Fue
una vida bastante efímera la de este extraordinario
levita caroreño, pero su legado espiritual y de acción social en favor de los humildes y más necesitados permanece
en el tiempo venciendo el olvido y la indiferencia. Murió a los 31 años en
Duaca, Estado Lara, en 1911, al caer accidentalmente desde el techo de la
iglesia de San Juan Bautista, lugar donde subió para huir de un imaginario
felino que le perseguía.
Carlos
era el hermano mayor de otro ser humano excepcional: don Cecilio “Chío” Zubillaga
Perera, quien en aquella Carora de tiempos del gomecismo se enfrentó al latifundismo, convirtiéndose en “la voz de
los sin voz” y que hizo de su casa una verdadera universidad popular. Desafió ardorosamente
con su praxis, fundamentalmente a través del periodismo, a su propia clase
social, los “godos de Carora”, hasta su deceso ocurrido en 1948. Es la figura
capital del siglo XX en el Distrito Torres.
Lo
que poco se conoce es que existe una continuidad y secuencia entre el hacer
social de Carlos y de Chío. A la muerte de su hermano, Chío recoge las banderas
de lucha de su hermano sacerdote y doctor en teología, que no eran otras que la
búsqueda de Dios entre los pobres, tal como lo estableció la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII,
documento fundamental de la Iglesia Católica aparecido en 1891.
Después
de estudiar en la Universidad de Caracas y alcanzar brillantemente el título de
doctor, con una tesis que se inscribe en la atmósfera del documento papal de
León XIII, con el nombre de La Iglesia y la civilización, regresa
Carlos con entusiasmo juvenil a
Carora a ejecutar en los hechos y en la dura realidad social lo que aparece
escrito en la primera encíclica social de la Iglesia.
El padre Carlos, al llegar a Carora encuentra
a un cura, Lisímaco Gutiérrez, ya de 50
años casi, solo, que ya había dado pasos: funda en 1902 el Hospital San
Antonio, una congregación religiosa femenina dedicada a la atención de dicho
Hospital, dos periódicos El pan de San
Antonio y El amigo de los pobres,
y un proyecto cultural en la zona de la capilla de El Calvario y en los
caseríos de la Otra Banda. El padre Carlos se incorpora de inmediato a la obra
comenzada por el Pbro. Gutiérrez y dota al Hospital del edificio, reconstruye
la iglesia de San Dionisio, abre una escuela nocturna para obreros entre 1905 y
1906. Todo esto nos lleva a pensar que por esto el humanista Luis Beltrán
Guerrero dijo que quienes por primera vez y de manera concreta se acercaron a
lo que iba a ser la Teología de la Liberación latinoamericana en estos pueblos
del interior, fueron estos dos curas, quienes se identificaron con una Iglesia
no tradicional, una Iglesia que se abría a descubrir a Dios en medio de un durísima
realidad social.
El padre Gutiérrez recibe influencia del Concilio Vaticano I, convocado en 1870 por el papa Pío IX. Habría que averiguar por qué Gutiérrez se interesa por lo social. Yo justifico más al padre Zubillaga, pues se formó en el Seminario de Caracas con la Rerum Novarum y encontró algo de esa Iglesia social en Carora en 1905. Con su muerte trágica, se puede decir que tal obra social se había venido abajo al quedar el padre Gutiérrez en soledad y anciano en Carora. El Pbro. Dr. Carlos Zubillaga fue un talento y de un temple tal, que yo no dudo nunca que quien influye en Chío es Carlos, y que la obra de aquél tiene su raíz en la del malogrado sacerdote Zubillaga, muerto en mala hora a pocas semanas de haber sido sacado de la ciudad por cuestiones de chismes.
El padre Gutiérrez recibe influencia del Concilio Vaticano I, convocado en 1870 por el papa Pío IX. Habría que averiguar por qué Gutiérrez se interesa por lo social. Yo justifico más al padre Zubillaga, pues se formó en el Seminario de Caracas con la Rerum Novarum y encontró algo de esa Iglesia social en Carora en 1905. Con su muerte trágica, se puede decir que tal obra social se había venido abajo al quedar el padre Gutiérrez en soledad y anciano en Carora. El Pbro. Dr. Carlos Zubillaga fue un talento y de un temple tal, que yo no dudo nunca que quien influye en Chío es Carlos, y que la obra de aquél tiene su raíz en la del malogrado sacerdote Zubillaga, muerto en mala hora a pocas semanas de haber sido sacado de la ciudad por cuestiones de chismes.
El
sábado 29 de diciembre de 2018 fui invitado como Cronista Oficial de Carora por
el padre Alberto Álvarez y el abogado Gerardo Pérez González a decir unas
palabras en ocasión del traslado de los restos mortales del padre Carlos desde la derruida iglesia de San Dionisio hasta la iglesia de San Antonio, su creación.
Allí destaqué la necesidad de dar a conocer a las nuevas generaciones el ejemplo
de entrega y de sacrificio por los más humildes y necesitados del padre Carlos.
Este excepcional religioso debe pasar a ser parte constitutiva del imaginario
colectivo venezolano. Y tiene sobradas condiciones
para merecerlo.