El universo conceptual del
doctor Juan Agustín de la
Torre (1750-1804)
Autor: Dr. Luis Eduardo Cortés Riera
luiscortesriera@hotmail. Com.
Fundación Buría.
Barquisimeto-Venezuela.
RESUMEN
A fines del siglo
XVIII escribió el doctor Juan Agustín de la Torre, Rector de la Universidad
Pontificia de Caracas una propuesta para introducir las
ciencias naturales, la geometría y la fundación de una cátedra de matemáticas
en esa casa de estudios dominada en esa ocasión por la Escolástica y la
filosofía de Aristóteles. Para tal fin redactó lo que llamó Discurso económico, Amor a las letras en
relación a la Agricultura
y comercio (1790). El presente trabajo trata de ubicarnos en las categorías
mentales en que este sabio caroreño escribió tal documento, en el tránsito del
pensamiento especulativo medieval al pensamiento moderno y experimental.
Palabras claves:
Universidad, Escolástica, ciencias naturales, geometría, matemáticas.
DESARROLLO
El
historiador francés Jacques Le Goff ha propuesto que la llamada Edad Media
europea habría de culminar no en l500, como se ha establecido hasta ahora, sino
que ella se prolongaría hasta los inicios de la Revolución industrial,
cerca de 1750. De acuerdo a tal criterio, el personaje que nos ocupa en el
presente trabajo nació justamente con los inicios del maquinismo europeo y a la
mitad del Siglo de las Luces y de la Ilustración, el siglo XVIII., verdadero comienzo
de la modernidad, en una remota ciudad al occidente de la Provincia de Venezuela,
de profunda raigambre española y de temperamento cálido y seco: la ciudad antigua de San Juan Bautista del Portillo de
Carora (1569). Fue criado con leche de cabra en un hogar fundado por un
tenerifeño, don Juan de la Torre Sánchez,
con un gran poder genésico, pues procreó nada menos que once hijos, todos con
una dama, pues contrajo matrimonio con una caroreña descendiente de los
primeros pobladores y conquistadores de Tierra Firme, doña Juana Paula de
Urrieta. En varias ocasiones ocupó el cargo de Alcalde Ordinario de la ciudad,
se mantenía con dos cortas haciendas de ganados menores, es decir a lo que
siglos después iba a llamar Don Cecilio
Zubillaga Perera “el ganado del pobre”,
al referirse al chivo.
El
nacimiento de Juan Agustín coincide con el del Generalísimo Francisco de
Miranda, pues se produjo en 1750. Ambos eran, como se habrá notado,
descendientes de isleños canarios. La infancia del futuro sabio caroreño transcurrió entre
toques de campanas de la iglesia de San
Juan, fiestas religiosas organizadas por la multitudinaria e internacional Cofradía
del Santísimo Sacramento, fundada en 1583, conversaciones y pleitos entre los
muy numerosos artesanos del cuero, los arrieros y el rumor de que Lucifer se había hecho presente allí poco antes de su nacimiento. Como era la
costumbre de la época, enviar un hijo a estudiar una carrera sacerdotal aliviaba
las penurias y la escasez que provocaban las familias numerosas, y fue así como
siendo todavía muy joven fue enviado a Caracas a estudiar en el Seminario de Santa Rosa. En 1766 vistió
la beca de colegial porcionista durante cinco años. En junio de 1772 solicitó
del Rector de la Real
y Pontificia Universidad de Caracas, Dr. Domingo de Berroterán, una de las
borlas (insignia para graduados) que graciosamente otorgaba el monarca
ilustrado Carlos III a los estudiantes de virtud,
pobreza, literatura y conocida calidad.
Dice Idelfonso Leal, historiador de la Universidad Central
de Venezuela, que de la Torre
con constancia fue alcanzando los grados universitarios: bachiller en Artes (enero
de 1769) y luego, el 18 de abril de 1775, a las cinco de la tarde, en acto solemne
celebrado en la capilla universitaria, graduó de Doctor en Cánones, recibiendo
el título de manos del Cancelario doctor Francisco de Ibarra. Los doctores
Berroterán e Ibarra no podían imaginar los profundos cambios académicos que
propondría poco después el joven caroreño y que significarían la ruptura con el
concepto medieval de la universidad en Venezuela colonial.
Se
ha dicho hasta el cansancio que la Universidad colonial estaba secuestrada por el
pensamiento escolástico y la filosofía del peripato, Aristóteles. ¿Por qué habríamos de pedirle a España - dice Rufino
Blanco Fombona- lo que no podía darnos,
a saber, el empirismo o el método experimental, nociones que se desarrollaron
en los países norte europeos en el gran siglo de la Revolución científica,
el siglo XVII ? España no tuvo un Bacon
o un Hume. Fue una nación que nació a espaldas del mundo moderno y que en su
pensamiento poco figuró la llamada ruptura filosófica entre el ser y el acaecer
producida en la esfera del conocimiento en el siglo XVI. No nos extrañe, pues,
que el joven Juan Agustín recibiera el
título de Doctor en Cánones en 1775. Pero no se crea que la Escolástica es solo
metafísica y verborrea silogística, un razonamiento deductivo riguroso, pero
ajeno a la experiencia. Hay
historiadores de la ciencia que han determinado que las categorías
del pensamiento escolástico han sido proclives y han condicionado favorablemente el
aparecimiento de la por entonces llamada
filosofía natural, es decir la
ciencia moderna basada en la experimentación. No de otra forma se puede explicar
que nuestro Juan Agustín, atrapado en un mundo conceptual como estaba, derivara
hacia formas empíricas y desechara las
meramente conceptuales de su tiempo en el conocimiento de la realidad
natural. Esto se lo permitió, ¡qué paradoja !, la Escolástica medieval y
el pensamiento aristotélico que campeaban en la Real y Pontificia Universidad de Caracas. Sobre
este particular hablaremos en otra oportunidad.
Al
posesionarse del Rectorado de la
Universidad de Caracas en 1789 ( el mismo año de la Revolución francesa)
defendió la creación de nuevas cátedras,
decididamente inscritas en los nuevos paradigmas (Thomas Kuhn) de la modernidad:
tales como el que ninguna ciencia está
capacitada para demostrar científicamente
su propia base, como postuló el gran Descartes (1596-1650 ), el método
inductivo experimental (fuera de la mente significa esta palabra ) propuesto
por Francis Bacon (Novum Organum,1620 ) y
que desplazó al silogismo aristotélico; la propuesta de unificación de la
física de Galileo y Kepler llevada
adelante por Isaac Newton (1642-1727 ). Para tales efectos el sabio caroreño se inspiró pitagóriamente al considerar ontológicamente que los números son el principio, la fuente y la raíz de
todas las cosas, con Aristóteles considera que es una excelencia humana el
estudio de la geometría , en tanto que con el filósofo alemán de la Ilustración Enmanuel
Kant (1724-1804 ) se acogió al principio de que
la doctrina de la naturaleza contendría tanta ciencia propiamente dicha
cuanta fuera la matemática que en ella se pudiera aplicar ( Crítica a la razón pura, 1787 ) y, en
consecuencia, propuso la creación de una Academia de Matemáticas en esa casa de
estudios para impartir una enseñanza basada en las que llamó ciencias útiles.
Una
fresca mañana, el 25 de abril de 1790 ,
el doctor Juan Agustín se puso sus anteojos (ya se usaban desde el siglo XII en
Europa ) y consultó su reloj de bolsillo un tanto pesado e incómodo, una
innovación tecnológica del siglo XVI, y
escribió en prosa barroca americana su muy famoso Discurso económico, Amor a las letras en relación con la Agricultura y comercio,
e hizo varias copias que mandó con un mozo
a los mas influyentes mantuanos caraqueños para que se animaran en la
idea, pero la mentalidad esclavista de esta clase social les impidió ver las
ventajas de acabar la pobreza industrial, el atraso de la agricultura, extinguir
los viejos y toscos procedimientos de trabajo de artesanos y alarifes. No había
lugar para tan avanzado proyecto, por lo
que hubo de ser condenado al olvido y esperar la nueva y audaz atmósfera de
pensamiento que se instaló con la Emancipación de la manos del Libertador Simón Bolívar y del
doctor José María Vargas, para que al fin se creara la
Cátedra de Matemáticas en la Universidad Central
de Caracas, ahora revolucionaria y republicana, el 1º de septiembre de 1827.
En
su Discurso, el sabio caroreño
antecede a Miguel José Sanz y a Simón
Rodríguez en sus críticas a los sistemas de enseñanza viciosos y corruptos que
se empleaban a fines del siglo XVIII, y
comparte las más avanzadas ideas ilustradas con
Baltasar de los Reyes Marrero, quien desde 1788 enseñaba aritmética,
álgebra y geometría en la
Universidad, actitud por la cual fue llevado a juicio y castigado, Miguel José
Sanz y Juan Germán Roscio, autor en 1817 de uno de los textos fundamentales de
nuestro pensamiento, esto es, Triunfo de la libertad sobre el despotismo.
En el Discurso aparece una sentencia
que los venezolanos del presente aun no hemos podido entender ni llevar a la práctica: la agricultura es el estómago del Estado. Idea sostenida por los
fisiócratas , economistas del siglo XVIII, a la cabeza del cuales estaba el médico y economista francés Francois Quesnay y cuyas ideas planteó en su
obra Tabla económica (1758). Lo
curioso de este pasaje es que compara y establece una analogía entre el cuerpo humano y sus funciones con
las del Estado. Se trata de una influencia del economista que acabamos de
mencionar y que, debemos recordar, era físico, término con el que se designaba
a los médicos y a los sanadores desde muy antiguo. El pasaje en cuestión dice
así: La agricultura es el estómago del
estado, y si no se halla bien complexionado padecerán todos los miembros del
cuerpo, se engendrará un mal quilo (líquido blanquecino contenido en el
intestino delgado, que constituye el resultado de la digestión ) que producirá
una sangre torpe, extenuada, defectuosa: no habrá la debida, pronta y arreglada
circulación de su comercio, y el Estado ( palabra que por vez primera empleó
Maquiavelo en el siglo XVI) siempre se
hallará enfermizo.
El
Discurso se halla dividido en varias
partes y comienza con una breve introducción, en la que habla de la benignidad
del clima y de la abundancia de talentos en
Caracas, y continúa con otras siete partes, a saber:1º La ciencia impulsa el progreso (palabra
esta última que será clave para entender el positivismo del siglo XIX, pero que
el doctor de la Torre
le da otro significado), 2º Las
matemáticas como ciencia útil. Acá sostiene que el buen orden de civilización,
tiene cierta dependencia en el todo o en parte de las matemáticas. 3º Los beneficios de las otras ciencias.
En esta parte se refiere a la astronomía, la gnomónica ( arte de construir
los relojes de sol , llamados nomones ) para
la división de los tiempos, procedimiento ya superado en el siglo XVI por el reloj mecánico de
bolsillo, la acústica ( aquí llama la atención de que no tengamos buenos
músicos y constructores de instrumentos musicales ), la óptica, disciplina que,
según dice, le ha otorgado una segunda
naturaleza, pues hemos de destacar que el doctor de la Torre era miope, la
aritmética para facilitar el comercio y escribir cifras de cuatro, cinco y más
guarismos, que por la época poco se
usaban, el álgebra o aritmética simbólica, un invento del genio de los pueblos
árabes, la geometría, pues Pitágoras ya
había sentenciado desde la
Antigüedad clásica que el que no supiera geometría no podía
entrar a su escuela. El doctor de la
Torre hacía referencia a la geometría de Euclides, un
sistema formal de proposiciones que sería
superada poco después de su muerte por dos matemáticos: el ruso Lovachevsky y
el húngaro Bolyai en el siglo XIX,
creadores de la geometría no-euclidiana que se vio reforzada a principios del siglo XX
con la teoría de la Relatividad
de Einstein. La 4º parte se llama Faltan geómetras, peritos y buenos agrimensores. Se lamenta no haber
cursado en la Universidad
de Caracas la geometría y agrega que los
frecuentes pleitos por tierras, que son
los que abundan y los que se hacen inmortales, se deben a que en los tribunales
no hay quien tenga verdadero conocimiento de la materia, la geometría. Sigue
diciendo que los agrimensores que hacen profesión en la ciudad de Caracas son unos verdaderos ignorantes.
Como
parte 5º encontramos que se titula: Urge conocer la hidráulica. Ello porque
según sostiene, los pleitos por el agua son unas controversias que tampoco
tienen término. Propone el doctor de la Torre, además, el uso intensivo del riego, así como
el empleo de la fuerza del agua para mover los trapiches y los ingenios. La 6ª
parte se llama Por una agricultura
moderna, en donde se refiere a los tornos de algodón, las máquinas para
despergaminar el café, las que son -dice- imperfectísimas… pues los extranjeros tienen buen
cuidado de negarnos aquellos instrumentos o medios oportunos para los frutos que cultivan ellos (los ingleses y
holandeses) ¡Qué buena lección para el presente nos da el sabio caroreño! Sin decirlo expresamente propone la sustitución de la mano de obra
esclava, palabra que no emplea en su escrito, por las máquinas (de la llamada
era paleotécnica, según Lewis Munford ) para el fomento de la agricultura., que
es –repetimos- el estómago del Estado .La última parte del Discurso (7ª) es una
propuesta: Una cátedra de matemáticas
para la Universidad. Acá nos dice que todo
mi anhelo es que se dé principio; comenzar es lo que importa. Se lamenta que la Universidad no tenga
tal cátedra ni rentas suficientes para sostener los catedráticos. Por ello pidió colaboración a las personas acaudaladas (el
llamado mantuanaje caraqueño) para instalar la mencionada Cátedra, pero apenas
el Conde de Tovar ofreció una carga de añil en flor para tales efectos. Arnold
Toynbee, en su monumental Estudio de la historia (1934-1961) se refiere
en repetidas ocasiones al apego de ciertos sectores sociales conservadores a
tecnologías obsoletas.
Pero hay un aspecto que se encuentra implícito
en el Discurso económico del sabio caroreño. Y tiene que ver con el carácter laico y secular de su discurso. Es por ello que emplea
palabras tales como: usos y necesidades
de la vida civil, luz de la razón, república, Patria ( con p mayúscula), felicidad,
ciencia que consistiendo en principios
evidentemente demostrados, la práctica, orden natural y civil, y otras con
semejante carácter y que en lo sucesivo y gracias a su empleo generalizado,
darán lugar en Occidente a sistemas culturales especializados, sometidos a una
crítica permanente y asegurados por la profesionalización que generan, según
sostiene Max Weber. Es que en un sistema tradicional de pensamiento lo sagrado
es más extenso y mucho más omnipresente, en tanto que en un sistema moderno de
pensamiento es más puntual, más reducido y, por así decirlo, más económico,
agrega este sociólogo germano. Lo sagrado no fue óbice para que el sabio
caroreño avanzara hacia la modernidad como hemos podido notar.
A
mediados de 1801, dice el doctor Ildefonso Leal, el doctor
de la Torre comunicaba al Real Consulado “el fatal estado en que se hallaba su salud ” y la
necesidad de “abandonar toda ocupación de
papeles, que son la causa radical de mi enfermedad ”, y pedía licencia para
retirarse al campo “ por meses o por años…”
El 6 de octubre de 1804 los directivos del Consulado comunicaban a la Corte de Madrid la triste noticia de la muerte del
doctor Juan Agustín de la Torre
y proponían como nuevo asesor del cuerpo mercantil al Licenciado Miguel José
Sanz. Puede que una micosis pulmonar fuese la que acabó la vida del sabio
caroreño, pues los medicamentos para atacar este mal son, aun en el presente,
poco eficientes. El doctor de la
Torre estuvo casado con doña Rosa Muñoz Ortiga, y al fallecer
dejó como herencia la suma de 2.393 pesos en dinero, alhajas, ropa, oro y
plata, más dos casas, una en Caracas y otra en el pueblo de Petare.
Fue
un sabio que murió a muy corta edad, 54 años, normal para los estándares de
hace dos siglos, pero que desapareció de la escena humana apenas seis años
antes del 19 de abril de 1810, y lo más seguro que ubiese apoyado decididamente
la Emancipación
de Venezuela del yugo español, pues su actitud como pensador avisoraba con intuición clara los males que sufría su
Patria y que eran el producto del nefasto sistema administrativo español de sus colonias. Este fue un alerta que
connotados pensadores de la Ilustración que, como Jovellanos, Feijoo y Campomanes
habían lanzado, pero que no fueron oídos. Fueron hombres que criticaron el
sistema económico auspiciado por la Corona española, que
despreciaba las inmensas posibilidades del comercio mundial, su atraso en
relación a los países del norte de Europa, Inglaterra y Holanda principalmente,
que daban sus primeros pasos hacia la industrialización bajo el marco de un
sistema económico muy dinámico basado en el laissez-faire.
Le
tocó vivir al sabio caroreño en un momento decisivo en la historia del
pensamiento Occidental, pues después de
la gran revolución de las ciencias del siglo XVII quedó abierto el camino para
que naciera un nuevo modo de hacer filosofía, es decir la llamada filosofía naturalis basada en la
experimentación, que dejó atrás la unidad de la filosofía y de la ciencia
que se había mantenido desde la
Antigüedad clásica greco-romana. Pero hoy, en los albores de
un nuevo siglo se comienza a hablar con insistencia y desde los escenarios de pensamiento más
autorizados del Universo de la
posibilidad de una nueva perspectiva unitaria o una “Nueva Alianza” entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias
del espíritu dentro de una “teoría de la
complejidad ”. De la misma manera que
para Ilya Prigogine y Varela, también para Edgar Morin la complejidad abre (o mejor dicho pide) una nueva integración entre ciencias de la naturaleza y ciencias
del espíritu, entre cultura humanista y cultura científica. Esta dicotomía “cartesiana”
puede y debe terminar, dice Morin. El sabio caroreño no pudo ni siquiera
vislumbrar esta posibilidad de la cual se puede decir que se pudo iniciar en la
segunda mitad del siglo XX con los trabajos de Alan Turing y Norbert Weiner en las nacientes ciencias de la cibernética y
que dieron por resultado la creación de la inteligencia artificial. Prigogine,
Premio Nobel de química nacido en 1917,
piensa el universo como un caos generador de orden, análogo al desorden
creativo del cual emerge la obra de arte.
Así
como el doctor de la Torre
creyó necesario se estudiara en la Universidad de Caracas el pensamiento de
Descartes, Hume, Bacon, Newton y Condillac, nosotros saludamos la notable y
fértil perspectiva que se abre con el anuncio de la inminente apertura de las
carreras humanísticas y artísticas en la Universidad
Centroccidental Lisandro Alvarado y que borrarían la
disociación de artes y ciencias de la cual se lamentaba don Miguel de Unamuno,
y que se inició en el año 2002 con la apertura de una Maestría en Historia
inspirada en la afamada escuela francesa de Anales, en convenio con la Universidad
Pedagógica Experimental Libertador y la Fundación Buría,
y de la cual quien escribe se siente orgulloso de pertenecer a su plantel de
profesores.
Que se abra la universidad de los larenses a
las nuevas y audaces ideas filosóficas de Apel, Bachelard, Chomsky, Derrida,
Gadamer, Habermas, Popper, Quine, Lakatos, Horkheimer, Rorty, Wittgenstein ,
que se abra a las perspectivas artísticas de Picasso, Van Goh, Botero, Jacobo
Borges, Kahlo, Arteaga, así como a las innovadoras ideas de los notables
historiadores que nos animan: Marc Bloch, Lucien Fevbre, Fernand Braudel,
Pierre Vilar, Le Goff, Vovelle, Edward Thompson, Eric Hobsbawm, al pensamiento
y la obra nacionalista de los venezolanos Mariano Picón Salas, Mario Briceño
Iragorri, Miguel Acosta Saignes y Federico Brito Figueroa, y por supuesto, el
epónimo de la universidad, el doctor Lisandro Alvarado, cuya riqueza temática
contenida en su vasta obra es poco
menos que desconocida por los miembros
de la comunidad universitaria. Sólo así y de tal manera tendremos los larenses
una auténtica y cabal casa de estudios superiores.
Carora, diciembre
de 2006.
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julio-agosto de 1982. p.81-94. También en Testimonios
sobre la formación para el trabajo (1539-1970), edición del INCE. El doctor
Rafael Fernández Heres le dedica un estudio en Vertientes ideológicas de la educación en Venezuela, Discurso de Incorporación
como Individuo de Número de la Academia
Nacional de la
Historia, Caracas, 1985. El extinto Banco de Lara lo publicó
en folleto, Impresos Amazonas Artes Gráficas, Caracas, 1977. En el año 2002 lo
publica la Academia Nacional
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