La enorme
fuerza del romanticismo literario, encarnado en la obra del escritor francés
Víctor Hugo, 1802-1885, tuvo eco en Carora de finales del siglo XIX. En efecto,
fue al finalizar el primer año del “trienio
filosófico” que se dictaba en el Colegio La Esperanza cuando el 6 de agosto
de 1891 se llevó a efecto la entrega de la Medalla de Honor a los alumnos más
destacados de aquel Colegio de secundaria recién fundado el 1º de mayo de 1890
por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Andrés Tiberio Alvarez y Amenodoro Riera
como financistas del novel instituto que nació como particular o privado, al
calor del “patriciado caroreño”.
Ese emotivo
acto tuvo como escenario la iglesia de San Juan Bautista. Su barroco de sobrio
estilo fue testigo de aquel memorable momento en nuestra historia
educacionista, iniciándose con un discurso de Monseñor Maximiano Hurtado,
prelado tocuyano residente en nuestra ciudad. Luego leyeron Don Agustín
Zubillaga y el Dr. Tertuliano Herrera unas composiciones poéticas. El Rector
del Colegio, Dr. Oropeza leyó el Acta de la Medalla de Honor, ganada por el joven siquisiqueño Rafael
Lozada. El médico y poeta Juan José Bracho pronunció el discurso de orden y el
Dr. Hurtado cerró el acto con un Te Deum cantado solemnemente.
Pero a mitad
de aquel acto, dice Cecilio Zubillaga Perera en sus Obras Completas, tomo II, página 214, el señor Mateo Trovat,
seguramente un músico francés de pasada por estos lares, cantó un retazo de Hernani, una obra de teatro escrita por
el autor de Los Miserables, que
representa el triunfo del romanticismo literario sobre la contención,
equilibrio, permanencia de nuestro clasicismo, estrenada en el Teatro Francés
de París el 25 de febrero de 1830. Hugo
narra la tragedia del bandido Hernani y
su amante Doña Sol, obra ambientada en
la España medieval, por lo que se reconocen allí elementos góticos y una
exaltación al amor natural. Hernani es una localidad vasca, lugar de misterio
de esa “península de pasión”, como gustaba llamar Hugo a España.
Esta
anécdota pone de manifiesto que entre nosotros el romanticismo decimonónico
alargó su influencia hasta bien entrado el siglo XIX, centuria dominada por la
filosofía positivista, contraria a todo elemento metafísico, emocional, así
como a los elementos naturales. Aunque debemos destacar que la traducción
castellana omitió deliberadamente los ataques y las críticas a la religión.
Seguramente Monseñor Hurtado leyó el retazo a ser cantado por Trovat con
anterioridad, permitiendo de tal manera que aquella inmortal obra se cantara en
nuestro recinto religioso. Otra hipótesis que planteo es la que Trovat
interpretara la traducción castellana de Eugenio Ochoa, quien retiró del texto
lo que percibía como inmoralidad, lo que en España se traduce como ofensa al
catolicismo.
Víctor Hugo dominó la literatura francesa del siglo
XIX y se le considera el equivalente francés de Shakespeare. Otros críticos
dicen que resulta esclarecedor compararlo a Charles Dickens, autor de Historia de dos ciudades. Durante su vida se vendieron más de un
millón de ejemplares por año en su país y era muy leído en el extranjero. Los Miserables, por ejemplo, fue editada
simultáneamente en ocho grandes capitales del mundo. Más de 55 óperas se
basaron en sus obras, proyectadas y esbozadas por un variado grupo de
compositores, tales como Bizet, Warner,
Mussorgsky, Medelsshon Berlioz, Liszt, Rachmaninoff, Verdi, entre otros. ¿Cuál
de las versiones musicales de estos compositores fue la que interpretó el señor
Mateo Trovat en la iglesia de San Juan aquel día 6 de agosto de 1891 en la “levítica ciudad de Venezuela”, Carora?
Quizá jamás lo sabremos, pero el lector podrá inferirlo utilizando para ello
cierta perspicacia.
Carora,
25 de julio de 2012.