Dedicado
a la antropóloga Jacqueline Clarac de Briceño
Quizás el más grande sorprendido de las
investigaciones realizadas por el misionero Daniel Everett en 1986 sobre la
lengua de los aborígenes piraha del Brasil, ha debido ser el famoso lingüista
estadounidense, nacido en 1928, Noam Chomsky. En efecto, los recientes descubrimientos
de este religioso han revelado que la lengua de tales indios amazónicos no
emplea oraciones subordinadas, es decir que desconoce la recursividad, o sea
incluir una cláusula dentro de otra, que es una condición necesaria y presente
en todas las lenguas del orbe, y que dio pábulo para que este eminente y
reconocido lingüista judío-americano del Instituto Tecnológico de Massachusetts
(MIT) presentara su radical y extraordinaria idea de la existencia de una
gramática universal. Es un axioma de la lingüística desde que Chomsky publicó
en 1957 su libro Estructuras sintácticas.
El piraha es
fonológicamente la lengua más simple conocida, pues apenas posee diez fonemas,
uno menos que la lengua de los rotokas de Papua-Nueva Guinea, mientras el
castellano tiene 22, de los cuales17 son consonánticos y cinco vocálicos. La
lengua piraha usa cinco canales para su discurso: la información puede ser
hablada (forma habitual), silbada, tarareada, gritada o codificada en música.
Las lenguas silbadas son
escasas, lo que hace del pirahã un objeto de estudio muy interesante para delimitar
la importancia del tono y de la cantidad/intensidad en la comunicación oral. Es
una lengua aglutinante que usa muchos
afijos para expresar diferentes significados También usa sufijos que comunican
evidencialidad, una categoría gramatical que no poseen las lenguas europeas. El
sufijo /-xáagahá/ significa que el hablante está completamente seguro de su
información.
Además
de no poseer número gramatical, es una de las
pocas lenguas donde no existen ni los numerales ni el concepto de contar
(existen otros casos entre las lenguas aborígenes de Australia,
como el warlpiri). Los piraha no
conocen el concepto de contar. Sólo usan medidas aproximadas y en pruebas son
incapaces de distinguir con exactitud entre un grupo de cuatro objetos y otro
colocado de manera similar de cinco objetos. Cuando se les pide que dupliquen
un grupo de objetos, duplican el número correcto de objetos en media, pero casi
nunca aciertan el número exacto a la primera. Viven en un mundo no pitagórico,
muy lejos de Occidente.
Es,
además, la única lengua conocida sin palabras para expresar los colores;
aunque este punto todavía es discutido. A mi manera de ver solo distinguen las
diversas tonalidades del verde, que es su entorno amazónico dominante.
Pero
hay más. Los piraha van a contrapelo de Occidente, pues desconocen el pasado y
también el futuro. Viven un eterno presente, cuando nuestra cultura sobrevalora
el futuro. Por ello son felices y relajados como los animales. Toda una lección
para nosotros que vivimos abrumados por el reloj. Su memoria histórica es
endeble y poco se ocupan de genealogías y linajes. No conocen de bisabuelos y
bisabuelas. Su sistema de parentesco es el más sencillo que se conoce.
Carecen de mitos fundacionales y por ello de
cosmogonías, lo cual asombraría al mismo Claude Lévi-Strauss, padre del
estructuralismo. No tienen literatura escrita u oral. Un pueblo que piense de
tal modo será refractario entonces a cualquier religión que les presente la
idea de un Dios trascendente colocado más allá del tiempo. Respecto a Dios, tampoco les
entra en su cabeza. "¿Quién creó las cosas?", les preguntó
Everett. "Todo es lo mismo", respondieron, queriendo decir que nada
cambia y por lo tanto nada fue creado. La eternidad de los cristianos, por
consiguiente, les carece de sentido. Cielo
e infierno son meras entelequias. Lo que importa es que el río Maici, que es
tributario del gran Amazonas, les provea de peces ya, en este momento. Son
empiristas radicales.
Everett,
quien estudió lingüística en la Universidad Estatal de Campinas y es profesor
de la Universidad de Pittsburg, llega donde este pueblo feliz de unos 400
miembros como misionero religioso. Pero al conocerlos íntimamente después de
convivir con ellos durante siete años se le ha creado una verdadera crisis de
conciencia religiosa. Dios solo existe en el lenguaje y no tiene existencia
real, es mera palabrería, le enseña este aislado pueblo del trópico. Hogaño
Everett se declara no confesional, o lo que es lo mismo, ateo. Sin embargo
otros investigadores, Bonilla y Calavia, niegan que estén frente a un pueblo
ateo.
A
principios del siglo XX habló el sociólogo alemán Max Weber del
“desencantamiento del mundo”, como una pérdida de los valores y certezas que da
la religión, es decir la secularización de la sociedad moderna. ¿Será posible
que desde unas remotas aldeas de Brasil y con el descubrimiento de Everett de
este mundo roussoniano del buen salvaje, se esté dando comienzo al verdadero y definitivo desencantamiento del mundo?