantesco y tan actual libro
llamado El derecho a la pereza.
Creo que
de manera alguna sería descabellado incluir , tomar en cuenta a la red vegetal que vieron, relataron y grabaron el alemán Teodoro De Bry, el ensayista francés Michel de Montaigne y el viajero
italiano Girolamo Benzoni en los
genésicos siglos XVI y XVII, y por ello estrechamente ligada al nacimiento de
la idea del buen salvaje, en el afán y
en el empeño de construir una urgente y necesaria ontología de lo americano.
Luis Eduardo Cortés
Riera.
Doctor en Historia.
Carora, 10 de enero
de 2006.
Fuentes consultadas
Arciniegas ,
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158. Caracas. P. 428.
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