El recién electo Papa Benedicto
XVI acaba de anunciar que pronto será elevado a los altares el fraile Galvao,
religioso que vivió en los siglos XVIII y XIX, quien de tal forma se
constituirá en el primer carioca en gozar de tal privilegio y que sólo es
potestad del Vaticano decidir. La
Santa Sede le reconoció dos milagros. La canonización, dice el cable
de AFP del 24-2-2007, diario El Impulso,
será celebrada por el Papa en el de Campo de Marte en la ciudad de Sao Paulo.
La noticia ha pasado casi desapercibida en el mundo de habla castellana y ha
sido anunciada poco después de que ha terminado la más libertina fiesta que se
realiza en el orbe, el carnaval de Rio de Janeiro. Es el comienzo de la muy
católica Cuaresma que ha dejado atrás al carnaval, palabra que significa “adiós
a la carne”.
El polémico Vicario de
Cristo, el alemán Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, viene de protagonizar
uno de sus más caros errores cometido por algún Papa, enfrentar el Islam de una
forma poco adecuada para el cargo que ejerce, que desdice de la política
ecuménica de la Iglesia
católica en su afán de establecer vínculos con las otras religiones. Por otro
lado, es indiscutible el descrédito que ha sufrido el catolicismo en los EEUU
por la pedofilia de algunos sacerdotes, en tanto que en el viejo continente no
cesa de desencantarse el mundo como
sostuviera Weber: Europa cada día cree menos en lo sobrenatural. Este son los
móviles que impulsan al Papa a abrir nuevos escenarios para hacer crecer –son sus
palabras, las que niegan todo relativismo- la verdadera religión, la religión
de Jesuscristo .Y ha puesto su interés en el gigantesco país del sur, Brasil
Pero lo que me llama la
atención es el retardo que ha sufrido la gran “civilización de trópico”, como
llamó Gilberto Freyre al Brasil con
respecto a la otra mitad del mundo iberoamericano, quien desde hace tiempo
cuenta con una buena cantidad de santas y santos, beatos, beatas, venerables.
Estoy pensando en Santa Rosa de Lima (1586-1617), San Pedro Claver (1580-1654),
y recientemente se elevó a la santidad a un noble mexicano, el indio Juan Diego, personaje que estuvo ligado a la
aparición de la virgen de Guadalupe en 1531. Está a la espera el mártir de la Iglesia salvadoreña
Monseñor Romero, asesinado por la derecha en 1980. ¿Qué explicaría este vacío
tan grande y de qué manera darle una explicación histórica a esta omisión tan
significativa, tan llena de contenido? Empecemos a decir que el vacío
ideológico producido por el repudio de la escolástica, y después por el
abandono de la Ilustración
y del espiritualismo romántico en hispanoamérica fue ocupado durante el siglo
XIX, por la impetuosa irrupción del positivismo. El epicentro de ello fue
Brasil, nos dice Alan Guy en Panorama de
la filosofía iberoamericana.2002. P.
71 , filósofo francés que se dedicó a dar a conocer en el mundo el pensamiento
filosófico latinoamericano. En Brasil, el positivismo no fue solamente una
filosofía teorética y una religión organizada, el positivismo fue además una
fuerza política de tamaña consistencia que desempeñó una función en el advenimiento de la República en 1889,
cuando Pedro II fue derrocado por el ejército.
El Brasil era por aquel
entonces el país menos católico de toda la América Latina. Ello se debe en
parte en que durante la colonia ese territorio contaba con sólo dos diócesis y
a que allí tuvo una enorme fuerza la francmasonería con todo su liberalismo
anticlerical. El mismo Emperador Pedro II, extremadamente erudito, era muy
anticlerical. Además, agrega Guy, el régimen de patronato sometía la
Iglesia al Estado (como en Venezuela y al resto de la América hispana) y
engendraba un clima anti-romano y un
cierto regalismo análogo al
galicanismo francés y al janseismo español del siglo XVIII. De modo pues que el
espíritu anticlerical y antimetafísico del positivismo comteano, “la religión
de la humanidad”, echó hondas raíces allí, a tal punto que en 1881 se creó el
Apostolado Positivista de Brasil que reclutó mucha gente. Eran unos verdaderos
místicos de la religión positivista. Se sabe cómo la divisa del Brasil, Ordem e progreso, fue sugerida
por los positivistas que formaban parte del nuevo régimen y que
obtuvieron enseguida la separación de la Iglesia del Estado. En oposición a los países
hispanoamericanos, sufrió el positivismo brasileño una inclinación religiosa
extraordinaria, pero sin lo sobrenatural. Fue Brasil, dice Gómez Robledo, el
Canáan del positivismo. El pueblo brasileño había eliminado al cristianismo
bimilenario, pero sentía una necesidad de afectividad religiosa que se sació
con el comtismo , dice el francés Alan Guy.