Fue
en enero de 1972 cuando llegué a Mérida luego de mi fracaso en la Universidad
Central de Venezuela. Mi decisión era rotunda: voy a estudiar Historia y no ingeniería
como fue mi proyecto original. En esa ciudad andina me conseguí con un grupo de
caroreños de entre los cuales recuerdo a mis dos hermanos, Jesús Expedito y
Arnoldo, Nelson Martínez, Juan María Morales, Cécil Álvarez, Juan Hildemar
Querales, Pedro Chávez y Alírio Camacaro.
Fue Alirio alumno del Grupo Escolar Ramón
Pompilio Oropeza, institución dirigida por mi padre Expedito Cortés, además
vecino de la calle José Luis Andrade en el barrio Trasandino de Carora. En 1971
egresa como bachiller en ciencias del Liceo Egidio Montesinos. Llega a la
Universidad de Los Andes con el propósito de estudiar economía en esa casa de
estudios.
En
una ocasión ganó Camacaro un concurso musical en la Universidad emeritense
ejecutando magistralmente una pieza de Antonio Carrillo: el saltarín. Recuerdo
que tras un debatido veredicto que casi generó un motín, ganó en interpretación
vocal Gualberto Ibarreto, el oriental. Ese momento fue decisivo en su rutilante
carrera guitarrística.
Muchos
años después, en 2014, me encontré con Alirio en una de sus visitas al país,
pues desde hace muchos años reside en la Madre Patria donde imparte clases de
guitarra en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Nos fuimos de
paseo por Aregue a visitar la virgen de la Chiquinquirá. Fue allí donde me hizo
Alirio una revelación que me dejó atónito: “Mira, Luis, fuiste tú quien me
convenció de seguir los estudios musicales y dejar de lado la ciencia de Adán
Smith.” Y prosiguió diciendo: “Tú venías de estudiar ingeniería en la Central y
te fuiste por las Humanidades, eso a mi me impactó de verdad y desde allí
decidí irme tras la guitarra y los pentagramas”, me dijo quien iba a ser un
destacado ejecutor de la guitarra en Venezuela y Europa.
Alirio
ha sido mi amigo desde hace mucho tiempo. Al despedirse del país rumbo a Europa
en 1980, fuimos a El Diario de Carora
a comunicar a todos la buena nueva. Cuando aquello sucedía recordaba la
entrañable amistad de mi padre con otro guitarrista vecino de Alirio. Me
refiero a Álvaro Álvarez, quien inclusive ejecutó la guitarra en un concierto
en mi casa en el Grupo Ramón Pompilio Oropeza para unos vecinos que se dieron
cita “a que el Director” a escuchar música de Bach y del maestro Lauro. Pero no
todo queda hasta ahí, pues mi progenitor cultivó una entrañable amistad con el
máximo exponente de la guitarrística venezolana, el candelarense Alírio Díaz, a
quien acompañaba a su aldea nativa en su vieja camioneta Jeep de color azul. El
Faraón de la Guitarra estuvo también en mi casa del Grupo Ramón Pompilio y
varias veces nos visitó en nuestro hogar de Pueblo Nuevo, Barquisimeto.
Una
vez estuvo de regreso Camacaro desde la
vieja Europa poseedor ya de una preparación musical extraordinaria, y fui presuroso
a su encuentro. Me pidió visitáramos el salón de barbería Armonía, situado en
la calle Torres, propiedad del maestro de la música popular, nativo de
Chabasquén, Félix González López, quien había creado en su negocio una
verdadera peña musical al lado de la quebrada, muy cerca de El Néctar. Esa casa
hoy no existe. En agradecimiento a las clases que le dictara mientras estudiaba
en el Liceo de Carora, le interpretó mi amigo a don Félix la Danza Negra de
Heitor Villa Lobos, recuerdo vivamente. Fue una velada musical imborrable en mi
recuerdo.
Alírio
Camacaro es uno de los guitarristas caroreños que ha seguido el estelar camino
de Alirio Díaz, Rodrigo Riera, Valmore Nieves y Álvaro Álvarez, entre otros. Me
produjo gran alegría que el investigador Alejandro Bruzual mencionara, aunque
muy brevemente a Camacaro, en su monumental obra La guitarra en Venezuela: Desde sus orígenes hasta nuestros días,
editado por el Banco Central de Venezuela en 2011.
En España ha grabado Camacaro dos discos: La
guitarra en concierto y Diversi autori, donde reproduce Canción caroreña de
Rodrigo Riera y también a Antonio Lauro. Me revela que desea venirse
definitivamente de España e instalarse quizá en Caracas o Barquisimeto. Seas
bienvenido Alirio a tu tierra.