Tiene su vida repartida
entre el Zulia y Carora, pues nace este docente de primaria en San Lorenzo en
1942, y llega a nuestra ciudad en 1957. Su padre, Marcos Ramos, era caroreño, obrero
petrolero y militante comunista en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo. Se
gradúa de maestro en la Normal Rómulo Gallegos
de Cabimas en 1963, y comienza su labor con adultos en la Villa del Rosario. Luego llega
a Carora como maestro a la Escuela Contreras en 1975, en tiempos de los
supervisores Pedro Rafael Quiñones y el guatemalteco Ché de Paz. Se jubila como
docente de la Escuela Morere en el 2001, después de 34 años de fecundo magisterio.
Su infancia y juventud transcurre en el barrio
Torrellas. Recuerda que la Avenida
Cementerio era puros cujisales y
pilitas de agua, y que las peleas
de los torrelleros con los chamos de Barrio Nuevo era por el dominio del Pozón
de Chicorías. Allí convivió con 19 hermanos. Se reunían -evoca- a conversar en
La Glorieta y en La Maracaibera. Su
padre lo
desestimulaba diciéndole: ¡busque trabajo!
Su papá se fue al Zulia
en la década de 1920. Se iban a pie en caravanas y duraban ocho días caminando bajo el acecho de feroces tigres
hasta llegar a Mene Grande y Pueblo
Nuevo. Lo acompañaron Emilia Túa, Juana Álvarez, Enma Cordero, El Chimo
Mogollón, Espíritu Camacho, Pablo Félix. La Guardia Nacional les decomisaba el chimó
y los salones de chivo. Allá se desempeñaban como albañiles. Las casas eran
de lata, pero las de los gringos de
madera y
con aire acondicionado. La
Guardia hurgaba los cielos rasos con
las bayonetas en búsqueda
de los panfletos del Partido Comunista de Venezuela. “¡18 meses estuvo papá preso
por comunista en Maracaibo y sin visitas!”, espeta Luis.
Luis se hizo militante comunista junto a Ramos Leal, Ramón Rodríguez, Pablo Padilla, Aníbal y Ricardo Arroyo. ”Se reunían
en el barrio Carorita en mi casa de la
calle Curiel. A mí no me dejaban, dice sonreído, entrar a las reuniones a las que a veces llegaba Héctor Mujica”. Y es que la “zona roja” torrellera
comenzaba en la bodega de Lucio Lucena y
llegaba hasta La Romana”, me dice. Recuerda que a la maestra Rosa de Ramos la sacaron de la
Escuela Torres los guardias mientras ejercía su magisterio. “Fue inolvidable aquello
y me marcó para siempre”.
“Mis mejores amigos son mis hijos”, asienta. Lleva
50 años casado con Oneida Camacho. Tiene 16 nietos y tres bisnietos, un hijo
español. Otros de sus amigos son los borrachitos del Cementerio. Emocionado me
dice que el Maestro Alirio Díaz daba
conciertos en la casa de su hermano Numa, y que don Nicanor Graterol ofrecía
por los parlantes de Radio Violeta
conservas de tapatapa y catalinas. “Yo fui auxiliar de Juan de Jota Crespo,
quien luego me casa por el civil”, rememora.
Es católico practicante y asiste a los actos religiosos en la iglesia La Coromoto, donde
estuvo el psiquiátrico. “El difunto
padre Andrés Sierralta era mi compadre”,
asienta. Lee con frecuencia el libro Maestros,
eunucos políticos del maestro Dr.Luis Beltrán Prieto Figueroa, así como a
Earle Herrera. “Hoy no hay vocación
ni sentido de pertenencia magisterial”, me dice este
curtido docente que tiene a mi padre, el profesor Expedito Cortés y a Argenis
Graterol como sus maestros y guías.
.