El
Tocuyo es una de las ciudades venezolanas de más orgullosa tradición y solera de
la cultura hispánica. En el siglo genésico XVI, como capital de la Provincia de
Venezuela, se convierte en la Ciudad Madre de Venezuela, pues desde allí
partieron las expediciones fundadoras de
Barquisimeto, Carora y Caracas, se inicia la economía nacional con sus obrajes
de indios y negros, donde se hila el famoso Lienzo Tocuyo, tejido que se exportará a la Nueva Granada, Perú, islas del Caribe,
Argentina, Chile y Europa.
Junto
a Barquisimeto y Carora constituirá El Tocuyo lo que he llamado el “Triangulo
de la cultura colonial católica y barroca”, lugar en donde al socaire de los
siglos se ha creado un auténtico “genio
de los pueblos del semiárido” del
occidente patrio. Tal es una categoría de análisis en construcción, creada por
quien escribe, para comprender tan explosiva y asombrosa calidad de nuestra
cultura larense, la que resalta con mayor propiedad en los géneros de la música
y la literatura.
La cultura de habla castellana,
católica y barroca tiene en esta añeja ciudad morandina su expresión en los
conventos coloniales regentados por monjes franciscanos, las cátedras latinas,
de gramática y retórica, el canto y la música barrocos, el colorido y frenético
carnaval de extracción colonial que asombraría al mismo Mijail Bajtin, las
nutridas cofradías y hermandades de la Iglesia Católica y el inigualable baile
negroide, la suite de danzas más
completa de Hispanoamérica, el tamunangue o sones de negro; el golpe tocuyano.
En
ese portentoso escenario nacerán manifestaciones culturales asombrosamente
originales: la Escuela Pictórica de El Tocuyo, la cual tenía relaciones con la
de Quito, allí descollará el anónimo Pintor de El Tocuyo, a quien don Alfredo
Boulton dedicara memorables ensayos; el filósofo escotista Dr. Tomás Valero Torrellas
escribe en la lengua del Lacio en el siglo XVIII su obra en dos volúmenes Teología Expositiva. Epígono del
pensamiento venezolano, se le ha llamado “Platón americano”. Es una obra que
espera su traducción al castellano y su justa reedición.
Durante
el azaroso siglo XIX destella un extraordinario pedagogo que funda el colegio
particular de La Concordia: el bachiller Egidio Montesinos Canelón, un timido
personaje que nunca salió de El Tocuyo. En este sorprendente instituto de
secundaria cursarán su “trienio filosófico” de nuestra educación del siglo XIX dos
luminarias del positivismo en Venezuela: el historiador y político Dr. José Gil Fortoul, autor de Historia constitucional de Venezuela, el
sabio, políglota y masón Dr. Lisandro
Alvarado, autor de Historia de la Guerra
Federal en Venezuela, Glosario del bajo español en Venezuela, así como el educador caroreño Dr. Ramón
Pompilio Oropeza, fundador del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1890.
A
comienzos del siglo pasado se creará en
esa conservadora y ultracatólica ciudad -qué paradoja tan fenomenal- el primer
círculo de estudios marxistas de Venezuela: El Tonel de Diógenes, una repercusión en estas remotas tierras de
la gran Revolución Bolchevique de 1917, obra de los jóvenes de aristócratas
cunas José Pío Tamayo, Alcides y Hedilio Lozada, firmes opositores de la
tiranía gomecista, quienes además fundan la inigualable revista La Quincena Literaria, la que aparecerá entre 1925 y 1929. Y como si fuera poco allí destaca la figura estelarísima de nuestro
“Baudelaire del semiárido larense”, el poeta Roberto Montesinos, autor, en
1925, de La Lámpara Enigmática, un poemario
prologado por Lisandro Alvarado, que al decir del crítico literario Hermann
Garmendia representa una luz honda, de extracción francesa, nutrida de alucinante
sustancia poética, hace brusca irrupción proyectando una luz firme en el
panorama de nuestra literatura nacional. Y también en “la ciudad de los lagos
verdes” nacerá uno de los padres del relato fantástico en Latinoamérica, otro
es Jorge Luis Borges: Julio Garmendia, autor de La tienda de muñecos, en 1927, La
tuna de oro y del maravilloso cuento La
manzanita criolla. Es un humorista singularísimo, proyectado a veces a lo
fantástico, un maestro del doble sentido.
El
semiárido larense es, pues, una de las regiones con mayor significación
cultural de Venezuela. Tiene un ethos,
un carácter y personalidad idiosincráticos que lo distinguen en el concierto de
la cultura de habla castellana del país. “Es que en el Estado Lara, sostiene el
sabio larense, profesor Francisco Tamayo, se ha ido engendrando una singular
síntesis humana, el tipo venezolano por autonomasia, Lara es el crisol donde se
polariza el mestizaje. En Lara nace lo nacional, lo venezolano.” Y El Tocuyo,
como se habrá visto, tiene un estelarísimo significado en la constitución de
este genio de los pueblos del semiárido.