lunes, 3 de septiembre de 2012

Víctor Hugo interpretado en Carora, 1891


La enorme fuerza del romanticismo literario, encarnado en la obra del escritor francés Víctor Hugo, 1802-1885, tuvo eco en Carora de finales del siglo XIX. En efecto, fue al finalizar el primer año del “trienio filosófico” que se dictaba en el Colegio La Esperanza cuando el 6 de agosto de 1891 se llevó a efecto la entrega de la Medalla de Honor a los alumnos más destacados de aquel Colegio de secundaria recién fundado el 1º de mayo de 1890 por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Andrés Tiberio Alvarez y Amenodoro Riera como financistas del novel instituto que nació como particular o privado, al calor del “patriciado caroreño”.

Ese emotivo acto tuvo como escenario la iglesia de San Juan Bautista. Su barroco de sobrio estilo fue testigo de aquel memorable momento en nuestra historia educacionista, iniciándose con un discurso de Monseñor Maximiano Hurtado, prelado tocuyano residente en nuestra ciudad. Luego leyeron Don Agustín Zubillaga y el Dr. Tertuliano Herrera unas composiciones poéticas. El Rector del Colegio, Dr. Oropeza leyó el Acta de la Medalla de Honor,  ganada por el joven siquisiqueño Rafael Lozada. El médico y poeta Juan José Bracho pronunció el discurso de orden y el Dr. Hurtado cerró el acto con un Te Deum cantado solemnemente.

Pero a mitad de aquel acto, dice Cecilio Zubillaga Perera en sus Obras Completas, tomo II, página 214, el señor Mateo Trovat, seguramente un músico francés de pasada por estos lares, cantó un retazo de Hernani, una obra de teatro escrita por el autor de Los Miserables, que representa el triunfo del romanticismo literario sobre la contención, equilibrio, permanencia de nuestro clasicismo, estrenada en el Teatro Francés de París  el 25 de febrero de 1830. Hugo narra la tragedia del  bandido Hernani y su amante Doña Sol,  obra ambientada en la España medieval, por lo que se reconocen allí elementos góticos y una exaltación al amor natural. Hernani es una localidad vasca, lugar de misterio de esa “península de pasión”, como gustaba llamar Hugo a  España.

Esta anécdota pone de manifiesto que entre nosotros el romanticismo decimonónico alargó su influencia hasta bien entrado el siglo XIX, centuria dominada por la filosofía positivista, contraria a todo elemento metafísico, emocional, así como a los elementos naturales. Aunque debemos destacar que la traducción castellana omitió deliberadamente los ataques y las críticas a la religión. Seguramente Monseñor Hurtado leyó el retazo a ser cantado por Trovat con anterioridad, permitiendo de tal manera que aquella inmortal obra se cantara en nuestro recinto religioso. Otra hipótesis que planteo es la que Trovat interpretara la traducción castellana de Eugenio Ochoa, quien retiró del texto lo que percibía como inmoralidad, lo que en España se traduce como ofensa al catolicismo.

Víctor  Hugo dominó la literatura francesa del siglo XIX y se le considera el equivalente francés de Shakespeare. Otros críticos dicen que resulta esclarecedor compararlo a Charles  Dickens, autor de Historia de dos ciudades. Durante su vida se vendieron más de un millón de ejemplares por año en su país y era muy leído en el extranjero. Los Miserables, por ejemplo, fue editada simultáneamente en ocho grandes capitales del mundo. Más de 55 óperas se basaron en sus obras, proyectadas y esbozadas por un variado grupo de compositores, tales como  Bizet, Warner, Mussorgsky, Medelsshon Berlioz, Liszt, Rachmaninoff, Verdi, entre otros. ¿Cuál de las versiones musicales de estos compositores fue la que interpretó el señor Mateo Trovat en la iglesia de San Juan aquel día 6 de agosto de 1891 en la “levítica ciudad de Venezuela”, Carora? Quizá jamás lo sabremos, pero el lector podrá inferirlo utilizando para ello cierta perspicacia.

Carora, 25 de julio de 2012.

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