“Gracias a una
maquinita de escribir que le presté,
se ganó Guillermo Morón sus primeros
10 bolívares”
Luis Eduardo Cortés Riera.
Me recibe Monseñor en su hermosa casa con una generosa
sonrisa y cariño. Ello me hace recordar que fue fraternal amigo de Expedito, mi
padre. Asisto a esta primera entrevista gracias a Antonio Zubillaga, quien me
puso en contacto con el padre Eduardo. Unas graciosas y gentiles monjitas me
reciben. Obsequian a mi paladar unos hermosísimos semerucos que seguramente
plantaron allí unos querubines. Su habitación esta al final de ese preciosos
recinto, vecino de la Plaza Bolívar de Carora. Su memoria continúa intacta,
casi sin actos fallidos. Esta jubilado desde hace 10 años el Primer Obispo de
la Diócesis de Carora, fundada el5 de julio de 1992 gracias a sus diligencias.
Comenzamos a hablar de sus estudios secundarios. A los 16
años su padre Teodoro Antero Herrera Zubillaga lo inscribe en el Colegio
Federal Carora el 27 de septiembre de 1943, dirigido en esa oportunidad
por Miguel Ángel Meléndez. Allí cursa las asignaturas castellano y Literatura,
Raíces Griegas y Latinas, Matemáticas, Ciencias Naturales y Educación Artística.
Judith Pernalete, Elena María Coronel, los hermanos Curiel, José Elías, Salomón
y Jacobo, así como Hermes Chávez, el Bachiller Alberto Quintero, Joel
Gutiérrez, Nano Yépez y Pachús Zubillaga comparten aquellas lecciones en esos
años apacibles del medinismo, en plena Segunda Guerra Mundial.
A los 12 años lo emocionó la oratoria sagrada de unos capuchinos, lo que completó el ambiente
de riguroso catolicismo que reinaba en su hogar. Su padre enviudó a los 37 años
y debió encargarse de una numerosa progenie de nueve hermanos, por lo que tuvo
que ayudar a su padre en las labores ganaderas. Egresado como bachiller estudia
agricultura en los Estados Unidos, donde aprendió a media la lengua de
Shakespeare. Pero fueron los sacerdotes Van Grieken y Pacheco a quienes le manifestó
su deseo de tomar los hábitos sacerdotales. Una monja, Justa de San José, le
regala el libro Imitación de Cristo de Tomás Kempis que termina de darle el
empujón definitivo. Así pues y a los 22 años parte para el austral y gélido
Chile, donde ingresa a la Universidad Católica. La temperatura en invierno
bajaba a 3º centígrados, y no teníamos calefacción. Solo nos proporcionaban a
nosotros los tropicales (se ríe) unas estufitas para calentarnos manos y pies.
En el Sur estuvo por seis años en tiempos de la rectoría universitaria
del padre Emilio Tagle Covarruvias, en
tanto que su director espiritual era Alberto Rencoré, quien más tarde vino a
Carora y le predicó su primera misa. Su papá no pudo asistir-agrega-por tener cáncer de
pulmón. Casi me da un ataque cardiaco cuando me comunica que uno de sus
compañeros en las lecciones santiaguinas de latín y Filosofía era Gustavo Gutiérrez
Merino, sacerdote peruano quien más tarde
usaría por vez primera las palabras Teología de la Liberación, un
anatema para la Iglesia Católica. Se hizo gran amigo mío, dice Monseñor cerrando
los ojos, era más o menos inquieto. Luego fue a Bélgica y era chiquito y feo,
agrega, al tiempo que se da un sorbo de “resbaladera”, una bebida refrescante
caroreña.
Su padre apenas tenía sexto grado, pero leía mucho. Hizo
una primera selección de las mejores vacas, las de pelo de color más claro, del llamado “Ganado Amarillo de Quebrada Arriba”. Comenzó a experimentar con la
raza Holstein lechera, pero no le sirvió. Siguió documentándose y se fijo en
los Pardo Suizos. Le escribió a un
señor de apellido Streuli que vivía en la suiza de habla germana, quien le
envía seis vacas y dos toros en un vapor que debía llegar a Puerto Cabello, el cual no pudo atracar
puesto que en el país helvético había fiebre aftosa. De tal modo que Jaime,
hijo de Streuli, quien venía a acompañar a los animales, debió quedarse seis
meses en La Orchila, donde aprendió a hablar castellano, con groserías y
todo. Appezel es el pueblecito de donde partieron en largo periplo estos
animales. Yo visité mucho después, dice el Obispo Eduardo, al viejito Jaime y a
su familia.
Don Teodoro le dijo al joven suizo que no tenía como
pagarle, por lo que se lo refirió a un ganadero de Acarigua, Ángel Alberto
Yépez, quien canceló el costo de los Pardo
Suizos y su traslado. Este ganado es más de leche que de carne-agrega- acto seguido me nombra de forma deletreada a una de las vacas de
segunda importadas llamada Franjo Eva Jung, la cual dio tres partos y 53 litros de leche al día.
Me comenta que el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga, el fundador del Hospital San Antonio, era tío de su papá, así como Cecilio
Zubillaga, Chío. El padre Carlos, quien según palabras de Luis Beltrán
Guerrero, fue uno de los adelantados de lo que hoy se llama Teología de la
Liberación realizó una pastoral a la búsqueda de Dios entre los más humildes
junto al sacerdote curarigüeño Lisímaco Gutiérrez. Para finalizar me confía Monseñor
que su parroquia más querida ha sido la de la iglesia de la virgen de la Coromoto, ubicada en el
Torrellas, donde recibió un enorme entusiasmo de la población y de dos figuras
notabilísimas del barrio: Doña Pura y Nicanor Graterol, quienes con la ayuda de
las cornetas de su Radio Violeta arrimaron el hombro para crear el ambiente
parroquial desde aquel 15 de septiembre de 1961.
De tal manera concluyo esta primera entrevista con
Monseñor Eduardo, uno de los últimos sobrevivientes en asistir por Venezuela al
Concilio Vaticano II en 1965, con la firme promesa de seguir charlando de
manera tan amena y cordial con este Príncipe de la Iglesia Católica, quien me
despide con la bendición y un consejo: no te quedes con José Manuel como tu
hijo único.
Carora,
septiembre 1º de 2012.